En el desayuno del día siguiente sirvieron unas tortitas deliciosas, cangrejos de río y chuletas de carnero, y mientras desayunábamos subió Nikanor, el cocinero, a preguntar qué deseaban los visitantes para la comida. Era un hombre de mediana estatura, rostro abotargado y ojos pequeños, totalmente rasurado, y parecía que su bigote no había sido afeitado sino arrancado de cuajo.
Aiyohin dijo que la bella Pelageya estaba enamorada de este cocinero. Como era un borrachín y de carácter violento, ella no quería casarse con él, pero estaba dispuesta a vivir con él así. Él, sin embargo, era muy devoto, y sus sentimientos religiosos no le permitían vivir "así"; insistía, pues, en el casamiento y no quería vivir de otro modo; y cuando estaba ebrio le regañaba y hasta le pegaba. Cuando estaba ebrio ella se escondía en el piso de arriba y rompía a llorar; entonces Aiyohin y la servidumbre se quedaban en la casa a fin de defender a la muchacha.
Se empezó a hablar del amor. |
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miércoles, 19 de junio de 2019
Chejov / Sobre el amor
martes, 18 de junio de 2019
Chéjov / El asesinato
René Magritte |
THE MURDER
I
En
la estación Progónnaya oficiaban las vísperas. Ante la gran imagen, pintada con
viveza sobre un fondo dorado, estaba parada una multitud de empleados de
estación, sus mujeres y niños, y asimismo leñadores y aserradores que
trabajaban en las cercanías de la línea. Todos estaban parados en silencio,
hechizados con el brillo de las luces y el aullido de la ventisca, que ni por
lo uno ni lo otro se había desatado en el patio, a pesar de la víspera de
Anunciación. Oficiaba el viejo sacerdote de Vedeniápino, cantaban el salmista y
Matvéi Tiérejov.
Chejov / La esposa
Anton Tchekhov / A esposa (Cuento en portugués)
Anton Chekhov / The Helpmate (Cuento en inglés)
-Ya le he dicho que no me toque la mesa –exclamó Nilolai Evrafych-.
Cada vez que me la arregla no puedo encontrar nada. ¿Dónde está el telegrama?
¿Dónde lo ha metido? Haga el favor de buscarlo. Lo mandan desde Kazan y lleva
fecha de ayer.
La doncella, pálida, muy flaca, de
rostro impasible, encontró unos telegramas en la papelera debajo de la mesa y
sin decir palabra se los entregó al doctor. Pero eran telegramas locales, de
enfermos. Luego buscaron en la sala y en la habitación de Olga Dmitrievna.
Chejov / El violín de Rothschild
Era un pueblo diminuto; peor
que un pueblo, habitado principalmente por ancianos, quienes tan raramente se morían que era molesto. Se
necesitaban muy pocos ataúdes para el hospital y la cárcel; en una palabra, el negocio era una pena. Si Yakov
Ivanov hubiese sido fabricante de ataúdes en el pueblo del condado, habría poseído probablemente una
casa propia ahora, y se habría llamado Sr. Ivanov, pero aquí en este lugar pequeño él se llamó Yakov
simplemente, y por alguna razón su apodo era Bronce. Él vivió tan pobremente como cualquier campesino común, en
la choza un poco vieja de un cuarto en que él y Marta, y la estufa, y una cama doble, y los ataúdes, y
el banco de su carpintero, y sus necesidades de gobierno de la casa
convivían...
Chejov / Vanka
VANKA
Vanka Chukov, un muchacho de nueve años, a quien habían colocado hacía tres meses en casa del zapatero Alojin para que aprendiese el oficio, no se acostó la noche de Navidad. Cuando los amos y los oficiales se fueron, cerca de las doce, a la iglesia para asistir a la misa del Gallo, cogió del armario un frasco de tinta y un portaplumas con una pluma enrobinada y, colocando ante él una hoja muy arrugada de papel, se dispuso a escribir. Antes de empezar dirigió a la puerta una mirada en la que se pintaba el temor de ser sorprendido, miró al icono oscuro del rincón y exhaló un largo suspiro. El papel se hallaba sobre un banco, ante el cual estaba él de rodillas.
lunes, 17 de junio de 2019
Antón Chéjov / La cigarra
I
A la boda de Olga Ivánovna acudieron todos sus amigos y buenos conocidos.
