1. Dios invita a los humanos a orar para establecer una relación íntima y de comunión con Él, ya que Él nos ama profundamente y creó para tener una relación personal.
2. Los seres humanos buscan experiencia espiritual porque están innatamente diseñados para tener una relación con Dios, y experimentarán un vacío hasta que encuentren esa relación.
3. La oración es vital para la fe y la relación con Dios, ya que une nuestra vida terrenal con el reino celestial y es como el oxígeno para la vida
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1. Dios invita a los humanos a orar para establecer una relación íntima y de comunión con Él, ya que Él nos ama profundamente y creó para tener una relación personal.
2. Los seres humanos buscan experiencia espiritual porque están innatamente diseñados para tener una relación con Dios, y experimentarán un vacío hasta que encuentren esa relación.
3. La oración es vital para la fe y la relación con Dios, ya que une nuestra vida terrenal con el reino celestial y es como el oxígeno para la vida
1. Dios invita a los humanos a orar para establecer una relación íntima y de comunión con Él, ya que Él nos ama profundamente y creó para tener una relación personal.
2. Los seres humanos buscan experiencia espiritual porque están innatamente diseñados para tener una relación con Dios, y experimentarán un vacío hasta que encuentren esa relación.
3. La oración es vital para la fe y la relación con Dios, ya que une nuestra vida terrenal con el reino celestial y es como el oxígeno para la vida
1. Dios invita a los humanos a orar para establecer una relación íntima y de comunión con Él, ya que Él nos ama profundamente y creó para tener una relación personal.
2. Los seres humanos buscan experiencia espiritual porque están innatamente diseñados para tener una relación con Dios, y experimentarán un vacío hasta que encuentren esa relación.
3. La oración es vital para la fe y la relación con Dios, ya que une nuestra vida terrenal con el reino celestial y es como el oxígeno para la vida
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• Usted se está embarcando en un estudio acerca de la
experiencia potencialmente más poderosa, desafiante y
gratificante disponible para la humanidad: el contacto con el Creador Infinito del universo. Comoquiera que los humanos elijan definir y practicar la oración, en su esencia es la oportunidad extraordinaria para un ser creado de tener contacto inmediato y directo con el Creador. La criatura, encarcelada en el espacio y el tiempo, limitada en conocimiento y poder, y obstaculizada por el fracaso obstinado, puede establecer contacto significativo con la causa que existe sin una causa, la fuente eterna de todo lo que es, y puede ser cambiada eternamente por medio de aquel contacto. • Una vida de oración es una vida de contacto continuo con el Dios eterno, todo lo que Él es y todo lo que Él desea para su creación. Al estudiar, a menudo recuérdese a sí mismo que le objeto de la oración no es una maestría académica o una certificación, sino la oportunidad de tocar al que está más allá de todas las limitaciones y por encima de toda insuficiencia. • La oración eficaz es la oración que produce fruto de ese contacto, primero en la persona y en la vida del que ora, y luego en el mundo que toca. Que su estudio lo anime e instruya primero en llegar a ser una persona que practica la oración continua, y luego una persona que deja la fragancia de esta práctica en la vida de aquellos a quienes toca. • La vida es un viaje sorprendente de moldeamiento del alma. De la forma como un escultor transforma un terrón de arcilla en una obra de arte, Dios involucra en el proceso de toda la vida de moldear nuestra vida a la semejanza de Cristo. Una de las herramientas principales que Dios usa para moldearnos es la oración. En consecuencia, la oración es vital para una fe creciente y dinámica. ¿Qué es la oración? ¿Cómo podemos orar más en consecuencia? ¿Qué es la oración eficaz? Pocas preguntas son tan importantes como éstas. Debiéramos pasar toda nuestra vida contestándolas. Podemos aprender muchas percepciones útiles en esta acción instituida por Dios que une nuestra vida terrenal con el reino celestial. • Para facilitar nuestro entendimiento acerca del moldeamiento del alma, este capítulo considera tres cosas: 1. ¿Qué es la oración? 2. ¿Cuáles son los beneficios de la oración? 3. ¿Cómo puedo saber si mi alma está preparada para ser formada por Él?
La película «la sociedad de los poetas muertos» representa la
historia del intento de un profesor de inglés de desafiar una clase de muchachos de escuela, de la época posterior a la depresión en los años 50, para aprovechar las oportunidades que la vida les presenta. La película resucitó una frase latina oscura: carpe diem, que quiere decir «aprovecha el día». Es una exhortación a vivir la vida al máximo, obtener lo máximo de cada día. • La mayoría de los cristianos probablemente diría que esto es lo que ellos desean en su vida de oración también: obtener lo máximo del tiempo pasado en oración, asir a Dios y aprovechar el día. Gracias a la obra de Cristo en la cruz, cada creyente tiene la oportunidad de entrar al lugar Santísimo, al mismo trono de Dios ¿Qué está esperando entonces? ¡Prepárese a aprovechar el día!
