Si de mí dependiera, que no es el caso, no se debería hacer el Guggenheim Urdaibai (el proyecto actual mantiene emplazarlo en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, en Bizkaia, nde), en la manera que está concebido. Mi posición, según van transcurriendo los meses de hechos consumados y silencios, va variando del optimista “Sí, pero no así” (Viento Sur, 07/07/2023) a este actual desconfiado “No, salvo cambio de guion”. Y si no hay diálogo, quizás sea el prolegómeno de un “No, punto”. Y todo ello por varias razones.
Serios problemas, se mire por donde se mire
En primer lugar, el proyecto no responde a un interés general sino a un interés de parte (Fundación privada neoyorkina y algunas élites locales). Si de un interés general se tratara, las infraestructuras culturales pendientes y prioritarias en Euskal Herria deberían ser un Museo Vasco de la Historia y de la Sociedad y un Museo de la Industria. Claro que invertir en grandes infraestructuras tiene su coste. Lo paga la cultura creativa de a pie, mediante recortes subvencionales, dada la sangría de un gran equipamiento. Por eso hay que elegirlos bien. En el caso de Guggenheim– Urdaibai, en lugar de invertir en nuestra cultura, se invierte en redundancia poco innovadora y en aras a la internacionalización turística y de imagen. O sea, en principio, no necesaria y que podría tener su interés solo en unas condiciones que minimicen impactos.
En segundo lugar, una Reserva de la Biosfera, ya afectada por sus cuatro costados por la presión humana y constructiva –que no ha ido a más gracias a la Declaración de Reserva– no es el lugar idóneo para una iniciativa semejante. Responde a la lógica de mercantilización de los espacios públicos naturales, o sea, de apropiación privada de lo natural y lo comunitario. Tiene muchos boletos para convertirse en un regalo envenenado. Al incluirse una vía verde entre Gernika (centro de recepción para el museo, nde) y Murueta (lugar de emplazamiento del mismo,nde), podría convertirse más en una Marcha Verde de afectación a la Reserva, a lo largo de nada menos que 7 kms. El artículo del Plan Rector del Uso y Gestión de la Reserva relativo a “caminos de conexión”, no autoriza el uso de vehículos, salvo los autorizados y se ciñe a peatones, ciclos y no puede ser de más de 4,5 metros (no de 5). O sea, nada de vehículos eléctricos o carritos de golf o un tren txu-txu… Conlleva el riesgo de turismo masivo y que está en el ADN de la Fundación Guggenheim, por mucho que las instituciones públicas le puedan poner condiciones o cupos para el caso. Una Reserva no es un Parque Nacional, cierto, pero menos aún un parque temático.
En tercer lugar, es impresentable como panacea frente al largo declive económico de la comarca que describo en el libro “El declive económico de Busturialdea Urdaibai: dilemas y propuestas”(2021). Tal y como está concebido, tiene escaso factor tractor, nos mete en la senda de la especialización comarcal en turismo, a pesar de la tradición industrial y no puede tener un efecto económico significativo más que el derivado de un indeseado turismo de masas. Las instituciones no han adjuntado ya un Plan de Desarrollo Comarcal Integral, con base en industria de nuevo tipo, comprometiendo fuertes inversiones en Busturialdea en los lugares idóneos para ello (Vega, Muxika, Bermeo…) que es lo que podría darle al proyecto Guggenheim, como acompañamiento, y siempre que se respetaran determinadas condiciones. Con la presencia de una Reserva y unos recursos humanos cualificados, el eskualde (la comarca de Busturialdea, nde) está bien situado en los dos vectores del cambio del modelo productivo mundial: la transición verde y la digitalización. Ni una palabra institucional al respecto… ni se le espera.
En cuarto lugar, en lugar de dar confianza a la ciudadanía local, la actitud institucional es la contraria. Como un tanque, va eliminando obstáculos jurídicos medioambientales y formalizando concursos y contratos para el inicio de toda clase de trabajos, sin establecer puentes de información y compartición con los afectados sobre el impacto en la marisma; o sobre el nivel de vida. Van a derribar ya Dalia (antigua empresa de cubertería situada en Gernika, ndt) sin asumir ni explicar por qué no amnistían a la parte valiosa del arquitecto Luis María de Gana; o sin aclarar quién paga el desmantelamiento de la empresa Astilleros, que busca hacer su agosto… Por cierto, ¿son los mismos que compraron muchos terrenos e intentaron, a finales de los 60, como Inmobiliaria Murueta, desecar la marisma e instalar un macropuerto deportivo?
