Por la senda de Gandhi: Su vida, sus ideas y su legado
Por Francesc Cardona
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Por la senda de Gandhi - Francesc Cardona
Por la senda
de Gandhi
© Plutón ediciones X, s. l., 2018
Diseño de cubierta y maquetación: Saul Rojas
Edita: Plutón ediciones X, s. l.,
Calle Llobateras Nº 20,
Talleres 6, Nave 21
08210 Barberà del Vallés
Barcelona-España
E-mail: [email protected]
http://www.plutonediciones.com
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I.S.B.N: 978-84-17477-55-4
Introducción
El 30 de enero de 1948 un fanático religioso hindú disparo tres balas a quemarropa a Mohandas Karamchand Gandhi acusándolo de haber permitido que los musulmanes robaran parte de territorio a la nación hindú y de no odiar a los islamistas. El Mahatma, alma grande, así lo llamó el gran poeta Rabindranath Tagore, murió en el acto.
La personalidad de Gandhi había traspasado las fronteras de las dos nuevas naciones y alcanzado los confines del planeta. Sus primeras intervenciones políticas en Sudáfrica en favor de sus compatriotas le dieron a conocer en Europa. Pero, poco a poco, su figura se había agigantado. Unos decían que era un místico o reformador religioso, otros un gran poeta o filósofo. Para los demás su comportamiento era el de un auténtico revolucionario político. Si Tagore lo había señalado como Mahatma, su biógrafo Romain Rolland, lo llamaría Creador de la nueva Humanidad
y las generaciones posteriores lo conocerían como libertador de la India.
Con la obstinada fuerza de su voluntad, con un profundo conocimiento de la psicología de las masas, con un sentido inigualable de la oportunidad, se había enfrentado a la gigantesca organización colonial británica. Y no sólo la había derrotado, sino que había ganado su admiración.
Por eso su muerte fue acogida con una impresionante y sincera manifestación de duelo. Sus restos recibieron honores militares; depositados en un navío de guerra, fueron arrojados al mar junto a la desembocadura de los sagrados ríos Jumma y Ganges. Fue algo trágico y hasta grotesco, el hecho de que el gran apóstol de la no violencia recibiera honores militares.
Su asesino sería ahorcado siguiendo los principios de las más rancias leyes coloniales. La muerte de aquella extraordinaria e irrepetible personalidad parecía, pues, borrar de un plumazo, todas las enseñanzas a las que había sacrificado su larga vida.
Gandhi fue un auténtico socialista utópico digno de haber sido discípulo aventajado de Platón. Para él, el pueblo era la célula básica de una sociedad. Odiaba las grandes ciudades crecidas en su país durante el dominio inglés y quizás pensaba que desaparecerían en su república ideal, siempre sin violencia.
Se inclinaba por el Swaraj o autogobierno para librarse del control del Estado extranjero o nacional. Este debía entenderse sólo como un mecanismo coordinador dentro de una sociedad descentralizadora en la que cada pueblo sería como una pequeña república auto gestionada y autosuficiente. Localismo que, paradójicamente, sería garantía de universalismo. Así escribió:
En esta estructura compuesta por innumerables pueblos, no tendrían la forma de una pirámide con su vértice sostenido por la base, sino como un círculo planetario en cuyo centro estaría el individuo siempre dispuesto a morir por su comunidad, que a su vez lo estaría por sacrificar por todo el círculo, hasta que al final todo se unificaría en una sola existencia… El círculo exterior no utilizaría su poder para dominar al interior, sino que lo fortalecería y derivaría de él su fortaleza
.
Esta sociedad tendería a la igualdad entre todos sus miembros, hombres y mujeres con su función específica, y a la abolición de las castas malditas, aunque conservarían su estructura con finalidades prácticas. Los artesanos serían sus propios dueños y la tierra devendría para quien la trabajara, solamente la necesaria para su sustento. La agricultura y la manufactura serían las bases económicas y permitiría que la electricidad llegase al pueblo más apartado para alimentar las máquinas más simples y las herramientas. Pero para preservar su autonomía, cada pueblo debería poseer su planta eléctrica. Las pocas fábricas necesarias quedarían en manos de sus propietarios, compartiendo el control con los trabajadores.
