El caracol y la flecha: Breve historia decolonial del ser y el tiempo en América
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El caracol y la flecha - Susana Eugenia Matallana Peláez
Matallana Peláez, Susana Eugenia
El caracol y la flecha. Breve historia decolonial del ser y el tiempo en América / Susana Eugenia Matallana Peláez,
Selnich Vivas Hurtado, Prologuista.
Cali : Universidad del Valle - Programa Editorial, 2022.
202 páginas ; 24 cm. -- (Colección: Artes y Humanidades)
1. Estudios culturales - 2. Ser y tiempo - 3. Decolonialidad -
4. América
306 CDD. 22 ed.
M425
Universidad del Valle - Biblioteca Mario Carvajal
Universidad del Valle
Programa Editorial
Título: El caracol y la flecha. Breve historia decolonial del ser y el tiempo en América
Autora: Susana Eugenia Matallana Peláez
ISBN-EPUB: 978-628-7683-73-0
ISBN: 978-628-7617-19-3
ISBN-PDF: 978-628-7617-20-9
DOI: 10.25100/peu.7617193
Colección: Artes y Humanidades
Primera edición
© Universidad del Valle
© Susana Eugenia Matallana Peláez
Diseño y diagramación: Danny Stivenz Pacheco Bravo
Correción de estilo: Juan Carlos García (G&G Editores)
_______
Esta publicación fue sometida al proceso de evaluación de pares externos para garantizar altos estándares académicos. El contenido de esta obra corresponde al derecho de expresión del autor y no compromete el pensamiento institucional de la Universidad del Valle, ni genera responsabilidad frente a terceros. El autor es el responsable del respeto a los derechos de autor y del material contenido en la publicación, razón por la cual la universidad no puede asumir ninguna responsabilidad en caso de omisiones o errores.
Prohibida la reproducción total o parcial en cualquier forma, o por cualquier medio, sin autorización escrita de la Universidad del Valle.
Cali, Colombia, enero de 2023
Diseño epub:
Hipertexto – Netizen Digital Solutions
El caracol y la flechaA los pueblos indígenas de América, con profunda admiración.
A mi padre, con cariño y agradecimiento.
PRÓLOGO
UNA AVENTURA RETADORA
El racismo creciente en contra de las poblaciones afrodescendientes, indígenas y campesinas advierte que no han desaparecido las estructuras coloniales. Perviven en la conciencia colectiva y defienden los privilegios de clase y los estereotipos sociales. Aun después de más de doscientos años de vida republicana se cree que el ideal de belleza, inteligencia y racionalidad lo encarnan los saberes venidos de Europa. Que se dispare a una minga, que a un movimiento social se le condene a regresar a su hábitat, que se ofenda a una lideresa afrodescendiente por su parentesco con un gorila o que se le grite que se devuelva a África, son pruebas suficientes de que no hemos superado la hispanofilia y el eurocentrismo.
El racismo imperante habla de una sociedad indispuesta a cambiar. En apariencia, serían los menos letrados o maleducados, los más pobres y marginados, quienes padecerían esta enfermedad cognitiva, cuya consecuencia es la incapacidad para valorar la diversidad epistémica. Pero esas parole ingiuriose en contra de los diferentes en géneros, lengua y cultura se escuchan en todos los rincones y familias. No se necesita pertenecer a las clases altas para hablar así. Entre la población ilustrada y la clase académica, sin embargo, no son pocos los que aún consideran que el saber occidental representa el summum del desarrollo del pensamiento y la espiritualidad humanos. Los más ilustrados refinan sus ofensas en contra de quienes han sido y pueden ser diferentes. El peligro evidente es que, en medio de la guerra, esas ofensas, comunicadas en el aula de clase, en publicaciones académicas o en las redes sociales, avivan el homicidio y las masacres. Una tras otra, una más cada día. Una en Putumayo, otra en el Cauca, otra en Antioquia y otra más en La Guajira. La historia de las masacres tiene más de quinientos años.
Los saberes de pueblos antiguos y ancestrales fueron destruidos durante la expansión europea moderna, cristiana y capitalista. Miles de pueblos antiguos fueron exterminados en Europa para el beneficio del cristianismo, de la cultura escrita y el racionalismo. Para el modelo colonial, instalado luego en América, África, Australia, Polinesia y Asia, fue claro que tener otras maneras de entender la vida, otras lenguas y comprensiones del tiempo y el espacio, era inoportuno para el modelo económico globalizante. Era contraproducente que la gente no se acoplara al modelo de una sola historia de la humanidad, un solo dios, una sola línea de tiempo y una sola idea de mundo. Tener comprensiones diversas del ser obstaculizaba el buen funcionamiento de la industria, de las finanzas y del trabajo. Moverse al margen de la acumulación de capitales y de la rentabilidad financiera significaba, para los incapaces de celebrar la diversidad, oponerse al Estado, a la iglesia, a la ciencia y al orden institucional democrático. En pocas palabras: ser sospechoso de un crimen terrible: obstaculizar el progreso
.
