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lunes, 26 de octubre de 2020

Antonio Muñoz Molina / James Baldwin regresa

 

James Baldwin

James Baldwin regresa

Era un escritor negro, y no disimulaba que era homosexual, pero se negaba a ser etiquetado o reducido a una identidad de grupo

Antonio Muñoz Molina

7 de abril de 2017





James Baldwin, en el documental 'I Am Not Your Negro'.
James Baldwin, en el documental 'I Am Not Your Negro'. KARMA FILMS

Una de las voces más limpias y lúcidas que pueden escucharse ahora mismo es una voz del pasado. James Baldwin murió hace ahora 30 años, pero su voz hablada y escrita cobra una presencia más imponente todavía porque está sonando desde el pasado en una época en la que las cosas y los nombres se disuelven a toda velocidad en el olvido. En las librerías de Nueva York hay expositores con todos sus libros. La Library of America, lo más cercano a la Pléiade en un país poco dado a las solemnidades culturales, acaba de sacar un volumen con sus ensayos completos. Y desde hace unos meses se mantiene en cartel un documental en torno a él, I Am Not Your Negro, dirigido por Raoul Peck.

Un documental puede ser simultáneamente un trabajo riguroso de investigación y una obra de alta categoría estética. El valor histórico de I Am Not Your Negro es inseparable de su originalidad y su belleza narrativa. Y James Baldwin da mucho de sí como protagonista de una historia filmada. Su manera de vestir en los primeros años sesenta se parece en su afilada elegancia a la de los músicos de jazz de entonces y a la de los líderes del movimiento de los derechos civiles. Baldwin pertenecía a la misma generación que los mejores entre todos ellos: la generación de John Coltrane, de Charles Mingus, de Miles Davis, de Eric Dolphy; la de Martin Luther King y Malcolm X. Era hijo de un pastor de Harlem, y entre los 14 y los 17 años tuvo él mismo una carrera ascendente como predicador pentecostal. Para apreciar la prosa de Baldwin, como las improvisaciones de John Coltrane o Mingus, hay que fijarse en un origen común que es no solo el de la música de las iglesias afroamericanas, sino más todavía el de los predicadores baptistas: una elocuencia ascendente, alimentada por las cadencias de la Biblia, sobre todo del Antiguo Testamento, y por las del habla callejera de Harlem.

viernes, 30 de marzo de 2018

Eliane Brum / Un negro en eterno exilio

Carlos Moore, activista e intelectual. / COLECCIÓN PERSONAL

Un negro en eterno exilio

El largo viaje de Carlos Moore, el activista e intelectual que denunció el racismo en Cuba y pasó su vida perseguido por los dos lados de la Guerra Fría



A los 22 años, Carlos Moore ya había vivido más que la mayoría de la gente en una existencia entera. Ya había conocido el hambre y la violencia en la pequeña ciudad cubana donde nació, ya había deseado no ser negro y se había esforzado por alisarse el pelo, aclararse la piel con productos arriesgados y desachatarse la nariz con pinzas, ya había emigrado a los Estados Unidos y había descubierto la lucha por los derechos civiles, había sentido fascinación por Patrice Lumumba, el famoso líder congoleño, y había planeado un ataque contra el consulado belga en Nueva York para vengarse del asesinato del activista, ya había sentido encanto por la revolución tras la reunión con Fidel Castro, se había convertido en comunista y había regresado a Cuba para cooperar con el proceso revolucionario, ya había descubierto que el régimen cubano era tan racista como el que había derribado, ya había sido encarcelado una vez por denunciar que el racismo persistía en la revolución, ya había sido condenado a cuatro meses en un campo de trabajos forzados por segunda vez por la misma razón, después de dirigirse al propio Fidel Castro en público, ya había hecho una confesión para que no lo mataran, diciendo que se había equivocado y que no había racismo en Cuba, ya se había refugiado en la embajada de Guinea cuando se dio cuenta de que sería ejecutado de todos modos, ya había huido a Egipto y luego a Francia, sin ningún documento, ya había sido rechazado por un Jean-Paul Sartre convencido de que él era un “agente del imperialismo”, ya ha sido acogido por uno de los ideólogos de la negritud, el gran poeta surrealista de Martinica Aimé Césaire, ya se había convertido en guardaespaldas del activista negro Malcolm X, cuando este estuvo en París, y ya había sufrido de todas las formas por el asesinato del mismo. Todo eso sucedió hasta sus 22 años. Después sucedió mucho más.