Secuestro con final feliz

Los rebeldes tuaregs, aliados de Ucrania contra el Gobierno prorruso de Mali, fueron decisivos en la liberación del rehén español

"Éramos los únicos que podíamos impedir" que el prisionero "fuera entregado a Estado Islámico por los bandidos que lo capturaron", relata a EL PERIÓDICO el responsable militar del Frente de Liberación de Azawad

El ciudadano español Joaquin Navarro, en la sede del Ministerio de Exteriores de Argelia, tras la liberación.

El ciudadano español Joaquin Navarro, en la sede del Ministerio de Exteriores de Argelia, tras la liberación. / EFE / LAURA FERNÁNDEZ PALOMO

Marc Marginedas

Marc Marginedas

"Los secuestros son una catástrofe para nuestro país; nuestra tradición nos enseña que los huéspedes y los extranjeros son sagrados, y que el anfitrión los debe proteger incluso con su vida". Quien así habla a través del teléfono desde una ciudad europea es Inkinane ag Attaher, responsable militar del Frente de Liberación del Azawad (FLA), la milicia rebelde tuareg aliada de Ucrania que lucha contra el Gobierno prorruso instalado en Bamako, capital de Mali, tras el golpe de Estado de 2021.

Attaher ha accedido a explicar a EL PERIÓDICO los detalles de la trabajosa liberación de Joaquín Navarro Cañada, un arqueólogo español secuestrado el pasado 14 de enero en el sur de Argelia por un grupo de bandidos que pretendía entregarlo a la rama local de Estado Islámico, con presencia en el norte de Mali. Según su versión de los hechos, en cuestión de horas los tuaregs identificaron a los secuestradores, los detuvieron en su avance hacia territorio bajo control yihadista, y lograron su entrega sin disparar un solo tiro, mediante intensas maniobras de presión. "Decidimos no lanzar un asalto porque no queríamos poner en peligro su vida", puntualiza Attaher.

Nada más conocerse la noticia de la captura de Navarro Cañada, integrantes del FLA se pusieron manos a la obra: lograron establecer la identidad de los captores, unos bandidos carentes de capacidad para mantener al rehén y gestionar un secuestro de elevado perfil como este, lo que les obligaba a cruzar la frontera con Mali. Allí iban a venderlo a Estado Islámico del Gran Sahara, la franquicia local de ISIS en la región, presente en el noreste del país saheliano lindante con Níger, país también gobernado por un Ejecutivo situado en la órbita del Kremlin. Los bandidos eran en total cinco, aunque en realidad, a decir de Attaher, pertenecían a una red mafiosa "compuesta por una decena de personas".

"Contacto directo con los secuestradores"

"Fuimos a hablar con sus padres (de los secuestradores), y gracias a ello, establecimos contacto directo con ellos", continúa. Dos días después de la captura, combatientes tuaregs del FLA bajo la dirección del comandante M'barek ag Akli rodearon a los captores en un punto desértico del norte de Mali situado a dos centenares de kilómetros del linde fronterizo con Argelia, impidiéndoles avanzar hacia la zona bajo control de los yihadistas ultrarradicales. Fue en ese momento cuando comenzaron las difíciles negociaciones para la liberación del rehén.

Los milicianos identificaron rápidamente a los secuestradores de Joaquín Navarro, los rodearon en un punto del norte de Mali a unos 200 kilómetros de la frontera con Argelia y les presionaron hasta que lograron que les entregaran al cautivo

"Les dijimos (a los captores): 'o nos entregáis al preso, o vais a tener muchos problemas, será la guerra", continúa. Los buenos oficios de los tuaregs tardaron casi una semana en fructificar, pero no cabía duda de que contaban con mejores bazas que los secuestradores. "Los captores sabían que si vendían al rehén" a los ultrarradicales, "ya tendrían que integrarse con ellos porque no podrían hacer nada más en la vida", explica el responsable militar tuareg. "Éramos los únicos que podíamos impedir" que el rehén "fuera entregado a Estado Islámico, porque el Gobierno de Mali no tiene ninguna presencia en Azawad" (nombre con el que los tuaregs se refieren al norte de Mali), subraya el responsable. Por su parte, Argelia, en cuyo territorio sucedió el secuestro, ofreció todo tipo de facilidades para la liberación, ya que estos incidentes dañan enormemente su reputación internacional y la industria turística en el sur del país, concluye el portavoz tuareg.

La poderosa irrupción de Rusia y de sus milicias paramilitares en el Sahel africano a finales de la pasada década y primera mitad de la presente ha puesto patas arriba a la región, trastocando por completo los conflictos latentes, provocando realineamientos entre los bandos en liza y forjando nuevas alianzas. En 2020 y 2021, sendos golpes de Estado en Mali llevaron al poder a una junta militar que ha estrechado lazos con Moscú, logrando la expulsión del territorio de Francia, la antigua potencia colonial. Movimientos similares fueron identificados en otros estados africanos, como el vecino Níger en 2023, tomando cuerpo la idea, filtrada por la inteligencia estadounidense en 2023, de que el Kremlin estaba buscando crear "una confederación de estados antioccidentales en África" aprovechando la pésima imagen de las antiguas potencias coloniales europeas entre la ciudadanía, lo que, de paso, insertaba a la región del Sahel en la actual pugna geopolítica mundial.

Ante esta política de hechos consumados por parte de su acérrimo enemigo, el Gobierno de Ucrania ha estrechado lazos con grupos opositores o milicias opuestas a los Ejecutivos golpistas africanos respaldados por el Kremlin. Entre el 25 y el 27 de julio pasado, los combatientes tuareg anunciaron que habían matado a ocho decenas de mercenarios rusos durante una emboscada que tuvo lugar en Tinzaouatene, cerca de la frontera con Argelia. Desde Kiev, el portavoz de la inteligencia militar ucraniana, Andriy Yusov, admitió que habían suministrado información, "y no solo eso", a los rebeldes. De acuerdo con Le Monde, instructores ucranianos también estarían impartiendo formación en el pilotaje de drones.

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