The Paris Review es una fiesta
Por Rodrigo Fresán
Letras Libres, noviembre de 2004
"No está nada mal cumplir cincuenta años junto al descubrimiento del ADN y la galletita marca Oreo", sonrió George Plimpton el año pasado durante los festejos por el medio siglo de The Paris Review. El neoperiodista, novelista, habitual cameo (apareció tanto en Lawrence de Arabia como en un episodio de Los Simpson), alguna vez pitcher de beisbol, golfista curtido, biógrafo oral de Edie Sedgwick y Truman Capote e insuperable relaciones públicas, Plimpton —uno de los miembros fundadores y bohemios en la Ciudad Luz, junto a William Styron y Peter Matthiessen entre otros, de esta ya legendaria publicación trimestral con un tiraje de diez mil ejemplares, a menudo en problemas financieros y rescatada del cierre por un hijo del Aga Kahn— murió poco después. Murió mientras dormía en el piso alto de la misma casa donde se edita la revista, con la tinta todavía fresca en el sustancioso contrato de su muy esperada autobiografía, pero habiendo dejado a punto un contundente volumen celebratorio donde se destilan cinco décadas de esta revista con formato de libro que suele recibir veinte mil manuscritos originales al año con ganas de salir del cajón de los inéditos. Cuatro editoriales lucharon a brazo partido y cheque entero por el monstruo de más de setecientas páginas y finalmente se lo quedó Picador. El libro salió a la venta el año pasado con un título tan largo como apropiado. Aquí viene, tomen aire, lean: The Paris Review Book of Heartbreak, Madness, Sex, Love, Betrayal, Outsiders, Intoxication, War, Whimsy, Horrors, God, Death, Dinner, Baseball, Travels, the Art of Writing, and Everything Else in the World Since 1953. Y aquí lo tengo, desde hace meses junto a mi cama. Inagotable y perfecto para consumir en dosis homeopáticas. Un libro que es lo más parecido a la portada de Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band. Están todos los que tienen que estar —vivos y muertos e inmortales—, representados en relatos, poemas y fragmentos cuasi aforísticos de entrevistas: Faulkner, Nabokov, Hemingway, Auden, Borges, Cheever, Capote, Mailer, Márquez, Munro, Roth, Irving, Paley, Pinter, Naipaul, Updike, Erdrich, Franzen, Levi, Sontag, Lethem, Moody, McEwan. Y claro que alguien extrañará a alguien. Pero ésa es la función secreta de las antologías: generar oscuros dobles fondos, luminosa antimateria, nuevas antologías fantasmas donde se reúnen los que faltaron a la cita y los que no fueron invitados.