Alfa Ares
Por Stephanie Ward
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Cuando sus pesquisas la llevan hasta el pueblo de Blood Moon, Ramnusia empieza a cuestionarse si las historias de Emily no tendrían algo de verdad. Lo que tampoco sabe es que, mientras ella busca a sus padres, a ella la busca el irresistible príncipe Ares Blackner, su alma gemela. Una vez se encuentren, su vida no hará más que complicarse. Una profecía, una elegida por los dioses, y un reto que cumplir: lograr la paz entre los siete reinos.
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Comentarios para Alfa Ares
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- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Me gustó mucha la historia, de lectura fácil y sin dar vueltas en lo mismo
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Alfa Ares - Stephanie Ward
© Derechos de edición reservados.
Letrame Editorial.
www.Letrame.com
© Stephanie Ward
Diseño de edición: Letrame Editorial.
Maquetación: Juan Muñoz
Diseño de portada: Rubén García
Supervisión de corrección: Ana Castañeda
ISBN: 978-84-1144-315-9
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.
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PRÓLOGO
La escritora Octavia Butler sostenía que si un autor quiere encontrar su estilo propio, primero debe imaginar un referente que no existe. Butler escribía ciencia ficción, pero su afirmación puede ser igual de cierta cuando se trata del género fantástico. No es tan fácil imaginar un mundo de ficción que no se parezca en nada al mundo en el que vivimos. A lo largo de la historia de la literatura, numerosos autores han creado espacios en los que imaginar un mundo distinto, poblado de criaturas también distintas a nosotros, pero nunca del todo: vampiros, licántropos, dragones, brujas, hadas y magos, deidades benignas y malignas, seres que se desplazan en el tiempo y en el espacio… no obstante, tanto nos hemos acostumbrado a ejercitar la lectura también en esos imaginarios, que ya nos resultan casi una parte más de nuestra realidad conocida.
La autora de Alfa Ares elige precisamente aprovechar la riqueza que ofrecen estos universos paralelos ya imaginados por tantos otros autores, y combinar elementos y criaturas que ya han habitado otras obras de ficción: en la novela encontramos siete reinos y siete razas que parecen irreconciliables, una profecía, una elegida… Y por supuesto, el romance entre los dos protagonistas, predestinados a encontrarse y a intentar resolver un conflicto que se arrastra a lo largo de los siglos.
Pero que la novela fantástica fantasee —como su propio nombre indica— con mundos diferentes, no quiere decir que no se plantee también las grandes preguntas que desde siempre se formula el ser humano. Por ejemplo, el conflicto entre la razón y el instinto, representado aquí por la esencia dual de los personajes: estos viven una existencia humana hasta que sienten cómo despierta su parte animal, que actúa de forma instintiva y no atiende a razonamientos. La novela también reflexiona sobre el conflicto entre los humanos y la naturaleza: en un mundo poblado por siete especies diferentes, se nos explica que, a pesar de ser la única que no nace con ningún poder especial, la más peligrosa es la humana, por su capacidad de fabricar otras armas con las que destruir a otros. Por no hablar del sempiterno dilema destino vs. libre albedrío: los conflictos principales que guían la trama provienen de personajes que se niegan a aceptar los designios de los dioses, e intentan ir en contra de su destino.
Todos estos ingredientes son los que conforman Alfa Ares, que tan solo es la primera entrega de una saga: pues si bien es difícil imaginar mundos y realidades distintas a los que habitamos, una vez se consigue, es imposible que los queramos abandonar.
RAMNUSIA PDV
Desde que tengo uso de razón, siempre he tenido una extraña fascinación con la nieve. Me pasé casi toda la vida viajando con mis padres de un lado a otro y no recuerdo sentirme en ella mejor que en ninguna parte.
Soy una de esas personas raras que, cuanto mayor es la tormenta blanca, más la disfruto; mirándola desde dentro de la casa, con una gran taza de chocolate caliente en la mano, mientras el fuego arde en la chimenea.
