Roma no se hizo en un día.
Italia tampoco… Este popular refrán, o frase hecha, anónima, refleja rápidamente qué nos podemos esperar al adentrarnos en la historia de este fascinante país. Y es que, la belleza de las regiones italianas, así como su pluralidad y variedad, se comprende mejor si hacemos un breve repaso por su historia. Por sus idas y venidas, sus guerras, las diferentes influencias que pasaron por el territorio... No, Roma no se hizo en un día, ni Italia tampoco y, posiblemente de ahí proceda en gran medida su belleza, su encanto y su complejidad.
El Imperio Romano

Hablar de la antigua Roma es hablar de gloria, de fuerza, de garra por parte de los guerreros y soldados más despiadados y estrategas que ha llegado a conocer la Tierra. Pero también es hablar de sabiduría y conocimiento.
Julio César
Pensar en la Historia de Italia es pensar en Imperio Romano, esa época gloriosa de conquistas. Pero antes, en la Edad de Piedra, el país había sido ocupado por diferentes civilizaciones, una de las más conocidas es la etrusca, que dominó la península en el siglo VII a.C, ocupando el centro del país.
Al mismo tiempo, los griegos lo hacían en la zona sur, concretamente en el VIII a.C., cuando fundaron las llamadas ciudades-estado independientes.
Mientras etruscos y griegos ocupaban Italia, ya se fraguaban los albores del gran Imperio del que hablaba Julio César, que está directamente relacionado con el nacimiento de Roma, la ciudad más importate y poblada del país todavía hoy.
Su nacimiento está ligado a la leyenda de Rómulo y Remo: los dos hermanos gemelos que fueron amamantados por una loba al quedar huérfanos. Cuenta la leyenda que Rómulo mató a Remo, y que de ahí viene el nombre de la ciudad, que se fundó en el 753 a. C. a orillas del Río Tíber. Al principio no era una ciudad importante, pero poco a poco conquistó territorio y a todos los pueblos italianos.
Entre leyenda e historia, el crecimiento de Roma marcó la grandeza del Imperio, que empezó con la expulsión de los etruscos y un ansia de poder que se fue extendiendo por el resto de la península. Esa gloria se mantuvo durante todo un milenio: desde el siglo V a. C. al V. En la capital del Imperio, la ciudad de Roma, se estableció el poder político, con el César a la cabeza, y se alzaron monumentos aún hoy imponentes como el Coliseo o el Panteón.
El Imperio no se ciñó solo al territorio italiano, sino que supuso también la expansión a lo largo del Mediterráneo, llegando a abarcar la Península Ibérica y territorios de Francia, Gran Bretaña, Europa Central y Oriente Medio hasta Armenia. Esta expansión no cesó hasta principios del siglo II, cuando comenzó una etapa de estancamiento, que dio paso a una posterior decadencia.
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La Edad Media

La Edad Media en Italia estuvo marcada por la caída del Imperio o, como lo explica el profesor de Geografía e Historia Francisco Ayén, “fue el periodo histórico que comenzó con la caída del Imperio romano occidental en año 476 (siglo V) invadido por los pueblos bárbaros y terminó con la caída del Imperio romano oriental o Imperio bizantino en 1454 conquistado por el imperio turco u otomano”.
Para comprender mejor este periodo, vamos a dividirlo en dos etapas:
Alta Edad Media
Va desde 476 al año 1000. Y uno de los principales sucesos de esta etapa fue la ocupación por parte de los pueblos germanos del Imperio Romano occidental. Al mismo tiempo, la mitad oriental florecía, ahora bajo el nombre de Imperio Bizantino. Y los lombardos, parte de los pueblos germánicos que tuvieron que abandonar sus tierras hacia Italia, se abrieron paso hacia el sur.
En resumen: con la caída del Imperio Romano y las invasiones bárbaras, Italia vivió varios siglos de luchas constantes por el dominio de la península.
Un punto de inflexión de esta etapa fue la entrada en escena de Carlomagno y los Estados Pontificios: los obispos se presentaron como una alternativa de poder. En el año 754, el Papa Esteban II pidió ayuda a Pipino el Breve, al que coronó rey de los francos; cuando este derrotó a los lombardos, en agradecimiento, le entregó al Papa el centro de Italia; así nacieron los Estados Pontificios.
