Los Ministerios

Descargar como pptx, pdf o txt
Descargar como pptx, pdf o txt
Está en la página 1de 68

La Ministerialidad

en la Historia de la
Iglesia
En la Iglesia antigua las tres
acciones principales son:
Martyría (testimonio de vida),
Kerigma (proclmación de Fe) y
Didaskalia (enseñanza de la
Palabra)
Las personas que integran la Iglesia,
en general, son de la plebe, de las
periferias y en los II primeros siglos
no hay laicos porque tampoco hay
clero, ya que todos forman
igualmente el Pueblo de Dios.
La Iglesia es “madre”, “esposa del
Verbo” y “misterio de Comunión”;
sin triunfalismo se concibe como
“pequeña grey” que, ante un mundo
pagano y hostil, es diferente: vive en
el riesgo, la persecución y el martirio.
En el s. III se evidencia un mayor afán
estructurador y regulador. Se pasa de la caridad a
la tradición para contrarrestar las herejías. El
ministerio queda diferenciado y jerarquizado en:
obispos, presbíteros y diáconos, y reciben el
nombre de kleros = “porción en suerte del Señor”
o “los que viven para el Señor”. Así, el laico
terminará por ser el “no ilustrado”, “no
iluminado”, el “secular o plebeyo”.
En el s. IV con la nueva y pacífica relación con el
Imperio, Constantino crea una nueva situación
llena de contrastes y paradojas: libertad, tan
anhelada y tan recién estrenada que se idealiza
como si significara la llegada del Reino.
Masificación, derivada del incremento casi
obligado de conversiones, pero con una progresiva
degradación en los niveles del “Seguimiento de
Jesús” o “testimonio de ser Iglesia”.
En el s. IV hay un nuevo tipo de conflicto con las
autoridades, incluso “sometimiento” y en
concreto con los emperadores, quienes no son
perseguidores exteriores, sino simpatizantes,
protectores y hasta miembros de la propia Iglesia.
El afán de santidad, de experiencia y de evitar
abusos va a ir poniendo las bases para una
¿estructuración? del ministerio…
En el s. IV el ministerio se concibe como
“separación del pueblo”, como “peldaños de una
carrera” y como “control y ceremonia ritualizada y
obligatoria”; pero también de degradación. Y por
influencias del Pseudodionisio en su obra: “la
jerarquía eclesiástica” nace la “hier-archía” (poder
sagrado) opuesto al laicado (ser profano). Aquí el
ministerio es un “estado” más que un servicio; es
decir: “separación”, “carrera” y “control”.
Del s. VI en adelante predomina una eclesiología
de la “Cristiandad”; es decir, se acentúa la
concepción de la Iglesia como Institución
Sociológica, en el doble sentido de sociedad y de
factor estructurante de la sociedad política. Por
tanto, se dan los últimos retoques a la
clericalización, pues, a la disminución de
vocaciones se acortan los años en el peldaño o
estrato jerárquico.
En el s.VII se añade la burocracia papal: la aparición
de funciones administrativas, se llega a un excesivo
jurisdicismo y a una concepción del papado
demasiado preocupado por el poder y la autoridad:
“está por encima de toda persona y Reino”. En el
sentido de que sólo el Romano Pontífice (V.C.) es
considerado fuente de toda determinación sobre la
vida del pueblo cristiano.
En el s.VII, el ministerio eclesial no define
primariamente una determinada tarea o
servicio comunitario sino que expresa
primariamente un “estado” de persona = ser
personaje sagrado. Se advierte en esta época
una disgregación de la conciencia comunitaria
de la Iglesia según una doble manifestación:
(s.VII) 1) Las relaciones de la jerarquía con los
príncipes influyen negativamente en las
relaciones de la jerarquía con el Pueblo.
2) El grupo de fieles pasa a ser considerado
masa de súbditos de ambos poderes, que
dialogan entre sí más que con el mismo
Pueblo.
En la Edad Media hay una estrecha
vinculación del ministerio al Culto.
Hay pérdida de la Eucaristía como
“Cena del Señor”, concebida más en la
contemplación que en la participación
(raras veces se comulga).
