7 mejores cuentos de Antonio de Hoyos y Vinent
()
Información de este libro electrónico
Lee más de Antonio De Hoyos Y Vinent
El pecado y la noche Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa torería Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La zarpa de la esfinge Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos héroes de la visera Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesA flor de piel Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El gran pecado: la marquesa de Tardiente Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSan Sebastián, coso taurino Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Relacionado con 7 mejores cuentos de Antonio de Hoyos y Vinent
Títulos en esta serie (92)
7 mejores cuentos de Antón Chéjov Calificación: 5 de 5 estrellas5/57 mejores cuentos de Abraham Valdelomar Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones7 mejores cuentos de Emilia Pardo Bazán Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones7 mejores cuentos de Baldomero Lillo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones7 mejores cuentos de Pablo Palacio Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones7 mejores cuentos de Fray Mocho Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones7 mejores cuentos de Leopoldo Lugones Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones7 mejores cuentos de Joaquín Díaz Garcés Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones7 mejores cuentos de Juan Valera Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones7 mejores cuentos de Julia de Asensi Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones7 mejores cuentos de Antonio de Trueba Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones7 mejores cuentos de Arturo Reyes Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones7 mejores cuentos de César Vallejo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones7 mejores cuentos de Edgar Allan Poe Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones7 mejores cuentos de Charles Perrault Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones7 mejores cuentos de Leopoldo Alas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones7 mejores cuentos de Washington Irving Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones7 mejores cuentos de Horacio Quiroga Calificación: 1 de 5 estrellas1/57 mejores cuentos de Joaquín Dicenta Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones7 mejores cuentos de Alejandro Dumas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones7 mejores cuentos de Rubén Darío Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones7 mejores cuentos de Vicente Blasco Ibáñez Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones7 mejores cuentos de Ryunosuke Akutagawa Calificación: 5 de 5 estrellas5/57 mejores cuentos de José Martí Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones7 mejores cuentos de Gustavo Adolfo Bécquer Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones7 mejores cuentos de James Joyce Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones7 mejores cuentos de Roberto Arlt Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones7 mejores cuentos de Oscar Wilde Calificación: 2 de 5 estrellas2/57 mejores cuentos de Soledad Acosta de Samper Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones7 mejores cuentos de Ricardo Güiraldes Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Libros electrónicos relacionados
Novelistas Imprescindibles - Antonio de Hoyos y Vinent Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa palabra sagrada. Antología Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Hazañas y desventuras de Amulius y Numitor Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Cuentos completos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCuentos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos dados del Señor Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl separatista Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCuentos macabros Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTraer a cuento: Narrativa (1959-2003) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa ejecución de la estatua Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesRetratos de la Antigüedad Griega Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La ética de la crueldad Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Góticas y tenebrosas: Mujeres que cuentan historias oscuras Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa semana escarlata Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Rey de gatos: Narraciones antropófagas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos dioses tienen sed Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Siete novelas descaradas, atrevidas, experimentales Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSimpatías y diferencias: Segunda serie Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Sociología de la España mandinga: Ensayo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDiccionario del Diablo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa más recóndita memoria de los hombres Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El sueño del infierno Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa vorágine Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl diamante de la inquietud Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTiros en el concierto: Literatura mexicana del siglo V Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl aire de los libros Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa madre ballena y otros cuentos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa piel por la piel Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa cita Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa Regenta II Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Ficción hispana y latina para usted
