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- Edward toma la decisión de dejar a su mujer Grace tras 29 años de matrimonio. A partir de este momento, cada uno de ellos, a su manera, buscará la forma de rehacer su vida en un pequeño pueblo costero cerca de los acantilados de Hope Gap.
- Género
- Drama Familia
- Dirección
- Reparto
- Año / País:
- 2019 / Reino Unido
- Título original:
- Hope Gap
- Duración
- 96 min.
- Guion
- Música
Película autobiográfica
25 de octubre de 2020
El señor Edward decide separarse de su exasperante esposa, Grace, después de 29 años de matrimonio fallido. A partir de este punto, cada uno de ellos buscará, a su manera, la forma de rehacer su vida. Mientras que él tiene otra mujer esperándolo, ella vive para el resentimiento y el despropósito. En medio, su joven hijo sufre las consecuencias. Todo ello ocurre en un pequeño pueblo de costa próximo a los acantilados y al paisaje costero y rocoso de Hope Gap.
Un melodrama de pareja que se precie debe tener una buena base dialogal, de reflexión y de interpretación. Este film reposa en esos cimientos: diálogos interesantes, deliberaciones y una emocionante interpretación de sus actores.
William Nicholson (1948) es el director y guionista, que adapta a la gran pantalla una pieza teatral de su autoría sobre un matrimonio que vive sus últimos días en pareja, en el marco de un pueblecito con océano gris de fondo, acantilados de vértigo y una geografía que juega su papel en la historia.
El film describe al matrimonio en su cotidianeidad, lo que ha sido su convivencia difícil, las continuas discusiones, un tiempo lleno de tediosas rutinas, una esposa exasperante junto a un marido tibio y sin espíritu.
Toda esta urdimbre compleja y fatal es llevada con una enorme maestría por dos actores de talla: Annette Bening y Bill Nighy, ambos de elegante apariencia en lo externo y un interior bien tratado, tormentas incluidas de ella y la flema de él.
La cosa, bien llevada por el equipo de rodaje, hace que el espectador acabe poniéndose en un lugar cercano al del hijo, un joven que sufre el divorcio como suyo.
No olvidamos el trabajo más que aceptable del actor al Josh O’Connor en el papel de hijo involucrado en la historia del divorcio.
En la obra no hay excesos de sentimentalismo ni afectación. Al contrario, el film se va haciendo a fuego lento a la vez que llega a resultar sustancioso y atrayente.
Ritmo adecuado, buena ambientación y puesta en escena, interesante, delicada y adecuada música pianística de Alex Heffes y una luminosa y límpida fotografía de Anna Valdez-Hanks, con una cámara que sobrevuela sobre actores bien hablados y tomas ocasionales con drones que se aventuran más allá de los acantilados blancos.
Dejo para el final decir que se trata de una película autobiográfica en la cual Nicholson, británico, recuerda la sensación de infelicidad que soportó en su juventud con la separación de sus padres. Reflexiona sobre la idea convencional del amor, concluyendo en un repudio explícito y definitivo. Nicholson escribió en 1999 una obra de teatro sobre esta separación: The Retreat from Moscow. Nicholson es un autor que curiosamente se ha pasado media vida digiriendo ese divorcio y su propia historia pasada. La tal obra teatral tuvo éxito en Broadway y resultó liberadora para su autor, terapéutica, catártica. Pero al parecer no gustó nada a sus padres que la tomaron como un mal viaje al pasado.
Después de veinte años, nuestro director lleva al cine su propio texto, transformándolo en una carta de amor a sus ya desaparecidos padres. Desde mi modo de ver, mucho tiempo para una experiencia que no merece, por falta de envergadura, ni tantos años de digestión, ni tanta literatura, ni tanto metraje.
Mi parecer es que la madre de Nicholson era la típica mujer que en la “teoría de la comunicación” psicológica llamamos esquizofrenógena (que juega al “doble vínculo” o mensajes paradójicos), que no contenta con haber anulado a un esposo que escapa por los pelos, abduce a continuación al hijo (Nicholson), para finalmente acabar redimida por su afición a la poesía..
