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Negro es su rostro / Simiente
Negro es su rostro / Simiente
Negro es su rostro / Simiente
Libro electrónico188 páginas49 minutos

Negro es su rostro / Simiente

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Información de este libro electrónico

Para Geney Beltrán, Esther Seligson "se revela concernida por el devenir de lo íntimo y los matices de las travesías memoriosas" con un decir transparente y un ritmo liberado de constricciones formales. En Negro es su rostro están reunidos los libros de poesía Mandala, En su desnuda pobreza, Alba marina, Oración del retorno y A los pies de un Buda sonriente. Travesías; esta antología póstuma se completa con Simiente, el texto que dedicó la autora a la memoria de su hijo fallecido.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 ago 2011
ISBN9786071607669
Negro es su rostro / Simiente

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    Negro es su rostro / Simiente - Esther Seligson

    Negro es su rostro

    Simiente

    Esther seligson


    Primera edición, 2010

    Primera edición electrónica, 2011

    Imagen de portada: Estación Atocha, de Guillermo Arreola

    D. R. © 2010, Fondo de Cultura Económica

    Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F.

    Empresa certificada ISO 9001:2008

    Comentarios:

    [email protected]

    Tel. (55) 5227-4672

    Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc. son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicana e internacionales del copyright o derecho de autor.

    ISBN 978-607-16-0766-9 (ePub)

    ISBN 978-607-16-0249-7 (impreso)

    Hecho en México - Made in Mexico

    Acerca de la autora


    Esther Seligson es ensayista, cuentista, novelista y poeta. Nació en la ciudad de México en 1941. Estudió literatura española en la UNAM, y francesa en el IFAL; historia del arte en el ICS y pensamiento judío en el Centre Universitaire d’Études Juives (París) y en el Mahon Pardes de Jerusalem. En 1969 fue becaria del Centro Mexicano de Escritores. Ha impartido clases de historia del teatro y de pensamiento judío, y ha sido maestra en el Centro Universitario de Teatro de la UNAM desde su fundación. Asimismo, ha traducido tanto la obra del filósofo E. M. Cioran como la del poeta judío cairota Edmond Jabès. Ha sido reconocida con el premio Xavier Villaurrutia por Otros son los sueños, y el Magda Donato por Luz de dos.

    Negro es su rostro

    [1999-2007]

    Este libro está dedicado

    a Eugenia Ogarrio Calles

    Mother of Time

    Thou art brillant as the fires

    of the final dissolution

    Merciful

    Vessel of mercy…

    Tawny

    Black of hue…

    Thou who art black as a bank of cloud

    And bearest the crescent moon…

    Destroyer of fear…

    O Beautiful One…

    Allayer of sufferings

    To Thee I make obeisance.

    Mahānirvāna Tantra. Adyākālī

    Mandala

    [1999]

    Para Enriqueta Ochoa

    Tú me apretaste con tan estrecho abrazo

    que me deshice en llanto

    silencioso

    En Tu pecho Madre

    azul me derramé, asida al seno

    en la boca hervía

    el Amor

    Mece Madre a esta creatura Tuya

    que la orfandad no trunque las ramas

    que hacia Ti se estiran

    Cuelga ahí Tu generosa cuna,

    elévame,

    que Tu palabra

    me siembre      pájaros

    Mira: febrero empieza y ya

    azulean las jacarandas

    con el añil de Tu rostro

    incandescente paseas en las calles y jardines

    Tu júbilo inunda

    a esta ciudad desamparada

    Agradecida llevo

    la sed de Tu Infinito

    Cae la noche, se sosiega

    y nace el día para saciarla

    Tu él que me habita en Tu Ella se deleita

    Pulsa las cuerdas de mi corazón: oirás el

    nombre

    con que Te invoca

    Camino, huérfana ya, y mortal

    Tres cuartas partes de mi vida sujetas a

    un montón de verbos en pretérito

    ¿Acaso el último cuarto

    no Te pertenece?

    Madre, yo soy Tu morada,

    pisa en ella el tierno vino

    del Amor.

    De pie, a mi izquierda, sentí a Tu Ángel

    silencioso.

    ¿Qué habré de decirle con mi voz cascada?

    —Mi pecado es la soberbia y no acabo

    por entregarme en un colmo de dulzura

    No separes, pues, mi cabeza. Aún puede en ella

    abrirse el Loto. Dispón de mí, no obstante,

    aunque no esté dispuesta,

    aunque tiemblen las luces

    que no alcanzo a serenar.

    La orfandad es un extraño peso que me habita

    y tengo miedo:

    por primera vez

    se estremece mi suelo errante

    la soledad

    En el centro de Tu mano el As de Copas y yo

    colgada en el meñique de la infancia,

    rama florida de almendro

    en un vaso ámbar,

    cristal cortado con las imágenes de un sueño

    en el que Me abrazas,

    Madre,

    y me deshago en llanto…

    México, febrero de 1999

    En su desnuda pobreza

    [2000]

    In memoriam

    Irma Dávalos Pardo

    Le plus petit caillou

    est baigné d’infini.

    Edmond Jabès

    Sin ti es incomprensible,

    demasiado vasto, Madre,

    el ímpetu, la fisura,

    la inocencia

    la fidelidad ¿cómo?

    la duda incluso

    Madero para la flor

    cobijo en la piedra

    sé mi lecho a la hora del crepúsculo

    espuma para cubrir mis ojos

    no me ahogue el temor al hundimiento

    o venga a moverme

    la visión de un recuerdo

    el grito jubiloso de un niño

    a orillas del mar

    A orillas del mar

    Madre

    ahí recoge la ofrenda de mis huesos,

    ceniza púber,

    el mar que tanto amamos

    niñas de largo cuerpo y voz delgada

    —cuánto anhelo de crecer—

    entonces, en verdad,

    éramos libres de arrullar los sueños,

    locuaces,

    modelábamos castillos

    entre la arena escurridiza

    —¿quién no vivió su infancia imaginando?—

    buganvilias en el cabello

    para las noches de luna

    en la boca el sabor de la naranja dulce

    Habrá lluvia de estrellas

    anunciaron

    pero el día amaneció nublado

    a orillas del mar, Madre,

    durante horas

    celé a una gaviota

    qué envidia de sus alas

    giros suaves

    el horizonte a su arbitrio

    dueña del aire y a merced de su oleaje

    Después

    nos reencontramos bajo diversos cielos

    idéntica la nostalgia de su vuelo

    mi cuerpo atado a tierra firme

    Sin ti, Madre,

    el mar nos sobrepasa

    el amor, el llanto mismo

    no reposa una ola tras

    otra

    tupido a ras del agua las crestas se abisman

    y el mundo se inclina

    ante las mareas

    Vivir es un dolor constante

    sosegado

    cuántas veces mudo

    imperceptible su vaivén

    a fuerza de goteo

    La más pequeña piedra está bañada de infinito

    afirmó el poeta

    Piedras de río avienta el mar

    y yo las conservo

    de cualquier parte:

    en su desnuda pobreza

    aspiro al cumplimiento

    bastará una sola donde

    se encuentre mi tumba

    una para recordar a mi madre

    una le bastó a mi padre

    ¿Cómo se arma un libro?

    —Igual que un

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