Diferencia entre revisiones de «El coloso»
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Revisión del 16:33 3 ago 2007
El coloso es un cuadro de Francisco de Goya pintado entre 1808 y 1812, llamado también El gigante en el inventario de los bienes de Goya de 1812, año en el que pasó a ser propiedad de su hijo, Javier Goya.[1] Posteriormente perteneció a Pedro Fernández Durán, quien legó su colección al Museo del Prado donde se conserva El coloso desde 1931.
Un gigante de tamaño colosal se yergue tras unos montes —que ocultan sus piernas hasta los muslos—, ocupando el centro de la imagen, rodeado de nubes y con los puños en alto. La parte inferior del cuadro (un tercio de este) la ocupa un sombrío valle donde una multitud de gente y ganado corre en todas direcciones.
Análisis
El enorme cuerpo del gigante ocupa el centro de la composición. Parece adoptar una postura combativa a juzgar por la posición del brazo y el puño cerrado. El cuadro fue pintado durante la Guerra de la Independencia Española, por lo que podría representar dicho enfrentamiento bélico. Nigel Glendinning afirma que el cuadro está basado en un poema patriótico de Juan Bautista Arriaza llamado «Profecía del Pirineo».[2] En él se presenta al pueblo español como un gigante surgido de los Pirineos para oponerse a la invasión napoleónica.
La actitud del gigante ha sido objeto de varias interpretaciones. No se sabe si está caminando o se asienta firme sobre sus piernas separadas. También es ambigua su posición; podría estar tras las montañas o enterrado hasta más arriba de la rodilla, lo que sucede en otros cuadros pertenecientes a las Pinturas Negras, como el Duelo a garrotazos. Tampoco aparecen las piernas del Saturno devorando a un hijo e incluso aparece enterrado hasta el cuello —¿o tras el terraplén?— el Perro semihundido. Por otro lado, el gigante tiene los ojos cerrados, lo que podría representar la idea de violencia ciega.
Contrastando con la erguida figura del gigante, aparecen en el valle diminutas figuras de gentes del pueblo que al parecer huyen en todas las direcciones, excepción hecha de un asno que permanece quieto, lo cual podría simbolizar, según menciona Luna, la incomprensión del fenómeno de la guerra.[3]
La técnica de esta obra es similar a la de las Pinturas Negras de la Quinta del Sordo. Incluso se ha propuesto una datación tardía del cuadro, alegando que la mención a El coloso del inventario de 1812 no alude a esta obra. Sin embargo, Nigel Glendinning ha rebatido esta datación tardía, basada solo en aspectos estilísticos, puesto que todos ellos se hallan ya presentes (si bien no en el mismo grado) en cuadros anteriores, desde La pradera de San Isidro en 1788 para las diminutas figuras resueltas con rápido trazo; hasta los Caprichos (1799) números 3 («Que viene el coco») y 52 («Lo que puede un sastre») para el motivo de la figura de proporciones gigantes que atemoriza.[4] Además de algunos dibujos en sus cuadernos de apuntes similares, tales «Una figura gigantesca sobre un balcón», «Un encapuchado gigantesco» y «Sueño. Pregon de Brujas» (Gassier y Wilson nos. 625, 633 y 638).[5]
Existe, además, toda una serie de motivos paralelos en los Desastres de la Guerra y la estampa suelta homónima El coloso, datada entre 1810 y 1818, que representa a un gigante sentado en un paisaje desolado y nocturno, como indica una menguada luna en una esquina. La postura y la noche no expresan la combatividad del óleo, sino la soledad, y no hay nada que le pueda relacionar con la guerra. Tampoco se puede dilucidar si tiene los ojos cerrados, pero sí parece prestar escucha, haciendo algo que quizá Goya, sordo desde 1793, añoraba, o quizá reflejando la atenta percepción de quien carece del sentido del oído o de la vista, o ambos.
Lo cierto es que el cuadro al óleo adopta el estilo de las Pinturas Negras. Domina el color negro, los toques de color son mínimos y aplicados con espátula y la temática es la de lo Sublime Terrible, que caracterizaría el prerromanticismo. Hacer hincapié en lo emocional que supone el pánico como causa de la huida caótica del pueblo llano también incidiría en esta estética prerromántica, así como que el coloso puede ser la encarnación de la conciencia colectiva de los ideales de identidad de los pueblos, o Volkgeist, surgido con el romanticismo idealista alemán y hecho principio común en la Europa del XIX temprano, más cuando esa conciencia se aglutina ante una agresión vista como extranjera. La poesía de exaltación patriótica de la época, como es el caso de la «Profecía del Pirineo», era conocida de memoria por muchos españoles, y, desde luego, por Goya que, además, era amigo de conocidos literatos ilustrados y prerrománticos.
