eclesiastes 5

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1/8/24, 22:25 ¿Por qué Dios permite esto? | Eclesiastés 4:1-5:20 | RayStedman.

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Mejor es el muchacho pobre y sabio que el rey viejo y necio que no admite
consejos, aunque haya salido de la cárcel quien llegó a reinar, o aunque en su
reino naciera pobre. (Eclesiastés 4:13-14)

Un joven sabio es mejor que un rey viejo y necio a quien se le han otorgado grandes
oportunidades. Aun más, la edad puede hacerle a uno cabezota y fanático, convencido de que
todo lo que quiere hacer está bien. Ni siquiera vivir mucho tiempo nos enseña todas las
lecciones, si bien una vida larga normalmente enseña un montón de cosas. Pero todos nosotros
conocemos gente que debería saber más y mejor, gente que ha olvidado, como aquí se señala,
las lecciones que aprendieron en su juventud. Aquí tenemos un rey que había ido desde la
prisión al trono, porque entendió la vida; había sido pobre y fue exaltado a una posición de
poder, pero había olvidado todas las lecciones que había aprendido.

El segundo argumento del Buscador es que el joven sabio seguirá hasta repetir el mismo error.
Verso 15:

Y vi a todos los que viven debajo del sol caminando con el muchacho sucesor,
que ocupará el lugar del otro rey. La muchedumbre que lo seguía no tenía fin; y
sin embargo, los que vengan después tampoco estarán contentos de él. Y esto
es también vanidad y aflicción de espíritu. (Eclesiastés 4:15-16)

He aquí un hombre joven que pasó por las mismas dificultades, que se labró su camino hacia la
popularidad y el poder; sin embargo, no aprendió esas lecciones tampoco. Aunque tuvo el
ejemplo de su predecesor, finalmente perdió el respeto de los demás. Así que, ni siquiera la
edad avanzada, ni el tiempo, nos enseñan siempre estas lecciones. Todo sigue siendo aún
“vanidad, vacío y atrapar vientos”.

En el capítulo 5, un capítulo maravilloso, el Buscador contesta a estas objeciones de un modo


maravilloso. Hay cuatro cosas que declara. Primera:

Cuando vayas a la casa de Dios, guarda tu pie. (Eclesiastés 5:1a)

Aprende a dejar que Dios sea Dios; esa es la primera cosa que declara para nosotros. Las
lecciones de la vida encajarán en su sitio cuando usted aprenda eso. Dios está a cargo de la
vida; déjelo estar a cargo; reciba las lecciones de Sus manos.

El lugar donde aprender eso es la casa de Dios. Cuando usted vaya allí, guarde su pie, o sea,
entre con reflexión, esperando que le enseñe algo. En el antiguo Israel, por supuesto, la casa de
Dios era el Templo de Jerusalén. Allí se ofrecían sacrificios, y se explicaba a la gente lo que
significaban. Allí se leía la ley, y se le daba a la gente la sabiduría de Dios sobre la vida; este
maravilloso Antiguo Testamento era revelado, con su tremendo conocimiento de la verdad de la
vida, de lo que la humanidad es básica y fundamentalmente. El Templo era el único lugar en la
tierra donde la gente podía aprender estas cosas. En nuestros días, la casa de Dios ya no es un
edificio. Debemos tener eso claro. Ustedes, el pueblo, son la casa de Dios. Lo que está diciendo
el Buscador es que cuando ustedes se reúnan como pueblo de Dios, estén expectantes, porque
habrá algo que hay que aprender.

