Entramados epistemológicos en Trabajo Social: Contribuciones para un sentipensar-hacer situado, feminista, descolonial e intercultural
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Entramados epistemológicos en Trabajo Social - Silvana Martínez
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Entramados epistemológicos en Trabajo Social
logosEntramados epistemológicos en Trabajo Social
Contribuciones para un sentipensar-hacer situado, feminista, descolonial e intercultural
Silvana Martínez, Juan Agüero y Paula Meschini
(Coordinadores)
Editorial Fundación La HendijaColección Proyectos de Investigación
© por Fundación La Hendija
Gualeguaychú 171 (C.P.3100)
Paraná. Provincia de Entre Ríos.
República Argentina.
Tel:(0054) 0343-4242558
e-mail: [email protected],
www.lahendija.org.ar
Diagramación: Martín Calvo
I.S.B.N.: 978-987-8472-40-9
Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723
Digitalización: Proyecto451
Fundación La Hendija.
Gualeguaychú 171. (C.P.3100)
Paraná. Entre Ríos. Argentina.
Índice de contenidos
Portada
Presentación
Disputas epistemológicas por la hegemonía en las ciencias sociales
Tirar por la borda y no desesperar
Epistemología raizal-indisciplinada como potencialidad heurística del Trabajo Social en clave feminista
El enfoque histórico-crítico marxista en Trabajo Social: Tejiendo algunas críticas desde los aportes nuestroamericanos, feministas y amefricanos a los supuestos históricos y teóricos de la cuestión social
La sistematización de experiencias en Trabajo Social: Debates que escenifican y actualizan el conflicto en torno al colonialismo en nuestro pensar
Algunas ideas en torno a la sistematización de experiencias en el Trabajo Social: Pensando la producción de conocimiento desde las corrientes críticas latinoamericanas
Alternativas al monocultivo metodológico: implicancias y cercanías en los procesos de producción de conocimientos en Trabajo Social
Tranqueando… las epistemologías del Sur
Presentación
El libro que estamos presentando tiene su origen en el Curso de Posgrado Fundamentos Epistemológicos en Trabajo Social
, realizado en el mes de febrero del año 2020 en la Facultad de Ciencias de la Salud y Trabajo Social de la Universidad Nacional de Mar del Plata, organizado por el Grupo de Teoría Social, Estudios Descoloniales y Pensamiento Crítico (G-TEP) y el Grupo de Problemáticas Socioculturales (GIPS). El curso tuvo una gran receptividad por su importancia para el Trabajo Social y su carácter no arancelado. Se abordaron contenidos sobre concepciones de ciencia y de conocimiento científico, paradigma de la ciencia moderna-europea-colonial, epistemologías hegemónicas, críticas a la ciencia moderna y a las epitemologías hegemónicas, saberes situados, epistemologías insurgentes, descolonialidad del saber, pensamiento fronterizo, producción de conocimientos e intervención en Trabajo Social, sistematización, transdisciplinariedad, indisciplinariedad, saberes populares, epistemologías del Sur y epistemologías feministas.
El curso tuvo por objetivos a) generar un espacio de discusión, diálogo y reflexión que posibilite y promueva la elucidación de los entramados epistemológicos que subyacen en las prácticas de formación, producción de conocimientos e intervención en Trabajo Social; b) reflexionar acerca de las ideas, conceptos, categorías, teorías, argumentos, visiones, idearios, perspectivas, concepciones, creencias, imaginarios y paradigmas que fundamentan la pluriversidad de formas y modos de pensar, sentir y hacer Trabajo Social; c) posibilitar un ámbito de actualización y perfeccionamiento profesional que permita reflexionar sobre los fundamentos epistemológicos puestos en juego en las prácticas de Trabajo Social en diversos ámbitos de la vida social; d) reflexionar sobre los fundamentos de la transdisciplinariedad y la indisciplinariedad en Trabajo Social.
