Eve Babitz: de su enemistad con Joan Didion a su mirada única sobre Los Ángeles
Colectivo Bruxista trae a España su libro ‘Días lentos, malas compañías. El mundo, la carne y L.A’ de una autora a la que las nuevas generaciones están volviendo
Los Ángeles es, dicen, “la ciudad sin pasado”, pero Eve Babitz se aseguró con sus crónicas de que lo tuviera. En Días lentos, malas compañías. El mundo, la carne y L.A, (Colectivo Bruxista, 2024), el segundo libro de la artista y escritora que se publicó originalmente en 1977 y al que precedió El otro Hollywood, cuenta esas historias de las starlets que ellas jamás contarían. Desde la asfixia que sufren algunas actrices por su propio éxito hasta el pavor de los actores de telenovela ante la idea de que sus personajes televisivos mueran, las historias de Babitz invitan al lector a descubrir la cara secreta del éxito en Los Ángeles.
Colectivo Bruxista trae su escrito a España precisamente cuando la periodista Lili Anolik publica Didion & Babitz (Scribner, 2024), un libro que captura tanto la escena de LA en los años 70 a través de las miradas de Babitz y Joan Didion como la lucha de las dos escritoras por ser tomadas en serio. Aunque fue la propia Didion la que ayudó a Eva Babitz a que publicara un relato en Rolling Stone que desembocó en un contrato editorial, la enemistad entre ambas acompaña siempre a sus nombres. “Es una pintora, no una escritora” se aseguró de decir Didion al editor de la revista cuando le presentó su escrito. Terminó por ser ambas cosas, pues diseñó portadas para Linda Ronstadt, The Byrds y Buffalo Springfield, colaboró con revistas como Vogue y Esquire y escribió cinco novelas y dos libros de no ficción. Sin embargo, pese a ese aparente odio, lo cierto es que Joan Didion fue la responsable de que publicara en la popular revista y de que su libro Eve’s Hollywood, donde mezcla la realidad con pinceladas ficcionadas, llegara a manos de una gran editorial. Eve presumía de haberla despedido como editora, pero en realidad, fue a quien le debió de su “éxito”. “Didion se tomaba a Eve en serio cuando nadie más lo hacía, cuando todavía era “Eve Bah-bitz con grandes tetas”, como la llamaban los artistas que frecuentaban Barney’s Beanery (un lugar de reunión en West Hollywood) a principios de los años sesenta”, explica Lili Anolik a The Guardian.
Mucho más que una ‘bimbo’
Antes Babitz había enviado al novelista Joseph Heller una carta de presentación con la que quería dar a conocer la que en realidad fue su primera novela, Travel Broaden. Aunque jamás se publicó, lo que sí quedó grabado para la historia fue el contenido de esa carta: “Soy una rubia de dieciocho años con mucho dinero en Sunset Boulevard. También soy escritora”. No mentía. Hija de una escultora y un violinista de la 20th Century Fox, la ahijada de Igor Stravinsky creció rodeada de figuras como Picasso, Charles Chaplin o Greta Garbo, con quienes sus padres alternaban. Los famosos fueron siempre parte de su vida y de sus andanzas sexuales, y aunque ella siempre se aseguró de decir que era una groupie –algunos de sus amantes fueron Jim Morrison, Jackson Browne y J.D. Souther–, como asegura Anolik a Nylon: “Sólo un tonto la confundiría con una groupie”, pues la periodista señala que sus amantes y su fama le daban igual: lo único que quería era la experiencia. Como asegura en el prólogo de Días lentos, malas compañías María Bastarós, fueron muchos los hombres inteligentes empeñados en que Babitz les explicara cómo escribía para poder así “desentrañar el misterio de su escritura. Y Babitz, esquiva pero sobre todo esclarecedora, solo contestaba: escribo en mi máquina de escribir, por las mañanas, cuando no hay nada más que hacer”.
Una heroína cultural anti-Joan
Anolik asegura que Joan Didion y Eve Babitz representan las dos mitades de la mujer americana. “En todos los sentidos, son opuestas. Se parecen tanto en su absoluto compromiso por ser artistas o escritoras, pero lo hacen de maneras opuestas”, explica la autora a Interview Magazine. “Babitz era muy disciplinada a la hora de escribir. De hecho, se iba a la cama temprano, algo que resulta insospechado. Michael Elias dijo que odiaba ir a fiestas con Eve porque ella quería llegar demasiado temprano e irse demasiado pronto porque le gustaba levantarse por la mañana y escribir”, añade.