Para Gandhi el sistema de gobierno parlamentario, por moderno que fuera, no le iba y menos el Parlamento británico, símbolo de la solidez histórica de su nación. Pensaba en una India independiente en donde cientos de millones de compatriotas eligieran a unos cuantos centenares de representantes, aquello era una memez consumadora. Por ello fraguó un sistema de democracia indirecta.
El tradicional consejo de cinco personas (panchayat) se mantenía al frente de cada pueblo y elegiría un representante en el consejo regional y así sucesivamente hasta el consejo supremo de la nación que en una sociedad casi por completo descentralizadora, poco tendría que hacer. Asociaciones espontáneas controlarían las comunicaciones, las fuentes de energía, los recursos mineros y los bosques en nombre del pueblo.
El ejército no existiría pues según él, significaría la autodestrucción del país. Solo mantendría la policía que en caso necesario, únicamente serviría para mantener el orden. No habría castigos y las cárceles se convertirían en escuelas de reeducación. Si fueran invadidos por una potencia extranjera, saldrían a enfrentarse de forma no violenta voluntarios (satyagrahis) que ejercerían las labores de maestros, practicantes, consejeros agrícolas, jueces de paz y superintendentes servidores generales del pueblo, que harían voto de castidad y de pobreza y fieles al vegetarianismo.
La prohibición de los matrimonios jóvenes y la continencia traería consigo el control de la natalidad que desde 1920 se había disparado. Fracasó al intentar contener la violencia y él mismo fue víctima de su propio fracaso. Violencia que se repetiría en 1970, cuando ya había pasado a la historia y su mito se engrandecía. Gandhi les insufló a los hindúes, conciencia nacional de la que carecían, a pesar de su rica historia cultural, que el Mahatma supo valorar en su justa medida.
Pero aún hay más. Gandhi sabía que para construir un nuevo país en libertad habría que comenzar por educarlo, de aquí sus propuestas para enriquecer la vida cotidiana de su pueblo: la medicina, la salud, la sexualidad y sobre todo, el Amor con mayúscula. Su trayectoria histórica es más o menos conocida, arrebatador por el mito con toda justicia y como tantos otros personajes célebres, algunos con menos títulos en su haber y otros por su actuación, totalmente negativa.
Cuando su figura comenzaba a desvanecerse en Occidente, tras los fuegos de artificio simbolizados por la Generación de 1968 y su protesta por la Guerra de Vietnam así como su interés por toda la filosofía hindú y su visión ascética de la vida, films como el de Richard Attenborough estrenado el 30 de noviembre de 1982 en Nueva Delhi, volvieron a poner sobre el tapete sus enseñanzas.
Como diría el propio protagonista: Quizás la globalización actual no tenga cabida para su pacifismo absoluto o su gentil tolerancia… pero al igual que millones de habitantes de la India se amontonaron en el cortejo de su funeral buscando el contacto con su santidad, millones de personas más han buscado la libertad y la justicia siguiendo la guía que proporciona la luz del Mahatma. El santo y el político van de la mano, proclamando el poder del amor, de la paz y de la libertad.
Sin embargo, mientras quede un pacifista en el mundo, tendremos esperanza y terminamos esta introducción con las siguientes palabras de Gandhi:
Cava cada vez más profundo con tu arado, con tu pluma, con el bisturí, con el pentagrama, con el ordenador… Trabaja, sufre, llora, lucha, sueña, ama… por la paz. Sin embargo, ríe con todas tus fuerzas de corazón. Sé un bruñido espejo para los demás, para tus enemigos… y que tu risa contagie coraje, fortaleza, tranquilidad, alegría, sonrisa y sobre todo… paz y más paz.
Primera Parte
Vida
Nacimiento e infancia.
