Christian Wassmann proyectó una casa sostenible donde la piedra es la protagonista.
La historia de la arquitectura moderna está marcada por grandes hitos. Solo hace falta recordar a enormes leyendas como Albert Frey, Oscar Niemeyer o John Lautner, por citar unos cuantos. Su forma de construir era tan natural que los materiales parecían abrazar el terreno, adaptándose a él. El suizo Christian Wassmann se ha propuesto seguir su ejemplo y mantener esta tradición ‘tectónica’, que desarrolla desde su estudio de Nueva York. Para él, ese encanto geológico es absolutamente metafísico: “Todo lo que diseño pretende conectar a las personas entre sí, a ellas consigo mismas y con todo el universo”, explica. Por eso considera sus proyectos como espacios lineales en los que la gente y el lugar juegan un papel determinante.
Su último cliente ha sido él mismo y su familia. Hace siete años que junto a su mujer, Luisa Gui, empezó a buscar un sitio en el que levantar una casa para ellos y sus dos hijos, Kiki y Lorenzo. Su lista de deseos era bastante corta: buenas vistas y… que estuviera sobre una roca. Les avisaron de que habían puesto en venta un solar en una antigua cantera y fueron a verlo inmediatamente. “Cuanto más nos acercábamos por la carretera, más nos convencía. Llamamos a la inmobiliaria para comprarlo justo antes de salir del coche”, cuenta.
Con sus propias manos
Una enorme roca es el epicentro de esta casa sostenible, en completa armonía con la tierra y la naturaleza. Para determinar su forma, Wassmann pasó los fines de semana analizándola milímetro a milímetro pero, al final, la idea primigenia era la que más valía: la casa rodea la piedra y el tejado es como un embudo revestido de paneles fotovoltaicos optimizados para aprovechar al máximo la energía solar.
En el interior, en la barandilla de la escalera, el arquitecto creó una mirilla con la proporción necesaria para poder ver la Estrella Polar por las noches. Lo mejor de todo es que el proyecto se convirtió en una clase magistral de bricolaje. Cada día, Wassmann se arremangaba y se ponía manos a la obra para ensamblar todos los elementos de madera prefabricados con la ayuda de carpinteros locales; vertió en los suelos hormigón, que luego trituró para hacer más rugosa la superficie, y también instaló 240 tejas fotovoltaicas para generar electricidad. A la hora de colocar las paredes acristaladas, Christian vio algunos tutoriales de YouTube, alquiló una grúa y pidió a unos amigos que le echaran un cable. “Ese fue el momento que más miedo me dio: conseguir meter el cristal curvado entre la roca y la estructura”, recuerda. Pero, afortunadamente lo que bien empieza bien acaba.
Un hogar para siempre
La vivienda no solo es bonita y llamativa, sino que es un paradigma de la eficiencia energética. Produce aproximadamente 18.000 kilovatios, de los cuales solo necesita 8.000 para la vida diaria. Lo que sobra es suficiente para dar autonomía a un coche eléctrico para ir y volver de la ciudad, y el resto se devuelve a la red. Cuando llueve, la inclinación del tejado dirige el agua hacia la roca central y, gracias a los desagües, cae hasta el suelo para crear una especie de embalse. Es aquí, en su particular naturaleza, donde Christian Wassmann se siente pleno y en paz. "He diseñado esta casa para que dure intacta unos 300 años", afirma. Larga vida al hogar, larga vida a la sostenibilidad.