Y si el otro no estuviera ahí?: Notas para una pedagogía (improbable) de la diferencia
Por Carlos Skliar
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Y si el otro no estuviera ahí? - Carlos Skliar
Diseño: Gerardo Miño
Composición: Eduardo Rosende
Edición: Enero de 2019 [Primera edición en Julio de 2003]
ISBN: 9788416467327
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Página web: www.minoydavila.com
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Mail producción: [email protected]
Mail administración: [email protected]
Índice
Nota sobre el autor
Palabras para un contexto:
La Escuela Marina Vilte de CTERA
Prólogo, por Nuria Pérez de Lara
Presentación del autor:
Entre el ¿Y si el otro no estuviera ahí?
y la Atención a la diversidad
.
Notas para una aclaración tan confusa como entrañable
Agradecimientos
Capítulo I
Acerca de la temporalidad del otro y de la mismidad.
Notas para un tiempo (excesivamente) presente
Capítulo II
Acerca de las representaciones del otro y de la mismidad.
Notas para volver a mirar bien lo que ya fue (apenas) mirado
Capítulo III
Acerca de la espacialidad del otro y de la mismidad.
Notas para una deslocalización (permanente) de la alteridad
Capítulo IV
Acerca de la anormalidad y de lo anormal.
Notas para un enjuiciamiento (voraz) a la normalidad
Y finalmente:
¡Ay! ¿Por qué nos reformaremos tanto?
Notas para una pedagogía (improbable) de la diferencia
Referencias bibliográficas
Epílogo
El arte de la conversación, por Jorge Larrosa
Nota sobre el autor
Carlos Skliar es Doctor en Fonología, Especialidad en Perturbaciones de la Comunicación Humana, con estudios de pos-doctorado en Educación desarrollados en la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, Brasil.
Fue Investigador Visitante del Consejo Nacional de Investigaciones de Italia entre 1989 y 1992; Profesor Titular de la Facultad de Educación Elemental y Especial de la Universidad de Cuyo (1992-1996); Investigador Visitante del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas del Brasil (1996-1999); Profesor Visitante de la Universidad Metropolitana de Santiago de Chile (2001); Profesor del Programa de Actualización en Atención a la Diversidad de la Escuela de Formación Pedagógica y Sindical Marina Vilte
de la Central de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA) y la Universidad Nacional del Comahue; Profesor Visitante de la Universidad de Barcelona, Departamento de Didáctica y Organización Educativa (2001-2002).
Actualmente se desempeña como profesor del Departamento de Estudios Especializados y Programa de Posgraduación en Educación de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, Porto Alegre, Brasil.
Entre sus publicaciones se destacan: La educación de los sordos. Una reconstrucción histórica, cognitiva y pedagógica. Mendoza: Ediunc, Editora de la Universidad de Cuyo, 1997; Educação & Exclusão: Abordagens sócio-antropológicas em Educação Especial. Porto Alegre: Editora Mediação, 1997; A surdez: um olhar sobre as diferenças. Porto Alegre: Editora Mediação, 1998. Atualidade da Educação Bilíngüe para Surdos. Volume I: Projetos e Processos Pedagógicos; volume II: Interfaces entre Pedagogia e Linguistica. Porto Alegre: Editora Mediação, 1999; Habitantes de Babel. Política y poética de la diferencia. Barcelona: Editora Laertes, 2001 (con Jorge Larrosa, Universidad de Barcelona).
Que el Otro
no sea nadie propiamente hablando, ni usted ni yo, significa que es una estructura que se encuentra solamente efectuada por medio de términos variables en los diferentes mundos perceptivos –yo para usted en el suyo, usted para mí en el mío–. No basta siquiera con ver en otro una estructura particular o específica del mundo perceptivo en general; de hecho, es una estructura que funda y asegura todo el funcionamiento del mundo en su conjunto. Y es que las nociones necesarias para la descripción del mundo (...) permanecerán vacías e inaplicables, si el Otro
no estuviera ahí, expresando mundos posibles.
Gilles Deleuze.
Palabras para un contexto:
La Escuela Marina Vilte de CTERA
Estas palabras buscan agradecer en términos públicos a Carlos Skliar la solidaridad que de su parte implica publicar un libro en el marco de la propuesta editorial de nuestra institución. Solidaridad que entendemos excede el inmenso respeto y compromiso expresado por las luchas de los educadores de nuestro país organizadas a través de CTERA, y también por el esfuerzo conjunto que hacemos con otras organizaciones gremiales de América Latina para defender la educación pública y pensar una alternativa democrática e incluyente para la misma.
