H de Lubac El Misterio Del Hombre en El Misterio de Dios

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H.

DE LUBAC: EL MISTERIO DEL HOMBRE


EN EL MISTERIO DE DIOS
JOS M. GALVN

This article explains how Henri de Lubac contributed during the


20th century to the renewal of contemporary theology, and sustains
the thesis that Lubac played a decisive role in the area of interreligious dialogue.
Keywords: H. de Lubac, teologa contempornea, dilogo interreligioso.

1. HENRI DE LUBAC EN LA TEOLOGA DEL SIGLO XX


Nacido en 1896 y fallecido en 1991, Henri de Lubac abarca la
totalidad del siglo XX. De este siglo ha vivido intensamente las
ms importantes vicisitudes. Estudi el bachillerato en el colegio
de los jesuitas de Notre-Dame de Mongr en Villefranche (Rhne),
en el que haba estudiado tambin Teilhard de Chardin; inici la
carrera de Derecho en la Facultad catlica de Lyon, que abandona
para entrar en la Compaa de Jess (1913), en la que se orden
sacerdote en 1927. Todava muy joven particip en la Primera
Guerra Mundial, en la que resulto herido dos veces, la ltima de
gravedad (sufri las secuelas toda su vida); terminado el conflicto
continu su preparacin intelectual filosfica e teolgica en los
principales centros de formacin de la Compaa en Francia e
Inglaterra.

Anuario Filosfico, XXXIX/1 (2006), 163-177

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En el segundo conflicto mundial, durante el periodo de la invasin alemana en Francia, se empe activamente en la difusin del
espritu cristiano para contrarrestar el efecto negativo de la ideologa nazi, sufriendo entre 1942 y 1944 frecuentes arrestos; su decidido enfrentamiento con esta ideologa, que en ningn caso tuvo un
carcter violento, intentando siempre mantener un dialogo critico,
se manifest en los Cahiers du tmoignage chrtien; fruto de este
periodo es su reflexin sobre el humanismo ateo y sobre
Proudhon1.
De todas formas, su papel principal en el siglo pasado est ligado al desarrollo de la teologa contempornea, del cual ha sido
sin duda uno de los motores fundamentales. Su contribucin a la
renovacin de la teologa antes, durante y despus del Concilio Vaticano II2 y su participacin central en el que se puede considerar el
debate teolgico ms importante del siglo (la cuestin del sobrenatural3) le han dado un lugar preeminente en la historia teolgica
reciente; este debate ha marcado de forma indeleble toda su existencia. Su aportacin en el campo de la historia de la teologa y de
la exgesis, no obstante sus interpretaciones no hayan sido siempre
aceptadas por todos pacficamente, es impresionante4. No falt
__________________________

1. Le drame de l'humanisme athe(1944); Proudhon et le Christianisme


(1945).
2. Entre los muchos temas tratados sealamos: en eclesiologa, Catholicisme
(1938), Corpus Mysticum (1944), Le fondament thologique des Missions (1947),
Mditation sur l'glise (1953), Paradoxe et mystre de l'glise (1967), Les glises particulires dans l'glise universelle (1971); en antropologa teolgica, De la
connaissance de Dieu (1941) y su revisin notablemente incrementada Sur le chemins de Dieu (1954), Paradoxes (1949), Affrontements mystiques (1950).
3. Sobre todo sus dos obras ms importantes, que sern tambin la base bibliografica fundamental del presente trabajo: Surnaturel (1946), e Le Mystre du
surnaturel (1965).
4. En el mbito de la teologa positiva hay que destacar el estudio sobre la
exgesis de Origenes Histoire et Esprit (1950), los cuatro volmenes de Exgse
mdivale (1959-1964), L'criture dans la Tradition (1966), y adems la fundacin en 1942, junto con Jean Danielou, de la coleccin Sources chrtiens. De
Lubac ha visto siempre en el recurso a la Tradicin no solo una fuente segura de
la teologa, sino tambin un adecuado antdoto a la deshumanizacin de la poca
contempornea, demasiado pragmtica y agitada: cfr La pense religieuse du Pre
Teilhard de Chardin (1962), p. 16.