Con El caracol y la flecha, Susana Eugenia Matallana Peláez hace frente a esas manipulaciones culturales. Sus ensayos no son una investigación formateada para cumplir con los requisitos de la academia. Su obra es un abrazo honesto a la sabiduría ancestral. Un gesto de reconciliación y convivencia en pluralidad. Hay respeto, visibilización y disfrute del conocimiento de abuelas y abuelos de las comunidades ancestrales del continente, en especial de las culturas del Cauca, de los misak y los nasa. Pero jamás se les toma como informantes; todo lo contrario, como científicos que pueden dialogar con investigadores de Europa y Norteamérica. Aquí están las teorías del pueblo misak, comunicadas por el taita Abelino Dagua Hurtado, y las del pueblo nasa, consignadas en Seguimos en minga por la libertad de la Madre Tierra.
Dos temas —fundamentales para confrontar el modelo eurocéntrico del Occidente moderno— tejen las reflexiones de esta obra: el tiempo y el ser. Los ecos de Heidegger serían inexcusables si se tratara de repetir las conceptualizaciones acostumbradas. Aquí se prefiere navegar por otros ríos. El sentipensar de numerosas culturas en torno a estos asuntos sostiene la palabra en cada pregunta, en cada indagación. Susana Eugenia Matallana Peláez traza varios caminos para desandar el tiempo lineal y volver al tiempo espiralado. La ficción del progreso y la secuencialidad inevitable del avance se rompen cuando pensamos desde el modelo del caracol y el k sr mp t , el aroiris. Desde el tejido del chumbe y del taw, cintas de poder e inteligencia que sirven de cinturón y protección, el tiempo va y viene. Retorna a su origen, haciendo presente lo futuro y lo pasado. Estamos ante una invitación convincente a desalambrar el corazón y nuestra Uma Kiwe, nuestro vientre y nuestra casa común. No tengamos miedo de emprender esta aventura. Es retadora y muy sanadora. En esta pluralidad epistémica, en este coro de voces diversas, nos recreamos en la posibilidad de ser muchas.
SELNICH VIVAS HURTADO
Poeta y profesor de la Universidad de Antioquia
CONTENIDO
INTRODUCCIÓN
PRIMER ENSAYO
EL CARACOL Y LA FLECHA DEL TIEMPO
EL TIEMPO ENTRE LOS HIJOS DEL AROIRIS Y DEL AGUA
A PROPÓSITO DE PANDEMIAS
DE LA DEGRADACIÓN DEL TIEMPO Y EL ESPACIO EN LA CONDICIÓN POSMODERNA
BREVE HISTORIA DEL TIEMPO EN EL NUEVO MUNDO
1. Cuando la flecha hirió al caracol: colisión, adaptación y resistencia
2. La flecha divina
3. La flecha del progreso
4. La flecha del desarrollo
EL CARACOL DEL TIEMPO-ESPACIO
1. ¿Eterno retorno de lo mismo?
2. El caracol del tiempo-espacio
3. El caracol del espacio-tiempo expandible
4. El caracol que camina adelante del futuro y detrás del pasado
5. El caracol de la creación cíclica
POR LA FISURA DEL TIEMPO: EL CARACOL Y EL FUTURO PRETÉRITO
SEGUNDO ENSAYO
AGUA Y SOL, TIEMPOS DE CARACOL
LIBERTAD PARA LA MADRE TIERRA
UN PROYECTO DE FUTURO (PRETÉRITO)
LOS ÚLTIMOS CIENTO CINCUENTA AÑOS DE HISTORIA —ALAMBRADA—
UN PUENTE PARA ATRAVESAR LA COLONIALIDAD DE LA MODERNIDAD
CINTAS DE PODER E INTELIGENCIA
ESPIRAL DE CONTINUIDAD HÍBRIDA
ESPIRAL DE INTELIGENCIA
DESALAMBRANDO
CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
NOTAS AL PIE
Al principio, el saqueo y el otrocidio fueron ejecutados en nombre del Dios de los cielos. Ahora se cumplen en nombre del dios del Progreso. Sin embargo, en esa identidad prohibida y despreciada fulguran todavía algunas claves de otra América posible. América, ciega de racismo, no las ve.
EDUARDO GALEANO.
