La Entrevista Periodística
La Entrevista Periodística
La Entrevista Periodística
HALPERÍN, Jorge
Capítulo 2
Paidós, Buenos Aires, 1995.
Podemos distinguir los tipos de entrevistas en sus grandes variantes, según lo que busca el
periodista y según el grado de presencia del entrevistado, desde la forma más personalizada
hasta el anonimato:
* de personaje,
* de declaraciones (consultas e interpelaciones al poder, a políticos, economistas o funcionarios
públicos o privados)
* de divulgación,
* informativas,
* testimoniales,
* encuestas.
En todos los tipos de entrevistas hay un juego de confrontación, pero este juego alcanza su
punto máximo en las entrevistas de personaje y las de declaraciones. En ambas, el diálogo
busca no sólo la cooperación del sujeto – como sucede en las encuestas, las entrevistas
informativas, de divulgación y las testimoniales – sino que también debe avanzar en contra de
él. Es decir, en aquello que el entrevistado no muestra voluntariamente o, incluso, desea
ocultar.
El primer paso del “antes” reside en la elección del entrevistado, que puede estar en manos del
periodista o venir ya determinada por el editor. En cualquiera de las dos formas, el
entrevistador debe actuar como si él lo hubiera elegido, y ser consciente de por qué prefirió a
ese sujeto.
El periodista debe ser perfectamente consciente de las razones por las que ha sido elegido su
entrevistado y, muy especialmente, de lo que espera lograr con esa conversación:
En el noventa y nueve por ciento de los casos recomendamos no lanzarse a una entrevista
improvisada. Es decir, agregar durante la charla todas las preguntas que valgan la pena, pero
armar un cuestionario antes de sentarse con el sujeto. Ahora bien, sólo cuando el periodista
tiene claros los motivos de la elección del personaje y lo que espera lograr de esa conversación
puede dar un rumbo inteligente a su cuestionario. Entonces sí, con una sólida retaguardia
podrá sentarse con toda naturalidad frente al sujeto, explorarlo en busca de su nota e
improvisar todo lo que sea necesario.
Una sólida retaguardia es contar con diez buenas preguntas, unos tres o cuatro temas
diferentes y un firme conocimiento del personaje.
El primer problema es definir qué es una buena pregunta. No existe una clasificación universal,
pero entre las virtudes que puede tener una buena pregunta se cuentan el que sea clara; que
provoque información; que se haga cargo de una demanda colectiva o que exprese las dudas
de la gente si se trata de un personaje público; que sea abierta; que permita profundizar; que
consiga explicaciones; que dé lugar a oposiciones; que busque lo nuevo; que invite al
personaje a usar imágenes y fantasías; que seleccione lo importante; que piense en lo global y
en los detalles; que atraiga anécdotas.
Desde luego, hay que usar hasta el cansancio las famosas 5 “W” inglesas (en nuestro idioma
“qué”, “quién”, “por qué”, “cuándo” y “dónde”) y la “H” de “how” (“cómo”). En toda conversación
periodística se emplean en un ochenta por ciento estas preguntas clásicas, que son como una
verdadera locomotora que acarrea información y también consigue precisa detalles, mientras
que el resto de la charla está compuesta de preguntas más elaboradas o específicas.
Las preguntas son portadoras de conjeturas, hipótesis, inquietudes y perspectivas del mundo.
Cuando más ricas sean las hipótesis que llevamos ante el personaje, más impresionados
estaremos de descubrir cosas que no había expresado en otras entrevistas.
Las preguntas pueden agruparse en bloques de temas. Los objetivos de una entrevista pueden
girar alrededor de un asunto central, pero suelen traer más de un tema. Así debe ser para que
puedan transmitir la atmósfera de una conversación, pero, sobre todo, porque el periodista
debe tener alternativas cuando el entrevistado no muestra interés o no tiene nada valioso que
decir sobre el primer asunto que le expuso. La propuesta es que el cuestionario que hemos
armado antes de la entrevista transite por tres o cuatro temas.
Hay un factor importante del que dependen los núcleos de temas y las buenas preguntas: un
generoso conocimiento del personaje, que se obtiene de un trabajo riguroso de archivo. Para
investigar a un personaje, existe una fuente complementaria al archivo: realizar consultas
previas a gente que conoce al personaje para construir un verdadero relato antes de sentarse a
dialogar con él.
Hay entrevistas que no requieren investigar previamente al personaje pero sí el tema, para
poder diseñar un buen cuestionario. Una dificultad es que hay veces que no hay información ni
bibliografía sobre el personaje o el tema.
Pero la dificultad más común de todas se plantea en innumerables notas en las que no nos dan
tiempo para consultar el archivo ni construir buenas preguntas ni armar núcleos de temas. Hay
que hacer la entrevista ya mismo. Siempre habrá un tiempo de viaje o de espera del personaje
en el cual se puede diseñar una mínima estrategia. En primer lugar, tenemos que trabajar
alrededor de una cuestión: ¿qué necesita saber el lector/oyente sobre esta nota? De inmediato,
nos ponemos a escarbar con el equipo básico: las valiosísimas 5 “W”, que nos garantizan, de
movida, un buen caudal de información.
Lo cierto es que una buena retaguardia, lo que en nuestra jerga llamamos un buen background,
es como media nota ya resuelta (difícilmente una entrevista que parte de una sólida
preparación previa resulte un estruendoso fracaso). Sin embargo, cuando durante la
conversación aparecen vetas inesperadas hay que tirar el equipaje por la ventana y escuchar
con los oídos bien atentos y la mayor flexibilidad.
El periodista debe convertirse para el entrevistado en una figura no peligrosa ante quien se
puede sincerar.
Entonces, se trata de confesar algunas de nuestras ideas con sobriedad, principalmente con el
objeto de disminuir el misterio que representamos para el entrevistado.
Aún en el caso de la entrevista gráfica, donde no hay terceras personas en el cuarto en que
están sentados periodista y entrevistado, el lugar está poblado de fantasmas: los juicios de
instituciones, colegas, el saber oficial, el público en general.
Para conseguir una conversación fluida y bastante espontánea, el periodista debe desplegar
una gran habilidad que haga olvidar – aunque él los tenga presentes – todos los factores de
control social.
Fuente:
http://www.dialogica.com.ar/unr/redaccion1
Weblog de la Cátedra de Redacción I de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la
Universidad Nacional de Rosario.
Entrevista radiofónica
Para tener en cuenta: