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Este documento resume la Visita de Juan Gutiérrez Flores a la región del Colesuyo en 1573, que proporciona nueva información sobre la organización del poder indígena local en el siglo XVI. Los caciques del Altiplano como Cari y Cusi mantenían control sobre los valles de Moquegua y Sama, y enviaban indios para cosechar maíz y recaudar tributos. Aunque parte de la población indígena fue encomendada, la demografía y vínculos con el Altiplano permanecieron similares a

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Este documento resume la Visita de Juan Gutiérrez Flores a la región del Colesuyo en 1573, que proporciona nueva información sobre la organización del poder indígena local en el siglo XVI. Los caciques del Altiplano como Cari y Cusi mantenían control sobre los valles de Moquegua y Sama, y enviaban indios para cosechar maíz y recaudar tributos. Aunque parte de la población indígena fue encomendada, la demografía y vínculos con el Altiplano permanecieron similares a

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La organización del poder indigena

en el Colesuyo (siglo XVJ)*

Teresa CAÑEDO-ARGUELLES
Universidad Complutense de Madrid

INTRODUCCION

Los estudios sobre los pueblos aymara de la cuenca del Titicaca han contado
con una fuente de información de gran valor histórico y etnográfico. Se trata de
tres Visitas realizadas a la provincia de Chucuito, laprimera en 1549 por Domingo
de Santo Tomás, lasegunda en 1567 por Garcí Díez de San Miguel y la tercera en
1572 por Fray Pedro Gutiérrez Flores. De esta última sólo se conservan algunos
fragmentos habiéndose convertido el hallazgo de los restantes en prioridad de mu-
chos historiadores y antropólogos cuyas pesquisas en los archivos han permitido ir
completando las investigaciones etnohistóricas de los señoríos aymara en el XVI’.
John Murra llegó a considerar la necesidad de crear un equipo de trabajo de
carácter inter-disciplinar e mier-nacional con el objeto de contribuir a la tarea

Advertencia. Todos los documentos que se citan en este artículo procedentes de la Lilly Li-
brary, Indiana University (LLIU). fornan parte de la sección de manuscritos: Latin American
mas. Peri> Collection, Sajo el título: Pleitos por el cacicazgo de Tarata y Moquegua.
Trabajo integrado en un Proyecto de investigación financiado por el Plan Nacional I+D,
AME 879 1 9a C02.
Destaca en este sentido la labor de Waldemar Espinosa y Franklin Pease a quien debemos
la orientación de nuestras investigaciones en el sur andino y el acceso a los archivos de Moque-
gua e Indiana.
9 19,21-5!, Edit. Complutense, Madrid, 1993
Revista Complutense de Historia de América. n.
22 Teresa Cañedo-Argaelles

de localizar la mucha información que a su entender quedaba todavía inexplo-


rada y dispersa por los archivos de diversos lugares del mundo, en relación con
estos reinos lacustres del Altiplano y sus regiones subsidiadas2.
Nuestras anteriores investigaciones sobre el reino pacaxe3, y sobre todo las
que actualmente tenemos en marcha con relación al Colesuyo (valle de Moque-
gua), nos han llevado a seguir esos derrotems en los archivos de España, Peni y
Estados Unidos, en busca de información con la que poder reconstruir, desde el
momento del contácto hasta el día de hoy, la trayectoria etnohistórica recorrida
por las comunidades del litoral andino que vivieron bajo ladependencia de los se-
ñoríos del Altiplano. Con los datos obtenidos, el sistema sociopolítico y el mundo
de los valores indígenas han ido desvelándonos muchas de sus facetas, sobre todo
a partir del siglo XVII que es cuando la organización de las reducciones permitió
el libramiento de una documentación más sistemática. Sin embargo las décadas de
transición que median entre elfinal del dominio incaico y la consolidación del po-
der colonial seguían demandando otro tipo de información que permitiera cubrir
el vacio de este primer período, lo que nos llevó a participar de la propuesta de J.
Mura y aplicarnos a la búsqueda de esos fragmentos de Fray Pedro Gutiérrez Flo-
res que supuestamente quedaban por descubrir y que presumíamos podrían apor-
tamos algunas referencias sobre esta región del Colesuyo en el XVI.
Ese esfuerzo se ha visto recompensado, si no por el hallazgo de íos referi-
dos «fragmentos», sí por el de una nueva Visita de la que hasta ahora no se te-
nían noticias, la de Juan Gutiérrez Flores, realizada precisamente a la región
del Colesuyo en 1573, es decir simultáneamente a la que llevó a cabo Fray Pe-
dro Gutiérrez Flores en Chucuito entre 1572 y 1574.
Se trata el documento de dos Probanzas y dos Informes insertos en un cor-
pus de 462 hojas (en muy mal estado y de muy difícil transcripción), titulado
Pleitos por el cacicazgo de Tarata y Moquegua. 15 de abril de ¡590 a 24 de
noviembre de 1594 y que hemos localizado en la Lilly Library de la Universi-
dad de Indiana, dentro de la sección Latin American mss. Peru Collection. Los
contenidos de esta Visita, así como los pleitos que a partir de ella se promovie-
ron por el acceso a los cacicazgos principales del Colesuyo, han supuesto una
aportación fundamental para ampliar el conocimiento de esta región cuyas
fuentes para su estudio ofrecían hasta ahora escasos datos.
En esta ocasión presentaremos algunos aspectos relacionados con la organi-
zación del poder local.

J. MURRA: «Información etnológica e histórica adicional sobre el reino lupaqa». Historia


y Cultura, 4, 1970, p. 52.
T. CAÑEDO-ARGUELLES: Efectos de Potosí en la estructura de hna provincia tnitaya.
PacajesatnediadosdelXVll. Tesis de Licenciatura, Universidad de Sevilla, 1976.
La organización del poder indígena en el Colesuyo (siglo XVI) 23

LA VISITA DE JUAN GUTIERREZ FLORES

En 1567 Garcí Díez de San Miguel visitó la provincia de Chucuito (antiguo


señorío lupaqa) a instancias del gobernador Lope García de Castro. Sus infor-
mantes constataron la dependencia tanto política como económica de los valles
del litoral con respecto al Altiplano, y en cuya región los quipus incaicos con-
tabilizaron a más de un millar de indios desplazados allí en calidad de miti-
maes4. Los mallku Cari y Cusi compartían entonces el señorío lupaqa dividido
en dos parcialidades, hanansaya y hurinsaya, y ambos declararon ante el visita-
dor que bajo su jurisdicción se hallaban las respectivas mitades de los siete
pueblos cabeceras de la provincia: Chucuito, Acora, llave, juli, Pomata, Yu-
yungo y Zepita. Cari, el mallku de hanansaya, añadía a ellos su control sobre
los valles de Moquegua y Sama «donde hay indios de toda laprovincia»5, y por
su parte Cusi, el mallku de hurinsaya, hacia además alusión a Torata’.
Desde 1535 aproximadamente, los españoles se fueron instalando en las
zonas más fértiles de estos valles del litoral donde comenzaron a sembrar viñe-
dos. El antiguo pueblo de Moquehua se convirtió en la capital administrativa
del Colesuyo, sin perjuicio de que la mayor parte de esta región se mantuviera
adscrita al corregimiento de Chucuito hasta 1590, año en que adquirió su inde-
pendencia a efectos judiciales.
A pesar de que una parte de la población indígena había sido repartida en-
tonces entre algunos españoles en régimen de encomienda’, en general el mapa
demográfico de esta zona del litoral no sufrió durante el siglo XVI variaciones
sustanciales con respecto a los años prehispánicos8, y a la tradicional interpola-
ción étnica de serranos y yunga se añadieron los primeros colonos españoles
sin que su presencia allí afectara, por lo menos durante las primeras décadas
del contacto, a los inveterados vínculos que esta región mantenía con el Alti-
plano, ni tampoco a la organización de su política local. Los establecimientos
mitmac todavía reproducían en los yunga el sistema dual de gobierno aymara y
los caciques del Altiplano seguían disponiendo de chácaras de maíz en Moque-

6. DIEZ DE SAN MIGUEL: Visita hecha a la provincia de Chucuito por el año 1567.
Lima, 1964, p. 125 y 130.
6. DIEZ DE SAN MIGUEL, 1964. p. 14.
O. DIEZ DE SAN MIGUEL, 1964, p. 27.
Sobre las encomiendas de esta región ver la obra de A. MALAGA MEDINA: Reduccio-
nes toledanas en Arequipa, Arequipa, 1989, pp. 163-167.
T. CAÑEDO-ARGUELLES: «Proceso de transculturación en el valle de Moquegua. Un
dasaifo a los ecosistemas de «enclave». Boletín de la Sociedad Geográfica de Lima, lOS, ¡992,
pp.: 99-106.
24 Teresa Cañedo-Arguelles

gua, Sama, Capinota y Larecaja9, así como de indios para su beneficio. Don
Martín Cusi informaba a Garcí Díez en 1567 deque
«en Moquegua en los yungas le dan doce indios que le siembran y íe benefician
nueve topos de tierras de maíz y que íes da a aquellos indios cameros y costales para
traer estiercol para beneficio de maíz porque no se coge de otra manera y les da para
ellos coca y ovejas y lana para que se vistan y charqui para que coman y que en
Sama le dan tres indios y que los chinchaysuyos mitimaes de Juli que estan en Mo-
quegua le dan otros dos indios>,’0.

Periódicamente estos caciques enviaban indios al Colesuyo a cobrar su


parte del tributo en frutos de la tierra o bien a rescatar ají, algodón y maíz a
cambio de cameros, lana, charque y plata”.
En octubre de 1567 el visitador bajó a los yunga. Estuvo en Sama y en To-
rata para indagar sobre sus recursos y posibilidades con vistas a los tributos que
estos indios estaban en condiciones de pagar. Su presencia en Torata registró allí
la presencia de dos caciques, Don Francisco Poma y Don Diego Pacaxa’2, ya
bautizados por ¡a acción de los dominicos que a la sazón predicaban la doctrina
en los valles; Pero este visitador no mostró ningún interés por informarse acerca
de las costumbres o el modo de gobierno que aquellos pueblos tenían. La Visita
de Garcí Diez nos ofrece una versión subsidiaria del Colesuyo como región sa-
télite de los señoríos lacustres que tan sólo ofrecía interés en función de los ser-
vicios que dispensaba a los habitantes del Altiplano pero no por su entidad en si
misma. Es también la versión ofrecida por John Murra al difundir los conceptos
de «oasis», «archipiélago» o «colonias» para referirse a los asentamientos hu-
manos desplazados desde la cuenta del Titicaca a estos valles”.
En esta misma línea se desenvuelve la Visita que en 1572 iniciara Fray Pe-
dro Gutiérrez Flores a la provincia de Chucuito a instancias del virrey D. Fran-
cisco de Toledo. De esta Visita se conservan dos fragmentos en el Archivo Ge-
neral de Indias: el Padrón de los mil indios ricos (AOl, Contaduría, leg. 1787)
y la Visita secreta sobre la conducta de los religiosos de Santo Domingo en las
doctrinas de Chucuito (Aol, Lima 28-A). Su panorámica del territorio yunga
siguió teniendo el mismo enfoque subsidiario que le diera Garcí Díez. Este ter-
cer visitador se refirió a Moquegua y a Sama como valles

O. DIEZ DE SAN MIGUEL, 1964, p. 17.


~ O. DIEZ DE SAN MIGUEL, 1964, p. 33.
O. DIEZ DE SAN MIGUEL, 1964, pp. 17 y 124.
O. DIEZ DE SAN MIGUEL. 1964, p. 201. El autor escribió «Diego» en lugar de Carlos
Pacaxa.
“ J. MURRA: Formaciones económicas y políticas del mundo andino, instituto de Estudios

Peruanos, Lima, 1975.


