Estrategias de Memoria y Olvido
Estrategias de Memoria y Olvido
Estrategias de Memoria y Olvido
Louis Wirth, "El urbanismo como forma de vida" (1938), en Mercedes Fernndez
Martorell, ed., Leer la ciudad, Icaria, Barcelona, 1988, p. 45.
3
Ibdem p. 41.
4
Colette Ptonnet, "Variations sur le bruit sourd d'un mouvement continu", en Jacques
Gutwirth y Colette Ptonnet, dirs., Chemins de la ville. Enqutes ethnologiques, Editions
du CTHS, Pars, 1987, p. 248.
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10
No es casual que las autoridades municipales bautizaran con el nombre de Nova Icria
el barrio residencial construido con motivo de las Olimpiadas de 1992. Con ello
recordaban que los terrenos sobre los que se levantara el nuevo barrio fueran los que los
seguidores catalanes de Cabet eligieran para su falansterio. Por supuesto que las posturas
crticas con respecto de la poltica municipal han enfatizado la impostura que supone
confundir el proyecto de comunismo utpico de la Nova Icria inspirada por Cabet en
Barcelona, con lo que ha resultado ser en realidad una "nueva Copacabana para postales de
turistas" (Eduard Moreno y Manuel Vzquez Montalbn, Barcelona, cap a on vas?,
Llibres de l'Index, Barcelona, 1991, p. 101).
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11
Ibdem, p. 148.
Josep Maria Montaner, "El arte en la calle", El Pas, Madrid, 23 de noviembre de 1991.
Gaston Bardet, L'urbanisme, Edicions 52, Barcelona, 1964, p. 99.
16
Gaston Bardet, Lurbanisme, Edicions 52, Barcelona, 1964, p. 99.
17
Oriol Bohigas, Proceso y ertica del diseo, La Gaya Ciencia, Barcelona, 1978, p.
149-50.
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18
ciudadana."
Tal voluntad pedaggica y de refuerzo de la identidad es uno de los
vectores centrales de la poltica de ritualizacin del espacio urbano en que las
autoridades pblicas barcelonesas se encuentran comprometidas. En general, la
direccin que toma la ordenacin simblica del medio ambiente urbano en
Barcelona adopta como objetivo disminuir los dinteles de ruido semntico y
funciona, como toda ritualizacin, en orden a desatascar el exceso de informacin
que una ciudad siempre genera. Mucho ms si se trata de una urbe como
Barcelona, extremadamente sobrecodificada y escenario de mutaciones
constantes, factores stos que se aaden a la exuberancia perceptiva a que
siempre ha tendido la tradicin vernacular de las ciudades mediterrneas. Esta
intencin de esquematizar y hacer difanos al mximo los ndices cognitivos y de
colocar los resultados de esta reduccin en un cdigo elemental al servicio de
focalizaciones de identidad podra perfectamente haber sido inspirada por Kevin
Lynch: "Al hablar del sentido de un asentamiento, me refiero a la claridad con
que se puede percibir o identificar, y la facilidad con que sus elementos pueden
ser relacionados con otros acontecimientos y lugares en una representacin
coherente del tiempo y del espacio, y que esta representacin se pueda conectar
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con conceptos y valores no espaciales."
En esta labor a que se han entregado en los ltimos aos
enfebrecidamente las autoridades polticas barcelonesas, consistente en una
metaforizacin territorial destinada a proveer de sentimientos de identidad, es
ostensible que juegan un papel fundamental las operaciones de dramatizacin
espacial, sobre todo por lo que hace a la hipervaloracin del testimonio
arqueolgico. Este ltimo aspecto implica una cierta concesin a las
formulaciones de identidad que bien podramos llamar tradicionales, que obtienen
sus fuentes de legitimizacin en un pasado histrico ms o menos adaptado, del
que se procura hacer proliferar las evocaciones. Es evidente que la nueva
etnicidad barcelonesa no ha renunciado a los programas esencialistas -con formas
adaptadas a los axiomas estticos del gusto posmoderno, es cierto-, apoyados en
la invocacin constante de un pretrito del cual el ahora pretende mostrarse a un
tiempo como prolongacin y como proyeccin. Este recurrir a las esencias
morfolgicas y a estructuras mostradas como trascendentes queda reflejado en la
multiplicacin de lugares de memoria, puestas en valor de segmentos del
territorio que tan tiles se han demostrado para la habitabilidad intelectual de
cambios vertiginosos y desfiguradores, tanto culturales como tecnolgicos y
topogrficos.
El Ayuntamiento de Barcelona es plenamente consciente de la la
importancia crucial de una poltica de lugares, o lo que es lo mismo de una
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poltica de la memoria. Intenta con ello hacerse con el dominio de aquellos
mecanismos enunciadores mediante el que todo territorio puede ser pensado.
Son esos los que acuerdan concederle a los lugares propiedades lgicas, entre las
18
Ibdem, p. 157.
Kevin Lynch, La buena forma de la ciudad, Gustavo Gili, Barcelona, 1980, p. 108.
20
En efecto, los lugares slo existen por la memoria los identifica, los sita, los nombra y
los integra en un sistema de clasificacin ms amplio. Dicho de otro modo: un sitio slo lo
es porque un dispositivo de enunciacin puede decir o pensar de l algo que por l es
recordado. Un "lugar" es, por tanto, siempre un "lugar de memoria".
19
Como se ve, he trasladado aqu al plano de las eficacias simblicas lo escrito por JeanPaul de Gaudemar en el captulo "La ciudad tomada" de su La movilizacin general, La
Piqueta, Madrid, 1981, pp. 231-249.