Se ha especulado con otras interpretaciones del significado de esta obra. Asociándolo a la emblemática, se ha visto la posibilidad de que el coloso sea la representación de un Fernando VII incompetente y ensoberbecido, donde los montes contribuirían a subrayar la soberbia y el asno inmóvil, a la aristocracia estancada y partidaria de la Monarquía absoluta. También se ha estudiado la presencia de la figura del gigante en las ilustraciones satíricas de este periodo o la figura mítica de Hércules, habitualmente asociado al monarca español, oponiéndose al régimen napoleónico. La postura del gigante, según la investigación mediante rayos X, guarda relación con el Hércules Farnesio divulgado por los grabados de Goltzius o el Hércules Hispano que pintara Francisco de Zurbarán en su serie de «los Trabajos de Hércules» entre los grandes lienzos de batallas del Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro.
Sin embargo, Glendinning ha insistido en que la idea de un gigante es habitual en la poesía patriótica de la Guerra de la Independencia. Tiene antecedentes clásicos en el Siglo de Oro, como las figuras alegóricas del teatro barroco (La Numancia de Cervantes contiene un pasaje donde España aparece representada en un diálogo con el Duero), y muchos de ellos son apariciones permitidas por Dios (como ocurría con Santiago o San Jorge en batallas importantes contra los musulmanes) para infundir ánimo en los combatientes. Hay gigantes similares en la poesía patriótica de Quintana «A España, después de la revolución de marzo», en la que sombras enormes de héroes españoles, entre las que se encuentran Fernando III, el Gran Capitán y el Cid animan a la resistencia. En otro poema de Cristóbal de Beña se hace aparecer la sombra de Jaime I el Conquistador con parecidos fines; en «Zaragoza», un poema de Francisco Martínez de la Rosa de 1812, aparece para animar al General Palafox en los Sitios de Zaragoza su antepasado Rodrigo de Rebolledo y, finalmente, en un himno a Bailén, del mismo Arriaza, surge el vencedor de las Navas de Tolosa, el rey Alfonso VIII de Castilla.
A pesar de todo lo anterior, sigue habiendo incógnitas, puesto que no podemos interpretar convincentemente ni la dirección del gigante (en caso de que esté avanzando), ni vemos contra qué enemigo se dirige, aunque, y siempre según este autor, es muy probable que la arriscada orografía oculte al ejército enemigo al otro lado del valle donde huyen las gentes civiles, por lo que plantear que se trate de un enfrentamiento entre el enemigo francés y el gigante, que encarnaría la defensa española, como en el poema de Arriaza, es muy verosímil. Su voluntad de luchar sin armas, con los brazos, como expresa el propio Arriaza en su poema Recuerdos del Dos de Mayo (op. cit. págs. 61-67): «De tanto joven que sin armas, fiero / entre las filas se le arroja audaz» (pág. 63, IV)[6] incide en el carácter heroico del pueblo español. Su heroísmo contrasta con el miedo del resto de la población, huyendo dispersos en un movimiento en múltiples direcciones, solo detenido ocasionalmente para ayudar a algún desmayado o por efecto de la legendaria terquedad del borrico.
En cuanto a los ejes de composición, hay varias direcciones que representan dinámicamente las direcciones de la multitud que corre principalmente hacia la esquina inferior izquierda del cuadro, y que se prolongaría más allá de los límites de este, y otra contraria dibujada por la estampida de los toros hacia la derecha. Entre estos movimientos hay otros de espera por la atención a algún caído o persona en dificultades que ritman el movimiento, y dan la impresión de caos. El gigante, separado en un plano más profundo por las montañas, se internaría en un plano más alejado del espectador, escorado hacia atrás y a la izquierda, formando con su avance una diagonal en ángulo con la dirección de la multitud que huye.
