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Cuidado colectivo y personas mayores: Estudios de caso en México, España y Uruguay
Cuidado colectivo y personas mayores: Estudios de caso en México, España y Uruguay
Cuidado colectivo y personas mayores: Estudios de caso en México, España y Uruguay
Libro electrónico595 páginas7 horas

Cuidado colectivo y personas mayores: Estudios de caso en México, España y Uruguay

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En este libro se profundiza en los hallazgos de una investigación que recurrió a estudios de caso desplegados en escenarios nacionales e internacionales, específicamente en México, Uruguay y España. En sus diez capítulos, se examina la situación de las personas mayores y sus demandas de cuidado, las diversas exigencias al cuidar de los otros y los códigos culturales que involucran esta función. Propone, por tanto, un diálogo sobre la inminente necesidad de generar cambios sobre las formas de pensar, sentir y actuar respecto al proceso del envejecimiento y la vejez.
IdiomaEspañol
EditorialITESO
Fecha de lanzamiento27 oct 2023
ISBN9786078910366
Cuidado colectivo y personas mayores: Estudios de caso en México, España y Uruguay

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    Cuidado colectivo y personas mayores - Rocío Enríquez Rosas

    Investigación de las subjetividades y emociones en los procesos de colectivización del cuidado en la vejez: estudios de caso en México, España y Uruguay*

    ROCÍO ENRÍQUEZ ROSAS

    Palabras clave: cuidado colectivo, vejez, personas mayores, emociones sociales, subjetividades.

    Nos encontramos en la Década del envejecimiento saludable (2020–2030), que tiene como propósito central la colaboración de los gobiernos, las organizaciones internacionales, las organizaciones de la sociedad civil, las instituciones de educación y salud, así como las comunidades y las familias, para mejorar las condiciones de vida de las personas mayores (OMS, 2020).

    De acuerdo con el documento del Plan de la década del envejecimiento de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2020), es posible llegar a vivir en promedio alrededor de ochenta años. Sin embargo, las formas de envejecer son muy heterogéneas en el mundo y marcadas por múltiples desigualdades. El envejecimiento poblacional será cada vez mayor en las distintas regiones del mundo y tendrá repercusiones en diversas dimensiones de la vida social, tales como las formas de organización y la dinámica familiar, los vínculos intergeneracionales, las dinámicas laborales, los alcances y las limitaciones de los sistemas de pensiones, las demandas particulares con respecto a la vivienda y los entornos urbanos, entre otras.

    Algunos datos sociodemográficos que recupera el documento de la OMS (2020) pueden ayudar a ubicarnos sobre el avance del envejecimiento poblacional en el mundo y sus distintas regiones. Al finalizar la Década del envejecimiento saludable (2020–2030), se calcula que el porcentaje de personas de 60 años o más se habrá incrementado en un 34%, es decir, que pasará de 1000 millones en 2019, a 1400 millones en 2030; para 2050, la población mundial de personas mayores será más del doble y alcanzará 2100 millones.

    Un dato también relevante que destaca el documento mencionado es que el número de personas de 60 años o más aumentará de manera vertiginosa en los países en vías de desarrollo. El primer lugar lo tendrá el continente africano, seguido del subcontinente latinoamericano y del Caribe, y después el continente asiático. Según los cálculos, para 2050 cerca del 80% de la población mundial adulta mayor vivirá en países con un menor desarrollo, y la esperanza de vida al nacer continuará con una diferencia de varios años entre las mujeres y los hombres, siendo mayor para las primeras.

    Un reto central, según plantea la OMS, es favorecer que las personas mayores continúen con buena salud y participando de forma activa en su entorno familiar, social y político. Así, las sociedades se fortalecen, preservan su calidad de vida, evitan el aislamiento social y pueden gestionar de mejor manera el cuidado de largo plazo.

    En la Década del envejecimiento saludable, en los países en desarrollo se busca poner énfasis en la promoción de servicios de calidad, articulados en materia de salud y social; así también, generar entornos favorables para las personas mayores y mejorar la salud y la nutrición, las competencias y los conocimientos, la seguridad personal y financiera, además de la conectividad social. Se desea, asimismo, que las innovaciones tecnológicas / digitales, científicas y médicas estén al servicio de la población y promuevan un envejecimiento saludable. Los procesos de empoderamiento de la población en edades avanzadas se verán reflejados en su participación activa, tanto en lo social como en lo político. La toma de decisiones de los gobiernos requiere tener en cuenta las múltiples voces de las personas mayores y actuar desde una perspectiva de respeto a los derechos humanos.

    Los esfuerzos para lograr un envejecimiento saludable en las sociedades implican la coparticipación de diversas instancias, ya sea de salud, atención a largo plazo, finanzas, protección social, educación, vivienda, trabajo, transporte, información y comunicación. La colaboración sostenida tendrá que venir de los gobiernos nacionales, estatales y municipales, así como de las empresas y el sector privado en general, la sociedad civil, las asociaciones conformadas por personas mayores, el sector académico y las propias personas mayores, junto con sus lazos familiares y sociales (OMS, 2020).

