Mostrando entradas con la etiqueta Premio Reina Sofía de Poesía. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Premio Reina Sofía de Poesía. Mostrar todas las entradas

lunes, 3 de junio de 2024

Piedad Bonnett, premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana

 


La poeta colombiana Piedad Bonnett, retratada ante la Residencia de Estudiantes en Madrid.
Foto de Rodrigo Joménez

La colombiana Piedad Bonnett, premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana

Para el jurado, “su poesía muestra una trayectoria sólida y orgánica, con gran coherencia en su obra poética”


El País, 3 de junio de 2024

La escritora colombiana Piedad Bonnett(Amalfi, 73 años) ha sido galardonada con el XXXIII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, concedido por la Universidad de Salamanca y Patrimonio Nacional conjuntamente, según han anunciado los organizadores del galardón. El objetivo del Reina Sofía es reconocer el conjunto de la obra de un autor vivo que, por su valor literario, constituye una aportación relevante al patrimonio cultural común de España e Iberoamérica.

Bonnett toma el relevo de Gioconda Belli.Licenciada en Filosofía y Letras por la Universidad de los Andes, la escritora colombiana ha publicado ocho libros de poemas y varias antologías, además de obras de teatro, varias novelas y un libro testimonio sobre la muerte de su hijo, Lo que no tiene nombre. Con El hilo de los días ganó el premio Nacional de Poesía en Colombia en 1994; el premio Casa de América en 2011 con Explicaciones no pedidas, además de otros galardones como el Víctor Sandoval, el José Lezama Lima o el premio Generación del 27, gracias a su libro Los habitados.

La gerente de Patrimonio Nacional, María Dolores Menéndez, ha anunciado el fallo del jurado y ha destacado que Bonnett es “una voz actual de referencia en la poesía iberoamericana con un trato elaborado del lenguaje que le permite acercarse a la experiencia vital con profundidad y belleza y a responder con humanidad a la tragedia de la vida. Su poesía es luminosa, aun cuando trata temas arduos, como el desamor, la guerra, la pérdida o el duelo”. Para el jurado, ”su poesía muestra una trayectoria sólida y orgánica, con gran coherencia en su obra poética”.

En una entrevista con EL PAÍS, la poeta explicaba que le llevó a escribir poesía “saber del milagro de otros”. Y explicaba: “En clase utilizaba un verso de Miguel Hernández: ‘Porque la pena tizna cuando estalla’. La ruptura de la lógica nos estremece. Muchas veces un poema es una pregunta. He tenido tendencia a decir la verdad sin pararme a pensar que pudiera de pronto molestarle a alguien. Me he tenido que moderar. Veía una verdad y necesitaba decirla”. Y sobre la sinceridad de su obra, apuntaba: “Si algo traigo de mi crianza es ese valor ético, jamás he impostado. ¿Usar la literatura para mentir? ¿Para qué? El que engaña es el primero que se engaña”.


EL PAÍS


domingo, 13 de mayo de 2018

Rafael Cadenas / El país que vuelve



El poeta venezolano Rafael Cadenas.
Rafael Cadenas
 EFE

Cadenas: el país que vuelve

Este Premio Reina Sofía será una manera de reconocer que la cultura venezolana sigue a flote

Poco se entiende que una persona que apele a las palabras para discernir la realidad las use tan poco a la hora de hablar. Podría ser el caso del poeta venezolano Rafael Cadenas, quien prefiere los silencios entre versos o los espacios entre estrofas antes que pronunciar un sustantivo o paladear un adjetivo. Las palabras, en su poesía, han sido siempre ejercicios de aproximación para un horizonte mayor, inaprensible, que el poeta entiende como la realidad misma, o como el milagro de la existencia. Su poética es la de la derrota, la del fracaso, pero no entendidos como hazañas humanas no alcanzadas, sino como impulsos de antemano fallidos, pues la palabra, aunque noble, siempre morirá en el umbral de la significación.

sábado, 12 de mayo de 2018

La poesía sigilosa de Rafael Cadenas gana el premio Reina Sofía


Rafael Cadenas


La poesía sigilosa de Rafael Cadenas gana el premio Reina Sofía

El poeta venezolano sucede a Claribel Alegría en la XXVII edición del galardón


JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS
Madrid 11 MAY 2018 - 13:57 COT

“Humilde, silencioso y rebelde”, así se autorretrató en un poema el venezolano Rafael Cadenas, que acaba de obtener el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Convocado por Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca, el galardón se ha convertido en el más prestigioso del género en los países de lengua española y portuguesa. Cadenas toma el relevo este año de la nicaragüense Claribel Alegría, que lo obtuvo el año pasado, meses antes de fallecer.

