Lo bueno de asistir a misa en nuestra parroquia está, en que la Palabra nos libra de esa falsa Navidad, que nos quieren meter hasta por los ojos.
La Iglesia nos prepara para la Navidad con la profecía de Sofonías, donde la alegría se expresa en gozo, regocijo, fiesta y danza. Es una alegría que va de adentro hacia fuera. Una dicha compartida, abierta, comunitaria. La Navidad empieza cuando descubrimos que nuestro Señor nos quiere muchísimo a cada uno de nosotros, en palabras de Sofonías, “Él se goza y se complace en ti”. (Sofonías, 3, 14 – 18). Ese amor de Dios nos renueva. La verdadera Navidad no deja resacado, sino renovado.
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En Navidad, que baile todo el que sepa, pero le garantizo que usted bailará mejor, si descubre junto a su comunidad parroquial, que Dios baila de contento al pensar en nosotros, “por tu causa danzará y se regocijará como en los días de fiesta”.
La Navidad nos lleva a vivir la preocupante situación presente nacional e internacional sin la angustia que destruye, y responsabilizándonos de nuestros deseos (Filipenses 4, 4-7). Navidad, tiempo de experimentar la paz que custodia nuestros corazones para no angustiarnos por lo que puede pasar, y meternos a trabajar por lo que queremos que pase.
La falsa Navidad desenfoca, aturde y embrutece, casi tanto como esa molesta letanía de anuncios de los juegos de pelota, algunos exquisitamente groseros y penosamente irresponsables.
La verdadera Navidad nos obliga a preguntarnos los interrogantes serios donde nos jugamos la felicidad de nuestras vidas: “¿qué tenemos que hacer?” (Lucas 3, 10 – 18). Más importante que los regalos, la cena, la bebida y el lechón es lo que tenemos que hacer en la familia y el país.
Pasa tu Navidad por el fuego del Espíritu, luego celebra y comparte lo que quede.