Dios es feliz dándose: Esbozo de una teología espiritual
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La segunda y la tercera parte del libro incluyen los trabajos "Lenguaje divino y lenguaje humano" y "La fe según los capítulos 7 y 8 del Evangelio de san Juan". Son dos "reflexiones meditativas" que constituyen los subsidia, es decir, los fundamentos teológicos de las reflexiones y de las intuiciones que han ido surgiendo en el "diálogo" de la primera parte. Es así como esta obra se convierte en un esbozo de teología espiritual para el siglo XXI.
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Dios es feliz dándose - Josep Maria Rovira Belloso
JOSEP MARIA ROVIRA BELLOSO
DIOS ES FELIZ DÁNDOSE
Esbozo de una teología espiritual
Traducción del catalán de
ANTONI MARTÍNEZ RIU
Herder
La traducción de esta obra contó con la ayuda del Institut Ramon Llull.
Título original: Déu és feliç donant-se
Traducción del catalán: Antoni Martínez Riu
Diseño de portada: Purpleprint creative
© 2015, Josep Maria Rovira Belloso
© 2016, Herder Editorial, S. L., Barcelona
ISBN: 978-84-254-3424-2
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro de Derechos Reprográficos) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com).
Producción digital: Digital Books
Herder
www.herdereditorial.com
Índice
Portada
Créditos
Presentación
Primera parte. La espiritualidad: hablar bajo la lluvia fina de la Palabra
Introducción
Preludio. «Aurora»
1. Discernir
2. Trascender
3. Recibir
4. Disfrutar
5. Compadecer
6. Trastornar
7. Impacientarse
8. No saber
9. Cantar
10. Agradecer
Corolario. Atreverse
Segunda parte. Lenguaje divino y lenguaje humano
Introducción
1. La peculiaridad de la Palabra de Dios envuelta, en el tiempo, en palabra humana
2. Cinco temas de la persona humana que vive en la Palabra de Dios
3. Comunicación y revelación en el lenguaje del Evangelio
4. La persona humana bajo la Palabra de Dios
Tercera parte. La fe en Jesús según los capítulos 7 y 8 del Evangelio de san Juan
Introducción
1. Diez observaciones previas
2. Contenidos de los capítulos 7 y 8 del Evangelio de san Juan
Epílogo
Bibliografía
Notas
Información adicional
PRESENTACIÓN
El lector verá que este libro se estructura en tres partes. La primera recuerda mucho a una entrevista, pero en realidad se trata de una obra «a cuatro manos», y así la llamo en la Introducción.
Ahora bien, esta larga, pensada y a la vez improvisada «entrevista» a la que me refiero tiene dos fundamentos que la sustentan. Son, respectivamente, dos trabajos, uno del 2012 y otro del 2013. El primero, que lleva el título de «Llenguatge diví i llenguatge humà», se publicó en sus dos primeros puntos en Qüestions de Vida Cristiana.[1] El otro es un trabajo que, para mí, ha sido muy necesario hacer. Se trata de «La fe en Jesús, segons els capítols 7 i 8 de l’Evangeli de sant Joan». Digo que se trata de un trabajo que me ha sido necesario hacer porque tenía que explicarme a mí mismo unos textos de difícil comprensión y que a la vez son imprescindibles, porque en ellos se proclama la fe como una actitud viva y abierta de corazón ante Dios. Las figuras que desfilan en estos textos, y que para el evangelista son emblemáticas, continúan siendo la Virgen María, el discípulo amado, María Magdalena y el apóstol Pedro: las figuras de la fe.
De manera que estos dos trabajos, estas dos «reflexiones meditativas» que conforman la segunda y la tercera parte de este texto serían, hablando académicamente, los subsidia, los «refuerzos», los fundamentos que a manera de trama esencial sostienen el edificio de la entrevista que se lee en la primera parte.
Josep Maria Rovira Belloso
El Desert de Sarrià
PRIMERA PARTE
LA ESPIRITUALIDAD:
HABLAR BAJO LA LLUVIA FINA DE LA PALABRA
INTRODUCCIÓN
Esta primera parte es una obra «a cuatro manos». El lector debe imaginar que en una silla se sienta alguien que preferentemente se encarga de la «construcción del discurso» y en la otra, alguien que lo redacta, en este caso, mi amigo Santi Pau Bertran.
No es este un «libro de entrevistas» convencional, entretenido o adornado, pero tampoco es un «libro de tesis». Los contenidos se han desdoblado a su aire en diez conversaciones —«diez infinitivos verbales»— en las que los dos interlocutores hemos procurado simplemente «ejercer el oficio de cristianos» con las herramientas que cada uno de nosotros tenía a mano: siempre bajo «la lluvia fina», hemos rezado y reflexionado en voz alta, intentando conocer a Jesús, intentando conocer a Dios; hemos recordado las palabras en las que creemos y hemos procurado averiguar por qué puede sentirse uno tan enamorado de la buena noticia que nos anuncia que Jesús ha venido desde la eternidad a nuestro tiempo.
Como estas páginas son fruto de un hablar coloquial, el lector no deberá olvidar que constituyen simplemente un trabajo de meditación, con todas las imperfecciones que pueden tener los libros de este tipo.
Mano a mano, los autores invitan a los lectores a participar en un diálogo en el que, estructurado en diez movimientos y con variaciones sobre cuatro temas —la reflexión, la teología, la espiritualidad y la oración—, se ha intentado rezar teológicamente o hacer teología rezando, puesto que a estos cuatro grandes temas se ha accedido, por así decir, de una manera «pericorética», esto es: de modo tal que a veces el pensamiento cede el paso a la teología y a veces la teología cede el suyo a la oración, mientras que otras veces es la espiritualidad la que ejerce de aurora de la reflexión, encendiéndola.