Dios está tocando la puerta de nuestro corazón, con una
invitación divina para tener comunión con Él. (Apo 3:20) A menudo escuchamos este pasaje usado en el contexto de Cristo de pie a la puerta del corazón de no creyentes, animándoles a Invitarles a Él a su vida. Sin embargo, debiéramos recordar que esta carta fue escrita a la Iglesia en Laodicea, a creyentes. Si Cristo ya está viviendo dentro de alguien, ¿por qué tiene que tocar la puerta de su corazón y pedirle tener comunión con Él? El claramente reconoce nuestra propensión humana de preocuparnos con las muchas actividades y responsabilidades de la vida (¿Recuerda a Marta y María?). Aunque Dios es el que inicia la invitación a una vida de comunión con Él, se requiere una respuesta de parte nuestra. Tenemos que crear espacio en nuestra vida en el que Dios actuará. Philip Yancey «Dios, que hizo espacio en el sentido más literal de la palabra en el universo, nos necesita para proteger un espacio de Dios, para prevenir que nuestra vida se llene con otras cosas». Esto quiere decir proteger espacio en nuestra vida sólo para Él. Sabemos que Dios habló a través del Salmista para decir: «Estad quietos, y conoced que yo soy Dios» (Sal 46:10). Dios nos invita a estar con Él y conocerle. ¿Por qué extiende Dios esta invitación? ¿Por qué debiera importarle a Él si es que nosotros, meros mortales, oramos? Importa porque nosotros le importamos profundamente a Dios. Dios creó el mundo con la humanidad en mente, nos puso en el centro, continuó amándonos a pesar de nuestro fracaso, y aun envió a su único Hijo a rescatarnos. ¿Quién efectivamente merece nuestra alabanza más que el Dios que originó todo don bueno y perfecto? Cuando se le pidió a Jesús identificar la regla más importante de la vida, Jesús inmediatamente respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, con toda tu mente (Mt 22:37). Con estas palabras Él resumió lo que Dios más desea de nosotros. Nuestro más preciado don a Dios, el que Dios nunca puede forzar, es el amor. La oración es el vínculo principal con el cual nosotros expresamos ese amor y crecemos en nuestra relación de amor con Él.
Apenas podemos entender el televisor o leer el diario sin ver
alguna referencia a la espiritualidad. La sociedad contemporánea tiene hambre de realidad espiritual; es tan grande el anhelo que muchas personas a menudo buscan experiencia espiritual en todos los lugares equivocados. Bajo una multitud de factores personales y culturales que contribuyen en esta búsqueda yace una razón más profunda por el hambre espiritual de nuestros días: los humanos son innatamente espirituales. Dios nos creó para tener una relación personal con Él. Por lo tanto, hasta que se busque y encuentre esa relación, siempre habrá un vacío en el corazón de nuestro ser. Siglos atrás San Agustín confesó a Dios: «Tú nos has hecho para ti mismo, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti». Nosotros tenemos un vacío en nuestra vida, un vacío que solamente Dios puede llenar. Muchos niños han aprendido a reconocer las formas mientras jugaban con una pelota plástica de juguete. Es una pelota roja y azul, familiar a los padres, que contiene agujeros de formas diferentes. Los niños pequeños juegan con ella por medio de empujar cada bloque amarillo de diferentes formas a través de su correspondiente agujero formado. Los niños más pequeños a veces tratan de forzar un bloque redondo en un agujero triangular, o una forma de estrellas en un agujero cuadrado. Es hasta que aprenden a reconocer las formas cuando se dan cuenta que cada Bloque tiene solamente un agujero en el que quedará bien. Cuán fácil es hacer lo mismo en nuestra vida espiritual. Tenemos un agujero con la forma de Dios que solamente Él puede llenar, sin embargo tratamos de llenar el vacío con otras cosas. Finalmente, tenemos que aprender que solamente Dios puede llenar el vacío en el corazón de nuestro ser. Solamente cuando llegamos a comprender esto responderemos a su invitación divina de tomar unas vacaciones de todas nuestras actividades y cultivar nuestra relación con Él.