—Mírenle: ¿no es cierto que tiene algo? —decía ella a sus amigos, señalando a su marido con un movimiento de cabeza, como queriendo aclarar por qué se había casado con un hombre sencillo y de lo más corriente, que no se distinguía por nada.
—Mírenle: ¿no es cierto que tiene algo? —decía ella a sus amigos, señalando a su marido con un movimiento de cabeza, como queriendo aclarar por qué se había casado con un hombre sencillo y de lo más corriente, que no se distinguía por nada.
Chéjov / La bruja
Caía la noche. El sacristán Saveli Guikin estaba en su casa, tumbado en una cama inmensa, pero no dormía, aunque tenía la costumbre de quedarse dormido al mismo tiempo que los gallos. Sus cabellos rojizos y ásperos asomaban por un lado de la manta mugrienta, compuesta de abigarrados pedazos de percal; por el otro sobresalían unos pies enormes, que llevaban mucho tiempo sin lavar. Escuchaba… Su cabaña estaba ubicada en el recinto de la iglesia y su única ventana daba al campo, donde se libraba una auténtica batalla. Costaba trabajo entender quién borraba a su enemigo de la faz de la tierra, a quién trataba de aniquilar la naturaleza, pero, a juzgar por el estruendo incesante y siniestro que levantaba, alguien lo estaba pasando bastante mal. Una fuerza vencedora se arrastraba por los campos, asolaba el bosque y el tejado de la iglesia, tamborileando con furor en la ventana y arrasando todo a su paso, mientras un elemento vencido aullaba y gemía… Ese llanto lastimero se oía ora detrás de la ventana, ora sobre el tejado, ora en la estufa. No resonaba en él una petición de ayuda, sino la angustia, la conciencia de que ya era demasiado tarde, de que no había salvación posible. Los montones de nieve se habían cubierto de una delgada corteza de hielo; en ellos y en los árboles temblaban las lágrimas, por los caminos y senderos se esparcía un líquido negro, compuesto de barro y nieve derretida. En definitiva, en la tierra había empezado el deshielo, pero el cielo, a través de la oscura noche, no lo veía y desperdigaba con todas sus fuerzas copos de nieve fresca sobre la tierra tibia. El viento vagaba como un hombre borracho… No daba tiempo a que la nieve se posara en el suelo y la hacía girar en las tinieblas a su antojo.
Chejov / Pesadilla
(“Кошмар”)
Al regresar de San Petersburgo a su hacienda de Borísovo, Kunin, joven de unos treinta años, miembro permanente de la comisión de asuntos rurales, tomó como primera providencia enviar un jinete para convocar al cura de Sinkovo, el padre Yákov Smírnovich.
Unas cinco horas más tarde el padre Yákov se presentaba en la casa.
—¡Me alegro mucho de conocerle! —le dijo Kunin, recibiéndole en el vestíbulo—. Hace ya un año que vivo y trabajo aquí, y me parece que ya va siendo hora de que nos conozcamos. ¡Haga el favor de pasar! Pero… ¡qué joven es usted! —se sorprendió Kunin—. ¿Cuántos años tiene?
Unas cinco horas más tarde el padre Yákov se presentaba en la casa.
—¡Me alegro mucho de conocerle! —le dijo Kunin, recibiéndole en el vestíbulo—. Hace ya un año que vivo y trabajo aquí, y me parece que ya va siendo hora de que nos conozcamos. ¡Haga el favor de pasar! Pero… ¡qué joven es usted! —se sorprendió Kunin—. ¿Cuántos años tiene?
domingo, 16 de junio de 2019
Chejov / Zínochka
Ilustración de Triunfo Arciniegas |
ZÍNOCHKA
El grupo de cazadores pasaba la noche sobre unas brazadas de fresco heno
en la isla de un simple mujik. La luna se asomaba por la ventana, en la calle
se oían los tristes acordes de un acordeón, el heno despedía un olor
empalagoso, un tanto excitante. Los cazadores hablaban de perros, de mujeres,
del primer amor, de becadas. Después que hubieron pasado detenida revista a
todas las señoras conocidas y que hubieron contado un centenar de anécdotas, el
más grueso de ellos, que en la oscuridad parecía un haz de heno y que hablaba
con la espesa voz propia de un oficial de Estado Mayor, dejó escapar un sonoro
bostezo y dijo:
-Ser
amado no tiene gran importancia: para eso han sido creadas las mujeres, para
amarnos. Pero díganme: ¿ha sido alguno de ustedes odiado, odiado apasionada,
rabiosamente? ¿No han observado alguna vez los entusiasmos del odio?