Antonio Colinas / Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana


Antonio Colinas, premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.  Antonio Colinas, este miércoles en Valladolid / JAVIER ÁLVAREZ


Antonio Colinas

Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana

El poeta español obtiene el máximo galardón de poesía en lengua española


WINSTON MANRIQUE SABOGAL
Madrid 19 MAY 2016 - 09:44 COT




“Me he sentado en el centro del bosque a respirar.

He respirado al lado del mar fuego de luz.

Lento respira el mundo en mi respiración”.

El temblor de la vida siempre ha acompañado a Antonio Colinas y lo ha plasmado en versos como estos. El entonces niño que un verano se abismó a la muerte por una enfermedad y el joven que a los 16 años empezó a conquistar su porvenir al escribir su primer poema. Estaba en Granada. 54 años después de aquel fulgor que no ha cesado, Colinas recibe ahora el 25º Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el más importante de su género en lengua española y portuguesa.

jueves, 18 de mayo de 2017

Claribel Alegría, de 93 años, gana el Premio Reina Sofía de Poesía


Claribel Alegrìa

La poeta nicaragüense Claribel Alegría, de 93 años, gana el Premio Reina Sofía de Poesía

El reconocimiento tiene una dotación de 42.100 euros, además de la edición de un poemario antológico del galardonado

CARLOS SALINAS
Managua 18 MAY 2017 - 13:04 COT




La poeta nicaragüense Claribel Alegría, de 93 años, gana el Premio Reina Sofía de PoesíaAmpliar foto

A sus 93 años, Claribel Alegría estaba todavía este martes profundamente dormida en su casa de Managua cuando su enfermera la despertó para darle la noticia de que le habían otorgado el premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, en su 26º edición, que reconoce el conjunto de la obra de un autor vivo y su aportación relevante al patrimonio cultural común. Lo concede la Universidad de Salamanca y el Patrimonio Nacional de España y está dotado con 42.000 euros.

martes, 19 de mayo de 2015

Ida Vitale / Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana

Ida Vitale


La uruguaya Ida Vitale, premio Reina Sofía de poesía Iberoamericana

La escritora, que en 2010 publicó 'Mella y criba', prepara un nuevo poemario.

Hace unas semanas fue galardona en México con el Premio Alfonso Reyes.



La poeta uruguaya Ida Vitale. / BERNARDO PÉREZ
La poeta uruguaya Ida Vitale, de 91 años, ha ganado hoy el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. 