    En el corazón del paradigma del envejecimiento saludable existe la inminente necesidad de generar cambios culturales sobre la forma de pensar, sentir y actuar con respecto al proceso de envejecimiento y la vejez. Los estereotipos, los prejuicios y las distintas formas de discriminación hacia las personas en función de su edad, lo que comúnmente se conoce como edadismo, tienen repercusiones en la salud física y emocional de las personas mayores. Si junto al edadismo se presenta la discriminación hacia los mayores en razón de su etnia, nivel socioeconómico, género y presencia de algún tipo de discapacidad, las desventajas son mayores y la afectación se exacerba, lo que genera situaciones de malestar subjetivo y social en este sector poblacional. Es por ello que, a partir de iniciativas internacionales, se impulsa el cambio cultural hacia la vejez, de manera que sea posible integrar a todas las edades y disminuir, cada vez más, la discriminación por motivos de edad (OMS, 2020).

    Dentro de este panorama general acerca del envejecimiento poblacional a nivel mundial, así como de la apuesta global por un envejecimiento saludable, cobra especial interés para la presente investigación la temática del cuidado a largo plazo de las personas mayores que así lo requieran. Cuando hay deterioro en la capacidad física y mental de una persona mayor, es posible que el autocuidado no pueda sostenerse de la misma forma en las distintas áreas de su vida cotidiana. Es por ello que contar con atención integral de largo plazo y calidad es central para que las personas mayores puedan preservar sus capacidades y disfrutar sus derechos, para así tener una vida digna.

    Los cuidados son brindados en una gran proporción por asistencia no estructurada, sobre todo desde el ámbito de las familias, en particular de las mujeres. En ocasiones, estos miembros de la familia no cuentan con la capacitación necesaria ni con programas de apoyo gubernamentales como licencias y formas de protección social. Las y los cuidadores se ven sometidos a situaciones de presión constantes y cotidianas que afectan su salud física y emocional. Además, ante el envejecimiento poblacional (mayor número de personas mayores), cada vez habrá menos familiares pertenecientes a generaciones más jóvenes, que puedan asumir las acciones de cuidado. Esta forma de ejercer el cuidado es inequitativa y no viable en las sociedades contemporáneas, en las que hay que sumar, por ejemplo, las dinámicas migratorias, que en muchas ocasiones generan el debilitamiento de las redes familiares y comunitarias para sostener el cuidado desde estructuras no formales (OMS, 2020).

    Por lo anterior, es indispensable que los países cuenten con un sistema confiable para atender las necesidades de cuidado de las personas mayores, con servicios de asistencia y programas sociales que les permitan resolver los cuidados personales, ya sea en el domicilio o en entornos residenciales adecuados, libres de cualquier tipo de discriminación, en los cuales las personas participen en actividades que den sentido a sus vidas.

    Para ello, es necesario contar con los marcos jurídicos y mecanismos financieros sostenibles para la prestación de cuidados a largo plazo. Es, de igual manera, indispensable la colaboración para el bienestar social de las personas mayores desde las instancias de gobierno, las organizaciones de la sociedad civil, las familias, los voluntariados y el sector privado. Se requiere la definición de normas, directrices, protocolos y procedimientos para la acreditación y prestación de apoyo desde el marco de la ética y el respeto a los derechos humanos, además de favorecer el uso y acceso a las tecnologías digitales y de asistencia innovadoras en beneficio de las personas mayores que necesiten cuidados a largo plazo.

    También se recomienda promover una cultura de cuidados a largo plazo en el personal especializado y las familias y comunidades en general, que genere relaciones de solidaridad intergeneracional y una perspectiva de largo aliento ante las demandas de cuidado de larga data (OMS, 2020).

    Una dimensión que solicita especial atención, que está en el centro de esta investigación, es el cuidado cotidiano y a largo plazo de las personas mayores, su viabilidad, así como la relevancia de encontrar formas de cuidado que mantengan un indispensable balance, en corresponsabilidad entre las diversas instituciones del bienestar, es decir, las familias, instituciones de gobierno, comunidades, organizaciones de la sociedad civil y empresas.

    La crisis en el sistema de cuidados ante el envejecimiento poblacional, es un problema social de frontera que demanda estudios interdisciplinarios que aborden las dimensiones subjetivas y simbólicas que favorecen los procesos de colectivización del cuidado, así como las condiciones estructurales de los regímenes de bienestar que coloquen el cuidado como un derecho universal (Gobierno de Guadalajara, 2017).

    El cuidado es un objeto de estudio que demanda construcciones interdisciplinarias para su análisis, el cual ha permitido visibilizar las desigualdades de género y la inequidad en la corresponsabilidad entre los agentes del bienestar social. Se ha evidenciado cómo en las familias, en especial en las mujeres, se han depositado cargas de cuidado insostenibles que ponen en duda las condiciones de vida dignas de ellas y las personas mayores a su cuidado.