En la Edad Media hay corrupción de la
curia: en el episcopado (riqueza, simonía,
inmoralidad económica, alejamiento de
los fieles), en el presbiterado
(analfabetismo, superstición, concubinato
habitual…), porque el ministerio asume
poderes políticos y económicos.
En la Edad Media se da el paso de un
cristianismo muy estructurado
socialmente en torno al obispo, a un
cristianismo fragmentado en parroquias
rurales distantes, organizadas en torno al
presbítero (“señor feudal”). Y el obispo
(“príncipe”) tiene un papel pastoral
disminuido con función sociopolítica.
La ruptura entre Oriente y Roma (1054),
tiene una connotación estatal e imperial. Se
conjuga el poder sacro (altar) y político
(trono). La autoridad máxima es la Iglesia y
en ella el romano pontífice adquiere un
perfil imperial. Los obispos son supremos
funcionarios del estado con insignias, títulos
y privilegios.
La imagen de Jesús, Buen Pastor, es
eclipsada por la de Cristo Rey. Se pone en
evidencia la soberanía y dominio del poder
espiritual de la Iglesia sobre la humanidad.
Cristo es Cabeza de la Iglesia y el clero
cabeza de los laicos como “alter Christus”.
Todo procede del “derecho divino”, porque
la Iglesia es el único medio de salvación.
Con el nacimiento de las universidades,
desaparece prácticamente la función
doctoral de los obispos; quienes se limitan a
la función jurídico-práctica de su propia
Diócesis, que prácticamente pasa a ser
sucursal de Roma, y él, un vicario del Papa.
Aquí surgen el “alto” (urbano y erudito) y el
“bajo” clero (rural y analfabetos).
La “conversión en masa” al cristianismo
redujo el catecumenado, (que en otro
tiempo duraba dos años o más), solo al
tiempo de Cuaresma. Una causa es la
disminución gradual de adultos al Bautismo,
hasta desaparecer completamente, y el
aumento vertiginoso del número de niños
cuyos padres lo hacen por ellos.
La reforma Gregoriana centraliza la Iglesia y
su ministerio y la reduce al campo de “lo
espiritual”. El Papa Gregorio VII (1073-1085)
reorganiza el papado y la Iglesia: los
clérigos son servidores de la Institución más
que de la Comunidad (en vs. del
concubinato de clérigos, la simonía y las
investiduras seglares)…
En la Escolástica del s. XII el
sacerdocio es considerado poder
personal, independiente de la
Comunidad y, en el Papa prevalecen
los poderes jurídicos sobre todo el
sentido sacramental.
Y la Gracia se pasa de una visión
personalista y dinámica a una visión
estática y cosista. Se consideran
enemigos de la Fe hacia afuera los
musulmanes y hacia adentro los
herejes; de ahí la importancia que
Confrontación entre mendicantes y
sacerdotes seculares (ss. XII –XIV). Los
religiosos se instalan en los suburbios,
frecuentan las Universidades, prestan
su servicio a las grandes obras
papales (cruzadas, inquisición) y
En el s. XVI se había roto la unidad de
la Fe del medievo. Desde el s. XIV se
pronuncian gritos contra el
clericalismo de Roma. La exaltación
de la vida interior por encima de las
Instituciones jerárquicas manifiestan
El nuevo humanismo exalta al
“Hombre”, “la razón” y “ lo civil” y el
movimiento de Lutero pone en crisis
la necesidad del aparato Institucional
de la Iglesia por una más espiritualista
y personalista; solo: “Fe”, “Palabra de
Dios” y “sacerdocio de los fieles”.
