Apocalipsis de Juan
Apocalipsis de Juan
Apocalipsis de Juan
DEL APOCALIPSIS
DE JUAN
TEMARIO
1: Prólogo 12. El Dragón y la mujer
2-3: Siete cartas. 13. Dos Bestias
4: Dios en un Trono 14. 144.000
5. Cordero degollado 15. Cántico de Moisés.
6. Siete Sellos. 16. Siete Copas
7. 144.00 17. Juicio a Babilonia
8-9. Siete Trompetas 18. Caída de Babilonia
10. Comer el Libro 19. Fiesta: cayó Babilonia
11. Dos Testigos 20. Los Mil Años
21-22. Cielo-Tierra Nueva
CONTEXTO HISTÓRICO (Ap.1,9)
1,3:
Feliz el que lea, y felices los que escuchen las
palabras de esta profecía y tengan en
cuenta lo que está escrito en ella, porque el
tiempo está cerca.
14,13:
¡Felices los que mueren en el Señor! Sí –dice
el Espíritu– de ahora en adelante, ellos
pueden descansar de sus fatigas, porque
sus obras los acompañan».
16,15:
Feliz el que vigila y conserva su ropa
para no tener que andar desnudo,
mostrando su vergüenza.
19,9:
Felices los que han sido invitados al
banquete de bodas del Cordero».
20,6:
¡Felices y santos, los que participan de la
primera resurrección! La segunda
muerte no tiene poder sobre ellos.
22,7
Feliz el que cumple las palabras
proféticas de este Libro».
22,14
¡Felices los que lavan sus
vestiduras para tener derecho a
participar del árbol de la vida y a
entrar por las puertas de la
Ciudad!
¿Cuándo vendrá el ANTICRISTO?
(1 Jn.2,18-22)
Hijos míos, es la última hora. Habéis oído
que iba a venir un ANTICRISTO; pues bien,
muchos ANTICRISTOS han aparecido, por
lo cual nos damos cuenta que es ya la última
hora. Salieron de entre nosotros; pero no
eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los
nuestros, habrían permanecido con
nosotros.
¿Quién es el mentiroso sino el que niega
que Jesús es el Cristo? Ese es el
ANTICRISTO, el que niega al Padre y al
Hijo.
Carta a Trajano
Cayo Plinio a Trajano, emperador.
Es costumbre en mí, Señor, darte
cuenta de todo asunto que me ofrece
dudas. ¿Quién, en efecto, puede mejor
dirigirme en mis vacilaciones o
instruirme en mi ignorancia? Nunca he
asistido a procesos de cristianos.
De ahí que ignore qué sea costumbre
y hasta qué punto castigar o
investigar en tales casos.
Ni fue tampoco mediana mi perplejidad
sobre si debe hacerse alguna diferencia
de las edades, o nada tenga que ver
tratarse de muchachos de tierna edad o
de gentes más robustas; si se perdona
al que se arrepiente, o nada le valga a
quien fue cristiano haber dejado de
serlo, si hay, en fin, que castigar el
nombre mismo, aún cuando ningún
hecho vergonzoso le acompaña, o sólo
los crímenes que pueda ir anexos al
nombre.
Por de pronto, respecto a los que
me eran delatados como
cristianos, he seguido el
procedimiento siguiente: empecé
por interrogarles a ellos mismos.
Si confesaban ser cristianos, los
volvía a interrogar por segunda y
tercera con amenaza de suplicio.
A los que persistían, los mandé
ejecutar.
Pues fuera lo que fuera lo que confesaban,
lo que no ofrecía duda es que su
pertinacia y obstinación inflexible tenía
que ser castigada.
Otros hubo, atacados de semejante locura
de los que, por ser ciudadanos romanos,
tomé nota para ser remitidos a la Urbe.
Luego, a lo largo del proceso, como suele
suceder, al complicarse la causa, se
presentaron varios casos particulares.
