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Finn Wolfhard: “Con mis compañeros de Stranger Things no hablo todos los días, pero son como mi familia. ¿Tú escribes a tus primos todos los días? Si necesito algo, están ahí”

El actor interpreta a Mike Wheeler en Stranger Things desde que tenía 13 años. Ahora, actúa junto a Julianne Moore en When You Finish Saving the World, el debut tras la cámara de Jesse Eisenberg, y se prepara para rodar la última temporada la serie de Netflix.
Finn Wolfhard
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Quedo con Finn Wolfhard a eso de las 12 del mediodía justo enfrente de Central Park, en un turístico restaurante que sirve brunch todo el día. En la puerta se acumulan los paseantes, pero dentro el ritmo es tranquilo. Es un hora extraña para comerse una tortilla en Manhattan, pero también un lujo poder hacerlo. Cuando llega Finn vestido con una chaqueta de corte cuadrado y el pelo despeinado, coincidimos en que nos encontramos en una suerte de espacio liminal. Cuando visita la ciudad, suele quedar con sus amigos en Brooklyn.

Hay muchas cosas de las que hablar —un par de películas nuevas, varios conciertos con su grupo, el esperado final de una serie de Netflix muy popular—, pero no ha pasado media hora y ya estamos hablando de ataques de pánico. De pronto, se acerca a nuestra mesa un hombre que, muy dulcemente, le dice Finn que su hija está enamorada de él. Una situación que me recuerda lo surrealista que es todo.  Finn Wolfhard se ríe y accede a sacarse una foto con él después de la entrevista. Parece un poco avergonzado, quizás porque soy testigo de la interacción. Me sorprende que no haya sucedido antes, la verdad. Miro a mi grabadora y veo que ya tengo 32 minutos de conversación. “No está mal”, dice.

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El actor, que cumplió 20 años en diciembre, comenzó a sufrir ataques de pánico a los 15 o 16 años, a los pocos de comenzar su papel como Mike Wheeler, un papel que ha acaparado toda su adolescencia. El bombazo de Stranger Things se estrenó en 2016, cuando tenía 13 años, hace casi media vida para él. Entonces todo iba bien, y por eso Finn “no decía nada, porque estaba en medio de un torbellino profesional, así que no había tiempo, o pensábamos que no lo había. Todo el mundo decía: ‘Míralo qué bien está. Se lo está pasando estupendamente”, cuenta. “Pero la verdad es que, probablemente, también estaba desarrollándome, y en mi cerebro estaban pasando cosas y se estaba gestando la ansiedad, y también había asuntos que no me daba cuenta que tenía que enterrar por cómo me tenía que sentir después en el trabajo”.

Finn recuerda un ataque de pánico que tuvo durante el rodaje de su última películaWhen You Finish Saving The World, de Jesse Eisenberg, un drama escrito y dirigido que se estrenó hace una semana. “Estaba muy nervioso y muy tenso porque era mi primera película como adulto”, me cuenta. En ese momento, Eisenberg —que, como Wolfhard, lleva actuando desde la adolescencia— le contó que una vez le sobrevino un ataque de pánico en mitad de una escena cuando rodaba Adventureland en 2009, y que Greg Mottola, el director, se lo llevó a un lado para tranquilizarle y para decirle que actuar es, en realidad, algo muy raro. 

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“Tu trabajo requiere que te expongas mucho emocionalmente, y es horrible que sea algo tan público. Me sorprendería que no te pasara esto, así que, por favor, no te preocupes nunca. Este un medio bidimensional y no vemos lo que está en tu cabeza”, cuenta Eisenberg que le dijo Mottola. “Me cambió la vida porque pude tomarme mis ansiendades más en serio y darme cuenta de que no pasa nada si te sientes así en un entorno profesional”.

Eisenberg cree que él y Finn tienen “el mismo nivel de interés en la fama, uno que implica protegerse mucho a nosotros mismos”.