De este modo, la Reforma
protestante sitúa la Biblia por encima
de los Sacramentos, el sacerdocio de
los files sobre el sacerdocio jerárquico
y las Iglesias locales en un plano
superior a la Iglesia universal desde
Frente a esta visión, Trento confirma
una Iglesia-Institución de salvación al
afirmar la transmisión eclesial de la
Palabra revelada, la necesidad de la
justificación, la institución divina de
los 7 Sacramentos y la constitución
Trento le da a la Iglesia un ministerio
esencial, y canoniza la plenitud
centrada en el Obispo. El ministerio ya
no está vinculado inmediatamente a
la Comunidad, sino a la Eucaristía; y
tampoco se definirá por el apostolado
La Iglesia postridentina pone el
acento en el aspecto Institucional y
visible de la Iglesia. Roberto
Belarmino (1542-1621), máximo
representante de esta eclesiología,
define la Iglesia por sus elementos
“la Sociedad de hombres unidos por la
profesión de la verdadera Fe, la comunión
de los mismos Sacramentos y bajo el
gobierno de los legítimos pastores,
principalmente del único Vicario de Cristo
sobre la tierra, el Romano Pontífice”
(“encarnación continuada”).
Aquí la Iglesia ya no aparece como
Misterio. Y hay tres modos de entender el
ministerio: monástico (“santidad y
ministerio”), ascético (“santidad para el
ministerio”) y misionero (“santidad en el
ministerio para ayudar a las almas”) con
espiritualidad: “fuga mundi”.
La imagen de la Iglesia como cuerpo de
Cristo es eclesiocéntrica y el telón de
fondo es el teocentrismo, el dualismo
espiritual-temporal y el binomio clero-
laicos. Así permite definirse el primado de
jurisdicción y la infalibilidad pontificia que
acentúa la centralidad romana.
Se propuso, devolver a la Iglesia su
libertad, su decoro y su unidad. Dictó
normas para que perdiesen el cargo
todos los que lo obtuvieran por
dinero y cesasen en el oficio los
casados. La resistencia de los
Vaticano I (1870), con su decreto de
infalibilidad papal, diviniza al alto
ministerio (infabilidad) y enlaza al
ministerio con la jurisdicción,
convirtiendo a los Obispos más en
vicarios del Papa que en auténticos
En el Vaticano I (1870), los religiosos,
que nacieron siempre como fermento
profético en momentos de crisis, se
convierten en un cuerpo
espacializado, dócil y útil al servicio de
una Iglesia centralizada en el Papa y
Pío X (1939-1958) concibe la Iglesia
como Cuerpo místico de Cristo,
regido por pastores y doctores:
sociedad, por consiguiente, humana,
en cuyo seno existen jefes con pleno y
perfecto poder para gobernar,
Pío X concibe la Iglesia como
Sociedad esencialmente desigual,
compuesta de distintas categorías de
personas: los pastores y el rebaño; los
que tienen autoridad para mover y
dirigir, y los que tienen sólo el deber
Vaticano II (1965), detiene el
largo y estrecho proceso del
ministerio y lo abre a los
carismas de todos los
bautizados…
Sin embargo: los verdaderos
ministerios surgirán cuando
desaparezca el clero en cuanto
clase privilegiada, con autoridad y
poder, distinta a la Comunidad y
muchas veces ajeno a ella.
En el Vaticano II (1965) si existe una
apertura al laico, pero queda
reducida su ministerialidad a
funciones litúrgicas, aunque
doctrinalmente se afirma que
realiza su vocación en el mundo.
Los criterios para estructurar
los ministerios son tres:
a) aspecto psico-sociológico:
“se trata de vivir como ministro
la condición humana”.
b) aspecto escriturístico:
“el ministerio actual debe
ser inspirado por el
pluralismo ministerial
neotestamentario”.
c) aspecto eclesiológico: “se trata
de descubrir las formas variadas del
ministerio eclesial, de asegurar su
real y activa participación en todos
los niveles y ambientes de la
Comunidad cristiana”.
El párroco debe dejar de ser
considerado como el abastecedor
eclesial de los miembros de la
Comunidad a él encomendada para
convertirse en su “colaborador
creativamente teológico”.
Según la L.G.:
A) La Iglesia en su
ministerialidad está llamada a
evidenciar el Cristocentrismo.
Según la L.G.:
B) La Iglesia debe estar
penetrada del espíritu evangélico:
misericordia, universalidad, libertad,
servicio, humildad, apertura,
conversión...
Según la L.G.:
C) Lo definitivo en la Iglesia
es la santidad como única vocación
común de todos los miembros, en su
referencia al Señor Jesús.