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tampoco en su produccin el inters por uno de los temas ms importantes en la Iglesia contempornea: el dialogo interreligioso5.
Sirva tambin como manifestacin de su importancia el hecho
de que Henri de Lubac ha mantenido relaciones, muchas veces de
amistad profunda y sincera, con gran parte de los autores fundamentales de la teologa europea del periodo: M. Blondel, P.
Teilhard de Chardin, A. Valensin, Y. de Montcheuil, J. Monchanin,
H. U. von Balthasar, Y. Congard, J. Danielou, son solo algunos
nombres de su lista de amigos ntimos6. El Concilio Vaticano II, en
el que trabaj como perito, fue la ocasin en la que naci una de
las ms significativas relaciones de amistad: la que mantuvo con
Karol Wojtyla, futuro papa Juan Pablo II, que lo nombrar Cardenal en 1983.
La bibliografa sobre la obra de De Lubac es abundante y, cosa
curiosa en un autor tan reciente, bastante concorde. Cambia, sin
duda, la valoracin de su teologa, sobre todo en lo que se refiere al
problema del sobrenatural, que caus su temporal apartamiento de
la enseanza entre 1950 y 1958 con motivo de la publicacin de la
encclica Humani generis de Po XII; pero es difcil encontrar una
interpretacin discorde de las ideas contenidas en sus escritos.
Desde luego, no es un autor hermtico, no obstante su pensamiento
no se expone habitualmente en forma directa, sino como consecuencia de un hacer hablar a la historia y a la tradicin; una de sus
principales virtudes como telogo consiste en la gran capacidad de
unir profundidad y claridad.

__________________________

5. Aspects du Bouddhisme, 2 vol. ((1951-1955)


6. Cfr. H. VORGRIMLER, Henry de Lubac, in P. VANZAN y H. J. SCHULZ
(ed.) Lessico dei Teologi del secolo XX (Mysterium salutis vol. 12 Supplemento),
Queriniana, Brescia 1978, pp. 421-428. En concreto sobre su relacin con
Maurice Blondel, quizs la ms significativa junto con la de Teilhard de Chardin,
cfr A. RUSSO, Henri de Lubac: teologa e dogma nella storia. L'influsso di Blondel, Studium, Roma 1990.

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2. ASPECTOS GENERALES DE SU METODOLOGA


Aunque no podemos detenernos en esta cuestin, hay que decir
que ha sido generalmente reconocido que el mtodo teolgico de
De Lubac es fundamentalmente sinttico y unitario, y que a esto
llega sobre todo por una aplicacin a la teologa de los principios
ascticos de la espiritualidad ignaciana, en concreto por el principio de la gloria de Dios como ultimo motivo de la existencia del
hombre. El recurso abundante a las fuentes no tiene una finalidad
originariamente analtica, y se trata ms bien de un acoger la tradicin teolgica en la meditacin personal sobre los misterios de la
fe7; en su recurso a la historia y a la vida de la Iglesia, fuente de
abundantes citaciones, es suficiente indicar su predileccin por
Orgenes, Agustn y Toms de Aquino. En el campo de la teologa
ms reciente, hay que sealar a Blondel, Rousselot y Marechal, y
sobre todo a Teilhard de Chardin como autores que han dado a De
Lubac un gran estimulo en la bsqueda de la unidad y la sntesis
armnica entre filosofa y teologa, que se manifiesta en una visin
unitaria, sea de fondo o formal, de las doctrinas de la creacin, la
redencin y la escatologa.
Todo esto lleva a una posicin de teocentrismo radical desde el
que todo es visto en la ptica de la llamada divina. En este sentido
es muy difcil, por no decir imposible, hablar de una antropologa
no teolgica en De Lubac; parafraseando la expresin tpica de la
cristologa, hay que decir que la suya es una antropologa desde
arriba. La vitalidad de su pensamiento y su influjo innegable en
gran parte de la teologa y de la cultura occidental recientes justifican su inclusin entre las antropologas filosficas del siglo XX.

__________________________

7. Sobre el mtodo teolgico del autor, cfr. N. CIOLA, Paradosso e mistero


in Henry de Lubac, PUL, Roma 1980; J. L. ILLANES, La teologa como saber de
totalidad. En torno al proyecto teolgico de Henri de Lubac, en Revista Espaola
de Teologia 48 (1988) 149-192; B. MONDIN, Storia della Teologa, vol. 4, ESD,
Bologna 1997; A. RUSSO, Henri de Lubac, San Paolo, Cinisello Balsamo (Milano) 1994.

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3. EL HOMBRE EN EL MISTERIO DE DIOS


La primera clave epistemolgica de la antropologa de De
Lubac es la creacin del hombre a imagen y semejanza de Dios; en
esta verdad de fe se funda la visin unitaria antes indicada. Y esto
es tan radical, que se puede afirmar que el hombre es visto antes
como deiforme que como hombre; por esto la afirmacin inicial es
que la naturaleza humana necesita la sobrenaturaleza para poder
ser entendida en plenitud. Esto se da en una dimensin dinmica
del ser del hombre, a la que el autor aplica en forma diferenciada
las dos expresiones que se incluyen en la descripcin bblica de la
creacin: el ser creado a imagen es visto como llamada, referencia
al origen divino; el contenido de esta llamada consiste en llegar a
ser semejanza, sea en la historia (gracia), sea en la eternidad (gloria).
La primera consecuencia y el primer problema de una afirmacin tan radical del hombre como imagen llamada a ser semejanza
consiste en el contenido conceptual concreto que hay que dar a su
condicin ontolgica. En cierto modo, el ser llamado y el encontrarse en una especie de status viae consiste en estar esencialmente
orientado hacia un fin que el hombre, ser libre, vive como deseo8;
Dios, Acto Puro, no tiene una naturaleza que se le imponga, mientras que el hombre, criatura limitada, debe vencer la prueba de la
historia en la que antes de poder amar a Dios, finalidad a la que est constitutivamente orientado, lo desea. Pero esto requiere antes
que nada la alteridad, el ser distinto de Dios, el ser una imagen de
Dios salida de la nada.
De Lubac tiene que desarrollar, por lo tanto, una ontologa del
fin como fundamento ultimo de la unidad del ser y de su orientacin, que encuentra en su personal interpretacin de Toms de
__________________________

8. Teniendo en cuenta que este discurso lgico se produce en De Lubac en al


mbito de la discusin sobre la relacin entre naturaleza y gracia, no sorprende
que su discurso unitario prefiera la expresin desiderium naturale videndi Deum
como manifestacin de la unidad de los dos ordenes y, sobre todo, del fin; la terminologa ms clsica que se refiere a la gracia como donum supernaturale es
vista, en cambio, como peligrosamente dualstica.

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Aquino. Pero mucho ms probable es que se trate de una interpretacin en clave teolgica de la doctrina filosfica del dinamismo del espritu de Rousselot y Marechal, segn la cual el hombre
es originariamente llamado a un fin divino que puede alcanzar solo
en Cristo Redentor9; segn Von Balthasar, de estos autores y de
Blondel toma solamente el lan fundamental, a partir del cual descubre en los textos de Santo Toms la paradoja de una criatura dotada de inteligencia, que en su ms ntima constitucin va ms all
de s misma, hacia un fin que no puede alcanzar, pero que le es donado con la gracia10. La naturaleza espiritual creada se manifiesta
como finalidad abierta, al contrario de la criatura no espiritual cuya
finalidad est incluida inmanentemente en su estatuto fsico11.
Este fin de la criatura espiritual, que se manifiesta en el deseo o
tendencia libre hacia la visin beatifica, es afirmado como necesariamente injertado en la naturaleza misma del hombre, que se dirige por tanto esencialmente hacia Dios. Esta afirmacin es una consecuencia de la tesis de la unidad entre naturaleza y gracia que el
autor postula como primer principio, ya que un deseo aadido
rompera este principal postulado; en Surnaturel De Lubac no tiene
__________________________