Es nuestro privilegio orar a un Dios personal, quien nos conoce y
desea ser conocido por nosotros. Yada es una palabra hebrea para conocer a Dios; se refiere a la intimidad. Es la misma palabra usada para la relación física entre un esposo y su esposa: «Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió». (Gn 4:1). Es sorprendente que la Biblia use una palabra como esta para hablar del deseo de Dios de una relación con nosotros. Es profundamente íntima, creadora de vida, encarnada y por lo tanto transformadora. El conocimiento verdadero de otro es mucho más que acumular datos de esa persona. Tiene que ser cada vez más sinónimo de amor; es decir, con abnegación, reciprocidad y unión. Por lo tanto, la experiencia equivale a conocer. Dios nos está invitando a una vida de intimidad y comunión con Él, y loa oración es el camino por el cual esta vida se cultiva en nosotros. Llega a ser nuestra misma existencia. Martín Lutero dijo: «No es posible ser un cristiano sin oración, de la forma como no es posible estar vivo sin respirar». La oración es el oxígeno de la vida espiritual; sin ella, morimos. Cuando nacemos de arriba por medio del Espíritu de Dios, la vida del Hijo nace en en nosotros; podemos hacer morir de hambre esa vida o nutrirla. La oración, dice Juliana de Norwich, «une el alma con Dios». Un propósito importante de la oración es la intimidad con Dios. A través de la oración, exploramos una relación más profunda y más íntima con Dios. Experimentamos una nueva dinámica en nuestra relación con Dios cuando nos esforzamos por conocerle a Él mejor y ser conocidos por Él de esta forma. Cuando deseamos conocer a alguien, simplemente disfrutamos pasar tiempo en su compañía. ¿Qué otra razón tendríamos para abrazar a niños, sentarnos al lado de la cama de un enfermo amado, o acumular cargos extras en el móvil con un novio o novia? Cada enamorado anhela conocer las necesidades y deseos de su amada. De la misma forma con Dios, simplemente pasar tiempo juntos es el acto más relevante de todos. Es solamente a través del tiempo que se pasa juntos que verdaderamente llegaremos a conocerle a Él y desarrollar esa sensación profunda de intimidad y comunión.
1. ¿Por qué nos invita Dios a orar?
2. ¿Cómo definiría usted la oración? 3. ¿Por qué los seres humanos buscan experiencia espiritual? 4. ¿Cuál es el significado del uso de la palabra yada para describir nuestra relación con Dios? 5. ¿De qué forma es la oración como el oxígeno? Al comenzar a cultivar este tipo de intimidad con Dios, comenzamos a entender que Dios, nuestro creador y sostenedor, desea llegar a ser nuestro proveedor del alma. Al pasar tiempo con Él, Él satisface nuestras necesidades y anhelos más profundos, y comenzamos a disfrutar los muchos beneficios de la oración.
Demasiados cristianos saben mucho acerca de Dios, pero raras
veces experimentan su presencia en su vida. A veces, esto es simplemente por no dedicar tiempo a la oración. Otras veces, se debe a un énfasis exagerado en la transcendencia de Dios. Se habla de Dios en términos sublimes y exaltados (y en forma legítima), pero al punto que Dios llega a ser distante, o separado de nuestra vida diaria. Sin embargo, al ir creciendo en la oración, descubrimos que Dios está más cerca de lo que pensamos. Cuando hablamos de crecer en nuestra vida de oración, estamos hablando acerca de mucho más que simples mecánicas o métodos. El punto de concentración no es la oración, sino Dios mismo. No oramos simplemente para orar mecánicamente, sino para experimentar la presencia de Dios. «La oración, al igual que escalar montañas, es un desafío, pero es mucho más que sólo un desafío. No oramos simplemente porque tenemos que orar. Sino que la oración, es nuestra respuesta al interés de Dios por nosotros y su amor por nosotros.» La oración y la presencia de Dios son dos lados de la misma moneda. Estar consciente de la presencia de Dios viene como resultado de pasar tiempo en comunión con Él. La oración profundiza nuestra relación con Dios; es cómo aprendemos la mente y la voluntad de Dios. Orar es llegar a estar conscientes cada vez más de que el Espíritu de Dios vive dentro de nosotros. Por medio de llevarnos a la presencia de Dios y de darnos un vistazo de la perspectiva eterna, la oración cambia radicalmente como experimentamos la vida. Aprender a vivir en el espíritu de la oración es aprender a caminar en la presencia de Dios. El hermano Lorenzo, un monje francés del siglo diecisiete, de dio al mundo una frase que describe esta comunión profunda con nuestro Señor: «practicar la presencia de Dios». El escribió que nosotros podemos desarrollar nuestra escucha y dirección hasta que llegamos a estar cada vez más conscientes de su presencia y dirección dulce en todas las circunstancias de nuestra vida. Involucra asirse de Dios y vivir de un centro divino, permitiendo que nuestra fe impregne cada faceta de nuestra vida. Cuando practicamos estar conscientes de la presencia de Dios, comenzamos a percibir sus señales a través de todo el día. Dondequiera que estemos, comenzamos a dialogar con el Señor. Compartimos nuestro corazón con Él y sabemos que Él está escuchando, porque Él nos responde. Podemos tener comunión significativa con el Señor en el auto, en el trabajo, en la casa, mientras hacemos ejercicios, mientras jugamos con un niño, mientras estamos en la cama en la noche, o en cualquier momento, en cualquier lugar, bajo cualquier circunstancia. La oración no tiene nada que ver con estar en el templo o de rodillas. Tiene que ver con la presencia de Dios dentro y alrededor de nosotros. Este tipo de vida no ocurre sin esfuerzo. Tenemos que desearlo y buscarlo con todo nuestro corazón. Requiere elegir estrategia que nos llevará a constante comunión con Dios. Quiere decir practicar las disciplinas que nos pondrán en una posición para escuchar a Dios (la oración, la meditación, escuchar y la dirección). Los resultados son asombrosos: La comunión con Dios llega a ser una plataforma de lanzamiento para el servicio y el ministerio eficaz en sociedad con Él. La intimidad trae confianza y paz de que efectivamente estamos en relación con el Dios vivo. Vivir de un centro divino permite que nuestra fe tome un nuevo significado al vivirla en cada faceta de la vida. Tener un centro divino quiere decir que Él es quien marca el paso. Él es siempre el que toma la iniciativa de cumplir lo que Él desea hacer. Cuando estamos centrados en Dios, aun los deseos de hacer las cosas que le complacen vienen de la iniciativa de Dios en nuestra vida. Hemos visto que cuando oramos, entramos a la misma presencia de Dios. La realidad sorprendente es que no podemos estar en la presencia de un Dios Santo y no ser cambiados. Por lo tanto, la oración verdadera es creadora de vida y transformadora de vida. Orar es cambiar. Mientras más cerca llegamos al latido del corazón de Dios más vemos nuestra necesidad y más deseamos que nos conforme a la imagen de Cristo. A través de las Escrituras vemos que Dios toma la iniciativa para revelarse a sí mismo a las personas. «Esa revelación», dice Henry Blackaby, «es siempre una invitación al individuo para ajustar su vida a Dios. Ninguna de las personas con las que Dios se haya encontrado alguna vez puede continuar igual después del encuentro. Ellas tuvieron que hacer ajustes mayores en su vida con el fin de caminar obedientemente con Dios. La oración es la avenida central que Dios usa para transformarnos, porque la intimidad es un foco de luz que expone nuestro verdadero yo. Cuando oramos, Dios en su misericordia revela nuestros defectos humanos, y nos libera de ellos (si no tenemos real deseo de cambiar, rápidamente abandonaremos la oración en nuestra vida). Al dedicarnos a la oración, le damos tiempo y espacio a Dios para atraernos cerca de sí mismo y hacernos crecer a la semejanza de Jesús. Desafortunadamente, muchos cristianos occidentales han adoptado un enfoque exclusivamente funcional a la oración. Tendemos a pensar que la oración es a veces algo que nosotros hacemos solamente para hacer que Dios produzca los resultados que nosotros creemos que son necesarios. Entre a cualquier librería cristiana y observe la cantidad de libros dedicados a técnicas de la oración. Estamos interesados en saber qué funciona y desarrollar las habilidades que asegurarán que nuestras Oraciones sean efectivas. Como resultado, nuestra oración tiende a ser una lista de cosas que tienen que ser cumplidas, un intento de manipular los síntomas de nuestra vida sin realmente entrar en una relación profunda y transformadora con Dios. Sin embargo, Dios diseñó que la oración fuera relacional. Henri Nouwen afirma esto: «Deseamos acercarnos más a Dios, la fuente y la meta de nuestra existencia, pero al mismo tiempo nos damos cuenta de que mientras más cerca llegamos a Dios más fuerte será su exigencia de soltar muchas de las estructuras «seguras» que hemos construido alrededor nuestro. La oración es un acto tan radical porque nos requiere criticar la forma de ser del mundo en el mundo, rendir nuestro antiguo yo y aceptar nuestro nuevo yo, el que es Cristo… la