Acto 1 Rey Lear
Acto 1 Rey Lear
I Acto
Palacio del rey Lear
(Entran en escena el Rey Lear y sus tres hijas, y el Conde de Kent)
Rey Lear: Hoy, dividiré mi reino entre vosotras, mis queridas hijas. Pero primero, debéis declarar cuánto
me amáis. Vos, Goneril, primogénita, responde primera.
Goneril: Te amo padre, mucho más que a todas las riquezas y preciosidades el mundo, te amo con un amor
en el que la voz y las palabras no aciertan a explicar.
Rey Lear: Te hago soberana de 1/3 del reino con todo cuanto encierre frondosos bosques, y vasallos que
los pueblen que todo eso sea tu herencia y que siga con los hijos que nazcan de ti y del duque de Albania,
¿Qué contesta nuestra segunda hija, nuestra querida Regan, esposa de Cornouailles?
Regan: Formada estoy de los mismos elementos que mi hermana, pero me quedo corta con eso así que
cifro mi felicidad en un sentimiento único que es el tierno amor que por vos siento.
Rey Lear: (Contento) Te concedo la soberanía de 1/3 de todo el reino, pero te agrego más territorio para
que lo disfrutes, y tú, Cordelia, mi hija más querida, ¿qué vas a contestar para recoger tercer lote, más rico
aún que de tus hermanas?
CORDELIA.-Nada, señor.
REY LEAR.-¿Nada?
CORDELIA.-Nada.
LEAR.- Habla de nuevo.
Cordelia: (Con serenidad) Amo a Vuestra Majestad según mi deber. Ni más, ni menos.
Rey Lear: ¿Solo eso? (Enojado) ¡Ingrata! Rompo todos los lazos de sangre y te destierro de mi reino. No
heredarás nada. (Volviéndose hacia los nobles) (dirigiéndose a los duques) vos Cornuailles y vos duque de
Albania, sírvase de ellas sus esposas)
¡Conde de Kent!: Mi buen soberano ¡Su decisión está muy alocada!
LEAR.-¡Aparta de mi vista!
EL CONDE DE KENT. -Reflexiónalo bien, Lear; sufre en tu presencia a un hombre veraz.
Rey Lear: Traidor, como no acatas mis decisiones, mejor márchate y no vuelvas.
EL CONDE DE KENT. -¡Sé feliz, oh rey adiós! Ya que así quieres portarte, la libertad está lejos de tu
presencia, y a tu lado el destierro. (sale)
(Entra el Rey de Francia)
Rey Lear: (Al rey de Francia): En cuanto a vos, ¡oh gran rey! no quisiera yo que su amor os cegase por el
odio que siente por mi hija Cordelia.
EL REY DE FRANCIA. -No comprendo de como su hija predilecta, haya podido, en rápido instante,
cometer una acción tan monstruosa que merezca verse despojada de todos sus dotes
CORDELIA.-Te suplico padre que si pierdo su afecto y sus bondades, no es porque esté mancillada con
algún crimen o vicio o acción indigna de mí. Sino por no tener un ojo ávido que sin cesar mendigue, ni una
lengua que dista mucho de envidiar es lo que me cuesta la pérdida de su cariño.
EL REY DE FRANCIA. - ¿Y ése es el único reproche? Un carácter avaro en abras, pero que, sin hablar, obra;
su verdadero objeto no se cifra en intereses frívolos. Su dote es ella misma.
CORDELIA: Ya que las consideraciones de fortuna constituyen el amor. Ya no me casaré.
EL REY DE FRANCIA. -Hermosa Cordelia, vuestra falta de fortuna os hace más rica a mis ojos. Tomo vuestra
persona y vuestras virtudes; séame permitido adquirir el tesoro que los demás desprecian. ¡Oh rey! tu
hija sin dote y abandonada, como al azar, a mi elección, es mi reina, la reina de mis vasallos y de nuestra
hermosa Francia. Cordelia, despedios de ellos; aun cuando os maltrataron, en otra región hallaréis algo
más de lo que perdéis aquí
REY LEAR.-Tuya es, rey de Francia; tómala entera. Por mi parte, no tengo hija de tal especie.