    Araujo e Hirata (2020) advierten que el camino por transitar es todavía largo para lograr problematizar de manera suficiente y avanzar en la constitución del campo de los estudios del cuidado. Los autores señalan la relevancia del análisis de las acciones de cuidado en el ámbito de lo privado, lo mismo que en el espacio público, y la influencia que ejerce el mercado. Así, los autores señalan cómo los riesgos sociales y la falta de protección social pueden ser mayores cuando se atraviesan contingencias sanitarias. En el caso de la población de edad avanzada, la vulnerabilidad es mayor y pueden exacerbarse las múltiples desigualdades a las que está expuesto este sector, entre otros, como lo muestra un informe de Oxfam (2021).

    A su vez, Batthyány y Genta (2020) coinciden con Araujo e Hirata (2020) en que no se tiene aún, con la solvencia teórica necesaria, un concepto de cuidado. Se reconocen dos grandes líneas. La inicial, de origen inglés, ubica las acciones de cuidado en el entorno de lo doméstico, y destaca la veta afectiva en el cuidar. Después de varios lustros, Daly Lewis (en Batthyány y Genta, 2020) vincula con acierto el concepto del cuidado con la política social.

    El cuidado social es comprendido como el conjunto de las actividades y las relaciones que intervienen en la satisfacción de las necesidades físicas y emocionales de las personas adultas dependientes y de las niñas y niños, y los marcos normativos, económicos y sociales en los que se asignan y se desarrollan (Batthyány y Genta, 2020, p.223).

    A partir de este enfoque, adquiere especial relevancia la discusión sobre los agentes del bienestar, el Estado, el mercado, la comunidad y la familia, pilar este último que sostiene casi de manera exclusiva las demandas de cuidado de los distintos miembros que conforman los hogares, en este caso y con especial interés, de las personas mayores.

    Las investigaciones sobre el cuidado han estado también vinculadas con los debates sobre el trabajo doméstico y extradoméstico. Desde esta óptica, el núcleo de debate está en la división sexual del trabajo y las formas en que las dinámicas de género permiten una distribución no equitativa de las acciones de cuidado entre mujeres y hombres (Batthyány y Genta, 2020, p.223).

    En este contexto, interesa conocer cómo estas relaciones de género influyen en las formas en que las personas mayores son cuidadas y cuál es el perfil de quien cuida, así como las carencias en el despliegue de estas prácticas cuando no se cuenta con los conocimientos necesarios, además de los apoyos sociales de las instancias de gobierno y la sociedad en general.

    Paperman (2019), por su parte, destaca la importancia del análisis de los sentimientos vinculados al cuidado, desde el marco de las relaciones y prácticas sociales. Para ella, al igual que para otros autores como Enríquez (2019) y Arroyo (2021), las emociones entendidas como configuraciones socioculturales, en el contexto de los cuidados de las personas mayores, permiten identificar las formas contemporáneas en que se reproducen o bien se transforman los códigos culturales sobre el cuidado.

    Para Lamaute (2013), la rigidez en la distribución sexual del trabajo es una problemática central, ya que las mujeres participan cada vez más en el mercado laboral, mientras que los hombres lo hacen de manera insuficiente en las labores domésticas y de cuidado.

    En este sentido, es necesaria una redistribución del cuidado que incentive prácticas con una mayor equidad. Se requiere también una mayor participación del Estado y sus instituciones, así como del mercado, la comunidad y las organizaciones de la sociedad civil. Asimismo, en el ámbito de lo doméstico se demanda una mayor participación masculina en las tareas de cuidado de las personas, tanto menores de edad como personas mayores y personas con algún tipo de discapacidad. Para este estudio, interesa el caso de las personas mayores.

    Así como los hombres y las mujeres pueden ser proveedores económicos importantes, también es importante que ambos realicen tareas de cuidado al interior de sus hogares y con los distintos miembros, incluyendo las personas mayores. Desplegar prácticas de cuidados se refiere al repertorio de actividades en que las personas son directa o indirectamente producidas y mantenidas, ya sea material, psicológica / emocional o cognitivamente. El cuidado está delimitado por las estructuras, las normas y las representaciones sociales vigentes, e influye de manera específica para la reproducción o el cambio de las mismas. Los estudios de Robles (2007) sobre la invisibilidad del trabajo de cuidado femenino son centrales para la comprensión de esta problemática.

    En el análisis de los escenarios sociales de cuidado deben considerarse los niveles macro y micro. El primero tiene que ver con las relaciones, en clave corresponsabilidad, entre el Estado y sus instituciones, las empresas, las familias, las comunidades y las organizaciones de la sociedad civil. El segundo tiene que ver principalmente con los arreglos de cuidado al interior de los hogares y la igualdad vs desigualdad de cargas entre los géneros y las generaciones.

    Para el análisis del cuidado, las dimensiones cultural y simbólica son también primordiales. Un modelo de cuidador universal involucra tanto a las mujeres como a los hombres, y a la vez a la redistribución interinstitucional e interpersonal de responsabilidades de cuidado. De esta manera, se busca incrementar la participación económica de las mujeres, contando con los servicios que disminuyan su carga de cuidado y favorezcan su empoderamiento y, de tal forma, la emergencia de nuevas masculinidades en que las tareas del cuidado sean parte de esas marcas identitarias. Se trata entonces de deconstruir los estereotipos de género y favorecer la redistribución de las tareas de cuidado en los hogares, así como promover nuevos roles y actitudes en los procesos de socialización de las nuevas generaciones frente al cuidado y el incremento del mismo.