Convocado por Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca y dotado con 42.100 euros, se trata del galardón más prestigioso de un género que la escritora ha simultaneado con la prosa, la traducción y la enseñanza. De hecho, actualmente vive en Austin (Texas), donde recaló en 1989 para enseñar literatura. Antes había pasado una década en México, donde hace unas semanas recibió otro premio grande, el Alfonso Reyes. La escritora lo considera su país de adopción desde que se instalará en él en 1974, cuando huía de la represión militar en Uruguay.
Pese a los avatares y mudanzas que han marcado su vida, la poesía de Ida Vitale se ha mantenido al margen de toda anécdota biográfica. Como suele repetir, no necesita más que una biblioteca y un aeropuerto para sentirse en casa. Así, desde que se estrenó en 1949 con La luz de esta memoria, sus versos han buscado la esencia, rozando el hermetismo pero sin perderse en abstracciones retóricas:Expectantes palabras, / fabulosas en sí, / promesas de sentidos posibles, / airosas, / aéreas, / airadas, / ariadnas. // Un breve error / las vuelve ornamentales. / Su indescriptible exactitud / nos borra”.
No es casual que el libro que la dio a conocer tardíamente en España se titule Reducción del infinito (Tusquets, 2002). Hace unos meses, a su paso por Madrid para formar parte del jurado del premio Loewe, Ida Vitale explicaba a este periódico su obsesivo método de trabajo: “A veces me sale un poema largo, más hablado de lo necesario, pero mi tendencia natural es abreviar. Aunque admiro profundamente a los que se dejan llevar por esa locura ingobernable, cada uno nace no con un guion sino con una escuadra a mano, y la mía es borrar y borrar. Corregir es como arreglar cajones: sacas lo que está de más".
Libros como Cada uno en su noche (1960), Oidor andante (1972),Parvo reino (1984) o Procura de lo imposible (1998) la han consagrado como una de los grandes nombres de la literatura latinoamericana contemporánea. Siguiendo la línea que lleva del barroco español al modernismo americano y pasa por el simbolismo francés, hace tiempo que Ida Vitale desbordó el marco de la conocida en Uruguay como Generación del 45, la de autores tan distintos Mario Benedetti e Idea Vilariño. Junto a la influencia que ejerció en ella la obra de dos de sus compatriotas, María Eugenia Vaz Ferreira y de Delmira Angustini, Vitale no pierde ocasión de reconocer el magisterio de dos enemigos íntimos: Juan Ramón Jiménez y José Bergamín. Al primero lo trató fugazmente cuando pasó por Montevideo. Del segundo fue alumna devota en clase de literatura durante el exilio que siguió a la Guerra Civil. “Era de los que decían: ‘Tienen que leer este libro’, y te lo regalaba”, recuerda la poeta, que tiene al autor español por uno de sus temas favoritos de conversación.
Hace cinco años la editorial Pre-Textos publicó Mella y criba, su último poemario hasta ahora. Ella afirma, sin embargo, que ya tiene otro -“otros, y eso es lo peor”- en marcha. Por lo pronto, tendrá que preparar la antología que tradicionalmente acompaña el premio Reina Sofía. Hoy se ha sumado a un palmarés en el que figuran ya autores como Antonio Gamoneda, José Manuel Caballero Bonald, Juan Gelman, Gonzalo Rojas, José Hierro, Nicanor Parra –todos ellos laureados luego con el Cervantes- , Ernesto Cardenal, Claudio Rodríguez, José Ángel Valente, Blanca Varela, Fina García Marruz, Nuno Júdice o María Victoria Atencia, galardonada el año pasado.
El jurado de esta edición estuvo compuesto por el presidente de Patrimonio Nacional, José Rodríguez-Spiteri Palazuelo, el rector de la Universidad de Salamanca, Daniel Hernández Ruipérez, y la citada María Victoria Atencia. El jurado lo completaron el director de la RAE, Darío Villanueva, Pilar Martín Laborda, Ana Santos Aramburo, José Manuel Mendes, Luis Antonio de Villena, Noni Benegas, Pilar del Río, Ana María Martins Machado, Luis Alberto de Cuenca, Miren Itziar Taboada Aquierreta, Miguel Ángel Recio Crespo, Carmen Millán de Benavides, María Angeles Pérez López y Javier San José Lera.


martes, 28 de enero de 2014

José Emilio Pacheco / La curiosidad del poeta

José Emilio Pacheco

La curiosidad del poeta

José Emilio Pacheco repasa su proceso creativo, y su exigencia lo lleva a compartir la afirmación: "En la poesía, lo que no es excelente es despreciable". El escritor mexicano publica un nuevo poemario, "La edad de las tinieblas". El 17 de noviembre recibirá en Madrid el XVIII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana


Hay una voz que emociona a los jóvenes mexicanos. Es la de un hombre de 70 años que conoció a Octavio Paz, a Luis Cernuda, a Vicente Aleixandre, a Max Aub, a Jorge Luis Borges. Hay un poema de 1967 que emociona a todas las generaciones de mexicanos. Se llama Alta Traición y dice así: "No amo mi patria. / Su fulgor abstracto / es inasible. / Pero (aunque suene mal) / daría la vida / por diez lugares suyos, / cierta gente, / puertos, bosques de pinos, fortalezas, / una ciudad deshecha, gris, monstruosa, / varias figuras de su historia, montañas / -y tres o cuatro ríos". La voz y el poema pertenecen a José Emilio Pacheco, pero más allá de lo extenso de su obra, de la importancia de los premios recibidos, lo que inspira la vida y la obra del último premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana se resume en una frase que intercala en la conversación: "Es muy curioso todo". Y es en la manera gozosa en que lo dice, en el deseo inagotable de aprender y en su forma de transmitir lo que sabe, siempre como un regalo, nunca como una lección, donde está el alma de José Emilio Pacheco, su conexión tan íntima con lo mejor de México.