Estando aquí en medio del bosque, rodeada de nieve, recuerdo un lugar maravilloso donde mis padres y yo hemos pasado un tiempo cuando era muy pequeña. Intento rebuscar en mi memoria aquel sitio con la esperanza de poder encontrar a mis padres allí.
Puedo recordar vagamente una pequeña ciudad, rodeada de altos pinos y el bosque más hermoso que haya visto jamás. Aquellos fueron los mejores meses de mi vida, el único sitio al que pude llamar casa entre todos los lugares a donde nuestros viajes nos condujeron.
Ese bosque tan profundo era casi mágico. Su belleza y su silencio me envolvían y adoraba cómo podía ser de engañoso. Las noches dejan al mundo en un completo silencio, grueso y pesado, que tenía la fuerza de congelar hasta los pensamientos más agotadores.
—¡Ram! ¡Ram! —La voz de Brian interrumpió mis pensamientos soñadores.
Me di la vuelta para verle corriendo hacia mí con un papel en la mano y una sonrisa enorme en su cara.
—Brian, ¿está todo bien? —le pregunté en cuanto se acercó.
—Sí. Arthur piensa que encontró el sitio donde puede estar la cabaña de tus padres.
Un sentimiento de felicidad me envolvió al escuchar las palabras de mi amigo.
—¿Está seguro?
—Es el sitio que más se ajusta a tus descripciones. Está cerca de Snow Peak —me dijo señalando un punto en el mapa que llevaba en la mano.
—Vamos a dentro. Tenemos que contárselo a la abuela —propuse, cogiéndole la mano y yendo juntos hacia la casa. El viento frío soplaba cada vez con más fuerza.
Brian es mi amigo desde que mis padres vinieron a estas tierras. Mi madre y su abuela pasaban mucho tiempo juntas, y Brian vino en sus vacaciones con su amigo Arthur. Al parecer, Arthur estaba en una misión secreta, buscando a alguien de quien no puede hablar por órdenes de sus superiores. Él y Brian me acogieron como si fuera su hermana pequeña y, cuando mis padres desaparecieron, su abuela me dio cobijo y protección en su pequeña casa de la montaña.
Desde el principio de este año, somos inseparables y son lo más parecido que he tenido a una familia. Estoy agradecida por haberlos encontrado.
Brian tiene un carácter abierto y despreocupado, lo que hace que mi conexión con él sea mucho más estrecha; por su parte, Arthur es más reservado. Supongo que es por su trabajo, del que entendí que no podía preguntar ni quería saber nada. Por experiencia, sé que hay cosas que es mejor guardar. Mis padres siempre me escondieron sus demonios personales, aunque entiendo que lo hicieron pensando que es lo mejor para mí, es complicado cazarlos sin saber dónde se encuentran.
Entrando en la casa, Emily nos recibió con su eterna sonrisa. Era una mujer maravillosa, aunque sus historias a veces impresionaban. Ella piensa que existen criaturas fantásticas viviendo entre nosotros. A veces sus relatos hacían que tuviera la sensación de que había gente vigilándonos desde la frontera de árboles que separa este bosque desolado del jardín de la casa. En otras ocasiones, sus narraciones son bonitas, tan llenas de amor y fantasía que podía pasar horas enteras escuchándola.
—Brian, cierra bien esa puerta, hijo, esta noche habrá tormenta —advirtió a su nieto, mientras colocaba cuatro tazas de chocolate caliente en la mesa.
—Abuela, Arthur cree haber encontrado el bosque donde está la cabaña de mis padres —informé ilusionada, quitándome el abrigo y las botas para sentarme en la pequeña mesa del salón. Ella me miró con una sonrisa, acariciándome el pelo.
—Parece que empezarás tu propia aventura, querida. Espero que todo os vaya bien —deseó con ternura, observando hacia Arthur.
—Si la tormenta acaba, nos iremos por la mañana —anunció Arthur con su seriedad característica. Yo sentí un escalofrío recorriendo mi cuerpo.
—¿Tan pronto? —dudé sorprendida.