Séneca: Obras completas (nueva edición integral): precedido de la biografia del autor Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Don Quijote de la Mancha Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Los bandidos de Riofrío Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Gigantesco Libro de los Mejores Cuentos - Volume 1 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa casa de los espíritus de Isabel Allende (Guía de lectura): Resumen y análisis completo Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Leyendas Mexicanas para Disfrutar en Familia Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Ya nadie lee Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa milla verde (The Green Mile) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El Relojero: Una Novela Corta (Edición en Español) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Ramón María del Valle-Inclán: Obras completas (nueva edición integral): precedido de la biografia del autor Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCómo saber si estoy durmiendo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesThe Librarian of Saint-Malo \ La bibliotecaria de Saint-Malo (Spanish edition) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Vendo todo lo que tengo Calificación: 3 de 5 estrellas3/5El eterno viajero Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesChango el gran putas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDelirios de la mente de un enfermo Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Aristóteles: Obras completas (nueva edición integral): precedido de la biografia del autor Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesJuanita La Larga Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesNovelistas Imprescindibles - José María Vargas Vila Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Gustavo Adolfo Bécquer: Obras completas (nueva edición integral): precedido de la biografia del autor Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCicerón: Obras completas (nueva edición integral): precedido de la biografia del autor Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesFray Luis de Granada: Obras completas (nueva edición integral): precedido de la biografia del autor Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesHomero: Obras completas (nueva edición integral): precedido de la biografia del autor Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesNo Fue Invitada a la Boda: Un Romance Para Siempre, #1 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos espíritus de Venezuela Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El Príncipe: precedido de la biografia del autor y seguido del 'Anti-Maquiavelo' o 'Exámen del Príncipe', por Federico II rey de Prusia, y con un prefacio de Voltaire. Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSan Juan de Ávila: Obras completas (nueva edición integral): precedido de la biografia del autor Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Sonata de estío: memorias del marqués de Bradomín Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPanaderos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa mucama de Omicunlé Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Comentarios para 7 mejores cuentos de Antonio de Hoyos y Vinent
0 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
7 mejores cuentos de Antonio de Hoyos y Vinent - Antonio de Hoyos y Vinent
Publisher
El Autor
e familia aristocrática recibió una esmerada educación en Viena, Oxford y Madrid. Heredó el mayorazgo, pero su homosexualidad, que no se ocupó en ocultar, y sus defectos, que hoy pasarían por virtudes, le convirtieron en una oveja negra para la parte menos tolerante de la buena sociedad (su madre le retirara el saludo por haber colgado en el salón su colección de retratos de jóvenes púgiles), aunque no para su amiga e introductora en el mundillo literario, Emilia Pardo Bazán, cuya tertulia casera frecuentaba. Este bondadoso contertulio sordo de nacimiento (que obligaba o los demás a hablar por señas), provisto de monóculo y vestido como un dandy, de quien dijo su amigo César González Ruano que era un ser impresionante y tenía una casa más impresionante aún
dirigió la revista Gran Mundo Sport e hizo crítica literaria para El Día y artículos para ABC. Era amigo de la bailarina Tórtola Valencia, del dibujante y figurinista José Zamora, de su tía Gloria Laguna y del pintor Antonio Juez. Le interesaban los efebos de clase obrera y fue visto a menudo con ellos en salones y cafés literarios. Mira afirma que la homofobia no afectó de forma brutal la vida de Hoyos, su clase social y su fama le daban una cierta inmunidad, tal como relata Rafael Cansinos-Asséns en una de sus viñetas:
Antonio pasea impunemente la leyenda de su vicio, defendido por su título y su corpulencia atlética. Porque este degenerado tiene todo el aspecto de un boxeador [...] Antonio de Hoyos es una estampa, ya aceptada, del álbum de la aristocracia decadente [...] Pero cuidado, que ya vienen pisando recio las alpargatas socialistas de Pablo Iglesias [...], con una gran escoba dispuesta a barrer todo eso [...]
Rafael Cansinos, op. cit. Alberto Mira (2004).
El decadentismo (de autores como Lorraine y Rachilde), el género erótico y su militancia anarquista caracterizaron su literatura, que difundió en colecciones baratas de novelas cortas (compuso más de cincuenta) como Los Contemporáneos, La Novela Semanal, La novela de Hoy, La Novela Corta... sin olvidar el cuento, que desarrolló en la revista La Esfera; solamente en un par de novelas suyas aparece explícita la homosexualidad. En ellas tiene papel la represión social, encarnada en una religión institucionalizada. La homosexualidad aparece, no como mera perversión, sino como disidencia.
Al estallar la Guerra Civil militó en la Federación Anarquista Ibérica (FAI) y sus artículos combativos publicados en El Sindicalista (órgano del Partido Sindicalista), le llevaron a la cárcel al terminar la Guerra Civil, y en ella murió pobre y abandonado por sus viejos conocidos y su familia. En este periódico tuvo una sección con el rótulo Modos y maneras
en la que publicó cientos de artículos. Entre otros, fue significativo El secreto de saber esperar
(8 de julio de 1937), en el que aborda la actitud para salir de un guerra:
En una guerra como la que padecemos, guerra civil en que además de los imponderables de tales contiendas se mezclan elementos extraños; en que juegan codicias, ambiciones, rivalidades, "incluso temores egoístas, no pueden resolverse las cosas de la noche a la mañana, con un gesto, una acción o un aislado intento. Mucho más, que no se trata aquí de una lucha por supremacía, dominio, influencias territoriales, comerciales o políticas, sino de fórmulas fundamentales de vida. (...) Para ello hemos de mirar esta guerra inicua a que la rebeldía, contra el Gobierno legítimo nos arrastró, como un entrenamiento penoso, como esos trabajos extraordinarios que en las leyendas se imponían a los héroes, como prueba de su temple, antes de entrar en posesión del poder supremo. De aquí, precisase que salgamos fortalecidos, curtidos, entrenados, para entrar en la posesión de nuestro bien.
