Mardonés - Filosofía de Las Ciencias Humanas y Sociales. Nota Histórica de Una Polémica Incesante Pp. 19-57.

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FILOSOFIA DE LAS CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES. NOTA HISTORICA DE UNA POLEMICA INCESANTE Entrar dentro del campo de la filosoffa de Jas ciencias socia- les equivale a tropezar con la polémica. No hay consenso en las Tamadas ciencias del espfritu, culturales, humanas o sociales, acerca de la fundamentacién de su quehacer. Desde la apari- cién de las diversas disciplinas que se acogen al sobrenombre del espfritu, humanas o sociales (historia, psicologia, sociologfa, economia, derecho, pedagogfa...), se ha desatado Ja polémica sobre su estatuto de cientificidad. La aparici6n expresa, manifesta, de estas disciplinas (dicho sea globalmente y sin muchas precisiones) acontecié en el siglo xix Es decir, en el momento histérico en que se hizo evidente que la sociedad, la vida de los hombres en ella con sus milti- ples relaciones, no era ni algo claro, ni dado de una vez por todas. Desde este momento de crisis, el pensamiento y la refle- xién pugnaron por encontrar estabilidad. Fruto de esta Jucha con un mundo social que se hab{a vuelto problemético surgie- ron la ciencia histérica, sociolégica, polftica, econémica, psico- légica... gpero, eran verdaderamente ciencias tales intentos, ex- plicaciones, reflexiones y quehaceres? La respuesta dependeria del concepto de ciencia que se utilizara como medida. Para unos lo eran y para otros no. Unos exigfan que las «nuevas» ciencias se acomodaran al paradigma o modelo de 19 las ciencias verdaderas, es decir, de las fisico-naturales, y otros defendian Ja autonomfa de las nacientes ciencias. Vemos que, desde la cuna, les acompafia a las incipientes disciplinas la dis- puta acerca del estatuto cientffico que posean o no. Pero més all4 de esta disputa se advierte otra polémica ma- yor, mas antigua, profunda y abarcadora: ¢qué es Ia ciencia? Por- que lo verdaderamente problematico e inquietante es observar la diversidad de criterios que se aplican tras la palabra ciencia. Habria, pues, que decir que en el contencioso sobre la cien- tificidad o no de las ciencias humanas, sociales o del espfritu, se da cita el debate sobre la ciencia. De aqui su gran interés. Por esta raz6n, algunos tedricos del debate denominan a este problema de la fundamentaci6n de las ciencias sociales o hu- manas como tales ciencias, «la cuestién candente». Dicho de otro modo: aqui se anudan actualmente los problemas més acuciantes que rodean a Ja ciencia y Jas preguntas. que van mds ala rafz. No es extrafio que al tratar de indicar brevisimamente algo de la cuesti6n, en una nota introductoria a unas lecturas de filosofia de dichas ciencias, no tengamos mds remedio que ir al encuentro de la génesis del problema. La fuerza misma de la disputa actual nos impele a buscar, aguas arriba, el origen del tumulto. También aquf esperamos que la historia del problema nos desvele el problema 0, al menos, nos ayude a aclararlo. A) Dos tradiciones importantes en la filosofia del método cientifico: Ja aristotélica y la galileana Si miramos el panorama de la filosoffa de la ciencia, 0 de Ja reflexién acerca de la ciencia y de lo que tiene que ser conside- ado por tal, desde Ja altura de su historia, se distinguen dos tradiciones importantes: la llamada aristotélica, y la denomina- da galileana.' Son dos tipos de ciencia o dos planteamientos diferentes acerca de las condiciones que ha de satisfacer una explicaci6n que se quiera denominar cientifica. Ambas tradicio- 1, Cfr, G.H. von Wright: Explicacién y comprensién, Madrid, Alianza, 1980, p. 18. Véase la aceptacién de esta tipologia en K.O. Apel; Die Erkliren-Verstehen-Kontroverse in Transzendental-pragmatische Sicht, Frankfurt, Suhrkamp, 1979, p. 56. 20 nes tienen sus rafces y representantes en el mundo griego. Des- de este punto de vista, no nos deben engafiar las denominacio- nes. La tradicién aristotélica se remonta a Aristételes como a uno de sus primeros y mds conspicuos representantes, pero la galilearia, aunque recibe su nombre de Galileo Galilei (1564- 1642), hunde sus rafces mds allé de Aristételes, en Pit4goras y Platén. No son, pues, tanto los acentos personales los que aqui nos interesan, cuanto las diferentes concepciones de ciencia que ambas vehiculan. Y esto, en tanto que dos tradiciones vivas que llegan, con su caudal enriquecido por las vicisitudes hist6- vicas, hasta nuestro hoy, y persisten en una confrontacién, o pugilato, cuyo lugar més visible es la fundamentacién de las disciplinas humanas o sociales como ciencia. Con objeto de caracterizar mejor el problema y «el estado de Ja cuesti6n», vamos a detenernos un poco en una breve ex- posici6n de ambas tradiciones. Atenderemos a aquello que les es propio y las conduce a la confrontacién. No nos fijaremos tanto en lo que los autores, Aristételes o Galileo, dijeron que era ciencia, cuanto en Jos acentos que sus tradiciones respecti- vas ven en ellos, lo que a menudo difiere un tanto. B) La tradicién aristotélica, o la ciencia como explicacién teleolégica Arist6teles? consideraba que Ia investigacién cientifica daba comienzo alli donde alguien se percataba de Ja existencia de ciertos fenémenos. Es decir que, para Aristételes, al principio est4 la observaci6n. Pero la explicacién cientffica solo se consi- gue cuando se logra dar raz6n de esos hechos o fenémenos. Y es justamente el cémo se entiende este «dar razén de los he- chos» Jo que va a caracterizar a Aristételes y toda una tradicién que de alguna manera guarda semejanza o prosigue el tipo de explicacién propugnada por el Estagirita. 2. Sobre la filosoffa de Ja ciencia de Aristételes, cfr. J. Losee: Introduccién historica @ la filosofia de la ciencia, Madrid, Alianza, 1976, pp. 5-25; M.W. Wartofsky: Introduc- cién a la filosofia de la ciencia, Madrid, Alianza, 1978, vol. I, cap. 4. También B. Fa- rrington: Ciencia y filosofia en la Antigiledad, Barcelona, Ariel, 1971. 21 Arist6teles pensaba la explicacién cientffica como una pro- gresi6n o camino inductivo desde las observaciones hasta los principios generales o principios explicativos. Estos principios eran inferidos por enumeracién simple o por induccién directa; por cualquiera de-los dos métodos (que no nos interesa deta- llar) se obtenfan més generalizaciones acerca de las propieda- des de la especie o género. Esta etapa consiste en obtener prin- cipios explicativos a partir de los fenémenos que se han de ex- plicar: se denomina induccién. Para Aristételes todavia existfa un segundo momento o etapa en la explicacién cientffica: el ,deductivo. Consiste en deducir enunciados acerca de los fené- menos a partir de Jas premisas que incluyan o contengan a Jos principios explicativos. Aristételes exigia una relacion causal en- tre las premisas y la conclusién del silogismo acerca del hecho o fenémeno a explicar. Y aqui aparece el énfasis, rasgo 0 carac- terfstica ‘de la explicacién aristotélica. La causa de un fenémeno tiene, para Aristételes, cuatro aspectos: Ja causa formal, la cau- sa material, la causa eficiente y la causa final. Pues bien, una explicacién cientifica adecuada debe especi- ficar estos cuatro aspectos que constituyen su causa. Sobre todo, no podfa faltar a una pretendida explicaci6n cientffica de un fenémeno o hecho, el dar cuenta de su causa final o telos. Arist6teles criticé6 duramente a aquellos filésofos, como por ejemplo los atomistas Demécrito y Leucipo, que pretendfan ex- plicar los hechos (ej., el cambio) en términos de sus causas materiales y eficientes, o aquellos que acentuaban excesivamen- te las causas formales, como los pitagéricos. » Aristételes exigia explicaciones teleolégicas, que aclarasen «con e] fin de qué» ocurrfan los fenémenos, no solo de los he- chos referidos al crecimiento o desarrollo de los organismos vivos, sino aun de los seres inorgénicos uobjetos inanimados. Es precisamente este acento puesto por Aristételes y la «ciencia aristotélica» en la explicaci6n teleolégica o finalista, el que se considera prototipico de esta tradicién y permite encon- trar sermejanzas con posturas actuales. Ahora bien, no debemos olvidar que Jas explicaciones aristotélicas tenfan otros rasgos no mantenidos hoy dfa: eran explicaciones en términos de «propie- dades», «facultades» o «potencias», asociadas a la esencia de alguna substancia. Tales explicaciones tienen un cardcter con- 22 ceptual que las diferencia de las hipétesis causales y las acerca a las explicaciones teleolégicas y, més alla, presupone una cos- movisi6n 0 concepcién del mundo, como conjunto de substan- cias, que hoy nos es extrafia. No nos interesa proseguir mds por Jos caminos del preceptor de Alejandro Magno. Nos bastan las nociones adquiridas para entender por qué la tradicién de la ciencia que se remite a Aristételes discurre al compas de los esfuerzos por comprender los hechos de modo teleol6gico o finalista. C) La tradicién galileana, o la ciencia como explicacién causal Nada acontece en el mundo cultural y humano de la noche a la mafiana. Las ideas se van