El manicomio: Crónicas de una lógica que coloniza subjetividades
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- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Interesantes historias y perspectivas sobre los asilos psiquiatricos, que jamas había reflexionado.
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El manicomio - Fernando Ceballos
Córdoba.
Prólogo
¹
Marcelo Percia²
Estimado Fernando: acabo de leer tu texto. Siento que tus palabras nos ubican en una misma frontera. No se trata sólo de la frontera de la ciencia, sino la de un pensamiento que actúa en situaciones límites. Somos un par de cómplices que no necesitan reunirse, conocerse la cara o conversar en un mismo salón para saber que estamos cerca. Somos los fronterizos (no ese grupo de músicos que se formó en Salta en los años cincuenta): los que habitamos la línea invisible de las separaciones. Los exiliados de las posiciones instituidas.
Linderos (no por lindos sino por contiguos) de la palabra. Como se dice en tu texto: linderos del momento en que la locura insiste (siempre insiste) en hablar. Linderos como Adán, internado hace veinte años en el Hospital Oliva de Córdoba, que canta para sí mismo una mañana de abril que Nadie es perfecto...
o linderos como Carlitos, con otros veinte de encierro, que piensa que mejor es estar en la cárcel porque, por lo menos, tenés una condena y sabés cuando vas a salir o linderos como Tita desterrada e infectada de desamparo o linderos como Diego que sale a caminar para que se le pase el efecto de la medicación más rápido o linderos como Daniel que se toma todo el vino para que alguien lo duerma de una piña.
Tu libro es también fronterizo por los bordados delgados que trazás entre lecturas y experiencias: el escrito muestra esa labor de tejer ideas con citas precisas de otros autores. Alguna vez habrá que decir que el pensamiento clínico no es el de la memorización académica ni el que acumula y menciona teorías para autorizarse o cubrirse, sino el de las citas: el de los llamados y encuentros con otros que también naufragaron, porque las psicosis son, entre otras cosas, la experiencia del naufragio de las naves seguras de la civilización.
En tu libro, la palabra loquero designa un espacio lindero al manicomio: el loquero es el manicomio intervenido por tus palabras de ternura, el loquero es la resistencia todavía no arrasada por la crueldad. La irrupción, siempre sorprendente (en el límite de a inhumanidad) del deseo de humanidad.
Tu texto es una voz del loquero, un escrito que sabe que las formas de vivir adentro no son muy diferentes a las formas de vivir afuera. Sólo un lindero, como vos (Ceballos) puede relatar, desde el umbral, furioso esa cotidianeidad brutal, naturalizada, replicada en cada psiquiátrico: la pintura manicomial de gente sentada, limpita, medicada, fumando, tomando mate, esperando la comida, las pastillas, la visita, la nada.
En la atmósfera de estas páginas, el loquero no huele igual que el manicomio. El manicomio como desalmadero (¡era hora de que alguien inventara esa palabra!) es una crueldad que desparrama un hedor ácido. El loquero intervenido por tus palabras sabe (a la vez) a amarguras y dulzuras.
Presencias amargas y dulces de linderos como El Gordo (psiquiatra jefe de la guardia interdisciplinaria del viernes) que parece esos detectives de la novela negra norteamericana de Dashiell Hammett y Raymond Chandler. No un mediquito acostumbrado a enigmas difíciles (como Isidro Parodi de Borges y Bioy Casares que resuelve los casos sin moverse de su celda); ni un disciplinador a troche y moche (o, para estar acordes con el laboratorio suizo, a roche toda la noche). Tampoco un paternalista que le sigue la corriente a un loquito sin escuchar nada: El Gordo es un tanguero, un muchacho de barrio, un solitario casi desprendido del sistema, un practicante del psicoanálisis de los linderos. Un tipo que todo el tiempo es tomado por sorpresa: que improvisa, que sigue sus impulsos inmediatos. Un personaje, naufragado, en una institución violenta, corrupta, mafiosa, traficante, pero que (de pronto) sabe que puede hacer algo y lo hace.
Las acciones clínicas de El Gordo son erráticas: frágiles y consistentes, inverosímiles y posibles, en un espacio degradado, desordenado, desinteresado por el otro. El Gordo no se ampara en un saber psiquiátrico, esas certezas no tienen credibilidad para él: es un lindero que asume lógicas eventuales, que golpea la imaginación, que practica el poder evocativo (azaroso y accidental) de la conversación y del teatro de la calle.
Me gustaría ser ese Gordo que tan bien arrancas de las sombras. En la misma frontera, entonces, te leo: no hay otro lugar para nosotros.
Gracias Fernando por enviarme tu texto.
Un abrazo lindero, hasta siempre.
Marcelo.
1 Este prólogo es parte de un correo electrónico enviado por Marcelo Percia ante el convite de leer por primera vez el texto completo.