9. Cfr. Dieu se dit dans l'histoire, 1974, p. 54.


10. H. U. VON BALTHASAR, Il padre Henry de Lubac. La Tradizione fonte
di rinnovamento, Jaca Book, Milano 1986, p. 15.
11. Es probablemente en este punto donde De Lubac necesita criticar un recorrido histrico en el cual, segn l, se ha llegado a una aplicacin ambigua del
principio aristotlico de la correspondencia entre naturaleza y fin que ha producido una visin extrnseca de la gracia. Todo comienza con la distincin medieval
entre potentia Dei absoluta y potentia Dei ordinata, segn la cual Dios podra
haber creado al hombre en un orden totalmente distinto al que conocemos por Revelacin, puramente natural, el as llamado status naturae purae. En los siglos XV
y XVI el proceso encuentra un principal culpable en Cayetano, en el cual se encuentra plenamente afirmada la aspiracin finalstica natural del hombre. Esta posicin, que comporta una radical distincin entre filosofa y teologa, llevar como
reaccin contraria a Bayo y al jansenismo a afirmar el orden sobrenatural de la
gracia como una exigencia de la naturaleza humana. La lgica nueva reaccin a
este error, capitaneada por Surez, conlleva un recurso nuevo y radical al principio del status naturae purae, sobre el que se acaba por construir un complejo sistema teolgico. Para De Lubac esto lleva necesariamente a la afirmacin de dos
fines separados, que solo en forma artificial son posteriormente reconducidos a
una cierta unidad: se consagra la visin extrnseca de naturaleza y gracia.

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pelos en la lengua y afirma sin dudas que el hombre es este deseo12.


Una consecuencia inmediata de este planteamiento es la precedencia de la finalidad sobre la naturaleza: como se indicaba antes,
prius intenditur deiformis quam homo13. En definitiva, la naturaleza hace referencia solamente al hecho de ser diverso de Dios, a la
alteridad necesaria para que se d la llamada dialgica. La creacin, procesin ad extra, es entendida sobre el modelo de las procesiones trinitarias ad intra: stas explican la alteridad en la que
Dios es communio personarum, como la creacin explica el ser del
hombre llamado a la comunin con Dios. En este sentido se puede
afirmar que la dimensin intencional (orientacin ontolgica hacia
Dios) tiene prioridad sobre el hecho de ser de est o de aquella naturaleza concreta. Por esto la antropologa de De Lubac es, en clave aristotlica, esencialmente anti-esencialista. Simultneamente
resulta evidente que la naturaleza humana necesita de la dimensin
sobrenatural para poder ser entendida plenamente: no ser posible
un humanismo que no tenga en cuenta la condicin del hombre como imagen de Dios llamada a ser semejanza.

4. EL HOMBRE, PARADOJA Y MISTERIO: EL RECURSO A LA MSTICA


El hombre, por tanto, es un ser esencialmente teotropo, en esto
consiste radicalmente la libertad con la que recorre el camino his__________________________

12. El deseo de la visin beatifica es visto, por lo tanto, como desiderium


absolutum. De Lubac no admite la posibilidad de un desiderium condicionatum
que segn l se limitara a orientarse hacia la mera posibilidad y no hacia la realidad del don de Dios mismo, incluso aunque este deseo fuese consecuencia de la
eleccin libre de las consecuencias del fin sobrenatural (desiderium elicitum); todo ello impedira la visin unitaria de naturaleza y gracia, que se respeta solamente si el deseo es visto como resultado absoluto, directo y continuo (creatio continua) de la iniciativa divina.
13. Cfr. G. BENEDETTI, L'antropologia cristiana nella riflessione teolgica
di Henri de Lubac, in A. MARRAZZINI (ed.) Dimensione antropologica della
Teologia, Ancora, Milano 1971, pp. 439-457.

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trico entre la imagen y la semejanza. Pero la libertad es falible y


sobre todo Dios es infalible: mantener por una parte la afirmacin del hombre como deseo absoluto de Dios y a la vez la gratuidad absoluta con la que este deseo es satisfecho14 lleva necesariamente a la paradoja, concepto especialmente presente en Le mystre du Surnaturel.
Se ha dicho que la cercana a los Padres griegos, a Orgenes y al
Pseudo Dionisio ha dado a De Lubac un gusto especial por la inefabilidad y trascendencia divinas que se manifiesta en la docta ignorantia de la teologa negativa15. Esto tiene como consecuencia
inmediata el amor al smbolo y a la paradoja: cualquier argumento,
y mucho ms la reflexin sobre el hombre, es tratado en relacin al
ncleo central del misterio cristiano, que supera radicalmente la capacidad de la mente humana. La realidad del hombre es por tanto
misteriosa en el misterio de Dios. El misterio de Dios y el misterio
del hombre estn tan unidos que su artificial separacin comportara convertir la paradoja en contradiccin16.
Esto parecera cerrar definitivamente no solo la posibilidad de
una antropologa racional, sino tambin la consistencia real y lgi__________________________