incubando lentamente, o de for- ma més acelerada, al socaire de los acontecimientos sociales, polfticos, econédmicos o religiosos. Los vientos del cambio o de la critica nunca dejaron de so- plar sobre Ja tradicién aristotélica. Hay toda una Ifnea revisio- nista muy visible ya en el siglo XI, que introduce precisiones en el método inductivo-deductivo de Aristételes. A ella pertene- cen nombres como R. Grosseteste (1168-1253), Roger Bacon (1214-1292), Duns Scoto (1265-1308), Guillermo de Occam (1280-1349) y Nicol4s de Autrecourt (1300-1350). Los citamos para que quede constancia que lo que vamos llamar la «cien- cia moderna», o manifestacién sociocultural potente de otra concepcién de ciencia, no irrumpe como algo inesperado, sino como resultado de una serie de cambios socioculturales y de la misma historia de las ideas. A | altura del siglo xvi durante el Renacimiento tardfo y la €poca del Barroco, las condiciones sociales y culturales estaban maduras para que aconteciera el «giro copernicano» en Ja cien- cia y lo que Ortega y Gasset llama la «andbasis de Descartes» 0 arreglo de cuentas, en Ia filosofia, de uno consigo mismo. Acontece que se deja de mirar el universo como un conjunto de sustancias con sus propiedades y poderes, para verlo como un ffujo de acontecimientos que suceden segtin leyes. Casi todas las erevoluciones cientfficas» testimonian —como ha mostrado 23 ¢T.S. Kuhn ? la unié6n indisoluble entre el descubrimiento de huevos hechos y Ja invencién de nuevas teorfas para explicar- los, con una nueva imagen o visi6n del mundo. La concepcién del mundo fruto de la nueva forma de mirarlo, que ya es visible en hombres como Galileo o Bacon, no es tanto metafisica y + finalista, cuanto funcional y mecanicista. Los nuevos ojos de la ciencia moderna estén transidos de ansias de poder y control de la naturaleza. El centro no es ya el mundo, sino el hombre. Por esta raz6n, su mirada cosifica, reduce a objeto para sus necesidades y utilidades, a Ja naturaleza.* Este interés pragmatico, mec4nico-causalista, que no va a preguntar ya por el «por qué» y «para qué» tltimos, sino por el «cémo» mas inmediato y practico de los fenémenos y sus con- secuencias, emerge con fuerza en la centuria que va desde 1543, aio de la aparicién de la obra de Copérnico De revolutio- nibus orbium coelestium, hasta 1638, fecha en que ven la luz los Discorsi de Galileo. En este «umbral de Ja nueva ciencia», como lo denomina Dijsterhuis, se cristaliza un nuevo método cientifico, una nueva forma de considerar qué requisitos tiene que cumplir una explicacién que pretenda llamarse cientifica. Al triunfo social de las nuevas ideas no Je van a ser ajenos —como venimos indicando— una serie de cambios sociales. Si denominamos «fuerzas sociales intervinientes» a estos factores sociales que facilitan el surgimiento e institucionalizacién de la ciencia moderna o galileana, tendriamos que sefialar, lo si- guiente.> En primer lugar, la labor de recuperacién de la tradi- s 3. TS. Kuhn, Za estructura de las revoluciones cienttficas, Madrid, FCE, 1975, p. 19. 4, Sobre este interés dominador que acompafia la ciencia moderna y se alza con pretensiones cada vez més absolutas, cfr. Horkheimer y Adomo: Dialéctica del Tumi- nismo, Buenos Aires, Sur, 1971, esp. cap. I. 5. Entre las teorfas o explicaciones del surgimiento de la ciencia y pensamiento modemo se hallan: F. Borkenau: Der Ubergang von feudalen zum bitrgerlichen Weltbild, Paris, 1934; idem; «Zur Soziologie des mechanistischen Weltbildess, en Zeitschrift fr Sozialforschung, I, 3 (1932), reeditada en Munich, Késel, 1970, Para Borkenau, la cien- cia modema, la nueva mec4nica galileana y newtoniana, tendrfa sus ra(ces en la pro- duccién técnica manufacturada; G.H. Grossmann escribié, corrigiendo a Borkenau, «Die gesellschaftlichen Grundlagen des mechanistischen Philosophie und die Manu- faktur», en Zeitschrift fur Sozialforschung, WV, 2 (1935). En esta linea continia también E, Zilsel. Para estos autores la ciencia modema surge de Ja unién del humanismo con el artesanado y el capitalismo primitivo. Posteriormente, A. Kojéve y W. Kern verén la ciencia modema como fruto del cristianismo. Cfr. A. Kojéve: «Origine chrétienne de la science modeme», Sciences et Lienseignement des Sciertces, 5, 37 (946). 24 cién pitagérico-platénica efectuada por los humanistas. Ellos - vierten en el pensamiento occidental Ja concepcién o creencia de raiz pitagérico-platénica, que se vera fortalecida por la fe cristiana en el Creador, de que el libro real de la naturaleza estaba escrito en lenguaje matemdtico. No habr4 que buscar tanto la sustancia subyacente a los fenémenos cuanto las leyes matematicas que nos desvelen la estructura real del mundo fisi- co. Galileo sera un tfpico representante de Ja nueva mentalidad que cambia las explicaciones fisicas cualitativas de Aristételes por las formulaciones mateméaticas de Arquimedes. Pero los humanistas solos no hubiesen logrado mucho. Junto a ellos aparecen unas condiciones sociales engendradas por el capitalismo incipiente nacido ya en él siglo xm alrededor de las ciudades italianas y su comercio con Oriente, que rompe el con- trol de la produccién y distribucién instaurada por los gremios. La incipiente produccié6n, segtin el esquema de Ja oferta y la de- manda, favorece la acumulacién del capital y el fortalecimiento » de una nueva clase social urbana: la burguesfa. Propio de esta clase social va a ser el gusto por una cultura més secular, una propensién a Jos hechos concretos y su sentido del orden y lo positivo; lo positivo, que es lo que nuestro lenguaje popular ha recogido en expresiones como «ir a lo positivo», esto es, a lo util ¥ pragmético. La nueva ciencia recoge este interés pragméatico, acorde con el intento de dominar la naturaleza, y sefiala una actitud tecnoldégica del conocimiento y sus aplicaciones. F. Bacon seri el gran apéstol de esta actitud «cientffica». Tenemos ya una tradicién matemética recuperada, que va a proporcionar un gran instrumento a Galileo y sus seguidores para reducir, primero intuitivamente y después en Ja concentracién de una férmula matematica, las propiedades de un fenémeno. Pero si es importante Ja determinacién métrica y numérica de un fené- meno, todavia lo es mds la suposicién hipotética que posibilitaba. El aspecto més importante re-ganado a la tradicién pitagérico-pla- tonica y arquimédica, y reformulado por el genio de Galileo, fue el énfasis en el valor de la abstraccién e idealizacion de la ciencia. El © xito de Galileo y del posterior desarrollo de esta tradicién radica en su habilidad para arrinconar diversas complicaciones empfri- cas, para trabajar con conceptos ideales, como «el péndulo ideal», etc. Es decir, que, junto a Jas fuerzas sociales indicadas, hay que 25 poner a los hombres: los artistas-ingenieros del Renacimiento, hombres geniales, como Leonardo da Vinci, que inician la vincu- lacién sistematica del saber académico con la empfrica artesanal, El mismo Galileo, durante su estancia como profesor de matem4- ticas en la Universidad de Padua (1592-1610), tuvo numerosos contactos con artesanos para trabajar en su laboratorio y solucio- nar problemas fisicos de las bombas de agua, artefactos militares, etc. Fueron, en suma, una pléyade de cientificos, en su mayoria astrénomos (y Aristételes ya denominaba a la astronomfa una «ciencia mixta», por conjuntar la matemética con la técnica), los que pisaron ese umbral de Ja nueva ciencia: Copémico, Galileo, junto con Simén Stevin y W. Gilbert. La «nueva ciencia» que reemplaza a Ja aristotélica va a con- siderar como explicaci6n cientffica de un hecho aquella que venga formulada en términos de leyes que relacionan fenéme- nos determinados numéricamente, es decir, matematicamente. Tales explicaciones tomardn las formas de hipétesis causales. Pero causal va a tener aqui una connotacién funcional en una perspectiva mecanicista. Finalmente, la piedra de toque del valor de nuestras hipéte- sis causalistas vendré determinada por el andlisis experimental. Serd la comparacién de la hipétesis con las consecuencias de- ducidas mediante la observacién de la realidad o experimenta- cién, la que nos dird su valor explicativo. Mas de un siglo después, diré Kant que Ja actitud del cientifico galileano no es la de un escolar a quien la naturaleza ensefia, sino la de un juez que ciertamente va a aprender de un testigo, pero” sometiéndolo a un interrogatorio, previamente forjado por el juez, el cual prefija, por tanto, Jo que quiere averiguar. Dicho de otro modo, la fisica griega y, en general, toda la ciencia hasta Galileo, se ha montado sobre el supuesto de que el entendimiento gira en torno a las cosas. Galileo, dira Kant, ha montado su fisica sobre un supuesto inverso: el supuesto de que las cosas giran en torno al entendimiento, y, por parad6jico que parezca, entonces y solo en- tonces ha descubierto lo que son las cosas. Se ha consumado lo que Kant llama la revolucién copernicana en la ciencia.’ 6. I. Kant: Critica de la razétt pura, Buenos Aires, Losada, 1970, p. 130; X. Zubi- tit Cinco lecciones de filosofia, Madrid, Alianza, 1980, pp. 72, 74. Sobre Galileo, cfr. A. Koyré: Estudios galileanos, Madrid, siglo XI, 1980. 