Integran este libro un total de ocho capítulos. En los primeros cuatro capítulos se discuten distintas perspectivas epistemológicas. Juan Agüero en Disputas epistemológicas por la hegemonía en las ciencias sociales
, hace un recorrido cartográfico desde los inicios de la ciencia moderna a principios del siglo XVI hasta la actualidad, mostrando distintas concepciones de ciencia, conocimiento científico, desarrollo tecnológico y sus vinculaciones con el poder, la política, la economía, el capitalismo y el colonialismo. María Eugenia Borsani reflexiona en Tirar por la borda y no desesperar
sobre el modo de construcción del modelo de ciencia y conocimiento racista-colonial-sexista-patriarcal desarrollado por la modernidad europea y la necesidad de tirar por la borda especialmente la lógica dicotómica expresada en los pares opositivos objeto-sujeto, naturaleza-cultura, doxa-episteme, anthropos-humanitas y estado de la naturaleza-estado civil, con el fin de construir, desde una perspectiva descolonial, formas otras de conocimientos que incorporen otros saberes, otras miradas y otras experiencias de vida.
Silvana Martínez propone una Epistemología raizal-indisciplinada como potencialidad heurística del Trabajo Social en clave feminista
. La autora presenta una cartografía de las epistemologías feministas y propone un tipo de epistemología que define como raizal e indisciplinada, basada en los aportes de las feministas aymaras de Bolivia y mayas-xinkas de Guatemala, especialmente la reconceptualización del patriarcado y la comunidad y las reflexiones sobre el cuerpo-territorio-vida cotidiana, la cosmogonía de la sospecha, el sentipensar de cuerpos indignados que movilizan y generan procesos de emancipación, entre otros. Manuela Fonseca Pinheiro Dos Santos reflexiona en El enfoque histórico-crítico marxista en Trabajo Social: Tejiendo algunas críticas desde los aportes nuestroamericanos, feministas y amefricanos a los supuestos históricos y teóricos de la cuestión social
sobre el proyecto ético-político profesional y el enfoque histórico-crítico marxista instalado y difundido de manera hegemónica en el Servicio Social brasilero, criticando su endogenismo y proponiendo incorporar otras miradas provenientes del pensamiento crítico latinoamericano, los estudios descoloniales, los feminismos del Sur, el feminismo negro, el enfoque intercultural y los estudios sobre racialidad.
En los siguientes tres capítulos se discuten cuestiones referidas a la sistematización. María del Pilar Rodríguez reflexiona en La sistematización de experiencias en Trabajo Social: Debates que escenifican y actualizan el conflicto en torno al colonialismo en nuestro pensar
sobre los orígenes y trayectoria histórica de la sistematización, las distintas concepciones y usos como método y forma de conocimiento, su vinculación actual con la epistemología, la investigación y la intervención profesional en Trabajo Social y los debates actuales sobre la misma. Ruth Parola, en Algunas ideas en torno a la sistematización de experiencias en el Trabajo Social: Pensando la producción de conocimiento desde las corrientes críticas latinoamericanas
, presenta un diagnóstico y estado de la cuestión sobre la sistematización, reivindicando su potencialidad como instrumento idóneo no sólo para recuperar las experiencias y los saberes populares, sino también como posibilidad de reflexión crítica e instrumento metodológico para la producción de conocimientos a partir de las experiencias de intervención profesional en Trabajo Social.
Paula Meschini, Inés Fernández Mouján, Tamara Sosa, Romina Rampoldi, María Luz Dahul, Florencia Medvescig, Ornella Pollini, Daiana Brull, Matías Saba y Paloma Muñoz, en Alternativas al monocultivo metodológico: implicancias y cercanías en los procesos de producción de conocimiento en Trabajo Social
, reflexionan sobre su experiencia de sistematización en la cátedra Supervisión de las Intervenciones Sociales de la carrera de Trabajo Social en la Universidad Nacional de Mar del Plata. Les autores proponen dos ideas que denominan semillas metodológicas
: a) la sistematización de las intervenciones sociales supervisadas y b) los procesos de investigación que recuperan la(s) autobiografía(s). A partir de estas ideas semilla
y las reflexiones que suscitan, ponen en tensión la noción de distancia óptima entre sujeto/a y objeto
presente de manera hegemónica en la investigación en ciencias sociales. Finalmente, en el úlimo capítulo, Verónica Cúneo en Tranqueando…las epistemologías del Sur
reflexiona sobre su propia experiencia docente y la problemática de la formación profesional a partir de las propuestas epistemológicas y metodológicas de Boaventura de Sousa Santos y otros autores del campo del Trabajo Social.