Segunda: Él dice que escuchemos con atención:

Acércate más para oír que para ofrecer el sacrificio de los necios, quienes no
saben que hacen mal. (Eclesiastés 5:1b)
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Un necio es alguien que atolondradamente dice cosas simplonas, ingenuas y normalmente


falsas. Lo que el Buscador tiene claramente en mente aquí es nuestra tendencia a quejarnos y
murmurar acerca de lo que se nos ha dado en la vida. Cuando nos quejamos y rezongamos por
nuestras circunstancias, en realidad nos estamos quejando de Dios. Nos quejamos de las
decisiones que Dios ha tomado en Su plan maravilloso para nuestra vida. Nunca aprenderemos a
disfrutar de nada de esa manera, ni siquiera de nuestros placeres, y no digamos de nuestro
dolor. Así que, él dice, escuche con atención, pues la verdad de Dios está siendo declarada entre
Su pueblo; la sabiduría de Dios está siendo expuesta. Justo esta mañana un hombre me dijo:
“He estado pasando por una dolorosa experiencia la semana pasada. Aprendí a verme a mí
mismo y quedé horrorizado. Vi cosas en mí mismo que desprecio en los demás”. Eso es
alentador. He ahí un hombre que se está enterando de la verdad sobre sí mismo.

El Buscador continúa en el verso 2:

No te des prisa a abrir tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra


delante de Dios, porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra. Sean, por
tanto, pocas tus palabras. Porque de las muchas ocupaciones vienen los sueños,
y de la multitud de palabras la voz del necio. (Eclesiastés 5:2-3)

Casi todo el mundo entiende la frase “Dios está en el cielo” como que Dios está afuera, en
alguna parte, en lo alto, por encima del universo, vigilando los asuntos de los hombres;
mientras que nosotros, insignificantes pigmeos, luchamos aquí abajo. Pero eso no es lo que se
dice aquí en absoluto. El cielo no es algún lugar lejano. En la Biblia, el cielo siempre significa el
mundo invisible de la realidad, lo que está pasando y que nosotros no podemos ver pero, sin
embargo, está realmente ahí. Dios está en ese reino, y esa es la razón por la que ve mucho más
que nosotros.

Al mirar esta congregación esta mañana veo sus caras y cuerpos. Ellos revelan ciertas cosas:
algunos de ustedes tienen interés, algunos están dormidos. Si tuviera que orar por ustedes, sin
embargo, no habría forma de que yo pudiera comprender la tremenda complejidad y
profundidad de la lucha por la que ustedes están pasando. Pero Dios sí. Dios no sólo les ve a
ustedes; Él ve lo que hay dentro de ustedes, aquello que ni siquiera ustedes ven. Él ve vuestra
herencia biológica, vuestro medio ambiente, vuestras luchas. Él nos ve a cada uno de nosotros
de esa manera. Recuerden que cuando estén tratando con Dios, cuando Él les habla a través de
Su Palabra, esa palabra es muchísimo más verdadera que cualquier cosa que puedan encontrar
como explicación de la vida, porque Dios ve todo en la vida, de principio a fin. Él está en el cielo
y ustedes en la tierra; así que, por amor de Dios, no empiecen a quejarse de lo que Dios les ha
dado. Ese es el argumento del Buscador. Dios sabe lo que está haciendo. Él sabe de qué va esto.
Déjele hacer. Los santos han tenido que aprender esta lección desde tiempos inmemoriales. Está
reflejada en un himno de William Cowper.

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Dios se mueve en formas misteriosas


para realizar sus maravillas;
Él planta sus huellas en el mar,
y cabalga sobre la tormenta.
En lo profundo de insondables minas
de infinita destreza,
Él atesora sus brillantes designios,
y elabora su soberana voluntad.
Ustedes, santos temerosos, renueven su valor;
Las nubes que tanto temen,
están henchidas de misericordia,
y se romperán en bendiciones sobre sus cabezas.

“Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra. Sean, por tanto, pocas tus palabras”, dice el Buscador.
“Porque de las muchas ocupaciones vienen los sueños”. Con esto se refiere a las fantasías, y
fantasear produce mucha actividad, pero no consigue nada. Del mismo modo, un necio con sus
muchas palabras de queja no consigue nada.

