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Usuario:Cultura Villamuriel/Taller2

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El Auto de Nacimiento de Nuestro Señor de Gómez Manrique (1412–1490) es considerada como la primera obra de teatro en castellano de autor conocido. Fue escrita a mediados del siglo XV para las clarisas franciscanas del Monasterio de la Consolación (Calabazanos) en Villamuriel de Cerrato del que su madre era priora y su hermana María, vicaria, que fue quien se la encargó. Esto convierte a Villamuriel de Cerrato en la Cuna del Teatro en Castellano

El Origen del Auto

El lugar

El Convento de la Consolación de Calabazanos

Conocido es, el apoyo que durante del siglo XV prestó la nobleza castellana para la fundación de conventos (Cavero Domínguez, 1994). Por eso, cuando en 1440 fallecía Pedro Manrique de Lara, señor de Amusco, de Treviño y de Navarrete, adelantado mayor de Castilla, su fecunda viuda doña Leonor de Castilla, pues tuvo quince hijos, obtuvo “licencia e bulla del Santo Padre” para sacar del convento de Santa Clara de Astudillo a sus hijas, Aldonza y María. Al mismo tiempo, convencía a sus hijos Diego Gómez Manrique y Rodrigo Manrique, este último padre del que luego sería insigne poeta Jorge Manrique, para que consiguiesen el traslado de los mojes benedictinos que había en Calabazanos a Valladolid. El motivo de dicho traslado fue fundar allí un monasterio femenino de dicado a Nuestra Señora de la Consolación al que se retirarían en 1458 doña Leonor y sus hijas, hecho al que ayudó mucho también su hijo Íñigo Manrique, obispo de Coria.

Desde su fundación el monasterio se convirtió en sitio de profesión religiosa para las mujeres de esta noble familia castellana, que durante el siglo XV monopolizaron el cargo de abadesas. Además de erigirse como medio de vida para la línea femenina de la familia y centro religioso, fue lugar de enterramiento del linaje, comenzando por la fundadora, doña Leonor, su esposo y varios de sus hijos, entre ellos las profesas Aldonza y María, el obispo don Íñigo y el poeta Gómez Manrique, reconocido benefactor del monasterio, que dispuso en su testamento recibir allí sepultura junto con su esposa Juana de Mendoza, mujer de exquisita formación que llegó a formar parte del círculo íntimo de Isabel la Católica.

En el siglo XVI, el monasterio tenía una pequeño poblado de cuarenta y ocho vecinos dentro de su cerca, toda gente pobre que no poseía ninguna tierra, ya que todas eran propiedad del monasterio, a cuya abadesa tenían que entregar todas las Navidades dos gallinas, así como ejercer como obreros cuando la comunidad se lo solicitase, a cambio de un salario (Narganes Quijano, 2005).

El encargo

Al morir Aldonza, su hermana María Manrique es nombrada vicaria en el “monesterio de Calabaçanos” (1468), por lo que solicita a su hermano Gómez Manrique, conocedora de su faceta de escritor, una pieza para representarse en el monasterio. Así nace la Representación del Nacimiento de Nuestro Señor recogida en el cancionero de autor que hacia 1488-1492 hizo copiar don Gómez para Rodrigo Alfonso Pimentel, IV conde de Benavente.

Muchas de las mujeres que ingresaban en esos monasterios durante el siglo XV, especialmente las que no lo hicieron en plena juventud, sino tras enviudar o disolverse su matrimonio, habían vivido, en efecto, en unas cortes que, a tenor de lo que sabemos sobre la nobleza cuatrocentista, competían con las cortes regias y las de los jerarcas eclesiásticos. Por ello, mostraron un gran interés por la lectura y la formación de bibliotecas, así como por el gusto por la escritura, especialmente por la lírica. Fueron mecenas para la literatura, la música y las artes plásticas, y también mostraron su apoyo a todo tipo de fiestas y espectáculos cortesanos y urbanos, entre los cuales, además de los propiamente caballerescos —justas, torneos y pasos de armas—, estuvieron los teatrales —momos y dramas religiosos y profanos— (Herrán Martínez, 2008).