Con este libro pretendemos contribuir a cubrir un vacío en términos de debates epistemológicos y su imbricada relación con la teoría, la metodología y la intervención profesional en Trabajo Social. El locus de enunciación desde el cual se van entretejiendo los distintos capítulos es el posicionamiento crítico a la construcción hegemónica de la ciencia moderna-occidental-eurocéntrica-patriarcal-colonial, que ha invisibilizado y despreciado toda otra forma de conocimiento y de producción de conocimientos en las ciencias sociales en general y en el Trabajo Social en particular. A modo de diálogos, interpelaciones, problematizaciones y apuestas epistémicas otras, se van tramando y entramando los capítulos desde un sentipensar-hacer situado que apunta a la construcción y consolidación de un Trabajo Social feminista, descolonial, intercultural, indisciplinado y emancipador.
Mar del Plata, Argentina, Julio 2021
Silvana Martínez, Juan Agüero y Paula Meschini
Coordinadores
Disputas epistemológicas por la hegemonía en las ciencias sociales
Juan Agüero (1)
Introducción
La llamada ciencia moderna nunca fue un campo neutral ni aséptico. Por el contrario, en su largo devenir histórico fue escenario de permanentes conflictos y disputas de poder, que sólo en una ínfima parte favorecieron la liberación y emancipación del género humano, mientras que, en su mayor parte, se orientaron a la construcción de hegemonías, la dominación y la opresión. Por otra parte, es cierto que la ciencia moderna promovió y favoreció el progreso tecnológico y las posibilidades de desarrollo humano. Sin embargo, también es cierto que este progreso y desarrollo no fue para todo el género humano ni para toda la población del mundo. Por el contrario, una inmensa mayoría de países y la mayor parte de la población mundial quedaron excluidas de toda posibilidad de progreso y desarrollo humano, en tanto que unos pocos países, con una porción reducida de la población mundial, se beneficiaron ampliamente con los avances de la ciencia y la tecnología, utilizando estos avances como recurso político-estratégico para dominar a otros países, controlar a los gobiernos, neutralizar los proyectos independentistas nacionales, explotar los recursos naturales y el trabajo humano y concentrar escandalosamente la riqueza, profundizando miserablemente las desigualdades sociales.
La ciencia moderna nunca fue inocente en términos políticos, ideológicos y económicos. Tampoco son inocentes las concepciones epistemológicas y la producción de conocimientos que fundamentaron y justificaron la idea de progreso científico-tecnológico como sinónimo de progreso del género humano
, civilización
y modernización
. Tampoco son inocentes quienes financiaron el desarrollo de la ciencia y la tecnología. En realidad, lo hicieron como inversión estratégica, sabiendo de su potencialidad como recurso para acumular dinero y poder. En efecto, el desarrollo de la ciencia moderna no se dio por fuera sino de manera imbricada, contemporánea y sinérgica con el desarrollo del capitalismo, la modernidad europea y su expansión imperialista-colonialista a otros continentes que fueron invadidos y tomados por la fuerza, sus recursos y territorios saqueados y su población asesinada, todo en nombre de la civilización
y la modernidad
.
Desde sus comienzos en Europa en el siglo XVI, la ciencia moderna y la investigación científica se concibieron como una actividad casi esotérica, que sólo unos pocos seres humanos podían llevarla a cabo como si fuesen una especie de elegidos
. Se consideraba que la actividad científica requería de cierta formación especial que sólo algunos seres humanos podían tener y transmitir a sus discípulos
. Era concebida una actividad de élite, de mentes iluminadas, capaces de explicar lo que solamente unos pocos seres humanos podían entender. La modernidad europea no sólo construyó esta concepción de ciencia y de investigación científica, sino que la colocó como fundamento del iluminismo
y de la racionalidad moderna europea. Lo que decía la ciencia y la investigación científica se consideraba la verdad
. Esta misma concepción fue trasladada e impuesta por los colonizadores europeos que invadieron Abya Yala (2), masacraron a los pueblos originarios, despreciaron sus saberes y sus prácticas ancestrales, destruyeron sus creencias y sus templos y erigieron un orden ensangrentado imperialista-colonial de dominación y opresión.