26 Ya tenemos el escenario, o mejor, el ring, donde se debate la fundamentacién de las ciencias. del hombre. Seré a caballo de estas dos tradiciones, aristotélica y galileana, de sus respecti- vos puntos de vista sobre la explicacién cienttffica, donde se de- sencadenaré la disputa. Comprenderemos ahora por qué, ha- blando en un sentido muy amplio, la confrontacién puede ser expresada en términos de explicaci6én causal versus explicaci6n teleolégica 0, como diremos més adelante, explicacién (Erkla- ren) contra comprensi6n (Verstehen). Vamos a continuar la exposicién del estado de la cuestién actual. Segtin lo convenido, seguiremos, a grandes zancadas, el desarrollo histérico de la polémica. Esperamos ganar-asf un horizonte heuristico, explicativo, del problema mismo. De acuerdo con K.O, Apel,” distinguiremos tres fases en Ia contro- versia. Y si se nos abre un crédito de atencién, como dirfa Orte- ga, desde ahora anunciamos nubarrones con claros paisajes, y prometemos archipiélagos. D) La primera polémica explicita de la filosofia de las ciencias sociales: positivismo decimonénico frente a hermenéutica Nos situamos en el siglo xmx Hay un paralelismo entre este siglo y la centuria de la ciencia moderna: acontece para las ciencias del hombre un despertar andlogo al conocido por las ciencias naturales en aquella época. El estudio sistematico del hombre, de su historia, lengua, usos e instituciones socia- les, adquiere en este tiempo, y merced a hombres como Ranke y Mommsen en historiograffa, W. von Humboldt, R. Rask, J. Grimm en lingiiistica y filosoffa, Tylor en antropologfa social, Saint-Simon, Comte, Spencer y Marx en sociologfa, una altura comparable a la alcanzada por la ciencia galilaico-newtoniana. Tampoco sucede este auge de estudios culturales, sociales, humanos, porque sf. El hombre fue desafiado a finales del siglo Xvul Tuvo lugar uno de esos acontecimientos que conmueven hasta los cimientos del mundo social y que, segin Kant, no se 7. KO, Apel: Die Erklaren-Verstehen Kontroverse..., ob. Cit., pp. 15-57. 27 olvidarén jams: la Revolucién francesa. Hasta entonces, digd- moslo de una forma simplificada y general, la sociedad no constitufa un problema para Ja conciencia, dada su relativa coincidencia con ella, Todavia era posible una visién monolfti- ca, sin problemas, de Ja conciencia. Hasta cierto punto, las rela- ciones sociales, la cultura, el pasado y porvenir de la sociedad, funcionaban inconscientemente, a semejanza de las fuerzas ele- mentales del cosmos. Pero desde el momento en que la socie- dad europea entré en crisis, se convirtié en un problema para sf misma a nivel de la practica (modo de organizacién) y se hizo evidente la ignorancia teérica (modo de comprensién). De esta manera, quedaba expedito el camino para la aparicién de las ciencias del hombre y, en particular, de las que conciernen a la sociedad. La crisis, el estado crftico, en que se encontraron los hombres y las sociedades occidentales, enfrentados con la necesidad de una nueva reordenaci6n social y de obtener equi- librio, sacudié los espiritus en favor de una intervencién cons- ciente y refleja de la sociedad sobre sf misma.8 Nos encontramos, por tanto, a mediados del siglo XIX con una ciencia natural asentada cada vez mds fuertemente sobre los pilares de Ia tradici6n galileana, y unas ciencias humanas con grandes logros y con pretensiones cientfficas. En estas cir- cunstancias, diré Von Wright, «result6 natural que una de las principales cuestiones de la metodologia y filosoffa de la ciencia del siglo xrx fuera la concerniente a la relacién entre estas dos importantes ramas de la investigaci6n empfrica».? Las principa- les posiciones al respecto pueden engarzarse en Jas dos grandes tradiciones del pensamiento cientifico que hemos esbozado. Una de estas posiciones es la filosofia de la ciencia del positi- vismo decimonénico, representada tipicamente por A. Comte y J. Stuart Mill. El positivismo es un concepto que se ha vuelto escurridizo, porque se puede aplicar a una serie de autores, que van desde Hume hasta Popper y sus discfpulos hoy dia. Convie- ne buscar el comtin denominador de esta corriente positivista 8. Sobre el nacimiento de las ciencias humanas y el contexto sociohist6rico de crisis, cfr. M. Foucault: Las palabras y las cosas, Madcid, Siglo XXI, 1971, pp. 334 si J. Habermas: Teorfa y praxis, Buenos Aires, Sur, 1966, pp. 105 s.; A. Touraine: La production de la sociéié, Parts, Seuil, 1973, pp. 62 s. 9. G.H. von Wright: Explicacion y comprension, p. 20. 28 que se desliza persiguiendo la tradicién galileana de la ciencia. Reducida a sus rasgos.caracteristicos, cuatro serfan los aspec- tos que configuran el contenido de este vocablo acufiado por Comte: 1.° El monismo metodoldgico. Los objetos abordados por la investigaci6n cientifica pueden ser, y son de hecho, diversos, pero hay, como dirfa Comte, unidad de método y homogenei- dad doctrinal. Es decir, solo se puede entender de una tinica forma aquello que se considere como una auténtica explicaci6n cientffica. 2° El modelo o canon de las ciencias naturales exactas. Para Comte, Mill, la unidad de método, el Iamado método positivo, tenfa un canon 0 ideal metodolégico frente al que se confronta- ba el grado de desarrollo y perfeccién de todas Jas demas cien- cias. Este baremo lo constitufa la ciencia fisico-matematica. Por él vendria medida la cientificidad de las nacientes ciencias del hombre. 3.° La explicacién causal o Exklaren como caracteristica de la explicacion cientifica. La ciencia trata de responder a la pre- gunta de «por qué» ha sucedido un hecho, es decir, responde a la cuestién acerca de las causas o motivos fundamentales. Las explicaciones cientfficas son, por consiguiente, causalistas, aun- que sea en un sentido muy amplio. Si nos remitimos a Comte y Mill, tal explicacién de cardcter causal viene expresada también en la bisqueda de leyes generales hipotéticas de la naturaleza que subsuman los casos o hechos individuales. Hay un vocablo alem4n que resume y condensa este método cientffico: es el ERKLAREN («explicar», «explicacién»); en inglés, explanation (tra- ducido, a veces, por «explanacién»).!° 42 El interés dominador del conocimiento positivista. Desde F. Bacon «scientia et potentia in idem coincidunt».!' A. Comte pondré el énfasis en la predicacién de los fenémenos. Su «voir pour prévoir pour pouvoir» es todo un indicador del interés que guia el conocimento positivo. El control y dominio de la natu- 10. Asf sucede, por ejemplo con Ia traduccién de Ia recopilacién de textos de PH. Hidditch: Filosoffa de la ciencia, México, FCE, 1975, cfr. pp. 100 s, Habrfa que unificar a terminologfa y reservar el término técnico explicar para la explicacién de tipo causal. 11. F, Bacon: Novum Organum: (1620) libro I, aforismo 3. 29 raleza constituye el objetivo de dicho interés. La amenaza que le ronda es cosificar, reducir a objeto todo, hasta el hombre mismo. Cuando la raz6n se unilateraliza hacia este lado y abso- Jutiza sus posiciones, estamos ante lo que Adorno y Habermas denominan Ja raz6n instrumental. Este positivismo cientffico va a pretender hacer ciencia so- cial, histérica, econémica... siguiendo la tipificacién ideal de la fisica matematica, acentuando la relevancia de Jas leyes genera- les para la explicaci6n cientffica y tratando de subsumir bajo el mismo y tinico método a todo saber con pretensiones cientffi- cas. No ser, pues, extrafio que A. Comte quiera hacer «fisica social», por ciencia de la sociedad o sociologia. El debate no tard6 mucho en estallar. Porque, frente a la filosoffa positivista de la ciencia, se fue fraguando en el dmbito alemdn, sobre todo, una tendencia anti-positivista. A esta concepcién metodo- légica la vamos a denominar hermenéutica, atendiendo a algu- nos de sus rasgos més caracteristicos. Entre Jas figuras repre— sentativas de este tipo de pensamiento se encuentran filésofos, historiadores y cientificos sociales alemanes de la talla de Droy- sen, Dilthey, Simmel y Max Weber, con los neokantianos de la escuela de Baden, Windelband y Rickert. Fuera de Alemania, se suele citar al italiano Croce y al inglés Collingwood como repre- sentantes afines a los anteriores y de tendencia més idealista. Lo que unifica a todos estos pensadores es su oposicién a la filosoffa positivista. El rechazo a las pretensiones del positivis- mo serfa el primer elemento comin. Rechazo al monismo me- todolégico del positivismo; rechazo a la fisica-matematica como canon ideal regulador de toda explicacién cientffica; rechazo del afan predictivo y causalista y de la reduccién de la razén a raz6n instrumental. El descubrimienzo de los hermeneutas, desde Droysen, es que «a manifestacién de lo singular,es comprendida (verstanden) como una manifestacién o expresi6n de lo interior en cuanto se retrotrae a lo interior».!2 Para, Droysen, el ser humano expresa su interioridad mediante manifestaciones sensibles, y toda expresi6n 12. G. Droysen: Grundriss der historik (1858), citado en K.O. Apel: Die Erklaren- Verstehen Kontroverse, ob. cit., p. 15. 