—Sí, no tendré mucho más tiempo si lo posponemos. Voy a hacer este viaje contigo, Ram. Vamos a intentar encontrar a tus padres cuanto antes.
No estaba preparada, además, Brian mencionó que quería acompañarnos.
—Yo iré unos días más tarde. Necesito poner mis asuntos en orden —comentó Brian, como si me hubiera leído la mente. De alguna forma, saber que Brian vendrá me tranquilizó bastante.
Nos pasamos el resto de la noche mirando mapas y trazando un itinerario de viaje junto a Brian y Emily, que parecía conocerse todos los bosques del país como si fueran suyos. Echaré de menos a esta mujer que me recibió en su casa y en su vida con los brazos abiertos, ofreciéndome el calor y la seguridad de un hogar que nunca había tenido.
Ese año en su casa fue el tiempo más largo que estuve en un sitio, y desprenderme de este y de ella entristecía mi corazón más de lo esperado. Pero esto no iba a ser un adiós, sino un hasta luego, porque si hay algo claro para mí es que volveré en cuanto pueda.
Ya no había marcha atrás. Ya era hora de partir en búsqueda de mis padres y de todas las respuestas a las dudas que rondan mi cabeza desde que tengo memoria.
ARES PDV
Hace unos quince años que mi padre, el rey Balthazar y mi madre, la reina Nayati, me pusieron a cargo de Blood Moon, una de las manadas de lycanos más poderosa y extensa del mundo, temida por los siete reinos durante siglos.
Nuestro mundo está dividido en las siete especies que poblamos la tierra: el reino de los lycanos, el reino de las brujas y los magos, el reino de los vampiros, el reino de los tigres, el reino de los dragones, las hadas y los humanos, siendo este último el más grande. A pesar de que los humanos no nacen con ningún poder especial ni pueden transformarse en otro ser, como el resto de las especies, y tampoco poseen un largo tiempo de vida, son los más peligrosos gracias a las diferentes armas que son capaces de fabricar. Hace muchos siglos estuvieron a punto de acabar con los demás reinos.
Desde ese momento crucial para el resto de los reinos, decidimos guardar un perfil bajo y no hacer notar nuestra presencia en el mundo humano. Se formó un consejo de ancianos, que recoge a los ejemplares más antiguos de cada especie y con ello firmamos un tratado de paz. Aunque, como en la vida misma, siempre hay algunos rebeldes, especialmente entre los lycanos y los vampiros, por lo que nuestros breves avistamientos inspiraron a los humanos más creativos a inventar leyendas sobre nosotros.
Es muy gracioso, sobre todo, cuando dijeron que los hombres lobo eran esclavos de los vampiros, esa afirmación me tuvo entretenido un tiempo, no muy largo, pero sí, me divertí bastante imaginándomelo.
El problema viene por parte de un grupo de humanos que conocen nuestro mundo y formaron una alianza de cazadores que van detrás de los rebeldes, aniquilándolos. También acaban con cualquier especie que se les ponga por delante, rebelde o no. Su fuerza bruta no es lo que nos preocupa, más bien sus armas y técnicas que han ido perfeccionando a lo largo de los siglos. Por ellos descubrimos que ser inmortales no quiere decir que no haya nada que pueda matarnos, así, nuestra confianza descendió rápidamente a la vez que el primer inmortal cerró sus ojos para siempre en las garras de los cazadores.
Volviendo a mi historia, siendo príncipe heredero del reino de los lycanos, no me tomé muy bien el cambio que mis padres lanzaron sobre mí. Variar mi cómoda vida de palacio, donde me iba estupendamente, por la vida de alfa, con todas las responsabilidades que esto conlleva, junto a todo el papeleo y los dolores de cabeza provocados por la gente que compone esta enorme manada, me cayó básicamente como un tiro en el culo.