La organización del poder indígena en el Colesuyo <siglo XVI) 25

«sujetos a la provincia ide Chucuito/ donde hay tierras y tantos indios tributarios y
se da mucho maíz y otras comidas 1. .1 pues los dichos indios questan en la costa los
puso el Inga desta provincia por mitimaes para el dicho efecto»”.

No se tiene constancia de que Fray Pedro Gutiérrez flores siquiera bajara a


comprobarlo. Su interés se centró en la averiguación del número de indios que
poblaban estos valles (contabilizó a 676 indios tributarios en Sama y Moque-
gua)’5, así como en los tributos que estaban en condiciones de pagar.
El desconocimiento del Colesuyo por parte de estos visitadores les llevó a
ignorar, entre otras muchas cuestiones, la existencia en esta región de un go-
bierno central bipartito lo que detenninó el necesario desencadenamiento de un
litigio entre los titulares de sendas parcialidades. Ello suscitó a su vez la pre-
sencia de un nuevo visitador, Juan Gutiérrez flores, comisionado por el virrey
Toledo en 1573 con la expresa misión de averiguar la identidad del cacique a
quien le debía pertenecer por derecho el supuesto cacicazgo único del Cole-
suyo. Daba así comienzo su gestión:

«En el pueblo de Torata, a ocho días del mes de marzo de mil quinientos setenta y
tres ei señor Juan Gutiérrez flores, Juez de su Magestad y su visitador general en
este partido de Moquegua 1.1 mandé juntar a todos los caciques y principales del
dicho repartimiento y juntos les declaré y di a entender por lengua de Domingo Ta-
carimache /.../ intérprete lo que Don Francisco de Toledo visorrey destos reinos del
Perú manda en el capítulo setenta de su Instrucción que es del tenor siguiente:
Ytem si en algun curacazgo o principalazgo hay dos señores por concierto 1.1 ave-
rigucis a cual de los dos pertenece y el solo quedará por señor porque cese la veja-
ción y molestia de los indios con tener a dos señores a quienes tributar»’6.

Se refiere sin duda el documento a los dos caciques que Garcí Díez de San
Miguel encontró en 1567 en Torata, Don Francisco Poma y DonDiego Pacaxa,
cuyos pleitos por el cacicazgo es posible que vinieran de tiempo atrás. Tal vez
algún Informe de aquel visitador (o del propio Fray Pedro Gutiérrez flores) en
tomo a este conflicto aconsejara al virrey organizar esta cuarta Visita, esta vez
con expreso destino al Colesuyo, para averiguar los derechos que amparaban a

“ FRAY P. GUTIERREZ FLORES: «Documentos sobre Chucuito». Historia y CUltura, 4,

1970, p. 45.
FRAY 1’. GUTIERREZ FLORES, >970, p. 38.
Averiguación que hizo el visitador general Juan Gutiérrez Flores del cacicazgo que te-
nían Don Carlos Pacaxa y Don Francisco Poma a quienes expelió del dicho cacicazgo y dio ti-
tulo del a Don Francisco Chimo. Pleitos por el Cacicazgo de Torata y Moquegua. Torata, 8 de
marzo de 1573. Latin American mss. Peri> Collection, Lilly Librasy, Indiana University (en ade-
lante LLIU).
26 Teresa Cañedo-ArgUelles

cada una de las partes en litigio. Esta Visita a Moquegua y Torata tuvo lugar
entre el 6 de marzo y el 8 de abril de 1573, y en ella el visitador aparecía acom-
pañado del escribano Juan de Vargas y del intérprete Domingo Tacarimache, fi-
gurando como testigos el vicario de Moquegua P. Diego Hernández, su teniente
de gobernador Diego Hernández, así como Francisco Hernández Arjona, Pedro
de Ibarra y Pedro Cansino.
Juan Gutiérrez Flores no lograría resolver el contencioso entre los dos caci-
ques en conflicto ya que Don Carlos Pacaxa y Don Francisco Poma estaban en
realidad representado a cada una de las dos parcialidades hanansaya y hurin-
saya. Los dos centros poblados de Torata y Moquegua no eran sino las cabece-
ras de cada una de estas dos mitades en que el Colesuyo se dividía a instancias
de su gobierno regional desde tiempos Incaicos. No obstante, el visitador tenía
órdenes de librar un solo nombramiento, con lo que las dos parcialidades se de-
bían fundir en una sola eliminándose a uno de los dos caciques. Por si fuera
poco, este visitador tuvo que dirimir dos pleitos simultaneos por la presencia
de un tercer candidato, Don Francisco Chimo, cacique legítimo de la parciali-
dad de hurinsaya y menor de edad, razón por la cual Don Francisco Poma le
asistía a la sazón como «acompañado». Los candidatos eran por lo tanto tres:
Don Carlos Pacaxa, el cacique titular de hanansaya, Don Francisco Chimo, el
cacique titular de hurinsaya y Don Francisco Poma el «acompañado» o se-
gunda persona de este último en hurinsaya.
Ante las complicaciones que se presentaban para la averiguación de los de-
rechos que amparaban a cada uno de ellos, Juan Gutiérrez Flores optó por dejar
el caso en suspenso después de decretar en vano la unificación de todo el Cole-
suyo bajo un solo cacicazgo, alegando que

«por cuanto su /7/ estaba de camino para ir a dar cuenta al Señor visorrey de la re-
sulta de la visita de los mitimaes de este valle f.../ y habiendo dado fin como había
dado a esta visita sería vejación y molestia para los dichos indios detenerse aquí por
solo ese caso porque tardaría mucho en ir a tomar testigos de la provincia de Chu-
cuytos y otras partes por tanto que suspendía esta causa y la remitía al corregidor
que era o fuese de la provincia de Chucuytos»”.

Los descendientes de estos caciques continuarían los pleitos que no serían


resueltos hasta 1592 por el corregidor Don Diego Mazo de Alderete, cuando ya
Moquegua constituía un corregimiento independiente. Al desarrollo de este
contencioso le hemos dedicado un apartado al final de este articulo.

* * *

‘~ Ibidetn.
La organización del poder indígena en el Colesuyo (siglo XVI) 27

Somos conscientes de las controversias que la presencia en el Colesuyo de


esta novedosa figura puede despertar, tanto por la similitud de su apellido con
respecto al del visitador anterior, Fray Pedro Gutiérrez Flores, como por la
coincidencia de las fechas en que uno y otro realizaron su Visita a Chucuito.
Los dos visitadores fueron comisionados por el virrey Toledo y ambos pertene-
cían además a la orden de Alcántara. Pero en principio descartamos que se trate
de una misma persona, en cuyo caso estariamos ante lo que podríamos llamar
«el fragmento perdido» de Fray Pedro Gutiérrez Flores’8. Habría entonces que
admitir un error de copia al realizarse los Traslados de los documentos concer-
nientes a esta Visita, y que el escribano hubiese escrito incorrectamente el nom-
bre de este visitador confundiéndolo con el de Juan Ramírez Zegarra que es
quien acompañó a Fray Pedro Gutiérrez Flores en su Visita.
Existen razones para pensar que se trataba de dos personas distintas. Hacia
esas fechas se movía por el virreinato peruano un funcionario colonial llamado
Juan Gutiérrez Florez que bien podría haber sido este cuarto visitador de Chu-
cuito’9. En 1588 tenemos a un Juan Gutiérrez Flores desempeñándose como
funcionario de la Real Hacienda y a quien el virrey Conde del Villar describía
como «persona de calidad y caudal y de mucha confianza»W. Unos meses más
tarde se refería este mismo virrey a sus funciones de Tesorero2. En 1592 el
Marqués de Cañete afirmaba en una carta que «Juan Gutiérrez flores viene
aquí [Los Reyes] por inquisidor»”, por último contamos con el testimonio de
D. Luis de Velasco quien en 1599 lo mencionaba entre las personas beneméri-
tas del Perú en estos términos:

«Don Juan Gutiérrez Flores, del hábito de Alcántara, buen entendimiento para go-
bernar españoles e indios, casado y rico, no pretende ocupación por ser algo en-
fermo»”.

Es muy posible que se tratara de la misma persona y que en 1573, previa-


mente al desempeño de estos cargos, le hubiera sido encomendada por el virrey
Toledo esta Visita al Colesuyo con el objeto de mediar en los pleitos suscitados
allí por los cacicazgos principales.

J. MUERA, 1970, p. 52.


“ F. PEASE ha tratado esta cuestión en su artículo: «Nota sobre visiladores de Chucuito en
1572. Historia y Cultura, 4, 1970, pp: 7 1-77.
20 R. LEVILLIER: Gobernantes del Perú. Cartas y papeles. Madrid, 1921, XI, p. 60.

“ R. LEVILLIER, 1921. XI. P. 167.