Carlomagno, hijo de Pipino, fue coronado rey y emperador de Roma en el 800, pero las invasiones musulmanas de mitad de siglo dejaron a la región nuevamente sin gobierno. La falta de un poder central favoreció, a partir del siglo XII, el autogobierno de varias ciudades. Estas divisiones provocaron, no solo un periodo de conflicto y guerras, sino también la división de Italia en pequeños Estados.
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Baja Edad Media
Con la muerte de Carlomagno, las luchas se incrementaron entre sus hijos por el poder; esto dio lugar a un periodo de guerras civiles. Al no existir un poder central, y estar en escena multitud de actores, la división territorial era desigual y testigo de enfrentamientos. Por si fuera poco, en el siglo X, también se produjo el enfrentamiento entre la Iglesia y el Imperio, o lo que es lo mismo la lucha “papa vs. Emperador”: estas fueron llamadas las luchas güelfos y gibelinos. Los primeros estaban del lado del papa y los segundos de la figura del emperador.
Estas disputas fueron solo el inicio de una época cargada de ellas, que tuvieron como resultado la división del país: a fines de la Edad Media existían seis Estados: el ducado de Saboya, el de Milán, las repúblicas de Florencia y Venecia, los Estados Pontificios y el reino de Nápoles.
Mientras, en otros países europeos, como Francia y España, ya se empezaban a formar los Estados nacionales; sin embargo, Italia estaba muy fragmentada y no existía, desde la caída del Imperio Romano, una fuerza política que hubiera gobernado todo el Estado: ostrogodos, aragoneses, normandos, angevinos, bizantinos… habían pasado por el país, una situación que todavía hoy se aprecia en la situación política y cultural de Italia, que conserva grandes diferencias entre las ciudades del norte y el sur.
El Renacimiento italiano

Italia fue la cuna del Renacimiento. Se inició en la Toscana, concretamente en las ciudades de Florencia y Siena y, posteriormente, tuvo un gran auge en Roma. El culmen del Renacimiento, a fines del siglo XV, coincide con época de invasiones que sembraron el caos en la región. Pero no fue demasiado tarde para que las ideas del movimiento se expandieran al resto de Europa.
Es por todo el mundo conocido el componente cultural que tuvo el Renacimiento italiano en todas sus expresiones: literatura, arte, arquitectura, política, filosofía… Algunos de sus mayores exponentes son todavía objeto de estudio, como Petrarca, Dante Aligheieri o Maquiavelo; Miguel Angel o Leonardo da Vinci y Botticelli. La Iglesia de Santa María del Fiore, en Florencia, o la Basílica de San Pedro, en Roma, son solo algunos ejemplos de la grandeza que aún hoy conserva el país.
El Renacimiento italiano marcó el inicio del mundo moderno y la aportación de los Médicis, en Florencia, fue clave para ello. No obstante, a pesar de un auge cultural, que fue acompañado de bonanza económica, la fragmentación política del país continuó, herencia de épocas anteriores, debido a la división en múltiples estados pequeños en gran parte del territorio. Esto supuso que, al lado de esa grandeza cultural, conviviese una importante debilidad territorial y de unidad, lo que facilitó que el dominio extranjero fuese ganando terreno.
De hecho, España controlaba varias regiones de Italia, como Milán, Nápoles, Sicilia, Sardonia, el sur de la Toscana y algunos otros pequeños estados del norte; un control que duró hasta mitad de la década de 1700. Posteriormente, fue otra gran figura de la historia la que empezó a hacerse con el control: hablamos de Napoleón Bonaparte, que a finales de 1700 entró en el país y llegó a ocupar Roma unos años más tarde. La derrota francesa, y de Napoleón, no llegó hasta 1814, cuando tuvo lugar el congreso de Viena, en el que el país quedó dividido en distintos estados, y seguía estando dominado, en su mayoría, por países extranjeros. La situación fue caldo de cultivo para la siguiente etapa, la de la “Unificación” del país.