Veréis, los lycanos somos algo así como una especie superior a las demás. Somos muy parecidos a los hombres lobos, pero nuestra fuerza es significantemente superior, por ello, los dominamos. Nuestra especie, al igual que los hombres lobo, vive en manadas. Los más fuertes forman parte del entorno del rey de los lycanos. Tenemos el ejército de guerreros más fuerte y sangriento del mundo, todos nos temen y respetan allá donde vamos, independientemente de la especie a la que pertenecen. Con tan solo despegar el poder de nuestra aura, todos los presentes alrededor caen de rodillas y los demás pueden sentir nuestra presencia a kilómetros de distancia.
Tenemos la capacidad de transformarnos tanto en un lobo de grandes dimensiones como en nuestro lycano, que es una bestia de lobo y hombre gigante que puede acabar con cualquiera que se le pone por delante.
El poder de cada lycano le ofrece un título dentro de la manada. Mi padre y mi madre son los reyes; yo, el príncipe heredero, y los siguientes más fuertes ocupan los lugares de beta y delta, bajando hasta omega, que suelen ser los trabajadores de palacio o algún lycano que haya sido castigado por el rey y despojado de su lugar en la jerarquía de la manada.
Hay varias cosas que pueden debilitar a un hombre lobo, como el contacto con el metal de la plata, que llega a envenenar su sangre y, en la mayoría de los casos, acaba con su vida; o el acónito, que los debilita hasta dejarlos incapacitados. En cambio, los lycanos solo tenemos una debilidad: nuestras almas gemelas o mates, como los llamamos. Ellas son consideradas mitades de nosotros mismos que la diosa Luna nos destina al nacer. Al encontrarnos, el olor de su cuerpo resalta entre miles de personas, y la conexión se crea de inmediato, llevándonos a emparejarnos y reclamar a la otra persona como nuestra. Nuestros lycanos se reconocen y sienten la necesidad de marcarse con un mordisco en el cuello que luego constituirá una especie de tatuaje en el cuello de los dos, uniéndonos así para siempre. Una vez encontrada tu alma gemela, todo fluye de manera natural.
Tanto en forma humana como de bestia, somos capaces de comunicarnos con todos los miembros del grupo por conexión mental, siendo el alfa el único que puede hablar con toda la manada a la vez, y los reyes y príncipes, con cualquier lycano u hombre lobo dentro y fuera de la manada.
Nuestras bestias son pesadas y a veces nos vuelven locos, soltando, aullando o peleando en nuestra cabeza, gracias a la diosa Luna, al bendecirnos con el alma de las bestias, también nos ha otorgado la capacidad de levantar muros en nuestra mente y bloquear la charla innecesaria.
Echo de menos mi vida en el palacio. En aquellos tiempos, no muy lejanos aunque para mí parezca que pasaron cientos de años, lo tenía todo. Todas las damas de palacio estaban más que dispuestas a pasar el rato bajo mis sábanas, disfrutando de…, bueno, de todo lo que la libido de un macho alfa puede ofrecerles. Los lycanos, al igual que los hombres lobos, somos famosos por nuestras interminables ganas de sexo, nuestra potencia y por nuestra posesividad y violencia, pero más que nada por nuestra libido.
Mis padres decidieron que ya había disfrutado bastante y, aunque me opuse con vehemencia, me enviaron de una patada aquí, en medio de ninguna parte, porque, según ellos, debía abrazar mis responsabilidades para, así, algún día ser capaz de ocupar el sitio de mi padre en el trono de los lycanos. Como si los inhumanos entrenamientos por los que mi padre me hizo pasar desde que Thor —mi lycano— despertó, con tan solo ocho años, no fueran suficiente responsabilidad.
Odio este lugar. Aquí echo de menos el verano incluso en verano, los inviernos, aparte de terriblemente largos, son infernales, duran seis meses y lo demás es otoño. Como no tengo tiempo para vacaciones desde hace unos… quince años, ya no recuerdo ni cómo huele la playa, todo gracias a mis responsabilidades. No me entiendas mal, me gusta el invierno, como a todos los lycanos, ya que nuestra elevada temperatura corporal se estabiliza a temperaturas muy bajas y estamos más cómodos, pero aguantar por unas semanas el calor sentado en una hamaca, bañándote en el océano y disfrutando de las vistas que solo la playa puede ofrecer…, ¡bendito sacrificio!