14. Quizs este es el punto ms problemtico desde la perspectiva teolgica


de todo el sistema, que afirma sin lugar a dudas la gratuidad de la creacin en la
que el hombre es constituido y continuamente llamado por Dios, pero que no deja
espacio para una segunda mediacin gratuita, nueva creacin, la mediacin de la
gracia. Sobre todo en el captulo IV de Le mystre du Surnaturel De Lubac insiste
en afirmar la gratuidad de la gracia porque el hombre es una simple criatura que
no puede exigirla, y Dios, que es Amor, necesariamente es libre en la participacin del Amor que El es. En definitiva, la solucin dada parece esquivar el ncleo
del problema, que est en la compatibilidad de un deseo absoluto presente en la
criatura y causado nicamente por Dios, con la afirmacin de una ulterior gratuidad de la gracia.
15. Con la categora del paradosso De Lubac intende designare quella
straordinaria e completa ricchezza di qualsiasi sfera del reale, ma specificamente
della sfera del soprannaturale, che il Cusano aveva illustrato con la categoria della
coincidenza degli opposti e Guardini con la categoria della polarit. Si tratta di
formule nuove per una verit antica: quella verit che i Padri e gli Scolastici avevano sottolineato nella loro teologia negativa MONDIN, o.c., p. 471. Cfr tambin
M. SALES, L'tre humain et la connaissance naturelle qu'il a de Dieu dans la
pense du P. Henri de Lubac, Parole et Silence, Paris 2003, pp. 59-88.
16. Cfr. CIOLA, o.c., pp. 26-27.

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ca de cualquier palabra sobre el hombre. De aqu el recurso a la


mstica como verdadero locus de la inteligencia antropolgica17;
ms que el intelecto, son el amor y la afectividad a llevar a la apertura y a la comprensin de la realidad: el conocimiento de la realidad sobrenatural que se nutre de la Revelacin se concretiza en la
vida espiritual del hombre mismo, y engloba, trasciende y comprende (en los diversos sentidos de est palabra) todos los valores
humanos, racionales, ticos y estticos, mientras afirma su capacidad interpretativa universal18. Cuando san Pablo afirma que in ipso
vivimus, movemur et sumus, indica una condicin mstica del cristiano en Cristo que es a la vez la toma de conciencia ms completa
de la profundidad y la grandeza de la vida espiritual de aqu
abajo19.
Aunque es cierto, por tanto, que el origen de la paradoja es fundamentalmente teolgico, se entrev tambin una referencia a
Kierkegaard20, para quien la paradoja es irracional, en cuanto manifiesta una recepcin fidestica de la Revelacin; para De Lubac,
en cambio, se trata de la expresin de una visin siempre incompleta pero en camino hacia la plenitud21.
__________________________

17. En una confidencia epistolar de De Lubac que Von Balthasar ha trasmitido aparece en forma especialmente clara la centralidad de la mstica en su pensamiento; en este texto hablaba de su intencion de escribir un libro sull'essenza
della mistica cristiana (...) ma il progetto era troppo ambizioso; non venne mai alla
luce. Non riusci mai a delimitare abbastanza chiaramente l'oggetto (...). Credo che
il mio libro sulla mistica mi ispiri da molto tempo in tutto ci che scrivo, a partire
da questo libro formulo i miei giudizi, acquisto il metro di misura per ordinare
scorrevolmente i miei pensieri e le mie intuizioni. Ma non scriver mai questo
libro; supera le mie forze sotto ogni punto di vista, le forze fisiche come quelle
intellettuali e spirituali, o.p., pp. 13-14 (subrayado nuestro).
18. Cfr. E. DE MOULINS-BEAUFORT, Anthropologie et mystique selon
Henri de Lubac, Du Cerf, Paris 2003.
19. Cfr. Mystique et Mystre chrtien (1978) p. 14. Este libro, fruto de
diversos artculos y contribuciones precedentes, es considerado por VON
BALTHASAR como obra de la madurez teolgica de De Lubac: cfr o.p. p. 14.
20. Cfr. M. FIGURA, Der Arnuf der Gnade : ber die Beziehung des
Menschen zu Gott nach Henri de Lubac, Johannes-Verlag, Einsiedeln 1979;
MOLULINS-BEAUFORT, o.c., pp. 819-820.
21. Cfr. Paradoxes (1957), p. 71.