PRELUDIO
«AURORA»
Domus aurea
Me gustaría empezar este trabajo cambiando el orden que suelen seguir los libros piadosos, que solo hacia el final acostumbran a recordar a la Virgen María, como si este recuerdo fuera un ritual, un trámite o un simple «quedar bien»; como si únicamente antes de terminar, y algo así como «deprisa y corriendo», nos estuviera permitido acordarnos de la Madre de Dios.
Pues bien, de ella quiero hablar aquí antes que nada, con anterioridad a las páginas que vendrán y de una manera plenamente «auroral». Por eso iremos al Génesis y leeremos un fragmento, que ahora contemplo desde una perspectiva distinta de la que para mí tenía cuando era estudiante. Se trata del llamado «fragmento de las excusas»: Adán se excusa en Eva, Eva se excusa en la serpiente y el reptil se excusa en la naturaleza. Pero también Dios tiene algo que decir a todo ello (Gn 3,14-15):
Por haber hecho esto, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu vientre te arrastrarás y polvo comerás todos los días de tu vida. Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu linaje y el suyo; este te aplastará la cabeza y tú le acecharás al talón.
En mis años de estudiante en Roma, este fragmento se consideraba «mariano» en cuanto no solo se refería a Eva, sino a toda su descendencia, que llega hasta María, hasta Jesús y hasta nosotros mismos. Creo que en aquel tiempo no acabé de entender esto, al menos no de la manera como lo veo ahora.
Ahora considero que en la entrega de María, en su abrirse y darse a Dios, también está incluida, de una manera inevitable, la entrega a los demás. La prueba es que, después de escuchar la anunciación del ángel, María fue deprisa a las montañas de Judea para visitar a su prima Isabel, que la necesitaba porque estaba embarazada de seis meses. Como podemos ver, solo hay una cosa —el amor— en la raíz de la entrega a Dios y del darse al prójimo, y es que, en efecto, la fe siempre está unida al amor.
Efectivamente, ahora puedo ver con mucha más claridad que antes hasta qué punto llegó María a unir su fe y su amor con este espíritu de lucha del que ya habla el profeta Isaías cuando se enoja frente a una actitud «quietista» o miedosa:
Respondió Ajaz: «No la pediré [la señal] y así no tentaré a Yahveh». (Is 7,12)
Pues para eso vino precisamente María, para ser señal.
El Señor mismo os dará una señal, mirad: la doncella está encinta, va a dar a luz un hijo, y le pondrá el nombre de Emmanuel. (Is 7,14)
Por utilizar una expresión tradicional y habitual hace unos años, diríamos que la actitud de María desencadena la lucha contra «el mundo, el demonio y la carne». El indicio, la prueba, la señal, la palabra o el anuncio de que las cosas de alguna manera han sido así está dado por el hecho de que Jesús mismo dirá:
En el mundo tendréis tribulación; pero tened buen ánimo: yo he vencido al mundo». (Jn 16,33)
Y así llegamos a la pregunta: «¿Es lucha la vida?». El libro del Apocalipsis nos dice que sí, que es la lucha para vencer el mal del mundo:
Fue arrojado el gran dragón, la antigua serpiente, el que se llama Diablo y Satanás, el que seduce al universo entero». (Ap 12,9)
Con su «sí», con su «hágase», María echa, expulsa el mal del mundo y nos libera de todas nuestras esclavitudes, nos libera de las «manos de los enemigos». Esta es su batalla pacífica. Aquí es donde su fe se une al combate del que habla Job:
¿No es milicia la vida del hombre en la tierra?¿No son sus días como los de un jornalero? (Job 7,1)
Se trata, por cierto, de la misma lucha, del mismo jornal que el de Jesús y que el nuestro.
La vida no es en modo alguno una «gnosis seudocelestial», ni es tranquila como una tarde de familia feliz: ¡no, no lo es! Es misión. Es la misión de traer, difundir o comunicar la liberación y su noticia, es «poner en práctica» la evangelización, y esto quiere decir hacer llegar la compañía que tenemos en Dios a todo el mundo: a todos los que amamos y a todos los que aún no amamos.
Así es como ahora contemplo esta lucha de la descendencia de Eva, que es María: aquella «niña vestidita de azul» —utilizando, si queréis, una imagen romántica— resulta ser una persona, además de hermosísima, mucho más consciente, grande y valiente de lo que escondía o disimulaba su apariencia de niñez privilegiada, ya que, en silencio y sin contemplaciones, dirige el gran combate de nuestra liberación porque solo nos quiere de una única manera: «sin temor, en piedad y rectitud» (Lc 1,74).
El Cantar de los Cantares expresa magníficamente esta unión de hermosura y fuerza pacífica:
¿Quién es aquella que se alza como la aurora, hermosa como la luna, brillante como el sol, terrible como ejército formado bajo las banderas? (Cant 6,10)
Por eso también es la llave de la torre de David, para que sea para nosotros la gran luchadora pacífica que, amaneciendo como el alba, nos hace ver la luz de la paz, de la libertad, de la compañía de Dios, de su bendición y de su salvación. Aunque, para llegar a esta salvación, habrá sido necesario que antes hayamos atravesado el túnel de la muerte, puesto que solo así conseguiremos poder ser de