Pequeña Esmeralda: San José. Rasgos de su vida y misión. Sus virtudes
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Concepción Cabrera de Armida
Concepción Cabrera Arias. Esposa, madre de familia y viuda, nació el 8 de diciembre de 1862, en San Luis Potosí (México), y fue bautizada dos días después. Allí vivió la primera parte de su vida. Sus padres fueron Octaviano Cabrera Lacavex y Clara Arias Rivera; ambos excelentes cristianos. Fue la séptima de doce hermanos: cuatro mujeres y ocho varones. La memoria litúrgica de la beata Concepción Cabrera, laica, mística y apóstol se celebra el 3 de marzo, aniversario de su muerte.
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Pequeña Esmeralda - Concepción Cabrera de Armida
Concepción Cabrera de Armida
Pequeña Esmeralda
San José
Rasgos de su vida y misión
Sus virtudes
Editorial La Cruz – Ediciones Religiosas de la Cruz
México 2021
Primera edición digital
Pequeña Esmeralda
San José
Rasgos de su vida y misión
Sus virtudes
Concepción Cabrera de Armida
No hay impedimento: Fernando Torre Medina Mora, MSpS Ciudad de México, 10 enero 2021
Arte, diseño y programación: DCG Héctor Savedra
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición electrónica ha sido publicada con autorización de:
© Editorial La Cruz, S.A. de C.V.
Avenida Universidad 1686
Barrio de Santa Catarina
04010 Alcaldía Coyoacán
Tel. 55 55 74 38 15
No se permite la reproducción total o parcial del texto, sin permiso previo de la editorial.
México / enero 2021
INDICE
Presentación
Dedicatoria
Prólogo [a la edición de 1921]
Decreto para Roma y el mundo
sobre el Patronato de San José
MES DEL SEÑOR SAN JOSÉ
MEDITACIONES
Linaje de San José. Su nombre bendito - Gratitud
El Eterno Padre y San José - Humildad
El Verbo Divino y San José - Fe
El Espíritu Santo y San José - Santidad
María y San José - Amor
San José y los Ángeles - Pureza
San José y los Santos - Bondad
San José y los Pontífices - Patrocinio
San José como justo - Justicia
San José en Belén - Pobreza
San José y la circuncisión - Deber
San José y la presentación en el Templo - Abandono a la Divina Voluntad
San José en Egipto - Laboriosidad
San José en Nazaret - Paz
San José y el Niño perdido - Dolor
San José y su secreto - Discreción
San José y la pureza - Virginidad
San José y sus penas - Constancia
San José y la oración - Recogimiento
San José y los sacerdotes - Celo
San José y las comunidades religiosas - Contemplación
San José como esposo - Fidelidad
San José como padre - Olvido propio
San José como amigo - Sinceridad
San José y los hogares - Caridad
San José y la mujer - Amabilidad
San José y los obreros - Trabajo
San José y los niños - Pureza de intención
San José y la muerte - Resignación
San José y el Limbo - Consolación
San José y la resurrección de Cristo - Gozo espiritual
San José y el cielo - Protección
San José y su patrocinio - Generosidad
SEPTENARIO AL CASTÍSIMO PATRIARCA SAN JOSÉ
Primer día - Obediencia
Segundo día - Correspondencia
Tercer día - Humildad
Cuarto día - Modestia
Quinto día - Trabajo
Sexto día - Sacrificio
Séptimo día - San José, patrón de la buena muerte
Oración a San José pidiéndole nos dé a conocer nuestra vocación
Los siete Domingos de San José
Apéndice
Texto de contraportada
Presentación
El papa Francisco, con motivo del 150º aniversario de la declaración de San José como Patrono de la Iglesia universal¹, envió una Carta apostólica titulada: Patris corde (Con corazón de padre)², y estableció que se celebrara un Año especial de San José³.
Cien años antes, la beata Concepción Cabrera, con motivo del 50º aniversario de la misma declaración pontificia, había escrito un libro dedicado a San José que lleva por título: Pequeña Esmeralda. Fue publicado en Barcelona en 1921.
¿Por qué esa laica, mística y apóstol escribe este libro?
Por el amor y la devoción que le tiene: «Estoy escribiendo un libro [sobre San José…] –le dice a su hija Teresa de María–. Yo lo quiero mucho, y es notable este gran santote tan encantador»⁴.
Porque la celebración del 50º aniversario de la declaración de San José como Patrono de la Iglesia universal le da la ocasión y el motivo.
Por ser «materialota»⁵, como ella dice. Cuando esa mujer mexicana tiene un deseo o ha tomado una decisión, busca una manera concreta –material– de llevarla a cabo lo antes posible.
Porque la escritura y la publicación de libros son para esa cristiana de los siglos XIX y XX un medio privilegiado de su apostolado.