La Unificación de Italia
Hay dos hechos que marcaron este periodo:
- La caída de Napoleón en 1814, junto con la intención de expulsar a Austria, que dio comienzo a la llamada época de la Unificación, previa al Reino de Italia.
- La toma de Roma por parte de Víctor Manuel II en 1870, hito de esta época que puso fin a la unificación, y también determinó la monarquía como forma de estado.
La Unificación, sin embargo, duró décadas, y se dividió en varias etapas. En conjunto, podemos decir que se caracterizó por el espíritu revolucionario y de unión de los pueblos. Y que el también llamado Risorgimiento italiano supuso la unión de los estados resultantes del Tratado de Viena:
¿Cuáles eran estos 7 estados?
- El reino de Cerdeña (Cerdeña y Piamonte).
- El reino de las Dos Sicilias.
- Los Estados de la Iglesia.
- El reino Lombardo-Veneciano.
- Los ducados de Parma, Módena y Toscana.
¿Cuáles fueron las etapas de la Unificación?
- Guerra contra Austria e incorporación de Lombardía.
- Anexión de los Estados de Parma, Módena y Toscana.
- La revolución de las dos Sicilias.
- Incorporación de Venecia.
- Incorporación de Roma: en septiembre de 1870 Víctor Manuel II ordenó a sus tropas ocupar Roma y declaró la ciudad capital del reino de Italia. No obstante, el Papa se negó a aceptar la situación y no reconoció la autoridad del rey. Este hecho hizo que la llamada “Cuestión Romana” se prolongase hasta 1929. Sí, unas cuantas décadas más, cuando se firmó Tratado de Letrán, que reconocía el Estado del Vaticano.

Italia en las Guerras Mundiales
Italia en la Primera Guerra Mundial
En la Primera Guerra Mundial, entre 1914 y 1918, Italia se mantuvo neutral en un primer momento. Los bandos de esta guerra se dividían en las Potencias Centrales o la también llamada Triple Alianza, con Alemania, Italia y el Imperio Austro-Húngaro; y la Triple Entente, con Francia, Reino Unido y Rusia.
Italia cambió de bando: y es que el país estaba dividido entre los que pensaban que aún no era lo suficientemente fuerte como para entrar en una guerra y, que por tanto, lo mejor era pactar con Austria; y los que estaban en el lado completamente opuesto.
Así, finalmente Italia entró en esta guerra, momento que también se considera como el culmen del periodo de unificación. El rey Víctor Manuel III, que quería entrar en el conflicto, pactó con Inglaterra para asegurarse los territorios de Austria, con quien finalmente entró en guerra en mayo de 1915. Otra de las personas que estaba a favor de entrar en el conflicto era un joven Benito Mussolini; de hecho, esta guerra también se considera como el germen de los nacionalismos italianos y la etapa posterior...
Italia en la Segunda Guerra Mundial
Todavía en recuperación por los vestigios de la Primera Gran Guerra, entre 1939 y 1945 tuvo lugar la segunda. Poco después del final de la primera, concretamente en el año 1922, Mussolini llegó al poder. Una posición desde la que utilizó todos los mecanismos posibles para afianzar el fascismo y las ideas nacionalistas en su país. Aliado natural de Hitler y la Alemania nazi, el paso de Italia por la guerra estuvo marcado por estos ideales. Así, en un primer momento, luchó junto a Alemania (y más tarde también Japón) contra Francia, Reino Unido, Estados Unidos y la Unión Soviética.
Pero el rey, que cada vez tenía menos poder, no se quedó con los brazos cruzados; y trazó la estrategia para derrocar a Mussolini y hacerse con el poder. Una vez que lo consiguió, volvió a cambiar de bando en la Segunda Guerra Mundial. Lo que dio lugar a una guerra civil italiana, ya que durante dos años Italia permaneció luchando con tropas en ambos bandos... Un año después del fin de la guerra, un referéndum derrocó también la monarquía, e Italia pasó a ser una república, estatus que mantiene hasta nuestros días.
Y hasta nuestros días ha llegado toda esa complejidad, historia y riqueza cultural, herencia del pasado, que hacen de Italia el país que es actualmente.Y al que querrás volver una y otra vez en cuanto lo descubras.
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