Sin embargo, por fuera de esta concepción hegemónica de ciencia y de investigación científica, surgieron en la misma Europa, y luego en otros lugares del mundo, otras concepciones alternativas y otros modos de concebir el conocimiento y los procesos de producción de conocimientos. Estas formas alternativas plantearon otras miradas epistemológicas construidas desde lo socio-histórico cultural, la dialéctica, la hermenéutica, la fenomenología, las experiencias de vida, el lenguaje y la producción de significados. Estas formas alternativas mostraron los dispositivos de poder, los paradigmas, las comunidades científicas, el papel de los actores sociales, el entramado de relaciones sociales y los condicionamientos históricos, éticos, políticos e ideológicos presentes en todo proceso de producción de conocimientos.
En este capítulo se plantea un breve recorrido por algunas de las disputas epistemológicas más importantes planteadas en las llamadas ciencias sociales, desde la primera mitad del siglo XIX hasta la actualidad. Se inicia sin embargo con un desarrollo previo del período revolucionario de la ciencia moderna, que transcurre desde la primera mitad del siglo XVI hasta la primera mitad del siglo XVIII, y la invención de la economía en la segunda mitad del siglo XVIII como arquetipo de la ciencia social
.
1. El modelo hegemónico de ciencia moderna europea
El concepto de hegemonía es muy útil para analizar el desarrollo histórico de la ciencia moderna. Como lo sostiene Guido Gómez Silva (2006), hegemonía deriva de eghesthai que en griego significa conducir, ser guía, ser jefe, y también de eghemonero que significa guiar, preceder, conducir, estar al frente, comandar, gobernar. Los griegos entendían por eghemonía la dirección suprema del ejército. Es lo que sucede por ejemplo con Esparta y Atenas, que se enfrentan entre sí en la guerra del Peloponeso, como ciudades hegemónicas que encabezaban las ligas que cada una de ellas conformaba con otras ciudades. Para Antonio Gramsci (1990), esta misma idea griega de eghemonía es atribuible a la dirección político-ideológica que ejerce la burguesía, que se mantiene en el poder no sólo por la coacción que ejerce sobre los trabajadores, sino también por la hegemonía que construye reproduciendo su patrón de dominación mediante la cultura, las instituciones educativas y los medios de comunicación social, entre otros.
De igual manera, es atribuible a la ciencia moderna esta misma pretensión que señala Gramsci, de dirección político-ideológica de la sociedad moderna y también contemporánea. Se desarrolla con la promesa y el gran relato de la emancipación del género humano construida por la modernidad. Esta emancipación incluye promesas de libertad, igualdad, progreso y liberación del antiguo régimen medieval. Estas promesas son garantizadas por la racionalidad de la ciencia, por la luz de la razón y por el conocimiento que proviene de la objetividad y la nueva verdad científica que reemplaza a la verdad revelada por Dios. La ciencia moderna construye un sujeto con un cuerpo físico mensurable, abstracto y estereotipado, que ya no es una criatura de Dios en tránsito hacia la vida eterna, sino una sustancia material sometida a las leyes de la naturaleza.
También construye un mundo de objetos investigados que son considerados independientes del sujeto investigador o investigadora y de toda experiencia subjetiva. Un mundo inventado por sujetos que se consideran y se ven a sí mismos como observadores neutrales. Un mundo de modelos ideales, abstractos, matemáticos, que expresan relaciones permanentes entre objetos de estudio
que reflejan o representan realidades empíricas que se estudian como externalidades y nada tienen que ver con el sujeto investigador o investigadora. Estos objetos de estudio
son propiedades o atributos mensurables y verificables, que son modelados por la ciencia y presentados como leyes o regularidades permanentes. Los sujetos investigadores actúan sólo como superficies reflectantes de la realidad y el conocimiento científico que construyen son imágenes o representaciones objetivas
, neutrales e imparciales de una realidad que permanece en la externalidad y es anterior e independiente de los sujetos investigadores.
