La salida de Otegi de prisión es una magnífica noticia. Primero, porque nos repara colectivamente por algo que nunca debió ocurrir y que fue urdido por los enemigos de la democracia y de la normalización; y, segundo, porque ofrece una oportunidad -ya veremos si aprovechada- para remover el tablero vasco que ha estado trucado por la ausencia forzada del líder carismático de una importante corriente. Si el Barça es lo que es con Messi, y el Sinn Fein con Gerry Adams, Sortu y Bildu hoy no se entienden sin Otegi.
Ciertamente la Euskal Herria a la que le devuelven no es la misma que dejó. Ni como sociedad ni como agentes con sus relaciones de fuerzas ni como ciudadanía. Hoy está mucho más preocupada por lo social y se inclina hacia la izquierda según los sondeos, pero hay que recordar que toda la izquierda abertzale es de ese espacio. Igualmente cierto es que Otegi no ha vivido el aterrizaje discreto de Bildu en las instituciones, ni el hundimiento vasco de PSE y PP, ni la explosión electoral de un Podemos sin liderazgo ni gran arraigo social acá. Sí ha vivido la permanente capacidad del PNV para reinventarse como espacio central. Tampoco es la misma la Unión Europea de después del austericidio, ni España tras el huracán del PP, ni la Escocia y Catalunya desafiantes, ni la inmigración, ni el ISIS… Otegi no ha vivido socialmente esos cambios… pero tampoco ha estado en la estratosfera, sino encerrado en Logroño.
La bola que echó a andar, con Lizarra primero y en 2004 después, ha seguido girando pero, a falta de un fuerte liderazgo, ha circulado con más lentitud de la necesaria (el proceso Abian/1 se produce 5 años después del Zutik Euskal Herria!/2) hasta el punto de que en las últimas elecciones Bildu casi ni hizo campaña. Esos 6 años de ausencia podían haber generado nuevos liderazgos y “amortizar” a Otegi, pero no ha sido el caso. Asoma una nueva generación de líderes valiosos, pero el prestigio necesario para reconducir una dificilísima transición filosófica, programática y orgánica (para cambiar todas las coordenadas que han construido identidad, mentalidad, ideología y práctica política durante casi 50 años tutelados por una organización armada) y hacerlo de forma unitaria y ambiciosa, sólo la puede encauzar Otegi con un equipo fuerte. Esa constatación hace incuestionable su figura tanto dentro como, por eso mismo, fuera de la Izquierda Abertzale.
Otegi no representa el pasado sino el político-militante capaz de liderar el tránsito -y, ¡quién sabe! si el medio plazo- antes de entregar el testigo a otra nueva generación. Otegi -y su equipo intergeneracional- tiene, además, la pulsión de acabar la tarea que costó tanto hacer empezar por las resistencias numantinas de una ETA bocoiteadora (Loiola y T-4).
Personas que incluso reconocen y ensalzan su labor, corren el riesgo de teorizar sobre su amortización simbólica prejuzgando que inició el proceso de transformación abertzale pero ya no encajaría en la nueva etapa, puesto que los problemas y la mirada de la sociedad vasca han cambiado así como su juventud, y hay temas que se dan por amortizados: ETA, presos... Otegi simbolizaría una etapa a superar.
¡Discrepo! No fue el caso de Gerry Adams, quien lideró a los republicanos antes, durante y después. Ignoro si Otegi tendrá éxito o no en liderar Sortu y Bildu, pero tomo como excusa los míticos “Doce trabajos de Hércules” (salvando las distancias) para subrayar la complejidad de las tareas por venir y la necesidad de un liderazgo carismático, nutritivo y democrático en la izquierda abertzale.
Los tres primeros trabajos parecen ser: ayudar a la transformación de la Izquierda Abertzale para un contexto nuevo, manteniendo la unidad y revitalizando energías hoy en horas bajas; facilitar la definitiva hibernación de una ETA desconcertada por falta de cauces y de interruptores para apagar la luz; o intervenir como eventual candidato a las elecciones autonómicas para remontar el vuelo. Otegi concentra todos los boletos de inteligencia política, mirada estratégica y prestigio entre los suyos como para asumir esa primera triple tarea y hacerlo mejor que ningún otro. Por eso se le esperaba con expectación casi mesiánica.