Sabemos que María, antes de ingresar en la vida monástica, tanto en los años en que vivió con su familia como en el tiempo durante el que estuvo casada con Rodrigo de Castañeda, se desenvolvió también en un entorno cortesano. En este, además de la poesía cancioneril, los momos, el teatro profano y otras fiestas, circulaba el teatro religioso como una forma extendida de asueto y devoción, de acuerdo con lo que se conoce como actividades de la corte (Perea Rodríguez, 2001: 37).

Según la tradición conventual a la primer representación acudió Isabel I, siendo por entonces Infanta de Castilla. Esta misma teoría conventual afirma que la infanta y futura Isabel I de Castilla (Isabel la Católica) regalo una cuna para recoger al niño usado en la representación y que aun se conserva en el monasterio.

La representación

La escenificación de la obra, al haber sido compuesta expresamente para el círculo cerrado de un convento femenino, exigía su representación por las mismas profesas, con toda probabilidad en los espacios de la iglesia, o tal vez en el refectorio o la sala capitular. Repárese, además, en el hecho de que las hermanas debían interpretar los papeles masculinos (Josepe, pastores, ángeles) e incluso en algunos momentos tenían que implicarse en el espectáculo como monjas, según ocurre al inicio de la escena VI. Gómez Manrique deseó trasladar al monasterio unas costumbres festivas que las monjas habían disfrutado antes de profesar, proporcionando al círculo cerrado del convento la escritura de una obra para el patronato literario que, en otras circunstancias, ejercieron diversas mujeres en la segunda mitad del siglo XV. En definitiva, Gómez Manrique consiguió componer una obra de calidad notabilísima, cuyos logros cruciales consisten, temáticamente, en la yuxtaposición de los temas del nacimiento y de la pasión que en el teatro precedente habían funcionado por separado. Tiene la capacidad de manejar diversas fuentes acoplando con armonía elementos muy varios. Técnicamente, además de las acotaciones precisas y del recurso a las simetrías numéricas aplicadas a los personajes, utiliza los símbolos y compone las coplas combinando la palabra dialogada con procedimientos dramáticos de enorme impacto visual. Estos últimos fueron comunes en la presentación de los martirios y de los momos, variedades teatrales que el autor conoció y practicó con asiduidad.

La Representación del nacimiento de Nuestro Señor constituye un excelente botón de muestra de la intensa implicación de los clanes nobiliarios más poderosos en el desarrollo de las letras cuatrocentistas. La implicación de dichos nobles se hizo en dos niveles: el de la creación y el del estímulo y mecenazgo, que a su vez influirán en la sociedad civil como en el claustro.

El texto dramático ha sido representado durante siglos por las hermanas en el mismo lugar para el que fue concebido. Después de la recopilación del texto y arreglo musical para el Villancico, las monjas retomaron la representación el 23 de diciembre de 1983 (según consta en el Diario de la Comunidad del Monasterio). Poco tiempo después, se harían cargo de la representación, ya abierta al público, diversos grupos de teatro aficionado. El primero, fue el grupo de Teatro Aficionado GADES y, tras la desaparición de este, se hizo cargo el Grupo local de Teatro El Cigarral que, junto con Cachivache y A Ninguna Parte Teatro, lo representan desde entonces ininterrumpidamente en dos días previos a la Navidad (siempre el fin de semana anterior a la Nochebuena)

Valor literario

La métrica

Para la lingüista de la Universidad de Valladolid, Carmen Hoyos (1990: 547), las primeras manifestaciones teatrales castellanas corresponden a Gómez Manrique en el siglo XV y a Juan del Encina, Lucas Fernández, etc. ya en el siglo XVI. En el apartado de lo tradicional señala la gran influencia de los Evangelios, hasta el punto de que los temas pertenecen casi exclusivamente al Nuevo Testamento. También hay que considerar la aportación de algún núcleo argumental por parte de la lírica trovadoresca. Para López Morales (cit. Hoyos Hoyos, 1990: 547) el teatro castellano de los siglos XV y XVI presenta los mismos rasgos que el resto de la literatura castellana de esta época. Por un lado, la pervivencia de lo medieval, de lo tradicional y por otro lado lo original, lo renacentista.

