Dominique Pelicot, el hombre que drogó a su mujer, Gisèle, durante casi un decenio para que fuera violada en su casa por multitud de desconocidos a quienes contactaba a través de internet, fue condenado ayer a 20 años de cárcel, la pena máxima, tal como pedía la Fiscalía. Así concluía un juicio sin precedentes en la historia, tres meses y medio de testimonios y pruebas de una dureza inaudita, chocante, que han conmovido a la opinión pública internacional.
El tribunal de Aviñón, en el sur de Francia, consideró al marido culpable de violación agravada después de haber administrado potentes ansiolíticos a su esposa, ocultos en la comida y la bebida, y también de haber tomado imágenes sin su consentimiento a su propia hija y a sus nueras. Los hechos se produjeron en la casa familiar de Mazan, al nordeste de Aviñón, donde la pareja se retiró después de la jubilación.

Gisèle Pelicot volvió ayer a dar la cara en público en una nueva demostración de fortaleza; el veredicto le da la razón. La expectación mediática del caso ha sido enorme (GUILLAUME HORCAJUELO / EFE)
La sentencia contra el principal acusado, de 72 años, fue la primera en conocerse. Los otros cincuenta hombres que se sentaron en el banquillo también fueron declarados culpables y recibieron penas de entre 3 y 15 años de reclusión, un castigo que ha sido inferior al que solicitaban los fiscales y que generó cierta incredulidad y decepción entre los hijos de Pelicot y las personas que acudieron a Aviñón a solidarizarse con ella y a agradecerle su valentía.
Más allá de la severidad de las sentencias, resulta evidente que este proceso, por la forma en que se ha celebrado y su eco global, marcará probablemente un antes y un después en la concienciación sobre el problema de la sumisión química con fines sexuales, en Francia y en todo el mundo, y sobre el concepto de consentimiento en las relaciones íntimas.
En el proceso quedó demostrado que no hubo consentimiento, pues la víctima estaba inerte y hasta roncaba
Fuera de la sala del tribunal había numerosas activistas, con pancartas, para expresar su simpatía hacia Gisèle Pelicot, de 72 años, y celebrar la sentencia como un hito en la lucha feminista y contra la cultura de la violación. “Por que la vergüenza cambia de bando”, decía una pancarta, parafraseando una de las afirmaciones más aplaudidas de ella durante el proceso. “Incluso nuestro perro entiende cuando le digo no”, decía un cartón sostenido por una joven, con su mascota en la otra mano
El juicio se convirtió en un acontecimiento de impacto planetario no solo por la escabrosidad de lo sucedido, sino por el coraje de la víctima al insistir, en contra de la opinión de los magistrados, que las audiencias fueran públicas y no a puerta cerrada, y que se mostrara todo, sin limitación, por desagradable que fuera.
Gisèle Pelicot quería que todos, incluida la prensa, visionaran los terribles vídeos, vejatorios hasta un extremo casi inimaginable, grabados por su esposo mientras abusaban de ella, para que no quedara ninguna duda y sirviera de advertencia para casos similares. En las imágenes se constataba, por si alguien se mantenía incrédulo, que no había consentimiento ni complicidad de ningún tipo, pues la mujer estaba inerte en la cama matrimonial, dormía y roncaba, que era una violación en toda regla.
El tormento infligido por Dominique Pelicot a su mujer tal vez no hubiera salido nunca a la luz si hace cuatro años, en el 2020, no hubiera sido detenido tras ser descubierto filmando con un teléfono móvil bajo la falda de mujeres en un supermercado. Al registrar la policía su domicilio e inspeccionar su ordenador, descubrieron miles de imágenes de las violaciones.
Alud de reacciones políticas que destacan el coraje de Gisèle Pelicot y el valor de su ejemplo
Es seguro que, debido a los recursos de apelación, habrá un segundo juicio sobre este caso. El gran cambio consistirá en la participación de jurados populares. Habrá que ver cómo influye su sensibilidad y si varía la valoración de los hechos realizada por los jueces profesionales.
A la salida del tribunal se produjeron algunos momentos de tensión cuando la gente reconoció y abucheó a uno de los condenados que, por su pena menor, no volverá a ingresar en prisión y que ocultaba su rostro bajo una gorra, una capucha y un pañuelo. Uno de los abogados de la defensa se dirigió desafiante a las manifestantes feministas y dijo que tenía un mensaje de su cliente, uno de los violadores: “A todas estas histéricas y mal empleadas, ¡mierda!”. Luego las llamó “tricotosas”, y explicó el sentido de la palabra. Así les llamaban a las mujeres que, durante la Revolución Francesa, asistían a los guillotinamientos por diversión mientras tricotaban.
Hubo un alud de reacciones a la sentencia. La presidenta de la Asamblea Nacional francesa, Yaël Braun-Pivet, agradeció a Gisèle Pelicot su coraje. “A través de usted, se oye la voz de tantas víctimas, la vergüenza que cambia de bando, el tabú que se rompe –tuiteó Braun-Pivet–. El mundo no es ya el mismo gracias a usted”.
Es seguro que habrá otro juicio en apelación, debido a los recursos, con jurados populares
El ex primer ministro Gabriel Attal escribió en la red X que, al conseguir que las audiencias no se celebraran a puerta cerrada, Gisèle Pelicot hizo de sus sufrimientos un acto de resistencia. “Su coraje, su determinación y su sed de justicia son una fuente de inspiración y obligan admiración”, afirmó el exjefe del gobierno. Attal puso mucho énfasis en que entre los hombres que acudieron a la casa de Mazan a abusar de la víctima los había de todas las edades y profesiones, lo cual “dice cosas como el camino que queda por recorrer para el respeto del cuerpo de todas las mujeres”.
Desde Alemania, el canciller socialdemócrata, Olaf Scholz, también reaccionó a la sentencia y felicitó a Gisèle Pelicot por “haber salido del anonimato” y mostrado que “la vergüenza siempre está en los delincuentes”.