COLOMBIA EN LA FERIA DEL LIBRO DE GUADALAJARA
COLOMBIA EN LA FERIA DEL LIBRO DE GUADALAJARA
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Aquella primera vez me emocionó el viento y me sobrecogió la peladura de las montañas. Salpicada de iglesias, a menudo visitada por la niebla y la lluvia, Pamplona estaba en el fondo de una taza de montañas raspadas. Hasta los perros, muertos de indiferencia, se aburrían. Palomas hambrientas. Un ciego con la mano estirada. Señoras de negro. Un niño se me acercó y me preguntó de dónde venía. Quería saber cómo era mi pueblo y no acerté a explicarle. El niño sólo conocía a Pamplona, y Málaga era muy distinta, tibia y toda empedrada, atravesada por pájaros escandalosos. El niño, que nunca había salido de Pamplona, se aburrió pronto y se fue. No lo olvidaría en el resto de mi vida. Todavía recuerdo que me preguntó si mis zapatos eran nuevos. Le faltaba el meñique de la mano izquierda pero no me atreví a preguntar. "Me lo arrancó una bruja", dijo, cuando se dio cuenta de que no podía apartar la mirada.
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Estaba feliz con las revistas y ya no me importaba regresar a casa desde Pamplona cuando papá dijo que visitáramos al viejo Manuel, su maestro. No sabía de quién hablaba y por el camino me explicó algunas cosas. El viejo lo acogió en su casa después de una paliza de misia Candelaria, mi abuela, y le enseñó el oficio de la herrería mucho antes de que yo naciera. Papá con los costales y yo con el maletín, subimos por las gradas de una calle de tierra cruda, maltratada por los caminos del agua, entre perros malhumorados y niños con el ombligo al aire. Papá espantó una gallina que pretendía picotearme el maletín. "En diciembre te compro la bicicleta", dijo. Entonces vi las cometas, alborotadas y llenas de colores, y agosto entró a mis pulmones. Quise que los meses pasaran volando.
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Al anochecer, del fondo de la casa vino una muchacha negra, como recién bañada, descalza, que el viejo presentó como su mujer. Le palmoteó las nalgas, riéndose. "Soy un dragón viejo pero todavía boto candela", dijo, alborozado, y la negra nos enseñó el resplandor de sus dientes. Papá lo acusó de viejo sinvergüenza. Yo nunca había visto una negra tan bonita.
1Papá acostumbraba llevarme en sus viajes. Recuerdo la impaciencia, el cosquilleo de la noche anterior, mamá alistando la ropa, su cara enrojecida de soplar la plancha, el chisporroteo del carbón como el inicio de una fiesta que nadie festejaba. Quería dormir porque, al abrir los ojos un instante después, papá daba los últimos toques al bigote con unas tijeras de muñeca, y eran las cuatro de la mañana. Me vestía con la ropa de los domingos, me lavaba la cara casi a la manera de los gatos y me peinaba con los dedos. Álvaro y Adelaida, mis hermanos, seguían dormidos. A veces hablaban en sueños, y peor aún: Álvaro decía cualquier cosa y Adelaida le contestaba y se reían con ganas, hasta que mamá se levantaba y les daba un pellizco para que dejaran dormir.
Venía de una larga herida, por casi una semana, para el placer de un hombre ajeno. En una ciudad revuelta y violenta, amasijo de historias y traiciones, sólo eran dos destinos que se cruzaban fugazmente en el territorio neutral de un hotel barato.
19 de mayo de 2023
Mi amiga Isabel Barragán está tendida bocarriba bronceándose sobre una reposera junto a la piscina de su casa en El Poblado. Toples. Tanga como una seda dental. ¿No te parece que mi cuerpo es una grosería?, dice de repente y me señala la exquisita simetría de su figura. ¿Y tu marido?, pregunto antes de contestar. Está en la finca.
El esposo, Laureano, o sea, Nano, acá entre nos, es ganadero de nueva generación. ¿Mafioso? No. Estudió Zootecnia en Luisiana y sólo le importan las vaquitas: estabulación, inseminación artificial, engorde placentero. Bueno, a Isabel también la quiere…
Bajo el quitasol en donde encubro mi bochorno corporal hay una mesa de plástico con bebidas y mecato. También un libro: tiene una portada tan perturbadora como la misma Isabel. Se llama Muertas de amor, Tusquets Editores, y es la más reciente publicación de un autor con nombre y estilo de ganador, Triunfo Arciniegas. Ya lo leí, exclama Isabel y se reacomoda en la playera.
Son 22 cuentos o relatos, escritos o reescritos hace dos o tres décadas, una colección de ordalías de amor y deseo, hambre o sed de lujuria, dice sin vacilación. Y añade: Están narrados con una combinación de preciosismo y meticulosidad en la que sobresalen la inteligencia, el humor, el desparpajo y un erotismo abrasador, exquisito, perenne o, a la vez, fugaz. ¡Guau!, digo, descrestado con Isabel.