Lo bueno de toda esta historia es que mi padre tuvo la sensatez de enviarme aquí junto a la mejor cocinera de palacio, Daphne, que puede cocinar los platos más sabrosos del mundo, y sus muffins…, oh, sus muffins son oro horneado con frutas y chocolate; y mis dos mejores amigos, Vlad y Alcides. Los tres nos criamos juntos como hermanos, como se suele hacer en nuestro mundo con los hijos varones del beta y delta del rey. Vlad es hijo de Víctor que, a su vez, es beta o segundo al mando de mi padre, y Alcides es el hijo del delta o tercero al mando. Vlad es un magnífico luchador, casi igual de bueno que yo, además de ser mi consejero y ayudante personal con los asuntos de la manada, y sus negocios traspasan las fronteras de nuestro reino. Alcides, como mi delta y tercero al mando, además de ser un fantástico luchador y ayudar con los negocios, su tarea principal es encargarse de la seguridad de su futura reina, luna y de los cachorros reales en todo momento. La mate del alfa se llama luna. Su conexión con la luna es casi inmediata, al igual que su sufrimiento en el caso de que por alguna razón llegara a encontrarla antes que yo, asimismo, no puede protegerla.
Por arte del destino, Alcides lleva sufriendo prácticamente desde que llegó aquí. Él solía pasar mucho tiempo recorriendo estos bosques, aprendiendo sus caminos y vigilando sus fronteras, hasta que un día se paró a descansar frente al lago congelado. Y entonces la vio por primera vez. De inmediato, empezó a llamarme desesperadamente por nuestra conexión mental para acercarme a su localización. Al escuchar la urgencia en su voz, cambié a lycano y salimos corriendo hacia el bosque. Thor se puso muy nervioso aullando dentro de mi cabeza, inquieto.
Una vez ahí la vi… Mi cuerpo se tensó de inmediato, mi cabeza comenzó a dar vueltas y mi nariz se llenó del aroma más maravilloso que había olido en toda mi vida. Frambuesas y vainilla con un toque de menta. Pero la alegría de encontrarla se desvaneció instantáneamente porque, aunque la tenía delante, pasarán muchos años antes de poder tenerla.
Thor daba vueltas en mi cabeza quejándose dolorido hasta que se sentó con la cabeza encima de sus patas. Sentía y compartía el mismo dolor de Thor. Solo podía pensar que esta era una cruel broma que el destino, aburrido, me dio para empeorar mi estancia aquí, a la vez que asegurarla totalmente.
Mi luna estaba allí con su gorro blanco y su traje de nieve rosa, corriendo por la nieve, tirándose y riendo mientras se revoleaba feliz y despreocupada con sus mejillas rojas. Alcides y yo nos miramos preocupados sabiendo los dos lo que nos espera en los próximos años… Nuestra luna era una niña de cinco años aproximadamente. La diosa Tyche tiene que estar muy aburrida para hacernos algo así. A pesar de ello, no podíamos hacer nada. Ella ya nos había enviado las inevitables garras de su destino.
Mi pequeña luna estaba acompañada por sus padres. Thor sintió la fuerza del lycano que emanaba su padre, cosa que nos dejaba claro que era muy poderoso, aunque no recibió nada de parte de su madre, por ello asumimos que es híbrida, quizá de lycano y humana. Definitivamente, no nos podríamos acercar a ella, ya que dos hombres con la apariencia de veinticinco años no debían aparecer sin más pidiendo a sus padres que nos la entreguen. Ante eso, le ordené a Alcides que me siguiera a la casa de la manada. Juntos nos retiramos y decidimos vigilarlos y empezar una investigación para ver quién era su padre.
Los vigilamos durante varias jornadas, pero un día, sin esperarlo, se esfumaron sin más, como si nunca hubieran existido, sin dejar rastro. Solo nos quedó la pequeña cabaña que contenía los cuadros de mi pequeña mate, como un cruel recordatorio de su revelación en mi vida, y sin ninguna pista que nos pudiera poner en su camino. Desde entonces tengo soldados buscándola por todos los reinos, pero hasta ahora no hay señal de ella. Ya hace quince años de esto y todo lo que tenemos es una sospecha sin confirmar de uno de mis hombres.