Desde nuestra parte la sentimos extendida a nuestra propuesta de avanzar hacia formas diferentes de hacer y protagonizar la cultura. La democratización de la misma es uno de los principales objetivos de la Escuela Marina Vilte, y por ello creemos que es fundamental crear nuevos caminos por donde se desarrolle la legitimidad de sus producciones. Aspiramos a que en estos procesos la fuerza de la cultura dirija su aporte a las diferentes instancias de las luchas de los movimientos sociales por la transformación del mundo capitalista en el que vivimos en una sociedad diferente, básicamente humana. Una sociedad en la que nuestra América Latina sea visible por la justicia de su vida social y política y por la riqueza de su novedad histórica, y no por las cifras del horror que muestran la exclusión social.
La Escuela Marina Vilte es uno de los componentes vitales del proyecto gremial de CTERA (Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina). Nuestra identificación con Marina Vilte (compañera de la Dirección de CTERA asesinada por la dictadura militar en el año 1976) sintetiza las características principales del mismo: unidad y solidaridad en la lucha con el conjunto de los trabajadores, compromiso y convergencia en la construcción de una Educación Nacional y Popular, y protagonismo en la generación de conceptos, hechos y valores alternativos al pensamiento único neoliberal. En el marco de esta institución surge el Primer Programa de Actualización para la Atención de la Diversidad, del que Carlos Skliar forma parte en el equipo de profesores. Este programa forma parte de una propuesta más amplia de posgrados para los docentes de diferentes niveles y modalidades del sistema educativo. A partir de esta propuesta de actualización aspiramos a contribuir a la construcción de articulaciones entre el trabajo de los educadores y los espacios que desde una perspectiva crítica producen y debaten el conocimiento científico.
Para nosotros este libro es una inmensa satisfacción. Ver que en el mismo están presentes los esfuerzos didácticos que en las clases realizaron tanto Carlos Skliar como nuestros compañeros, en una muestra de voluntad y convicción, reafirma nuestra aspiración de hacerle mucho lugar a la circulación de la novedad en el pensamiento, más cuando ésta tiene un carácter crítico. Y ésto todavía más cuando en las clases y en el texto que aquí presentamos aparecen las palabras que hacen posible que los educadores veamos nuestros saberes, su historicidad y más aun su eterna complicidad con las relaciones de poder. Siempre que enseñamos somos emisarios de una cultura. Lo importante es que podamos hablar de ella y conocer los itinerarios sociales y políticos de poder que la hicieron posible. Tener visible los contextos históricos y sociales de nuestro trabajo educativo.
También con este texto discutiremos y, más aun, cuestionaremos las políticas neoliberales que pretenden hacer de los discursos oficiales espejos de realizaciones que nunca sucedieron ni sucederán. Las consecuencias de las mismas ya las conocemos. Estarán en nuestros debates sobre los caminos alternativos fortaleciendo una convicción creciente: la transformación educativa necesita del protagonismo de los educadores, de su saber del trabajo cotidiano en las escuelas y también del que ha ido emergiendo en las luchas por la defensa de la escuela pública.
Finalmente, queremos señalar que la publicación de este libro nos permitió contribuir al enriquecimiento de una cultura diferente, democrática y popular. Es en estos esfuerzos conjuntos donde vamos encontrando los caminos de nuestra unidad. Es en ellos donde podemos ir reconociendo un objetivo común, el de que otro mundo es posible.
Prólogo
por Nuria Pérez de Lara
– Universidad de Barcelona –
Pensar más allá de lo dado,
pensar la mismidad desde el otro que está en mí
Si bien es cierto que siempre resulta difícil pensar más allá de lo dado, hay ocasiones en las que esa dificultad parece convertirse en insuperable. Me refiero a los momentos en los que eso dado se nos presenta como lo justo, lo correcto, lo verdadero; los momentos en lo que a ello se añade, además, la pretensión de que no se trata todavía de lo que hay sino de lo que debería haber, sólo que algunos racistas, sexistas, xenófobos, homófobos, se empeñan en permanecer entre nosotros con una fuerza y un poder que, no se sabe cómo, acaban día a día con los buenos deseos establecidos por lo políticamente correcto, democrático y universal de eso pensado, de eso dado.