Este tipo de conocimiento científico, construido de esta manera por la ciencia moderna, se viste con un ropaje de verdad y objetividad que lo coloca en una posición hegemónica en la sociedad capitalista que reemplaza al feudalismo. Desde esta posición hegemónica, la ciencia moderna asume la dirección político-ideológica de la sociedad capitalista y se ubica en el lugar de la deidad, el saber, el poder y la verdad. Se constituye en emblema y arquetipo de la racionalidad humana. Nada es racional por fuera de la ciencia moderna. Lo que ella sostiene o afirma se vuelve inapelable y definitivo, sin que haya voluntad humana o divina capaz de modificar su veredicto. Todo lo sólido se desvanece por el aire
dirá Karl Marx. Dios ha muerto
dirá Friedrich Nietzsche. La ciencia moderna se constituye así en el fundamento de la expansión y profundización del capitalismo en el mundo. La finalidad
del conocimiento científico se concibe como medir, describir, predecir y controlar. Esta forma de ver la ciencia y el conocimiento científico se asume como natural
, hasta tal punto que ni siquiera se la considera una forma de ver
.
Entre la primera mitad del siglo XVI y la primera mitad del siglo XVIII, la ciencia moderna se desarrolla como forma hegemónica de producir conocimientos científicos basada en la observación y el método experimental de la física y la astronomía, y la formulación de axiomas, leyes y modelos de la matemática. Es un período revolucionario de la ciencia, por los cambios profundos que implica. Se inicia con Nicolás Copérnico y su obra Sobre las revoluciones de las esferas celestes publicada post mortem en 1543. Johannes Kepler publica El misterio cósmico en 1596, Nueva astronomía en 1609 y Tablas rudolfinas en 1627. Galileo Galilei publica El mensajero sideral en 1610, El ensayador en 1623, Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo en 1632 y Discursos y demostraciones matemáticas en torno a dos nuevas ciencias en 1638. Isaac Newton publica Principios matemáticos de filosofía natural en 1687 y, con su muerte en 1727, culmina este período revolucionario de la ciencia moderna (De la Garza Toledo & Leyva, 2012).
De esta manera, la ciencia moderna se coloca en la modernidad europea en el mismo lugar que tenía la teología en el medioevo. La filosofía natural
, como la denomina Isaac Newton, plantea una disputa de poder, hegemonía y verdad con la teología escolástica medieval. Es una disputa de poder por un nuevo criterio de verdad y de hegemonía, en el sentido de direccionamiento político-ideológico de la filosofía natural
en reemplazo de la escolástica medieval. El criterio de verdad ya no es la teología ni la revelación divina sino la razón y la ciencia moderna basada en la observación, el método experimental y los axiomas, leyes y modelos matemáticos. René Descartes interviene en esta disputa desde la filosofía con su obra Reglas para la dirección del espíritu publicada en 1628 y Discurso del método publicada en 1637, en el mismo momento histórico que Galileo Galilei publica sus obras principales. La contundencia de la matemática y la certeza del cogito, ergo sum cartesiano reemplazan al milenario silogismo aristotélico y la suma teológica de Tomás de Aquino.
2. El positivismo como filosofía hegemónica de la ciencia moderna europea
La invención de la economía tuvo lugar con posterioridad al período revolucionario de la ciencia moderna que culmina en la primera mitad del siglo XVIII. Adam Smith denomina economía a la ciencia social que inventa en la segunda mitad del siglo XVIII, con su obra An inquiry into the nature and causes of the wealth of nations, publicada en 1776. Con esta invención, se inicia el proceso de construcción histórica de las llamadas ciencias sociales. La nueva ciencia registra y analiza propiedades cuantitativas, expresadas en dinero, de ciertos fenómenos de la realidad, construyendo relaciones de causa/efecto para explicar los mismos, como si los fenómenos estudiados por la economía fueran similares a los estudiados por las ciencias naturales.
