Ancelotti, en el país de las maravillas

El espíritu crítico en el Real Madrid hace ya muchos años que pasó a mejor vida. Allí todo está bien, todo es de color de rosa y las nubes huelen a perfumes frescos y sedosos que se transportan por el aire a través del continente gracias al gracejo vuelo de sus estrellas. ¡Qué bonito es ser del Real Madrid! Incluso en las retransmisiones televisivas, lejos de destacar, por ejemplo, un paradón extraordinario de Batalla a un disparo correcto de Vinicius, se ensalza el recorte del brasileño o no sé qué acción previa de Bellingham. ¡Démonos las manos y bailemos todos al son de un club celestial! La belleza pura, esa que Mann intentó describir en Venecia a través del cuerpo de un adolescente, viste de blanco.

Ancelotti, feliz y contento por el empate en Vallecas

El Real Madrid, una entidad descendiente directa de los Dioses del Olimpo, ha dejado atrás aquello tan terrenal del resultado, del frío marcador, ese que solo escupe números y que, en el fondo, no sirve para identificar lo extraordinario del juego que practicó el equipo en Vallecas. Su entrenador, voz autorizada para difuminar en humo blanco e impoluto el hedor que desprenden los dígitos finales de un partido de fútbol, fue diáfano: "Salgo satisfecho", dijo. Carletto era, tras empatar ante el Rayo Vallecano, un hombre feliz. Nunca había sido tan feliz porque, ahora ya sí, se había desprendido del yugo resultadista y, por fin, abrazaba el calor que emana del fútbol como esencia.

Bienvenido, Carlo, a la médula de este deporte en el que el resultado pasa a mejor vida y el camino adquiere la dimensión que le corresponde y se sitúa, ya sin freno, por encima de todo lo que sobra. Habrá quien crea que el ejercicio realizado por Ancelotti no sea del todo sincero, pero eso sería tan grave como pensar que así fue. No, este veterano entrenador italiano se marchó felizmente satisfecho y caminando por un suelo de baldosas amarillas que lleva al país en el que siempre soñó. "Veo un 2025 muy bueno", adivinó Carletto mirando al frente, liberado del marcador y entregado en cuerpo y alma al juego.