    Provoste (2013) señala que lo que está en el centro es avanzar hacia una concepción de cuidado como derecho universal y a una responsabilidad del Estado y de las instituciones, y que esta sea de ambos sexos. Redistribuir el cuidado es una necesidad urgente, impulsada tanto por las tendencias político–culturales sobre la igualdad de género y otras transformaciones sociales —tales como el envejecimiento, el aumento de niveles de educación, el incremento del trabajo remunerado femenino y los nuevos perfiles de morbilidad.

    Todo lo anterior cambia los arreglos familiares, las formas de corresidencia y las pautas tradicionales de cuidado. Aunque la necesidad de cuidado es cada vez más apremiante, las políticas casi no han avanzado hacia su redistribución, tanto en la dimensión macro como microsocial. Las políticas de cuidado dirigidas a distintos grupos sociales han estado desarticuladas entre sí. Además, son pocos los avances sobre las condiciones de provisión de cuidado en el ámbito doméstico y la necesidad de nuevos arreglos en el hogar y los comunitarios / colectivos.

    A pesar de que el valor del trabajo doméstico y de cuidado se ha reconocido en muchos estudios, no ha habido suficiente impacto en el diseño de políticas, ya que siguen considerándolo como un problema privativo de las mujeres y ajeno a las responsabilidades del Estado. Es preciso que el cuidado sea reconocido como un derecho humano universal. Esta limitación, de acuerdo con Provoste (2013), no se debe solo a la ausencia de políticas, sino a la falta de un debate público y la necesaria participación social. El maternalismo se reproduce en un sistema en que el Estado necesita la figura de la madre para vincular a las familias con las instituciones. El cuidado es, desde este punto de vista, un espacio de articulación entre las familias, el Estado y el mercado. Las propuestas para la redistribución del cuidado pueden entonces sustentarse en la igualdad de género y en una redistribución de cargas entre los pilares del bienestar a nivel macro: Estado, familias, empresas y comunidades / organizaciones de la sociedad civil (Provoste, 2013).

    Entender el cuidado como un derecho universal sustentado en la igualdad de género implica una reconfiguración de las relaciones entre el mercado, la familia y el Estado, en donde se reasignen nuevas responsabilidades y articulaciones. Si las necesidades de cuidado se entienden como el producto de la carencia de facultades para realizar actividades básicas, los principales grupos necesitados de cuidados son los menores, las personas mayores en situación de dependencia, así como personas con algún tipo de discapacidad.

    En esta investigación, nos interesó en particular la situación de las personas mayores y sus demandas de cuidado, sus formas múltiples de cuidar de los otros, así como profundizar en los códigos culturales sobre el cuidado, de manera que las políticas promuevan formas más equitativas entre géneros y generaciones, de resolución de las demandas de cuidado.

    Flores Castillo (2013), desde una perspectiva interdisciplinaria que considera aspectos emocionales, buscó analizar los efectos del envejecimiento poblacional y la disponibilidad para el cuidado. Esta mirada integradora pone de relieve la importancia de las dimensiones simbólicas del cuidado y las transferencias emocionales entre quien cuida y es cuidado. Sobre este punto, añadiría la relevancia de la reciprocidad en el cuidado y su relación con la cultura emocional y, en particular, las constelaciones emocionales que favorecen o limitan el acto recíproco (Enríquez, 2023).

    La problemática del cuidado hacia las personas mayores tiene una doble dimensión de género, pues las mujeres son las principales encargadas de brindar cuidados, además de que hay una mayor cantidad de mujeres ancianas, que viven por más años. Asimismo, el envejecimiento poblacional produce la reducción del tamaño de las redes de apoyo familiar con que podrían contar los ancianos. En el caso de los países latinoamericanos, una parte importante de las personas mayores no tiene acceso a prestaciones de salud o seguridad social. El tema no se ha visibilizado por completo porque se ha pensado que es un problema del ámbito privado. Las políticas dirigidas a la vejez deben ser multisectoriales e integrales para lograr una sociedad para todas las edades (Huenchuan en Provoste, 2013).

    Para Provoste (2013), las políticas de conciliación entre empleo y familia han permitido poner de relieve una de las principales dificultades para la inserción laboral de las mujeres, abriendo espacios a la responsabilidad de cuidado de parte de los hombres y a la responsabilidad de las empresas frente a las familias (p.159). Así, la utilización de las encuestas de uso del tiempo y las estadísticas laborales permiten dar visibilidad a las tareas no remuneradas de las mujeres, en especial a aquellas de cuidado. Si se consideran de forma integral las encuestas de la fuerza de trabajo y las del uso del tiempo, se observa que la actividad de las mujeres es muy intensa y su contribución económica muy alta. La intensidad de este trabajo doméstico y de cuidados se refleja en una menor participación en el mercado laboral de las mujeres (Rodríguez, 2013).