2 Marcelo Percia, es licenciado en psicología, psicoanalista, profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires y trabajador del Hospital Estévez de la provincia de Buenos Aires. Ha publicado: Notas para pensar lo grupal (1991), Una subjetividad que se inventa (1994), Clínica del crack-up. Ficciones psicoanalíticas (2001), Deliberar la psicosis (2004) y Alejandra Pizarnik, maestra del psicoanálisis (2008). Compilador de los volúmenes Ensayo y subjetividad (1998), Salud y Subjetividad. Capacitación con enfermeras y enfermeros en un psiquiátrico (1998) y El ensayo como clínica de la subjetividad (2001). Miembro del comité de redacción de la revista Pensamiento de los Confines. Y responsable de numerosos textos que se relacionan con la clínica, la salud, el ensayo.
La idea de Cabred
¹
"Hace pocos días celebrábamos, en la provincia de Buenos Aires, el acontecimiento de la fundación de un instituto médico pedagógico para retardados.
Hoy, por una sucesión lógica, impuesta por la necesidades del país, nos toca, igualmente, festejar la colocación de la primera piedra de un asilo colonia regional de alienados.
La fundación de este establecimiento se lleva, también, a cabo, en virtud de la ley número 4953, promulgada el 28 de julio de 1906, que tantos servicios va a prestar al país... la necesidad de construir asilos para alienados es muy urgente en nuestro país. El número de insanos alojados en los establecimientos de Capital Federal es muy superior a lo que permite la capacidad higiénica de ellos, y el tratamiento médico deja así mucho que desear... Sabido es, además, que en todas las provincias y territorios nacionales hay muchos insanos menesterosos que carecen de todo tratamiento, y que, únicamente, cuando constituyen un motivo de peligro, son remitidos a los asilos de la capital... he solicitado insistentemente, desde muchos años atrás, la creación de dos asilos colonias regionales: uno, en provincia de Córdoba; y otro, en la de Santa fe, como medio de solucionar, de una vez, el problema de hospitalización científica y económica de los alienados... inspirados en los mejores modelos de instituciones similares alemanas y en la floreciente Colonia Nacional de Alienados de Luján... Forman parte de un vasto programa, los asilos para alienados, para retardados, para cretinos, para alcohólicos, para epilépticos, para ancianos, para niños vagabundos; hospitales generales, hospitales especiales para tuberculosos, para leprosos, para infecciosos, para palúdicos, para crónicos atacados de dolencias comunes, etc... realizadas, como lo serán en breve, esas obras tan necesarias, que son la característica más hermosa de la solidaridad humana, la Argentina se habrá colocado a la altura de las naciones más civilizadas de la tierra.
...Señalemos los principios de la medicina mental a que responde el asilo que hoy comienza a levantarse, los medios con que cuenta para llevarlos a término, y los resultados que se obtendrán. Ya el nombre asilo colonia indica que es un sistema de puertas abiertas -open-door- el que lo caracteriza.
Con esta breve y conceptuosa fórmula se designa un conjunto de disposiciones de orden material y de régimen interno, que tienden, todas, a dar al establecimiento el aspecto de un pueblo, a proporcionar a sus moradores la mayor suma de libertad, compatible con su estado de locura, y a hacer del trabajo uno de los elementos más importantes del tratamiento moral. Este sistema, que parece tan natural y tan lógico, ha empezado a implementarse en Europa, hace apenas cuarenta años...
El ambiente de calma, de tranquilidad, que se formó en los asilos merced al nuevo sistema, hizo comprender que, no sólo era innecesario, sino también perjudicial el triste enclaustramiento a que se hallaban sometidos los enfermos. Y así, poco a poco, el sistema hasta entonces usado, de edificios monumentales, macizos, unidos, con gran números de celdas, fue reemplazado por el de pabellones separados, que permite dar más libertad y clasificar mejor a los alienados, con positiva ventaja también, para la higiene de los establecimientos...
La aplicación del trabajo, en todas sus formas, como modificador mental, ha venido haciéndose en escala cada vez mayor.
Sin descuidar el trabajo de los talleres, que ya funcionaban en los asilos cerrados, se ha dado la mayor amplitud posible a las faenas al aire libre, que son las más favorables para la salud del cuerpo y del espíritu, dotándose a los asilos de puertas abiertas, de grandes zonas de cultivo...