R. LEVILLIER, 1921. XII, P. 309.


23 R. LEVILLIER, 1921, XIV, P. 236.
28 Teresa Cañedo-ArgUelles

LA CENTRALIZACION DEL PODER EN EL COLESUYO

A los pies del lago Titicaca descienden, por la pendiente cisandina, peque-
ños ríos cuyas aguas fluyen luego por los llanos hasta verter sus aguas en el Pa-
cifico. A su paso ensanchan las quebradas formando fértiles valles como los de
Sama, Locumba y Moquegua, donde la población yunga del litoral cultivaba
desde tiempo inmemorial algodón, ají y maíz y beneficiaba sus sembrios con
guano de la costa. Estos indios hablaban el idioma «coli» o «cole», por eso los
señoríos aymara del Titicaca llamaban a esta región el Colesuyo. Además de
ellos, vivían también allí los indios pescadores que Santa Cruz Pachacuti iden-
tificara como los camachac&< y cuyo origen pensamos que podría estar en el
pueblo de Machaca, en la provincia lacustre de Pacajes. Como los uros del Titi-
caca, estos hablaban el idioma puquina que dio nombre a uno de los principales
pueblos del valle de Moquegua.
Este contacto entre el Altiplano y los yunga venia desde muy antiguo. Los
últimos avances arqueológicos lo sitúan hacia el 300 a.d.C. cuando el imperio
Tiwanaku inició un descenso sistemático desde la cuenca del Titicaca hacia la
costa’t Sus fortificaciones hacen pensar en una difícil convivencia interétnica
que fue sin embargo posible debido a la carencia en estos valles de una organi-
zación política centralizada. El Colesuyo fue desde entonces escenario de suce-
sivas y a veces simultáneas ocupaciones culturales, unas forasteras procedentes
del Altiplano y otras, como los yunga o los chiribaya, desarrolladas in situ por
efecto tanto de la propia evolución como por el difusionismo derivado del con-
tacto con aquellas. Como consecuencia de ello, a la llegada de los incas la fiso-
nomía de estos valles presentaba ya una rica infraestructura agrícola compuesta
de terrazas, andenerías, canales de riego y puquios (estanques), así como de ex-
plotaciones cupríferas y conjuntos arquitectónicos de cierta envergadura.
Entre los años 1.100 y 1.450 d.d.C., este territorio yunga vio multiplicados
los asentamientos humanos de filiación étnica aymara. Fueron sobre todo los
indios lupaqa y pacaxe quienes, en calidad de mitimaes, protagonizaron bajo el
Incario una bien definida política de complementariedad económica con el Al-
tiplano. Allí los serranos instalaron sembrios de algodón, maíz y ají dispután-
dose los recursos con la población autóctona del Colesuyo. Sus asentamientos
tuvieron que adaptarse al ecosistema yunga y a las condiciones culturales del
medio lo que les obligó a constreñirse en pequeños enclaves relativamente ais-

“ J. SANTA CRUZ PACHACUTI: Relación de antiguedades deste reyno del Pera. Lima,

1927, Vol. 12, p. 197.


“ P. M. RICE Y L. WATANABE: «La arqueología de Moquegua>’. Programa Contisuyo.

Trabajos arqueológicos en Moquegua, 1,1989, p. 25.


La organización del poder indígena en el Colesuyo (siglo XVI) 29

lados unos de otros’6. Tras la irrupción incaica sobre los señoríos aymara, tam-
bién estos valles fueron incorporados al Incario quedando inscritos en la región
de Contisuyo como parte, ahora, del universo cuatripartito del Tawantinsuyo
incaico.
Garcilaso sitúa el primer contacto de los Incas con estos valles del litoral en
tiempos del cuarto Inca Mayta Capac. La crónica de Pachacuti también revela
algunos pormenores sobre aquel encuentro2’ y aunque sus descripciones asegu-
ran que el Inca no halló entonces oposición por parte de esta población autóc-
tona, la tradición oral que circula todavía hoy por los valles pedemontanos pro-
ximos a Moquegua aseguran, por el contrario, que el Cerro Baúl habría sido
escenario de una pertinaz resistencia20. A este emperador le pareció que el valle
de Moquegua era «tierra fértil y capaz de mucha más gente de la que tenía»29,
por lo que a partir de entonces se intensificaría la afluencia de mitimaes desde
el Altiplano, al tiempo que durante el gobierno de Huayna Capaz se prestaba
por primera vez atención a la organización de su política como luego veremos.
Una vez que los Incas conquistaron los señoríos aymara, los valles del Li-
toral a ellos sujetos mantuvieron e intensificaron sus inveterados vínculos con
la región lacustre. Incluso después de la llegada de los españoles, durante todo
el siglo XVI, este espacio costero siguió llamándose Colesuyo como reconoci-
miento de su indiscutible adscripción a los señoríos del Titicaca. Sin embargo,
como ya se ha comentado antes, los grupos serranos de mitimaes procedentes
del Atiplano (lupaqa y pacaxe) no eran los únicos en disfrutar de este entorno.
Junto a aquellas «colonias» vivía desde muy antiguo la población autóctona
yunga según un sistema de gobierno que aún desconocemos. Se sabe de ellos
que hablaban el idioma «coli» o «cole» y que eran agricultores. Serranos y
yunga se disputarían los recursos e intercalarían sus espacios de dominio apro-
vechando las zonas fértiles que se abrían al paso de las corrientes fluviales de
los ríos Moquegua, Locumba y Sama. Ante este panorama de interpolación ét-
nica se ha dado por supuesto que ya desde el Horizonte Medio los yunga ha-
brían admitido su subordinación a los serranos’~, idea que se fundamenta en la
ausencia histórica de un centro de poder autóctono que aglutinase política-

26 T. CAÑEDO-ARGUELLES, 1992, PP. 99-106.


27 J~ SANTA CRUZ PACHACUTI, 1927, l2p. 128.
20 Este cerro con su extraña figura de hongo invertido, fue —según los relatos de sus pobla-

dores— escenario de la contumaz resistencia que los yunga opusieron al dominio incaico.
O. DE LA VEGA, Inca: Los comentarios reales de los Incas. Buenos Aires, 1967, Vol. 1.
cap. IV.
30 M. ROSTOROWSKI: «La antigua región del Colesuyo». Sociedad Andina, Pasado y Pre-

sente. Fomciencias, 1988. Pp. 132-152, p. 145.


30 Teresa Cañedo-ArgUelles

mente a toda esta población «suelta y derramada» como el Inca Garcilaso la


describió”. Tal vez, a la vista de la documentación que ahora tenemos la opor-
tunidad de manejar, sea necesario reconsiderar este y algunos otros supuestos
en torno al poder y a la propia estructura política que presidió la obscura etapa
de transición de esta región periférica en el periodo que se extiende entre el do-
minio de los Incas y la consolidación allí del poder español.
El valle de Moquegua, el más amplio y fértil de la región, se extendía a
todo lo largo del río de su nombre en donde destacaban desde tiempos incaicos
dos centros poblados también de importancia sobresaliente: Moquehua y lo-
rata. Sin entrar en el tejido político que operaba a nivel interno de las comuni-
dades, fueran serranas ó yunga, este valle fue dividido, muy probablemente al
final de la etapa incaica, en dos grandes mitades globalizadoras, hanansaya y
hurinsaya, que reproducían para su gobierno el sistema dual aymara. Mo-
quehua y Torata fueron los dos centros de poder en donde fijaron su residencia
los caciques principales de sendas parcialidades cuyos titulares, al momento de
las Visitas de Garcí Díez de San Miguel (1567), de Fray Pedro Gutiérrez flores
(1572) así como de Juan Gutierrez Flores (1573) eran D. Carlos Pacaxa y D.
Francisco Chimo. Al segúndo le asitía como «acompañado» Don Francisco
Poma. (Los caciques de Sama, Francisco Catan, Alonso Guancachuca y Martin
Ninaca que Garcí Diez de San Miguel menciona en su Visita a Torata serían
simples caciques locales de ámbito comunitario~’.
Los estudios arqueológicos han evidenciado recientemente el origen in-
caico de estos dos yacimientos33, lo que hace pensar que fue efectivamente
bajo el dominio incaico cuando el sistema dual se consolidó en las instancias
superiores de gobierno dentro del Colesuyo. Pero el control de estas dos par-
cialidades no se circunscribía estrictamente a los valles de Moquegua y To-
rata, sino que alcanzaba «hasta Lluta, Torata y Anca»”, es decir, a un ámbito
coincidente con el territorio que se conocía como el Colesuyo. Con motivo
de los pleitos promovidos en torno a la sucesión del pretendido cacicazgo
único de la región, los testigos de cada parte manifestaban en 1590 ante el te-
niente de gobernador de Moquegua, Don Antonio de Arévalo, que lajurisdic-
ción de Moquegua y Torata alcanzaba «hasta Lluta junto a Anca y Torata» y

G. DE LA VEGA, 1967,1, cap. 1.


“O. DIEZ DE SAN MIGUEL, 1964, p. 201.
“ D. RICE, O. W. CONRAD y L. WATANABE: «Proyecto Osmore». Programa Conti-

suyo, 3, l989,p. 21.


“ LLIU. Probanza de Pedro Conta ante el teniente de gobernador de Moquegua, O. Pedro

de Guevara, sobre sus derechos a los cacicazgos de Torata y Moquegua (testimonio de Lorenzo
Chimo>. Moquegua, 6 de agosto de 1589.
La organización del poder indígena en el Colesuyo <siglo XVI) 31

que todo este territorio los caciques lo recorrían «en andas a hombros de in-
dios»”.
Sabemos además que Pan, en razón de su nombramiento como «acompa-
ñado» o «segunda persona» de Tacasi, el cacique de hurinsaya, disponía de tie-
rras en los valles aledaños de Hilabaya, Sama y Tambo’6, lo que nos sugiere
que la jurisdicción de estos caciques trascendería, efectivamente, los límites es-
trictos del valle de Moquegua operando en el ámbito general de la región cos-
tera conocida como Colesuyo. De hecho, desde el punto de vista jurisdiccional
el término Colesuyo fue enseguida identificado con Moquegua tanto por los
funcionarios coloniales como por la historiografía andina.
Otra cuestión a dilucidar es la de si estos caciques principales de Moquegua
y Torata tenían o no jurisdicción sobre las comunidades yunga inscritas en el
ámbito de sus respectivas parcialidades. No tenemos indicios fiables de que así
sea. Los Informes recogidos por Juan Gutiérrez Flores y posteriormente los de-
rivados de los pleitos que se siguieron suscitando en torno a los cacicazgos de
Moquegua y Torata, nos inclinan a pensar que el sistema dual implantado en el
valle desde la región lacustre, al menos hasta el siglo XVII, excluyó de su con-
trol político a la población yunga del Colesuyo. Las relaciones interétnicas en-
tre yunga y serranos debieron discurrir de forma bastante conflictiva como
consecuencia, sobre todo, de una obvia disputa por el control de los recursos
tanto hídricos como agrícolas37. A partir de la llegada de los españoles estos
conflictos se tradujeron en pleitos que constituyen ahora una fuente invalorable
para la constatación de tales supuestos. Uno de estos pleitos es el que sostuvie-
ron los indios carumas contra las autoridades de la parcialidad mitma de hurin-
saya quienes denunciaron ante el corregidor que cincuenta años atrás
«Los milmas-collas 1.1 calladamente y sin consentimiento de los indios canimas
¡.1 entraron a sembrar un pedazo de tierras que llaman Anata y le fueron quitadas y
contradichas por los dichos carumas 1...! que por ninguna causa pueden tener ni tie-
nen derecho alguno a las dichas tierras de Anata ni de Collagun»”.

Los carumas eran indios yunga que hablaban el idioma propio del Cole-
suyo, el coli’9. Don García Capana, su «indio-gobernador», desacataba en 1592

“ Vid, nota 34. Testimonio del indio Guaycho, entre otros.