-Qué casa más bonita.
-La queremos mucho.
La cita es a las nueve de la mañana, en su casa, para desayunar. José Emilio Pacheco estrecha la mano del periodista y en ese momento, fin del verano, ciudad de México, colonia de La Condesa, dos temores se sientan frente a frente. El del poeta a las entrevistas. El del periodista ante un sabio que odia las entrevistas. Después de un primer café de tanteo, y ante las primeras preguntas, José Emilio Pacheco decide confesar: "¿Ves?, encendiste la grabadora y enmudecí. Hay gente que tiene el talento para hacer entrevistas, pero yo carezco absolutamente de ese talento. Después de cada entrevista, me quedo pensando: ¿por qué no le dije esto...? Debería haberle dicho aquello otro... Ten en cuenta que yo estoy acostumbrado a escribir, a ver lo que pienso. Y si no veo lo que estoy diciendo, ¿cómo puedo pensar?".
Confesión por confesión, el reportero le cuenta que hasta la noche anterior no le llegó por correo electrónico su último libro, La edad de las tinieblas, que en España publica Visor. Y que fue abrir el archivo, empezar a leer los 50 poemas en prosa y sentir ternura con Bolotó, "el terror de las hormigas", miedo ante la mirada del insecto, "en la noche del insecto hay un minuto en que se pregunta a qué sabrá sentirse humano", nostalgia de aquella lejana tarde con aquella mujer, "nos llevamos tan bien que sin decirlo preferimos no volver a vernos...". Al apagar el ordenador, ya alta la madrugada, el periodista había desaparecido y se había convertido en uno más de sus rendidos admiradores. Cuando José Emilio Pacheco acude a alguna celebración literaria en México, los organizadores saben que habrá lleno absoluto, y que sus lectores no se conformarán con la delicia de escucharlo hablar, sino que querrán saludar al autor de Las batallas en el desierto, que se retrate con ellos, que les dedique un libro... Cuando se pregunta aquí y allá por José Emilio Pacheco, las respuestas coinciden: "¿Lo vas a entrevistar? ¡Qué suerte! Es una persona encantadora, un sabio como los de antes. Eso sí -bajan la voz-, ten en cuenta que José Emilio Pacheco odia las entrevistas". Pacheco se disculpa: "La paradoja es que a mí me gusta mucho leer las entrevistas, pero hay veces que me preguntan: ¿y usted qué intentó reflejar con este poema...? Ah, pues yo, no sé qué responder... Prefiero que hablemos tranquilamente y luego tú escribes lo que creas más conveniente. ¿Te he ofrecido ya café? ¿Qué poema me decías que te había gustado?".
Sin duda, uno de los poemas más sobrecogedores es precisamente el que da título al libro, 'La edad de las tinieblas'. En uno de los párrafos, José Emilio Pacheco describe así un quinqué: "Me intriga pensar en lo que han dicho mis padres: en el petróleo de la lámpara flotan reducidos a esencia bosques y dinosaurios de la prehistoria. Millones de años se han necesitado para humedecer la lengüeta de jerga que convertida en mecha soporta la llama. Una campana de cristal la protege y le permite iluminarnos. En el quinqué se consumen los restos fósiles de una vida improbable. La noche huele a luz carbonizada".
PREGUNTA. ¿Qué se siente cuando uno escribe una frase redonda, una frase definitiva como ésa? "La noche huele a luz carbonizada...".
RESPUESTA. Uno se siente muy satisfecho, sí, eso sí.
P. ¿Y cuando se percata de que un libro suyo publicado en 1981 -