oración por lo tanto es el acto de morir a todo lo que consideramos ser nuestro y nacer a una existencia nueva, la que no es de este mundo.» Esto ciertamente pone nuestra lista de compras y las oraciones de manipulación de los síntomas bajo una luz nueva. Estas oraciones en realidad podrían ser nuestro intento de evitar tal relación radical con Dios en el mundo, un intento de guardar la distancia hacia Dios y mantener el control de nuestra relación con Dios bajo nuestros términos. La oración autentica nos atraerá al mundo bajo los términos de Dios, no los nuestros. La oración no mueve a Dios a nuestra agenda; nos mueve a nosotros a su agenda. En consecuencia, mientras más tiempo pasemos con Cristo, más empezaremos a actuar como Él. Al llenar nuestro corazón y mente con las cosas de Dios, habrá menos espacio para las cosas terrenales: Una hoja muerta no puede permanecer donde un brote nuevo está brotando, tampoco puede lo mundano permanecer donde las bendiciones de Dios fluyen. Esta transformación ocurre en un contexto de relación, de amistad. Génesis nos informa que hubo un tiempo cuando Dios y Adán caminaban juntos en el huerto y conversaban como amigos. Nada parecía más natural para Adán que tener comunión con El que lo había creado. La oración es tan natural como una conversación con un colega o un ser amado. En el momento de la caída, sin embargo, Adán y todos los que le sucedimos, fuimos estropeados en nuestra semejanza original a la imagen de Dios y la presencia de Dios se hizo más remota. Afortunadamente, en Cristo, somos reformados de acuerdo a la imagen a la que fuimos creados para reflejar, y la relación quebrantada es restaurada. En Juan 15:15, Jesús restaura la posibilidad de amistad con nuestro Creador. También Pablo en Hechos 17:28. De modo que cada creyente tiene acceso a una amistad transformadora con Dios a través de la oración. Esta amistad transformadora es ilustrada conmovedoramente en la historia de Recky Hoyt. Cada año, la isla Kona de Hawai, es anfitriona de la Triatlón Ironman. Esta carrera prueba al máximo aún al atleta más fuerte. Comienza con un nado en el océano de 3.8 km, una carrera en bicicleta de 179 km y una maratón de 41,6 km, todo bajo el calor abrasador de Kona. En 1989, un joven llamado Ricky Hoyt se entrenó para la cerrera con su padre. Lo asombroso era que Ricky era discapacitado desde el nacimiento. Él sabía que recibiría miradas escépticas en el transcurso de la carrera, y sabía que los ganadores cruzarían la meta horas antes que él. Pero su meta era terminar la carrera, aun si le tomaba todo el día. Las palabras no pueden hacer justicia a los eventos ese día. La mirada severa de determinación en la cara de Ricky. Las miradas de asombro de los espectadores. La soledad de correr con linterna en los caminos desiertos de Kona. Ricky empezó el tercer y último evento de la carrera mucho después de que los líderes ya habían terminado la carrera completa. Finalmente hubo un rugido de aprobación cuando la muchedumbre saludaba a Ricky en la meta. Había una sonrisa de oreja a oreja en la cara del joven que se negó a dejar que una discapacidad definiera su vida. El hecho asombroso era que Ricky no podía caminar, sin embargo había terminado una triatlón. Ricky Hoyt nació con una parálisis cerebral. Él terminó la carrera sólo un segundo antes que su padre de 49 años de edad, el hombre que nadó a través del océano 3,8 km tirando de Ricky detrás de él en una balsa de goma, luego pedaleó una bicicleta demasiado grande de 29 kg por 179 km con Ricky sentado en un canasto al frente. Luego empujó a Ricky en un carro especial por 41,6 km corriendo maratón. Era el amor y la fuerza de un padre que llevó a Ricky donde él no podía ir solo. Esta es una analogía sorprendente de una amistad transformadora con Cristo. Dios no nos llama a Él para que podamos seguir persiguiendo nuestra propia agenda o cumplir una misión que podríamos haber realizado nosotros mismos. Cuando Dios nos llama a una relación transformadora de vida con Él, Él nos lleva a lugares donde nunca podríamos ir solos. Al igual que Ricky Hoyt, nosotros llegamos a ser completamente dependientes de nuestro Padre, y Él nos transforma completamente. Cualquier cosa que hagamos con Dios o para Él, no viene de nuestra propia fuerza sino de la obra transformadora de Cristo en nosotros. El poder de la oración es liberado en la vida de aquellos que pasan tiempo en la presencia de Dios. Cuando usamos la frase «el poder de la oración», debiera recordarse que en sí misma y por sí misma la oración no