30 humana sensible refleja una interioridad. No captar, por tanto, en una manifestaci6n, conducta, hecho histérico o social esa di- mensi6n interna, equivale a no comprenderlo. Droysen fue el primero que utilizé la distincién entre expli- cacioOn y comprension (en alem4n Erklaren y Verstehen) con in- tencién de fundamentar el método de Ja historia, comprender, en contraposici6n al de la ffsica matematica, explicar, y al de la tecnologia y filosoffa, conocer (Erkennen). Desde entonces el término Verstehen, «comprender», viene a representar una con- cepcién metodolégica propia de las ciencias humanas. El con- tenido positivo del término comprender varia y tiene énfasis di- versos segtin los autores; asf, a tftulo de ejemplo, para Simmel {y el primer Dilthey) la comprension, tiene una resonancia psi- colégica, es una forma de ernpatia (Einfiihlung) o identificacién afectivo-mental que reactualiza la atmésfera espiritual, senti- mientos, motivos, valores, pensamientos, de sus objetos de es- tudio.!3 Pero Dilthey acentuar4 ademés en Jas ciencias huma- nas la pertenencia del investigador y la realidad investigada al mismo universo histérico: el mundo cultural e histérico del hombre. Se da, por tanto, una unidad sujeto-objeto que permite la comprensién desde dentro de los fendmenos HISTORICOS SOCIA- LES, HUMANOS. La comprensién se funda para Dilthey en esa identidad su- jeto-objeto propia de las ciencias del espfritu. Se justifica de esta manera, ademas, la autonomfa de las ciencias del espfritu frente a las ciencias de la naturaleza. Windelband, sin embargo, en su Historia y ciencia natural (1894) sostiene que lo importan- te no es la distincién diltheyana, fundada en el diverso objeto material de Jas ciencias naturales y del espfritu, sino en fend- menos repetidos uniformemente y fenémenos individuales e irrepetibles. Las ciencias del espfritu, como la historia, preten- den comprender hechos particulares, mientras que las ciencias naturales tratan de formular leyes generales. Windelband califi- ©6 de nomotéticas las ciencias que persiguen leyes, e ideogrdfi- 13. Hacemos notar que este rasgo psicolégico es el més vulgarizado cuando se habla de Ja comprensién. Hasta autores como Stegmiiller, cuando tratan de esquema- tizar Ja concepcién del Verstehen de Dilthey, acuden a esta teoria psicolégica de la comprensién. Lo menos que se puede decir frente a esta interpretacién es que se toma abusivamente la parte por el todo. 31 cas, las dedicadas a la comprensién de las peculiaridades indi- viduales y inicas de sus objetos. Weber, siguiendo a Rickert, va a insistir en la comprension como el método caracteristico de las ciencias, cuyos objetos presentan una relacién de valor que hace que dichos objetos se nos presenten relevantes, con una significatividad que no po- seen los objetos de Jas ciencias naturales, los Atomos, por ejem- plo. Esta significatividad permite identificar y seleccionar tales objetos. El investigador Ilega a la comprensi6n de tal significa- do porque puede compartir, mejor, comparte con el objeto, los valores que atribuyen el significado. El ultimo Dilthey' insiste en que el Verstehen no es solo un conocimiento psicolégico, sino la comprensién del «espfritu ob- jetivo» (Hegel), en cuanto objetivacién sensible, histérica, en realizaciones culturales, del espiritu o vida humana. Acufiando una frase expresiva y brillante, dirA que «el espfritu solo puede comprender lo que ha hecho» («Nur was der Geist geschaffen hat, verstehet er»). De todo este esfuerzo por precisar una filosoffa de la ciencia que no caiga en las redes del positivismo y haga justicia a la peculiaridad de las ciencias humanas, culturales o del espiritu, una cosa queda clara: el rechazo a aceptar el modelo de expli- cacién cientifica triunfante en Occidente desde Galileo. Hay una recuperacién de la tradici6n aristotélica, a través de Hegel. «Para ciertos filésofos la explicacién (cientffica) consiste en procurar que los fenémenos sean inteligibles teleolégicamente, mas bien que en determinar su predicibilidad a partir del cono- cimiento de sus causas eficientes.»!> El debate iniciado con la relacién antipositivista de finales del siglo xIx no concluye aquf. Es, mas bien, el comienzo de una polémica incesante hasta hoy. Esto indica que no hay ven- cedores ni vencidos, aunque sf reacciones mds o menos fuertes en uno u otro sentido. Por ejemplo, al terminar el siglo xix, dos 14, Cf. W. Dilthey: Der Aufbau der gerschichtlichen Welt int der Geisteswissenschaf- ten, Frankfurt, 1970, Para una buena presentaci6n del pensamiento de Dilthey e inclu- so de la problemética que vinimos abordando, E. Imaz: El pensamiento de Dilthey, México, FCE, 1978; K.0. Apel: Die Erkltiren-Verstehen Kontroverse, pp. 17 s; J. Freund: Las teortas de las ciencias humanas, Barcelona, Peninsula, 1975. 15, G.H. Wrigth: Explicacién y comprensién, p. 27. 32 grandes socidélogos, E. Durkheim y Max Weber, seguian meto- dolégicamente cada uno una tradicién: Durkheim (Las reglas del método sociolégico) segufa la tradicién galileana (positivis- mo); M. Weber, la «sociologfa comprensiva». E) La segunda fase de Ja polémica o el racionalismo critico frente a la teoria critica Nos hallamos entre las dos guerras mundiales. Este tiempo conoce el resurgimiento de la légica, iniciado en 1850, tras un estancamiento que se remonta a 1350. Por una serie de azares, el desarrollo de Ja légica se vinculé con el positivismo y dio como resultado, en la década de los afios veinte, el denominado positivismo légico. A esta corriente pertenecen B. Russel, el pri- mer Wittgenstein (0 del Tractatus logico-philosophicus) y el de- nominado neopositivismo del circulo de Viena. Tipico de esta tendencia, englobada hoy dentro de lo que se denomina filosofia analitica, seria afirmar que tnicamente los enunciados sometidos a la légica y la verificaci6n empfrica pue- den ser calificados como cientificos. Los dem4s deben ser con- siderados de antemano como absurdos y sin sentido. Cientffico es solo, por tanto, aquel anilisis de la realidad que trabaje con estos dos pilares: la teorfa de la relacién légico-matematica y la fase o verificaci6n empfrica. El gran objetivo, a Ia larga, cla- ramente expresado por el representante més significativo del circulo de Viena, R. Carnap, era tfpicamente positivista: recons- truir racionalmente todos los posibles enunciados de la ciencia unitaria, universal, logicamente trabada. No es extrafio que el énfasis de los neopositivistas del circu- lo de Viena, de un R. Carnap, por ejemplo, se centrase en: a) La superacién de Ja pseudociencia (especialmente la me- tafisica) mediante el andlisis légico del lenguaje. Carnap persi- guid toda su vida el ideal de un lenguaje cientifico universal hecho de signos y simbolos nuevos, neutrales, unfvocos, sin las- tres histéricos. W. Stegmiiller!® vera en este intento la persecu- 16, W. Stegmiiller: Hauptstrmungen der Gegenwarts-philosophie, Kroner, Stuttgart, 33 cién del antiguo ideal de absolutez; en lugar del saber absoluto, debe aparecer ahora la exactitud absoluta. Exactitud, precisién y formalizaci6n son rasgos exigidos a todo enunciado con pre- tensiones cientfficas. b) La comprobacién y verificacién empirica de todas las afirmaciones, tmicamente tendr4 por verdadero y pleno de sen- tido lo que expresa un estado de cosas objetivo, lo cual equivale a decir, capaz de ser sometido a observacién directa y compro- bacién mediante experimentos. La moderna teorfa de la ciencia ha sido fuertemente influi- da por estas ideas. Pero pronto se vieron las aporfas a las que conducfa el programa del positivismo légico. Respecto a la construccién de un lenguaje cientffico, universal, transparente y de interpretacién unfvoca, surgian las preguntas: el lenguaje cientifico formalizado, gno depende del lenguaje cotidiano?; ges posible un Jenguaje cientffico totalmente independiente de un saber cotidiano previo? Gravisimas eran también las consecuencias que se deriva- ban de aplicar estrictamente el principio de la verificacion. Popper diré que la exigencia mayor de verificabilidad en Ja experiencia no solo eliminarfa las afirmaciones metafisicas, sino aniquilarfa también las hipétesis empiristas y con ello, todo el conocimiento cientifico natural.!? Esto porque la mayo- ria de los enunciados cientificos no son verificables empirica- mente. Por consiguiente, habria que rechazarlos como afir- maciones sin sentido. Pero, gcon qué derecho se hace precisa- mente a la experiencia sensible, empfrica, el criterio de todo sentido? Ya se advierte que, por este camino, muy poco del pensa- miento filoséfico y de las ciencias humanas quedaria en pie. Seria rechazado como pseudociencia. De hecho los filésofos del positivismo légico se ocuparon, casi exclusivamente, de cuestio- nes relativas a los fundamentos de las matematicas y de las ciencias naturales exactas. Solo O. Neurath, uno de los miem- bros més activos, junto con Carnap, del cfrculo de Viena, traté 6, 1976, XXX, II, obra muy recomendada de la que hay trad. cast.; Corrientes actuales de la filosofia actual, Buenos Aires, Nova, 1967. 