No
hubo respuesta.
Chejov / La pena
LA PENA
El tornero Gregorio
Petrov, desde hace tiempo conocido como un excelente artesano y al mismo tiempo
como el mujik más desordenado del distrito de Galchinsk, conduce a su vieja,
enferma, al hospital rural. Debe viajar unas treinta verstas y el camino es tan
malo que ni siquiera el correo oficial podría pasar, sin hablar ya de semejante
haragán como el tornero Gregorio. El viento, cortante y frío, pega directamente
en la cara. En el aire, por donde uno mire, se arremolinan enjambres de copos
de nieve, de modo que es difícil distinguir si la nieve cae del cielo o sube de
la tierra. A través de la niebla nevada no se ven ni los postes de telégrafo,
ni el campo, ni el bosque, y cuando se abalanza sobre Gregorio una ráfaga muy
fuerte, entonces ni siquiera se ve el arco de los arneses. La vieja y extenuada
yegua apenas avanza. Todas sus energías se fueron gastando para sacar las patas
de la nieve y sacudir la cabeza. El tornero está apurado. Salta inquieto sobre
el pescante y a cada rato fustiga el lomo del caballo.
Chejov / Chist
¡CHIST!
Iván Krasnukin, periodista de no mucha importancia,
vuelve muy tarde a su hogar, con talante desapacible, desaliñado y totalmente
absorto. Tiene el aspecto de alguien a quien se espera para hacer una pesquisa
o que medita suicidarse. Da unos paseos por su despacho, se detiene, se
despeina de un manotazo y dice con tono de Laertes disponiéndose a vengar a su
hermana:
-¡Estás molido, moralmente agotado, te
entregas a la melancolía, y, a pesar de todo, enciérrate en tu despacho y
escribe! ¿Y a esto se llama vida? ¿Por qué no ha descrito nadie la disonancia
dolorosa que se produce en el alma de un escritor que está triste y debe hacer
reír a la gente o que está alegre y debe verter lágrimas de encargo? Yo debo
ser festivo, matarlas callando, e ingenioso, pero imagínese que me entrego a la
melancolía o, una suposición, ¡que estoy enfermo, que ha muerto mi niño, que mi
mujer está de parto!...
Dice todo esto agitando los brazos y moviendo
los ojos desesperadamente... Luego entra en el dormitorio y despierta a su
mujer.
Chéjov / La institutriz / Video
https://www.youtube.com/watch?v=HoGQuXhIx3Q
La Institutriz, de Anton Chéjov
La Institutriz, adaptación libre del cuento de Chéjov Poquita cosa, bajo la dirección de Bonnie Morín. Protagonizan Amaia Insausti Urquizu y Camila Velarde Morín, ambas actrices son estudiantes de Bonnie Morín en Método Madrid. Realización, fotografía y edición de Cristián Velarde.
sábado, 15 de junio de 2019
Chejov / Amorcito
Antón Chéjov
BIOGRAFÍA
AMORCITO
(“Душечка”)
Oleñka, la hija del asesor de colegio retirado Plemiannikov, estaba sentada, pensativa, en un peldaño del pórtico, en el patio de su casa. Hacía calor, las moscas insistían en molestar y resultaba agradable pensar que la noche ya estaba cerca.
Desde el este avanzaban oscuras nubes y, de vez en cuando, llegaba una brisa húmeda.
De pie, en medio del patio, mirando al cielo, estaba Kukin, empresario del parque de diversiones Tívoli, quien se hospedaba en un pabellón de la casa.
—¡Otra vez! —decía con desesperación—. ¡Otra vez habrá lluvia! ¡Todos los días llueve, todos los días! Como si fuera a propósito… ¡Es la muerte! ¡Es la ruina! ¡Todos los días tengo tremendas pérdidas!