Eso dado se presenta entonces ante nosotros como algo que no sólo no debe o no puede sobrepasarse sino que está aún por alcanzar en su plenitud, puesto que es lo deseable.
Más difícil todavía resulta pensar más allá de lo dado, cuando ello es visto como fruto de un deseo compartido por el cual se luchó codo con codo contra todo lo que se oponía a su realización. Por esta razón, eso dado llegó a formar parte de uno mismo dándole la seguridad de estar en el lado bueno, en el lado de los demócratas, de los comprensivos, de los progresistas, de los verdaderamente humanos.
Este libro nos guía en una reflexión sobre lo establecido como correcto acerca del otro, despertando en quienes lo leen un desasosiego que anuncia la aventura de pensar y sentir de otro modo la relación con el otro y, en consecuencia, la relación con el mundo en que vivimos.
Si puedo hablar así sobre el contenido de este libro es porque viví la experiencia de compartir el seminario que fue origen y fundamento de sus textos, porque participé de las reflexiones que producía su lectura y vi la inquietud reflejada en las miradas de quienes escuchaban.
Pero también, y sobre todo, me da la posibilidad de hablar así la singularidad de mi experiencia de ser mujer, es decir, de ser el otro –la otra– de ese Uno del que aparentemente todos y todas formamos parte. Una experiencia que puede haber sido vivida como la del otro maléfico, la del otro borrado, la del otro colonizado, la del otro incluido… una experiencia que puede haber sido vivida como la del no estar bien ser lo que se es
y la consecuente obligación de llegar a ser otra de la que se es –desprendida de su cuerpo, desgajada de la propia experiencia, negada en el propio ser–, la experiencia de quienes son reconocidas como ciudadanos de pleno derecho a pesar de su sexo, es decir, a pesar de ser lo que son, mujeres.
Una tercera experiencia me hace posible hablar así del texto que se nos presenta con ese provocador título que pregunta impertinente: ¿y si el otro no estuviera ahí? Se trata de la experiencia de haber optado por la Educación Especial y, por lo tanto, de haber vivido junto a aquellos y aquellas que nunca son
lo que deberían ser, pues siempre están siendo para los demás aquello que uno nunca desearía ser, y bien se sabe que uno es en la medida del deseo de los demás…
Pero un buen día esas experiencias hicieron posible un encuentro: el afortunado encuentro con Carlos Skliar, que nos hablaba de sus primeras relaciones con los niños sordos que dieron un vuelco a sus planteamientos, a su pensar y a su mirar a las diferencias, pero sobre todo a su mirar hacia sí mismo. Esas experiencias, que él contaba con palabras ya distanciadas e irónicas pero aún conmovidas y conmovedoras sobre sí mismo, hicieron renacer en mí otras semejantes. Eran las que yo solía contar también a mis alumnas y alumnos, sobre mi propia experiencia con niños y niñas gravemente afectados de deficiencias motrices y que, en nuestros primeros días de unas colonias de vacaciones, habían hecho lo que suelen hacer todos los niños en la primera ocasión que se les presenta: la travesura de escaparse a dormir bajo un árbol, dejando, eso sí, junto a sus camas, y al lado de sus ropas y zapatos, todos los aparatos ortopédicos que –todo el mundo lo creía– necesitaban ineludiblemente para moverse.
Volver la mirada hacia uno mismo, repensar todo lo que nos ha sido pensado desde la academia, desde los textos expertos, desde los discursos políticamente correctos, desde las acomodadas conciencias de quienes se saben formando parte de la normalidad, de lo racional, de lo democrático, de lo verdaderamente humano, es lo que provoca la relación directa y abierta con quienes no forman parte de todas estas certezas. Pero también puede provocarlo la lectura de un libro escrito desde la verdad de la propia experiencia, escrito desde la verdad de una relación, escrito desde el saberse alguien que está siendo entre los demás, con la mirada y el corazón abiertos a lo que la relación pueda dar, escrito también desde la necesidad de leerse a sí mismo en la escritura, buscando las palabras que nos ayuden también a leernos.
Es un libro escrito desde la experiencia, una experiencia que, como dice María Zambrano, no sólo no se deja arrebatar al cielo de la objetividad sino que reacciona ante ella
. De esa reacción se nutren la mayoría de las líneas del texto que trato de prologar, pero se trata de una reacción en la que no se produce un movimiento contrario, de oposición refleja, sino un movimiento distinto, el de tratar de pensar de otro modo, el de buscar en las palabras que lo generan una filosofía que pueda iluminar, aunque sólo sea por un momento, la experiencia de la que nacen.