Las batallas en el desierto-
tiene aún tanta vigencia que sigue siendo traducido, admirado por lectores de 16 años...?
R. Una gran satisfacción, sí, pero también alguna forma de humildad. Uno no tiene la intención de provocar ese efecto, es algo que tiene el texto. Porque uno siempre quisiera escribir bien y que las cosas salieran. Pero no salen...
P. ¿Es muy exigente?
R. Sí, guardo o destruyo mucho.
P. ¿Y cuándo sabe si un texto es bueno o malo?
R. Eso me costaría mucho decirlo. Tal vez uno sí tiene la intuición de lo que está bien. El problema es que es una intuición provisional, porque después de que sale el libro sigo corrigiendo... Soy un horror para los editores.
P. A propósito de los versos, usted cuenta en La edad de las tinieblas:
"Los veo formarse indefensos y salir en busca de alguien que los resguarde. La inmensa mayoría les da la espalda. Cuando ellos se acercan las personas desvían la mirada y hacen como si los versos no existieran". ¿Cuándo decide que sus poemas están listos para subir al metro y vencer "la hostilidad, el desprecio o cuando menos la indiferencia de los pasajeros"?
R. No hay ninguna regla. Podemos ver poema por poema, y te diré: "Mira, éste me costó un trabajo infinito, un trabajo de años". Y otros, en cambio, salen prácticamente de primera intención. Es muy extraño...
P. ¿Y ni siquiera la experiencia sirve?
R. Para nada, al contrario. Con 20 años piensas que tal vez un día llegues a escribir con una facilidad, con una certeza y un conocimiento... Y no, nunca. Siempre es por primera vez, siempre. Y, además, la mayoría de las cosas salen muy mal. La mayoría de los textos que haces son malísimos, para que uno te salga bien necesitas hacer 50 muy malos.
P. Tan malos no serán...
R. Sí, sí. Mayans, un neoclásico del siglo XVIII, decía: "En la poesía, lo que no es excelente es despreciable". Y tenía razón.
P. O sea, que hay pocas cosas más espantosas que un poeta malo...
R. Sí, sí, y además hay otra cosa: ya nadie admite la crítica. Eso se acabó con los cafés. Hay que acostumbrarse de nuevo a que la gente no esté de acuerdo en todo contigo, que no te diga que todo lo que escribes está bien. Porque si yo ahora le digo a alguien: oye, no me gustó... No lo acepta. Eso es impensable ahora.
P. ¿Cómo agrupa los poemas?
R. Se van haciendo y de repente digo: aquí hay un libro, pero nunca me he propuesto escribir un libro de poesía. Ésa es una cosa muy singular que tenía Pablo Neruda. Que Pablo Neruda decía: voy a hacer un libro. Y entonces lo hacía. No iba reuniendo poemas. Por ejemplo, yo digo que Rubén Darío es un poeta de poemas, no de libros de poemas. Rubén Darío hace poemas, nunca piensa en el libro, y Neruda sí.
P. Por cierto, ¿es verdad que usted no quiso conocer a Pablo Neruda?
R. Sí, porque yo qué le iba a decir a Neruda, prefería leerlo. Me dijeron: esta noche va a estar aquí Neruda (supongo que rodeado de otras 800 personas). Y qué le iba a decir yo: buenas noches, señor Neruda, me gustan muchos sus poemas...
P. Neruda, Cernuda, Aleixandre... Los conoció a todos...
R. Los conocí a todos por cuestiones de edad. Sobre todo a la gente de los sesenta. La influencia de la literatura española en México fue muy grande. Hay que tener en cuenta que el exilio fue una catástrofe humana, pero a la vez una bendición cultural y de intercambio. Yo nazco en el 1939, y por tanto toda mi vida pasa al lado del exilio. Hay dos escritores que tuvieron mucha importancia en México: Max Aub y Vicente Aleixandre... Vicente Aleixandre escribía una carta a cualquier poeta hispanoamericano que le mandara un libro. Recibí muchas cartas de Aleixandre, pero cuando estuve en Madrid en 1968 no me atreví a ir a Velintonia. Jamás lo vi en persona. Y los libros españoles llegaban a casa de Max y uno podía leerlos. Él fue realmente un vínculo muy importante. Me da mucho gusto que ahora se le esté haciendo justicia a Max.
