Rcha 9393110021 A
Rcha 9393110021 A
Teresa CAÑEDO-ARGUELLES
Universidad Complutense de Madrid
INTRODUCCION
Los estudios sobre los pueblos aymara de la cuenca del Titicaca han contado
con una fuente de información de gran valor histórico y etnográfico. Se trata de
tres Visitas realizadas a la provincia de Chucuito, laprimera en 1549 por Domingo
de Santo Tomás, lasegunda en 1567 por Garcí Díez de San Miguel y la tercera en
1572 por Fray Pedro Gutiérrez Flores. De esta última sólo se conservan algunos
fragmentos habiéndose convertido el hallazgo de los restantes en prioridad de mu-
chos historiadores y antropólogos cuyas pesquisas en los archivos han permitido ir
completando las investigaciones etnohistóricas de los señoríos aymara en el XVI’.
John Murra llegó a considerar la necesidad de crear un equipo de trabajo de
carácter inter-disciplinar e mier-nacional con el objeto de contribuir a la tarea
Advertencia. Todos los documentos que se citan en este artículo procedentes de la Lilly Li-
brary, Indiana University (LLIU). fornan parte de la sección de manuscritos: Latin American
mas. Peri> Collection, Sajo el título: Pleitos por el cacicazgo de Tarata y Moquegua.
Trabajo integrado en un Proyecto de investigación financiado por el Plan Nacional I+D,
AME 879 1 9a C02.
Destaca en este sentido la labor de Waldemar Espinosa y Franklin Pease a quien debemos
la orientación de nuestras investigaciones en el sur andino y el acceso a los archivos de Moque-
gua e Indiana.
9 19,21-5!, Edit. Complutense, Madrid, 1993
Revista Complutense de Historia de América. n.
22 Teresa Cañedo-Argaelles
6. DIEZ DE SAN MIGUEL: Visita hecha a la provincia de Chucuito por el año 1567.
Lima, 1964, p. 125 y 130.
6. DIEZ DE SAN MIGUEL, 1964. p. 14.
O. DIEZ DE SAN MIGUEL, 1964, p. 27.
Sobre las encomiendas de esta región ver la obra de A. MALAGA MEDINA: Reduccio-
nes toledanas en Arequipa, Arequipa, 1989, pp. 163-167.
T. CAÑEDO-ARGUELLES: «Proceso de transculturación en el valle de Moquegua. Un
dasaifo a los ecosistemas de «enclave». Boletín de la Sociedad Geográfica de Lima, lOS, ¡992,
pp.: 99-106.
24 Teresa Cañedo-Arguelles
gua, Sama, Capinota y Larecaja9, así como de indios para su beneficio. Don
Martín Cusi informaba a Garcí Díez en 1567 deque
«en Moquegua en los yungas le dan doce indios que le siembran y íe benefician
nueve topos de tierras de maíz y que íes da a aquellos indios cameros y costales para
traer estiercol para beneficio de maíz porque no se coge de otra manera y les da para
ellos coca y ovejas y lana para que se vistan y charqui para que coman y que en
Sama le dan tres indios y que los chinchaysuyos mitimaes de Juli que estan en Mo-
quegua le dan otros dos indios>,’0.
«sujetos a la provincia ide Chucuito/ donde hay tierras y tantos indios tributarios y
se da mucho maíz y otras comidas 1. .1 pues los dichos indios questan en la costa los
puso el Inga desta provincia por mitimaes para el dicho efecto»”.
«En el pueblo de Torata, a ocho días del mes de marzo de mil quinientos setenta y
tres ei señor Juan Gutiérrez flores, Juez de su Magestad y su visitador general en
este partido de Moquegua 1.1 mandé juntar a todos los caciques y principales del
dicho repartimiento y juntos les declaré y di a entender por lengua de Domingo Ta-
carimache /.../ intérprete lo que Don Francisco de Toledo visorrey destos reinos del
Perú manda en el capítulo setenta de su Instrucción que es del tenor siguiente:
Ytem si en algun curacazgo o principalazgo hay dos señores por concierto 1.1 ave-
rigucis a cual de los dos pertenece y el solo quedará por señor porque cese la veja-
ción y molestia de los indios con tener a dos señores a quienes tributar»’6.
Se refiere sin duda el documento a los dos caciques que Garcí Díez de San
Miguel encontró en 1567 en Torata, Don Francisco Poma y DonDiego Pacaxa,
cuyos pleitos por el cacicazgo es posible que vinieran de tiempo atrás. Tal vez
algún Informe de aquel visitador (o del propio Fray Pedro Gutiérrez flores) en
tomo a este conflicto aconsejara al virrey organizar esta cuarta Visita, esta vez
con expreso destino al Colesuyo, para averiguar los derechos que amparaban a
1970, p. 45.
FRAY 1’. GUTIERREZ FLORES, >970, p. 38.
Averiguación que hizo el visitador general Juan Gutiérrez Flores del cacicazgo que te-
nían Don Carlos Pacaxa y Don Francisco Poma a quienes expelió del dicho cacicazgo y dio ti-
tulo del a Don Francisco Chimo. Pleitos por el Cacicazgo de Torata y Moquegua. Torata, 8 de
marzo de 1573. Latin American mss. Peri> Collection, Lilly Librasy, Indiana University (en ade-
lante LLIU).
26 Teresa Cañedo-ArgUelles
cada una de las partes en litigio. Esta Visita a Moquegua y Torata tuvo lugar
entre el 6 de marzo y el 8 de abril de 1573, y en ella el visitador aparecía acom-
pañado del escribano Juan de Vargas y del intérprete Domingo Tacarimache, fi-
gurando como testigos el vicario de Moquegua P. Diego Hernández, su teniente
de gobernador Diego Hernández, así como Francisco Hernández Arjona, Pedro
de Ibarra y Pedro Cansino.
Juan Gutiérrez Flores no lograría resolver el contencioso entre los dos caci-
ques en conflicto ya que Don Carlos Pacaxa y Don Francisco Poma estaban en
realidad representado a cada una de las dos parcialidades hanansaya y hurin-
saya. Los dos centros poblados de Torata y Moquegua no eran sino las cabece-
ras de cada una de estas dos mitades en que el Colesuyo se dividía a instancias
de su gobierno regional desde tiempos Incaicos. No obstante, el visitador tenía
órdenes de librar un solo nombramiento, con lo que las dos parcialidades se de-
bían fundir en una sola eliminándose a uno de los dos caciques. Por si fuera
poco, este visitador tuvo que dirimir dos pleitos simultaneos por la presencia
de un tercer candidato, Don Francisco Chimo, cacique legítimo de la parciali-
dad de hurinsaya y menor de edad, razón por la cual Don Francisco Poma le
asistía a la sazón como «acompañado». Los candidatos eran por lo tanto tres:
Don Carlos Pacaxa, el cacique titular de hanansaya, Don Francisco Chimo, el
cacique titular de hurinsaya y Don Francisco Poma el «acompañado» o se-
gunda persona de este último en hurinsaya.
Ante las complicaciones que se presentaban para la averiguación de los de-
rechos que amparaban a cada uno de ellos, Juan Gutiérrez Flores optó por dejar
el caso en suspenso después de decretar en vano la unificación de todo el Cole-
suyo bajo un solo cacicazgo, alegando que
«por cuanto su /7/ estaba de camino para ir a dar cuenta al Señor visorrey de la re-
sulta de la visita de los mitimaes de este valle f.../ y habiendo dado fin como había
dado a esta visita sería vejación y molestia para los dichos indios detenerse aquí por
solo ese caso porque tardaría mucho en ir a tomar testigos de la provincia de Chu-
cuytos y otras partes por tanto que suspendía esta causa y la remitía al corregidor
que era o fuese de la provincia de Chucuytos»”.
* * *
‘~ Ibidetn.
La organización del poder indígena en el Colesuyo (siglo XVI) 27
«Don Juan Gutiérrez Flores, del hábito de Alcántara, buen entendimiento para go-
bernar españoles e indios, casado y rico, no pretende ocupación por ser algo en-
fermo»”.
A los pies del lago Titicaca descienden, por la pendiente cisandina, peque-
ños ríos cuyas aguas fluyen luego por los llanos hasta verter sus aguas en el Pa-
cifico. A su paso ensanchan las quebradas formando fértiles valles como los de
Sama, Locumba y Moquegua, donde la población yunga del litoral cultivaba
desde tiempo inmemorial algodón, ají y maíz y beneficiaba sus sembrios con
guano de la costa. Estos indios hablaban el idioma «coli» o «cole», por eso los
señoríos aymara del Titicaca llamaban a esta región el Colesuyo. Además de
ellos, vivían también allí los indios pescadores que Santa Cruz Pachacuti iden-
tificara como los camachac&< y cuyo origen pensamos que podría estar en el
pueblo de Machaca, en la provincia lacustre de Pacajes. Como los uros del Titi-
caca, estos hablaban el idioma puquina que dio nombre a uno de los principales
pueblos del valle de Moquegua.
Este contacto entre el Altiplano y los yunga venia desde muy antiguo. Los
últimos avances arqueológicos lo sitúan hacia el 300 a.d.C. cuando el imperio
Tiwanaku inició un descenso sistemático desde la cuenca del Titicaca hacia la
costa’t Sus fortificaciones hacen pensar en una difícil convivencia interétnica
que fue sin embargo posible debido a la carencia en estos valles de una organi-
zación política centralizada. El Colesuyo fue desde entonces escenario de suce-
sivas y a veces simultáneas ocupaciones culturales, unas forasteras procedentes
del Altiplano y otras, como los yunga o los chiribaya, desarrolladas in situ por
efecto tanto de la propia evolución como por el difusionismo derivado del con-
tacto con aquellas. Como consecuencia de ello, a la llegada de los incas la fiso-
nomía de estos valles presentaba ya una rica infraestructura agrícola compuesta
de terrazas, andenerías, canales de riego y puquios (estanques), así como de ex-
plotaciones cupríferas y conjuntos arquitectónicos de cierta envergadura.
Entre los años 1.100 y 1.450 d.d.C., este territorio yunga vio multiplicados
los asentamientos humanos de filiación étnica aymara. Fueron sobre todo los
indios lupaqa y pacaxe quienes, en calidad de mitimaes, protagonizaron bajo el
Incario una bien definida política de complementariedad económica con el Al-
tiplano. Allí los serranos instalaron sembrios de algodón, maíz y ají dispután-
dose los recursos con la población autóctona del Colesuyo. Sus asentamientos
tuvieron que adaptarse al ecosistema yunga y a las condiciones culturales del
medio lo que les obligó a constreñirse en pequeños enclaves relativamente ais-
“ J. SANTA CRUZ PACHACUTI: Relación de antiguedades deste reyno del Pera. Lima,
lados unos de otros’6. Tras la irrupción incaica sobre los señoríos aymara, tam-
bién estos valles fueron incorporados al Incario quedando inscritos en la región
de Contisuyo como parte, ahora, del universo cuatripartito del Tawantinsuyo
incaico.
Garcilaso sitúa el primer contacto de los Incas con estos valles del litoral en
tiempos del cuarto Inca Mayta Capac. La crónica de Pachacuti también revela
algunos pormenores sobre aquel encuentro2’ y aunque sus descripciones asegu-
ran que el Inca no halló entonces oposición por parte de esta población autóc-
tona, la tradición oral que circula todavía hoy por los valles pedemontanos pro-
ximos a Moquegua aseguran, por el contrario, que el Cerro Baúl habría sido
escenario de una pertinaz resistencia20. A este emperador le pareció que el valle
de Moquegua era «tierra fértil y capaz de mucha más gente de la que tenía»29,
por lo que a partir de entonces se intensificaría la afluencia de mitimaes desde
el Altiplano, al tiempo que durante el gobierno de Huayna Capaz se prestaba
por primera vez atención a la organización de su política como luego veremos.
Una vez que los Incas conquistaron los señoríos aymara, los valles del Li-
toral a ellos sujetos mantuvieron e intensificaron sus inveterados vínculos con
la región lacustre. Incluso después de la llegada de los españoles, durante todo
el siglo XVI, este espacio costero siguió llamándose Colesuyo como reconoci-
miento de su indiscutible adscripción a los señoríos del Titicaca. Sin embargo,
como ya se ha comentado antes, los grupos serranos de mitimaes procedentes
del Atiplano (lupaqa y pacaxe) no eran los únicos en disfrutar de este entorno.
Junto a aquellas «colonias» vivía desde muy antiguo la población autóctona
yunga según un sistema de gobierno que aún desconocemos. Se sabe de ellos
que hablaban el idioma «coli» o «cole» y que eran agricultores. Serranos y
yunga se disputarían los recursos e intercalarían sus espacios de dominio apro-
vechando las zonas fértiles que se abrían al paso de las corrientes fluviales de
los ríos Moquegua, Locumba y Sama. Ante este panorama de interpolación ét-
nica se ha dado por supuesto que ya desde el Horizonte Medio los yunga ha-
brían admitido su subordinación a los serranos’~, idea que se fundamenta en la
ausencia histórica de un centro de poder autóctono que aglutinase política-
dores— escenario de la contumaz resistencia que los yunga opusieron al dominio incaico.
O. DE LA VEGA, Inca: Los comentarios reales de los Incas. Buenos Aires, 1967, Vol. 1.
cap. IV.
30 M. ROSTOROWSKI: «La antigua región del Colesuyo». Sociedad Andina, Pasado y Pre-
de Guevara, sobre sus derechos a los cacicazgos de Torata y Moquegua (testimonio de Lorenzo
Chimo>. Moquegua, 6 de agosto de 1589.
La organización del poder indígena en el Colesuyo <siglo XVI) 31
que todo este territorio los caciques lo recorrían «en andas a hombros de in-
dios»”.
Sabemos además que Pan, en razón de su nombramiento como «acompa-
ñado» o «segunda persona» de Tacasi, el cacique de hurinsaya, disponía de tie-
rras en los valles aledaños de Hilabaya, Sama y Tambo’6, lo que nos sugiere
que la jurisdicción de estos caciques trascendería, efectivamente, los límites es-
trictos del valle de Moquegua operando en el ámbito general de la región cos-
tera conocida como Colesuyo. De hecho, desde el punto de vista jurisdiccional
el término Colesuyo fue enseguida identificado con Moquegua tanto por los
funcionarios coloniales como por la historiografía andina.
Otra cuestión a dilucidar es la de si estos caciques principales de Moquegua
y Torata tenían o no jurisdicción sobre las comunidades yunga inscritas en el
ámbito de sus respectivas parcialidades. No tenemos indicios fiables de que así
sea. Los Informes recogidos por Juan Gutiérrez Flores y posteriormente los de-
rivados de los pleitos que se siguieron suscitando en torno a los cacicazgos de
Moquegua y Torata, nos inclinan a pensar que el sistema dual implantado en el
valle desde la región lacustre, al menos hasta el siglo XVII, excluyó de su con-
trol político a la población yunga del Colesuyo. Las relaciones interétnicas en-
tre yunga y serranos debieron discurrir de forma bastante conflictiva como
consecuencia, sobre todo, de una obvia disputa por el control de los recursos
tanto hídricos como agrícolas37. A partir de la llegada de los españoles estos
conflictos se tradujeron en pleitos que constituyen ahora una fuente invalorable
para la constatación de tales supuestos. Uno de estos pleitos es el que sostuvie-
ron los indios carumas contra las autoridades de la parcialidad mitma de hurin-
saya quienes denunciaron ante el corregidor que cincuenta años atrás
«Los milmas-collas 1.1 calladamente y sin consentimiento de los indios canimas
¡.1 entraron a sembrar un pedazo de tierras que llaman Anata y le fueron quitadas y
contradichas por los dichos carumas 1...! que por ninguna causa pueden tener ni tie-
nen derecho alguno a las dichas tierras de Anata ni de Collagun»”.
Los carumas eran indios yunga que hablaban el idioma propio del Cole-
suyo, el coli’9. Don García Capana, su «indio-gobernador», desacataba en 1592
«Ynga Pan /fue/ cacique y señor a quien Guayna Capac Ynga puso por cacique de
este dicho valle y pueblo de Torata de los indios mitimaes»”.
«El primer cacique fue Tacasi puesto por el Ynga de los dichos pueblos que entra-
John Murra fundamenta su tesis sobre el origen aymara de los indios que
poblaban las «colonias» mitma de Moquegua basándose en la antroponimia de
los caciques citados por Garcí Díez de San Miguel, Don Francisco Poma y Don
Diego Pacaxa, y a los que ya nos hemos referido anteriormente”. En realidad
ese Francisco Poma era oriundo de Hilabaya, un valle costero muy próximo a
Moquegua de donde su padre, Pan, fue sacado por Tacasi, el cacique de hurin-
saya, para servirse de él como «criado». Francisco Poma no era pues de Chu-
cuito y, como ya vimos, ni siquiera un curaca legítimo sino un «acompañado».
Después nos ocuparemos más detenidamente de este individuo y de los pleitos
a que su política usurpadora dio lugar. Pero a excepción de este único caso
constatamos que, efectivamente, todos los titulares de los cacicazgos de hurin-
saya y hanansaya procedían de Chucuito donde todavía a fines del XVI resi-
dían los parientes no nucleares más próximo?’.
Antonio de Arévalo Montalvo sobre sus derechos a los cacicazgos de Moquegua y Torata. Testi-
momios de Pablo Curasi del ayllo Curama; Martin Pariaguanaco de Chucuito hurinsaya, Lo-
renzo Charaino de Chucuito Víave; Martín Aguisí de Chucuito hanansaya y Gareja Cauchara
U) de Chucuito Chinchaysuyo; Batista Yuigijana de Chucuito Julí; Tomas Ciagira de Chucuito;
Pablo Yuera de Chucuito Juli y Lorenzo Mamani de Chucuito Plata. Moquegua, 20 de mayo de
1590.
34 Teresa Cañedo-ArgUelles
HURINSAYA HANANSAYA
Curata Jusquera
Layme Queoana
Tacasi y Cabasacaca —los dos caciques principales más antiguos que hemos
podido registrar en la documentación que aquí presentamos— procedían de
Chucuito y fueron nombrados por Huayna Capac instalándose en Torata-hurin-
saya y Moquehua-hanansa~a respectivamente antes de 1530t En cuanto al sis-
tema sucesorio aplicado en el Colesuyo para la designación de estos cacicaz-
gos, poco tiempo después de la llegada de los españoles la historia oral que
todavía circulaba entre los habitantes del valle afirmaba que «el Inga, man-
dando como mandaba, ponía y quitaba los curacazgos en todo este reino»49. To-
dos los informantes coincidían en que los primeros titulares habían sido elegi-
dos por Huayna Capac. Nos consta, sin embargo, que posteriormente
(probablemente como consecuencia de los disturbios subsiguientes a la irrup-
48 Segón las conclusiones de Concepción Bravo Guen-cira, Huayna Capac moriría hacia el
año 1530, por lo que estos sucesos serian necesariamente previos a esa fecha. C. BRAVO ODE-
RREIRA: «La muerte de Huayna Capac, 1530: precisiones cronológicas». Revista de Indias,
t47-148, l971.p.2l.
~‘ Vid, nota 16. tnforme de Francisco Poma.
Lo organización del poder indígena en el Colesuyo <siglo XVl) 35
ción española) el Inca delegó esta función en los señoríos aymara de la región
lacustre, recuperándose así el control que desde antiguo venían ejerciendo los
señoríos lupaqa y pacaxe sobre los enclaves mitma del litoral.
Tras la designación de los dos primeros curacazgos en las personas de Ta-
casi y Cabasacaca, el sistema hereditario se aplicó en Moquegua con la mayor
frecuencia priorizándose la descendencia legítima sobre la bastarda siempre y
cuando se tratara de individuos hábiles para el ejercicio del gobierno. Así que
en el Colesuyo
«el Inga daba los cacicazgos a quien quería, a las personas que tenían habilidad para
0.
gobernar y no era ley que heredasen los hijos los oficios cuando eran inhábiles»’
En tiempos incaicos se consideraban legítimos a
«los hijos de la mujer que en aquel tiempo daba el Ynga a los caciques para que se
respertase como mujer legítima para que los hijos de ella heredasen el cacicazgo»’.
Ibidem.
“ Para que se reconociera en términos jurídicos la condición «inmemorial» de una costum-
bre indígena, esta debía tener su arraigo en la «gentilidad» o «tiempo de los Incas». C. DIAZ RE-
MENTERIA: El cacique en el virreinato del Perú. Sevilla, 1977, p. 115.
36 Teresa Cañedo-ArgUelles
el fragmento de una Provisión expedida por este virrey con motivo la Visita de
Juan Gutiérrez Flores al Colesuyo:
«Don Francisco de Toledo, mayordomo de su magestad, visorrey /7/ por las infor-
niaciones que mandé hacer a los visitadores /7/ y nombrar caciques principales de
los repartimientos de este reino /7//según la] orden que antiguamente tuvieron /7/ e
acordado que /7/ se provean de aquí adelante a los hijos de los caciques que murie-
ran que más habilidad y cristiandad tuvieran e teniendo edad para ello e no la te-
nicado a los hermanos e parientes e otros indios /7/ que sean de la dicha suficiencia
y virtud, que esta sea la mas principal herencia y subcesión que tenga para ¡suceder
eril los dechos cacicazgos /7/ y se haga segun /13 forma susodica que es en la cos-
tumbre /7/que se halla que sucedían los dichos caciques cuando esta tierra se descu-
brió y conquistó sin embargo que procedía de hombres tiranos, ha parecido que pues
esto hacían se debía mandar guardar 1?! las instituciones /7/los visitadores com’sa-
nos que nombré /para/ la Visita General de este reino, mandé supiesen y averigua-
sen los caciques viejos que había en los repartimientos de sus distritos proveidos por
los Incas y los hijos que /7/tuvieren, y de la habilidad, suficiencia y cristiandad y
edad de los dichos sus hijos para que teniendo la dicha edad, habilidad y cristiandad
les mande dar los títulos de cacicazgos /..
~ LLIU. Provisión de título dada por el virrey Don Francisco de Toledo para los cacicaz-
gos de Torata y Moquegua. Traslado de un original presentado ante el corregidor Don Diego
Mazo de Alderete por Pedro Conta en demanda del reconocimiento de sus derechos a los caci-
cazgos de Torata y Moquegua. Arequipa, 2 de octubre de 1575.
La organización del poder indígena en el Co¡esuyo (siglo XVI) 37
>~ Vid, nota 16. Memoria presentada por Don Carlos Pacata en demanda del reconoci-
los caciques heredaron con frecuencia sus cacicazgos cuando aún no habían al-
canzado la mayoría de edad. Pero no fue esta la única razón que explica la recu-
rrencia de estas figuras en la parcialidad de hurinsaya. El caso de su primer titu-
lar, Tacasi, ilustra sobre otras poderosas razones que subyacían tras el
nombramiento de estas figuras, principales promotores de los conflictos suscita-
dos en el Colesuyo por la titularidad de los cacicazgos y que motivaron la visita
extraordinaria encomendada a Juan Gutiérrez Flores en 1573. Este cacique, Ta-
casi, en un momento de su trayectoria política quedó
«incapacitado para gobernar [por estar] lleno de canches que por eso no parecía
ante el Ynga a negociar como tal cacique por lo que Guayna Capac puso en su lugar
0’.
solo en el dicho valle de Torata a Ynga Pan>
«el execrable y horrendo crimen de que son autores los indios de esta doctrina
[quienes] por emulación o envidia o particulares resentimientos suministran una
confección diabólica que se denomina ccara y que produce en los individuos que
ingieren el producto los efectos más abominables. Hacen horrible el rostro infectan
la masa de la sangre y quitan la vida paulatinamente, la materia de que se compone
y el modo de darlo que a lo menos en un principio no puede menos que ser por
pacto explícito del demonio y por lo que he sabido en el confesionario y por pú-
blica voz es: toman un sapo lo cierran en una olla nueva de barro allí le dan por ali-
mento maíz amarillo o negro el estiercol de este lo mezclan en la comida o en la
bebida y luego que el infeliz sin saberlo ha tomado aquello empieza a sufrir una ar-
derencia insufrible en la masa de la sangre. Si hay efervescencia salen unas man-
chas deformes por lo regular en la cara y cuando se introduce el veneno quita ins-
tantáneamente la vida»”.
«un mal de cara que dicen semifanda y era público en todo Torata y este valle que
era hechicero y que tenía polvos con que daba ese mal de la cara y porque era tan fa-
moso ese dicho Tacasi en dar ese mal mandó el Ynga [2] a Ynga Pan que hiciese
justicia del dicho Tacasi a pedimiento de todos los indios de Torata y este valle [de
Moquegua] y este dicho Tacasi murió de su enfermedad ante el temor de que el
Ynga le mandara matar»”.
«con un presente para el Ynga [.1 y cuando volvió del Cuzco de llevar el presente
al Ynga Guayna Capac trajo duho que se lo dio el dicho Inga como a cacique princi-
pal»61.
Fue así como este individuo de origen yunga se hizo con el poder de los
mitimaes serranos de la prcialidad de hurinsaya. Su nombramiento como
«acompañado» lo recibió del propio Huayna Capac revistiendo todos los atri-
butos inhrentes a los de un cacicazgo principal,
“como tal principal vino en andas del Cuzco al valle /siendo/ obedecido, temido, re-
verenciado y acatado»’~.
Su hijo, Francisco Poma, es el cacique que Garcí Díez de San Miguel en-
contrara en su visita a Torata y tanto este como su nieto, Pedro Conta, se man-
tuvieron en el puesto de «acompañados» de la parcialidad de hurinsaya y si-
guieron abrigando las mismas infulas de poder que su antecesor. El último
heredó además sus habilidades hechiceras que utilizó, al igual que Pari, como
mecanismo de coacción para hacerse con el poder. Para la fecha en que este
«acompañado» detentaba la lugartenencia de aquella parcialidad, hacía más de
cincuenta años que los españoles habían irrumpido en el valle. Jueces y visita-
dores eclesiásticos, los únicos que basta aquel momento ejercieron una cierta
labor de control sobre la población indígena, habían castigado «reiterada-
mente» a Pedro Conta «por ser indio idólatra y hechicero». Los testimonios de
los propios indígenas coincidían en que «había muerto públicamente a muchos
indios e indias con sus hechizos», cualidad que sin duda le dio pábulo para
ejercer sobre la población indígena una poderosa influencia. Con ocasión de
los numerosos pleitos que promovió, fue acusado de presentar para sus Pro-
banzas a indios sobornados y coaccionados bajo
«amenazas que Jos ha de maltratas y a otros que les hará bien [...] y asimismo Jos
dichos indios podrían temer y recelar del dicho Don Pedro Coma porque no les de
alguna cosa con que mueran por ser como es famoso hechicero y asimismo [lo es] la
mujer de Don Pedro Corita como es público y notorio y pública voz y fama»”,
“ Ibídem.
63 Vid, nota 41. Probanza de Martín Cutipa.
“ Ibídem.
La organización del poder indígena en el Colesuyo (siglo XVI) 41
cialidad de hurinsaya. A Francisco Poma y Pedro Conta, su hijo y nieto, les co-
rrespondió «acompañar» a los siguientes caciques de hurinsaya para asistirles
durante su minoría de edad, pero Francisco Poma se apoderó «tiránicamente»
del mando en tiempos de Layme, permaneciendo igualmente en tiempos de su
hijo Gaspar Cutipa
«por ser el dicho Gaspar Cutipa enfermo y no poder 1. . . / ni resistir la tiranía del di-
cho D. Francisco Poma»”.
“ Ibídem.
~ Ibídem.
67 Vid, nota 16.
Todas estas prerrogativas que los caciques alcanzaron nos llevan a entender
la importancia que para los indios llegó a suponer el acceso a los cacicazgos, y
los pleitos que tanto ellos como sus «acompañados» promovieron para lograr
“ Ibídem.
“ Vid, nota 41. Probanza de Martín Cutipa.
La organización del poder indígena en el Colesuyo (siglo XVI) 43
su posesión. A ello colaboró sin lugar a dudas la presión ejercida por la admi-
nistración española obstinada en desmantelar la estructura dual del poder.
asunto del que ya se ha tratado en páginas anteriores.
Por otra parte hay que tener en cuenta también el hecho de que no estuviera
instituida la fórmula hereditaria como laúnica posible para la sucesión de los caci-
cazgos. Esta ambigliedad dio pábulo a la aspiración de otros candidatos al «duho»
y a la «tiana». Fueron los «acompañados» que pudieron esgrimir ciertos derechos
otorgados a sus antepasados en relación con el ejercicio del poder y que estos ava-
laron merced a las influencias adquiridas durante el desempeño de sus cargos.