A momentos podemos llegar a pensar que esa filosofía participa, de algún modo, de un cierto nihilismo que la hace cortar la rama del árbol sobre la que se asienta, pero ello sucede en mayor medida cuando son los textos de otros los que el autor utiliza para su reflexión, pues en el preciso instante en que retornamos a sus propias palabras, nos damos cuenta de que él estaba ya sentado en otra rama, quizá más cimbreante, quizá más insegura, quizá sólo apoyo momentáneo para poder mejor desprenderse de los falsos apoyos de la objetividad.
Carlos Skliar no teme a las palabras, se hace con ellas para decirse y decirnos cuál es su mirada y puede, hablando de nuestros tiempos, indicar que allí donde hubo masacres de gentes e incendios de territorios, ahora hay unos pocos e incómodos hospedajes; donde hubo violencia irracional –material y/o simbólica– ahora hay una consciente y minuciosa asimilación; donde hubo muerte, una reparación sepulcral; donde hubo sordidez e hipocresía, ahora unos eufemismos
y dejarnos un rato pensando sin más palabras que esas. Y hay que detenerse. Porque él sigue pero, ventajas de la palabra escrita, nos espera unas líneas más adelante.
En efecto, se trata de un libro para leer despacio, dejándonos leer por él y aventurándonos a revivir, en sus espacios, nuestras propias relaciones con el otro
, ese otro
que puede ser una palabra, un mero escondite para uno mismo, pero ese otro con el que todos y cada uno, hoy y siempre, nos hemos encontrado porque está entre nosotros, pues ¿y si el otro no estuviera ahí? Seguramente, si el otro no estuviera ahí, no habría palabra, no habría relación, no habría vida humana. Porque ¿quién ha sido para todos nosotros el otro, el primer otro de nuestras vidas? Por supuesto, una mujer, la madre, de la que recibimos todo eso, la vida, la palabra, la relación. Mi primer otro es una mujer, la primera, in-genua y verdadera mirada hacia el otro es una mirada que a su vez nos mira desde unos ojos de mujer.
Pero este es otro cantar; un cantar que sólo puede resonar, en este libro, en el recuerdo de los diálogos que provocó cuando era –¿sólo?– palabra oral, en aquel seminario de Barcelona. Pero un cantar que puede evocar en cada uno de sus lectores y lectoras algo de la verdad que contiene esa inquietante pregunta ¿y si el otro no estuviera ahí?
Y esa pregunta es inquietante porque nos habla quizás de algo que puede ser un oculto deseo de que el otro no esté realmente ahí. Porque nos habla de una imperiosa necesidad de violar su presencia desvelando, profanando su misterio, su irreductible alteridad. Y acaso esa imperiosa necesidad se ha visto reflejada con mayor fuerza en la relación con la infancia que la educación propone, de ahí que se me haga inevitable volver a la madre, la que, en palabras de María Zambrano, sirve hasta ver erguido sobre sí, aplastándola, al hombre que la olvida
. Volver, sí, a la diferencia de ser mujer (pues no es casual que la diferencia siempre esté en el otro, siempre sea de los otros) para referirme a esas Notas para una pedagogía (improbable) de la diferencia con las que el libro se abre a un inevitable final o se cierra con una necesaria apertura: la de la pregunta por la educación.
Y quizás sea bueno, para dejar sólo insinuado algo de lo que este libro remueve en quien escribe este prólogo, despedirme aquí de sus lectores y lectoras con estas palabras de su último capítulo que, ya digo, nos abre las puertas a una aventura, la de pensar de otro modo la educación, que no es más que pensar de otro modo nuestra relación con el otro, que no requiere otra cosa sino arriesgarse a pensar de otro modo la mismidad:
Preferimos cambiar la educación –y cambiarla siempre– antes que preguntarnos por la pregunta; preferimos ocuparnos más del ideal, como normal, que de lo grotesco, como humano. Preferimos hacer metástasis educativa a cada momento. Nos subyuga transformar la transformación olvidando –o bien negando– todo punto de partida; y la vorágine de un cambio que haga de la educación algo parecido a un Paraíso tan improbable como imposible. Del cambio sin origen: de eso se trata
.
Barcelona, abril de 2002
Presentación del autor:
Entre el ¿Y si el otro no estuviera ahí?
y la Atención a la diversidad
.