17. K. Popper: La idgica de la investigaci6n cientffica, Madrid, Tecnos, 1973. 34 de fundamentar la sociologia desde sus supuestos.!® Uno de los resultados fue rechazar las exigencias metodolégicas del méto- do del Verstehen. Este queda reducido a un nuevo-elemento externo, accidental, dentro del proceso cientifico. Tomando su comparaci6n, serfa equivalente a «un buen café» que el investi- gador necesita para su trabajo. @ Serd K. Popper, critico del circulo de Viena, aunque situado en la corriente positivista, el que comenzara a prestar atencién a la problemitica de las ciencias sociales.!9 Desde entonces, la filosoffa analftica de la ciencia entré en liza en el debate positi- vismo-antipositivismo. Las antiguas controversias se avivaron alrededor de la mitad del siglo. El racionalismo critico de K. Popper arremete duramente. contra el positivismo légico del cfrculo de Viena. Popper habfa tenido contactos con sus miembros en su Viena natal. En 1934 aparece su Logik der Forschung (Légica de la investigacién) don- de analiza, sutilmente, las reglas.de juego de la obtencién de las hipétesis y teorfas cientfficas. Constituye el fundamento de un criticismo racional 0 racionalismo eritico. Para Popper, como hemos indicado ya, la pretensién de ve- rifiear empfricamente todo enunciado cientffico conduce a la muerte de la ciencia. La hipétesis cientffica mds sencilla (por ejemplo: «el cobre conduce la electricidad»), si hubiera de ser verificada experimentalmente, exigirfa comprobar esta cualidad en todo el cobre del universo. Pero esto, evidentemente, es im- posible. Por tanto, las hipétesis cientificas que pretenden posi- bilitar el conocimiento de las leyes de Ja naturaleza y poder 18. O. Neurath: Empirische Soziologie, Viena, 1931. En castellano puede verse su obra de 1944: Fundamentos de las ciencias sociales, Madrid, Taller de Ediciones J.B., 1973. 19, Sobre el positivismo de K. Popper, cfr, G.H. Wrigth: Explicacion y compren- sin, p. 29; KO. Apel: Die Erklaren-Verstehen Kontroverse, pp. 45, 92, 291, matiza la posicién tiltima de Popper, que exigiria también una hermentutica; cfr. K. Popper: Conocimiento objetivo, Madrid, Tecnos, 1974, cap. 4, pp. 147 s. Para una introduccién al pensamiento de K. Popper, Madid, Grijalbo, 1974; J.F. Malherbe: La philosophie de K Popper et le positivisme logique, Parfs, PUF, 1976; K. Popper: Brisqueda sin término, Una autobiografia intelectual, Madrid, Tecnos, 1977. Popper rechaza enérgicamente el apelativo de «positivista» que le endosan los criticos de la escuela de Frankfurt; ofr. K. Popper: «Reason 0 Revolution?», Archives Europeéines de Sociologie, XI, 2 (1970) pp. 252-265, 253. Victor Kraft, miembro del circulo de Viena, le ve, por el contrario, como continuador «en lo esencials de dicha orientacién neo-positivista, cfr. V. Kraft: Elctrculo de Viena, Madrid, Taurus, 1966, p. 18 y nota 13 bis. 35 efectuar pronésticos con validez para el futuro no son verifi- cables. No se puede acudir al «principio de induccién» para resol- ver el problema. Como Hume, Ja oveja negra de la filosofia, mostr6 ya, un enunciado general jamds puede ser verificado con la observacién. De aqui que, estrictamente hablando, el in- tento de fundamentar la ciencia sobre el método inductivo (partiendo de experiencias particulares concluir leyes generales) conduce a una construccién ilégica de la ciencia. La ciencia tendr4 que ser deductivista en su justificaci6n, o no ser4 un edificio racional. Popper Jes descubriré a los hombres del cfrculo de Viena que su verificacién esté ligada a un dogma empirista que no se puede sostener: la certeza tiltima proporcionada por la percep- cién de los sentidos. Para el positivismo légico, el edificio de la ciencia se construfa sobre las piedras elementales de los enun- ciados elementales, bdsicos, protocolarios, cuya certeza venfa dada por la percepcién inmediata de los sentidos. Pero, aunque es innegable que una relacién importante une las experiencias perceptivas a los enunciados de base o protocolarios, no hay tal justificaci6n empfrica. Los enunciados elementales solo se pue- den justificar mediante otros enunciados. Ademds no hay per- cepcién de los sentidos que no suponga una interpretacién. Asf pues, nuestro saber es, desde el comienzo, conjetural, hipotéti- co, siempre sometido a revision. Que los enunciados de la cien- cia tengan una fundamentacién ultima, exenta de toda ulterior critica, es una fe, una ciencia que desemboca en el famoso tri- lema de Miinchhausen,”” Por estas razones, dir4 Popper, los enunciados cientfficos hay que entenderlos como esbozos arbitrarios, creativos, que solo tienen un valor conjetural e hipotético y necesitan la com- probacién ulterior. Y puesto que no podemos comprobar todos los posibles casos subsumidos por una hipétesis cientffica, no podremos utilizar la verificacién, sino la falsificacion. Es decir, Jo que podemos hacer no seré verificar si «todos los cisnes son blancos», sino comprobar «si algtin cisne no es blanco»; por ejemplo, negro. Si encontramos algtin caso que contradiga 20, Cfr. H, Albert: Tratado de la raz6n crftica, Buenos Aires, Sur, 1973. 36 nuestra hipétesis, esta quedaré. falsificada, El fundamento 16- gico de esta teorfa es que de un enunciado o frase singular se puede seguir la negacién de una frase o enunciado general, pero no una frase general. En el caso de que nuestra hipétesis resista los intentos de falsificaci6n, ser4 aceptada, provisionalmente, mientras no se demuestre la contraria, como cientffica. En resumen, la ciencia, para Popper, deja de ser un saber absolutamente seguro para ser hipotético, conjetural. Deja de seguir un camino inductivo, para ser deductivo, Abandona el ctiterio de verificaci6n para seguir el de falsificacién. Al princi- pio de la ciencia no hay findamentos infalibles, sino problemas y un convencionalismo critico que se apoya en la fe, en la fuer- za critica de la razén.?! Tampoco se puede pretender evitar el lenguaje ordinario y, con ello, los conceptos «no claros». La ciencia no es posesién de la verdad, sino busqueda incesante, critica, sin concesiones, de la misma.?2 Para Popper, este es el método cientifico al que se tienen que someter también las ciencias sociales humanas.* Hay, pues, un monismo metodolégico.*4 Toda explicacién cientifica adopta en ultimo término, la forma de un esquema légico basi- co, donde el hecho o fenémeno que hay que explicar (explican- dum) sera la conclusién de una inferencia légica deductiva, cu- yas premisas est4n constituidas por la teorfa y las condiciones iniciales (explicans).?5 El tipo de explicacién es causal en senti- do amplio. Si prescindimos del giro que parece haber efectuado el dlti- mo Popper, y al que ya hicimos referencia, este planteamiento se sitita en la linea de Ja tradici6n positivista y galileana. Durante las dos guerras mundiales también se fundé en el ambito alemdn un instituto de investigaci6én social anejo a la universidad de Frankfurt, que andando el tiempo seria el origen 21. Clr. K. Popper: La logica de la investigaciOn cientifica, p. 38. 22. Ver el titulo de su autobiograffa: Bisqueda sin término. 23. Cir. K. Popper: «La légica de las ciencias sociales» en Adorno y otros, La disputa del positivismo en la sociologia alemana, Barcelona, Grijalbo, 1973, pp. 101- 119. 24. K. Popper: La miseria del historicismo, Madrid, Alianza, 1973, pp. 145-158. 25. K. Popper: La ldgica de las ciencias sociales, tesis vigésima. Volveremos més adelante sobre este modelo nomolégico-deductivo. 37 ede la Hamada escuela de Frankfurt. Su fundador y cabeza de fila es Horkheimer. Junto a él, trabajaron y modelaron las ideas de lo que se-denominarfa la teorta critica de la sociedad Adorno, Marcuse, Fromm, Léventhal, Polloch... Prosiguen la linea hege- liano-marxista, a la que tratan de incorporar las aportaciones de Freud. Su pretensién es analizar la sociedad occidental capi- talista y proporcionar una teorfa de la sociedad que posibilite a la raz6n emancipadora las orientaciones para caminar hacia una sociedad buena, humana y racional. * La teorfa critica de la escuela de Frankfurt se contrapuso desde sus orfgenes a la tradicién positivista. Se puede decir que los miembros de la primera generaci6n mantuvieron hasta su muerte una polémica permanente contra el positivismo. En 1961, en el congreso de la Sociedad Alemana de Sociologia tuvo lugar una confrontacién entre el racionalismo crftico (K. Popper) y la teoria critica (T. Adorno), La polémica fue proseguida por Jos discfpulos m4s conspicuos de ambos, H. Albert y J. Haber- mas. Horkheimer ya criticé duramente al positivismo en uno de los articulos que se consideran fundacionales de la teorfa criti- ca: «Teoria tradicional y teorfa critica» (1937)? Aqui ya indica- ba Horkheimer el cardcter de criterio ultimo y justificador que reciben los hechos en el positivismo. Pero no hay tal captacién directa de lo empfrico. El positivista no advierte que su ver, percibir, etc., est4 mediado por la sociedad (burguesa capitalis- ta) en la que vive. Si renuncia a percibir esta mediacién de la totalidad social del momento histérico que vive, se condena a percibir apariencias. : + La teorfa critica no niega con ello la observacién, pero sf niega su primacfa como fuente de conocimiento. Tampoco re- chaza la necesidad de atender a los hechos, pero se niega a elevarlos a la categoria de realidad por antonomasia. Lo que es, 26, Las exposiciones de K. Popper y T. Adorno, asf como Ja polémica posterior est4n recogidas casi integramente en La disputa del positivismo en la sociologta alema- na, ob. cit, 27. Cf. M. Horktheimer: Teorfa erftica, Buenos Aires, Amorrortu, 1974, pp. 223-272. Para una exposicién de los orfgenes de la teorfa critica, cfr. M. Jay: La imaginacién dialéctica, Madrid, Taurus, 1974. Para una presentacién amplia del concepto de ciencia social que detenta M. Horkheimer, cfr. J.M. Mardones: Dialéctica y sociedad irracional. La teorfa critica de la sociedad de M. Horkheimer, Bilbao, Univ. Deusto/Mensajero, 1979. 