Existen dos retratos de Hoyos por Federico Beltrán Massés y otro por uno de los Zubiaurre.
Marqués esteta y dandy, aspiró a ser el antihéroe decadente que tantas veces plasmó en sus novelas. En su obra narrativa pueden distinguirse tres fases, marcadas desde el punto de vista temático por el escándalo aristocrático
(1903-1909), el erotismo de tonos decadentistas (1910-1925) y las aspiraciones filosóficas (1925-final).
En una entrevista realizada por José María Carretero en 1916, éste le preguntó a Antonio de Hoyos y Vinent qué era lo que más le inquietaba e interesaba a lo que contestó el autor:
El pecado y la noche es el leitmotiv de mis libros. Hay tres cosas en la literatura que me han obsesionado: el misterio, la lujuria y el misticismo. Dicen que mis libros son inmorales. ¡Pero si en ellos no hay voluptuosidad ninguna, en mis libros el amor es una cosa horrenda y escalofriante!
El gran crítico Eduardo Gómez de Baquero, Andrenio, escribió sobre su obra lo siguiente:
Sus novelas ofrecen riqueza de invención, sagaz empleo de los recursos de interés y un atildamiento de estilo que se contiene en ese límite en que el preciosismo no es afectado ni ha perdido la soltura.
Su temática oscila entre el cuento de terror, lo erótico y lo social. Escribió unos 140 títulos. Acertó a veces plenamente con sus satinados relatos cortos (El maleficio de la noche
, El destino
, El crimen del fauno
o El hombre que vendió su cuerpo al diablo
) y con algunas novelas (La vejez de Heliogábalo o El oscuro dominio). Especuló también con imposibles teorías históricas y sociopolíticas (El primer estado, América). En su obra hay ecos de una amplia y extensa cultura. Le influyeron sobre todo autores postsimbolistas y decadentes tocados por el Naturalismo como Joris-Karl Huysmans, Jean Lorrain, Madame Rachilde, Octave-Henri-Marie Mirabeau, y en cierta manera, Pierre Louys, Paul Verlaine y Auguste Villiers de L'Isle-Adam. El Gustave Flaubert de Las tentaciones de San Antonio y los simbolistas Edgar Allan Poe y Charles Baudelaire.
La obra de Antonio de Hoyos y Vinent ha intentado recuperarse últimamente gracias a Luis Antonio de Villena, quien lo incluyó en su ensayo Corsarios de guante amarillo, además de escribir varios artículos sobre él y haber prologado en 1989 la reedición de su novela La vejez de Heliogábalo
.
Hermafrodita
I
Primero había sido la palabra grave, sonora, un poco enfática y engolada de Don Clodoveo Zurriola, el sabio arqueólogo, la que en períodos acabados, correctos, académicos, que armonizaban bien con la noble serenidad de la fábula griega, narrara la historia del hijo de Hermes y Afrodita. La figura venerable del escritor, que suplía con la rigidez lo escaso de la estatura; su gesto sobrio, pero oratorio y elegante; su empaque un poco finchado dentro de la corta y estrechísima levita, adornada en el ojal por multicolor roseta, y del enorme cuello que aparecía en dos inacabables picos por cima de la formidable corbata, sostenida con un camafeo, sentaban a maravilla al severo decorado del salón. Pero lo que sobre todo daba suprema nobleza al viejo caballero era el rostro, un rostro de pergamino en que lucían dos ojos azules, claros y serenos, ojos de niño o de poeta habitante de una Arcadia feliz. Completaban el conjunto larga perilla de plata y nevada trova que nimbaba de luz la cabeza. Hablaba lentamente, mejor dicho recitaba su prosa con enfática entonación, cambiando de registro según convenía a la índole de los períodos descriptivos, trágicos o jocosos, hacía largas pausas y sabía rematar las parrafadas.
Mientras peroraba, sus manos blancas y delgadas de patriarca bíblico trazaban un gesto abarcador, y de vez en cuando posábanse en la amplia frente. Gustábale de recrear a aquellas señoras con alguna de las leyendas de la mitología griega, en que mezclaba con su portentosa erudición un humorismo un poco pueril, muy vieux jeu, pero honesto, limpio y de buen gusto.