Finn, por ejemplo, está demasiado preocupado sobre su carrera después de Stranger Things. “No me preocupa, y nunca me ha preocupado, ser relevante. Me preocupa la gente que me rodea y el trabajo que hago en mi día a día”, dice Finn. También le preocupan sus compañeros porque, en esta extraña encrucijada, quieren mantenerse ocupados: “Cuando las cosas son tan enormes y abrumadoras, lo son aún más para los actores adolescentes porque tienen la sensación de que todo puede acabarse en un instante”. Algunos de sus colegas se lamentan de que sus agentes les sugieran que se tomen un descanso para vivir un poco la vida. 

“Y yo les digo: ‘¡Pues sí, deberías! Es necesario”, dice. “Te mantendrá vivo. Y serás mejor en tu trabajo”.

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En When You Finish Saving the World, Finn interpreta a Ziggy Katz, el hijo único adolescente de un académico insatisfecho (Joy O. Sanders) y de una antigua hippy (Julianne Moore) a cargo de una casa de acogida para mujeres que sufren maltrato doméstico, a quien da toda su empatía incondicional a las residentes, quedándose sin nada para su familia. La película gira en torno a la agonizante dinámica entre la madre y el hijo. “Finn está muy presente, es increíblemente inteligente, muy observador, muy curioso”, me cuenta Moore. “Nada más empezar a trabajar juntos, miré a Jesse y le dije: ‘Madre mía, este chico es increíble. Es toda una estrella. Lo amo”. (Antes de terminar la llamada, Julianne Moore añade rápidamente: “¡Y es guapísimo! Encima eso. Podría mirarle a la cara todo el rato”. Le comento a Finn su trabajo como imagen para la firma de lujo francesa Saint Laurent, la campaña en blanco y negro que me persiguen por todo internet, y se ríe con una gloriosa sonrisa a lo Julianne Moore). 

A Ziggy, por otro lado, sólo le interesan los devotos seguidores que ha amasado en una plataforma ficticia, un cruce entre Twitch y Tik Tok llamada HiHat, donde emite en directo sus canciones de guitarra folky a fans de todo el mundo, que lo premian con interminables corazones emoji y, en ocasiones, con transferencias de dinero. Cuando está desconectado, batalla con el concepto que tiene de sí mismo y con los estímulos sociales. Está enamorado de una compañera de clase con discurso político llamada Lila (Alisha Boe), lo que le incita a querer parecer mundano y consciente de los problemas que afligen al mundo. En un momento dado, Lila lee un poema sobre la historia colonial de las Islas Marshall que lo deja boquiabierto.

Interpretar a un chaval con la cabeza en las nubes como Ziggy impactó bastante a Finn. Él también creció con Internet, justamente cuando empezó su carrera. Stranger Things era, en muchos sentidos, un fenómeno catalítico: cuando se estrenó en Netflix en 2016, fue la primera serie original de la plataforma en pegar fuerte entre un público más joven. Lo que empezó como una carta de amor de Matt y Ross Duffer a los taquillazos adolescentes de ciencia ficción spilbergianos de los 80, se convirtió en toda una sensación en las redes sociales, a la altura de E.T. y la ‘Gooniesmanía’. Los niños podían ver —y, lo que es más importante, como señala el propio Finn, volver a ver— la serie en sus teléfonos, cerrar la app de Netflix, abrir Instagram e interactuar con todos los actores a través de sus cuentas personales. La red social era —y es— el primer lugar de su clase donde desemboca el fandom del siglo XXI. Al menos con Harry Potter, la gente tenía que ir primero al cine. 

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Juntando todas las temporadas, Stranger Things acumula miles de millones de horas vistas, lo que la convierte en la serie original de la plataforma más vista hasta la fecha. Esta primavera, Wolfhard y el resto del elenco regresarán a Atlanta para rodar la última temporada. “Cuando miro atrás, a la época en la se estrenó, sentía que estaba viviendo algo de otro mundo, no se parecía a nada que hubiera hecho en la vida”, dice Finn. “También tenía mucho miedo, pero entonces no lo sabía. Pensaba que era lo más increíble que me había pasado nunca”.

