Mary Beard es profesora de Clásicos de la Universidad de Cambridge, autora y presentadora de TV. Su nuevo libro, Emperor of Rome, explora cómo era gobernar en el mundo antiguo. En este artículo, explica cómo algunos de sus descubrimientos pueden ayudar a redefinir el modo en que hoy entendemos el poder y el liderazgo.
Algunas personas piensan que los romanos —y sus estatuas de hombres en togas— son algo muy remoto. Pero, en realidad, lo que hace que la cultura romana sea tan extraordinaria es que permite comprender cómo se vivía hace 2000 años. Podemos leer sus cartas y mirar sus joyas, y eso nos dará una imagen notablemente vívida del pasado.
Es una parte de la historia tan accesible, que ofrece una idea de cómo su mundo pudo haberse comparado con el nuestro. Y es esa combinación de cercanía y distancia en torno a ese tema lo que hace que pensar en ello sea tan atractivo y fructífero.
“Es importante reconocer cómo algunas [...] antiguas ideas siguen presentes en nuestra concepción de lo que significa ser poderoso”.
En mi nuevo libro, Emperor of Rome, exploro los hechos y ficciones alrededor de los gobernantes del mundo antiguo. Me resisto a sacar lecciones de liderazgo explícitas de esa época. Pero sí creo que, al observar cómo los emperadores romanos desempeñaron su rol (ya sea bien o mal), podemos repensar algunas de las formas en que funciona el poder en nuestro propio mundo.
La definición de poder
La antigua Roma ofrece un espacio seguro para el debate y el pensamiento crítico, porque no vamos a ofender a nadie criticando a los romanos. Ya no están entre nosotros, aunque algunos de sus modelos de poder, sí.
Nuestra imagen moderna de los líderes todavía está influenciada por estas figuras imperiales romanas. Seguimos rodeados por estatuas que los representan como hombres poderosos que hablan con autoridad y hacen que las cosas sucedan. Ahora podemos pensar que se trata de una noción deformada del liderazgo, pero es importante reconocer cómo algunas de estas antiguas ideas siguen presentes en nuestra concepción de lo que significa ser poderoso, tanto en la política como en los negocios.
A lo largo de los años de investigación, me ha quedado claro que los emperadores tenían tres cosas en común. En primer lugar, eran buenos fingiendo que eran emperadores. Desempeñaron el papel imperial al disfrazarse con versiones militares de sí mismos para mantener su imagen de luchadores exitosos, incluso aquellos que no habían estado en un campo de batalla. También sabían que era importante construir —desde el Coliseo en Roma por parte de Vespasiano, hasta el Muro de Adriano en Gran Bretaña— y cambiar lo que la gente veía a su alrededor para insertar pruebas tangibles de su impacto. Finalmente, eran famosos por regalar cosas. Desde donaciones de dinero hasta entretenimiento, sabían que la generosidad era la clave para conquistar a las personas.
“La voluntad del emperador para escuchar a las personas que se encontraban en la base de la sociedad contribuyó enormemente a su poder”.
No hay muchas de estas características que un líder moderno pueda aprender. Y probablemente tampoco saldría algo bueno de eso. Pero si miramos más detenidamente, podremos notar que estos gobernantes también estaban preocupados por actividades más cercanas a nuestra realidad. Debajo del modelo tradicional del líder romano exitoso, los emperadores enfatizaron aspectos del poder que podrán ser más útiles para nosotros.
Un nuevo modelo para el liderazgo
A pesar de la imagen popular de decadencia y lujo, los emperadores romanos pasaban muchas horas juzgando casos judiciales de personas en todo el imperio. Entendieron que si querían establecer su liderazgo, tenían que ensuciarse las manos con los problemas de la gente. Y yo diría que esta voluntad de escuchar a las personas que se encontraban en la base de la sociedad contribuyó enormemente a su poder. Sin embargo, es un lado del emperador que a menudo se pasa por alto, en parte porque tendemos a pensar que escuchar es una virtud pasiva, además de un rasgo femenino estereotipado que, por lo general, se percibe como menos autoritario.
Los emperadores romanos también reconocieron que la imagen pública del gobernante era crucial y que el poder dependía de la visibilidad. Julio César fue el primer romano vivo en tener su cara en una moneda, mientras que Augusto, su sucesor y el primer emperador “propiamente dicho”, tuvo más de 25.000 de sus estatuas distribuidas por todo el imperio. Fue un gesto de jactancia, por supuesto, pero también creó un sentido de identidad y comunidad (una “marca”) entre la gente. En todo el imperio reconocerían a su líder y se sentirían parte de algo. Todo se redujo a objetos privados, desde aretes hasta moldes para galletas con la cara del emperador. Y así fue visto en todas partes.
Por último, en varios períodos de la historia romana hubo emperadores que coexistieron. No siempre fue la regla de un solo hombre, aunque así es como normalmente lo pensamos. Los romanos reconocieron, al menos hasta cierto punto, lo importante que era colaborar, y que a veces tiene más impacto hacer cosas juntos.
Ciertamente se inspiraron en las ideas tradicionales del éxito militar y edificios grandiosos. Pero esa no es la historia completa. Ya sea escuchando a las personas, creando un sentido de comunidad o colaborando con pares, los romanos invirtieron en una variedad de características que tradicionalmente no se han atribuido a los líderes exitosos.
Piensa más allá de los modelos tradicionales
Esto es lo más importante que la gente puede hacer. Se trata de reconocer cómo algunos de los conceptos que seguimos repitiendo, están profundamente arraigados a la historia. Y es cierto tanto para los negocios como para la cultura empresarial.
La antigua Roma, con sus vívidas historias, ofrece el escenario perfecto para eso. Nos devuelve una visión desde fuera de nosotros mismos y, como tal, nos ayuda a darle sentido al mundo que nos rodea. Puede que no sea la primera dirección en la que un líder empresarial elija mirar, pero estoy segura de que, si lo hiciera, le ofrecería algunas respuestas genuinamente inspiradoras o incluso útiles.