P. Hasta no hace mucho era prácticamente un desconocido en España.
R. Sí, y aquí también. Es lo que suele pasar con una obra tan vasta y tan variada. De hecho, él tiene una frase muy buena: el hombre orquesta nunca alcanzará la notoriedad del solista.
P. Da la impresión a veces de que antes, en los tiempos de las cartas y los barcos, había más contacto entre las dos orillas que ahora, con el correo electrónico y el avión..., que ahora hay más distancia.
R. Sí, pero es precisamente por lo contrario. Porque hoy todo está más a la mano. ¿Cuántas veces voy yo al castillo de Chapultepec o al Museo de Antropología? ¡Nunca! Porque me quedan a unos minutos de mi casa. Si en vez de vivir aquí viniese a México de visita, estaría allí ahora mismo. Es lo que pasa también con Internet.
A José Emilio Pacheco le apasiona la riqueza del español. Se puede pasar horas hablando -y disfrutando- de las distintas maneras que tiene nuestro idioma de nombrar la misma cosa. "Yo creo que hay que respetar. ¿Por qué la gente de Santiago de Chile o de Tegucigalpa va a hablar como yo? No tiene ninguna razón. El castellano es de Castilla, pero en México hablamos español porque está hecho de todas las Españas. Camilo José Cela y Francisco Umbral o Miguel Delibes escriben en castellano, pero yo no puedo escribir en castellano. Yo escribo en español".
P. ¿Y se puede traducir del uno al otro?
R. Claro, no seamos demasiado puristas en esto. El traductor debe traducir para su comunidad lingüística inmediata. Sólo hay que fijarse en el teatro. Las obras de teatro se adaptan hasta por regiones. Hay muchas palabras que se utilizan en la Ciudad de México que no se dicen en Monterrey o en Mérida. Y se tienen que adaptar. Por ejemplo, cosas tan elementales como la resbaladilla... ¿Cómo se dice en España?
P. El tobogán.
R. Pues en Nuevo León es el resbaladero. Había cuando era niño un artículo del Reader's Digest que se titulaba 'El inglés que usted no sabe que sabe', por todas las palabras similares, los falsos amigos o cuñados... Yo quiero escribir un libro que se llame El español que usted no sabe que sabe...
Y sobre eso hay una anécdota que viene a colación: "Vas a ver. Vino Borges, en 1973, nunca había venido. Era muy antimexicano Borges, y le dieron el Premio Alfonso Reyes. Regresa a Buenos Aires, lo entrevistan en La Nación y le preguntan cómo fue su viaje. Ah, maravilloso, respondió, estupendo, me trataron tan bien... ¿Y qué fue lo que le gustó? Todo, las pirámides de Teotihuacán... Pero más que nada, yo pensé que a los 74 años yo hablaba castellano, y aprendí un verbo mexicano que me encanta, y que ahora uso todo el tiempo, que es platicar. Entonces, la próxima vez que vi a Borges, le dije: es inconcebible, porque quién sabe qué pasó en el mundo hispánico que hacia 1930 desapareció de todas partes excepto de México platicar. Y le añadí: platicar está en toda la literatura medieval, está en toda la literatura del Siglo de Oro, del siglo XVIII, del siglo XIX y está en sus libros... Y él me decía, no, es que platicar es conversar. Y yo le respondía que no. En este momento tú y yo estamos platicando, si estuviéramos ante la televisión estaríamos conversando. Platicar es una cosa privada. En España es charlar. Pero a mí, para mi habla de la Ciudad de México, charlar es un cultismo de platicar. O poniendo como ejemplo otra palabra: en Guanajuato, aguardar es lo normal y lo culto es esperar, para mí no. Para mí suena más raro estoy aguardando. Fíjate, en el mismo país, ¿no te parece maravilloso?".