Cinco siglos de prohibición del arcoíris en el cielo americano (1992)
INTRODUCCIÓN
En La conquista de América (1982), Tzvetan Todorov insinuaba que el continente americano había nacido herido por una flecha —la flecha del tiempo, del tiempo de la cristiandad— y equiparaba la conquista del continente a una colisión entre dos temporalidades: la temporalidad occidental, que bien podía representarse mediante una flecha, y la temporalidad precolombina que los pueblos originarios del continente representaban por medio de un caracol. La concepción espiralada del tiempo que este caracol sintetiza encarnaba una singular pero doble preocupación —tanto por el tiempo cósmico como por el tiempo humano—¹. A pesar de esto, esta sofisticada concepción del tiempo sería desplazada por la temporalidad lineal de los conquistadores que eventualmente lograría imponerse a lo largo y ancho del continente. El recuerdo de la compleja cronovisión prehispánica sobreviviría únicamente en la memoria de los pueblos indígenas más resilientes. Como si fuera poco, a mediados del siglo XX, El mito del eterno retorno, de Mircea Eliade (1949), prácticamente sepultaría para siempre cualquier interés de la contemporaneidad por las temporalidades no-lineales. Ampliamente leída en su momento, esta obra impondría una concepción sumamente simplista y reduccionista de las cronovisiones cíclicas, que perdura hasta nuestros días en el imaginario popular y, ¿por qué no decirlo?, también en los círculos académicos.
Hoy, sin embargo, el tiempo cósmico vuelve a ser una preocupación urgente. Para mencionar un solo ejemplo, el deshielo del permagel de la tundra siberiana está sucediendo setenta años antes de lo previsto². Las implicaciones para el planeta de semejante fenómeno son difíciles de asimilar. Un artículo recientemente publicado en el Smithsonian Magazine comparaba dicho fenómeno con una bomba de relojería de gas metano y el autor principal del estudio de base, el geólogo Nikolaus Froitzheim, afirmaba que un escape masivo de gas metano —un gas con un poder de recalentamiento de la atmósfera 25 veces más potente que el dióxido de carbono— colocaba a la humanidad ante dos opciones: la catástrofe o el apocalipsis³. De manera que, como afirman Déborah Danowski y Eduardo Viveiros de Castro en su libro ¿Hay mundo por venir? Ensayo sobre los miedos y los fines (2014), estamos asistiendo a un hito en la experiencia histórica de la humanidad, pues la acostumbrada distinción occidental entre historia humana e historia natural —entre tiempo histórico y tiempo geológico— tendría que desaparecer frente a la implacable irrupción de la historia de la humanidad —convertida en una fuerza geológica— en la historia del planeta, la cual promete a su vez provocar una feroz intrusión telúrica en nuestra propia historia⁴.
Ahora bien, la razón occidental, con su tajante división entre naturaleza y sociedad, parecería estar mal parada para hacerle frente a este cambio histórico. Es por eso que Danowski y Viveiros de Castro, luego de examinar los diferentes escenarios que suscitan el calentamiento global y los temores apocalípticos que se desprenden de este, y de constatar que si algo demuestra la crisis medioambiental que vivimos es que lo humano no puede disociarse por completo de la naturaleza, proponen explorar, en un claro giro decolonial, la tradición intelectual indígena del continente, que nunca ha establecido semejante escisión, o al menos no una tan radical⁵.
El presente ensayo se enmarca en el pensamiento decolonial y se propone, por lo tanto, contribuir a la superación de las formas, conceptos y modelos que nos fueron impuestos durante el proceso de conquista y colonización; los mismos que no nos han permitido —quinientos años después de la llegada de los europeos— superar las enormes contradicciones y desigualdades que la Conquista y la Colonia impusieran, a sangre y fuego, en este continente. Como es sabido, el decolonialismo que hace carrera en las Américas desde la década de los noventa declara que América Latina sigue siendo colonial, aún y a pesar de las supuestas independencias
obtenidas a principios del siglo XIX. Y sigue siendo colonial —afirma el decolonialismo— porque América Latina sigue pensándose con matrices y paradigmas surgidos del mismísimo proceso que permitiera e impulsara, en el siglo XVI, la expansión territorial de Europa y el avasallamiento del continente americano. Quinientos años después del desembarco de los europeos en las costas americanas, los conceptos y modelos que dicho proceso consiguió imponer en este territorio no solo no consiguen remediar las tremendas injusticias y tiranías que estos modelos introdujeran desde un primer momento, sino que continúan perpetuando y apalancando el régimen de explotación y expoliación que implantara en el continente la razón colonial. Es por este motivo que el decolonialismo hace un llamado a explorar los modelos de pensamiento que predominaban en la América prehispánica, muchos de los cuales han logrado sobrevivir hasta nuestros días en la memoria y el ejercicio de resistencia cotidiana de muchos pueblos indígenas. Entre la última migración por el estrecho de Bering, aproximadamente hace 12 000 años y 1492, el continente americano permaneció aislado durante 13 500 años, lo cual le permitiría desarrollar sociedades, culturas y sistemas de pensamiento únicos. Como veremos, la América prehispánica y su memoria viviente —representada por las tradiciones y sistemas de pensamiento que numerosos pueblos indígenas, a lo largo y ancho del continente, han logrado preservar hasta nuestros días— alberga posibilidades conceptuales que, a su vez, encierran la promesa de otras relaciones entre nosotros mismos y con eso que la razón colonial ha denominado naturaleza. Posibilidades que —dado el colapso medioambiental al que nos ha conducido la razón colonial, y la probabilidad, por primera vez en la historia de la humanidad, de nuestra propia extinción como especie— bien valdría explorar. En este sentido, en el presente texto se propone profundizar en dos conceptualizaciones claves de la arquitectura intelectual amerindia —a saber, su concepción del tiempo y su concepción del ser—, que bien podrían ayudarnos a superar esa falla geológica de la razón colonial que representa su tajante ruptura entre lo humano, lo social, lo cultural y aquello que denomina naturaleza, y así allanar el camino para tejer relaciones otras entre nosotros y con nuestro entorno que nos permitan esperanzadoramente hacerle frente a la histórica crisis medioambiental y ecológica que se encuentra en curso.