El asilo colonia regional para alienados de ambos sexos, que hoy comienza a construirse, satisface plenamente las exigencias de tratamiento moderno, cuyos principios científicos y humanitarios acabamos de exponer. Se levanta en una feraz llanura de seiscientas hectáreas, próximo a una de las líneas férreas más importantes del país, que permite la fácil traslación de los enfermos del norte, del centro, del litoral y aún de la parte andina, que recibirá necesariamente en los primeros tiempos, pues sólo está destinado, en el porvenir, para los de las dos primeras regiones. Se compone de pabellones completamente separados, sin alineación simétrica, diseminados en una vasta extensión, en medio de jardines. No habrá muros de circunvalación que oculten el horizonte, ni nada que despierte la idea de encierro, y así la ilusión de libertad será perfecta. Los edificios son en forma de chalets, rodeados de galerías, sencillos, elegantes y confortables; y dentro de este estilo arquitectónico, tienen sus variantes que evitan la monotonía.
Consta de dos grandes secciones, en que los sexos se hallan suficientemente separados; y cada una de estas secciones está dividida en otras dos: el asilo central y la colonia propiamente dicha, cuyos pabellones, perfectamente diferenciados, poseen una disposición apropiada a los servicios que deben llenar.
En el asilo central serán tratados los enfermos agudos, los crónicos que tengan episodios de este carácter, los debilitados, y los que, por cualquier razón, requieran la clinoterapia o la vigilancia continua. Los padecimientos intercurrentes también se atienden en esta sección.
La colonia está destinada a los convalecientes, a los tranquilos y a los crónicos inofensivos, que se ocuparán de las más variadas tareas y gozarán del open-door en toda su amplitud.
En la parte central del establecimiento se hallan: la iglesia, el teatro, los talleres, la casa de máquinas, la cocina, etc. y en las afueras de este pequeño pueblo de alienados se encuentra: la lechería, el criadero de plantas, el de aves y el de cerdos, rodeados de los campos de cultivo que le forman al asilo una verde cintura.
Fuera del bienestar material que gozarán los enfermos en estas villas, cómodas y alegres, bajo un régimen de dulzura y de abundancia, sentirán también un gran bienestar moral, no sólo por el hecho de vivir en libertad, sino también porque se empleará todo género de entretenimientos, como juego al aire libre, de salón, paseos, bailes, conciertos, gramófonos, cinematógrafos, representaciones teatrales, etc., que influyen favorablemente en la dirección de las ideas y los sentimientos.
Puede afirmarse, por consiguiente, que la cifra que se obtendrá de curaciones y mejorías en el nuevo asilo de puertas abiertas será más satisfactoria, y siempre superior a la que ofrecen las estadísticas de los manicomios cerrados de la Capital Federal. Abonan este halagüeño pronóstico, los resultados conseguidos en la Colonia Nacional de Alienados de Luján, y en los establecimientos europeos de la misma clase. Igual afirmación cabe hacer respecto a los resultados económicos, pues el cultivo de la tierra, el trabajo en talleres, etc., darán un rendimiento considerable.
Visitando, hace algunos años, los asilos de Alemania, encontré, en uno de los más hermosos-el de Hersberge-, una inscripción, colocada al frente, que sintetiza su objeto y que dice así: para la protección de la luz del espíritu
.
Hagamos votos, Excmo. Señor Presidente, señores Ministros, señoras y señores, porque el establecimiento que hoy comienza a levantarse, que también será uno de los más bellos del mundo, pueda realizar ampliamente y lo más pronto posible, esa noble divisa, en bien de los alienados y en honor de la cultura moral de nuestro país".
Este texto (extraído del libro El asilo. Memorias de la vida cotidiana
), es una parte del discurso que el Dr. Domingo Cabred dio al colocar la piedra fundamental del Asilo Colonia Mixto de Alienados de Oliva, en la provincia de Córdoba (hoy Hospital Emilio Vidal Abal), el 10 de diciembre de 1908. Cinco años y medio tardaron en erigirse las magníficas obras que cambiarían para siempre ese paisaje pampeano, y el 4 de julio de 1914 se abrirían las puertas del hospicio, e ingresarían las primeras noventa y nueve personas que habían sido diagnosticadas como enfermos mentales. A escasos seis meses, el asilo ya contaba mil doscientas personas ha rehabilitar, en veinte años llegó a albergar a cinco mil almas, conformándose en unos de los manicomios más grandes de Sudamérica. Al día de hoy cerca de cincuenta mil personas han estado internadas en este establecimiento.
Cabred, instaló en la Argentina el sistema de hospitales psiquiátricos de puertas abiertas copiando los modelos europeos que inspiraban una nueva corriente de asistencia de la locura.
El crecimiento de las grandes urbes europeas en el siglo XVIII hizo que se pensara en otra posibilidad de asistencia a la sinrazón, ya que los hospicios habían quedado incrustados entre la población y se temía que el contagio de la locura se expandiera fácilmente entre la gente. En esos espacios cerrados, oscuros e indignos estaba el mal (la lepra, los mendigos, las prostitutas, los locos), y de ahora en adelante podía esparcirse y hacer que reinara el terror. Por lo