Según la L.G. un intento de
renovación de la vida del ministerio
es hacer una renovación
antropológica, teológica y
eclesiológica desde su connotación
pastoral…
Hay que elaborar un campo
semántico de “servidor”: la entrega,
la sensibilidad a los problemas de la
Comunidad, quitar el monopolio de
lo sacerdotal para recuperar el justo
valor de la vocación cristiana...
Ministerialidad L.A.:
Fin: la promoción de Comunidades
ministeriales que permitan el
nacimiento de cristianos cada vez
más responsables, personalizados y
comprometidos.
Ministerialidad L.A.:
Medios: la desclericalización tanto
de sacerdotes como de seglares.
Y valorar la vida comunitaria en la
Iglesia para que salga y asuma la
realidad social (no ser laicófaga).
Ministerialidad L.A.:
En la aceptación de los ministerios
laicales pueden verse los siguientes
criterios: que quiera, que tenga
tiempo, que no cree un conflicto
público y que no tenga mala fama.
¿Sacerdocio Común?
El creyente no investido de
ministerio alguno, es cristiano.
En cambio, cualquier ministro sin
Fe-obras (Stgo.), no es cristiano.
¿La Mujer y los ministerios?
Desde el punto de vista exegético
no hay argumento en la Sagrada
Escritura que excluya a la mujer
de la Ordenación Sacerdotal.
¿La Mujer y los ministerios?
Recordemos que junto al grupo de
“viudas” y de “vírgenes”, destacan en
el s. III en Siria las “diaconisas”, que
reciben la imposición de manos, con
ministerio semejante a los diáconos.
¿La Mujer y los ministerios?
Es tradición doctrinal y costumbre
susceptible de sufrir alteraciones
gracias a la nueva conciencia de la
dignidad de la mujer y a su gran
aporte que hace dentro de la Iglesia.
Decálogo del

Discípulo-Misionero
1. Entusiasmo interior.
2. Confianza plena en Dios.
3. Saber dar continuidad en los
procesos.
4. Fortaleza ante la adversidad.
5. Conciencia y excelencia en mis
quehaceres.
6. Creatividad para encontrar
respuestas adecuadas a los
desafíos.
7. Conversión personal y pastoral.
8. Espiritualidad de
conflicto y comunión.
9. Audacia misionera.
10. Apertura a la acción del
Espíritu Santo.
“Jesús resucitado necesita testigos que se
hayan encontrado con Él, personas que lo
hayan conocido íntimamente a través de
la fuerza del Espíritu Santo. Creyentes
que, habiendo estado con Él, puedan dar
testimonio de Él” (Benedicto XVI).
“Ser discípulo de Jesús significa
escucharlo, adherirse a Él, encantarse
con Él y su Reino, decidir seguirlo
incondicionalmente para toda la vida, a
pesar de las debilidades y de los pecados,
decidir invertir en Él todo nuestro ser y
existir”. (Cardenal Hummes).
10 PRINCIPIOS PARA UNA
PASTORAL DEL REINO DE DIOS
(Paul F. Dalla-Dea, Brasil)
1. Las personas son prioritarias a los
edificios. (Jn 2,13-22)
2. Medios para evangelizar no
ostentosos.
(Lc 18, 24-30; Mt 6,24-34; 2 Cor 9,6-15)
3. Continuidad pastoral. (Mt 20,25)
4. Mantener e incrementar la gracia de
los Sacramentos. (Ga 3, 27-28)
5. Promoción humana a partir de los
pobres. (Mt 25, 46)
6. Participación. (Gal 3,28, Mat 28,18-19,
Hech 10,9-16, Ap 7, 4-8)
7. Misericordia. (Jn 8, 2-12;
Lc 5,29-32, 15,1.3).
8. Ninguna dicotomía: Fe-Obras,
Cuerpo-Alma, Templo-Sociedad.
(Mt 12, 25, Mc 3,26, Lc 11,17).(G.S. 1).
9. “Entre más humano, mejor
cristiano” (Mc 3,1-6; 4,10-12. 33-34;
Mc 1,15).
10. Misionera. (Mt 28,18-20;
Hech 1,9-11, 2,1-13.37-41) (E. N. 14)
¡Gracias por lo que
Eres y Haces!

También podría gustarte