38 no es todo, dir Adorno. Allf donde no se advierte el caracter dindémico, procesual, de la realidad, cargado de potencialidades, se reduce la realidad a lo dado. ¥ tras las reducciones estén las justificaciones. La ciencia moderna, galileana, no ha advertido que es hija de unas condiciones socioeconémicas y que est4 profundamente ligada con un desarrollo industrial. Privilegia una dimensién de la razén: la que atiende a Ja biisqueda de los medios para conseguir unos objetivos dados. Pero esos objeti- vos o fines no se cuestionan, son puestos téticamente o «deci- sionfsticamente» por quienes controlan y pagan los servicios de la ciencia. La raz6n se reduce, asf a raz6n instrumental. Y su expresi6n més clara, la ciencia positivista, funciona, con el prestigio de sus éxitos tecnolégicos y su racionalizaci6n en la teoria de la ciencia, como una ideologfa legitimadora de tal unidimensionalizacién de la raz6n. Se imponen, pues, ya algunos correctivos a la concepcién popperiana y al positivismo en general. No se puede desvincu- lar el contexto de justificacién del contexto de descubrimiento. Es decir, no se puede atender a Ja légica de la ciencia, al fun- cionamiento conceptual, y prescindir del contexto sociopolitico- econémico donde se asienta tal ciencia. Los factores exis- tenciales y sociales, como sabe la sociologfa del conocimiento y la historia de Ja ciencia, penetran hasta la estructura misma del conocimiento. No es, pues, balad{ para el contenido mismo de la ciencia el atender al entorno social que la rodea y la posibili- ta. También aqui se juegan los problemas epistemolégicos. Quien olvida este entorno, que Adorno y Horkheimer denomi- nan fotalidad social, desconoce, ademés de las funciones socia- les que ejercita su teorizacién, la verdadera objetividad de los fenémenos que analiza. Ei racionalismo erftico reduce en exceso toda la problemati- ca de la ciencia a cuestiones légico-epistemolégicas. Frente a esta tendencia, la postura de la teorfa critica ser4, no negar, sino ir més all de las afirmaciones de K. Popper.”® Resumiendo mucho Jas posiciones, los’ correctivos de Ador- no serfan: 28. Cir. la coponencia ya citada de T:W. Adomo a K. Popper, en La disputa del positivismo, ob. cit,, pp. 121-138. 39 a) Respecto al origen del conocimiento Acepta la tensién entre saber y no saber popperianos. Sitéa el problema en el comienzo de la ciencia. Pero no acepta la reducci6én de Popper a problemas intelectuales, epistemolégi- cos, mentales, sino a problemas pricticos, reales. Dicho de otra forma y para evitar confusiones: al principio de la ciencia no est4 el problema mental, sino el problema real, es decir, la con- tradiccién. Por consiguiente, al comienzo de las ciencias socia- les estan las contradicciones sociales. b) El método cienttfico El método cientffico es tinico. Pero no se acépta el monismo metodolégico de K. Popper que eleva el modelo de las ciencias fisiconaturales a canon de la ciencia. Se acepta que Ja rafz fun- damental del metodo cientffico es la critica, la razén critica. Pero Adorno entiende por critica algo distinto de Popper. Criti- ca, para Popper, es confiar en la fuerza de la raz6n, que nos mostrard si nuestros enunciados se pueden mantener como conformes a los hechos empfricos o no. Se constituye asi a los hechos, a lo dado, en criterio tiltimo de verdad. Adorno piensa que se priva de esta manera a las ciencias humanas y sociales del momento hermenéutico de Ja anticipaci6n. Sin anticipar un modelo de sociedad, que exprese el ansia emancipadora, racio- nal y de biisqueda del mundo social bueno del hombre, no hay posibilidad de escapar del anillo magico de la repeticién de lo dado,’ ni de dar cuenta del todo social que enmarca y da senti- do a los hechos sociales concretos.*° La critica que conlleva la observacién de los datos particula- res, sin verlos estructurados en la totalidad social, es superfi- cial, Y la erftica que no esté dirigida por el interés emancipador no penetra més all de la apariencia. Se impone, por tanto, una metodologia que atienda a los datos de la realidad, pero que no olvide que hay que ir més all4 de lo que aparece para captar 29, Horkheimer y Adorno: La sociedad, lecciones de sociologia, Buenos Aires, Pro- teo, 1969. 30. Adomo: «Sobre la ldgica de Jas ciencias sociales» en La disputa del positivismo, ob. cit, p. 123, 40 el fenémeno en su objetividad. Esto solo se logra si se acepta que la raz6n mantiene una relativa autonomfa respecto de los hechos. ¢) La objetividad de la ciencia Para Popper y el racionalismo crftico, radica en el método cientifico de la falsificacién. Horkheimer y Adorno no rechazan las aportaciones de la légica cientifica y del falsificacionismo, pero acentiian la peculiaridad de las ciencias humanas y socia- les. La sociedad no puede concebirse como un objeto mds. La sociedad es también algo subjetivo. En razén de su estructura, es algo objetivo y subjetivo. Olvidar este aspecto conduce a po- ner el énfasis en Ja sociedad como objeto, como algo-que yace ahi, enfrente de nosotros, y que solo puede ser captado median- te unos métodos determinados. La prepotencia del método so- bre el objeto deriva de esta consideracién reificadora de la rea- lidad social. Al final, la pretensién de subsumir toda explicacién racional en el esquema nomolégico-deductivo priva sobre la verdad misma de la cosa, que es contradictoria e irracional.3! Para Adorno y Horkheimer, la objetividad se alcanza con el método critico. Pero la via critica es, en este caso, no solo for- mal, no solo se limita a la reflexion sobre los enunciados, méto- dos y aparatos conceptuales, sino es critica del objeto del que dependen todos estos momentos, es decir, del sujeto y los suje- tos vinculados a Ja ciencia organizada. Dicho con palabras de Horkheimer, si la critica no se convierte en critica de la socie- dad, sus conceptos no son verdaderos. d) El interés que impulsa la ciencia social Al final descubrimos que la instancia especffica que distin- gue la teorfa critica de otras teorfas, por ejemplo el racionalis- mo critico, es el interés emancipador o, como dirfa Horkheimer a la altura de 1937, el «interés por la supresién de la injusticia social».33 Interés que, pretende radicalmente la teoria critica, 31. Adomo: introduccién a La disputa del positivismo, ob. cit., pp. 41, 54. 32. bid.,’p. 130. 33, Horkheimer: Teorfa tradicional y teorta critica, ob. cit., p. 270. 41 est4 fnsito en ella. De aqui deriva su no conformismo, su beli- gerancia en pro de una sociedad buena y racional, y la constan- te atencién a los desarrollos de la realidad. E] cardcter no ortodoxo de la teorfa critica se enrafza en su carfcter desideologizador, que nombra lo que nadie nombra y desvela Ja injusticia como camino, como via negativa, para ha- cer aflorar la verdad de la sociedad futura que ansiamos. Las propuestas de la teorfa critica no han quedado sin répli- ca.34 La confrontacién Ja han proseguido Jos discfpulos de los protagonistas aqui citados. Pero, mas alla de la polémica y me- diante ella, tanto las posturas de Popper como las de Adorno- Horkheimer han sido matizadas o impulsadas més all4. Es de- cir, la discusién contimta y, entretanto, han aparecido los segui- dores de otro de los creadores de‘ un estilo de pensar en la actual teorfa de Ja ciencia: nos estamos refiriendo a las aporta- ciones del Wittgenstein tardfo.*5 Nos situamos, pues, en la ter- cera y tiltima fase de la confrontacién explicaci6n-comprensién (Erkliren-Verstehen). F) La tercera fase de Ia polémica: intencién frente a explicacién, o los diversos juegos de lenguaje frente al modelo nomoldgico-deductivo Desde 1942, la corriente positivista, en su versién de la filo- soffa analftica, trata de precisar el modelo o teorfa de cobertura legal (Covering Law Model or Theory). Consiste fundamental- mente en el esquema légico-bdsico de K. Popper® o de explica- 34, fi. K. Popper: «Reason or Revolution?s, en Archives Européermes de Sociolo- gie, V, XI, 2 (1970), pp. 252-265; también H, Albert: Traktat aber Kritischen Rationalis- mus, Munich, Piper, 1971. Asimismo, los artfculos de Albert y J. Habermas en La disputa del positivismo, ob. cit. Desde la teorfa critica, A. Wellmer: Methodologie als Erkenmtnistheorie, Frankfurt, 1967. 