Al contrario, se utiliza información filtrada a cuentagotas, sin base institucional, en Juntas Generales. No es, así, solo un problema de información sino de gobernanza, en este caso secreta, autoritaria, con nocturnidad, de hechos consumados y refugiada en la coartada de unos diseñadores neoyorquinos. Es una gobernanza impropia de un país democrático que presume de cercanía decisional. Busca dificultar la posible oposición, vistos los precedentes de Sukarrieta y Gaztelugatxe, con el resultado contrario: la genera. El PNV debería pensar que ese estilo ya le está pasando factura electoral.
En quinto lugar, la diana se pone en los edificios, los continentes, carísimos, en lugar de en los contenidos, y que no están ni en la ecuación. Ni se sabe de qué va. Ya se llenarán…. Es la absurda filosofía del proyecto, sabiendo además que la Fundación no está especializada en land art. Lo importante es la marca y los inmuebles. Dos (Gernika y Murueta) a falta de uno y el coste a escote público. 130 millones de euros de partida son los estimados por Cooper-Robertson solo para edificación. Ahí no se incluyen el acondicionamiento de los 7 kilómetros de paseo peatonal, ni los accesos ni la recuperación de los humedales –¿40 millones más?– ni la inversión posterior anual en exposiciones. –A diferencia de Bilbao, que tiene retornos económicos suficientes (turismo, hostelería, IVA, imagen..) derivados del más de millón de visitas anuales y el acompañamiento crucial de una ciudad renovada, en Busturialdea que, por fuerza, sería una sucursal con límites de recepción por tamaño y lejanía, presentaría déficits… no para el Guggenheim sino para las arcas públicas. Puestos a ello, cabría ahorrar en edificación, renunciar a la iconicidad, y apostar más por la atracción sostenible del entorno y de los contenidos.
En sexto lugar, el proyecto está sujeto a un círculo vicioso en lo urbano. Dará lugar a dos edificios singulares, seguramente bellos, llamativos y publicitados. No es seguro que tengan el éxito de masas de Bilbao –otros fracasaron como la Cidade de Cultura de Galicia o han tenido múltiples problemas como en Valencia– y, en ese caso, la gente se preguntará sobre el porqué del gasto. No es lo peor que puede ocurrir. Lo peor sería que tuviera éxito y generara un turismo de aluvión y experiencias efímeras que no podrían soportar ni Gernika ni el Corte ni Murueta. Una población de 16.000 habitantes no es como una ciudad y puede hasta cambiar su naturaleza. De población pequeña, encantadora, entrañable, simbólica, de carácter, avecindada y de conocidos, pasaría a ciudad turística, anómica, impersonal, de otro vivir, de rápido crecimiento, seguramente colapsada porque no está preparada para ello…
En séptimo lugar, la afectación social negativa puede ser importante en la zona, especialmente en Gernika, por el sacrificio real y las incomodidades que un equipamiento así puede implicar para los habitantes de Busturialdea: –encarecimiento de la hostelería, de la vivienda y de la vida, lo que perjudicaría la retención de la juventud en la comarca y beneficiaría a los propietarios rentistas, el último baluarte de una economía vencida y a los oferentes de pisos turísticos; usos intensivos turísticos de un espacio urbano y rural pequeño; impacto negativo desde el punto de vista sociolingüístico... Nada de esto ni de lo anterior está en la ecuación.
Por último, el modelo elegido descansa más en Murueta que en Gernika y eso trae problemas. Carece de sentido que se apueste por el modelo económico menos interesante (Murueta como enclave de entrar y salir) y de mayor afectación ambiental, cuando la justificación del proyecto era netamente económica (dar salida a la marca y favorecer la economía comarcal). Lo razonable hubiera sido centrarse en Gernika.
Estiman en 140.000 los visitantes al año. Podrían ser muchos más (o menos), vistas las modas arrasadoras. Son pocos si se comparan con los que reciben las playas de Laida y Laga; son parecidos a los que recibe Gernika –162.000 sin contar “último lunes de octubre” (masiva fiesta agrícola, ndt) ni eventos– aunque habría que sumarles los nuevos; pero ya serían demasiados si se soportan en el corte de la ría y en la zona marítima de Murueta. Esos 140.000 serían asumibles si, principalmente, los visitantes fueran a Gernika –Dalia– como sede central y los traslados a Murueta fueran preferentemente en tren, para exposiciones ocasionales y trabajos creativos de artistas en residencia –pero no serían asumibles tampoco en Gernika si fueran 300.000 o 500.000–.
Posición constructiva y condicionada
Ciertamente, no le sobran inversiones públicas a Busturialdea como para despreciar, sin más, una iniciativa potente y millonaria y sin pelear por reconducirla para que genere sinergias. Y es que no puede darnos igual la economía comarcal porque en ello va el futuro de nuestra juventud y la viabilidad de una comarca casi abandonada. La comarca requiere una sacudida económica para alterar 40 años de deterioro. La ecuación ecológica no es la única a considerar, ni mucho menos, pero sí es condición sine qua non para el resto. Somos guardeses de la Reserva. Sin embargo, tal y como está concebida según lo trascendido, la iniciativa podría traer más perjuicios que beneficios a la comarca, siendo la principal beneficiaria –una Fundación transnacional.