La India en aquella época
Mohandas Karamchand Gandhi nació el 2 de octubre de 1869 en la ciudad costera de Porbandar al noroeste de la India, bañada por el Mar de Omán y no lejos de la frontera de lo que después sería el Pakistán, perteneciente al distrito de Gujarat, conocido como Kathiawar.
Por aquel entonces, la India pertenecía al Imperio Británico que comprendía dos clases de territorios: territorios administrados directamente y territorios principescos (más de 200 a mediados del siglo XIX), sometidos al régimen de la administración indirecta, autónomos, pero sin ninguna independencia efectiva. Sin embargo, eran residuo de los primitivos Estados del subcontinente y aunque controlados en última instancia por Inglaterra, poseían una estructura semejante a un pequeño Estado soberano.
Los miembros de la familia Gandhi eran mercaderes por casta y banias por subcasta. Los tres primeros fundadores de la familia fueron tenderos. Pero en las tres últimas generaciones, a partir del abuelo de Mohandas, llegaron a ser altos funcionarios en varios Estados de Kathiawar. Sus creencias religiosas eran una mezcla de credos jain, hindú y musulmán, resultado de la gente establecida en su territorio.
El padre de Gandhi, Karamchand (Kaba), era el Primer Ministro de Porbandar. Se había casado cuatro veces, ya que, sucesivamente, fueron muriendo sus tres primeras esposas. Tuvo dos hijas de su primer y segundo matrimonio, y su cuarta y última mujer, Putlibal, le dio una hija y tres hijos de los cuales, Mohandas, fue el más pequeño.
Kaba Gandhi amaba a su familia. Era un hombre valiente y generoso, en tanto que su madre era muy respetuosa en las prácticas religiosas; siempre rezaba sus plegarias y acudía al templo. Poseía un sólido sentido común y estaba bien informada de todos los asuntos del Estado, la gente tuvo en muy alta estima su inteligencia. No tenía estudios, a lo sumo sabía leer un poco el guyaratí y nada más. Pero su rica experiencia en cuestiones prácticas le permitió solucionar asuntos muy intrincados de gobierno. Su cultura religiosa se había forjado con sus visitas a los templos y la asistencia a los sermones. En sus últimos años empezó a leer el Gita y lo recitaba en los momentos de oración.
Gandhi asistió a su primera escuela en Porbandar, pero las tablas de multiplicar se le atragantaban. Cuando contaba con siete años de edad, sus padres se trasladaron a Rajot, donde Kaba llegó a ser primer ministro. En la escuela primaria, Gandhi continuó siendo un estudiante mediocre. Después pasó a otro colegio suburbano y a los doce años inició los estudios equivalentes a secundaria.
Los padres de Gandhi eran devotos seguidores del culto a Visnú, pero la madre procedía de una pequeña seta en la que se mezclaban los libros sagrados de los Vaishnavas con el Corán con el lema Paz y buena voluntad, junto a una total austeridad que preconizaba el vegetarianismo, la prohibición del alcohol y el tabaco y los ayunos periódicos, conductas que influyeron en la posterior doctrina de Gandhi, como el contacto con los jainistas amigos y colaboradores de su padre. Su doctrina había sido predicada por Mahavira hacía ya dos mil quinientos años o quizás se gestara mucho antes. Se basaba en la renuncia a la violencia (ahimsa) no sólo respecto a los seres humanos o animales sino también a los cuatro elementos primordiales: tierra, aire, agua y fuego, aunque de momento no le prestara demasiada atención.
El propio Gandhi escribe en sus memorias:
Durante toda aquella época jamás dije una sola mentira, ni a mis compañeros, ni a mis profesores. Era un muchacho tímido que evitaba toda compañía. Incluso sentía el temor de que alguien se burlara de mí
.
No fue un niño precoz, quizás la semilla la guardó para la edad madura. No leyó el gran poema religioso Bhagavad-Gita (canto del Divino Señor) incluido en el Mahabharata, auténtico compendio de las ideas de la espiritualidad hindú y que su madre se sabía de memoria. Lo haría mucho más tarde, ya en Inglaterra, y en inglés. Entonces le impactó y se dio cuenta de que sus puntos de vista sobre la conducta a seguir estaban muy acordes en cuanto hay que vivir para la acción, prescindiendo del premio.