35. Para G. Radnitzky: eTres estilos de pensar en la actual teorfa de la ciencia, Sus creadores: Wittgenstein I, Popper y Wittgenstein II», Pentsamiento, 35 (1979), 5-35, los principales criticos actuales de la metodologfa popperiana estén muy influidos por la Silosoffa tardfa de Wittgenstein, La confrontacién de K.O. Apel con G.H. von Wright serfa una prueba de la verdad de este aserto, 36. Hay incluso una disputa por la prioridad (Merton) del descubrimiento de este modelo entre C.G. Hempel y K. Popper, cf. las aportaciones de G.H. von Wright: Explicacién y comprensién, p. 29, nota 35, que lo hace remontar hasta Mill, 42 cién causal. La novedad estriba en que se pretende aplicar este modelo nomolégico-deductivo a la historia.” Hempel, el principal representante de este esfuerzo por alar- gar el modelo de cobertura legal o de explicacién por subsun- cién a la ciencia histérica y social, sigue detentando una con- cepcién positivista de la ciencia. Para Hempel, una Jey es una implicacién universal (todos Jos A son B) o bien una correlacién probabilistica.38 Es decir, Jas leyes enuncian la concomitancia (correlacién) regular o uni- forme de fenémenos. Pero hoy cada vez més se cuestiona entre los légicos la uni- versalidad de Ja necesidad. Parece haber una verdad universal accidental (empfrica, contingente) que es distinta de una légica- mente necesaria. El problema consiste en cémo discernir entre ambas. Pero por este camino se llega a Ja conclusién de que es la necesidad y no la universalidad lo que constituye la marca de una conexién némica o legaliforme.*? Volvemos a toparnos con las concepciones «aristotélica» y «galileana», que estén en el fondo de una u otra respuesta. Ahora bien, en las explicaciones hist6ricas nos topamos con un hecho: Ja ausencia de referencias a leyes generales. ¢Por qué ocurre este hecho? La teorfa de los representantes de la teorfa o método de la subsuncién oscila entre: a) la excesiva comple- jidad de tales leyes y la insuficiente precisi6n con que las co- nocemos nos impide una formulacién completa y nos fuerza a mantenernos al nivel de los bosquejos explicativos (Hempel); B) las leyes hist6ricas son algo familiar que damos implicita- mente por supuesto, y debido a su trivialidad no merecen una menci6n explicita (Popper). Frente a este tratamiento positivista de los fenémenos histé- ricos se encendié la polémica, En 1957, W. Dray, en su obra 37, CG, Hempel: «The Function of General Laws in History», Joumal of Philo- sophy (1942). En castellano se puede ver su famosa exposicién de 1962: «La explana- cin en Ja ciencia y en la historias, en PH. Hidditsch (ed.), Filosofia de la ciencia, México, FCE, 1975, 100-144. Aqui se reelabora de nuevo su modelo explicativo. En las Jecturas se recoge Ja versién hempeliana en confrontacién con W. Dray a través de la exposicin de W. Stegmiller, la explicacién racional. 38, Véase un resumen critico en GH, von Wright: Explicacién y comprensién, pp. 29 3 K.O. Apel: Die Erklaren-Verstehen Kontroverse, pp. 76 8. 39, Ibid, p. 43. 43 Laws and Explanation in History (Leyes y explicacién en la histo- ria) responde a Hempel y Popper que la razén es que las expli- caciones histéricas no se fundan en absoluto en leyes generales. Explicar una acci6n es, segun Dray, mostrar que esa accién. fue el proceder adecuado o racional en Ja ocasién considera- da.” En opinién de G.H. von Wright,*! Dray ha visto con toda justicia que la explicacién histérica tiene sus propias peculiari- dades légicas. Pero ha quedado preso de las cuestiones valorati- vas, sin acertar a plantear el problema en la direccién teleolégi- ca. Su modelo de explicaci6én es muy deudor de los plantea- mientos tradicionales de Jas ciencias del espiritu, es decir del cometido metodolégico de la empatfa y de la comprensién, sin atender a los desarrollos modernos de esta direcci6n. Un nuevo impulso vino con la aportacién de E. Anscombe," quien centré el problema en Ia nocién de la intencionalidad y desaté la discusién sobre el tema entre los fil6sofos analiticos. Ayud6 a aclarar la distincién entre explicaci6n y comprensién, al mostrar cémo la conducta intencional lo es a tenor de una determinada descripcién, y deja de serlo a tenor de otra. E hizo que se prestara de nuevo atencién al razonamiento légico deno- minado, silogismo prdctico. Nocién esta que procede de Aristé- teles y se encuentra en Hegel, siendo muy revalorizada actual- mente para la explicacién teleol6gica tipica de las ciencias hu- manas y sociales por G.H. von Wright. En sintesis, el esque- ma del silogismo practico es el siguiente: 1) el punto de partida de la premisa mayor del silogismo menciona alguna cosa pre- tendida o Ja meta de actuacién; 2) la premisa menor refiere algiin acto conducente a su logro, algo asi como un medio diri- gido a tal fin; 3) finalmente, la conclusién consiste en el empleo de este medio para alcanzar el fin en cuestién.4 40. W. Dray: Philosophy of History, Englewood Cliffs (NJ), Prentice-Hall, 1964. 41. G.H. von Wright: Explicacion y comprension, p. 47. 42. E, Anscombe: Intention. 43. Cf. como ejemplo el libro que venimos citando de G.H. von Wright: Explica- cién y comprensién, pp. 48 s. La discusién a que ha dado origen manifiesta asimismo el interés e importancia del intento; cfr. Apel/Manninen/Toumiela (eds.): Neue Versuche aber Erklaren und Verstehen, Frankfurt, Sulrkamp, 1978; K.O. Apel: Die Erklaren-Vers- teen Kontroverse in tranzendental-pragmatischer Sicht, ob cit.; A. Wellmer: «CH. von Wright tiber Erklaren und Verstehen», Philosophie Ruridschau, 26, 1/2 (1979). 44, Cfr. la forma que adopta tal silogismo préctico en G.H. von Wright: Explica- cidn y comprension, p. 132. 44 Von Wright ha tratado de mostrar con una gran sutilidad el razonamiento teérico complejo que subyace al silogismo prdcti- co. La tesis fundamental de este autor, que ha avivado tltima- mente la polémica en torno a la explicacién cientifica en las ciencias humanas y sociales, es que el silogismo prdctico pro- vee a las ciencias del hombre de algo durante mucho tiempo ausente de su metodologia: un modelo explicativo legitimo por s{ mismo que constituye una alternativa definida al modelo de cobertura legal teérico subsuntivo. En Ifneas generales, dir4 Von Wright, el silogismo practico-viene a representar para la explicacién teleolégica y para la explicacién en historia y cien- cias sociales, lo que el modelo de subsuncién teérica representa para la explicacién causal y para la explicacién en ciencias na- turales.45 Cercanas a esta linea de ataque al positivismo y defensa de la comprensién de Jos fenémenos sociales por métodos radical- mente diferentes de los empleados en la ciencia natural, estén las aportaciones de Ch. Taylor’ y P. Winch.” Este tiltimo au- tor, influido, como los anteriores, por la filosoffa del ultimo Wittgenstein y la «sociologfa comprensiva» de Weber, se centra principalmente en Jos criterios de la accién social. El investiga- dor social ‘tiene que comprender el significado de los datos del comportamiento o conducta social que observa y registra si quiere tratarlos como hechos sociales. Alcanza este género de comprensién mediante la descripcién (interpretacién) de los datos en términos de conceptos y reglas que determinan la «realidad social» de los agentes estudiados. Sin la comprensi6n de Jas reglas de juego no hay comprensién del comportamiento en sociedad. La conclusién metodolégica que saca Winch es que la explicacién cientifica de la conducta social debe servirse del mismo entramado conceptual utilizado por los propios agentes sociales. Un antecesor, que ya es un clasico, de un replanteamiento de la metodologia «comprensiva» weberiana es Alfred Schiitz. Desde posiciones influidas por la fenomenologfa de Husserl, trata de reformular el cardcter distintivo de las construcciones 45. Ibid., p. 49. 46. Ch. Taylor, The Explanation of Behavior (1964). 47. P, Winch: Ciencia social y filosofia, Buenos Aires, Amorrortu, 1972, 45 cientificas naturales y sociales. Los cientificos sociales tratan con hechos y sucesos que revelan estructuras intrinsecas de sig- nificatividad. Tal significatividad es inherente al mundo social y sus fenémenos. Schiitz analiza en su obra por qué esto es asf, es decir, por qué el mundo social es siempre para el hombre un mundo con sentido estructurado significativamente.** La conse- cuencia metodolégica que se deriva del planteamiento de Schiitz es un rechazo del positivismo, que no ha captado la complejidad de la actitud natural del hombre en su vida coti- diana. Las construcciones cientfficas en las ciencias sociales son. construcciones segundas, construcciones sobre las cons- trucciones efectuadas ya por Jos actores en la sociedad 0 vida “cotidiana. Tales construcciones segundas trabajan con un mo- delo de interpretacién subjetiva de las acciones sociales o fené- menos que deber4 ser coherente Iégicamente y, sobre todo, adecuarse asimismo a la comprensié6n que de dicha accién tie- nen el actor social y sus semejantes (expresada en términos de sentido comin). Los intentos de Schiitz tienen hoy su prolongacién en la corriente denominada «etnometodolog{a», que prosigue asimis- mo la reflexi6n metodolégica como la elaboracién de técnicas de andlisis de los fenémenos sociales.