También hay autores que asocian estos Autos del Nacimiento de Nuestro Señor a lo que se conoce como Officium pastorum, donde se muestra a José mostrando sus celos a María:

¡Oh viejo desventurado! Negra dicha fue la mía en casarme con María

con quien fuese deshonrado.

Yo la veo bien preñada,

no sé de quién ni de cuándo.

A José se unen pastores y ángeles adorando al niño Jesús y las arma Christi. A diferencia de los textos anteriores los personajes dialogan entre sí. Cuando llora el Niño Jesús, se calma entonando un villancico titulado “Callad Fijo mío chiquito”, bello ejemplo de los primeros villancicos medievales, también escrito por el propio Gómez Manrique.

Formalmente la Representación del Auto del Nacimiento de Nuestro Señor, se caracteriza por sus conexiones con la poesía cancioneril y, también, con la lírica tradicional. Con la poesía de cancionero el enlace formal se revela en la polimetría, al servirse de una versificación variada en la que prevalece la copla castellana de rimas abrazadas (abbacddc) que emplean Josepe, la Virgen y los arcángeles en las escenas I, II y V, aunque ésta se introduce con un terceto (aba) que los arcángeles entonan al unísono (vv. 102-104).

La escena III la compuso en coplas castellanas de rimas cruzadas (ababcdcd) que usa el ángel, si bien los pastores se expresan en tercetos (aba), mientras que en la escena IV los pastores inician su participación conjunta con una cuarteta de rimas cruzadas (abab), para pasar luego a una copla de siete versos, formada por una semiestrofa de rimas cruzadas y un terceto (ababcdc).

En la escena VI comienza con una copla castellana, compuesta por una semiestrofa de rimas cruzadas y otra de rimas abrazadas (vv. 129-136). El resto de cuartetas tienen las de rimas cruzadas para cerrar la obra en la escena VII con un villancico de versos hexasílabos en forma de zéjel, compuesto por un pareado inicial (aa), donde el segundo verso es un quebrado de tres sílabas (“chiquito”: v. 162) verosímilmente en boca de la monja que hacía el papel de la Virgen. Siguen cuatro coplas formadas por un terceto monorrimo más un verso que reenvía a la rima del dístico inicial (bbba) y que, sin duda, interpretaba a coro toda la comunidad, de acuerdo con los versos finales («cantemos gozosas,/ ermanas gloriosas,/ pues somos esposas/ del Jesú bendito»: vv.179-182). Este villancico, que casi con seguridad sería cantado e incluso musicado, es, precisamente, el que conecta la obra con la lírica tradicional, funcionando como una canción de cuna similar a las compuestas por otros autores. En definitiva, se trata de una maravillosa pieza dramática llena de emoción, lirismo, ternura y viveza.

La temática de la Representación del Nacimiento de Nuestro Señor

Como ya adelantábamos comienza la representación con un monólogo del “viejo” Josepe, expresando su preocupación acerca de la preñez de María, y otro de esta en que pide a Dios que alumbre la ceguera de su marido, tras lo cual un ángel comunica a Josepe la profecía de Isaías sobre la encarnación (escena I, vv. 1-24). Tras el recitado por la Virgen de un canto de adoración a su hijo recién nacido, que incluye una adaptación del Magnificat y un anuncio de la futura pasión (II, vv. 25-56), un ángel notifica el nacimiento del Niño a tres pastores (III, vv. 57-76), quienes acuden a venerarlo (IV, vv. 77-101), siguiendo la adoración de los enviados celestiales, representados por los arcángeles san Gabriel, san Miguel y san Rafael (V, vv. 102- 128). De inmediato y sin transición, siete personajes presentan a Jesús los futuros instrumentos de la pasión: el cáliz, el madero («astelo») y la soga, los azotes, la corona de espinas, la cruz, los clavos y la lanza (VI, vv. 129-160). Se finaliza con un villancico, rotulado como «canción para callar al Niño» (VII, vv. 161-182).