Notas para una aclaración tan confusa como entrañable
Pues el hombre, en lo más profundo de su ser, depende de la imagen de sí mismo que se forma en el alma ajena, aunque esa alma sea cretina¹.
Witold Gombrowicz.
El otro
no puede ser separado de la expresividad que lo constituye. Ni siquiera cuando consideramos el cuerpo del otro como un objeto, y sus orejas y sus ojos como apéndices anatómicos, los despojamos de toda expresividad, aunque simplifiquemos hasta el extremo el mundo que expresan ...
Gilles Deleuze.
— I —
«El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas; es ojo porque te ve»
(Antonio Machado)
Confieso que no he sido fiel. Pero que mi infidelidad fue sólo corporal, territorial y literaria; no fue teórica ni mucho menos moral. Que cuando leo y releo estas páginas no puedo sino preguntarme dónde han quedado los primeros esbozos, los garabatos iniciales, aquellos diseños prolijamente ordenados en papeles naturalmente perdidos. Que cuando más busco el origen más encuentro el final. Que me he perdido en infinitos libros de arena.
Todo se inició en una curiosa tarde de julio en el Buenos Aires del 2001 (los periódicos hablaban por entonces, creo, de un ex-presidente levemente preso y de una paciente pero acechante tragedia económica). Estaba ya rendido, exhausto de palabras, cuando tres amigos entrañables² me hicieron una temible propuesta –y sin embargo tan largamente esperada–: te enviaremos las clases desgrabadas, para que las corrijas y las reescribas para un libro
.³
Desde aquella tarde furiosa –y, como no podía ser de otro modo, también lluviosa– a esta tarde de Barcelona de hoy, febrero de 2002 (donde los periódicos se obstinaban hasta ayer contra una muchacha árabe que insistía en ir con su velo a la escuela, y donde la escuela también se obstinaba contra el velo y, sobre todo, contra la muchacha; y que hoy se devanean por saber si multiculturalismo
es acaso un virtuosismo, una diatriba o una gangrena) muchas cosas (me) han ocurrido: en primer lugar, quise jurar fidelidad a la oralidad acumulada en aquellas clases de julio, pero no pude; en segundo lugar, otros textos hicieron metástasis en mi cuerpo y lo doblegaron; en tercer lugar, llegaron gestos y rostros nuevos casi de madrugada y no tuve cómo no abrirles la puerta; en cuarto lugar, aquel ex-presidente dejó de estar levemente preso y la tragedia económica se ha hecho aun más trágica; por último, la niña árabe del velo pudo al fin matricularse, no sin antes ser acribillada, denostada, vulgarizada, banalizada y, lo que es peor, des-arabizada. Y aún nada sabemos sobre si el multiculturalismo
acabará siendo un antónimo de todo aquello que huela a talibán⁴, si deberemos dejar de una vez por todas de pronunciar esa palabra, o si quedaremos finalmente tendidos en las playas con los cuerpos llagados y mutilados tratando de alcanzar el Paraíso, o lo que queda de él.
Y aquí estoy. Aquí está el texto.
Entre tres ciudades que amo en un amor no correspondido (y todo por mi culpa) justificando órdenes y desórdenes, fragmentos y heterodoxias, silencios y entrelíneas, metástasis y metamorfosis.
Justificando, por ejemplo, que entre aquel curso y este texto puede (¿debe?) haber un abismo de autor y de autores, de tópicos y de temáticas, de sujetos otros y de otros sujetos, de desorganización, de términos y de palabras –y de falta de términos y de palabras–, de espacialidades y temporalidades. Y que sabrá el lector, frente al abismo, si dar un paso al frente o, quizá mejor, un paso atrás.
Justificando cómo algo que se ha dado en llamar Atención a la Diversidad puede hoy ser traducido, claro que provisoriamente, como: ¿Y si el otro no estuviera ahí? Y que el lector decidirá –considerando aquello que en este mundo todo, absolutamente todo, se ha vuelto objeto de opinión– si el espejo que los títulos les devuelvan les servirá, como dice Machado, para apenas teñirse el pelo o bien, como realmente espero, para quebrarse el propio rostro en mil pedazos⁵.
Aceptando, pues, la pena que me cabe por haber traicionado en algo lo entrañable de aquella invitación. Y renunciando a todo parentesco (pero no a la herencia que me cabe) con aquel que hablaba en ese julio, al cual recuerdo, todavía, con