    Para Ortega (2013), el concepto de tiempo total de trabajo es la suma del tiempo en el trabajo remunerado y en las actividades de producción de servicios para el hogar y la comunidad. Los servicios para el hogar se centran en los quehaceres domésticos y las tareas de cuidado. El tiempo promedio dedicado al trabajo total es más alto en las mujeres que en los hombres, tanto en contextos rurales como urbanos. La sobrecarga de las mujeres se atribuye a que destinan más tiempo a las actividades domésticas y de cuidado —ámbito casi exclusivo para ellas. Se ha producido una reconfiguración del modelo patriarcal en su expresión más pura porque las mujeres han entrado en la esfera mercantil, y en alguna medida se puede encontrar hombres en tareas de cuidado (Ortega, 2013, p.265). Sin embargo, estos cambios no han producido transformaciones culturales en los códigos de cuidado, que siguen señalándolas como principales responsables.

    Para Salvador (2013), el análisis del trabajo remunerado y no remunerado debe incluir el rol del Estado y sus instituciones, así como del mercado y la comunidad para la prestación de servicios, y con ello reducir las cargas de cuidado. Es preciso generar las condiciones para que el trabajo que se realiza en el ámbito del hogar y la familia no se vea tensionado por las lógicas de funcionamiento imperantes en el mercado laboral y en la oferta de servicios y prestaciones mediante los cuales se busca contribuir con dicho trabajo (p.239). A su vez, Sauma (2013) enfatiza sobre la relevancia de una mayor participación masculina en las tareas de cuidado de las personas dependientes.

    Aunado a los cambios en los roles tradicionales de género hacia una mayor equidad en la distribución de las cargas de cuidado, es necesario también pensar desde niveles macro en las posibilidades diversas y creativas de colectivización del cuidado, que tienen que ver, primordialmente, con la corresponsabilidad del Estado y sus instituciones. Sin embargo, es también relevante analizar las formas en que las organizaciones de la sociedad civil participan en estas acciones, así como las familias y, posiblemente, las empresas con responsabilidad social. En el centro de esta investigación está el análisis del cuidado colectivo en beneficio de las personas mayores; interesan en particular las prácticas de cuidado mutuo, las reciprocidades múltiples y los códigos culturales y emocionales que propician este tipo de interacciones.

    Los procesos de colectivización del cuidado que se gestan en sociedades envejecidas, o bien en países en proceso de envejecimiento, serán fundamentales para hacer frente, de manera creativa, responsable y eficiente, a las demandas de cuidado en la vejez en las sociedades contemporáneas.

    Es en esa dimensión emocional del cuidado en la que se busca profundizar para dar cuenta de aquellas emociones centrales que forman parte de la cultura de cuidado en grupos socioculturales específicos. Se considera que los cambios en los códigos culturales del cuidado serán los que favorecerán los procesos de redistribución equitativa del mismo, tanto a nivel macro como micro, y que las emociones desempeñan un papel importante en estos procesos de reproducción, o bien de cambio de las narrativas y prácticas de cuidado a favor de la equidad y de la colectivización del cuidado.

    En este sentido, nos interesan aquellas emociones orientadas a los procesos de colectivización del cuidado que promueven una mayor equidad entre géneros, y a la vez la posibilidad de arreglos de cuidado en los cuales intervienen dos o más pilares del bienestar, y que rompen con el esquema conservador que feminiza / familiariza el cuidado. Especial interés tienen para nosotras y nosotros los arreglos de cuidado en la vejez de carácter colectivo que promueven las relaciones de equidad entre géneros, de ayuda mutua, cooperación, reciprocidades diversas en materia de cuidado y preservación de la vida misma en esta fase de la existencia. Contrastar distintos casos que pueden considerarse, algunos capaces de fisurar y transgredir paradigmas, que pertenecen a distintas culturas o grupos culturales, nos ampliará nuestra perspectiva sobre los códigos culturales relacionados con la vejez y el envejecimiento; sobre sus diferencias de acuerdo con el género, el cuidado colectivo, las emociones expresadas culturalmente y la importancia del entorno construido inmediato, así como el urbano y relacional cercano.

    La pregunta principal que orientó esta investigación fue: ¿cuáles son las configuraciones subjetivas / intersubjetivas y emocionales que están ligadas a las formas de colectivización del cuidado que promueven la equidad y el bienestar social en la vejez en contextos diferenciados?

    Los estudios de caso, trabajados para establecer comparaciones a partir de acercamientos cualitativos, con una importante carga etnográfica, fueron en México, España y Uruguay.

    Los ejes de la investigación, que posteriormente dieron lugar a cada uno de los capítulos de esta obra, fueron los siguientes:¹

    • Significados sobre vejez y su relación con la categoría de género en personas mayores institucionalizadas y no institucionalizadas. Responsables: Rocío Enríquez Rosas, María Martha Ramírez García y Aimeé Espinosa Martínez.

    • El consumo cultural y tecnológico en las personas mayores. Responsable: Daniela Mabel Gloss.