Emocionada, ella se incorpora y yo, gloria a Dios, disfruto su esplendor. No hace caso a mi avariciosa mirada de enamorado. Cada texto es mejor que el anterior, dice mientras se esparce bloqueador solar sobre los senos pluscuamperfectos. Cierto, balbuceo. Vuelvo a tragar saliva y digo no sin arrojo: Amoríos de jovencitas que se desviven por perder el virgo con hombres ya maduros, canas arriba, ganas abajo. El entierro de un payaso con una parranda descomunal en la que los dolientes olvidan el cajón con el muerto por andar bebiendo, tirando pólvora o follando. Crímenes de mujeres encoñadas que no vacilan en disparar cuatro, cinco o seis balazos contra sus amantes o examantes para librarse del despecho, la angustia del dolor o la pena del abandono.
Ahora la que dice ¡guau! es Isabel. Las historias transcurren entre Málaga y Pamplona, en los Santanderes, por carreteras tortuosas, páramos desolados o pueblitos viejos aún con el encanto del tren, y ríos o bosques para esconderse y descubrir la esclavitud del sexo.
Isabel va desgranando apartes del libro. Memorias del viaje de un niño con su padre herrero, ternuras reprimidas o desfogadas sin alardes, tirantes relaciones entre hombres de 40 años y muchachitas de 19, Melissa Walter, “semen y lágrimas”, “tristes animales del deseo”, látigos para “rugir de dicha”, “la muerte quema los recuerdos”, un listado de mujeres digno de Bukowski, boda y suicidio de un escritor paisa, el excelso delantal excelso.
No sin esfuerzo logro desentenderme de Isabel. Estas Muertas de amor es otro librazo de Arciniegas, Triunfo, pienso. Desde la reposera, Isabel me alcanza a leer la mente. ¡Mero golazo!, exclama y dichosa se voltea y voltea bajo la resolana.
Rabito: “De pronto se me ocurrió decirle:
—Tengo un conejo que quiero que veas.
Lo llevé de la mano al fondo del solar, más allá de la casa del perro que se nos murió de viejo, detrás del durazno. Me quité los calzones y me subí el vestido.
—Haz lo que quieras —dije”.
Triunfo Arciniegas. “Altagracia”, en Muertas de amor. Tusquets Editores, abril de 2023.
Triunfo Arciniegas |
Triunfo Arciniegas es un imaginador, un bebedor de relámpagos, un enamorado del lenguaje que, asegura, toda la vida se ha dedicado con fervor a las palabras y a las historias, tanto como lector, como escritor.
Arciniegas es un escritor colombiano licenciado de la Universidad de Pamplona, se especializó en traducción de texto de la misma, y es Magister en Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, con la tesis titulada La seducción de la escritura: apuntes personales sobre el proceso de la creación literaria.
La timidez lo hizo solitario y la soledad lo hizo escritor. Sus primeros cinco hermanos y él nacieron en Málaga, Santander, pero luego su padre decidió que se fueran a vivir a Pamplona, y en Málaga se quedó su abuela.
El escritor procuró remediar la ausencia de su abuelita con cartas, y esas cartas a la abuela lo convertirían finalmente en escritor. Si no tenía nada para contarle, se lo inventaba. Así comenzó ese oficio de contar mentiras que es la literatura.
— ¿Cuántos libros tiene a la fecha y cuántos más pensaría en publicar?
— Le cuento de los últimos. “Querida Lucy” es el número 66, un libro que he trabajado muchos años, tratando de hacer un diamante de un profundo dolor. “Esopo dijo que era el burro”, el número 67, es cosecha de pandemia y estreno para la Filbo 2023. Ambos para niños, por supuesto. Con “Muertas de amor” completo 68 libros publicados. No puedo decir cuántos libros más publicaré. Ojalá sean más de cien. Ojalá la vida me alcance. Por ahora, tengo unos cuantos guardados que esperan con ansia al editor.
— ¿Cuál es su género favorito para la creación literaria?
— Me va bien con el cuento. Raymond Carver es grandioso y sólo publicó cuentos. Cuentos y poemas. Pero nunca una novela. Chejov me importa como cuentista y no como dramaturgo. Maupassant es maravilloso como cuentista y aburrido como novelista. Rulfo es absolutamente genial en ambos campos. Lo mismo pasa con García Márquez. Alice Munro es una cuentista grandiosa. Borges, el más grande de todos, nunca publicó una novela.
— ¿Y para la lectura?
— Diría que la novela. Por la continuidad. Por la fascinación que crean los personajes. Porque mientras se lee una novela hay una especie de convivencia. Si hablaramos en términos de Netflix, exagerando la nota, podría decirse que el cuento es una película, y la novela, una serie. En el siglo XIX, las novelas se publicaban por entregas, como series precisamente.