De esta manera, usando los mismos métodos y procedimientos de las ciencias naturales, esto es la observación, el método experimental y la formulación de axiomas, leyes y modelos matemáticos, la economía se encuadra en el modelo hegemónico de la ciencia moderna europea. Esta forma particular de ciencia y de producción de conocimiento científico, hegemónica en las ciencias naturales, también se vuelve hegemónica en las ciencias sociales. La economía se convierte así en lo que Karl Popper denomina arquetipo de la ciencia social. Como él mismo lo reconoce: la única ciencia social teórica que realmente me atrapó fue la economía
(Gómez, 1995, p.151).
En la primera mitad del siglo XIX, un siglo después de la muerte de Isaac Newton y de finalizado el período revolucionario de la ciencia moderna y 50 años después de la invención de la economía, el filósofo francés Augusto Comte propone una nueva forma de resolver el problema de la verdad y la objetividad, que René Descartes lo intentó resolver con el cogito, ergo sum y Galileo Galilei con axiomas, leyes y modelos matemáticos. Difunde sus ideas en su libro Sistema de política positiva, publicado en 1822. Luego incluye estas ideas como primera parte del curso que comienza a dictar en París, a partir de 1826, con el nombre de Curso de filosofía positiva (Comte, 2009). Aclara el autor que utiliza el término filosofía
por carecer de otro y que lo hace en el mismo sentido de Aristóteles, designando el sistema general de los conocimientos humanos
, mientras que el término positivo
señala una forma particular de filosofía que consiste en examinar las teorías de cualquier orden, teniendo por objeto la coordinación de los hechos observados
(Comte, 2009, p.11).
La propuesta de Comte consiste en la prueba empírica o comprobación empírica de todo tipo de afirmaciones, enunciados o leyes que formule la ciencia, como criterio básico de verdad y objetividad. Aclara el autor que la filosofía positiva que propone se ocupa del estudio de los fenómenos sociales y de todos los restantes y designa una manera uniforme de razonar que es aplicable a todos los temas que puede abordar el espíritu humano. Es el estudio de las generalidades de las diversas ciencias en tanto sometidas a un método único. Por tanto, se diferencia de la filosofía natural, expresión utilizada en Inglaterra por Isaac Newton, entre otros, para designar el conjunto de ciencias de la observación y sus especialidades. También se diferencia de la filosofía de las ciencias. En ambos casos, estas filosofías no se ocupan de todos los órdenes de los fenómenos, por eso Comte prefiere la denominación filosofía positiva.
Para fundamentar su propuesta, Comte la ubica en lo que él denomina la ley de los tres estados del progreso del espíritu humano: el estado teológico o ficticio, el estado metafísico o abstracto y el estado científico o positivo. Estos estados son sucesivos y corresponden a tres métodos radicalmente diferentes: el teológico, el metafísico y el positivo. Estos métodos, a su vez, producen tres sistemas generales de pensamiento muy diferentes entre sí: el primero es el punto de partida, el segundo es de transición y el tercero es fijo y definitivo. En el primero se atribuye todo a agentes sobrenaturales. En el segundo se atribuye a entidades abstractas. En el tercero, finalmente, el espíritu humano se dedica a descubrir las leyes efectivas o relaciones invariables que explican los fenómenos.
Esta misma ley de los tres estados Comte lo relaciona con la evolución de la vida humana, sosteniendo que todos somos teólogos en la infancia, metafísicos en la juventud y físicos en la madurez. En este sentido, sostiene como axioma indiscutible que no hay conocimiento más real que aquel que se basa en los hechos observados
(Comte, 2009, p.21). Para la filosofía positiva todos los fenómenos están sujetos a leyes naturales invariables. Por lo tanto, no es necesario ni tiene sentido investigar las causas primeras ni las causas finales de los fenómenos sino sólo analizar con exactitud las circunstancias de su producción y coordinar unos fenómenos con otros mediante relaciones normales de sucesión y de similitud
(Comte, 2009, p.27). Pone como ejemplos la ley de la gravedad de Newton y la ley del calor de Fourier que permiten explicar fenómenos generales del universo.