EL REY DE FRANCIA.- Despedidos de vuestras hermanas.
CORDELIA.- (Con lágrimas en los ojos se despide de sus hermanas) nosotras, favoritas de mi padre. Os
conozco perfectamente y sé lo que son; Amad mucho a vuestro padre; recomiendo su ancianidad ¡Adiós!
EL REY DE FRANCIA.-Venid, mi bella Cordelia. (Salen el rey de Francia y Cordelia.)
(Edmundo entra en escena con una carta y seguido de él entra el conde de Glocester)
EDMUNDO. (solo quejándose) -A ti, naturaleza, mi deidad suprema, he consagrado todos mis servicios.El
mundo me priva de mi herencia, sólo porque nací doce o catorce lunas más tarde que mi hermano? ¿a qué
ese nombre de bastardo, de plebeyo! ¡Y a Edgardo el legítimo! para mí será tu patrimonio; el amor de
nuestro padre. Si esta carta logra buen éxito y mi invención triunfa, el plebeyo Edmundo ocupará el lugar
del noble Edgardo. (Entra el conde de Glocester.)
Conde de Glocester : ¡Desterrado Kent! ¡Y el rey de Francia abandonando esta corte llena de rencor. ! Todo
trastocado y en desorden¡!AH! , EDMUNDO¡ ¿qué hay de nuevo?
Edmundo: (escondiendo la carta) nada absolutamente, señor.
Conde de Glocester: ¿Por qué tanto empeño en esconder esa carta? ¿Qué dice ese escrito?
Edmundo: Nada, señor nada
Conde Glocester: ¿Entonces porque me la ocultas?
Edmundo: Perdonadme, señor, solo es una carta de mi hermano que aún no termino de leer.
Conde de Glocester: Venga esa carta. (empieza a leer), Empiezo a cansarme de esa necia y enojosa
servidumbre que nos subyuga a la opresión de la vejez tiránica, cuyo imperio se funda, no en su potencia,
sino en nuestra tolerante bajeza. Ven a encontrarme y te diré algo más. Si mi padre quisiera dormir hasta
que yo le despertare, gozarías para siempre de la mitad de sus rentas y serías el favorito predilecto de
tu hermano Edgardo.” ¿Cuándo has recibido y quien te entrego esta carta?
Edmundo: No me la han entregado, la halle al pie de la ventana de mi cuarto. Conde de
Glocester: ¿Estás seguro de que es el carácter de la letra de tu hermano?
Edmundo: La letra es suya pero no creo que sea muy verídico lo que dice en la carta.
Conde de Glocester: ¡Malvado¡¡Hijo sin entrañas! Quiere una conspiración. Ve a buscarle
Edmundo: No liberes tu ira con él, aún no sabemos con certeza si él lo hizo, tengo un plan, hablare sobre
esto con él, y ustedes se esconderá y podrá escuchar todo lo que conversare con mi hermano.
Conde de Glocester: Ve, Ed mundo, a buscar a ese miserable; no perderás en ello: no omitas cuidado
alguno. (Sale.)
(El conde de Glocester se va de escena e ingresa Edgardo)
Edmundo: Hermano Edgardo. ¿notaste al padre algún signo de descontento en sus palabras o en su
actitud contigo?
Edgardo: Ninguno
Edmundo: Le han llegado falsos rumores sobre ti a nuestro padre, camina con cuidado porque te andan
buscando.
Edgardo: Algún infame me habrá malquistado con él.
EDMUNDO.-Mucho lo temo. Así, pues, te suplico que te desvíes prudentemente de los sitios donde
pudiereis encontraros, hasta que el arrebato de su cólera haya menguado un tanto.
EDGARDO.-¡Gracias, hermano mío! (se va)
EDMUNDO.- Un padre crédulo y un hermano generoso cuyo bondadoso natural es tan ajeno a la
malicia, que no la sospecha en los demás.