Ciertamente, a diferencia del desechado proyecto de Sukarrieta, no se destruye un edificio emblemático, sino que se recuperaría un solar en ruina industrial (Dalia) y se reutilizaría para una finalidad neutra un espacio de uso industrial (Astilleros de Murueta). Asimismo, la marca Guggenheim –ya integrada en el paisaje vasco e interiorizada como un activo en la opinión pública vizcaína–, podría interactuar con las otras marcas actuales (Gernika como Ciudad de la Paz y Urdaibai como Reserva de la Biosfera) siempre que encaje de modo amigable y dialogante, y no como amenaza desequilibrante que es lo que ya está ocurriendo. Arte, naturaleza, economía y paz, pueden generar sinergias, siempre que se respete a la naturaleza, y se tomen las decisiones en claves de democracia deliberativa.
Vistos los 40 millones comprometidos y condicionados por el Gobierno Sánchez para descontaminar los dos edificios previstos y el entorno de la Ría –y que no son para edificar– puede mejorar el impresentable estado actual de la Reserva de la Biosfera e incluso para afrontar los serios problemas de inundabilidad del Oka. Esa inversión para descontaminar –llamativamente procedentes del Gobierno de España– deja en evidencia la desidia de las instituciones vascas, durante 40 años de existencia de la Reserva (Unesco la declaró en 1984). Salvo la red de saneamiento, la situación es desastrosa en suelos, aguas, riesgos de inundabilidad y plantas exóticas. Y ni estaba prevista. Contradictoriamente, es una oportunidad para la descontaminación y saneamiento de Ría y estuario, pero no puede serlo al precio de un turismo masivo.
La Diputada Elixabete Etxanobe afirmó que se crearán “cerca de 700 puestos de trabajo y 39 millones de euros de retorno”. Asimismo, cabe que se produzca a medio plazo la atracción de lo que se denominan “clases creativas”, interesadas en vivir en un nuevo entorno de prestigio, en el que se crucen arte y naturaleza. También produciría un desarrollo de las sensibilidades culturales.
Aunque, como se ha dicho, ayudaría al comercio local, a la restauración, hospedaje y hostelería, no sería tanto un nicho de empleo inducido como un factor de atracción de trabajadores inmigrados. No generará, seguramente, mucho empleo en los perfiles cualificados dominantes entre la gente joven de la comarca, aunque sería interesante para guías de turismo, gestión, comunicación y algunos otros oficios.
No hay que tirar la toalla resignadamente ni instalarse sin más en el No, pero para ello hay que rebobinar y plantearse la cuestión de cómo se compaginan desarrollo sostenible, Reserva de la Biosfera y equipamientos culturales. Por el momento, en la combinación propuesta, no se ha acertado en absoluto. Se requiere otro modelo.
¿Cabe que algo que comienza como un interés particular acabe siendo de interés común? Es muy difícil con el talante institucional mostrado, pero no imposible si hubiera un cambio drástico de guion y se cumplen algunas condiciones. Claro que no parece el caso, visto que ya empiezan las adjudicaciones de contratos.
Las condiciones para un cambio de guion
Para que el proyecto sea asumible deberían darse, en mi opinión, cambios de guion.
a) La sostenibilidad de la Reserva en cuanto a la mejora del entorno y al régimen de turismo sostenible estaría por encima de cualquier consideración. –Se requiere un ritraje independiente que dictamine y vigile proyecto, ejecución e impactos.
- La aprobación de un Plan Socioeconómico Comarcal Integral, tanto para las áreas de Gernika y Bermeo, para acoger empresas industriales, agrícolas y de servicios y nuevos empleos cualificados, en clave de economía verde y digital. Mimar y promover el arte vasco, sin perjuicio del carácter internacional de las exposiciones y muestras que no alteren entornos (no vale cualquier land art).
- Revisar la centralidad del proyecto en favor de Gernika respecto a Murueta, priorizar el tren, con apeadero en el Astillero, y acotando el uso de la “vía verde”. Respetar el edificio de Gana.
- Un plan de vivienda joven para alquiler –y moratoria de pisos turísticos– que evite la gentrificación de Gernika y la expulsión de juventud precarizada.
- Mejora de viales hacia Gernika y hacia Bermeo.
- Se requiere un plan de apoyo extra al euskera por el impacto diglósico que sobre un área euskaldun vulnerable tendría esa internacionalización de sus relaciones económicas y servicios.
Sólo así. Y si no, solo cabe el no.
Ramón Zallo, catedrático emérito UPV_EHU
27/09/2023