tiene ningún poder. «El poder liberado cuando oramos reside en el que nos ha invitado tan a menudo y tan urgente a orar, Aquel cuya muerte nos ha dado acceso al trono del Dios del universo; nuestro Salvador, Jesucristo». A través del poder de Jesús, la oración cambia las cosas. Uno de mis relatos favoritos de la Biblia es el relato sobre el duelo entre Elías y los 450 profetas de Baal y los 400 profetas de Astarté en el monte Carmelo (1 Reyes 18). Después de pasar todo el día en oración frenética, bailando y sajando sus cuerpos con cuchillos, los 850 profetas no recibieron respuesta a sus oraciones. Entonces Elías elevó una oración simple y directa, y Dios inmediatamente consumió el altar (el que había sido saturado con agua) con fuego. Cientos de años más tarde el apóstol Santiago escribió acerca de Elías y de cómo sus oraciones producían manifestaciones notables del poder de Dios. «Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto» (Sgo 5:17-18). De esta manera, Santiago contendió: «La oración eficaz del justo puede mucho» (v.16). Este mismo poder maravilloso de Dios todavía está disponible para los creyentes de hoy. Sin embargo ¿cuándo fue la última vez, que alguien de nosotros estuvo involucrado en un «desafío de oración» con gobernantes malvados en nuestra comunidad o nación? ¿Cuándo fue la última vez que vimos el poder de Dios liberado en respuesta a nuestras oraciones? ¿Cuándo ha sido evidente el poder del Señor en nuestras iglesias, en nuestras reuniones de oración, en nuestra vida? El poder de Dios liberado como respuesta a la oración de Elías ciertamente fue extraordinario. Sin embargo el relato de Elías en el monte Carmelo no es un evento aislado. La Biblia informa un número de ocasiones similares cuando el poder de Dios era liberado en respuesta a las oraciones de sus siervos (incluyendo a Abraham, Moisés, Ana, Samuel, David, Ezequías, Esdras, Nehemías, Daniel, Pedro, Juan, Pablo y Santiago). A través de los tiempos, Dios ha contestado las oraciones de su pueblo. Los enemigos de Dios prosperan cuando los cristianos fallan en orar. Corrie Boom escribió: La oración es poderosa. El maligno sonríe cuando hacemos planes. El se ríe cuando estamos demasiado ocupados. Pero tiembla cuando oramos, especialmente cuando oramos juntos. Una vida de oración es una vida de gran aventura y potencial ilimitado. La oración nos mueve de lo seguro y cómodo a lo imposible y milagroso. La oración precede al avivamiento, la renovación y a las señales y maravillas. La oración es la diferencia entre hacer las cosas para Dios con nuestra propia fuerza o continuar con su ministerio por medio del poder de su Espíritu Santo. Cualquier cosa verdaderamente grande se logra «no con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos» (Zac 4:6). Cuando cooperamos juntos con el Espíritu somos capaces de lograr mucho más por el reino, porque 1 más 1 ya no equivale a 2. A través del Antiguo y Nuevo Testamento, la oración fue un fundamento necesario para el ministerio eficaz. En Hechos 6:4, los apóstoles solicitaron ayuda con las tareas físicas del ministerio para que ellos se pudieran dedicar a la oración y a la predicación de la Palabra. Una lectura cuidadosa de Éxodo, Números y Deuteronomio muestra que la oración no era un preludio al ministerio que Dios realizó a través de Moisés y Aarón al guiar a los hijos de Israel fuera de Egipto y a la tierra que el Señor había prometido darles. En un sentido estricto, la oración en sí misma era su ministerio. Vez tras vez, estos dos, profeta y sacerdote, cayeron sobre su rostro ante Dios, sin vergüenza de mostrar su impotencia al pueblo que dirigían. Cuando el pueblo desobedecía, Moisés y Aarón recurrían a la oración. Si Moisés necesitaba orar al servir al pueblo de Dios, ¿cuánto más lo necesitamos nosotros al servir a otros en el nombre de Cristo? «Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?» (Ex 3:11). Desde el día uno, Moisés fue consciente de su propia insuficiencia, su propia debilidad. Ese conocimiento lo puso de rodillas. Ese conocimiento le llevó a inclinar su rostro ante Dios y ante aquellos a que él guiaba. Y ese conocimiento forjó un enlace en cadena entre Moisés y Pablo y con todos los siervos de Dios a través de la historia que han sido guiados por Dios para reconocer su inhabilidad para ministrar en su propia fuerza. Además, la oración es obligatoria para algunas formas de ministerios. La conexión entre la oración y el ministerio está demostrada en el encuentro entre Jesús y un niño endemoniado. Jesús instruyó a sus