— ¿De qué va “Muertas de amor”?
— Son veintidós historias de personajes atormentados por el amor, el deseo, el dolor, la desesperanza. Historias crudas, duras, escritas con delicadeza, con el placer de la sintaxis. Le puedo adelantar unos asuntos: el gozoso entierro de un payaso, la disparatada boda que remata un encuentro de escritores de provincia en la frontera, la pasión de un fotógrafo por la dueña de un delantal, las noches y los días de una familia que se deshace como pan en el agua, la incertidumbre de un libro que se transforma en cada lectura, una mano abandonada en un bosque y la agonía de una muchacha embriagada por olor de hombre y la belleza de un conejo. Ahí van siete. Quedan quince.
— ¿Con qué fin publica este libro?
— He trabajado en este libro más de veinte años y ya es hora de darle cierre. Publicar es una manera de apartarse del libro. He tenido suerte: Tusquets ha hecho una edición preciosa. Y tengo la suerte de que Juan David Correa, el editor, haya escogido una fotografía mía para ilustrar la tapa.
— ¿Cómo hace para escribir exitosamente libros para niños y para adultos?
— Es curioso. Roald Dahl, a quien considero el mejor escritor de libros para niños del mundo entero, escribía cuentos magistrales para los adultos. Mis dos primeros libros no son para niños: El jardín del unicornio y otros lugares para hombres solos y Noticias de la niebla. También tengo un libro de poemas, Mujeres. Y una novela, Dulce animal de compañía.
Podría decirse que habito las dos caras de la luna: la luminosa y la oscura. Escribir para niños deja ciertos asuntos represados. Además, la sintaxis en la escritura para niños es simple y básica. Hay que recurrir a la narración lineal o los lectores se extravían. Así que quedan las ganas de retorcer el lenguaje y de navegar en aguas más oscuras y profundas.
— Octavio Escobar escribió: “El oficio literario no se improvisa, tampoco el empeño de conocer a las mujeres. Triunfo Arciniegas ha sabido perseverar en ambos propósitos”: ¿Cómo va con eso?
— Me va mejor con el oficio literario.
INFOBAE
Marzo llega con libro, como enero (Querida Lucy, cuya tapa les debo) y febrero (Esopo dijo que era el burro, en la maravillosa Cataplum).
Quien no ama un año así. Pero no hay que confundir el ritmo de publicación con el ritmo de escritura. Querida Lucy fue escrito en dos tandas: la primera en los años noventa y la segunda en los dos mil.
Esopo dijo que era el burro es cosecha de pandemia. Un encargo de la directora de Cataplum, María Fernanda Paz Castillo.
Muertas de amor se cerró entre 2004 y 2005. Es decir, para esa fecha, y producto de los quince años anteriores, ya estaba escrita la totalidad de las historias: veintidós. No he dejado de trabajar en este libro desde entonces. Tengo cincuenta versiones empastadas en mis archivos.
En 2007, con nueve historias y bajo el título de Mujeres muertas de amor, gané el Premio Nacional de Cuento Jorge Gaitán Durán. Las bases limitaban el paginaje. Más adelante, para la colección Palabras Rodantes, que se distribuye de manera gratuita en el metro de Medellín, se editaron diez ejemplares de Cinco muertas de amor. No había tierra para más. Las otras diecisiete se quedaron esperando el entierro. La selección y el prólogo estuvieron a cargo Luis Fernando Macías Zuluaga.
En 2019, otro amigo, Juan Diego Mejía Mejía, seleccionó ocho de estas muertas para la colección Debajo de las estrellas, de Eafit, la universidad paisa. El libro, que recogía algunas páginas de otros dos títulos míos, Noticias de la niebla y El jardín del unicornio y otros lugares para hombres solos, se llamó simple y llanamente Cuentos.
De manera que hasta ahora, en Tusquets, otro de los sellos de Planeta, se edita Muertas de amor completo, con todas sus muertas: veintidós. Y casi trescientas páginas. La foto de la tapa es mía. No me conviene decirles el nombre de la dueña de las piernas. Esa publicidad podría perjudicarme. La otra foto, donde poco me veo, también es mía. A estas alturas uno ya no está para mostrarse.
Laura Melisa Benítez y yo revisamos las pruebas una y otra vez, hasta el hastío. En estos días el libro entra a la imprenta y llegará a las librerías a finales de marzo o principios de abril. Para entonces, damas y caballeros, rompan la alcancía: tengo gatos que mantener. En la FILBO se hará el lanzamiento, por supuesto. Considérense invitados.
Y todo esto, finalmente, para que tengan idea de cómo y con cuánta terquedad se trabaja un libro.
1 de marzo de 2023