    • Cultura emocional en los procesos de colectivización del cuidado en la vejez. Responsables: Rocío Enríquez Rosas y María Martha Ramírez García.

    • Personas mayores y sus espacios de cuidado. Entornos del envejecimiento en casos selectos. Responsables: Alejandro Mendo y Karina Vázquez.

    • Percepción de salud, emociones y bienestar psicológico de personas mayores institucionalizados y no institucionalizados. Responsables: Margarita Maldonado y Everardo Camacho.

    Quiero destacar las características del equipo de investigación de este proyecto, por su carácter interdisciplinario e interdepartamental, ya que participaron académicas y académicos de cuatro instancias del ITESO: el Departamento de Estudios Socioculturales (Deso), el Departamento del Hábitat y Desarrollo Urbano (DHDU), el Departamento de Psicología, Educación y Salud (DPES), así como la Coordinación de Innovación, Desarrollo y Exploración Académica (CIDEA).

    La composición del equipo de investigación facilitó el desarrollo del estudio en cada una de sus fases, el alcance internacional de la aproximación empírica y la participación interinstitucional de académicos pertenecientes a otras universidades del país y el extranjero.

    Me parece importante la composición intergeneracional del equipo, además de la participación de investigadoras e investigadores. Sin duda, fue importante el diálogo entre generaciones y la formación de nuevos cuadros en este campo de producción de conocimiento.

    María Martha Ramírez (DESO y DPES), investigadora clave en este proyecto, junto con Margarita Maldonado (DESO y DPES), formaron parte del equipo base de este estudio. La colaboración de Maldonado fue muy relevante, ya que su experiencia en el campo de estudio de la vejez y el envejecimiento, por más de dos décadas, fue crucial para la comprensión del fenómeno. Asimismo, Aimeé Espinosa, egresada de Psicología de ITESO y becaria de investigación a mi cargo, quien actualmente es maestra en Gerontología, participó en la transcripción de las entrevistas y en el análisis y la elaboración posterior, en coautoría, de dos de los capítulos para esta obra colectiva. Por otra parte, Everardo Camacho (DPES) colaboró activamente y realizó trabajo de campo en el área metropolitana de Guadalajara. Daniela Mabel Gloss (DESO), quien se desempeñó como investigadora participante en el proyecto con su eje referente a consumo cultural y tecnológico en personas mayores y, a su vez, dirigió el documental Cuidar los años, producto de esta investigación que implicó el trabajo de varios años con estudiantes y profesores del PAP Alter Código, así como la labor en campo con los participantes del documental, que en su mayoría fueron colaboradoras entrevistadas en la investigación. Por último, Alejandro Mendo (DHDU) y Karina Vázquez (CIDEA) trabajaron el eje que tiene que ver con el espacio social–espacio construido y personas mayores.

    Se contó también con la participación de académicos pertenecientes a otras instituciones, quienes contribuyeron como lectores comentaristas en el coloquio público de resultados de esta investigación en diciembre de 2019 en el ITESO. Por otra parte, contamos con la intervención de Verónica Montes de Oca, profesora investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y coordinadora del Seminario Universitario de Estudios sobre Vejez y Envejecimiento (SUIEV–UNAM), así como de Concepción Arroyo Rueda, profesora investigadora de la Universidad Juárez en Durango. También se contó con los comentarios y la participación de Pablo Yanes, coordinador de Investigación de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe en México (CEPAL).

    Asimismo, consultamos a Enrique Valencia Lomelí, profesor investigador de la Universidad de Guadalajara, y tuvimos una entrevista con Julieta Oddone, profesora investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales en Argentina (FLACSO), como académica experta en el campo de los estudios de la vejez y el envejecimiento.

    Esta investigación implicó la realización de etnografías en distintos escenarios nacionales, así como internacionales, en específico en Uruguay y España, donde el trabajo de campo fue realizado por Martha Ramírez y Rocío Enríquez (España) y Margarita Maldonado, Martha Ramírez y Rocío Enríquez (Uruguay). Las etnografías en los casos nacionales fueron llevadas a cabo por el total de los investigadores que formamos parte del equipo ITESO, y en una de ellas participaron también estudiantes de un proyecto de aplicación profesional del DPES, orientado a personas mayores institucionalizadas y no institucionalizadas.

    Las etnografías siguieron principalmente la propuesta de Angrosino (2012), que consiste en entrevistas cualitativas individuales semiestructuradas y con enfoque biográfico, conversaciones etnográficas, grupos focales, entrevistas a informantes expertos, revisión de documentos, registros visuales en fotografía y video y diarios de campo.