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De todas formas, la referencia ms clara y explcita en clave filosfica es a Maurice Blondel, cuya obra De Lubac considera como el origen del renovado inters por la mstica cristiana, fruto de
la intima conexin que manifiesta entre los problemas de la vida
espiritual y los de la antropologa y la metafsica, a travs de la
constatacin de la incapacidad congnita del ser humano de llegar
a sus aspiraciones profundas a nivel existencial o cientfico. Junto
con Blondel, merecen una citacion especial Henri Bergson y Pierre
Teilhard de Chardin22.
En primer lugar, la superacin de la paradoja con la mstica
hace referencia al misterio de la Encarnacin; la Palabra de Dios
que se hace carne es el signo concreto a travs del cual se expresa
lo Inefable. Este paso conduce inmediatamente al misterio trinitario y a su centralidad como clave de interpretacin del hombre:
en la medida en que la fe trinitaria llega al fondo del ser, llega tambin al fondo de la comprensin del hombre sobre si mismo; la
Revelacin del misterio es funcional a la plenitud finalstica del
hombre: propter nos homines et propter nostram salutem23.
De Lubac toma de Jean Danielou su conclusin: Se encuentra
en nosotros una cierta raz que se introduce en la profundidad de la
Trinidad. Somos esos seres complejos que viven en niveles sucesivos: en un nivel animal y biolgico; en un nivel intelectual y humano; y en un ltimo nivel que se encuentra en los abismos que
son la vida de Dios y la Trinidad. Por esto tenemos el derecho de
afirmar que el cristianismo es un humanismo integral, es decir, que
desarrolla al hombre en todos los niveles de su experiencia. Hay
que dudar siempre de cualquier intento de reduccin del espacio en
el que se mueve nuestra existencia. Respiramos a fondo solamente
en la medida en que no nos dejamos encerrar en la crcel del mundo racional y psicolgico, sino en donde una parte de nosotros se
__________________________

22. Cfr. Mystique et Mystre chrtien (1978), pp. 5-6.


23. Cfr. La Foi chrtienne. Essai sur la structure du symbole des Aptres,
(1969). La visin funcional de la Revelacin trinitaria es un tema central en la
teologa de De Lubac: cfr tambin su comentario a la constitucin dogmtica Dei
Verbum de Concilio Vaticano II, La Rvlation divine (1983).

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vierte en los grandes espacios de la Trinidad. Esto hace que en el


cristianismo haya una alegra de vivir que es inconmensurable24.
En esta realizacin del hombre en Cristo se encuentra la clave
definitiva del ser personal del hombre y de la libertad con la que se
auto-destina en el tiempo. Esto conlleva una sntesis armnica
entre religin, moral y mstica, que es propia de la tradicin catlica, y que Henri de Lubac reconduce a la antropologa tripartita de
San Pablo25; las tres se atraen y al mismo tiempo crean una tensin
que se puede manifestar como problemtica en la existencia concreta, pero que no es causa de separacin, exclusin o conflicto26.
En este equilibrio est la clave del camino del hombre hacia la
felicidad, que ser siempre parcial mientras no llegue a la dimensin profunda del espritu humano en donde se encuentra el arrebato irresistible de la criatura hacia la Trinidad.
La clave trinitaria de la existencia habla tambin de la esencial
dimensin comunitaria del hombre vista desde arriba: la unidad
en Cristo supone la unidad natural del genero humano que proviene
de su constitucin como imagen de Dios. La realizacin de cada
persona en Dios realiza al mismo tiempo la unidad de las personas
entre s: la humanidad es una nica familia espiritual destinada a
formar una sola agustiniana Ciudad de Dios, unidad tan sustancial
que debera parecer un pleonasmo la expresin catolicismo social27. As la antropologa de De Lubac, afirmando la naturaleza
comunional del hombre, imagen de la communio personarum
divina, se abre a la Iglesia como punto de encuentro del mundo de