GONERIL.-¿Es cierto que mi padre golpeó a mi escudero, porque éste reñía a su bufón?
EL INTENDENTE.-Sí. señora.
GONERIL.-Me está afrentando noche y día. No lo toleraré más. Va a volver de su cacería; no quiero
hablarle. Decidle que estoy indispuesta.
EL INTENDENTE.-Aquí viene, señora; oigo el rumor que anuncia su regreso.
GONERIL.-Emplead en vuestro servicio toda la indiferencia, toda la repugnancia que podáis. (habla sola)
¡Vaya un viejo caprichudo e inútil, que aún pretende dar todas las órdenes de una autoridad de que por
sí mismo se despojó! Y Tratad también a sus caballeros con mayor frialdad; poco importa lo que pueda
resultar. Encargad lo mismo a vuestros camaradas. Voy a escribir a mi hermana, recomendándole
idéntica conducta. (Salen.)
Plaza delante del Palacio
Salen en escena Kent al encuentro del Rey Lear con una nueva apariencia de plebeyo con el fin de que este
lo acepte como sirviente.
Bufón: (dirigiéndose al Rey LEAR) Tú cortaste tu imperio en dos partes y nada has dejado en medio para
ti. Mira, ahí tienes uno de tus desperdicios. (Entra Goneril.)
REY LEAR.-Dime, hija mía, ¿de qué viene esa nube que oscurece tu frente? Veo triste y apenada desde hace
algunos días.
EL BUFÓN.-Algo valías tú. Más que tú soy yo, ahora: yo soy un bufón, y tú no eres nada. (A Goneril.) Leo
esta orden en vuestro rostro, sin que tengáis necesidad de hablar.
GONERIL.- Vaya padre, eres ya viejo, vuestra edad es venerable, y deberíais ser más cuerdo. Conserváis a
vuestro lado cien Permitid que vuestro séquito se reduzca a cincuenta caballeros, y que éstos sean gen-
tes convenientes a vuestra edad.
REY LEAR.-¡Infierno y caos! Que dispongan mis caballos; que se reúna mi séquito. ¡Hija degenerada! No;
¡nunca he sido padre tuyo! ¡Ea! ¡ya no te estortbaré más! Aún tengo una hija. (Entra el duque de Albania.)
REY LEAR.- ¡Mísero del hombre que se arrepiente tarde! (Al duque de Albania.) ¡Ah! ¿sois vos? ¿habéis
dictado esas órdenes?
EL DUQUE DE ALBANIA.- ¡Por favor moderaos, señor!
REY LEAR.-(A Goneril.) ¡Buitre execrable! has mentido. (golpea la frente) Mi séquito se compone de
hombres, escogidos y dotados ahora está reducido a 50.
EL DUQUE DE ALBANIA. –Soy inocente, señor; ignoro qué motivo ha podido encolerizaros. (sale Rey Lear)
EL BUFÓN.-Tío Lear, tío Lear, espérame y lleva contigo a tu bufón. (Sale c .)
REY LEAR.-Parte al momento y lleva esta carta a Glocester. Nada le digas mi hija de cuanto acaba de
ocurrir aquí, ni contestes a sus preguntas.
EL CONDE DE KENT.-No descansaré hasta haber entregado vuestra carta. (Sale.)
EL BUFÓN.-Vas a ver cómo tu segunda hija te acoge con bondad.
REY LEAR.-¿Y qué puedes tú decir... hijo mío?
EL BUFÓN .-Tendrá el mismo sabor que ésta, como una manzana se parece a otra...
LEAR.-¡Privarme de la mitad de mi guardia a pesar que es mío! ¡Monstruoso de ingratitud!
EL BUFÓN.-Si tú fueses mi bufón, tío, ya te habría castigado por haber envejecido antes de tiempo.
REY LEAR.-¡Cielos bienhechores! ¡no permitáis que me vuela demente! ¡Conservad mi razón en buen
estado! ¡No quisiera volverme loco!