‘~ Vid, nota 16. Testimonio de Felipe Poma Sapana, Lucas Tharacollo, Bautista Larqui. etc.
“ M. ROSTOROWSKI, 1988, pp. 138-150.
“ LLm. Traslado del pleito entre los indios carumas contra Pedro Conta por usurpación
de tierras. Probanza del cacique Don García Capana. Se inserta en el Pleito de Martín Cutipa
contra Pedro Conta por los cacicazgos de Torata y Moquegua. Moquegua 4 de abril de 1592.
» K. Julien: «Koli. A Language Spoken on the Peruvian Coast». Andean Perspective, citado
por: O. GALDOS RODRíGUEZ: Kuntisuyu. Lo que encontraron los españoles, Arequipa, 1985.
32 Teresa Cañedo-ArgUelles

la autoridad del cacique de los mitimaes de urinsaya «porque el dicho cacique


Don Pedro Conta no era parte ni cacique de derecho sino hijo de indio canda-
rani y advenedizo»40. Cada una de las comunidades yunga reconocía pues,
cuando menos, la autoridad de un «indio gobernador» que representaba sus in-
tereses frente a las colonias advenedizas y procuraba en su nombre la salva-
guardade sus asentamientos y de los recursos inmediatos a ellos. Los Incas ha-
bían reconocido esta distinción de tal modo que

«Ynga Pan /fue/ cacique y señor a quien Guayna Capac Ynga puso por cacique de
este dicho valle y pueblo de Torata de los indios mitimaes»”.

Otro testimonio afirma que

«El primer cacique fue Tacasi puesto por el Ynga de los dichos pueblos que entra-

ron de la provincia de Chucuytos a ser mitimaes»42.

Asimismo los visitadores enviados desde el Altiplano llevaban la misión de


inspeccionar tan solo a los indios mitimaes que ocupaban el valle. Los Infor-
mes relatan que en tiempos de Huayna Capac.

«Pan, indio natural de la provincia de Chucuytos, andaba visitando los pueblos de


esta costa sujetos a la dicha provincia de Chucuytos>03.

Por su parte, la administracióh española siguió admitiendo las diferencias


que separaban a los indios de ambas culturas yunga y serrana. Mientras que los
primeros fueron adjudicados a encomenderos particulares (Juan de Castro y
Hernan Bueno tenían en encomienda a los indios de Escapafaque y Juan de
San Juan a lQs de Sama)”, a los mitimaes del Altiplano se les aplicó el mismo
trato de favor con que fueron privilegiados los indios de la provincia de Chu-
cuito de donde procedían. En 1556 el virrey Andrés Hurtado de Mendoza ad-
mitía la solicitud de los mallku lupaqa de inscribir a los mitimaes de «las faldas
de la sierra» en su jurisdicción, quedando estos indios al igual que el reino lu-
paqa «en cabeza de su Magestad» y por lo tanto libres de los intereses enco-

“ Vid, nota 38. Probanza del cacique Don García Capana.


~‘LLIU. Pleito de Martín Cutipa contra Pedro Conta por los cacicazgos de Torata y Mo-
quegua. Probanza de Pedro Conta. Moquegu, 1 de abril de 1592.
~‘ Vid, nota 41. Informe de Don Carlos Pacata ante el teniente de gobernador de Moque-

gua Don Pedro de Guevara. Moquegua, 20 de abril de 190.


Vid. nota 16.
“ O. DIEZ DE SAN MIGUEL, 1964, p. 28 y J. MURRA, 1970, p. SI.
La organización del poder indígena en el Colesuyo <siglo XVI) 33

menderos. En seguimiento de esta política diferenciadora, también la Visita al


valle encomendada en 1573 a Juan Gutiérrez Flores sólo incluía a los indios
mitimaes.
En cuanto al origen de los primeros caciques nombrados para gobernar las
parcialidades de hurinsaya y hanansaya en el Colesuyo, vemos que estos eran
seleccionados entre indios principales de las parcialidades homónimas de Chu-
cuito. Desde allí eran enviados a Torata y Moquegua con el propósito de que
gobernaran a los indios de hurinsaya y hanansaya que se desplazaban en cali-
dad de mitimaes a esta región satélite del Altiplano. Así se desprende de las in-
formaciones inéditas recogidas por Juan Gutiérrez Flores cuando este empren-
dió las averiguaciones en su Visita a los «mitimaes de Moquegua». Los
informantes del visitador aseguraban que

«Vica fue principal de la parcialidad de hanansaya en el pueblo de Chucuyto y que


por esta razón lo hablan enviado a dicha provincia/de Colesuyo/ a tener a los indios
de la dicha parcialidad que estaban allíde mitimaes»”.

John Murra fundamenta su tesis sobre el origen aymara de los indios que
poblaban las «colonias» mitma de Moquegua basándose en la antroponimia de
los caciques citados por Garcí Díez de San Miguel, Don Francisco Poma y Don
Diego Pacaxa, y a los que ya nos hemos referido anteriormente”. En realidad
ese Francisco Poma era oriundo de Hilabaya, un valle costero muy próximo a
Moquegua de donde su padre, Pan, fue sacado por Tacasi, el cacique de hurin-
saya, para servirse de él como «criado». Francisco Poma no era pues de Chu-
cuito y, como ya vimos, ni siquiera un curaca legítimo sino un «acompañado».
Después nos ocuparemos más detenidamente de este individuo y de los pleitos
a que su política usurpadora dio lugar. Pero a excepción de este único caso
constatamos que, efectivamente, todos los titulares de los cacicazgos de hurin-
saya y hanansaya procedían de Chucuito donde todavía a fines del XVI resi-
dían los parientes no nucleares más próximo?’.

<‘ Vid, nota 16.


“ J. MURRA: «Un reino aymara en t567». Formaciones económicas y políticas del mundo
andino, Lima. 1975, p. 206.
~‘ Vid, nota 41. Probanza de Pedro Coma ante el teniente de gobernador de Moquegua D.

Antonio de Arévalo Montalvo sobre sus derechos a los cacicazgos de Moquegua y Torata. Testi-
momios de Pablo Curasi del ayllo Curama; Martin Pariaguanaco de Chucuito hurinsaya, Lo-
renzo Charaino de Chucuito Víave; Martín Aguisí de Chucuito hanansaya y Gareja Cauchara
U) de Chucuito Chinchaysuyo; Batista Yuigijana de Chucuito Julí; Tomas Ciagira de Chucuito;
Pablo Yuera de Chucuito Juli y Lorenzo Mamani de Chucuito Plata. Moquegua, 20 de mayo de
1590.
34 Teresa Cañedo-ArgUelles

Pasemos ahora a conocer la identidad de los caciques que gobernaron el


Colesuyo desde finales delperíodo incaico hasta 1594, así como el sistema su-
cesono que se aplicó para la perpetuación de los cacicazgos. Los datos provie-
nen de los Informes y Probanzas realizados en 1573 por el visitador Juan Gu-
tiérrez Flores así como de los pleitos que se siguieron promoviendo después de
su marcha para la obtención de los cacicazgos.

HURINSAYA HANANSAYA

Acompañados Caciques Caciques

Pan Tacasi Cabasacaca

Curata Jusquera

Layme Queoana

Frco. Poma Gaspar Cutipa Gaspar Curata Vica

Y Erco. Chimo Martin Cutipa Carlos Pacaxa

Pedro Conta Frco. Layme

Tacasi y Cabasacaca —los dos caciques principales más antiguos que hemos
podido registrar en la documentación que aquí presentamos— procedían de
Chucuito y fueron nombrados por Huayna Capac instalándose en Torata-hurin-
saya y Moquehua-hanansa~a respectivamente antes de 1530t En cuanto al sis-
tema sucesorio aplicado en el Colesuyo para la designación de estos cacicaz-
gos, poco tiempo después de la llegada de los españoles la historia oral que
todavía circulaba entre los habitantes del valle afirmaba que «el Inga, man-
dando como mandaba, ponía y quitaba los curacazgos en todo este reino»49. To-
dos los informantes coincidían en que los primeros titulares habían sido elegi-
dos por Huayna Capac. Nos consta, sin embargo, que posteriormente
(probablemente como consecuencia de los disturbios subsiguientes a la irrup-

48 Segón las conclusiones de Concepción Bravo Guen-cira, Huayna Capac moriría hacia el

año 1530, por lo que estos sucesos serian necesariamente previos a esa fecha. C. BRAVO ODE-
RREIRA: «La muerte de Huayna Capac, 1530: precisiones cronológicas». Revista de Indias,
t47-148, l971.p.2l.
~‘ Vid, nota 16. tnforme de Francisco Poma.
Lo organización del poder indígena en el Colesuyo <siglo XVl) 35

ción española) el Inca delegó esta función en los señoríos aymara de la región
lacustre, recuperándose así el control que desde antiguo venían ejerciendo los
señoríos lupaqa y pacaxe sobre los enclaves mitma del litoral.
Tras la designación de los dos primeros curacazgos en las personas de Ta-
casi y Cabasacaca, el sistema hereditario se aplicó en Moquegua con la mayor
frecuencia priorizándose la descendencia legítima sobre la bastarda siempre y
cuando se tratara de individuos hábiles para el ejercicio del gobierno. Así que
en el Colesuyo
«el Inga daba los cacicazgos a quien quería, a las personas que tenían habilidad para
0.
gobernar y no era ley que heredasen los hijos los oficios cuando eran inhábiles»’
En tiempos incaicos se consideraban legítimos a
«los hijos de la mujer que en aquel tiempo daba el Ynga a los caciques para que se
respertase como mujer legítima para que los hijos de ella heredasen el cacicazgo»’.

Después, las reglas del juego se adecuarían al código occidental. En estas


décadas iniciales la tarea evangelizadora en Moquegua contó con muy escasos
oficiantes y el discurso cristiano se materializó en la administración de algunos
sacramentos que fueron recibidos colectivamente por parte de una población
indígena todavía incapaz de aprehender su significado. Para estas fechas la ma-
yor parte de los indios habían sido bautizados recibiendo un nombre cristiano.
En menor proporción habían contraido matrimonio «facie eclesiae», circuns-
tancia esta que, en el caso de los caciques, pasó a condicionar la legitimidad de
las sucesiones hereditarias. En uno de los interrogatorios que se formularon
con ocasión de un pleito promovido en 1592 por el cacicazgo de Moquegua y
Torata, Pedro Conta se negaba a reconocer los derechos de su oponente en el li-
tigio por no ser este, Don Martin Cutipa, hijo legitimo, lo que el interpelado se
apresuró a justificar alegando que su padre sólo tuvo la oportunidad de casarse
cuando los frailes dominicos comenzaron a dQctrinar el valle siendo así que
para entonces él era ya hombre mayor”.
La Visita General realizada a instancias del virrey Toledo a partir de 1570
supuso, como se recordará, la reorganización territorial y política del virreinato
peruano, y en lo que concierne a la sucesión de los cacicazgos indígenas, trató
de mantener las estructuras vigentes «desde tiempo inmemorial»”. Así versaba
‘« LLIU. Pleito de Pedro Conta contra Don Carlos Pacata por los cacicazgos de Torata y

Moquegua. Testimonio de Lorenzo Chimo y otros.