Película que involucra en cierto modo al espectador con sus diálogos concisos y sus ingeniosos protagonistas, pero que no ofrece demasiada información sobre las complejidades y los recovecos del matrimonio protagonista, salvo la mala baba de la señora.
Un melodrama de pareja que se precie debe tener una buena base dialogal, de reflexión y de interpretación. Este film reposa en esos cimientos: diálogos interesantes, deliberaciones y una emocionante interpretación de sus actores.
William Nicholson (1948) es el director y guionista, que adapta a la gran pantalla una pieza teatral de su autoría sobre un matrimonio que vive sus últimos días en pareja, en el marco de un pueblecito con océano gris de fondo, acantilados de vértigo y una geografía que juega su papel en la historia.
El film describe al matrimonio en su cotidianeidad, lo que ha sido su convivencia difícil, las continuas discusiones, un tiempo lleno de tediosas rutinas, una esposa exasperante junto a un marido tibio y sin espíritu.
Toda esta urdimbre compleja y fatal es llevada con una enorme maestría por dos actores de talla: Annette Bening y Bill Nighy, ambos de elegante apariencia en lo externo y un interior bien tratado, tormentas incluidas de ella y la flema de él.
La cosa, bien llevada por el equipo de rodaje, hace que el espectador acabe poniéndose en un lugar cercano al del hijo, un joven que sufre el divorcio como suyo.
No olvidamos el trabajo más que aceptable del actor al Josh O’Connor en el papel de hijo involucrado en la historia del divorcio.
En la obra no hay excesos de sentimentalismo ni afectación. Al contrario, el film se va haciendo a fuego lento a la vez que llega a resultar sustancioso y atrayente.
Ritmo adecuado, buena ambientación y puesta en escena, interesante, delicada y adecuada música pianística de Alex Heffes y una luminosa y límpida fotografía de Anna Valdez-Hanks, con una cámara que sobrevuela sobre actores bien hablados y tomas ocasionales con drones que se aventuran más allá de los acantilados blancos.
Dejo para el final decir que se trata de una película autobiográfica en la cual Nicholson, británico, recuerda la sensación de infelicidad que soportó en su juventud con la separación de sus padres. Reflexiona sobre la idea convencional del amor, concluyendo en un repudio explícito y definitivo. Nicholson escribió en 1999 una obra de teatro sobre esta separación: The Retreat from Moscow. Nicholson es un autor que curiosamente se ha pasado media vida digiriendo ese divorcio y su propia historia pasada. La tal obra teatral tuvo éxito en Broadway y resultó liberadora para su autor, terapéutica, catártica. Pero al parecer no gustó nada a sus padres que la tomaron como un mal viaje al pasado.
Después de veinte años, nuestro director lleva al cine su propio texto, transformándolo en una carta de amor a sus ya desaparecidos padres. Desde mi modo de ver, mucho tiempo para una experiencia que no merece, por falta de envergadura, ni tantos años de digestión, ni tanta literatura, ni tanto metraje.
Mi parecer es que la madre de Nicholson era la típica mujer que en la “teoría de la comunicación” psicológica llamamos esquizofrenógena (que juega al “doble vínculo” o mensajes paradójicos), que no contenta con haber anulado a un esposo que escapa por los pelos, abduce a continuación al hijo (Nicholson), para finalmente acabar redimida por su afición a la poesía..
Película que involucra en cierto modo al espectador con sus diálogos concisos y sus ingeniosos protagonistas, pero que no ofrece demasiada información sobre las complejidades y los recovecos del matrimonio protagonista, salvo la mala baba de la señora.
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25 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Annette Bening, Bill Nighy y como un final es un nuevo comienzo
23 de octubre de 2020
Todo final significa el comienzo de algo nuevo. Quitado el calificativo de bueno o malo, eliminado ese juicio, está claro que un punto y final vale para acabar una historia y empezar otra distinta, que no sabes a dónde te llevará, ni qué consecuencias tendrá. Por supuesto que el momento de ruptura, de decir adiós es, si no traumático, sí impactante, porque significa practicar un desapego al que jamás pensarías que harías frente.