__________________________

24. J. DANIELOU, Mythes paens, mystre chrtien, Fayard, Paris 1966,


p. 103.
25. Cuerpo, alma y espritu corresponden a religin, moral y mstica: cfr C.
CLEPEA, L'antropologia tripartita: un aspetto dell'antropologia teologica secondo Henri de Lubac, Facolt Teologica di Lugano, Lugano 1999.
26. Cfr. Mystique et Mystre chrtien (1978) p. 145; De Lubac depende en
este punto de J. DE FINANCE, Existence et libert.
27. Cfr. Catholicisme. Les aspectes sociaux du dogme (1953).

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Dios que se abaja hacia el mundo del hombre que, a su vez, se eleva hacia El28.

5. CONCLUSIN: HENRI DE LUBAC, TESTIGO DE LA ANTROPOLOGA DEL SIGLO XX


Sin duda la obra analizada sumariamente ha tenido el gran mrito de colaborar a abrir una nueva va a la teologa catlica, que
pareca cerrada y sin futuro al final del siglo XIX29. Esta nueva va
coincide temticamente con muchas de las cuestiones que la antropologa se ha puesto, sobre todo en relacin a la superacin de la
visin cerrada del hombre propia de la cultura cienticista.
Quizs el nico elemento comn en los diversos juicios sobre lo
que se viene llamando post-modernidad, consiste en la constatacin de un cambio. Un cambio sin fecha precisa, que se est realizando desde hace muchos decenios, y que todava no se ha llevado a cabo totalmente. De hecho han convivido y conviven dos fuerzas opuestas: por una parte, las que han llevado a la concatenada
aparicin de fenmenos de secularizacin, autonoma, inmanencia
y profanizacin30, con la consecuente afirmacin absoluta de la
ciencia y de la tcnica como nica va de redencin del lmite de la
__________________________

28. VON BALTHASAR, o.c. p. 109. Cfr tambin R. REPOLE, Chiesa, pienezza dell'uomo: oltre la postmodernit: G. Marcel e H. de Lubac, Glossa,
Milano 2002; M. SPRIZZI, De Lubac: l'identit ecclesiale del cristiano, Paoline,
Milano 2004.
29 Liber una teologia dagli anchilosamenti manualistici. Le assicur libert di respiro e di movimento all'interno della storia. E di quella ecclesiastica in
particolare. Non fu una operazione senza rischio. E' sempre un rischio l'abbandono della strada certa e sicura. Ma il rischio esalta i forti nell'impegno della fedelt alla propria coscienza. Ne scatur un modo nuovo di fare teologia, non chiusa e infondata, ma aperta e libera: aperta al Mistero e libera di ricercarne i segni
nella storia. B. GHERARDINI, Henri de Lubac, la fedelt ad ogni costo, in Doctor Communis 38 (1985) 69-70.
30. Esta serie conceptual del contenido de la modernidad se debe a
L. SCHEFFCZYK, Luomo moderno di fronte alla salvezza cristiana, in AA.VV.
Salvezza cristiana e culture odierne, Elledici, Torino 1985, vol. 1, pp. 28-31.

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humanidad; por otra parte, desde hace tiempo, y en un continuo