discípulos que esta autoridad puede venir solamente a través de la oración y el ayuno (Mr 9:29). La oración logra algunas cosas que nada más puede hacerlo. Algo sucede cuando oro que no sucede si no lo hago. Por lo tanto, si no he orado hoy día, algo no ha sido realizado en mi vida o en la vida de otros, que hubieran sido tocados a través de mi oración. La extensión a la que estamos dispuestos y seamos capaces de tejer nuestras disciplinas espirituales en nuestra propia vida privada determinará nuestra habilidad para ministrar eficazmente. No podemos guiar a las personas por donde no hemos ido. Podemos tener todas las habilidades de liderazgo del mundo, y simplemente ser un buen líder, no un buen líder espiritual. El carisma y las habilidades personales sólo llevarán a un líder hasta ahí. Depender de las habilidades y de ser persona pública sólo durará una temporada. Muchos ministros llegan a ser pérdidas al huir de sí mismos, de Dios, y a su trabajo (la trampa de la actividad). En vez de eso, tenemos que aprender a ver la oración por lo que es: la manera de Dios de proveernos con lo que necesitamos para mantenernos en nuestro ministerio. 6. ¿Cuáles son cuatro beneficios prácticos de la oración? 7. ¿De qué forma la oración profundiza nuestra relación con Dios? 8. ¿De que manera la oración cambia a una persona? 9. ¿De dónde saca la oración su poder? 10. ¿Por qué la oración es esencial para el ministerio eficaz? Sin una oración en un mundo hostil Objetivo: Clarificar la importancia de volver a llenar la reserva del alma Para muchas personas, la oración puede ser el obstáculo más amenazador y desalentador para su vida cristiana. A menudo parece que hacemos cualquier cosa más que orar. Leer biografías de cristianos famosos sólo nos hace sentir más culpables porque su vida de oración pone en vergüenza la nuestra. Incluso leer un libro sobre la oración puede parecer insoportable. Cuando llegamos a este estado, es tentador simplemente darnos por vencidos en la lucha. Esto es exactamente lo que muchos cristianos hacen durante mucho tiempo. Otros continúan con la lucha, tratando desesperadamente de romper las barreras que están tan firmemente entre ellos y el hábito de una oración regular. Pero en todas las áreas de nuestra vida, la oración es el área en la que menos podemos darnos el lujo de estar satisfechos con nosotros mismos. Podemos pasar tiempo con regularidad haciendo ejercicios y dietas por el bien de nuestro cuerpo, pero negarnos a darnos el tiempo para la oración por el bien de nuestra alma. Dedicamos esfuerzos enormes para el desarrollo de nuestras habilidades profesionales, sin embargo el tiempo para la comunicación con Dios ha llegado a ser un arte perdido. La falta de oración simplemente parte de un cuadro más grande que la sociedad moderna. Nuestra cultura enfatiza esta noción egoísta: «La autorrealización» es la panacea para todos nuestros problemas… Es fácil sucumbir al espíritu secular cuando tenemos tanta fe en la tecnología, tal esperanza en el pragmatismo, y tal amor hacia el intelecto humano. Vivir sin la oración es el resultado de ir a dormir con todas las actitudes de una moderna sociedad secular. Muchos cristianos han fallado en hacer de la oración una forma de vida simplemente porque ellos no están conscientes de las necesidades básicas de sus almas. Nuestra alma es como una reserva interna, la que nos apoya en las actividades, presiones y tensiones de la vida. Para ser eficaz, esta reserva tiene que continuamente ser vuelta a llenar. Jesús es la fuente de agua viva (Jn 7:37-38), y comunión con Él es la única fuente de renovación duradera. La oración cultiva el alma por medio de cultivar esta conexión vital con nuestra fuente. Demasiado a menudo, sin embargo dejarnos de orar y nuestra reserva personal se seca. Peor aún, continuamos desatendiendo la única fuente de agua viva ¿Cómo sabemos si nuestra reserva espiritual está escaseando? Considere los siguientes síntomas: RECONOCER LOS SÍNTOMAS DE DESCUIDO DEL ALMA Objetivo: Identificar catorce señales de descuido del alma Demasiados cristianos permiten que el estado de su vida interna esté sin revisar. Ellos no reconocen que muchos de sus problemas que enfrentan tienen sus raíces en los temas del alma. Hay muchos síntomas, pero rara vez se detienen lo suficiente para reconocerlos y tratarlos (los seres humanos tienen una tolerancia asombrosa a la miseria). Somos reacios a sostener un espejo frente a nuestra alma por medio del cual podríamos ver mejor lo que está ocurriendo dentro de nosotros. A lo