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Los milagros en medio del desastre que ha sido la covid-19
La pandemia es sinónimo de muerte y tristeza, pero la obra de Carolina Caycedo es de esperanza,
Carolina Caycedo nació en Londres, estudió en la Universidad de los Andes en Bogotá, tuvo a su primera hija en Puerto Rico y a su segundo hijo en Los Angeles, donde está radicada desde hace unos años. En su brazo derecho tiene el tatuaje de una serpiente coral rabo de ají del Quindío, de donde son sus padres, pero que también representa la fuerza y el poder de la sexualidad femenina. Porque Carolina –esté donde esté– siempre está conectada con Colombia y con la tierra.
Una de sus obras más conocidas, sus Cosmoatarrayas, nacieron de un trabajo en comunidad en Colombia. Caycedo observó las consecuencias en la vida cotidiana de los habitantes de Gigante, Huila, con la construcción de la represa del Quimbo. La pesca desapareció, hubo un mortandad terrible de peces, pero sus habitantes se rebeleban; trataban de mantener sus tradiciones. Carolina vio en sus atarrayas una metáfora poderosa: encontró en cada una la sabiduría del tejido, de la pesca, del conocimiento profundo del río Magdalena. Vio –entre otras cosas– que las atarrayas eran un símbolo de su independencia económica y alimentaria.
Caycedo convirtió las atarrayas en docenas esculturas (‘cosmoatarrayas’ porque esconden toda una cosmogonía) que se han expuesto en varios países, en la Bienal de São Pablo, en el Pompidou y en el ICA de Boston. Y ese es el tono de su obra: un trabajo estrecho con las personas –en Colombia, en Brasil o en Guatemala– y una conciencia profunda de la naturaleza. Sus obras tienen tejidos o bateas para la extracción artesanal de oro. Toman como punto de partida fotos satelitales de los ríos que luego comparte con las comunidades para que tengan mayor conciencia de su territorio. En su discurso no habla de recursos naturales, sino de “bienes comunes”, algo que no se puede explotar sin ningún tipo de consideración.
La obra que hizo para EL TIEMPO y para el Mambo sobre la pandemia mezcla su visión del mundo con su vida personal. Caycedo tuvo a su bebé hace dos meses. No fue a ningún hospital. Dio a luz en su casa con una partera de Los Angeles. “Tener hijos es un conocimiento que cargamos y heredamos”, dice.
La pandemia, explica, se ha traducido en muerte. “No solo por la pandemia, sino por las cifras terribles de ambientalistas y activistas asesinados”. Y quería que, en medio de ese panorama desolador, la obra ofreciera esperanza. “Son mis manos y tengo los pies de mi hija y de mi bebé. La foto la tomó mi esposo. El tatuaje de mi mano izquierda me lo hice cuando nos casamos. Las tres estrellas eran él, mi hija y yo, pero ahora, con Niko, tengo que tatuarme otra estrella”.