Comte destaca el progreso hacia la filosofía positiva que han alcanzado los estudios de los fenómenos astronómicos, físicos, químicos y fisiológicos, por haber abandonado los métodos teológicos y metafísicos. Esta situación en cambio no ha ocurrido con el estudio de los fenómenos sociales, por no haber abandonado estos métodos. Ante esta situación, propone fundar la física social, con el fin de completar el estudio de las cinco grandes categorías de fenómenos observables: astronómicos, físicos, químicos, fisiológicos y sociales. De esta manera, se terminaría de instituir definitivamente la filosofía positiva como sistema filosófico de los modernos
, adquiriendo el carácter de universalidad y sustituyendo definitivamente a la teología y la metafísica (Comte, 2009, p.34). En este planteo del filósofo se advierte muy claramente la disputa política-filosófica por la hegemonía en la ciencia moderna.
Comte considera una ley cuya necesidad es evidente, la separación entre distintas ramas del saber y su desarrollo independiente, sosteniendo que la división del trabajo intelectual, cada vez más perfeccionado, es uno de los atributos más importantes de la filosofía positiva
(Comte, 2009, p.37). La idea de la división del trabajo y la especialización ya había sido fundamentada por Adam Smith en la segunda mitad del siglo XVIII, cuando explica la riqueza de las naciones fundando una nueva ciencia: la economía. Comte sin embargo reconoce los inconvenientes que implica esta especialización para la ciencia positiva, para lo cual recomienda crear una gran especialidad que se dedique al estudio de las generalidades de las distintas ciencias, el espíritu de cada una de ellas, sus relaciones y los principios comunes. Con esta propuesta, las miradas particulares de cada ciencia se integrarían a un sistema más general con mirada de conjunto (Comte, 2009, p.39). Esta idea fue también en gran medida la intención de Karl Ludwig von Bertalanffy al desarrollar en la primera mitad del siglo XX la teoría general de sistemas (Bertalanffy, 1951).
La filosofía de Comte no se propone solamente instituir en todas las investigaciones y estudios el método positivo de comprobación empírica de todas las leyes y teorías construidas por la ciencia moderna, sino que se erige en único criterio de verdad y objetividad que condensa los tres siglos de búsqueda anteriores, desde Descartes y Galileo Galilei en adelante. Al reemplazar explícitamente a la teología, la metafísica y todo otro criterio que no sea el de la prueba o la comprobación empírica, se erige en tribunal examinador de todos los demás saberes, no solamente científicos y filosóficos, sino también sociales, políticos y culturales, pretendiendo incluso reemplazar nuestra educación europea, todavía teológica, metafísica y literaria, por una educación positiva acorde con el espíritu de nuestra época y adaptada a las necesidades de la civilización moderna
(Comte, 2009, p.49).
De esta manera, el positivismo propuesto por Comte tiene la pretensión manifiesta de erigirse en el gran paradigma de la modernidad europea, no solamente de la ciencia moderna sino de toda la civilización europea. Tiene incluso la pretensión mesiánica de fundar un nuevo estadio civilizatorio del género humano, ya que Europa se veía y se consideraba a sí misma como el mundo civilizado
o el paradigma de la civilización
. Es decir, tiene la pretensión mesiánica de fundar una nueva civilización, superadora de más de 7.000 años de creencias y prácticas religiosas, de experiencias y saberes teológicos, como también más de 2.000 años de reflexiones metafísicas y pensamiento filosófico. Además, una pretensión mesiánica basada exclusivamente en fenómenos y leyes naturales, en observaciones y comprobaciones empíricas, incluyendo los fenómenos humanos, reducidos a leyes fisiológicas del individuo y alguna otra cosa particular que altera los efectos y que afecta la acción de unos individuos sobre otros