largo de los Salmos, David frecuentemente consideraba la condición de su alma (Sal 6:3; 42:5). En estas ocasiones, él tomó tiempo para mirar dentro de sí mismo, bajo la dirección del Espíritu Santo, para discernir el verdadero estado de su alma. Con el cuerpo físico hay señales básicas y vitales para determinar la condición interna: el ritmo cardíaco, la presión arterial, la temperatura, y la química del cuerpo. También hay ciertas señales vitales del alma para medir la salud espiritual y los síntomas de enfermedad. En su libro Formación del alma, Douglas Runford comenta catorce síntomas del descuido del alma. Estos síntomas tienen la intención de ser herramientas para examinar su corazón. La lista es sugestiva, no exhaustiva, pero comienza con dar una idea si su reserva personal está escaseando. Él sugiere que nuestra vida de oración puede estar decayendo si vemos grupos de los siguientes síntomas en nosotros mismos: Estos son síntomas de descuido del alma que resultan por ignorar o engañar nuestra alma. Estas banderas rojas son advertencias de que nuestra vida de oración necesita atención. Una vez que una bandera roja es agitada, nuestro trabajo puede involucrar una intervención dolorosa, pero es mejor que dejar que la condición se deteriore aun más. Nuestro llamado, entonces es redescubrir la oración, la estrategia de Dios para liberar corrientes de agua viva, con las que su Espíritu nos provee dentro de nosotros. Objetivo: Mencionar por qué deberíamos avanzar de descuido del alma a vitalidad espiritual Del descuido del alma a la vitalidad espiritual Puede que usted se esté preguntando: “¿Por qué necesito preocuparme con toda esta introspección?” Si usted no se detiene y reconoce el estado de su alma, puede que esté en la senda del agotamiento. Aun más importante, si usted mira y trata lo que ve encontrará libertad. Jesús lo dijo en Juan 8:32. Esto se debe a que el conocimiento de sí mismo puede indicar más allá de nosotros mismos. Si somos verdaderamente honestos con nosotros mismos, tendremos que volver a nuestra fuente. El escritor de Proverbios nos exhorta: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida” (Pr 4:23). El cuidado de nuestra alma es uno de los esfuerzos más importantes que podemos realizar. Al evaluar la condición de nuestra alma, estamos tomando los rimeros pasos de renovación espiritual. Cuando tenemos la fe y el valor de dar esta mirada interna, somos capaces de descubrir esas cosas que secan nuestra reserva espiritual, como también aquellas cosas que la vuelven a llenar. Examinamos nuestro corazón no solamente en tiempos de crisis, sino con el fin de evitar una crisis. Cuando regularmente estamos mirando nuestra alma, podemos dedicarnos a actividades espirituales que edificarán nuestra alma y nos pondrán en una senda de vitalidad espiritual. Cuando experimentamos vitalidad espiritual, somos capaces de disfrutar a Dios en medio de la vida. Una vida de vitalidad espiritual brilla, irradia esperanza y propósito en un mundo oscuro y confundido. De modo que, ¿cómo sabe si su alma es saludable? ¿Cómo es la vitalidad espiritual en la rutina del diario vivir de la vida? Considere estas cualidades: •Una experiencia continua de gracia •Una sensación de expectación que está arraigada en la fe •La habilidad de responder a la vida y verla desde la perspectiva de Dios •La resistencia (la habilidad de recuperarse de la desgracia o ajustarse al cambio) •La compasión •El celo (la energía santa) •La integridad •La gratitud La vitalidad espiritual no puede ser reducida a sistemas ni métodos. Es una aventura de amor. Incluso mientras crecemos en nuestro conocimiento sobre la oración, nunca puede llegar a ser un ritual sustituto de una interacción espontánea y auténtica de intimidad con nuestro Señor. Obtenga una vida de oración Estamos frente a una oportunidad única en la vida: Dios todopoderoso, el Creador del universo, desea conocernos y ser conocido por nosotros. Podemos disfrutar una amistad transformadora, una que regularmente experimente la presencia y poder de Dios, y todo comienza con la oración. Cuando vivimos en constante comunión con Dios, nuestras necesidades son satisfechas, nuestra fe crece, nuestro amor se expande, y nuestra alma es formada para la eternidad. El nos está invitando a una vida más abundante precisamente ahora. 1 Tes 5: 16-18. No espere más. Aproveche el día. Preguntas: 11. ¿De qué forma vuelve a llenar el alma la oración? 12. ¿Cuáles son las catorce señales de descuido del alma? 13. ¿Cuáles son las señales de un alma saludable?