Ella es la razón principal por la que decidí quedarme por estos lugares y aún me niego a volver a palacio. Mi padre está cansado ya del trono después de quinientos años de reinado, solo quiere perderse por el mundo con su reina, y por mucho que me gustaría concederle este deseo, no puedo moverme de aquí hasta que mi mate aparezca de nuevo. No puede haber un rey sin su reina, y la gente ya está especulando sobre mis deseos de tomar una reina a pesar de no ser mi mate, algo impensable en nuestro mundo. Algunos piensan que encontré a mi mate, pero que la rechacé; supongo que mi fama me precede. Poco saben ellos que la misión de mis padres de hacerme responsable junto a mi fugaz encuentro con mi mate de cinco años fue todo un éxito al hacerme cambiar y pensar en mi futuro de forma totalmente diferente.
Comprendí que, por muchas hembras que puedan pasar por mi cama, nunca seré feliz sin una en particular. Me di cuenta de que mis actos eran inmaduros, vacíos, sin sentido, y, de repente, las hembras ya no eran mi pasatiempo favorito y mi manada dejó de ser una carga pesada para mí, convirtiéndose en mi mayor prioridad. Hasta llegué a adorar estos inviernos terribles y disfrutarlos como esa niña pequeña lo hacía hace quince años. Ahora puedo decir que soy un alfa, uno que ganó su título a pulso y estoy muy orgulloso de mi manada, que es una enorme familia a la que juré liderar y proteger con mi vida.
Las palabras de mi madre siguen resonando en mi mente como si fue ayer cuando me las manifestó, rogándome que recapacitara sobre mi comportamiento con las mujeres. Que los mates son mitades de nosotros mismos a las que debemos respetar incluso antes de encontrarnos. Que son almas que la diosa Selene nos destina incluso antes de nacer, por una razón, y no debemos faltarle el respeto a la diosa rechazando a nuestras mates. No pienso hacer eso, evidentemente, pero la diosa tuvo una manera muy extraña de escoger el momento adecuado para que yo encontrara la mía. Debo reconocer que no soy el hombre más paciente del mundo, pero estoy obligado a hacer lo que más odio y eso es esperar, luchando contra mí mismo para frenar mis instintos de emparejamiento, luchando contra mi lycano, que se está volviendo feroz, impaciente y es cada vez más violento dentro de mí, aullando con dolor por su pareja cada noche.
Como lycano, mis necesidades físicas son irrefrenables. No podemos pasar sin estar con ninguna hembra, por lo que me vi obligado de pasar de acostarme con todas a hacerlo con una sola. El trato es que estaremos juntos hasta que uno de los dos encuentre a su mate. De momento, ni Sarah ni yo tenemos esa bendición, por ello pasamos algunos ratos juntos, especialmente, las temporadas de emparejamiento que son inaguantables en soledad, y más para las hembras solteras.
En temporada de emparejamiento, los machos solteros pueden oler la excitación de cualquier hembra de la manada. Las que tienen mates están a salvo emparejándose, pero las solteras corren el riesgo de acabar juntándose con más de uno durante los siete días de calor. De ese modo, Sarah se mantiene a salvo conmigo y yo con ella. Es un arreglo que funciona para los dos y del que los dos disfrutamos.
Thor, sin embargo, no está nada contento con mi arreglo y no deja de condenarme por engañar a su mate. Las bestias son muy leales, celosas y protectoras de sus mates; una vez que sepan de su existencia, se vuelven locos sin ellas. Mi bestia, siendo uno de los lycanos más poderosos de la tierra, también aumenta su posesividad, celos y dominación, haciéndome la vida un verdadero infierno desde hace quince años. Así que debo bloquearle durante mis interacciones con Sarah, a la que Thor jamás llegará a aceptar, aunque es consciente de que ella es la única que nos mantuvo cuerdos durante todo este tiempo.