Segundo, él dice: “¡No juegue con Dios!”. Verso 4:

Cuando a Dios hagas promesa, no tardes en cumplirla, porque él no se complace


en los insensatos. Cumple lo que prometes. (Eclesiastés 5:4)

Creo que no hay una lección en la vida más importante que aprender que Dios es realista.
Nunca juega con nosotros. Ve las cosas tal como son en realidad y nos cuenta cómo son. Dios
espera que cumplamos nuestra palabra. Es peligroso hacer promesas superficiales sobre lo que
vamos a hacer con tan sólo que Él hiciera esto o aquello. Él oye nuestras promesas y nos toma
la palabra. Hay una penalización si no guardamos nuestra promesa. Esto debería enseñarnos a
ser cuidadosos con lo que prometemos a Dios. No hagan eso, pues Él no se complace con los
necios. De hecho, el Buscador sigue diciendo:

Mejor es no prometer que prometer y no cumplir. No dejes que tu boca te haga


pecar, ni delante del ángel digas que fue por ignorancia. (Eclesiastés 5:5-6a)

No diga: “No quise decir eso en realidad”. Cuántos dijeron eso de sus votos matrimoniales. Dios
le toma la palabra.

¿Por qué hacer que Dios se enoje a causa de tus palabras y destruya la obra de
tus manos? Pues, donde abundan los sueños abundan también las vanidades y
las muchas palabras. Pero tú, teme a Dios. (Eclesiastés 5:6b-7)

Tenga respeto porque usted está tratando con el mismo Autor de la vida, el Señor del universo.
Él sostiene tu existencia en la palma de Su mano. Dios no es cruel ni despiadado; Él es amoroso
pero realista, así que no juegue con Él. Sea sincero con Dios; eso es todo lo que el Buscador
está diciendo. Así que preste atención cuando esté oyendo las palabras de Dios. Escuche cómo
describe la vida para usted. Él se lo está diciendo para que encuentre gozo en todo lo que haga.

Tercero: Valore al gobierno; él también viene de Dios. Verso 8:

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Si ves en la provincia que se oprime a los pobres y se pervierte el derecho y la


justicia, no te maravilles: porque sobre uno alto vigila otro más alto, y uno más
alto está sobre ambos. El provecho de la tierra es para todos y el rey mismo está
al servicio del campo. (Eclesiastés 5:8-9)

El argumento es muy simple: no se asombre ni se amargue. Dios ha establecido funcionarios


más altos que puedan corregir la opresión cuando se enteren de ella. Pero, incluso si no lo
hacen, hay Uno aun más alto. Él está enterado, y sabe lo que hace. Reconozca que hay bien en
los gobiernos. Alguien ha dicho muy bien: “Incluso un mal gobierno es mejor que ningún
gobierno en absoluto”. No podemos vivir en la anarquía. Hasta la peor clase de gobierno es
mejor que ningún gobierno en absoluto. Reconozca eso. Ello ayudará al lidiar con los problemas
de la vida.

Entonces el Buscador aborda una cuarta circunstancia. La mayoría de la gente siente que con
sólo que se volvieran ricos podrían enfrentarse a las presiones y los problemas de la vida. Esta
sección se extiende por los versos 10 al 17:

El que ama el dinero no se saciará de dinero, y el que ama la riqueza no sacará


fruto. También esto es vanidad. (Eclesiastés 5:10)

En primer lugar, el dinero no le satisfará; el dinero no le dejará sintiéndose pleno ni gozando de


la vida. Hay testimonios de sobra de ello hoy día.

En segundo lugar:

Cuando aumentan los bienes, aumentan también quienes los consumen. ¿Qué
beneficio, pues, tendrá su dueño, aparte de verlos con sus propios ojos?
(Eclesiastés 5:11)

Es decir, pronto descubrirá que una multitud de parásitos se apiñaran alrededor de usted, para
gastar su dinero en su lugar; no conseguirá nada de ellos excepto gastos.