“ Vid, nota 41. Testimonio de Batista Yuigijana y otros.

Ibidem.
“ Para que se reconociera en términos jurídicos la condición «inmemorial» de una costum-

bre indígena, esta debía tener su arraigo en la «gentilidad» o «tiempo de los Incas». C. DIAZ RE-
MENTERIA: El cacique en el virreinato del Perú. Sevilla, 1977, p. 115.
36 Teresa Cañedo-ArgUelles

el fragmento de una Provisión expedida por este virrey con motivo la Visita de
Juan Gutiérrez Flores al Colesuyo:

«Don Francisco de Toledo, mayordomo de su magestad, visorrey /7/ por las infor-
niaciones que mandé hacer a los visitadores /7/ y nombrar caciques principales de
los repartimientos de este reino /7//según la] orden que antiguamente tuvieron /7/ e
acordado que /7/ se provean de aquí adelante a los hijos de los caciques que murie-
ran que más habilidad y cristiandad tuvieran e teniendo edad para ello e no la te-
nicado a los hermanos e parientes e otros indios /7/ que sean de la dicha suficiencia
y virtud, que esta sea la mas principal herencia y subcesión que tenga para ¡suceder
eril los dechos cacicazgos /7/ y se haga segun /13 forma susodica que es en la cos-
tumbre /7/que se halla que sucedían los dichos caciques cuando esta tierra se descu-
brió y conquistó sin embargo que procedía de hombres tiranos, ha parecido que pues
esto hacían se debía mandar guardar 1?! las instituciones /7/los visitadores com’sa-
nos que nombré /para/ la Visita General de este reino, mandé supiesen y averigua-
sen los caciques viejos que había en los repartimientos de sus distritos proveidos por
los Incas y los hijos que /7/tuvieren, y de la habilidad, suficiencia y cristiandad y
edad de los dichos sus hijos para que teniendo la dicha edad, habilidad y cristiandad
les mande dar los títulos de cacicazgos /..

Lo cierto es que, por lo que respecta a la parcialidad de hurinsaya, la estirpe


de su primer cacique, Tacasi, logró mantenerse en el poder hasta bien entrada
la etapa española a pesar de los obstáculos que a ello opusieron sus «acompa-
ñados». El cacicazgo de esta parcialidad se transmitió de padres a hijos de
modo que Curata, Layme, Gaspar Cutipa, Francisco Chimo y Francisco Layme
fueron todos descendientes directos de Tacasi.
Pero no siempre se daba la circunstancia de que los legítimos titulares fue-
ran al mismo tiempo idóneos para el ejercicio de gobierno o hubiesen alcan-
zado la mayoría de edad al tiempo de heredar el cacicazgo. En estos casos la
administración incaica recurrió al nombramiento de autoridades alternativas:
los «acompañados». La legislación española también previó esta situación de
incapacidad de los caciques titulares mediante el nombramiento de los indios
«gobernadores», figuras que tieben aquí su precedente inmediato.
El sistema sucesorio en Moquegua y Torata no respondió a este único crite-
rio basado en la herencia. En Moquegua (hanansaya) tenemos que, si bien el
primer cacique, Cabasacaca, fue sucedido por su hijo Jusquera, en cambio los
dos siguientes titulares, Queoana y Vica, accedieron al cacicazgo por nombra-
miento de los mallku de la región lacustre. Concretamente Vica fue designado

~ LLIU. Provisión de título dada por el virrey Don Francisco de Toledo para los cacicaz-
gos de Torata y Moquegua. Traslado de un original presentado ante el corregidor Don Diego
Mazo de Alderete por Pedro Conta en demanda del reconocimiento de sus derechos a los caci-
cazgos de Torata y Moquegua. Arequipa, 2 de octubre de 1575.
La organización del poder indígena en el Co¡esuyo (siglo XVI) 37

por Cari, el malllcu de la parcialidad de hanansaya que, simultáneamente con


Cusi en hurinsaya, señoreaba el reino lupaqa cuando Garcí Diez de San Miguel
visitó la provincia de Chucuito en 1567. El último titular de esta parcialidad,
Carlos Pacaxa, accedió también al cacicazgo por elección del corregidor de
Chucuito, Don Hernando de Padilla, ya bajo la administración española (aun-
que en una ocasión él mismo se hizo pasar por hijo de su antecesor, Vica, segu-
ramente para dar fuerza a sus argumentos sobre los derechos que le amparaban
sobre el cacicazgo de esta parcialidad)”.
Con ocasión de la Visita realizada al valle de Moquegua por Juan Gutiérrez
Flores, los «acompañados» de hurinsaya hicieron alarde de un desmedido po-
der con el que llegarían a eclipsar a los legítimos titulares, colaborando en el
pretendido desmantelamiento de la estructura dual. Su propósito era el de aca-
parar para si la autoridad de ambas parcialidades, lo que estuvieron a punto de
lograr cuando en 1590 fallecía el cacique titular de hanansaya, Don Carlos Pa-
caxa. De cualquier forma, el Colesuyo quedó desde entonces bajo la autoridad
de un cacicazgo único, pero bajo la titularidad de un descendiente legitimo de
Tacasi, Don Martín Cutipa. En el apartado fmal de este articulo se ofrecen los
detalles de aquel Proceso.

LA HECHICERíA Y EL PODER. LOS «ACOMPAÑADOS»

Hemos visto que en el Colesuyo los caciques de la parcialidad de hanan-


saya fueron en su mayoría designados por nombramiento. Tenía sus ventajas.
Por un lado los riesgos de incapacidad en estos casos eran mucho menos pro-
bables ya que sus titulares serían seleccionados por sus cualidades óptimas
para el ejercicio de las funciones de gobierno. Por otro lado, esta circunstancia
hacía innecesaria la presencia de «acompañados», cargos que los Incas habrían
tratado de rehuir por su conflictividad, y eso mismo haría preferible muchas
veces la alternativa del nombramiento frente a la herencia en la sucesión de los
cacicazgos.
Un ejemplo de los inconvenientes de esta segunda modalidad hereditaria
puede verse en el caso de la parcialidad de hurinsaya, cuyos caciques accedieron
a] cargo por herencia viéndose todos ellos precisados a delegar temporalmente
sus funciones de gobierno en segundas personas. El cargo de «acompañado» es-
tuvo aquí desde un principio vinculado al cacicazgo como consecuencia de que

>~ Vid, nota 16. Memoria presentada por Don Carlos Pacata en demanda del reconoci-

miento de sus derechos al cacicazgo de la parcialidad de hanansaya.


38 Teresa Cañedo-ArgUelles

los caciques heredaron con frecuencia sus cacicazgos cuando aún no habían al-
canzado la mayoría de edad. Pero no fue esta la única razón que explica la recu-
rrencia de estas figuras en la parcialidad de hurinsaya. El caso de su primer titu-
lar, Tacasi, ilustra sobre otras poderosas razones que subyacían tras el
nombramiento de estas figuras, principales promotores de los conflictos suscita-
dos en el Colesuyo por la titularidad de los cacicazgos y que motivaron la visita
extraordinaria encomendada a Juan Gutiérrez Flores en 1573. Este cacique, Ta-
casi, en un momento de su trayectoria política quedó

«incapacitado para gobernar [por estar] lleno de canches que por eso no parecía
ante el Ynga a negociar como tal cacique por lo que Guayna Capac puso en su lugar
0’.
solo en el dicho valle de Torata a Ynga Pan>

Se trataba el suyo de un mal denominado «cara» o también «semifamia»


que se contraía mediante prácticas de hechicería según un procedimiento que
describía así un doctrinero del valle de Moquegua a fines de la etapa colonial:

«el execrable y horrendo crimen de que son autores los indios de esta doctrina
[quienes] por emulación o envidia o particulares resentimientos suministran una
confección diabólica que se denomina ccara y que produce en los individuos que
ingieren el producto los efectos más abominables. Hacen horrible el rostro infectan
la masa de la sangre y quitan la vida paulatinamente, la materia de que se compone
y el modo de darlo que a lo menos en un principio no puede menos que ser por
pacto explícito del demonio y por lo que he sabido en el confesionario y por pú-
blica voz es: toman un sapo lo cierran en una olla nueva de barro allí le dan por ali-
mento maíz amarillo o negro el estiercol de este lo mezclan en la comida o en la
bebida y luego que el infeliz sin saberlo ha tomado aquello empieza a sufrir una ar-
derencia insufrible en la masa de la sangre. Si hay efervescencia salen unas man-
chas deformes por lo regular en la cara y cuando se introduce el veneno quita ins-
tantáneamente la vida»”.

En la Lima colonial también se han detectado algunos casos de hechicería


relacionados con «la cara» cuyo mecaniso consistía, según los acusadores de la
hechicera Juana Mayo, en «untar los polbos en la cara Ib que es! superstisión
perjudicial y que indica pacto con el demonio»’8. También el visitador Garci
Diez de San Miguel infonnó en su parecer sobre la Visita a Chucuito de que
existían en esta provincia muchos hechiceros viejos a quienes los religiosos

» Vid, nota 50. Probanza de Don Pedro Conta.


“ Archivo Arzobispal de Arequipa. Expedientes administrativos. Omate, leg. 2. Carta de
Joseph de los Santos Málaga al Obispo de Arequipa, 2 de sept. de 1815.
“ J. E. FLORES ESPINOZA: «Hechicería e idolatría en Lima colonial». Poder y violencia

en los Andes, Cuzco, 1991, p. 65.


La organización del poder indígena en el Colesuyo (siglo XVI) 39

mantenían aislados del resto de la población porque no divulgasen sus prácti-


cas e inclinaciones59.
La hechicería se considera un elemento recurrente en la cultura andina, y
en el caso que ahora nos ocupa la veremos vinculada a los «acompañados»
como un mecanismo de coacción para acceder poder Es el caso de Pan y los
demás «acompañados» que figuran como asistentes o segundas personas de los
caciques de hurinsaya. Los Informes más fiables sitúan su origen en Hilabaya,
un valle próximo a Moquegua, de donde fue tomado por Tacasi para que le
asistiera como criado. Los descendientes de Pan en las probanzas para acredi-
tar sus legítimos derechos al cacicazgo de Torata, acusaban a Tacasi de pro-
vocar

«un mal de cara que dicen semifanda y era público en todo Torata y este valle que
era hechicero y que tenía polvos con que daba ese mal de la cara y porque era tan fa-
moso ese dicho Tacasi en dar ese mal mandó el Ynga [2] a Ynga Pan que hiciese
justicia del dicho Tacasi a pedimiento de todos los indios de Torata y este valle [de
Moquegua] y este dicho Tacasi murió de su enfermedad ante el temor de que el
Ynga le mandara matar»”.