    Las entrevistas fueron consideradas en especial como conversaciones para comprender el mundo de vida de las personas mayores y quienes los rodean, a partir sobre todo de la propuesta de Kvale (2011), con énfasis en la búsqueda de diálogo desde la horizontalidad (Corona y Kaltmeier, 2012). Estas fueron en su mayoría audiograbadas con el consentimiento informado de cada uno y una de los y las participantes, para su posterior transcripción, anonimización y verificación. La codificación se realizó tomando en cuenta algunos de los elementos centrales propuestos por Flick (2007), en específico la codificación de los materiales a partir de unidades de sentido. Asimismo, se recuperaron algunas de las propuestas clave de teoría fundada (Glaser y Strauss, 1967). Como se señala en el siguiente capítulo, hay escenarios que son nombrados con su forma original, puesto que así lo decidieron quienes forman parte de esta grupalidad, mientras que hay otros en los que se colocaron claves, para mantener en anonimato el nombre del escenario de investigación. A lo largo de cada uno de los capítulos de resultados, se colocan las mismas claves para cada uno de los escenarios, así como para las y los participantes en esta investigación.

    El libro está compuesto de diez capítulos que muestran los hallazgos encontrados, tomando en cuenta cada uno de los ejes de la investigación colectiva. La autora, o bien las y los autores de cada capítulo,² son los investigadores que formaron parte de este estudio y que, en un esfuerzo colectivo a lo largo de tres años, con reuniones de trabajo periódicas–mensuales, plasmaron en sus capítulos los resultados más importantes, sustentados en el análisis riguroso del material empírico.

    El primer capítulo, Investigación de las subjetividades y emociones en los procesos de colectivización del cuidado en la vejez: estudios de caso en México, España y Uruguay, elaborado por Rocío Enríquez Rosas, tiene como objetivo dar cuenta del problema de investigación abordado, así como ofrecer las coordenadas teóricas y metodológicas que guiaron el estudio. Se explicitan algunos de los debates con respecto al cuidado, la vejez y el envejecimiento, y se muestra la pregunta rectora de esta investigación colectiva y los ejes trabajados desde la expertise de los responsables de cada uno de los mismos. Se elaboran precisiones de orden metodológico y, finalmente, se describe de manera sintética cada uno de los capítulos de esta obra.

    Caracterización sociodemográfica de la población de las personas mayores en México, Uruguay y España, es el título del segundo capítulo, elaborado por Margarita Maldonado Saucedo, María Martha Ramírez García y Rocío Enríquez Rosas. El propósito principal fue desarrollar, brevemente y para cada país, la sociodemografía de la población adulta mayor, su sistema de salud, los programas sociales y, por último, los escenarios en que se llevó a cabo el trabajo de campo. También, en el apartado final de cada país, se colocaron unas notas breves sobre la pandemia por covid–19 y algunas de las repercusiones en las personas mayores. Aunque la investigación en campo concluyó a finales de 2019, es importante incorporar algunos elementos sobre esta problemática, la cual ha tenido efectos diferenciados en cada país.

    El tercer capítulo, La multidimensionalidad de la vejez y sus sentidos en personas mayores institucionalizadas y no institucionalizadas: estudios de caso en México, Uruguay y España, de María Martha Ramírez García, Rocío Enríquez Rosas y Aimeé Espinosa Martínez, tiene como finalidad un acercamiento a la producción de sentido sobre la vejez desde las personas mayores, así como desde los otros implicados en las relaciones de cuidado (cuidadores familiares y no familiares, directivos, personal de las instituciones). Se pretende hacer un aporte a las formas contemporáneas en que se negocian los sentidos sobre la vejez y la emergencia de significados que rompen con estereotipos.

    El cuarto capítulo, Significados sobre vejez desde la categoría de género y la dimensión socioeconómica en personas mayores institucionalizadas y no institucionalizadas: estudios de caso en México, Uruguay y España, fue elaborado por María Martha Ramírez García, Rocío Enríquez Rosas y Aimeé Espinosa Martínez, y su objetivo es mostrar y analizar las significaciones sobre la vejez en clave de género y socioeconómica. Se analizan las atribuciones que reflejan la relevancia de envejecer con una mayor o menor seguridad económica para resolver las distintas demandas de la vida cotidiana en esta etapa de la vida. Los hallazgos muestran el impacto de los estereotipos de género, así como la limitación de los recursos económicos en las formas de significar y vivir la vejez.

    Percepción de salud, emociones y bienestar psicológico de personas mayores institucionalizadas y no institucionalizadas de México y Uruguay, el quinto capítulo, de Margarita Maldonado Saucedo y Everardo Camacho Gutiérrez, busca mostrar la relevancia del acercamiento, desde el marco de la percepción, a las emociones, la salud y los hábitos salutógenos de las personas mayores, y cómo se relaciona con el bienestar psicológico percibido. A partir de los hallazgos y el ejercicio de contraste entre los casos referentes a México y Uruguay, los autores buscan aportar elementos para un envejecimiento saludable y activo.

    El sexto capítulo, Cultura emocional en los procesos de colectivización del cuidado en la vejez: estudios de caso en México, de Rocío Enríquez Rosas y María Martha Ramírez García, pretende describir y analizar, desde la socioantropología de las emociones, la cultura afectiva que favorece narrativas y prácticas de cuidado mutuo y colectivo entre las personas mayores y otros actores sociales que participan en su entorno cotidiano. El estudio busca mostrar la presencia de emociones que crean vínculos de ayuda mutua que se fortalecen en la vida cotidiana y generan procesos de contención socioemocional importantes, así como la existencia de emociones que favorecen la reproducción de prácticas de cuidado que sobrecargan a algunos miembros y promueven el aislamiento social de las personas mayores.