¿Para qué escribe ella este libro? Lo dice en la «Dedicatoria», en el «Prólogo» y en otros lugares del libro:
para dar a conocer más y más a San José;
para encender en los lectores un santo y entusiasta amor al Santo Patriarca;
para extender por todas partes su culto y devoción;
para alabanza de quien fue el esposo de María y el padre de Jesús, y
para que, conociendo las virtudes de San José, las imitemos.
Las Religiosas de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús y los Misioneros del Espíritu Santo publicamos ahora esta nueva edición del libro, con la esperanza de que ayude a alcanzar los cinco objetivos que Concepción Cabrera tuvo al escribirlo, los cuales están en sintonía con la finalidad de la Carta apostólica del papa Francisco: «que crezca el amor a este gran santo, para ser impulsados a implorar su intercesión e imitar sus virtudes, como también su resolución»⁶.
Vemos conveniente advertir al lector que en estas páginas se encuentran algunos elementos de la teología y de la devoción a San José, así como de la vida cristiana y de la cultura de la época en que la autora las escribió, y que hoy pueden resultarnos extraños. Optamos por dejarlos tal como ella los escribió, sin corregirlos u omitirlos.
En la primera edición de este libro, al título –Pequeña Esmeralda– seguía una larga descripción: que ofrece al Castísimo Patriarca en celebración del cincuentenario de su Patronato universal el autor de «Ante el Altar». En esta edición, omitimos tal descripción, y le añadimos un subtítulo que indica de manera más clara su contenido: San José – Rasgos de su vida y su misión – Sus virtudes. Además, en lugar del seudónimo «el autor de Ante el Altar», pusimos el nombre de la autora: Concepción Cabrera de Armida⁷.
Los editores
2 de febrero de 2021
Dedicatoria
¡San José bendito, Patriarca amoroso y digno de todo el amor de mi alma!, voy a pedirte esta gracia: que acerques a mí al Divino Niño que reposa en tu brazo, para que tome de mis manos en las suyas este pequeño libro en el que mi corazón amante canta tus preeminencias, ensalza tus virtudes y se goza en darte a conocer más y más a las almas. Quiero que el contacto de Jesús le comunique virtud, atractivo, fuego divino que incendie el pecho de tus devotos en santo y entusiasta amor.
Deseo también (¡qué pretensión!) pero el amor se atreve a todo, hasta a pensar locuras; quiero que sea para tu corona una pequeña esmeralda preciosa avalorada por el amor.
Bendice con tu mano que empuña las simbólicas azucenas a mi familia y al mundo entero; y a mi pobre corazón, que quiere ser puro.
El Autor⁸
Prólogo [a la edición de 1921]
La fiesta principal del castísimo Patriarca señor San José, Padre adoptivo del Verbo encarnado y Esposo dignísimo de la Madre de Dios, está de antiguo fijada casi a la mitad del mes de marzo; del mes en que, entregados a la penitencia los corazones cristianos, se disponen a conmemorar los tremendos misterios de la Redención. Y, asimismo, en este mes, la santa Iglesia celebra el inefable misterio de la Encarnación del Divino Verbo en las purísimas entrañas de la Inmaculada Esposa de San José. Esta coincidencia, providencial sin duda, bien merece fijar nuestra atención piadosa.
No parece sino que Dios ha querido endulzar para las almas los rigores del tiempo cuaresmal con la contemplación de misterios risueños y conmovedores en que se embriaga nuestro espíritu con el almibarado licor de la alegría, antes de acibararle con la hiel del Calvario. Sí, por alguna razón tan sabia como sublime, nuestra Madre la Iglesia ha consagrado este mes de dolor y penitencia a conmemorar las glorias del santo Patriarca. ¿No es natural, por no decir justo, que cuando embargados estemos recordando los dolores de nuestro divino Salvador y los de María, nuestra Corredentora, hagamos también santa memoria del que mereció ser en la tierra el Representante del Padre Eterno, a quien Jesucristo venía a satisfacer por nuestros pecados? El que unido vivió en la tierra con Jesús y con María, tiene que aparecer a nuestros ojos como participando en espíritu, de los tormentos que tan hondamente presintió, y que tejieron la dolorosa corona de su vida; por eso, también su fiesta debía estar precedentemente cercana a la del augusto misterio que le constituyó Padre representativo del mismo Hijo de Dios.
Con solo que escuchemos la palabra marzo
, vuelan nuestros corazones al Esposo de María, como solicitando que su recuerdo nos acompañe, y que su ejemplo nos sostenga y aleccione para conmemorar dignamente el alfa y la omega de nuestra Redención.