De repente, le reconocían en todas partes. A Instagram le llegaban un montón de seguidores nuevos, que le etiquetaban en sus propios vídeos montados en casa al ritmo de la música —fancams, les llaman, o fan edits— con imágenes de él en entrevistas o escenas de Mike, su personaje: momentos de la serie y de la gira de prensa acelerados o ralentizados para crear nuevas tensiones narrativas, transformado miradas de soslayo en conexiones intensas, inventando romances que no suceden realmente en las tramas. “Recuerdo verlos y admirar a la gente que usaba ese material para hacer cosas creativas” asegura, “pero también me sentía incómodo y pensaba, ‘Esto es un poco creepy”. Lo último que necesita una estrella infantil, mucho menos una estrella adolescente, es el metaverso. 

Poco después del estreno de la primera temporada, Finn estaba en Toronto rodando lo que sería otro éxito, la película adaptación de It, de Stephen King, de 2017, cuando una mujer se le acercó en un bar de los que emiten encuentros deportivos: ¿Eres el niño ese? Su compañero de reparto, Jack Dylan Grazer, le preguntó a Finn si era la primera vez que le reconocían. “Me dijo, ‘Vas a recordar este momento toda la vida”, explica. “¡Y así es! Hasta ahora”. 

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Hoy en día, lo que más le preocupa a Wolfhard es poder vivir “una vida normal”. Es lo más importante ahora que se acaba Stranger Things. Así como en la última temporada los personajes se encontraban en su propia búsqueda personal, “todos estamos en nuestra propia búsqueda personal en la vida real”, intentando imaginar cómo será todo después de un proyecto que ha marcado sus carreras y abarcado su adolescencia. 

“No es que nos escribamos todos los días ni nada de eso. Es más bien como…”, se detiene para buscar las palabras adecuadas. “¿Tú escribes a tus primos todos los días? Seguramente no. Son tu familia. Hablamos en los cumpleaños de cada uno. Hablamos de vez en cuando. Pero como si fuéramos una familia. Si alguna vez necesito algo, están ahí”, afirma. Su mirada se enternece cuando menciono a su compañero Noah Schnapp, que salió del armario en TikTok hace unas semanas: “Cuando lo vi, se me puso una sonrisa enorme en la cara. Me sentí realmente orgulloso de él”. 

Por suerte, tienen mayores de por medio —concretamente Winona Ryder, que en la serie da vida a la madre soltera Joyce Byers, y que, siendo una exestrella infantil de los 90, actúa como una especie de guía espiritual del equipo en la vida real. Ryder también es, como apunta Wolfhard, “una de las personas más divertidas con las que te puedes escribir, porque te manda un mensaje, tú le contestas y luego no vuelves a saber nada”. 

No saber comunicarte por mensajes es un rasgo innegociablemente guay. “Te escribe cualquier cosa, algo en plan, ‘¿Has visto esta película?’. Y yo le digo, ‘No, no la he visto. ¿Qué tal estás?’. Y eso es todo, nada más”, se parte de la risa. Además, “estuvo saliendo con Dave Grohl y con MCA de los Beastie Boys, y gente así. Yo le pregunto literalmente cosas tipo cómo fue conocer a Kurt Cobain, y ella me lo cuenta todo. Es increíble”. Wolfhard admira que Ryder haya tenido una carrera con tantos vaivenes, y el punto en el que se encuentra ahora. 

“Además es maravillosa, porque siempre está en su casa con su pareja. No sale nunca”, dice Finn. “Es muy hogareña y no le importa seguir siendo famosa. Simplemente quiere sentirse realizada”. 

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Respecto a la temporada 5 de Stranger Things, Finn explica que aún no sabe lo que le ocurrirá a la pandilla de Mike, aunque cree que Ryder o David Harbour sí lo saben. Le pregunto: ¿Estáis preparados para largaros de una vez por todas de Hawkins, Indiana?

