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Cuentos de Latinoamerica: Best Friends, #1
Cuentos de Latinoamerica: Best Friends, #1
Cuentos de Latinoamerica: Best Friends, #1
Libro electrónico83 páginas1 hora

Cuentos de Latinoamerica: Best Friends, #1

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"Cuentos de Latinoamérica" es un libro lleno de magia y aventuras que te llevará por los lugares más hermosos y emocionantes del continente. A través de sus páginas, descubrirás la selva del Amazonas, los misterios de los cenotes de México, el majestuoso vuelo de los cóndores en los Andes, y muchas maravillas más. Este libro está hecho especialmente para ti, que amas las aventuras y sueñas con explorar nuevos mundos.
 

En cada cuento, conocerás a personajes valientes que te acompañarán en viajes por las cuevas brillantes de Venezuela, las coloridas fiestas del carnaval, y hasta los secretos del desierto de Atacama. Cada lugar tiene su propia historia, y te sentirás como si estuvieras allí, caminando entre los paisajes más asombrosos de América Latina.
 

Este libro es una invitación a imaginar y descubrir lo extraordinario que es nuestro continente. Si amas los cuentos llenos de magia, naturaleza, y grandes aventuras, "Cuentos de Latinoamérica" te llevará en un viaje que nunca olvidarás.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento18 oct 2024
ISBN9798227329479
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    Cuentos de Latinoamerica - Playful Friends

    La Llama de los Andes

    En lo alto de las montañas de los Andes, rodeado de nubes y con el cielo más azul que jamás se haya visto, estaba el antiguo y misterioso Machu Picchu. Era un lugar lleno de historia y magia. Las piedras grandes y grises formaban ruinas que parecían tener miles de secretos. Allí, la naturaleza era tan impresionante que te hacía sentir pequeño, pero también muy especial. El viento soplaba suavemente, llevando consigo el susurro de los espíritus antiguos, y las montañas se elevaban hacia el cielo como si quisieran tocar las estrellas.

    En un pueblito cercano vivían dos hermanos, Ana y José. Ellos amaban la naturaleza, y su parte favorita del día era cuando su papá los llevaba a caminar por los senderos que llevaban hasta Machu Picchu. Era un viaje largo y cansado, pero siempre valía la pena. Ana y José disfrutaban de mirar las montañas gigantes, los árboles llenos de vida y las llamas que pastaban tranquilamente en los campos.

    Un día, mientras caminaban con su papá por uno de esos senderos, José vio algo extraño a lo lejos. Parecía una llama, pero esta era diferente. Era más grande, y su lana brillaba como si estuviera hecha de luz. La llama estaba quieta, mirándolos desde una colina cercana. José le dio un ligero empujón a su hermana.

    —Mira, Ana, esa llama... ¿la ves?

    Ana la miró y también notó que era muy especial. La llama los observaba fijamente, como si los invitara a seguirla. Ana y José, curiosos como siempre, comenzaron a caminar hacia la colina, sin darse cuenta de que su papá ya estaba lejos de ellos, siguiendo el camino de siempre.

    —Vamos, José. Quizás la llama quiera mostrarnos algo —dijo Ana emocionada.

    Los dos hermanos subieron la colina, y la llama, con paso lento pero seguro, comenzó a caminar delante de ellos. Los guió por senderos estrechos, entre rocas y árboles, y cada vez que miraban atrás, veían cómo Machu Picchu se hacía más pequeño en la distancia.

    —¿A dónde crees que nos lleva? —preguntó José, un poco preocupado pero también emocionado.

    —No lo sé, pero siento que es algo importante —respondió Ana.

    La llama los llevó a una parte de la montaña que nunca antes habían visto. Allí, escondido entre los árboles, había una gran puerta de piedra cubierta de musgo. Parecía muy antigua, como si hubiera estado allí desde hace miles de años. La puerta estaba decorada con símbolos extraños que Ana y José no podían entender, pero la llama se detuvo justo enfrente de ella.

    —¿Entramos? —preguntó José, sin quitar los ojos de la misteriosa puerta.

    Ana, siempre valiente, asintió y dio el primer paso. Empujaron la puerta con todas sus fuerzas, y sorprendentemente, esta se abrió con un sonido fuerte, como si alguien hubiera despertado de un largo sueño. Al otro lado, encontraron una cueva iluminada por una suave luz dorada. Parecía que la luz venía del fondo de la cueva, como si hubiera algo muy brillante allí.

    —¿Qué es eso? —preguntó Ana, asombrada.

    —Parece... parece oro —dijo José, con los ojos muy abiertos.

    Pero al acercarse, se dieron cuenta de que no era oro. Era algo mucho más especial. En el centro de la cueva, había una fuente de agua cristalina, y sobre ella flotaba una pequeña piedra que brillaba como el sol. La llama se acercó a la fuente y, con una inclinación de su cabeza, les indicó que miraran más de cerca.

    —Es... es hermosa —dijo Ana, sin poder apartar los ojos de la piedra.

    —Debe ser algo mágico —añadió José.

    De repente, la llama habló, pero no como lo haría una persona. Hablaba en su mente, como si su voz estuviera dentro de ellos.

    —Esta piedra es el corazón de las montañas —dijo la llama—. Ha estado aquí por siglos, protegiendo la paz y el equilibrio de los Andes. Solo los corazones puros pueden encontrarla, y ustedes, Ana y José, han demostrado ser valientes y curiosos. Ahora, tienen una misión.

    Ana y José se miraron, sorprendidos pero emocionados.

    —¿Una misión? —preguntó José—. ¿Qué tenemos que hacer?

    La llama se acercó a ellos y, con un toque suave de su nariz, les mostró una visión. En la visión, vieron cómo las montañas se llenaban de gente, turistas de todo el mundo, que venían a ver la maravilla de Machu Picchu. Pero también vieron cómo, con el tiempo, las montañas comenzaban a perder su magia, su brillo, debido a la falta de cuidado de las personas.

    —Debéis cuidar estas tierras —dijo la llama—. Enseñad a otros a respetar la naturaleza, a caminar con suavidad sobre las montañas, y a proteger este lugar tan sagrado. Si lo hacéis, el corazón de las montañas seguirá brillando por siempre.

    Ana y José entendieron. Sabían que su misión era muy importante. Ellos serían los guardianes de Machu Picchu, no con espadas ni escudos, sino con conocimiento y amor por la naturaleza.

    —Lo haremos —dijo Ana, con firmeza.

    —Cuidaremos este lugar y lo protegeremos —añadió José.

    La llama los miró con sus grandes ojos amables y, con un último destello de luz, desapareció. La cueva comenzó a cerrarse lentamente, como si su misión ya estuviera completa.

    Ana y José salieron de la

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