La representación nació por el interés por los textos literarios que mostraron señoras laicas y monjas a lo largo del siglo XV. Estas obras servían de recreo honesto para completar y glosar la liturgia de la Natividad, con la que se relaciona estructuralmente: tres de sus siete escenas siguen el orden de los acontecimientos bíblicos que se recoge en la lectura del Evangelio en las misas de Nochebuena y Navidad. En lo fundamental, la pieza es un conjunto de bellísimos cuadros, donde los personajes dialogan entre ellos y donde la puesta en escena consigue emocionar al público manteniendo fielmente el texto original.

El Texto

La Representaçión del Nasçimiento de Nuestro Señor

Gómez Manrique

[Nota preliminar: Edición digital a partir de la de Antonio Paz y Meliá (Madrid, Imprenta de A. Pérez Dubrull, 1885) y cotejada con las ediciones críticas de Ana Mª Álvarez Pellitero (Madrid, Espasa Calpe, 1990) y Ronald E. Surtz (Madrid, Taurus, 1992)].

A instançia de doña María Manrique, vicaria en el monasterio de Calabaçanos, hermana suya.

Lo que dize JOSEPE, sospechando de Nuestra Señora:
  ¡Oh viejo desventurado!
Negra dicha fue la mía
en casarme con María
por quien fuesse deshonrado.
  Ya la veo bien preñada, 5
no sé de quién, nin de cuánto.
Dizen que d'Espíritu Santo,
mas yo d'esto non sé nada.
La oraçión que faze la GLORIOSA:
  ¡Mi solo Dios verdadero,
cuyo ser es inamovible, 10
a quien es todo posible,
fáçil e bien fazedero!
  Tú que sabes la pureza
de la mi virginidad,
alumbra la çeguedad 15
de Josep, e su simpleza.
El ÁNGEL a JOSEPE:
  ¡Oh viejo de muchos días,
en el seso de muy pocos;
el principal de los locos!
¿Tú no sabes que Isaías 20
dixo: «Virgen parirá»;
lo cual escribió por esta
doncella gentil, honesta,
cuyo par nunca será?
La que representa a laGLORIOSA, cuando le diereen el Niño:
  Adórote, rey del cielo, 25
verdadero Dios e Hombre;
adoro tu santo nombre,
mi salvación e consuelo.
  Adórote, fijo e padre,
a quien sin dolor parí, 30
porque quesiste de mí
fazer de sierva tu madre.
  Bien podré decir aquí
aquel salmo glorïoso,
que dixe, fijo preçioso, 35
cuando yo te conçebí;
  que mi ánima engrandeçe
a ti, mi solo Señor,
y en ti, mi Salvador,
mi spíritu floreçe. 40
  Mas éste mi gran plazer
en dolor será tornado,
pues tú eres envïado
para muerte padeçer
por salvar los pecadores, 45
en la cual yo pasaré,
non menguándome la fe,
innumerables dolores.
  Pero mi precioso prez,
fijo mío muy querido, 50
dame tu claro sentido
para tratar tu niñez
  con debida reverençia,
e para que tu pasión
mi femenil coraçón 55
sufra con mucha paciençia.
La denunçiaçión del ÁNGELa los pastores:
  Yo vos denunçio, pastores,
qu'en Bellén es hoy naçido
el Señor de los señores,
sin pecado conçebido. 60
  E porque non lo dudedes
id al pesebre del buey,
donde çierto falladeres
al prometido en la Ley.
EL UN PASTOR:
  Dime tú, ermano, di, 65
si oíste alguna cosa,
e si viste lo que vi.
EL SEGUNDO:
  Una gran voz me semeja
de un Ángel reluziente
que sonó en mi oreja. 70
EL TERCERO:
  Mis oídos han oído
en Bellén ser esta noche
nuestro Salvador naçido.
  Por ende dexar debemos
nuestros ganados e ir 75
por ver si lo fallaremos.
Los PASTORES veyendo al glorioso Niño:
  Este es el Niño eçelente
que nos tiene de salvar.
Hermanos, muy omilmente
le lleguemos [a] adorar. 80
La adoraçión del PRIMERO:
  Dios te salve, glorïoso
infante santificado,
por redemir envïado
este mundo trabajoso.
Damos te grandes loores 85
por te querer demostrar
a nós, míseros pastores.
Del SEGUNDO:
  Salve te Dios, Niño santo,
envïado por Dios Padre,
conçebido por tu madre 90
con amor e con espanto.
Alabamos tu grandeza
qu'en el pueblo d'Irrael
escogió nuestra simpleza.
Del TERCERO:
  Dios te salve, Salvador, 95
hombre que ser Dios creemos.
Muchas graçias te facemos
porque quisiste, Señor,
la nuestra carne vestir,
en la cual muy cruda muerte 100
has por nós de reçebir.
Los ÁNGELES:
  Gloria al Dios soberano
que reina sobre los çielos,
e paz al linaje humano.
SAN GABRIEL:
  Dios te salve, glorïosa 105
de los maitines estrella,
después de madre donzella,
e antes que fija, esposa.
  Yo soy venido, señora,
tu leal ambaxador, 110
para ser tu servidor
en aquesta santa hora.
SAN MIGUEL:
  Yo, Micael, que vençí
las huestes luçiferales,
con los coros çelestiales 115
que son en torno de mí,
  por mandato de Dios padre
vengo tener compañía
a ti, beata María,
de tan santo Niño madre. 120
SAN RAFAEL:
  Yo, el ángel Rafael,
capitán d'estas cuadrillas,
dexando las altas sillas,
vengo a ser tu donzel;
  e por fazerte plazeres, 125
pues tan bien los mereçiste,
¡oh María, Mater Criste,
bendicha entre las mujeres!
Los martirios que presentan al Niño:
EL CÁLIZ:
  ¡Oh santo Niño naçido
para nuestra redençión! 130
Este cáliz dolorido
de la tu cruda pasión
  es neçesario que beba
tu sagrada majestad,
por salvar la humanidad 135
que fue perdida por Eva.
EL ASTELO E LA SOGA:
  E será en este astelo
tu cuerpo glorificado,
poderoso rey del çielo,
con esas sogas atado. 140 140
LOS AÇOTES:
  Con estos açotes crudos
romperán los tus costados
los sayones muy sañudos
por lavar nuestros pecados.
LA CORONA:
  E después de tu persona 145
ferida con deçeplinas
te pornán esta corona
de dolorosas espinas.
LA CRUZ:
  En aquesta santa cruz
el tu cuerpo se porná; 150
a la hora no habrá luz
y el templo caerá.
LOS CLAVOS:
  Con estos clavos, Señor,
te clavarán pies e manos;
grande pasarás dolor 155
por los míseros humanos.
LA LANÇA:
  Con esta lança tan cruda
foradarán tu costado,
e será claro, sin duda,
lo que fue profetizado. 160
Cançión para callar al Niño:
  Callad, fijo mío
chiquito.
  Callad vos, Señor,
nuestro Redentor,
que vuestro dolor 165
durará poquito.
  Ángeles del cielo,
venid, dar consuelo
a este moçuelo
Jesús tan bonito. 170
  Este fue reparo,
aunqu'el costo caro,
d'aquel pueblo amaro
cativo en Egito.
  Este sano dino, 175
Niño tan benino
por redemir vino
el linaje aflito.
  Cantemos gozosas,
hermanas graciosas, 180
pues somos esposas
del Jesús bendito.

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