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espacios recin troquelados. Pero cabe remarcar sobre todo la autntica obsesin
que los responsables de la monumentalizacin parecen experimentar por
preservar edificios supuestamente proveedores de una identidad espacial -la
batalla por la plaza de toros de Les Arenes, por ejemplo- y, muy especialmente,
por convertir restos fabriles -sobre todo las grandes chimeneas- en verdaderas
capillas de memoria colectiva. Ruinas industriales que son insertadas, con
frecuencia presidindolos, en los nuevos paisajes arquitectnicos -como muchas
de las hipnticas "plazas duras"- con los que los diseadores de la Barcelona
olmplica se han ganado el prestigio internacional. La funcin de estos pecios,
testimonios de la etapa en que Barcelona era un gran conglomerado de fbricas y
talleres, es el constituirse en documentos que demuestren fsicamente y hagan la
apologa de un pasado histrico reciente en que la vitalidad de la ciudad alcanz
sus ms altas cotas creativas. Me refiero a ese momento -trgico, pero idlico en
tanto el Estado se haba replegado casi completamente de escena- en que, en las
primeras dcadas del siglo, Barcelona se haba abandonado a sus propias
energas, encarnadas incompatiblemente y entre frecuentes espasmos de
violencia, por una burguesa consciente de su papel histrico y por fuerzas
populares agrupadas en torno al anarquismo y el republicanismo radical. Es esa
etapa convulsa, y al mismo tiempo sublime, en que la ciudad mereci el nombre
mitolgico de Rosa de Fuego. Todo nuevo espacio construido bajo el signo del
diseo de vanguardia pasa a concebirse como un museo arqueolgico al aire libre
que evoca esa gloria pasada de virtudes fundadoras. Sin ninguna utilidad,
existente slo para significar la perenidad de semejante modelo histrico, la
misin de estos sitios-relicario es recordarle a todo vecino su condicin de
heredero de la memoria de quienes le antecedieron all y ya no estn, sus
antepasados espaciales.
El destino de tales estrategias basadas en la arqueologizacin de ruinas
industriales es el de conservar, enaltecindolos, determinados elementos
ideosincrticos de todo territorio sujeto a mutaciones urbansticas. Una prctica lo
bastante selectiva, por cierto, para no impedir la destruccin de mbitos
emblemticos de barrios enteros, como la Barceloneta, o el desguace de una
parte sensible del Casco Antiguo. Aspecto ste que nos advierte de que toda
poltica de produccin de identidad requiere, como se ha visto, una
institucionalizacin de la memoria, pero, precisamente por ello, al mismo tiempo
una institucionalizacin igualmente severa del olvido. El escamoteamiento, la
ocultacin, el borrado de todos aquellos aspectos que pudieran resultar
inconvenientes o intiles en orden a significar pasa a ocupar un lugar de la
mxima importancia en la confeccin de una cultura urbana homognea. Lo que,
por cierto, vuelve a advertirnos de la deuda que los mecanismos de produccin
de identidad actualmente desplegndose en las ciudades tienen con respecto de
aquellos que propiciaron en el siglo pasado, y por la va de lo que Hobsbwan
llam "la invencin de tradiciones", los nacionalismos polticos modernos. En
efecto, fue Ernest Renan quien llam en aquel momento mismo la atencin sobre
el papel que jugaba la amnesia en la formacin de las naciones y los
nacionalismos: "L'oubli et, je dirais mme, l'erreur historique sont un facteur
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essentiel de la cration d'une nation" (Qu'est-ce qu`une nation, 1882). Porque
22
Ernest Gellner ha reclamado para esta intuicin de Renan la importancia que merece en
el anlisis de los actuales procesos de construccin de las identidades nacionales (cf. "El
11
"Se usa disonancia estructural para indicar una situacin en la que los productos de las
unidades de accin no tienden a reforzar un mismo proceso adquisitivo que es central para
el sistema" (Ral A. Hernndez y Raquel G. Mochkofsky, Teora del entorno humano,
Nueva Visin, Buenos Aires, 1977, p. 89).
26
Ezio Bonfanti, "'Funzionalismo' e 'Monumentalit'", Controspazio, Roma (mayo-junio,
1972). Citado en Bohigas, Proceso y ertica..., p. 159.
27
La intercambiabilidad entre las esferas arquitecturales y festivas puede quedar
perfectamente explicitada. As, uno de los arquitctos ms crticos con respecto a las
realizaciones de la Nueva Barcelona, Xavier Monteys, se refera a los nuevos edificios de
Barcelona en su conjunto como un autntico "baile de disfraces" (en "Projecte: Barcelona,
Avui, Barcelona, 13 de febrero de 1994). Ha esta cuestin ya me he referido en dos
trabajos: Manuel Delgado, La festa a Catalunya, avui, Barcanova, Barcelona, 1992, y
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29
Sobre la discusin entre Maragall y d'Ors a propsito de Barcelona, cf. Eugenio Tras,
El pensamiento cvico de Joan Maragall, Pennsula, Barcelona, 1984, y La Catalunya
ciutat i altres assaigs, L'Aven, Barcelona, 1984.
30
Miguel de Unamuno, "Sobre el problema cataln: Oposicin de culturas", El Mundo,
Madrid, 13 de febrero de 1908 (en Meditaciones y ensayos espirituales, volumen VII de
Obras Completas, Escelicer, Madrid, 1967, p. 454).
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31
Ibidem, p. 120. A hacer notar que una cierta tradicin historiogrfica -Pierre Vilar,
Manuel Arranz, Jordi Maluiquer, Joaquim Albareda, entre otros- fue recuperada para
justificar con argumentos histricos esa vocacin por hacer de Barcelona la esencia de la
catalanidad, frente al romanticismo nacionalista. Una sntesis de tales enfoques la brind
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