Aunque en los 70 ya había demostrado de lleno su valía, fue en 1963 cuando la notoriedad llegó a su vida a través de una icónica fotografía de Julian Wasser en la que se la ve desnuda jugando al ajedrez con Marcel Duchamp. El fotógrafo inmortalizó también a Joan Didion, aunque ambas imágenes son tan diferentes como ellas mismas. Mientras que Eva posa con el pelo cubriendo su rostro como si de un velo se tratara, por lo que de no saber que se trata de ella, resultaría imposible decirlo, Joan se sitúa frente a su Corvette. “El fracaso de Eve a la hora de crear una personalidad pública y de crear una marca propia es la razón por la que (al menos en parte) no logró que su carrera realmente despegara”, explica en Nylon Anoli, que asegura que al final de sus días consiguió que la gente se interesara por ella gracias a una pieza sobre ella que escribió en Vanity Fair. “Eve ahora es una heroína cultural y su marca es la de ser la anti-Joan”, asegura la periodista, que habla de Eva como la Courtney Love de la época y de Didion, como de la Madonna de entonces. “Madonna es, por supuesto, la figura de Joan: esbelta, controlada y con mirada siempre en el trofeo. Y Courtney es Eva: un paseo por el lado salvaje, moralmente valiente, emocionalmente descuidada pero con algo dentro de ella que es más libre que cualquier cosa que Madonna tenga dentro. Había una atracción mutua obsesiva y una repulsión entre Madonna y Courtney, la misma que había entre Joan y Eva”, asegura.
El ‘Babitzance’
En 1997 Babitz conducía mientras fumaba cuando su cigarrillo cayó sobre su falda, que se prendió en llamas ocasionando a la cronista quemaduras de tercer grado en la mitad del cuerpo. Sus piernas y pies se salvaron gracias a que llevaba unas botas Ugg. Tras lanzarse al pasto de una colina de Pasadena para apagar las llamas que prendían su cuerpo, condujo a casa de su hermana. “Esta no fue la primera vez que había estado desnuda y avergonzada en Pasadena”, escribió dos años después en I used to be charming (NYRB Classics, 2019) (Yo solía ser encantadora), frase que le dijo a uno de los enfermeros que la atendió en el centro en el que fue atendida durante su recuperación. El accidente supuso su quiebra financiera, y por más que sus amigos hicieron una subasta de arte en su honor, ella perdió el interés por la vida pública.
Sin embargo, de la mano de figuras como Emma Roberts y de la escritora Emily Gould, su nombre volvió a sonar con tanta fuerza que la propia Gould habló del Babitzance, pues en los últimos años, su obra ha vivido un auténtico revival. “Las mujeres jóvenes ahora tienen mucho que demostrar y creo que están muy enfadadas. Sin embargo, Eve nunca estuvo enojada ni se sintió una víctima. Nadie la obligó a hacer nada, excepto quizás, yo misma. Ella nunca sintió que la estuvieran utilizando. Le encantaba su apariencia y como resultado, a todos los demás, también. Se lo estaba pasando muy bien y creo que a las jóvenes les gusta su trabajo porque ven libertad en su forma de vivir, y no creo que ellas tengan esa misma libertad”, asegura su agente, Erica Spellman Silverman, acerca de este renacer que en 2016 se avivó cuando la Biblioteca Pública de Nueva York organizó el encuentro El efecto Eve en el que no faltaron iconos de la cultura actual como la ensayista Jia Tolentino. Cinco años después, los 78 años, Eve Babitz murió de la enfermedad de Huntington.
“A veces todo pasa tan deprisa que no da tiempo a encontrar amigos de verdad o bien pasa y durante el tiempo que deberías estar encontrando amigos de verdad sigues actuando como antes, esperando al príncipe. De modo que cuando “todo” llega, una no tiene nada. Sobre todo si eres mujer y estás esperando a un príncipe”, escribió en ‘Días lentos, malas compañías’. Lo que precisamente jamás hizo ella fue eso: esperar a un príncipe y además, de haberlo hecho, lo único que le habría importado habría sido la experiencia.
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