    El séptimo capítulo, Cuidados colectivos y emocionalidad en la vejez: estudios de caso en Uruguay y España, de Rocío Enríquez Rosas y María Martha Ramírez García, tiene el propósito de analizar la cultura emocional que favorece los procesos de colectivización del cuidado en la vejez en los estudios de caso analizados en dichos países. Los escenarios de investigación para Uruguay fueron tres centros de día, dos residenciales privados y dos organizaciones de la sociedad civil (OSC). En España, el caso abordado fue una cooperativa de vivienda de personas mayores denominada Trabensol. Los resultados se centran en describir y analizar, desde la socioantropología de las emociones, la cultura afectiva que favorece narrativas y prácticas de cuidado mutuo, recíproco y colectivo entre las personas mayores, así como con otros actores sociales. El estudio intenta mostrar cómo ciertas emociones pueden estar vinculadas con narrativas y prácticas de cuidado que favorecen la solidaridad en la etapa de la vejez y promueven un envejecimiento activo y saludable.

    El octavo capítulo, Personas mayores y sus espacios de cuidado. Entornos del envejecimiento en casos selectos de España, Uruguay y México, de Alejandro Mendo Gutiérrez y Karina Vázquez Garnica, analiza algunos espacios de cuidado geriátrico en tres países de Iberoamérica, y presenta hallazgos sobre la calidad habitacional y la satisfacción residencial que disfrutan o toleran las personas mayores que residen en instituciones geriátricas públicas, residenciales privados, o bien en proyectos comunitarios de cuidado a los viejos. De esta manera, el texto detalla aspectos referidos a los espacios construidos, las instalaciones y los accesorios con que se les equipa, y las percepciones que sobre estos tiene la población beneficiaria.

    El noveno capítulo, El consumo cultural y tecnológico en el cuidado, bienestar subjetivo y emociones de personas mayores, de Daniela Mabel Gloss, elabora analíticamente una caracterización densa de las prácticas, los espacios (físicos y virtuales) y los rituales de interacción comunicativa y de consumo cultural, enfocada en tecnologías de la información y la comunicación (TIC), y su papel en el cuidado, las emociones y el bienestar subjetivo de las personas mayores que formaron parte de la investigación. La autora busca exponer las potencialidades de la colectivización del consumo cultural, así como posibles alternativas a seguir para trabajar estrategias integrales de acceso a las TIC y de alfabetización digital que potencien el cuidado y bienestar de las personas mayores, su comunicación interpersonal, su derecho a la educación y al acceso a la información.

    El décimo capítulo, Investigación de las subjetividades y emociones en los procesos de colectivización del cuidado en la vejez: estudios de caso en México, España y Uruguay. Consideraciones finales, de Rocío Enríquez Rosas, señala las conclusiones centrales del estudio realizado, así como algunas reflexiones de orden metodológico, y posibles vetas de investigación que pueden nutrir futuros estudios en este campo de generación de conocimiento.

    REFERENCIAS

    Angrosino, M. (2012). Etnografía y observación participante en investigación cualitativa (colección Investigación cualitativa) (pp. 19–39). Madrid: Ediciones Morata.

    Araujo Guimarães, N., e Hirata, H. (2020). Introducción: Realidades nacionales, desafíos latinoamericanos. En N. Araujo Guimarães y H. Hirata (Comp.), El cuidado en América Latina (pp. 11–25). Buenos Aires: Fundación Medifé.

    Arroyo, M.C. (Coord.) (2021). Las soledades en la vejez. Experiencias, significados y afrontamiento. Durango: Universidad Juárez del Estado de Durango.

    Batthyány, K., y Genta, N. (2020). Uruguay: avances y desafíos en la investigación y las políticas públicas del cuidado. En N. Araujo Guimarães y H. Hirata (Comp.), El cuidado en América Latina (pp. 219–257). Buenos Aires: Fundación Medifé.

    Corona, S., y Kaltmeier, O. (2012). En diálogo. Metodologías horizontales en las ciencias sociales. Barcelona: Gedisa.

    Enríquez, R. (2016). La construcción social del cuidado: ¿individualización, familiarización o colectivización? Reflexiones a partir de los debates contemporáneos. En O. Martínez, I. Román y E. Valencia (Coord.), La heterogeneidad de las políticas sociales en México: instituciones, derechos sociales y territorio, vol. II (pp. 61–79). Tlaquepaque: ITESO/Universidad Iberoamericana.

    Enríquez, R. (2019). Cultura emocional del cuidado en la vejez. Análisis de narrativas. En M. Maldonado, R. Enríquez y E. Camacho (Coord.), Vejez y envejecimiento. Una aproximación interdisciplinaria (pp. 119–148). Tlaquepaque: ITESO.

    Enríquez, R. (2022). Cuidado recíproco y constelaciones emocionales en la pareja. Guadalajara: Universidad de Guadalajara y Conacyt.

    Flick, U. (2007). Introducción

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