Resulta bastante inverosímil que Tacasi se autodestruyera con sus pócimas


ante «el temor de que el Inca lo mandara matar». Más fácil es que fuera el pro-
pio Pan quien administrara el veneno a este cacique con el propósito de inhabi-
litarlo para las funciones de gobierno, logrando así que los efectos deformantes
le impidieran acudir al Cuzco y le cupiera a él mismo la misión de despachar
directamente con el Inca, así como de hacerle la entrega de los tributos recla-
mados. Logró este «acompañado» su propósito cuando Tacasi, aquejado el ca-
rache, se vio obligado a enviarle al Cuzco en su lugar

«con un presente para el Ynga [.1 y cuando volvió del Cuzco de llevar el presente
al Ynga Guayna Capac trajo duho que se lo dio el dicho Inga como a cacique princi-
pal»61.

Fue así como este individuo de origen yunga se hizo con el poder de los
mitimaes serranos de la prcialidad de hurinsaya. Su nombramiento como
«acompañado» lo recibió del propio Huayna Capac revistiendo todos los atri-
butos inhrentes a los de un cacicazgo principal,

“O. DIEZ DE SAN MIGUEL, 1964, p. 235.


“ Vid, nota 41. Probanza de Martín Cutipa.
“ Vid, nota 41. Probanza de Pedro Conta.
40 Teresa Cañedo-ArgUelles

“como tal principal vino en andas del Cuzco al valle /siendo/ obedecido, temido, re-
verenciado y acatado»’~.

Su hijo, Francisco Poma, es el cacique que Garcí Díez de San Miguel en-
contrara en su visita a Torata y tanto este como su nieto, Pedro Conta, se man-
tuvieron en el puesto de «acompañados» de la parcialidad de hurinsaya y si-
guieron abrigando las mismas infulas de poder que su antecesor. El último
heredó además sus habilidades hechiceras que utilizó, al igual que Pari, como
mecanismo de coacción para hacerse con el poder. Para la fecha en que este
«acompañado» detentaba la lugartenencia de aquella parcialidad, hacía más de
cincuenta años que los españoles habían irrumpido en el valle. Jueces y visita-
dores eclesiásticos, los únicos que basta aquel momento ejercieron una cierta
labor de control sobre la población indígena, habían castigado «reiterada-
mente» a Pedro Conta «por ser indio idólatra y hechicero». Los testimonios de
los propios indígenas coincidían en que «había muerto públicamente a muchos
indios e indias con sus hechizos», cualidad que sin duda le dio pábulo para
ejercer sobre la población indígena una poderosa influencia. Con ocasión de
los numerosos pleitos que promovió, fue acusado de presentar para sus Pro-
banzas a indios sobornados y coaccionados bajo

«amenazas que Jos ha de maltratas y a otros que les hará bien [...] y asimismo Jos
dichos indios podrían temer y recelar del dicho Don Pedro Coma porque no les de
alguna cosa con que mueran por ser como es famoso hechicero y asimismo [lo es] la
mujer de Don Pedro Corita como es público y notorio y pública voz y fama»”,

asunto este que llegó a bloquear en determinadas ocasiones el Proceso como


consecuencia de que ningún indio se atrevía a testificar en su contra «porque el
dicho Don Pedro Conta como poderoso y cruel no les maltrate».
La condición de «acompañado» no tenía un carácter hereditario ni otorgaba
a la familia del titular privilegio alguno. Prueba de ello es que Pedro Conta
mientras no se desempeñó como tal «acudió a labrar y trabajar las chacras de
los españoles como los demás indios particulares»”. EL cargo se cubría tan
solo de forma coyuntural, cuando un cacique principal presentaba alguna inca-
pacidad para el ejercicio del gobierno o no había alcanzado la mayoría de edad
al momento de heredar el cacicazgo. Sin embargo los descendientes de Pan
quedaron, como hemos visto, vinculados a los sucesivos cacicazgos de la par-

“ Ibídem.
63 Vid, nota 41. Probanza de Martín Cutipa.
“ Ibídem.
La organización del poder indígena en el Colesuyo (siglo XVI) 41

cialidad de hurinsaya. A Francisco Poma y Pedro Conta, su hijo y nieto, les co-
rrespondió «acompañar» a los siguientes caciques de hurinsaya para asistirles
durante su minoría de edad, pero Francisco Poma se apoderó «tiránicamente»
del mando en tiempos de Layme, permaneciendo igualmente en tiempos de su
hijo Gaspar Cutipa

«por ser el dicho Gaspar Cutipa enfermo y no poder 1. . . / ni resistir la tiranía del di-
cho D. Francisco Poma»”.

Posteriormente, desde la Visita de Juan Gutiérrez flores en 1573, el cargo


de «acompañado» se transformaría en el de alcalde ordinario dando asi origen
al cabildo indígena de las futuras comunidades.

PLEITOS POR LOS CACICAZGOS DEL COLESUYO

Los atributos de estos cacicazgos «periféricos» instaurados en Moquegua y


Torata como representantes del Colesuyo, confirieron a sus titulares el disfrute
de privilegios parecidos a los que gozaban los mallku de las regiones centrales.
Los primeros caciques principales destinados al Colesuyo fueron llamados
desde Chucuito al Cuzco para recibir su investidura de manos del Inca. Desde
allí eran transportados en andas hasta el Colesuyo a donde «traían duho, que se
lo daba el dicho Ynga como a cacique principal»”.
Como reconocimiento a sus servicios de gobierno, el Inca les concedió
también a estos caciques «periféricos» tierras distribuidas en las zonas más fér-
tiles con un carácter hereditario. Hilabaya, Sama, Tambo... son tres de los lu-
gares donde se registran chacras que los indios trabajaban para estos caciques6’
aún cuando su residencia se fijaba en el pueblo de Torata o en el de Moquehua,
según se tratara de un cacique principal de hurinsaya o hanansaya, a lo que ha-
bía que añadir la asignación de «chácaras, casas y corrales» en las inmediacio-
nes del pueblo cabecera”.
Los españoles reconocieron la autoridad de los caciques y sus atribuciones
aumentaron con la nueva administración política. Su residencia presidió el lu-
gar central del pueblo cabecera de cada parcialidad (en lo que después consti-
tuiría «la plaza»), y asimismo siguieron sentándose «en tiana» y «percibiendo

“ Ibídem.
~ Ibídem.
67 Vid, nota 16.

“ Vid, nota 41. Probanza de Pedro Conta.


42 Teresa Cañedo-ArgUelles

duho» en señal de distinción. Según la costumbre <«inmemorial» de los Incas,


también ahora se les concedió a los caciques la asignación de tierras y de servi-
cío indígena para trabajarlas. Pero con el nuevo sistema colonial las obligacio-
nes de los indios aumentaron y paralelamente lo hicieron por tanto los privile-
gios de quienes quedaran exentos de las mismas. Estos eran los caciques
principales cuyo rango alcanzó por ello un nivel de cotización hasta entonces
inigualado.
Ya hemos hecho algún comentario acerca de la política tendente a eximir a
los indios mitimaes de las encomiendas. Sin embargo en el XVI no se llegan a
apreciar distinciones entre serranos y yunga a estos efectos y a fines de siglo
todos seguían realizando por igual servicios personales a instancias tanto de los
encomenderos como de los caciques. Estos servicios consistían en chacanear,
sacar vino de Hilo o servicios de tambo”. Con respecto al pago de tributos, a
excepción sólo de los caciques, sus hijos legítimos y suponemos que los
«acompañados», todos los demás indios estaban obligados indistintamente a
«pagar tasa de maíz y de plata». Su cobranza se contaba como una de las prin-
cipales obligaciones del cacique, tarea tanto más dura cuanto que estos debían
«responder» por las tasas de una población que involucionaba a un ritmo más
rápido de lo que lo hacia por entonces el sistema de rectificación de los padro-
nes. Sin embargo, es bien conocido que lejos de resultar esta una «carga» para
el cacique, los recaudos tributarios se convirtieron muchas veces en una virtual
vía de enriquecimiento, toda vez que les permitía disponer temporalmente de
circulante (durante el espacio de tiempo que mediaba entre el recojo y su en-
trega al fisco) aumentando así su poder económico y consecuentemente sus in-
fluencias. A Pedro Conta se le acusó de «ser logrero y usurero» y de poseer
gran cantidad de chacras en distintos lugares del Colesuyo, así como de abusar
de los servicios indígenas habiendo

«maltratado y agraviado a los indios e indias de este pueblo de Torata y valle de


Moquegua haciéndoles ir por fuerza a trabajar al valle de Homo a sus chácaras y a
las de sus hijos Baltasar Tumba y Don Martin Pan estando el valle de Horno a seis
leguas de Torata y no pagando cosa alguna a los dichos indios e indias por su trabajo
y asimismo ha hecho muchas characas en este valle de Moquegua de trigo y maíz»”.

Todas estas prerrogativas que los caciques alcanzaron nos llevan a entender
la importancia que para los indios llegó a suponer el acceso a los cacicazgos, y
los pleitos que tanto ellos como sus «acompañados» promovieron para lograr

“ Ibídem.
“ Vid, nota 41. Probanza de Martín Cutipa.
La organización del poder indígena en el Colesuyo (siglo XVI) 43

su posesión. A ello colaboró sin lugar a dudas la presión ejercida por la admi-
nistración española obstinada en desmantelar la estructura dual del poder.
asunto del que ya se ha tratado en páginas anteriores.
Por otra parte hay que tener en cuenta también el hecho de que no estuviera
instituida la fórmula hereditaria como laúnica posible para la sucesión de los caci-
cazgos. Esta ambigliedad dio pábulo a la aspiración de otros candidatos al «duho»
y a la «tiana». Fueron los «acompañados» que pudieron esgrimir ciertos derechos
otorgados a sus antepasados en relación con el ejercicio del poder y que estos ava-
laron merced a las influencias adquiridas durante el desempeño de sus cargos.
Las Probanzas presentadas a Juan Gutiérrez Flores por cada una de las partes,
así como los pleitos subsiguientes a aquella Visita, han permitido acceder al cono-
cimiento de diversos aspectos del sistema cultural vigente en los enclaves del Co-
lesuyo, algunos de los cuales relacionados con la organización del poder loca] he-
mos presentado aquí. Nos referiremos ahora a los pleitos que sostuvieron los
distintos candidatos al cacicazgo en demanda del reconocimiento de sus legítimos
derechos.
Como puede verse en el cuadro, Francisco Chimo y Carlos Pacaxa eran en las
fechas de esta Visita los caciques de hurinsaya y hanansaya respectivamente. El
primero de ellos, como menor de edad, estaba asistido a la sazón por su «acompa-
ñado» Francisco Poma. En los Informes solicitados por Gutiérrez Flores para ave-
riguar los derechos que amparaban a cada uno de ellos, Francisco Poma presentó
al visitador la candidatura única de su parcialidaddesestimando la legitimidad del
cacicazgo de hanansaya. La contradictorias informaciones obtenidas por el visita-
dor entre los «indios viejos y antiguos», se explica en un contexto de coacción
ejercido claramente por este «acompañado», quien vio en los propósitos de la Vi-
sita una coyuntura propicia para lograr que se reconociese su parcialidad como la
única legítima del Colesuyo. Un paso más le permitiría usurpar este cacicazgo y
quedar como único titular del gobierno en la región.
La primera cuestión era entonces avalar la propuesta centralizadora del visita-
dor y tratar para ello de demostrar la inexistencia en el Colesuyo de dos parciali-
dades. Para ello este «acompañado» presentó sus Probanzas valiéndose de testigos
claramente coaccionados. La presencia de Carlos Pacaxa a] frente de hanansaya
contradecía este planteamiento, pero se «solucionó» negando la legitimidad de
este curaca en base a que