Como no puede pensar en otra cosa, Thor calcula que la lycana de nuestra mate debe haber despertado hace alrededor de cuatro años. No sé cuánto tiempo podré seguir frenándole, espero que cuando encuentren a mi mate, no sea demasiado tarde y no nos hayamos vuelto incontrolables los dos.
Nuestros lycanos suelen despertar alrededor de los dieciséis años de su humano, aunque los más fuertes pueden hacerlo mucho antes, tal como fue mi caso. Thor despertó cuando yo solo tenía ocho años. Por ello mis entrenamientos empezaron muy temprano y, a pesar de ello, mi cuerpo humano no fue preparado para la primera transformación hasta que no cumplí los doce. Se supone que después de nuestra primera transformación, podemos sentir a nuestros mates o almas gemelas. Cuando nos vemos, nuestras miradas forman una conexión innegable, que hace que los dos nos sintamos atraídos el uno por el otro. Una vez que nuestras manos o cuerpos se tocan, sentimos chispas recorriendo nuestros cuerpos y el olor que emana el cuerpo de nuestras parejas sobresale entre millones de personas, llevándonos hasta él o ella.
Desde ese instante, no hay manera de romper la conexión que sigue creciendo a medida que pasamos tiempo juntos.
Hasta ahora, solo pude conocer una persona que fue rechazada por su mate. Un guerrero del palacio de mi padre que, al encontrarla, ella resultó pertenecer a otra especie y le rechazó, llevándole a perder el control de su lycano y, finalmente, a su muerte.
—¿Un céntimo para tus pensamientos? —la voz suave de Sarah resonó en la habitación, mientras cerraba lentamente la puerta de mi despacho.
—Hum, solo es uno de esos días… —le contesté dejándome caer en el respaldar de mi silla.
—¿Thor está inquieto de nuevo? —me preguntó acercándose lentamente.
—Sí. No sé cuánto más podré soportar todo esto. Estoy comenzando a perder la paciencia y los nervios —expuse con agobio. Ella se posicionó detrás de mi silla, masajeando mis hombros con sus manos.
—Creo que tengo algo que podría ayudarte, alfa. —Besó mi cuello y deslizó su mano sobre mi pecho, desabrochando los botones de mi camisa. Cerré los ojos y dejé que sus manos obraran su magia.
Dio la vuelta a la silla, poniéndose de rodillas delante de mí, y desabrochó el último botón de mi camisa antes de empezar por el de los pantalones. Mis manos recorren su pelo, pero inmovilizado por pensamientos del éxtasis que se aproximaba.
Antes de dejarme mucho tiempo para pensar, una sensación de calidez me envolvió mientras me tomó profundamente en su boca. Me relajé en la silla y ella continuó sus movimientos rítmicos, con afán y gracia. Yo me perdía en un mundo de fantasía, donde mi mate estaba en este momento conmigo.
El tono de llamada de mi teléfono me arrancó de mi fantasía, estropeando nuestro momento íntimo. Contesté sin siquiera mirar quién era.
—Alfa Blackner, soy el soldado Forest, llamando para reportar los nuevos acontecimientos —su voz firme me decía que las noticias no eran del todo buenas. Aparté a Sarah, que me miró con sus cejas levantadas por la confusión.
—Tienes mi atención, soldado Forest —contesté serio.
—Alfa, mañana por la tarde llegaré junto a la luna a Snow Peak.
Noté un escalofrío seguido por un revuelo en mi estómago y una tremenda falta de aire, y creo que, por primera vez en mi vida, sentí miedo o, al menos, así considero que se siente el miedo. Tenía terror de que no fuera ella, todavía no teníamos la certeza de que lo fuera, y quizá mi temor aumentaba ante la posibilidad de que me rechazara.
—Alfa, con su permiso, le haré una sugerencia. Ella no parece saber nada sobre nuestro reino, ni siquiera considero que sabe que existe otro reino además del humano, por lo que, en mi humilde opinión, debería preparar la ciudad para no asustarla con demasiada información. —Por su tono, pude notar su tensión al sugerirme que debo esconder nuestra naturaleza por un tiempo.