Él desarrolla esta teoría aun más:

Dulce es el sueño del trabajador, coma mucho o coma poco; pero al rico no le
deja dormir la abundancia. (Eclesiastés 5:12)

Una segunda desventaja de tener dinero es que usted se preocupa por cómo tener cuidado de
sus propiedades. Permanece despierto durante la noche preocupándose de cómo conservar lo
que tiene.

Hay todavía una tercera desventaja:

Hay un mal doloroso que he visto debajo del sol: las riquezas guardadas por sus
dueños para su propio mal, las cuales se pierden por mal empleadas, y al hijo
que ellos engendraron nada le queda en la mano. (Eclesiastés 5:13-14)

Usted también puede perder sus riquezas. Pueden desaparecer de la noche a la mañana. Un giro
de la fortuna, una caída en el Dow Jones, y su fortuna se ha ido.

Finalmente, las riquezas no permanecerán tras la muerte, pero usted sí:

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Desnudo salió del vientre de su madre y así volverá; se irá tal como vino, sin
ningún provecho de su trabajo que llevarse en la mano. También eso es un gran
mal: que tal como vino se haya de volver. ¿Y de qué le aprovechó trabajar en
vano? Además de esto, todos los días de su vida comerá en tinieblas, con mucho
afán, dolor y miseria. (Eclesiastés 5:15-17)

Usted no se puede llevarse absolutamente nada. La vida se queda vacía y sin sentido para
muchísima gente. Sufren la “enfermedad del destino”; habiendo llegado a donde siempre
quisieron estar, y teniendo todo lo que siempre quisieron tener, no quieren nada de lo que
tienen.

Una vez más llegamos a la verdadera respuesta con las palabras que cierran el capítulo:

He aquí, pues, el bien que he visto: que lo bueno es comer y beber, y gozar de
los frutos de todo el trabajo con que uno se fatiga debajo del sol todos los días
de la vida que Dios le ha dado, porque ésa es su recompensa. Asimismo, a todo
hombre a quien Dios da bienes y riquezas, le da también facultad para que coma
de ellas, tome su parte y goce de su trabajo. Esto es don de Dios. (Eclesiastés
5:18-19)

El gozo no viene de las posesiones o de las riquezas. Ni tampoco de la compañía, ni de la


popularidad o la fama, ni de la aprobación y admiración de los demás. El gozo viene de conocer
al Dios vivo y recibir todo de Su mano con acción de gracias, ya sea dolor o placer. Ese es el don
de Dios, y esa es la lección de este gran libro.

Fíjese en cómo acaba el capítulo:

Porque así no se acuerda mucho de los días de su vida, pues Dios le llena de
alegría el corazón. (Eclesiastés 5:20)

¿Ha conocido usted alguna vez gente así? Ellos han vivido una vida plena, pero nunca hablan del
pasado. Algunas personas viven en el pasado.

William Randolph Hearst, quien amasó una de las mayores fortunas de nuestro tiempo, acabó
sus días en medio de toda la opulencia y esplendor del castillo que construyó en el sur de
California, sentado en un sótano, poniendo una y otra vez las películas de su amante de
Hollywood, en un esfuerzo por escurrir una gota más del gozo del pasado.

Cuando la gente descubre las riquezas de la vida que Dios proporciona, no piensan en el pasado,
ni hablan siquiera de él. Tampoco hablan del futuro, ya que están sumamente absortos en el
gusto del presente. ¡Qué bueno es conocer al Dios vivo! Saber que Él controla lo que llega a su
vida. Él espera que usted tome decisiones; las Escrituras siempre animan a ello. Pero alégrese
en la sabiduría del corazón del Padre y goce abundantemente de lo que le da día a día; ese es el
secreto de la vida. Tal persona “no se acuerda mucho de los días de su vida, pues Dios le llena
de alegría el corazón”.

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