«su cacicazgo fue proveido por los caciques de la provincia de Chucuyto después que
entraron los españoles en este reyno 1.1 sin haber ni tener título ni derecho para
7.
ello»

“ Vid, nota 16. Informe de Francisco Poma,


44 Teresa Cañedo-ArgUelles

Don Carlos Pacaxa defendió ante el visitador sus derechos presentándole


una Memoria sobre la trayectoria que había seguido la titularidad del cacicazgo
de hanansaya desde tiempos de Huayna Capac que dice así:

«Primeramente fue.mi abuelo visitador fil y nombraron /7/ para que guardasen/l/la
tierra de los Yngas de este valle P/ados principales Cabasacaca de la parcialidad de
hanansaya y de la parte de hurinsaya habían nombrado a un principal llamado Ta-
casi y esos dos principales fueron nombrados de aquel tiempo y después de mu-
riendo aquel principal fue su hijo llamado Jusquera de la parcialidad de hanansaya y
de la parcialidad de hurinsaya fue un principal hijo del dicho Tacasí llamado Curata
y después de luego murió y después mandaron a un principal llamado Qucona y de
la parcialidad de hurinsaya había mandado los indios de este valle el hijo del dicho
Curata llamado Layme y como no había principales de la parcialidad de hanansaya
le habían nombrado /a otro cacique/ llamado Vica y estuvo enviado de un cacique
llamado Cari para que gobierne de este valle de Moquegua luego se murió 1.. .1 y
después me nombré el señor corregidor llamado Hernando de Padilla y así goberné
y mandé este valle treinta años poco más o menos hasta ahora»”.

A pesar de todo, Juan Gutiérrez Flores destituyó a Don Carlos Pacaxa


como cacique principal de la parcialidad de hanansaya con la advertencia de
que

«de aquí adelante en ningún tiempo lo tenga’ ni use d¿ el 1. -.1 y se vaya a la dicha
provincia de Chucuyto de donde es natural o se esté en este dicho repartimiento /.../
que en uno de los dos ha de pagar su tributo y tasa»”.

La Visita de Gutiérrez Flores confirió pues a los señoríos de hurinsaya la


exclusividad de su autoridad en el Colesuyo, quedandoprovisionalmente legiti-
mada la dinastía de Tacasi para la sucesión de un cacicazgo único en Moque-
gua y Torata. Pero en aquellos años todavía la autoridad de los españoles no
debían gozar del suficiente consenso entre los indigenasiprincipales como para
que sus órdenes se cumplieran sin vacilación. Desacatando su autoridad, Carlos
Pacaxa se mantuvo a pesar de todo en la jefatura de la parcialidad de hanan-
saya mientras se resolvía un recurso de apelación que interpuso contra el vere-
dicto. La situación se complicaba, además, por la necesidad que el visitador
tuvo de realizar nuevas averiguaciones en relación a ‘los derechos que ampara-
ban a Francisco Poma como candidato al cacicazgo del valle, ya que en reali-
dad este era el «acompañado» del cacique Don Francisco Chimo, lo que obligó

“ LLÍ U. Informe de Don Carlos Pacaxa ante el teniente de gobernador del valle de Moque-

gua Pedro de Guevara. Moquegua, 20 de abril de 1590.


“ Vid, nota 16. Auto del visitador Juan Gutiérrez Flores ordenando la destitución de Don

Ca ríos Pacaxa del cacicazgo de la parcialidad de hanansaya.


La organización del poder indígena en el Colesuyo <siglo XVI) 45

a Gutiérrez flores a volver a convocar testigos para una nueva Probanza. Estos
nuevos testimonios coincidieron en afumar que ambos eran caciques

«y que a cada uno le hacían igualmente diez topos de chácaras y que esto se ha guar-
dado desde tiempo de Pan /.../ y que es verdad que cuando mandaban Don Carlos
Layme y Don Francisco Poma, aunque gobernaban ambos juntos se tenía en mas y
4.
por más derecho cacique al dicho Don Carlos Layme»’

Estas declaraciones indujeron al visitador a confirmar como cacique titular


de hurinsaya a Don Francisco Chimo, añadiendo que, puesto que

«al presente no tiene experiencia de mandar ni gobernar como conviene mando que
fle asista/por su coadjuntor y acompailado Don Francisco Poma»”.

Pero Francisco Poma siguió insistiendo en sus aspiraciones al cacicazgo,


así que apeló también a aquel veredicto esgrimiendo sus derechos a la titulari-
dad del mismo basándose en el nombramiento que Huayna Capac había librado
en favor de Ynga Pan. Declaró ante el visitador que por aquel motivo su
abuelo había recibido del Inca

«tiana y otras insignias de cacique... para él y para sus descendientes /.../ y sucedió
en las chácaras que tuvo en este dicho valle por razón del dicho cacicazgo»”.
Al tiempo de hacerse estas apelaciones por parte de Carlos Pacaxa y de

Francisco Poma, ya Gutiérrez Flores daba por concluida su visita al Colesuyo

«para ir a dar cuenta al Sr. visorrey de la visita de los mitimaes de este valle»,

por lo que a su entender

«sería vejación y molestia para los indios detenerse aquí por solo ese caso porque
tardaría mucho en ir a tomar testigos de la provincia de Chucuytos y otras partes»”.

La averiguación defmitiva de los derechos que amparaban a cada uno de


estos candidatos aconsejaron, pues, al visitador suspender la causa y remitiría

“ Vid, nota 16. Informes de Francisco Poma y Don Francisco Chimo.


~ Vid, nota 73.
76 Vid, nota 16. Informe de Francisco Poma.

~‘ LLIU. Petición de Francisco Poma ante Juan de Vargas, escribano de la Visita de Juan

Gutiérrez Flores, sobre la averiguación de sus derechos a los cacicazgos de Torata y Moquegua.
Moquegua. 8 de abril de ¡573.
46 Teresa Cañedo-Argíielles

al corregidor de la provincia de Chucuito para que este se encargara de proveer


justicia, lo que no llegaría a producirse hasta veinte años más tarde. El vere-
dicto sobre las titularidades de los cacicazgos de Moquegua y Torata quedaron
pues en suspenso tras la Visita de Juan Gutiérrez Rores hasta 1592 año en que
el corregidor de Moquegua Diego Mazo de Alderete emitiría su dictámen defi-
nitivo. Mientras tanto, en el Colesuyo se reconocieron a los tres caciques impli-
cados en el litigio, percibiendo cada uno provisionalmente la tercera parte del
salario que debía destinarse aquel de ellos que llegara a ser su legítimo y único
titular.
Los muchos privilegios que el sistema colonial español otorgaba a los caci-
ques fueron una de las causas de este largo y contumaz conflicto por el poder,
que continuaron los sucesores de aquellos entre 1584 y 1592.
Estos nuevos pleitos por el cacicazgo fueron promovidos, en primer lugar
por Don Pedro Conta contra Don Carlos Pacaxa desde 1584; en segundo lugar
por los tutores de Don Francisco Layme contra los dos candidatos anteriores
desde 1587; y en tercer lugar por Martin Cutipa contra Pedro Conta desde
1590. Lo prolongado de cada uno de ellos hizo que en ocasiones unos y otros
llegaran a solaparse.
En 1584 Pedro Conta, a quien se le había acusado reiteradamente de usur-
par y tiranizar el cacicazgo de D. Francisco Layme, se querelló contra Don
Carlos Pacaxa para obligarle a admitir la «inexistencia>; de la parcialidad de
hananyaya y por tanto la invalidez de su cacicazgo, tal como lo dispusiera el
visitador Juan Gutiérrez flores en su Visita de 1573. El punto de desacuerdo
entre ambos seguía debatiéndose en tomo a la cuestión de si debían recono-
cerse en el valle una o dos parcialidades. Pedro Conta se las agenció para pre-
sentar una Provisión Real en la que constaba que

«antiguamente hubo solamente un cacique de ambas parcialidades 1.1 y que por


cierta conveniencia las unieron los antecesores de Don Pedro Conta y después quedó
~3
enana»
Por su parte los representantes de Don Carlos Pacaxa insistían en que el ca-
cicazgo de hanansaya seguía teniendo vigencia en el Colesuyo, ya que «en to-
dos ¡os pueblos habían dos caciques, uno de cada parcialidad»’9. El curador que
en aquella ocasión actuaba como representante de este cacique, Pedro de Esco-
bar, avaló esta declaración testificando que
38 Vid, nota 50. Provisión Real sobre el cacicazgo de la parcialidad de hanansaya del repar-
timiento de Moquegua pesentada por Pedro Canta como recaudo de sus derechos. Se firma en
La Plaja a 12 de diciembre cJe 1584.
“ Vid, nota 55.
La organización del poder indígena en el Colesuyo (siglo XVI) 47

«el dicho mi parte es cacique de la parcialidad de hanansaya y le pertenece el dicho


mando y cacicazgo porque el orden y uso en todos los pueblos de esta tierra ha sido
siempre dos parcialidades hanansaya y hurinsaya y en cada una haber cacique y esto
se ha usado desde el tiempo del Ynga y al presente se usa como es público y noto-
00
no»

Su poder económico le había dado a Pedro Conta la oportunidad de exten-


der sus influencias hasta instancias jurídicas de alto rango. Valiéndose de ellas
logró que se firmara en nombre del Virrey Toledo una Provisión en la que figu-
raba él mismo como adjudicatario del cacicazgo principal:

«Don Francisco de toledo mayordomo de su Magestad, visorrey /etc.../ porque en la


visita que Juan Gutiérrez Flores hizo del repartimiento de Torata y Moquegua de Ja
encomienda de la Real Corona averiguó que el cacique principal de la parcialidad de
Urinsaya [era] Don Pedro Conta por muerte de su padre el cual dicho visitador por
su parecer dice que es de edad habilidad y suficiencia y de buen ejemplo para usar el
dicho cacicazgo conforme a lo dicho /7/ usando de los poderes que tengo de su ma-
gestad, hago merced al dicho Don Pedro Conta de os nombrar e proveer fi/os nom-
bro por cacique principal del dicho repartimiento de Torata y Moquegua de la par-
cialidad de urinsaya /como/ cacique y como tal os doy la investidura del dicho
CacicaZgo principal».

