A Propósito de La Verdad
A Propósito de La Verdad
A Propósito de La Verdad
Verdad y razn. Son sinnimos razn y verdad? A quienquiera d sin la menor vacilacin una respuesta afirmativa a esta pregunta, no le arriendo la ganancia en este bajo mundo. Cierto, existen enunciados incorregibles, directamente relacionados con los hechos que describen, razn por la cual su verdad es de una evidencia
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inmediata, tal como sucede, por ejemplo, con el cogito ergo sum cartesiano. Mas estos enunciados elementales, bsicos, atmicos, protocolarios, incorregibles, en los cuales no se puede dar el error, no bastan para constituir el fundamento del conocimiento, pues cuantitativamente carecen del peso especfico requerido. En otras palabras, no son ms que cuatro gatos mal contados y, del mismo modo que una golondrina no hace una primavera, tampoco ellos pueden erigirse en epistemologa. Aparte de que son muchos quienes consideran que el trmino hecho no tiene sentido fuera de un determinado marco terico. En efecto, dnde cortaremos el continuo flujo de nuestra experiencia para decir hasta aqu, esto es un hecho simple? La saturacin de predicados, lograda mediante la articulacin gramatical de dichos incorregibles, es lo que solemos llamar el discurso de la razn. Confrontmoslo al mundo y no tardaremos ni tres telediarios en comprobar que constituye una entelequia, la cual dista mucho de describirlo en sus mltiples facetas y manifestaciones. As, nos encontraremos infinidad de veces, mal que nos pese, con que alguien, o algo, nos propine la certera bofetada de soltarnos en plena la cara: S, usted tiene toda la razn. Pero no dispone de la verdad. La verdad es, por consiguiente, un trmino ms saturado que el de razn, lo supera y lo contiene. Ms an, en ciertas ocasiones, lo corrige, lo transforma, le da la vuelta como a un guante y nos deja, como quien no quiere la cosa, igual que el gallo de Morn, sin plumas y cacareando.
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Para muestra, bien vale un botn, o dos. Ante nosotros tenemos dos bandejas de las que se usan para preparar cubitos de hielo. En una vertemos agua a 95 grados Celsius y en la otra agua a 50 grados Celsius. Las metemos en el congelador al mismo tiempo. El sentido comn efectuar, ni corto ni perezoso, una sencilla operacin matemtica y concluir rpidamente que el agua de la segunda se congelar antes que el de la primera. Pero el sentido comn se equivoca, por el llamado efecto Mpemba, que resulta de la combinacin de la evaporacin y de un fenmeno denominado superenfriamiento. Cualquiera que tenga dos dedos de frente, si acaso le ponen delante a un hombre de 35 aos y a otro de 47, no vacilar en declarar el primero ms joven que el segundo, ignorando que este ltimo estaba destinado a correr, completo, el maratn de Nueva-York a los cien aos, como ya ha sucedido, mientras que el otro la iba a palmar antes de jubilarse. Cul de los dos era, en realidad, el ms joven? No son ms 100 euros reales que 100 euros pensados. sa era, en todo caso, la opinin de Kant. No obstante, confiados en la tremebunda autoridad del insigne filsofo alemn, tratemos de pagarle a cualquier comerciante, incluso germnico, con 100 euros pensados. Los enemigos hermanos, Freud y Jung, han descubierto, cientficamente, que dentro de cada uno de nosotros existe un vasto territorio poblado de personajes inquietantes, misteriosos, dotados de una energa terrible, a quienes el discurso de la razn les importa, francamente, una nuez podrida y que, desde la oscuridad
que los envuelve, lanzan piedras sin parar al yo consciente, el cual trata de desenvolverse en el mundo objetivo y no logra ser coherente ni de diez veces una. Ello es as porque dichos personajes son tan verdaderos, o ms, que nosotros mismos. Las personas que no consiguen cuajar en el estatuto de razonables enfadan, cierto, pero quiz sean ms verdaderas que, en todo caso, las que saben muy bien envolverse en una espesa nube de palabras, pilotadas todas por el pronombre sujeto de la primera persona, seguido del verbo copulativo convenientemente acordado: yo soy poeta, yo soy filsofo, yo soy un tipo encantador, bien es verdad que no se me puede considerar particularmente guapo, ni fuerte, ni valeroso, pero me hallo dotado de una gran sensibilidad, la prueba es que he sabido quedarme calvo en la parte anterior del crneo y dejar caer la melena en la posterior, o tambin de un gerundio prolongador ad libitum del xtasis esttico: yo, contemplando la extraordinaria impregnacin lrica del atardecer; yo, contemplando el compacto esplendor de la primavera. Entiendo que, cuando no se calzan muchos puntos, cuando no se dispone tampoco del espesor intelectual que da una slida cultura, resulte cmodo dejarse embaucar por ellos. Pero de ah a que una civilizacin, a mitad de recorrido ya de una espeluznante cada libre, elija como modelo a este antihroe logorreico, egocntrico, gran ensalzador de s mismo, sin coraje, sin fuerza y carente del menor tinte de voluntad en su sangre, media un paso que resulta,
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sencillamente, suicida. Sin embargo, se da el caso de que ya no aparecen en las novelas al uso personajes que le planten cara a un destino adverso, en silencio y con un par de huevos. Eso slo ocurre en las tragedias griegas. De acuerdo. No obstante, convendra recordar que el mundo que ahora estamos alegremente pulverizando, por nuestra mala cabeza, fueron ellos, los griegos, quienes lo crearon, con su cultura rigurosa, fuerte y lozana, mientras que nosotros ya comenzamos a tener un escorzo de lo que estamos engendrando con nuestra desidia y falta de principios. Cierto, cuando no estamos dotados de cualidades, este tipo de paradigmas sin mucho mrito nos ayuda a aceptarnos, si bien, por otra parte, al eliminar la emulacin de la virtud, en el sentido romano, republicano, de virtus, estamos destruyendo, al mismo tiempo, la civilizacin. Si no hay relacin inmediata entre proposiciones y hechos, entonces, para afirmar el conocimiento, y por ende toda verdad, no tenemos ms remedio que recurrir a la teora como totalidad sistemtica, nico criterio vlido para la construccin de un sistema de proposiciones coherente. Tal necesidad abre dos alternativas: por una parte, la fundamentacin de un nico sistema que d cuenta de todo el pensamiento y de toda la realidad; por otra, la aceptacin de una pluralidad de sistemas que den cuenta de conjuntos parciales de hechos.
No creyendo en la factibilidad de la primera, nos vemos abocados a la segunda. Lo que equivale a decir que no hay una verdad, sino muchas. Ms an, en ltima instancia, puesto que cada individuo constituye una visin nica del mundo, ms o menos compleja, habr tantas verdades como sujetos cognoscitivos, independientemente de que estn en posesin o no del principio de razn, pues ahora lo que nos interesa es la verdad y nada ms que la verdad. Pues bien, si la verdad no es correspondencia, ni tampoco coherencia, cmo saber cundo diablos estamos en presencia de ella? Dice Quine: el enunciado existencial determina el tipo de hechos que lo hacen verdadero. Luego, el mismo autor aade: nuestros enunciados sobre el mundo exterior se someten en su conjunto al tribunal de la experiencia sensible. Dicho de otro modo, si algo nos hace rer, es falso, o al menos grotescamente deformado; si nos hace llorar, considerando que no solamente la pena o el dolor son susceptibles de provocar borboteo de lgrimas, en ese caso es verdadero. Pues la verdad no se piensa, sino que se siente.