Antes de empezar, sin embargo, quisiera hacer una aclaración: aunque este trabajo concuerda en afirmar que el continente americano albergaba a la llegada de los conquistadores diversos y complejos sistemas de pensamiento, muchos de los cuales siguen vigentes hoy día entre numerosos pueblos autóctonos de nuestra América, también sostiene que dichos sistemas de pensamiento integraban una rica y milenaria tradición intelectual, que a pesar de las múltiples diferencias internas (como no podía ser de otra manera en un continente tan vasto y diverso) presentaba y sigue presentando hoy día una gran homogeneidad filosófica y conceptual, desde Alaska hasta Tierra del Fuego, que difiere claramente de la tradición intelectual europea. Semejante uniformidad descansa sobre una misma concepción espiralada del tiempo, así como sobre una ontología que, a pesar de algunas diferencias de grado, no postula ninguna separación entre la humanidad y las demás formas de vida. Es, por lo tanto, sobre esta homogeneidad filosófica y conceptual, y más exactamente, sobre este doble hilo conductor —espacio-temporal y ontológico— común a toda la tradición intelectual prehispánica del continente, antes que sobre su variabilidad, que el presente ensayo se propone hacer énfasis.
Con el propósito de acercarnos a la concepción amerindia de tiempo y ser, este trabajo se divide en realidad en dos ensayos. En ambos ensayos, el punto de partida lo constituyen dos fragmentos de textos escritos por pensadores indígenas colombianos con los cuales intento establecer una conversación. En el primer ensayo, que se titula El caracol y la flecha del tiempo
, y que versa, como su nombre lo indica, sobre la concepción amerindia del tiempo, ese punto de partida lo constituye un fragmento corto del libro escrito por el taita Abelino Dagua Hurtado, del pueblo misak de Colombia, en colaboración con el profesor Luis Guillermo Vasco y el dirigente guambiano Misael Aranda —Guambianos: Hijos del aroiris y del agua (1998)—. Dicho ensayo, a su vez se divide en dos partes. En la primera parte, luego de una breve aproximación a otro de los más recientes acontecimientos que nos permite cuestionar la temporalidad lineal de Occidente —el COVID-19 y la cronología históricamente cíclica de las pandemias—, el ensayo retoma la afirmación de Tzvetan Todorov en el sentido de que la conquista de América significó el choque entre dos concepciones del tiempo completamente distintas: una concepción espiralada, plasmada en la caracterización del tiempo como un caracol, y la concepción lineal de los españoles, que bien podría representarse por una flecha —la flecha del tiempo—. A partir de allí, el ensayo analiza lo que David Harvey, Eduardo Viveiros de Castro y Déborah Danowski han llamado la degradación del tiempo y el espacio en la condición posmoderna
; para luego pasar a examinar lo que representó para un continente como el nuestro, que se regía por una temporalidad espiralada, la imposición de una cronovisión y una cronometría lineal, y lo que han sido las diferentes etapas de esa imposición en nuestro continente. En la segunda parte, luego de analizar brevemente lo que fue la caracterización del tiempo espiralado por Mircea Eliade en su ya muy famosa obra El mito del eterno retorno (1949), el texto entra a examinar en qué consiste realmente este tipo de temporalidad. En este sentido, primero se exploran lo que se considera son las cuatro características más importantes de esta concepción temporal, para luego examinar las posibilidades que estas podrían albergar en términos de supervivencia, memoria, emancipación y liberación para nuestro