Intentó pues este «acompañado» tergiversar los resultados de la Visita de


Gutiérrez Flores quien, como se recordará, había dispuesto que Francisco
Poma figurase tan sólo como «coadjutor» o «acompañado» de Francisco
Chimo. En ningún lugar de aquella Provisión, fechada en Torata el 8 de marzo
de 1573, aparecía el nombre de Pedro Conta. El recaudo presentado por este
«acompañado» para su Probanza estaba fechado en Arequipa el 2 de octubre de
1575, y no recibió compulsa de la Audiencia de la Plata hasta nueve años des-
pués, el 10 de enero de 1584, justo en el preciso momento en que la presiden-
cia de la Audiencia se hallaba vacante por fallecimiento de Don Martin Enrz-
quez.
El 30 de diciembre de 1584 Don Pedro Conta presentó esta Provisión ante
el teniente de gobernador de Moquegua, Don Gonzalo de Mazuelos, quien «la
tomó en la mano, la besó y la puso sobre su cabeza y dijo la obedecía y la obe-
deció»82. Pero todavía este individuo pretendió aumenar su capitulo de recau-
dos para asegurarse los derechos al codiciado cacicazgo único frente a las pre-
tensiones de Don Carlos Pacaxa. En base al nombramiento anterior, el 6 de

» Ibídem.
~‘ Vid, nota 54.
~‘ Vid, nota 50.
48 Teresa Cañedo-Arguelles

septiembre de 1584, solició una nueva Provisión de título de cacique pincipal y


único del valle, firmada esta vez por el Conde del Villar en los siguientes tér-
minos:

«Don Femando de Torres Portugal, conde del Villar, visorrey y gobernador destos
reinos /7/ Presidente en la Real Audiencia y Chancillería fil por cuanto que por parte
de Don pedro Conta, cacique principal del valle de Moquegua sobre el cacicazgo de
la parcialidad de hanansaya y urinsaya por haber sido de sus antepasados, al cual di-
cho cacicazgo pretendía Don Carlos Pacaxa, y que por la dicha Real Audiencia se
proveyó Auto ea su favor fi/Por mi visto lo susodicho juntamente con el testimonio
del pleito y Autos que en la dicha Real Audiencia de los Charcas se habían tratado
entre él y el dicho su contrario, acordé dar e di la presente en nombre de Su Mages-
tad, y en virtud de los poderes e comisiones que de su persona real tengo, nombro.
elijo e proveo a> dicho Don Pedro Conta por caci¿¡ue principal de las dichas parcia-
lidades fi/para que por todos los días de su vida /7/ pueda usar y ese el dicho cargo
de cacique principal de las dichas parcialidades en todas las cosas y casos fi/mando
al corregidor del dicho repartimiento del valle de Moquegua le de la posesión el y
no consienta que sea desposeido del fil y haga acudir con el salario, servicio y bene-
ficio de chácaras que por la tasa del dicho repartimiento le está señalado /7/. En la
ciudad de Los Reyes, a 15 de enero de 1588. Conde del Villar Sandoval»”’.

Estos dos recaudos fueron presentados al teniente gobernador de Moque-


gua, Don Pedro de Guevara, el 6 de agosto de 1589, quien otorgó a Pedro
Conta «en señal de posesión un duho y tiana e insignia de cacique», mandando
a los indios que acudieron como testigos, Martin Pariaguanaco y Jorge Canta,
que llevaran «esta noticia a los demás indios del dicho vallet.
También su oponente en el pleito, Don Carlos Pacaxa, fue citado para pre-
sentar sus avales sobre los derechos que le amparaban en el cacicazgo de hanan-
saya, los cuales se fundamentaban en una Memoria presentada en su día por él
mismo ante el visitador Juan Gutiérrez flores y en donde puede observarse la
sucesión de caciques de ambas parcialidades desde tiempos de Huayna Capac”.
Ante el segundo pleito presentado por los tutores de Francisco Layme con-
tra Pedro Conta y Don Carlos Pacaxa conjuntamente, el gobernador de Chu-
cuito Gabriel de Montalvo (el 28 de mayo de 1587), se pronunció en favor de
los derechos que amparaban a Don Francisco Layme, quedando los anteriores
como «coadjutores» suyos en tanto que aquel alcanzara la mayoría de edad.
Mientras, cada uno de ellos seguiría percibiendo el tercio del salario correspon-
diente al cacicazgo principal.

83 Vid, nota 50. Provisión de cacicazgo otorgada por el virrey Conde del Villar presentada
por Pedro Conta como recaudo de sus derechos. Se firma en Los Reyes, a 15 de enero de 1588.
84 Ibídem.

“‘ Vid, nota 55
La organización del poder indígena en el Colesuyo (siglo XVI) 49

La prndencia aconsejó entonces a Pedro Conta y a D. Carlos Pacaxa invali-


dar sus anteriores diferencias y pleitos para pasar a convenir oportunamente la
fórmula de aquel inexorable co-gobierno tripartito. Las condiciones fueron há-
bilmente propuestas por Pedro Conta y establecían que

«si el dicho Don Francisco menor muriese haya y herede el dicho cacicazgo el dicho
Don Pedro Conta y sus hijos»~t

Pero D. Carlos Pacaxa falleció «oportunamente», y como si de un presagio


se hubiera tratado (¡ !), también D. Francisco Layme moría de viruelas en 1590
a la edad de 10 años, quedando así el camino expédito para que Pedro Conta
obtuviera la titularidad del cacicazgo único del Colesuyo. La acción de la justi-
cia lo impediría.
El 15 de abril de ese mismo año, el entonces teniente de gobernador del va-
lle de Moquegua, Don Pedro de Guevara, informaba a la administración del fa-
llecimiento de Don Francisco Layme sin dejar «heredero ni persona que tu-
viese derecho al dicho cacicazgo», y de la necesidad, añadía

«de haber cacique que gobierne en los dichos pueblos de Torata y Moquegua para
que acuda a las cosas tocantes al servicio de su Magestad e bien común e gobierno
8’.
de los naturales de dicho repartimiento»

Estas consideraciones fueron asimismo transmitidas a los indios mediante


un intérprete «para que las personas que tuviesen titulo e señorío al dicho caci-
cazgo» presentaran los recaudos e informaciones de su derecho. Sin embargo,
la candidatura de Pedro Conta no era la única ya que un tío carnal del cacique
recién fallecido se incorporaba al litigio aspirando también él a la titularidad
del cacicazgo y cuyos derechos se amparaban en su descendencia directa de
Tacasi. Se trataba de Martin Cutipa a quien el último titular del cacicazgo, Don
Francisco Layme, le declaraba en su testamento como su legitimo sucesor:

«Ytem declaro que de derecho me pertenece el cacicazgo y señorío de este dicho


pueblo de Torata y valle de Moquegua como a sucesor descendiente de Tacasi y
Layme mis bisabuelos caciques principales que fueron de este dicho valle puestos
por el Ynga y como tal sucesor y heredero de los susodichos el visitador general
/Juan Gutiérrez Flores/ nombró por cacique principal de este valle de ambas pm-cia-
lidades de hanansaya y hurinsaya al dicho mi padre/Don Francisco Chimo/ y por ser

86 Vid, nota 50. Acuerdo de Pedro Conta y Don Carlos Pacaxa en el pleito por los cacicaz-
gos de Torata y Moquegua. Moquegua, 28 de mayo de 1587
LLIIJ. Informe del teniente de gobernador de Moquegua, Pedro de Guevara. Moquegua,
15 de abril de 1590.
50 Teresa Cañedo-Arguelles

yo muchacho y no tener favor he tenido usurpado el dicho mi cacicazgo por Don Fe-
dro Conta contra toda razón y justicia el cual cacicazgo después de mi fin y muerte
pertenece al dicho Don Martín Cutipa mi tío como a hijo legítimo de Don Gaspar
Curata y hermano del dicho Don Gaspar Cutipa mi abuelo y hijo del dicho
8.
Layme>0

Se iniciaba así el último pleito por el cacicazgo de Moquegua entre Pedro


Conta y Martín Cutipa. La causa se prolongó entre los años de 1590 a 1592 y
fue dirigida por el corregidor de la provincia de Colesuyo Don Diego Mazo de
Alderete, quien convocó sendos interrogatorios para la Probanza de los dere-
chos que amparaban a cada uno de estos candidatos. Por fin el veredicto se in-
clinaría en favor de Don Martín Cutipa en los términos siguientes:

«Por cuanto consta por las informaciones que he tomado y recibido de las partes y
de los testigos y por lo que se ha informado muchas veces de particulares indios y
caciques de este partido así de indios viejos de este dicho valle y repartimiento de
Torata como de españoles que tienen noticia de esta causa por haber muchos años
que residen en este dicho valle y saberse clara y manifiestamente el derecho y justi-
cia del cacicazgo /7/del dicho Don Martín Cutipa fi/por venirle de línea recta desde
eí tiempo del Inca /?/ y que el dicho Don Pedro Conta fi/que al presente es cacique
de dicho repartimiento no tiene derecho y ha mandado hasta ahora tiránicamente el
dicho cacicazgo por haber alcanzado Provisiones con siniestra telación y pleitos fil
y así es heredero legítimo del dicho Don Francisco Layme Don Martin Cutipailla
/quien/ tiene habilidad suficiente para la ejecución de dicho oficio de cacique princi-
pal de dichas parcialidades fi/lo cual es al contrario del dicho Don Pedro Conta por
ser indio de mala vida y fama y haber sido castigado por hechicero como consta por
los testimonios que están en dicha causa»89.

Se daba así por concluida la causa que el visitador Juan Gutiérrez Flores
dejara pendiente tras su Visita de 1573. Dos años más tarde, en 1594, todavía
Pedro Conta volvería a presentar un recurso ante la Audiencia contra este vere-
dicto y de cuyos resultados no se tienen todavía noticias.

» LLIU. Testamento de Don Francisco Layme Torata, 2 de marzo de 1590.


» LLIU. Sentencia dictada por el corregidor Don Diego Mazo de Alderete con referencia
al pleito de Martín Cutipa contra Pedro Conta por los cacicazgos de Torata y Moquegua. Mo-
quegua, 24 de noviembre de 1592.
La organización del poder indígena en el Colesuyo (siglo XVI) 51

Sección Costera y Altiplano Andino con indicación de lugares principales y límite


hipotético del Colesuyo.

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