P. Yo soy de Sevilla y allí se utiliza mucho convidar en vez de invitar, y en el resto de España no tanto...
R. Ah, convidar es muy de México. Te puedo convidar a un café... O, mira, la primera vez que yo llegué a Bogotá, me dijeron: ¿no le provoca un tintico? Y yo le respondí, no, no bebo antes del almuerzo... Y resulta que un tinto es un café... Pero, además, aquí provocar se perdió. En el habla de mi infancia, provocar es tener ganas de vomitar. Qué curioso es todo. ¿Tú entonces crees que el andaluz es el origen del habla de América...?
P. A tanto no soy capaz de llegar, pero sí es verdad que en México se encuentran en perfecto estado de salud palabras que en España ya están muertas y que en Andalucía sólo están moribundas...
R. Pues a mí me han dicho ingleses que la misma impresión tienen en Estados Unidos. Por ejemplo, a ti qué te sale más natural, ¿estrecho o angosto...?
Sobre la mesa hay una foto que acaba de cumplir 50 años. En ella están, sentados en el suelo y en animada conversación, José Emilio Pacheco, Sergio Pitol y Carlos Monsiváis. Los tres escritores, los tres mexicanos, los tres supervivientes de una época que ya sólo queda en la memoria. Dice José Emilio Pacheco: "Antes de la inseguridad, esta ciudad era muy agradable. Por eso se vino a vivir aquí García Márquez, tanta gente. Yo conocía a los cineastas, a los pintores... Ahora no conozco ni a los escritores. Entonces se podía vivir en la calle. Yo acompañaba a Monsiváis a su casa y de regreso él me acompañaba a mí". Hay en La edad de las tinieblas un poema en prosa, titulado 'A la extranjera', en el que Pacheco llora a México perdido: "A usted le duele esta ciudad que también ha hecho suya y lamenta ver cómo la hemos destruido y la seguimos arrasando. No entiendo sus razones para amar un sitio desesperante y sin esperanza. O tal vez existe la esperanza porque usted se encuentra aquí una vez más y llena de luz otra estación sombría.
Nací en un lugar que se llamaba como éste y ocupaba su espacio. Ahora también en mi suelo natal soy extranjero en tierra extraña. Ya no conozco a nadie ni reconozco nada. Usted, en cambio, no es extranjera en ningún lado. Usted es de todas partes como la música.
Por favor, no se vaya. No se lleve al partir un fragmento de luz entre el desierto pardo y la barbarie que por codicia y estupidez hemos engendrado".
Han pasado dos horas. José Emilio Pacheco sale a la puerta de su casa a despedir al invitado. Unas muchachas que pasan por la acera de enfrente lo reconocen y sonríen. A finales de noviembre, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, mil jóvenes se reunirán con Pacheco para celebrar su 70º aniversario. Porque su poesía "es de todas partes como la música". Porque en México aún se ama a los poetas más que a los futbolistas. Porque aquí "tal vez existe la esperanza".
-
También recibirá un homenaje en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México), que se celebrará del 28 de noviembre al 6 de diciembre (www.fil.com.mx/).