Las Probanzas presentadas a Juan Gutiérrez Flores por cada una de las partes,
así como los pleitos subsiguientes a aquella Visita, han permitido acceder al cono-
cimiento de diversos aspectos del sistema cultural vigente en los enclaves del Co-
lesuyo, algunos de los cuales relacionados con la organización del poder loca] he-
mos presentado aquí. Nos referiremos ahora a los pleitos que sostuvieron los
distintos candidatos al cacicazgo en demanda del reconocimiento de sus legítimos
derechos.
Como puede verse en el cuadro, Francisco Chimo y Carlos Pacaxa eran en las
fechas de esta Visita los caciques de hurinsaya y hanansaya respectivamente. El
primero de ellos, como menor de edad, estaba asistido a la sazón por su «acompa-
ñado» Francisco Poma. En los Informes solicitados por Gutiérrez Flores para ave-
riguar los derechos que amparaban a cada uno de ellos, Francisco Poma presentó
al visitador la candidatura única de su parcialidaddesestimando la legitimidad del
cacicazgo de hanansaya. La contradictorias informaciones obtenidas por el visita-
dor entre los «indios viejos y antiguos», se explica en un contexto de coacción
ejercido claramente por este «acompañado», quien vio en los propósitos de la Vi-
sita una coyuntura propicia para lograr que se reconociese su parcialidad como la
única legítima del Colesuyo. Un paso más le permitiría usurpar este cacicazgo y
quedar como único titular del gobierno en la región.
La primera cuestión era entonces avalar la propuesta centralizadora del visita-
dor y tratar para ello de demostrar la inexistencia en el Colesuyo de dos parciali-
dades. Para ello este «acompañado» presentó sus Probanzas valiéndose de testigos
claramente coaccionados. La presencia de Carlos Pacaxa a] frente de hanansaya
contradecía este planteamiento, pero se «solucionó» negando la legitimidad de
este curaca en base a que
«su cacicazgo fue proveido por los caciques de la provincia de Chucuyto después que
entraron los españoles en este reyno 1.1 sin haber ni tener título ni derecho para
7.
ello»
«Primeramente fue.mi abuelo visitador fil y nombraron /7/ para que guardasen/l/la
tierra de los Yngas de este valle P/ados principales Cabasacaca de la parcialidad de
hanansaya y de la parte de hurinsaya habían nombrado a un principal llamado Ta-
casi y esos dos principales fueron nombrados de aquel tiempo y después de mu-
riendo aquel principal fue su hijo llamado Jusquera de la parcialidad de hanansaya y
de la parcialidad de hurinsaya fue un principal hijo del dicho Tacasí llamado Curata
y después de luego murió y después mandaron a un principal llamado Qucona y de
la parcialidad de hurinsaya había mandado los indios de este valle el hijo del dicho
Curata llamado Layme y como no había principales de la parcialidad de hanansaya
le habían nombrado /a otro cacique/ llamado Vica y estuvo enviado de un cacique
llamado Cari para que gobierne de este valle de Moquegua luego se murió 1.. .1 y
después me nombré el señor corregidor llamado Hernando de Padilla y así goberné
y mandé este valle treinta años poco más o menos hasta ahora»”.
«de aquí adelante en ningún tiempo lo tenga’ ni use d¿ el 1. -.1 y se vaya a la dicha
provincia de Chucuyto de donde es natural o se esté en este dicho repartimiento /.../
que en uno de los dos ha de pagar su tributo y tasa»”.
“ LLÍ U. Informe de Don Carlos Pacaxa ante el teniente de gobernador del valle de Moque-
a Gutiérrez flores a volver a convocar testigos para una nueva Probanza. Estos
nuevos testimonios coincidieron en afumar que ambos eran caciques
«y que a cada uno le hacían igualmente diez topos de chácaras y que esto se ha guar-
dado desde tiempo de Pan /.../ y que es verdad que cuando mandaban Don Carlos
Layme y Don Francisco Poma, aunque gobernaban ambos juntos se tenía en mas y
4.
por más derecho cacique al dicho Don Carlos Layme»’
«al presente no tiene experiencia de mandar ni gobernar como conviene mando que
fle asista/por su coadjuntor y acompailado Don Francisco Poma»”.
«tiana y otras insignias de cacique... para él y para sus descendientes /.../ y sucedió
en las chácaras que tuvo en este dicho valle por razón del dicho cacicazgo»”.
Al tiempo de hacerse estas apelaciones por parte de Carlos Pacaxa y de
«para ir a dar cuenta al Sr. visorrey de la visita de los mitimaes de este valle»,
«sería vejación y molestia para los indios detenerse aquí por solo ese caso porque
tardaría mucho en ir a tomar testigos de la provincia de Chucuytos y otras partes»”.