crescendo, se alza la voz proftica, en la que podemos reconocer
las diversas tonalidades de Dostoievky, Kierkegaard, Nietzsche,
Teilhard de Chardin, autores a los que Henri de Lubac ha prestado una atencin especial. Todos ellos recuerdan que la cerrazn
del hombre en el horizonte de su inmanencia impide de hecho descubrir un atisbo de sentido en su existencia histrica. Henri de
Lubac ha querido responder a esta exigencia de la humanidad, subrayando el carcter misterioso, paradjico, de un hombre que se
realiza solamente fuera de s.
En nuestros das todo parece llevar a un cambio de consideracin de lo trascendente: mientras en la modernidad no se poda entender la trascendencia ms que como mbito de dominio objetivo,
ahora es necesario establecer con ella un vnculo relacional. Como
ha sido dicho recientemente, quizs el ms claro sntoma que permite el diagnstico diferencial entre la modernidad y la postmodernidad est justamente en el tipo de relacin que se da entre inmanencia y trascendencia: es esta relacin la que ha cambiado31. En el
fondo, la certeza de la razn acompaada obliga a salir de s y a encontrar al otro que funda la posibilidad de la compaa. Esta
necesidad de trascendencia es, en definitiva, un nuevo descubrimiento de la cuestin metafsica, con la cual se trata de asegurar
cmo lo que me es trascendente puede ser a la vez destinacin de
mi ser en novedad de vida; dicho de otra forma, hay que descubrir
el nexo referencial con lo trascendente que permita interpretar el yo
y el no-yo como realidades relacionales. En base a la solidez de
este nexo relacional, se podr fundar el vale la pena de la autorealizacin donal: la fe mueve a la razn a salir de todo aislamiento y a apostar de buen grado por lo que es bello, bueno y verdadero. As, la fe se hace abogada convencida y convincente de la
razn32.

__________________________

31. Cfr. P. DONATI, Dio, relazione e alterit: la matrice teologica della


societ civile dopo-moderna, en Divus Thomas 101 (1998) 124-146.
32. Fides et ratio, n. 56.

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Henri de Lubac no ha respondido a estas cuestiones, pero ha


puesto con fuerza inaudita las preguntas, ha indicado el camino que
el creyente debe recorrer para abrirse a la respuesta y ha puesto en
relacin el contenido de la fe cristiana sobre el hombre con los
enigmas que la modernidad pona33. En este sentido, puede ser
considerado como un testigo privilegiado de la condicin del hombre de siglo XX, ms que un precursor de la postmodernidad, al
menos en lo que hace referencia a los contenidos. Pero es sin duda
un testigo activo, que ha sabido indicar al hombre postmoderno
que vale la pena creer, iniciando un camino de renovacin del dialogo entre la fe y el mundo que est presente en los planteamientos
actuales de la teologa, y en las respuestas que el Magisterio reciente, a partir de la constitucin pastoral Gaudium et spes del Vaticano
II, ha dado a los problemas del hombre. La obra de Henri de Lubac
ha hecho ms difcil que la referencia a Cristo en todas las actividades de los hombres sea dejada al margen.
Su intencin se puede resumir como la construccin de una antropologa calcedoniana, fundada sobre la distincin y la unidad
entre naturaleza y sobrenaturaleza. Su punto de vista teolgico quera mantener esta distincin en la unidad, ante la radical separacin
que la cultura moderna haba producido. La unidad de la naturaleza
humana y la naturaleza divina en la persona de Jess ha sido interpretada por muchos como la clave para superar en De Lubac la paradoja a la que lleva el ser del hombre, pero hay que decir que desgraciadamente, como antes sucediera a Teilhard de Chardin, no
consigui dar el paso desde ese modelo trascendente a la condicin
concreta del hombre. En este caso, la correspondencia no es simtrica; con la Encarnacin Dios es hombre, pero el hombre no es
Dios; la eternidad es el tiempo, pero el tiempo no es la eternidad.
La asuncin de la naturaleza humana por la Persona del Verbo que
se produce en la Encarnacin no sirve por s sola para resolver el
problema de la relacin entre naturaleza y gracia en el hombre concreto. La paradoja de la finalidad ontolgica hacia lo sobrenatural
__________________________

33. Cfr. G. TRAPANI, La visione dell'uomo nel dialogo di Henri de Lubac


con gli umanesimi moderni, PUG, Roma 1985.

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H. DE LUBAC: EL MISTERIO DEL HOMBRE EN EL MISTERIO DE DIOS

en un hombre natural sigue sin resolverse, y sigue pidiendo una


mayor reflexin teolgica que ilumine verdaderamente el camino
histrico del hombre. Hay que agradecer a De Lubac el haber puesto con fuerza esta cuestin y el haber recordado la urgencia de una
respuesta que, aunque nunca ser definitiva, mantendr al hombre
en tensin escatolgica hacia su plenitud en Cristo.

Jos Mara Galvn


Facultad de Filosofa
Pontificia Universit della Santa Croce
e.mail. [email protected]

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