La edad de las tinieblas. José Emilio Pacheco. Visor. Madrid, 2009. 113 páginas. 18 euros. El poeta recibirá el XVIII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericanael próximo 17 de noviembre en el Palacio Real y con tal motivo la Universidad de Salamanca y Patrimonio Nacional publicarán la antología Contraelegía (edición y prólogo de Francisca Noguerol. Salamanca, 2009. 352 páginas. 20 euros).

EL PAÍS



miércoles, 27 de noviembre de 2013

Nuno Júdice / Me obligo a escribir todos los días, como un oficinista

El escritor portugués Nuno Júdice posa en un parque de Lisboa, Portugal, el 18 de noviembre del 2013. / FRANCISCO SECO

Nuno Júdice: “Me obligo a escribir todos los días, como un oficinista”

El catedrático portugués recoge hoy el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en el Palacio Real de Madrid

'Devastación de sílabas' es la antología poética de Júdice que ha editado la Universidad de Salamanca y Patrimonio Nacional


Nuno Júdice nació en 1949 en Mexilhoeira Grande, en el Algarve, y se aficionó a la poesía, antes de leer, oyendo a los actores portugueses recitar en la radio en su pueblo en los cincuenta. Después saqueó la biblioteca familiar y más tarde descubrió con asombro el verso libre de Álvaro de Campos, uno de los heterónimos de Pessoa. De ahí no salió. Publicó su primer libro de poesía, A Noção de Poema,en 1972. Desde entonces ha escrito, a un ritmo constante y espectacular, más de 30 volúmenes poéticos, una decena de novelas, otra de ensayos y cuatro obras de teatro. Concibe el escribir como un trabajo y cada tarde, cuando ha terminado las clases de Literatura en la universidad y los artículos que le dan de comer, se sienta a una mesa silenciosa de su casa de Lisboa y se pone a trabajar, solo, feliz. Habla poco, siempre en voz baja. Es tímido. Hoy recibe el de manos de Doña Sofía el XXII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y se publica su antología poética Devastación de sílabas, con selección e introducción de Pedro Serra y traducción de José Luis Puerto (editada por Universidad de Salamanca y Patrimonio Nacional)
 Pregunta. ¿Es difícil ser poeta y catedrático de Literatura?
Respuesta. Hay países en los que esa coexistencia es difícil, como en Francia, donde los poetas universitarios, por así decir, no son vistos como “auténticos”. En Portugal, curiosamente, los grandes del XX fueron profesores de Literatura, como Jorge de Sena. A mí me obliga a convivir con la literatura. Aunque muchas veces evito enseñar poesía a fin de no tener que desarmar los poemas en clase para verles las costuras.
P.¿Es verdad que Portugal es tierra de grandes poetas y no tan grandes novelistas?
R. Eso procede, por un lado, de que hasta hace pocos años, solo Luís de Camões y Pessoa, dos poetas, habían salvado las fronteras. Solo Saramago lo ha vuelto a hacer recientemente. Y también de la idea romántica de que la poesía y la saudade caracterizan nuestra identidad.
P. Hay quien añade a esa esencia portuguesa la resignación.
R.Tiene que ver con dos hechos históricos: la Inquisición, que duró tres siglos, y la dictadura, que duró 50 años. Ambos marcaron negativamente la creatividad. Aunque creo que las generaciones más jóvenes se comportan de un modo diferente.
P. Pero usted ha dicho que los portugueses han sido muy tolerantes con esta crisis…
R. Aludía a esa resignación, pero también al hecho de que Europa ha sido durante muchos años el sueño portugués y ahora nos es difícil liberarnos de esa utopía.
P. ¿Y qué debe hacer la literatura frente a todo esto?
R. La literatura portuguesa siempre tuvo que ver con la evolución social del país. Se echa de menos eso. La literatura es la mejor manera de que perduren determinados hechos.
P. Pero los periódicos se encargan de consignarlos.
R. Sí, pero la literatura da una visión personal, subjetiva. Problematiza un acontecimiento, va más allá del registro documental.
P. ¿Y la poesía? ¿Cómo influye esta realidad apabullante que se vive hoy en Portugal?
R. Yo crecí con la dictadura. Y existió, antes de mi generación, una poesía militante, muy política. Nosotros reaccionamos contra eso. Pensábamos que una poesía que nacía en una circunstancia política perdería el sentido una vez desaparecida. Por eso mi poesía, siempre ha tratado de ser algo más universal. Aunque, bueno, es evidente que la realidad tiene que pasar por ahí. Pero siempre busco que el poema trascienda ese puro hecho que lo inspiró.
P. ¿Y por qué tantos poemas sobre la poesía misma?
R. Eso siempre ha estado en mí. Por lo menos hasta el final de los años ochenta. Después mudé algo. Pero siempre me he interrogado sobre qué es un poema, entendiendo como poema ese objeto vivo que perdura en la mente del lector. La poesía que muere una vez leída, esa poesía seca, formal, es un objeto interesante, pero no pasa de eso. El poema tiene que dirigirse al lector como algo esencial y transformarlo, hacerle ver las cosas de otra forma.
P. ¿Cómo decide escribir poesía o novela?
R. Por lo general escribo siempre poesía. Es mi actividad más constante. La novela necesita una historia, un punto de partida con el que seguir. Y, por ejemplo, ahora no tengo ninguno. La novela no es en mí algo natural. En el fondo, en mis novelas hablo de cosas que conozco, son una suerte de memoria ficcionada, de diario novelesco.
P. ¿Cómo consigue escribir tantos libros de poesía?
R. Me obligo a escribir todos los días, como un oficinista. Escribir es mi vida. Me gusta hacerlo, no vivo de eso, pero es mi manera de ser.