Eso es algo que experimentan en poco más de hora y media Annette Bening y Bill Nighy, en Regreso a Hope Gap. Una película sencilla, bien estructurada y narrada, que pone en pantalla a un matrimonio donde hace mucho tiempo que la rutina entró por la puerta y el amor saltó por la ventana. Él, sin que ella lo espere, decide poner fin a 29 años de matrimonio, por unas razones que 'la' Bening se niega a entender, iniciándose un "conflicto" que, aunque se veía venir, pilla por sorpresa y vuela por los aires toda una vida que ya no existe.
Con distinguida sobriedad, el segundo largometraje de William Nicholson, tras A la luz del fuego, es un drama familiar sobre muchos de los caminos que experimentan parejas y matrimonios en el día a día. De repente, uno de los dos decide poner fin a la relación, y eso es un trago amargo que el director nos retrata, aprovechando el talento de dos intérpretes que ya han demostrado todo.
El fin del matrimonio se produce en un paisaje bucólico como los acantilados del condado de Sussex, testigos excepcionales de un final y un comienzo. Es curioso como un mismo entorno natural, provoca distintas emociones en el individuo. Como los recuerdos son capaces de jugar con tus sentimientos en el presente.
Ahí aparece en discordia un buen secundario, como Josh O'Connor, hijo en la ficción de Benning y Nighy. Está en medio de la tormenta conyugal y quizá es en él, donde se percibe más clara la aflicción de un final.
Regreso a Hope Gap se centra más, de esta manera, en ese dolor generado por la ruptura. Apenas explora el buen gusto que dejan los comienzos. No en vano, estamos ante un verdadero drama familiar, de los pies a la cabeza, y que por momentos te provoca pasar cierta angustia por lo que experimentan los personajes.
De modo que, como Bill Nighy, la película de Nicholson no se permite ninguna licencia para salirse del corsé donde se desarrolla la trama. Prima la contención y unos diálogos llenos de nostalgia y tristeza. Por lo que Regreso a Hope Gap, no deja de ser una película corriente, bien ejecutada como digo y que, eso sí, regala un duelo interpretativo, que conviene valorar en estos tiempos.
Más datos sobre esta y otras películas en www.argoderse.com
Y en Facebook: https://www.facebook.com/argodersecine
Eso es algo que experimentan en poco más de hora y media Annette Bening y Bill Nighy, en Regreso a Hope Gap. Una película sencilla, bien estructurada y narrada, que pone en pantalla a un matrimonio donde hace mucho tiempo que la rutina entró por la puerta y el amor saltó por la ventana. Él, sin que ella lo espere, decide poner fin a 29 años de matrimonio, por unas razones que 'la' Bening se niega a entender, iniciándose un "conflicto" que, aunque se veía venir, pilla por sorpresa y vuela por los aires toda una vida que ya no existe.
Con distinguida sobriedad, el segundo largometraje de William Nicholson, tras A la luz del fuego, es un drama familiar sobre muchos de los caminos que experimentan parejas y matrimonios en el día a día. De repente, uno de los dos decide poner fin a la relación, y eso es un trago amargo que el director nos retrata, aprovechando el talento de dos intérpretes que ya han demostrado todo.
El fin del matrimonio se produce en un paisaje bucólico como los acantilados del condado de Sussex, testigos excepcionales de un final y un comienzo. Es curioso como un mismo entorno natural, provoca distintas emociones en el individuo. Como los recuerdos son capaces de jugar con tus sentimientos en el presente.
Ahí aparece en discordia un buen secundario, como Josh O'Connor, hijo en la ficción de Benning y Nighy. Está en medio de la tormenta conyugal y quizá es en él, donde se percibe más clara la aflicción de un final.
Regreso a Hope Gap se centra más, de esta manera, en ese dolor generado por la ruptura. Apenas explora el buen gusto que dejan los comienzos. No en vano, estamos ante un verdadero drama familiar, de los pies a la cabeza, y que por momentos te provoca pasar cierta angustia por lo que experimentan los personajes.
De modo que, como Bill Nighy, la película de Nicholson no se permite ninguna licencia para salirse del corsé donde se desarrolla la trama. Prima la contención y unos diálogos llenos de nostalgia y tristeza. Por lo que Regreso a Hope Gap, no deja de ser una película corriente, bien ejecutada como digo y que, eso sí, regala un duelo interpretativo, que conviene valorar en estos tiempos.
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