~‘ LLIU. Petición de Francisco Poma ante Juan de Vargas, escribano de la Visita de Juan
Gutiérrez Flores, sobre la averiguación de sus derechos a los cacicazgos de Torata y Moquegua.
Moquegua. 8 de abril de ¡573.
46 Teresa Cañedo-Argíielles
» Ibídem.
~‘ Vid, nota 54.
~‘ Vid, nota 50.
48 Teresa Cañedo-Arguelles
«Don Femando de Torres Portugal, conde del Villar, visorrey y gobernador destos
reinos /7/ Presidente en la Real Audiencia y Chancillería fil por cuanto que por parte
de Don pedro Conta, cacique principal del valle de Moquegua sobre el cacicazgo de
la parcialidad de hanansaya y urinsaya por haber sido de sus antepasados, al cual di-
cho cacicazgo pretendía Don Carlos Pacaxa, y que por la dicha Real Audiencia se
proveyó Auto ea su favor fi/Por mi visto lo susodicho juntamente con el testimonio
del pleito y Autos que en la dicha Real Audiencia de los Charcas se habían tratado
entre él y el dicho su contrario, acordé dar e di la presente en nombre de Su Mages-
tad, y en virtud de los poderes e comisiones que de su persona real tengo, nombro.
elijo e proveo a> dicho Don Pedro Conta por caci¿¡ue principal de las dichas parcia-
lidades fi/para que por todos los días de su vida /7/ pueda usar y ese el dicho cargo
de cacique principal de las dichas parcialidades en todas las cosas y casos fi/mando
al corregidor del dicho repartimiento del valle de Moquegua le de la posesión el y
no consienta que sea desposeido del fil y haga acudir con el salario, servicio y bene-
ficio de chácaras que por la tasa del dicho repartimiento le está señalado /7/. En la
ciudad de Los Reyes, a 15 de enero de 1588. Conde del Villar Sandoval»”’.
83 Vid, nota 50. Provisión de cacicazgo otorgada por el virrey Conde del Villar presentada
por Pedro Conta como recaudo de sus derechos. Se firma en Los Reyes, a 15 de enero de 1588.
84 Ibídem.
“‘ Vid, nota 55
La organización del poder indígena en el Colesuyo (siglo XVI) 49
«si el dicho Don Francisco menor muriese haya y herede el dicho cacicazgo el dicho
Don Pedro Conta y sus hijos»~t
«de haber cacique que gobierne en los dichos pueblos de Torata y Moquegua para
que acuda a las cosas tocantes al servicio de su Magestad e bien común e gobierno
8’.
de los naturales de dicho repartimiento»
86 Vid, nota 50. Acuerdo de Pedro Conta y Don Carlos Pacaxa en el pleito por los cacicaz-
gos de Torata y Moquegua. Moquegua, 28 de mayo de 1587
LLIIJ. Informe del teniente de gobernador de Moquegua, Pedro de Guevara. Moquegua,
15 de abril de 1590.
50 Teresa Cañedo-Arguelles
yo muchacho y no tener favor he tenido usurpado el dicho mi cacicazgo por Don Fe-
dro Conta contra toda razón y justicia el cual cacicazgo después de mi fin y muerte
pertenece al dicho Don Martín Cutipa mi tío como a hijo legítimo de Don Gaspar
Curata y hermano del dicho Don Gaspar Cutipa mi abuelo y hijo del dicho
8.
Layme>0
«Por cuanto consta por las informaciones que he tomado y recibido de las partes y
de los testigos y por lo que se ha informado muchas veces de particulares indios y
caciques de este partido así de indios viejos de este dicho valle y repartimiento de
Torata como de españoles que tienen noticia de esta causa por haber muchos años
que residen en este dicho valle y saberse clara y manifiestamente el derecho y justi-
cia del cacicazgo /7/del dicho Don Martín Cutipa fi/por venirle de línea recta desde
eí tiempo del Inca /?/ y que el dicho Don Pedro Conta fi/que al presente es cacique
de dicho repartimiento no tiene derecho y ha mandado hasta ahora tiránicamente el
dicho cacicazgo por haber alcanzado Provisiones con siniestra telación y pleitos fil
y así es heredero legítimo del dicho Don Francisco Layme Don Martin Cutipailla
/quien/ tiene habilidad suficiente para la ejecución de dicho oficio de cacique princi-
pal de dichas parcialidades fi/lo cual es al contrario del dicho Don Pedro Conta por
ser indio de mala vida y fama y haber sido castigado por hechicero como consta por
los testimonios que están en dicha causa»89.
Se daba así por concluida la causa que el visitador Juan Gutiérrez Flores
dejara pendiente tras su Visita de 1573. Dos años más tarde, en 1594, todavía
Pedro Conta volvería a presentar un recurso ante la Audiencia contra este vere-
dicto y de cuyos resultados no se tienen todavía noticias.