Con estas consideraciones hemos dispuesto la presente obrita, que escribimos empapando la pluma en amor, como un homenaje de nuestro corazón al esclarecido Patriarca, celebrando el quincuagenario de su Patronato universal declarado por el Sumo Pontífice Pío IX, de santa memoria, el 8 de diciembre de 1870. Dígnese aceptarlo el Padre nutricio de Jesús y otorgarnos sus bendiciones y su protección.
Componen el presente librito las siguientes materias:
Treinta y una meditaciones⁹ para cada día del mes, de las que a gusto de los devotos pueden extraerse las necesarias para hacer una novena o un triduo; un septenario y los siete domingos. […]
Pero lo que principalmente contiene, o que hemos querido que contenga, es el fragante aroma del amor que todo lo avalora, porque el amor da vida hasta a lo más pobre y ennoblece cualquiera acción por insignificante que sea.
Muchos y excelentes libros existen dedicados a tan amable Santo. Pero un hijo más que ensalce a su Padre y dé a conocer los tesoros que encierra su corazón, sus ternuras, su caridad, su singular destino en la tierra, donde ejercitó tan heroicos sacrificios, nadie puede tenerlo a mal, sino al contrario, porque correrá con sus hermanos a formar con ellos un solo corazón y una voz en alabanza del Padre amoroso que a todos abrigará bajo su manto.
Esto buscamos, esto anhelamos con toda el alma: unir todas las plegarias esparcidas por el mundo para que, como una columna de incienso perfumado con el amor de todos los devotos del Santo, se eleve hasta su trono en el año jubilar de su PATROCINIO, felicitándole y rogándole que nos alcance la gracia de imitar sus virtudes.
Decreto para Roma y el mundo
sobre el Patronato de San José
Como Dios había constituido al antiguo José, hijo del patriarca Jacob, gobernador de toda la tierra de Egipto, a fin de guardar el trigo para el pueblo; así llegando la plenitud de los tiempos, cuando iba a mandar a su Hijo primogénito Salvador del mundo, escogió a otro José, del cual era el primero tipo y figura, y lo constituyó príncipe de su casa, de su posesión, y lo eligió guardián de sus principales tesoros; por cuanto tuvo por Esposa a la Inmaculada Virgen María, de la cual por obra del Espíritu Santo nació Jesús, que entre los hombres fue tenido por hijo de José y estúvole sujeto.
Y este José no sólo vio a quien tantos reyes y profetas desearon ver, mas también conversó con Él y con afecto paternal le abrazó y le besó, y hasta con diligente cuidado nutrió a quien el pueblo fiel debía recibir para obtener la vida, como pan bajado del cielo. Por esta sublime dignidad, que Dios confirió a este Siervo fidelísimo, siempre la Iglesia honró CON SUMOS HONORES Y ALABANZAS al bienaventurado San José después de la Madre de Dios, su Esposa, e imploró su mediación en casos angustiosos.
Viéndose, pues, en estos tristísimos tiempos la misma Iglesia perseguida en todas partes por sus enemigos, y oprimida por tan graves calamidades, que hombres impíos pudieron sospechar que al fin habían prevalecido contra ella las puertas del infierno, por esto los venerables Prelados de todo el orbe católico presentaron al Sumo Pontífice sus preces y las de los fieles de Cristo encomendados a su cuidado, pidiendo que se dignara instituir a San José Patrón de la Iglesia católica.
Habiéndose después renovado ahíncamente las mismas súplicas y votos en el sagrado Concilio ecuménico del Vaticano¹⁰, nuestro santísimo Papa Pío IX, movido por la recientísima y luctuosa condición de las cosas, quiso satisfacer los votos de los sagrados Pastores, y encomendando a sí y a los fieles todos al poderosísimo Patrocinio del Santo Patriarca José, lo declaró Patrón de la Iglesia católica y mandó que su fiesta, que tiene señalado el día 19 de marzo, se celebrase en adelante con rito doble de primera clase, aunque sin octava, por razón de la Cuaresma. Dispuso además que semejante declaración se promulgara por el presente decreto de la Congregación de Sagrados Ritos en este día consagrado a la Madre de Dios, Virgen Inmaculada y Esposa del castísimo José.
Día 8 de diciembre de 1870.
Constantino, obispo de Ostia y Veletri
Cardenal Patrizzi, prefecto de la S. C. de Ritos
D. Bartolini, secretario de la S. C. de Ritos
MES DEL SEÑOR SAN JOSÉ
Se comenzará todos los días con el Acto de contrición¹¹, y luego la siguiente
Oración preparatoria
¡Oh Padre virginal de Jesús en la tierra, esposo de la Reina de los Ángeles, San José bendito!, quiero amarte como fuiste amado en la Casita de Nazaret por Jesús y María, con su mismo respeto y ternura, con su obediencia y sumisión. Anhelo darte gloria y hacer conocer las heroicas virtudes que tanto te honran. Quiero alcanzar de tu bondad, en este mes de gracias, la