Sin embargo, sí cayó en sus manos la obra teatral Sharovana Pitribhakti Nataka, acerca de la devoción del protagonista hacia sus progenitores. Casualmente, poco más tarde, unos cómicos de los denominados en Occidente de la begua la representaron. Gandhi pudo asistir al espectáculo, a pesar de que no pudo hacerlo a las demás obras tanto como deseaba y quedó prendado de ella. Como modelo de piedad filial, el protagonista lleva a sus padres ciegos a una peregrinación, transformándolos a sus espaldas.
Una boda precoz
Gandhi se casó a los trece años. Sus padres durante su infancia, habían dado promesa de unión dos veces, cosa que no se consumó. Gandhi tenía otros dos hermanos y el mayor ya estaba casado. Entonces los padres finalmente, decidieron casar al segundo, a un primo y al joven Gandhi, sin tener para nada en cuenta, según era costumbre, los sentimientos de las parejas.
Era como matar tres pájaros de un solo tiro
y así economizar gastos que para una boda hindú eran exorbitantes. El propio Gandhi escribe a este propósito:
Cuando me casé vendían unos folletos por poco dinero, en los que se analizaba el amor conyugal, la economía doméstica, los matrimonios infantiles y otros temas similares… Cuando caía en mis manos uno de tales folletos, los devoraba ávidamente, pero solo ponía en práctica lo que me gustaba y olvidaba lo que me desagradaba. La lección de la fidelidad me hizo pensar: si yo me comprometo a ser fiel a mi esposa, también ella está comprometida a serlo conmigo
.
La esposa se llamaba Kasturba, una muchacha de su misma edad, analfabeta, pero junto a Gandhi fue aprendiendo, no sólo las enseñanzas pedagógicas, sino también a amar a su marido y a comprender todos sus ideales.
Ambos se compenetraron y vivieron un sueño de sensualidad precoz hasta que una noche su padre enfermo de un tumor maligno, falleció mientras él se hallaba con Kasturba cumpliendo sus deberes conyugales que al parecer no dejaba, ni durante los períodos de menstruación de ella.
Gandhi no abandonaba los cuidados terapéuticos de su padre, y cada noche le daba masajes a sus piernas antes de correr al lecho de su esposa, pero fuera por las circunstancias que fueran, en aquella ocasión lo hizo al revés y llegó tarde.
El dolor que le produjo aquella deserción juvenil no le abandonaría en toda su vida. Detestó la lujuria como un lastre para la vida del espíritu y se transformó en un enemigo ferviente del matrimonio infantil y hasta le provocó una fobia sexual profunda mediante la práctica de la Brahmacharya. Escribe el propio Gandhi:
"¿Y qué queremos decir con Brahmacharya? Queremos decir que los hombres y las mujeres deben privarse de forzar uno del otro. Es decir no deben tocarse pensando en algo carnal, que ni siquiera deben pensar algo en sueños. Sus miradas mutuas deben estar libres de toda sugerencia carnal. La oculta fuerza que Dios nos ha dado debe conservarse mediante una rígida autodisciplina y convertirse en energía y fuerza, no sólo del cuerpo, sino también de la mente y el alma.
¿Es causa de alegría el hecho de que simples niños y niñas tengan hijos? ¿No será acaso una maldición de Dios? Todos sabemos que el fruto prematuro de una planta joven debilita al padre, por lo cual tratamos de atrasar la aparición del fruto, pero cantamos himnos de alabanza a Dios cuando nace el hijo de un niño y una niña. ¿Es que hay algo más espantoso que eso?".
Paternidad y viaje a Inglaterra
Gandhi aprobó los exámenes de ingreso a la Universidad en 1887 y decidió ir a Bhavnagar para ingresar en el Salmadar College, pero como no estaba preparado para la clase de enseñanzas que se impartían en aquel centro universitario, el primer