Instituto Argentino de Radioastronomía
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—Y entonces hubo algo. Es todo lo que se puede decir de ese instante misterioso que separa y distingue la
nada del todo, el silencio más absoluto de la mayor explosión concebible, la inexistencia de la existencia.
Cuando remontamos las causas sobre los efectos desde este mismo instante hacia el pasado a modo de:
«Esto fue causado por esto que fue causado por esto que fue causado por esto», las flechas de causación van
convergiendo poco a poco de las causas humanas más mundanas y miserables a las naturales, geológicas,
biológicas, químicas hasta remontarnos al mismo nacimiento del mundo hace más de 4.000 millones de años.
Pero si seguimos nos vamos adentrando progresivamente en nubes de polvo que se arremolinan, sopas
cuánticas y finalmente el silencio. Ese silencio ante el que todo calla.
No hay descripciones posibles para ese momento, el ser humano no ha encontrado las palabras, si es que
existen para narrarlo. Nuestra experiencia diaria palidece en todas sus dimensiones ante algo así: más brillante
que mil millones de soles, más energético que mil millones de galaxias, con una expansión en un tiempo tan
pequeño que cualquier suceso que pueda registrar el ser humano a su lado parece una eternidad. Quizás no
estemos hechos para entenderlo, quizás nuestra naturaleza pertenece a otro dominio, y la misma génesis
permanecerá para siempre inalcanzable. Y en medio de todo, de la misma creación, la singularidad.
Donde nuestra razón choca contra el inquebrantable muro del infinito. Ese momento que recoge la esencia de
todo misterio: es el momento de la creación, a donde apuntan todas las preguntas.
Y de esa nada absoluta, la más profunda e impenetrable que puedas imaginar, surgió el todo. En esa tierra tan
yerma surgió la semilla de la existencia que brotó para crear la materia que lo forma todo. Cada pedazo de
material que te encuentres, hasta el más insulso que puedas imaginar, desde una cuchara hasta un perro,
desde un armario, hasta un lindo cabello de tu amada. Todo proviene de ese instante inicial, todo tiene su
origen en ese momento y en ese lugar. Todos somos parte de eso, todos somos uno con
el universo. Un boli también.
Hace mucho tiempo… nació un niño, la Fuerza era muy intensa en él. Fue en una granja en un pueblo a unos
200 kilómetros al norte de Londres. Ese niño estaba llamado a dominar la galaxia, a convertirse en el Jedi más
poderoso de la historia, su nombre Isaanakin Newton. Pero ese poder tan especial escondía un lado oscuro…
Sí, vale, es Isaac Newton, pero es que era como Anakin Skywalker porque tenía un don, un poder especial,
que tenía un lado luminoso, que le daba grandes poderes. Como diría Yoda, «intensa la fuerza es en él», pero
venía a un alto precio, una especie decontrapartida, de maldición, un lado oscuro que lo sumía en las sombras.
Esa Fuerza era su conocimiento, su cerebro privilegiado. Su lado oscuro, ese mismo cerebro, tan distinto a los
demás, que lo fue aislando y secuestrando su personalidad hasta volve rse una persona huraña, desconfiada y
tremendamente infeliz.
Y en esa dicotomía viviría toda su vida. Yo me imagino a este chico como en Tom y Jerry, que aparece a veces
un diablillo en el hombro izquierdo y un ángel en el hombro derecho. Uno cuidan 24 do de él y echándole un
cable cada cierto tiempo, el otro haciéndoselo pasar mal. Eso sería una constante en toda su vida. Toda su
vida, literal, pues ese diablillo y ese angelito parece que tenían prisa por salir, porque estuvieron presentes tan
pronto como pudieron, desde el mismo momento de la concepción óvulo-espermatozoide ya estaban ahí. Y no
lo soltaron nunca, mientras estuvo vivo. Mala y buena estrella, siempre de la mano.
Buena estrella: Isaac nació en el día de Navidad del año 1642, precisamente el mismo año en el que murió otro
de los grandes genios de la historia, Galileo Galilei. Y lo hizo en Woolsthorpe, creo que lo he dicho bien, que
siempre me lío; bueno, para que te hagas una idea, un pueblecito al norte de Londres, en Inglaterra. Mira, a
partir de ahora lo llamaré Albacete, que es más fácil y, total, en otro universo, España habría ganado la batalla
de Trafalgar y eso ahora sería español. Isaac no cayó en mala familia, era hijo de los Newton, un clan
próspero, con tierras. Como los Starks. Y a pesar de que la suya era una familia sin ninguna educación por
parte de padre —ni un solo Newton antes que él fue capaz de escribir su apellido—, la rama materna, los
Ayscough, sí eran una familia con reconocimiento social y cierta cultura. Esto le va a venir muy bien a Newton
más adelante; por esta parte, era un chico con suerte. El angelito en el hombro derecho está ahí, sonriendo.
Mala estrella: el nacimiento de Newton no pudo ser más accidentado. Nació con unas semanas de antelación,
tan pequeño que cabía en una jarra que usaban para bañarlo. Y tan delicado que tenía que usar collarín para
ayudar al cuerpo a sostener el peso de su cabeza. Nadie pensó que ese niño tan frágil pudiera sobrevivir, y
menos que cambiaría el mundo para siempre. De hecho, en su nacimiento mandaron a las sirvientas de la
granja a por agua al pozo, estas ni se dieron prisa, para qué, a la vuelta estaría ya finado. Qué equivocadas
estaban, Newton era como una mala hierba, no iba a ser tan fácil acabar con él.
Fragmento de: ¿Qué hace un bosón como tú en un big bang como este?: orgías cósmicas, polvo de estrellas y
otras locuras cuánticas / Javier Santaolalla . La esfera de los libros, 2022. ISBN 978-8413843902
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