Que la sociedad vasca sea otra, también significa verla como Heráclito pues no se ha salido de su cauce y siguen como problemas colectivos otros tres de los trabajos: la pacificación (el tema de presos es parte de la agenda colectiva aunque no esté en primerísima línea pero, a su vez, ignorarlo haría imposible un liderazgo abertzale y un nuevo tiempo para todos); el desencaje con España (que no haya una pulsión coyuntural independentista no quiere decir que, por la vía del derecho a decidir, no pueda ponerse en los primeros lugares de la agenda como ocurrió en Catalunya); y la agenda social (la de la Izquierda Abertzale ha tenido muchos déficits pero la experiencia programática y social de LAB pueden hacer más fácil su preeminencia en mejores condiciones de inserción en el tejido social que las de un partido como Podemos) y que incluye acuerdos estratégicos con algunas izquierdas del Estado Español, como dice Abian. Poner en primer plano esta sexta tarea es central para el espacio que pretende ocupar la Izquierda Abertzale transformándose en izquierda abertzale amplia.
Esa corriente cuenta con un background ideológico y de lealtad sacrificada,y hasta excesiva incluso en épocas de plomo, con distancias mínimas entre electorado, movilizados masivos, miles de simpatizantes activos y militantes. Redefinir eficazmente esos lazos, y los de bloque y alianzas, y sin un modelo clásico de vanguardia (inapropiado para una sociedad pacificada) sería el séptimo trabajo, sin que Abian haya definido claramente los modelos viables por los que se opta.
La recombinación de proyecto racional- emoción– mentalidad –ideología incluye la redefinición de la cuestión nacional en parámetros republicanos independentistas (o sea no nacionalistas clásicos, o si se quiere de nacionalismo cívico republicano) como los que ya han definido ERC y CUP, así como la redefinición de lo vasco en dobles claves sociales e identitarias. Este octavo trabajo permitiría una aproximación en clave moderna y de Bloque Histórico gramsciano, abierto a franjas sociales diferentes y a alianzas. Lo apunta Abian pero solo en esta segunda vertiente.
Con todo, el tema no es solo ideológico sino de estrategia transformadora o revolucionaria. ¿“Revolución democrática“ como apunta la “decantación independentista” y etapista de Abian?. ¿O socialismo democrático, rupturista e independentista como podría leerse desde el cambio social también en Euskal Herria?. Un noveno trabajo de definición que también interpela a la política de alianzas.
Ello supondría un nuevo modelo programático -décimo trabajo- centrado en una democracia radical, participativa y decisoria, pasando del hacer–hacer (puro movimiento, clásico en una izquierda siempre movilizada) a pensar para hacer ejerciendo un rol articulador tanto institucional como movimental (proyecto en desarrollo) lo que significa predefinir con detalle el país, el modelo institucional, las políticas concretas en todos los terrenos y la sociedad que se desean.
Desde ahí sería más fácil una perspectiva de gestión institucional -undécimo trabajo- para la que Bildu ya ha hecho un importante recorrido y que le puede congraciar con la ciudadanía menos ideologizada.
Espero que este artículo no lo lea Otegi; porque si lo lee el duodécimo trabajo será superar el sudor frío del agobio para estar a la altura de tanto reto que, para él y hoy por hoy, es más de orientar y representar una tarea que es de equipo y de compromiso colectivo de todas las izquierdas abertzales.
02/03/2016
Notas:
1/ Abian (“En marcha”) es el nombre del debate estratégico que ha puesto en marcha la izquierda abertzale. El documento base de ese debate está disponible en: http://www.ezkerabertzalea.info/
2/ Zutik Euskal Herria! Es el documento con el que se inició el cambio estratégico de la izquierda abertzale en febrero de 2010: http://gara.naiz.eus/paperezkoa/20100216/183290/es/Zutik-Euskal-Herria