Se me presentó un memorial, sin firma,
con una larga lista de nombres. A los
que negaban ser o haber sido cristianos, y
lo probaban invocando, con fórmula
por mí propuesta, a los dioses y
ofreciendo incienso y vino a tu estatua,
que para este fin mandé traer al tribunal
las imágenes de las divinidades, y
maldiciendo por último a Cristo, cosas
todas que se dice ser imposible forzar a
hacer a los que son de verdad cristianos,
juzgué que debían ser puestos en libertad.
Otros, incluidos en las listas del
delator, dijeron sí ser cristianos, pero
inmediatamente lo negaron; es decir,
que lo habían sido, pero habían dejado
de serlo, unos desde hacía tres años,
otros desde más, y aún hubo quien
desde veinte.
Estos también, todos, adoraron tu
estatua y la de los dioses y
blasfemaron de Cristo.
Ahora bien, afirmaban éstos que, en
suma, su crimen o, si se quiere, su
error se había reducido a haber tenido
por costumbre, en días señalados,
reunirse antes de rayar el sol y
cantar, alternando entre sí a coro, un
himno a Cristo como a Dios y
obligarse por solemne sacramento
no a crimen alguno, sino a no cometer
hurtos ni latrocinios ni adulterios, a no
faltar a la palabra dada, a no negar, al
reclamárseles, el depósito confiado.
Terminado todo eso, decían que la costumbre
era retirarse cada uno a su casa y reunirse
nuevamente para una comida en común,
empero, inofensiva; y aún eso mismo, lo
habían dejado de hacer después de mi edicto
por el que, conforme a tu mandato, había
prohibido las asociaciones secretas.
Con estos informes, me pareció todavía más
necesario inquirir qué hubiera en todo ello de
verdad, aún por la aplicación del tormento a
dos esclavas que eran llamadas ministras.
Ninguna otra cosa hallé, sino una superstición
perversa y desmedida.
Por ello, suspendidos los procesos, he
acudido a consultarte. El asunto,
efectivamente, me ha parecido que valía la
pena de ser consultado, atendido, sobre
todo, el número de los que están acusados.
Porque es el caso que muchos, de toda
edad, de toda condición, de uno y otro
sexo, son todavía llamados en justicia, y lo
serán en adelante. Y es que el contagio de
esta superstición ha invadido no sólo las
ciudades, sino hasta las aldeas y los
campos; mas, al parecer, aún puede
detenerse y remediarse.
Lo cierto es que, como puede fácilmente
comprobarse, los templos, antes ya casi
desolados, han empezado a frecuentarse,
y las solemnidades sagradas, por largo
tiempo interrumpidas, nuevamente se
celebran, y que, en fin, las carnes de las
víctimas, para las que no se hallaba
antes sino un rarísimo comprador,
tienen ahora excelente mercado.
De ahí puede conjeturarse qué
muchedumbre de hombres pudiera
enmendarse con sólo dar lugar al
arrepentimiento.
Roma esclavista (18,11-13)
También los comerciantes de la tierra lloran y
están de duelo por ella, porque ya nadie les
compra sus mercancías:
objetos de oro y de plata; piedras preciosas,
perlas, telas de lino y de púrpura, de seda y de
escarlata; maderas aromáticas; objetos de
marfil, de maderas finas, de bronce, de hierro y
de mármol; canela, ungüento perfumado,
perfumes, mirra e incienso; vino, aceite, harina
y trigo; animales de carga, ovejas, caballos y
carros; esclavos y mercancía humana.
¿Sólo se salvarán 144.000? (Ap.7)
GEMATRÍA
NRWN QSR
R S Q N W R N
200 60 100 50 6 200 50 = 666
La Trinidad Diabólica:
El Imperialismo (Ap.16,13)
“Salían de la boca
del Dragón,
de la Bestia y
del falso profeta
tres espíritus impuros,
semejantes a ranas”.
DIABLO PADRE (Ap.12,3-6)
y de la boca del
falso profeta
(Espíritu),