“Después de ver la temporada 4, me sentía muy entusiasmado, de verdad”, contesta. “En plan, Joder, sí. El final ya está aquí”. Parece preparado como un estudiante inquieto que tiene ganas de acabar el instituto, pero que se lamenta, como de todo lo demás, de que ya no van a estar juntos de la misma forma. Es algo así como una graduación prolongada: “Va a ser rarísimo acabar. Va a ser increíble, pero también rarísimo”. 

Estos últimos años, ha intentado ocupar su tiempo libre con cosas normales: convivir con amigos en una casa alquilada de Los Ángeles, tocar música con The Aubreys, el grupo que tiene con otro colega. Cuando no estaba trabajando, volvía “al instituto real”, en Vancouver, que aún considera su casa —hablando de graduaciones, celebró la suya durante la pandemia, en una extraña ceremonia en un aparcamiento, sin fiesta posterior o despedidas verdaderas. Curiosamente, gracias a participar en tantos proyectos ambientados en los 80, o basados en material de aquella época —Stranger Things, It, el reboot de Cazafantasmas, de Jason Reitman, de 2021— ha vivido varios de esos ritos de paso adolescentes a través de la ficción. Al fin y al cabo, siempre acaba en pistas de patinaje o sitios así: “Les encanta ese rollo. Y les encanta que lo haga yo”. 

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Finn sabe que es un afortunado, que el trampolín de Stranger Things, que le permite elegir dónde trabajar después, no lo tienen todos los actores de su edad. Me emociona la facilidad con la que habla de estas cosas, aunque coincidimos en que esa franqueza puede ser un rasgo positivo común de su generación. “Siempre he sido lo que mi madre llama un chico blandito”, admite Finn, astutamente, cuando saco este tema. También lo hablo con Eisenberg, que coincide en que “la gente de la generación de Finn es más elocuente y consciente de sus vivencias emocionales”. 

“Dicho esto”, añade Eisenberg, “creo que es un chico increíblemente inusual”. 

A comienzos de este año, Finn llamó un día a Eisenberg. El joven actor se sentía “realmente ansioso y deprimido”, y quería saber si Eisenberg había pasado por lo mismo alguna vez. “Y [Eisenberg] me dijo, ‘¿Es que no me conoces? Soy el tío más nervioso del mundo entero”. 

Con esta red de apoyo de veteranos de Hollywood cercanos a él, Wolfhard confía en que sus amigos actores de su edad, sus compañeros de Stranger Things, It y demás, lo acompañarán en lo que les espera a partir de ahora. Al fin y al cabo, se tendrán los unos a los otros cuando llegue la hora de enfrentarse al monstruo, hablando figuradamente. 

Finn recuerda un ataque de pánico particularmente difícil que sufrió en el set de Stranger Things. “Típico de mí”, añade. Estaba rodando una escena con sus compañeros Gaten Matarazzo y Caleb McLaughlin, que en la serie dan vida respectivamente a Dustin Henderson y Lucas Sinclair, colegas de Mike. Cuando se empezó a encontrar mal, los Duffer pararon de rodar, y Matarazzo y McLaughlin se sentaron tranquilamente a su lado y le abrazaron.

“Con Gaten y Caleb, hasta la muerte. Unidos para siempre”, asegura Wolfhard, sonriendo. “Me dijeron, ‘Tío, somos los únicos que saben lo que se siente”. 

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Eileen Cartter es redactora de GQ. 

Este artículo fue publicado originalmente en la edición estadounidense de GQ. 

Traducción y adaptación de Marta Caro y Víctor M. González. 


CRÉDITOS DE PRODUCCIÓN
Fotografías: Julius Frazer de Silver Tooth
Estilismo: Brandon Tan
Peluquería y maquillaje: Kumi Craig usando Sisley Paris de The Wall Group
Sastrería: Ksenia Golub