El tratamiento de la luz, que podría ser de ocaso, rodea y resalta las nubes que circundan la cintura del coloso, como describe el poema de Arriaza «Cercaban su cintura / celajes de occidente enrojecidos» (Juan Bautista Arriaza, «Profecía del Pirineo», vv. 31-32.). Esa iluminación sesgada, interrumpida por las moles montañosas, fraccionada, aumenta la sensación de falta de equilibrio y desorden. Se trataría de la conocida «dudosa luz del día» gongorina (Fábula de Polifemo y Galatea, v. 72.). En lugar de una composición centrípeta, donde las direcciones nos llevan a un núcleo central, aquí todas las líneas de movimiento se disparan para desintegrar la unidad en múltiples recorridos hacia los márgenes. Se trata de otro de los cuadros en los que se manifiesta una composición orgánica, típica del Romanticismo, en función de los movimientos y direcciones procedentes de las figuras del interior del cuadro, en lugar de la mecánica, propia del Neoclasicismo, impuesta por ejes de rectas formadas por los volúmenes y debidas a la voluntad racional del pintor.
Notas
- ↑ Esta pintura, según Nigel Glendinning (op. cit., 1993, p. 140.) «se pintó entre aquella fecha [1808] y la de 1812, cuando el cuadro fue inventariado entre los que pasaron a ser propiedad del hijo del pintor, después de la muerte de su madre, doña Josefa Bayeu. Se le dio el título de El gigante en esta partición de bienes [...]».
- ↑ En el poema de Juan Bautista Arriaza, «Profecía del Pirineo» (vv. 25-36) aparece un Titán que se yergue sobre los Pirineos, cordillera cuya etimología significa monte quemado y así ha sido reflejada en la tradición literaria española, como se observa en la Fábula de Polifemo y Galatea de Góngora; al gigante Polifemo lo llama «este Pirineo» en el verso 62. El poema de Arriaza describe detalles como los de las nubes que rodean su cintura, precisión que Goya refleja en el cuadro:
Ved que sobre una cumbre
de aquel anfiteatro cavernoso,
del sol de ocaso a la encendida lumbre
descubre alzado un pálido Coloso
que eran los Pirineos
basa humilde a sus miembros giganteos.
Cercaban su cintura
celajes de occidente enrojecidos,
dando expresión terrible a su figura
con triste luz sus ojos encendidos
y al par del mayor monte,
enlutando su sombra el horizonte.Juan Bautista Arriaza, «Profecía del Pirineo», en Poesías patrióticas, Londres, T. Bensley, 1810, págs. 27-40, vv. 25-36. - ↑ Juan J. Luna, «El coloso» [en línea], en Catálogo de la exposición celebrada en el Museo de Zaragoza del 3 de octubre al 1 de diciembre de 1996, nº 43: El coloso.
- ↑ Cfr. los Caprichos citados; nº 3 «Que viene el coco» y nº 52 «Lo que puede un sastre»
- ↑ Nigel Glendinning, «El Coloso de Goya y la poesía patriótica de su tiempo», Dieciocho: Hispanic Enlightenment, [en línea], 22-03-2004. Nota: acceso gratuito a parte del artículo, en el que rechaza la datación tardía del cuadro. [consultado el 16-06-2007]
- ↑ «Recuerdos del Dos de Mayo», pág. 63, IV.
Fuentes
- ARRIAZA, Juan Bautista, «Profecía del Pirineo», en Poesías patrióticas, Londres, T. Bensley, 1810, págs. 27-40.
- GLENDINNING, Nigel, Francisco de Goya, Madrid, Cuadernos de Historia 16 (col. «El arte y sus creadores», nº 30), 1993, págs. 88-89 y Ficha de la obra en pág. 140.
- ——, «El Coloso de Goya y la poesía patriótica de su tiempo», Dieciocho: Hispanic Enlightenment, [en línea], 22-03-2004. Nota: acceso gratuito a parte del artículo, en el que rechaza la datación tardía del cuadro. [Consulta: 16-06-2007]
- LUNA, Juan J., «El coloso» [en línea], en Catálogo de la exposición celebrada en el Museo de Zaragoza del 3 de octubre al 1 de diciembre de 1996, nº 43: El coloso. Citado por la página web Realidad e imagen: Goya 1746 - 1828 (url <http://www.almendron.com/arte/pintura/goya/obras_goya/obras_goya.htm>) [Consulta: 15-06-2007].
- HAGEN, Rose-Marie y HAGEN, Rainer, Francisco de Goya, Colonia, Taschen, 2003. ISBN 3-8228-2296-5