Plegarias en penumbra
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El ser humano no tiene la capacidad de discernir sobre la existencia de dios. La fe de los creyentes lo define. Así, los que tienen fe positiva estarán seguros de que dios existe, y los de fe negativa, los ateos, lo negarán.
La religión es una prueba humana que no resuelve el problema anterior, pero sí complica la existencia terrenal.
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Plegarias en penumbra - Gabriel Barrella Rosa
I
Sobre las nubes,
sobre la vida,
sobre la consciencia
aparecen las preguntas,
se escapan las respuestas.
Las razones se evaporan
y las incertidumbres,
que olemos más distantes,
pero casi acariciamos,
solamente ellas
son la realidad.
La única certeza
es cuestionar la evidencia,
la intangible,
la que se resiste a convicciones.
La fe,
bañada en descreimiento,
se pierde en las penumbras,
bajo la consciencia,
bajo la vida,
bajo la tierra.
II
Quisiera tener fuerzas para darte
del dudar, una clase magistral.
Aun sea con pausas, parte a parte,
legar todo mi acervo intelectual.
Si un algo de eso pudiera dejarte
poco de mi odisea cerebral,
no me cierres la chance de enseñarte
lo obtenido en proceso racional.
Me estremece perder el estandarte
de mi amiga claridad conceptual,
que mi mente envejecida descarte
su valorada virtud esencial.
Pero intuyo solamente en qué ayudarte:
la mirada a un camino sinusal,
las armas con las que puedas forjarte
tu propio crecimiento personal.
Y no esperes que yo pueda legarte
ni un fragmento de instrucción clerical,
solo ansío ayudar a cuestionarte
todo dogma que sea radical.
III
Ese dios extorsivo, que enajenó mi infancia,
confinando ideales entre difusas cotas,
parece postular con energías remotas
su forzada escolta, tan solo a pura constancia.
La energía del débil, inyectada en doctrina,
recluye los talentos en simuladas trenas,
sometiendo albedríos a tan forzadas penas,
y con sutileza embosca al que incauto camina.
Gurúes y chamanes, maestros y mentores,
definen los caminos, hacia donde marchar,
imponen tiesas sanciones para socavar
los mediocres cerebros, aunque ufanos doctores.
Los eruditos profetas que al dios como llamen,
le endilgan poderes y volición de censura,
le asignan cruel rigor a su arredrante figura
y lo invisten fiscal para su sádico examen.
Los evangelios construyen sus dioses con normas,
un credo que componga algún camino sagrado
que el hombre perpetúa yendo atrás de un cayado
que lo manifieste libre, a pesar de sus cormas.
No es Dios que extorsiona, ni quien encepa la mente,
ni es el que juzga o recluta a los fieles devotos,
tal vez sea el hombre, quien tras sus fines ignotos,
arengue toda su grey con empeño obsecuente.
IV
A mis sueños
solo yo les miento,
les dibujo alas,
les borro los baches,
les pinto colores,
les prendo la luz…
En mis sueños
me robo los días,
escondo las noches,
barriendo las estrellas
me bebo los colores,
aspirando el sol...
Por mis sueños
no vivo dormido
ni duermo la vida,
despierto a fragancias
tempranas y tibias
que abrigan mi paz…
De mis sueños
guardo sus pestañas,
despliego las formas,
altero contornos,
difumino líneas
sin trazo ni perfil…
Desde mis sueños
diseño alegrías,
sin remordimiento
apelo a fantasías
que no disimulen,
pero adornen la verdad…
Entre mis sueños
falsifico cicatrices
de heridas abiertas,
conforto mi angustia
mientras surzo recuerdos,
les remiendo su red…
Bajo mis sueños
no acoto los logros
ni freno mis ansias,
germino ilusiones
coloridas y eternas,
sin diablo, sin dios…
Contra mis sueños
los miedos me abrazan
quizá compitiendo,
los sueños, sus alas,
el miedo, sus trampas,
la opresión, la libertad…
V
Mi vida fue tan cierta.
Nadie puede cuestionarlo.
Eso se llama evidencia.
Las preguntas sin respuesta
alimentan la vida,
le dan sentido.
Dios es expectativa,
un guerrero bravío,
imbatible y perfecto.
Soluciones seguras
que por sí, no aparecen,
decisiones viciadas
por confiadas razones.
El protector que vigila,
el celador que castiga
pero siempre cumple
lo que prometió.
¡Nada!
VI
Una trémula voz florece insondable
de lo profundo de mi nublada mente,
golpeando mi conciencia locamente
como cincel persistente insoslayable.
No despierta en mi sustancia una canción.
¡Sí, dibuja en mi garganta un alarido!
Es el miedo que hoy aflora repetido,
es la traba que cuestiona mi visión.