Chejov / Un hombre enfundado
- I -
En un extremo de la aldea
Mironositsky, en la porchada del alcalde Prokofy, se habían instalado para
pasar la noche, dos cazadores llegados al pueblo mucho después de anochecer: el
veterinario Iván Ivanovich y el maestro de escuela Burkin.
Iván Ivanovich tenía
un donoso apellido: Chimcha-Guimalaysky, cuya pomposidad estaba en
contradicción, con la modestia de su persona. En toda la comarca se le llamaba,
sencillamente, Iván Ivanovich. Vivía no lejos de la ciudad, en una hermosa
finca, donde se dedicaba a la cura de las enfermedades equinas. Aquel día había
salido de casa para airearse un poco.
Burkin vivía en la
ciudad; pero pasaba todas las vacaciones de verano en la finca del conde P...,
y era también muy conocido en la comarca.
Ni uno ni otro podían
dormirse.
sábado, 27 de mayo de 2017
Chejov / Ladrones
LADRONES
El
practicante Ergunov, hombre de muy poco seso, que en todo el distrito gozaba
fama de presumido y borracho, regresaba un atardecer de fiesta de la aldea de
Repino, a donde había ido al objeto de hacer algunas compras para el hospital.
Para que no se le hiciese tarde y pudiese volver a buena hora, el doctor le
había dado su mejor caballo.
viernes, 26 de mayo de 2017
Chejov / Enemigos
Después
de las nueve de una oscura noche de setiembre, en casa del doctor Kirilov,
médico del zemstvo fallecía de difteria su único hijo, Andrés, de seis años de
edad. Cuando la esposa del médico se arrodilló ante la camita del niño muerto y
se sintió invadida por el primer ataque de desesperación, en el vestíbulo sonó
ásperamente el timbre.
Chejov / El camaleón
El inspector de policía Ochumélov, con
su capote nuevo y un hatillo en la mano, cruza la plaza del mercado. Tras él
camina un municipal pelirrojo con un cedazo lleno de grosellas decomisadas. En
torno reina el silencio... En la plaza no hay ni un alma... Las puertas
abiertas de las tiendas y tabernas miran el mundo melancólicamente, como fauces
hambrientas; en sus inmediaciones no hay ni siquiera mendigos.
jueves, 25 de mayo de 2017
Chejov / El album
Ilustración de Tesa González |
EL ÁLBUM
El
consejero administrativo Craterov, delgado y seco como la flecha del
Almirantazgo, avanzó algunos pasos y, dirigiéndose a Serlavis, le dijo:
-Excelencia: Constantemente alentados y conmovidos
hasta el fondo del corazón por vuestra gran autoridad y paternal solicitud...
-Durante más de diez años -le sopló Zacoucine.
Chejov / Déjame dormir
DÉJAME DORMIR
(SOÑOLIENTA)
(UN ASESINATO)
(“Спать хочется”)
(SOÑOLIENTA)
(UN ASESINATO)
(“Спать хочется”)
ANTON TCHEKHOV / VARKA (Cuento en portugués)
ANTON CHEKHOV / SLEEPY (Cuento en inglés)
Anton Tchekhov / Sommeil (Cuento en francés)
Es de noche. La criadita Varka,
una muchacha de trece años, mece en la cuna al nene y le canturrea:
«Duerme, niño bonito, que viene
el coco...»
viernes, 28 de marzo de 2014
Chejov / Aniuta
Por la peor
habitación del detestable Hotel Lisboa paseábase infatigablemente el estudiante
de tercer año de Medicina Stepan Klochkov. Al par que paseaba, estudiaba en voz
alta. Como llevaba largas horas entregado al doble ejercicio, tenía la garganta
seca y la frente cubierta de sudor.
Junto
a la ventana, cuyos cristales empañaba la nieve congelada, estaba sentada en
una silla, cosiendo una camisa de hombre, Aniuta, morenilla de unos veinticinco
años, muy delgada, muy pálida, de dulces ojos grises.
En
el reloj del corredor sonaron, catarrosas, las dos de la tarde; pero la
habitación no estaba aún arreglada. La cama hallábase deshecha, y se veían,
esparcidos por el aposento, libros y ropas. En un rincón había un lavabo nada
limpio, lleno de agua enjabonada.
-
El pulmón se divide en tres partes -recitaba Klochkov-. La parte superior llega
hasta cuarta o quinta costilla...
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