Aunque en otra situación sería capaz de encerrarle en el sótano por su imprudencia, dentro de mí sabía que tenía razón. Primero debo averiguar si es ella y hasta qué punto llega su información sobre nosotros.
—De acuerdo. Todo estará preparado para mañana. Gracias, soldado Forest —sostuve con firmeza. La tensión en mí aumentaba por segundos.
—Le deseo buenas noches, alfa Blackner.
Terminé la llamada sin decir nada más y, por un instante, se me olvidó que Sarah estaba aquí conmigo.
—¿Alguna noticia, alfa? —me consultó, mirándome con sus ojos negros y grandes.
—Sí. Forest piensa que encontró a mi mate. Mañana estarán en Snow Peak.
Vi que la sangre desapareció de sus mejillas. Se levantó del suelo con una sonrisa forzada y se sentó en la silla frente a mí.
—¿Cómo te sientes con respecto a esto? —quiso saber.
—No sabría decirte. Estoy en la misma medida ilusionado que temeroso —me sinceré.
Una media sonrisa apareció en su cara.
—¿Temeroso? ¿Tú? —Su sonrisa se volvió una carcajada suave.
—Sí. Temo que no sea ella o, peor aún, que, al no tener conocimiento sobre nuestro mundo, me rechace sin pensarlo.
—Si eso pasa, siempre me tendrás a mí, alfa. Lo nuestro funciona. Nos mantiene cuerdos. Además, el rechazo no podrá acabar contigo.
La miré incrédulo ante lo que insinuaba.
—Creo que es mejor que te vayas, Sarah. No me siento capaz de continuar con esto ahora mismo.
Soy completamente consciente de lo que debe estar sintiendo. Pero este momento no se podía evitar. Ella lo sabía igual que yo, del mismo modo que todos somos conscientes. Una vez tu mate está delante de ti, no hay marcha atrás para nosotros. No hay otro ser que pueda hacer sentir más que la otra mitad de uno mismo ni que te otorgue el poder y la pasión que la persona destinada para ti puede ofrecerte. En nuestro mundo, no hay nada por encima de eso.
—Entiendo. Buenas noches, alfa —se despidió antes de ponerse en pie y salir por la puerta.
Buenas noches, ja…, como si eso fuera posible. En cuanto cerró, derrumbé el muro que bloqueaba a Thor y le dejé saber lo que acababa de decirme Forest. En cuanto acabé de hablar, Thor estaba empeñado en convertir esta noche y seguramente el día de mañana en un infierno para mí. No paraba de dar vueltas y aullar en mi cabeza, recriminándome que lo tuve encerrado para estar con otra mujer, mientras Forest llamaba para avisarle que había encontrado a su mate.
—¿Quieres calmarte, Thor? —prorrumpí con seriedad y desesperación, aunque sabía que no iba a hacerlo hasta no tenerla junto a él—. Dudo de que vaya a llegar antes si no dejas de aullar e interrumpir mis pensamientos, ¡bola de pelo irritante!
—¿Que me calle? ¡Debías haberme hecho caso desde el principio, cuando Forest llamó sospechando de haberla encontrado, e ir allí para comprobarlo! Pero no, te quedaste aquí sentado, ¡porque eres un humano inútil y traidor!
—Thor, sabes muy bien que no podía dejar la manada para atender todas las sospechas de mis soldados, te recuerdo han sido muchas, así que, sí, cállate y déjame pensar.
—¿En qué? ¿En Sarah y todas las veces que traicionaste a nuestra mate? Reza a la diosa Luna para que esto no repercuta en la relación con nuestra mate o te juro que haré de tu vida un infierno, ¡humano estúpido! —me gritó enfadado.
—¡Calla! ¡Saco de pulgas fastidioso! Sabes tan bien como yo que esto no va a pasar.
Enfadado, harto de sus quejas continuas y sus pataletas en mi cabeza,