Oíanle ellas embelesadas, pese a su gran recato y a lo escabroso de los asuntos, que abundaban en episodios asaz libres; pero la mitología tiene eso: aun en los momentos en que narra las liviandades a que tan aficionados mostrábanse los señores del Olimpo, aun en aquellos otros en que nos presenta las mayores aberraciones, hasta cuando Parsifae se entrega bajo la apariencia de una vaca de bronce a las caricias del toro o Calimante pone sus pecaminosos deseos en el melenudo rey del desierto, incluso en las creaciones de equívocos personajes, hay en ella una diafanidad, una serena fe en el amor y la vida, que permite a los oídos más pudibundos y fáciles de ofender escucharla sin menoscabo de su honestidad. Guardan los amores y aventuras de dioses y diosas, de héroes y ninfas, de reinas y monstruos, sobre todo evocados por la severa palabra de un sabio-poeta, un no sé qué de estatuario, de ecuánime, de plástico, que ahuyenta toda idea de lubricidad y de morbosa delección.
La mitología fue esencialmente moral. Era, sí, la religión del amor; pero, al mismo tiempo, era la religión de la Naturaleza, de la fuerza, de la juventud. Nunca el espíritu ha estado más lejos de la carne; la carne vivía y el espíritu somnolaba plácidamente alejado de enfermizas inquietudes. Nuestras almas son como el mar, como él tienen sus mareas, su movimiento de aproximación y de retraimiento; sino que en ellas es al través de los siglos. Hay momentos en la historia de la humanidad en que las almas han estado a flor de piel, y es el momento de las inquietudes, de los grandes pecados y de los monstruosos impulsos de santidad. El amor tiene el perverso encanto del pecado, y no es el amor, es algo macerante que puebla las noches demasiado castas de calenturientas aberraciones. En otros períodos, al contrario, el alma duerme y la carne reina. Entonces se ama con impudor inconsciente, las mayores aberraciones parecen juegos de niños egoístas; apartan los humanos de su lado a los débiles, a los deformes, a los tristes, y si alguna vez se mata es con un gesto magnífico de desdén por la inutilidad de los viejos, de los enfermos o de los cobardes. En la India, en Egipto, en todos los países del remoto pasado, fue el reinado del alma; en Grecia y Roma triunfó el cuerpo y fue como un paseo victorioso de Venus y Baco a través del mundo entre faunos, sátiros, silvanos y tigres y panteras, montadas por bacantes coronadas de pámpanos. En la Edad Media la carne torturada por el ayuno y las disciplinas agoniza entre alucinaciones, y el espíritu bulle siniestro como un fuego fatuo: es el tiempo de los iluminados y los poseídos, de las brujas y de los quirománticos, de Prelatti y Gilles de Rais.
Contó, pues, Don Clodoveo, la historia de Hermafrodita, su peregrina belleza y cómo sorprendido en el momento de bañarse en una fuente situada en las cercanías del Halicarnaso por la indiscreta y seguramente no muy pudibunda ninfa Salmacis, enamorose ésta perdidamente del apuesto mozo. Describió los desdenes con que el doncel agobiara a la infeliz enamorada, y por fin la gracia que, presa de loca desesperación, imploró ella de los dioses, de fundirse en una sola persona con su amado, y aún hizo algunas veladas y discretas alusiones a cómo, concedido tal favor, conservara el nuevo ser los caracteres de ambos sexos.
Hasta aquí habíanse mantenido las cosas en las serenas esferas de las especulaciones estéticas, pero comenzaba a llegar gente joven procedente del Real y de otras tertulias, y con ellos vientos revolucionarios. Las últimas palabras del sabio prestáronse a chirigotas, salieron a relucir anécdotas picantes, y las malas lenguas emprendieron la caritativa tarea de disecar a los amigos ausentes.
Doña Recareda Witiza, que acurrucada en su sillita de tijera, la inseparable labor de gancho entre los dedos y las gafas en la punta de la nariz, había escuchado la narración embebecida y sin comprender muy bien aquello de los dos sexos, que, como lo de la manzana del Paraíso, lo del sacrificio de Santa María Egipciaca, las tentaciones de los Padres del yermo y tantas otras cosas, era para sabido, creído y aun admirado, pero no para que una mujer honrada metiese las narices en ello; comenzaba a sentir sobresaltos ante las pseudoprocacidades de la juventud.
Doña Elvira era una institución en aquella casa; lloviese o hiciese luna, helárase el aliento o asáranse los pájaros, allí estaba ella, sentada en su sillita de tapicería, sin darles paz a los dedos, escuchando atenta y alzando, cuando oía algo que le causaba gran efecto, los ojillos grises por cima de los redondos quevedos de plata. Bajita, menuda, lisa como una tabla, sin que ni pecho ni caderas acusasen su feminilidad, tenía, pese a su frágil contextura, cierta apariencia masculina agravada por el rostro desproporcionado, demasiado grande para la pequeñez del cuerpo. Era el suyo un rostro largo, arrugado, bigotudo y hasta con algo de barba; la nariz de gancho; la boca