°° Pero si la reaccién contra el «positivismo», en la versién hempeliana o popperiana, ha sido fuerte, desde 1957-1958, me- diante la reivindicacién de la explicacién teleolégica, la polémi- ca no termina aquf. La revivencia de la tradicién aristotélica, que, ya hemos visto, pasa por Hegel, ha despertado en la se- 48. Chr. A. Schtitz: Fenomenologta del mundo social. Introduccion a la sociologia comprensiva, Buenos Aires, Paidés, 1972; fdem: El problema de la realidad social, Bue- nos Aires, Amorrortu, 1974; {dem (con Luckmann): Las estructuras del mundo de ta vida, Buenos Aires, Amorrortu, 1977. Desde la perspectiva fenomenolégica también habria que tener en cuenta a Merleau-Ponty, La fenomenologia y las ciencias del hom bre, Buenos Aires, Nova, 1969; S, Strasser: Phanomenologie und Erfahrungswissenschaft vort Menschen, Grundgedanken 21 einen seuen Ideal der Wissenschafilichkeit, Berlin, de Gruyter, 1964. 49. Cfr, A. Schtitz: «EI sentido comtin y la interpretacién cientifica de la accién humana» (1953), en El problema de la realidad social, ob. cit., 67-68. 50, Cfr. por ejemplo P. Filmer/M. Philipson/D. Silverman/D. Walsh (eds): New Directions in Sociologicae Theory, Londres, Crowell, Collier and McMillan, 1972; P. McHugh: Defining the Situation. The Organization of Meaning in social Interaction, Nueva York, Bobbs-Menill, 1968; A.V, Cicourel: Method and Measurement in Sociolo- gy, Nueva York, Free Press, 1964, 46 gunda generacién de Frankfurt, especialmente en la obra de J. Habermas y K.O. Apel, unas correcciones que creen necesa- tias y significativas para la auténtica explicacién cientffica en las ciencias humanas y sociales. Coinciden con la Ifnea fenome- nolégica, hermenéutica y neowittgensteiniana en su critica al positivismo. Pero introducen una perspectiva nueva, que quiere continuar los andlisis de Kant acerca de las relaciones entre raz6n teérica y razon practica, y que Marx impulsé en su obra, aunque frecuentemente lo expresara mal, obnubilado por el po- sitivismo de su €época.5! Esta perspectiva nueva brota del andli- sis de los intereses que rigen el conocimiento. La raz6én huma- na est4 imbricada inextricablemente con el interés. No hay co- nocimiento sin interés, Habermas, siguiendo a Horkheimer, distinguir4 entre el interés que dirige el conocimiento de la na- turaleza (ciencias naturales), que estA orientado fundamental- mente al control y dominio de la misma, del interés practico de las ciencias que tratan de que se establezca una buena comuni- cacién entre los dialogantes (ciencias hist6érico-hermenéuticas), e interés emancipativo que orienta las ciencias sistemdticas de la acci6n o ciencias sociales.** Cada uno de estos intereses espe- cifica unas reglas légico-metodolégicas. Pero ninguno de estos marcos metodolégicos puede alzarse con pretensiones de auto- nomfa total ni de absoluto. En tiltimo término, lo que se de- muestra es que las ciencias estan referidas al interés cognosciti- vo emancipatorio, que se asienta sobre la autorreflexién y pug- na por conducir al hombre a un ejercicio adulto de la raz6n, libre de la dependencia de poderes hipostasiados. Por este camino desemboca Habermas en un anilisis de las condiciones transcedentales o presupuestos universales que presuponen el ejercicio de Ja raz6n. Como toda la gran tradi- cin filoséfica, afirma que la razén es intersubjetiva. Pero los fundamentos de tal ejercicio demostrativo de la raz6n los busca Habermas por medio del andlisis de los presupuestos universa- 51, Habermas: Erkenntnis und Interesse, Frankfurt, Suhrkamp, 1973, pp. 59, 85-86. 52. idem; cfr. el art. «Erkenntnis und Interesses, en Technik und Wissenschaft als Ideologie, Frankfurt, Suhrkamp, pp. 19, 146-168. Sobre la teoria de los actos del habla (speech acts) cfr. J. Searle: Actos de habla, Madrid, Cétedra, 1980; idem: ¢Qué es wun acto de habla?, Valencia, C. Teorema, 1977. En la misma Iinea que J. Habermas, KO. Apel: Transformation der Philosophie, 2 vol., Frankfurt, Suhrkamp, 1976, 47 les de la comunicacién o las condiciones universales que posi- bilitan la comprensién en comunidad. Habermas incorpora en este andlisis muchas de las aportaciones de la filosoffa del len- guaje, en concreto las debidas a Austin y su discfpulo J. Searle. Las consecuencias de esta investigacién de los aprioris, o cuasi- aprioris, de Ja comunicacién es el rechazo de lo que Apel llama «el tiltimo presupuesto tacito de la teorfa del conocimiento po- sitivista»: el solipsismo metédico3 La creencia de que el cienti- fico hace ciencia (conocimiento objetivo) sin reparar en el pre- supuesto del lenguaje como condicién de la intersubjetividad. El positivista salta por encima de la funcién comunicativa del Jenguaje, presuponiendo o postulando (Carnap) un Ienguaje ob- jetivo y universal, que seria a priori intersubjetivo. De este olvi- do o, mejor, carencia de reflexi6n sobre el apriori de Ja «comu- nidad comunicativa» (Apel) como condicién de posibilidad de Ja ciencia, se deduce Ja incomprensié6n del Verstehen, que queda reducido a un elemento heurifstico, creativo, de cardcter psico- légico, para la formulacién de la hipétesis. Si los positivistas entendieran que en las ciencias histéricas y sociales el verdadero interés es comprender los fines y motivos por los que acontece un hecho, lo cual es distinto de una expli- cacién causal, estarfamos en el camino de la complementarie- dad de los métodos. Es decir, del reconocimiento de la peculia- ridad del Erkliren y el Verstehen, de su significatividad y raz6n de ser en cada caso. Y de la posibilidad de Ja aplicacién de la explicacién causal (Erkldéren) o cuasi-explicativa en servicio de la emancipaci6n mediante la autorreflexién. Siguiendo el ejem- plo del psicoandlisis lefdo desde su estructura metodolégica, di- versa también de la que explicit6 Freud,54 Habermas y Apel Ilegan a la conclusién de que es posible la mediacién dialéctica del Verstehen o comprensién hermenéutica, mediante el Erkid- ren, © la cuasi-explicacién. Es decir, es posible y se debe hacer ciencia social critico-hermenéutica con un método que necesa- 53. K.O. Apel: «Das Kommunikationsapriori und die Begriindung der Geisteswis- senschaften», en R. Sim6n Schaefer / W.Ch. Zimmerli (eds.): Wissenschafistheorie der Geisteswissenschafien, Hamburgo, Hoffmsan und Campe, 1975, p. 2.356; fdem: «El problema de la fundamentacién ultima filos6fica a la luz de una pragmatica trascen- dental del lenguaje», Dianoia. Anuario de la Filosofia (México), 1975, 140-173. 54, Cir, J. Habermas: Erkennmis und Interesse, pp. 262 s. 48 riamente tiene que utilizar tanto la interpretacién (Verstehen) como la explicaci6n por causas (Erkldren), orientada por el in- terés emancipativo y dirigida a hacer una sociedad buena, hu- mana y racional (ideal anticipado y ansiado de sociedad). Ob- servamos que la ciencia, para la segunda generacién de Frank- furt, tiene una finalidad: servir a la construccién de una socie- dad donde los individuos puedan ser realmente personas. El cardcter ilustrado o critico de esta teorfa de la ciencia es evi- dente. Asimismo, la teorfa de la ciencia est4 inevitablemente ligada con la teorfa de la sociedad, Aquf resuenan Jejanos ecos de la tradicién aristotélica, que cultivaba la ciencia para ser mas y mejores hombres en una buena sociedad o «vida buena» («pros to eu shen holos»). El debate todavia se podria alargar mds, enumerando auto- res y escuelas cuya aportacién es digna de tenerse en cuenta, La escuela de Erlangen y su pensamiento constructivo, por ejemplo, trata de dar una solucién al problema del principio o comienzo de la ciencia. Con la hermenéutica se ha hecho ya famoso el llamado cfrculo hermenéutico,>* es decir, traducido a nuestro problema: siempre partimos de un saber precientffico sobre el objeto que investigamos. Lo que quiero saber he de saberlo ya, antes de comenzar a reflexionar e investigar. Esta inteligencia previa se articula lingiifsticamente. Pero, al analizar el Jenguaje, me encuentro que lo hago utilizando e] habla. Esta- mos, parece, encerrados inevitablemente en un cfrculo. No hay comienzo absoluto. EI peligro del énfasis en el circulo hermenéutico es caer en el irracionalismo: puesto que no hay comienzo claro, al princi- pio esté la oscuridad. El pensamiento constructivo afirma, co- rrigiendo esta conclusién, que, si bien no podemos poner nin- gan principio absoluto (ya que nos hallamos siempre inmersos en la vida y el lenguaje cotidiano), podemos edificar sistemdati- camente el lenguaje cientifico desde el principio. Podemos, uti- lizando una imagen de P. Lorenzen, construir un barco nuevo 5S. Cir. P. Lorenzen: Pensamiento metédico, Buenos Aires, Sur, 1973; (dem (con W. Kamlah): Logiche Propeideutik oder Vorschule des verntinftigen Redens, Manheirv Vie- na/Zurich, BIH; N, Urstia: «Ciencia y verdad en la teorfa constructivista de la escuela de Erlangene, Teorema, X, 2/3 (1980), 175-191. 56. G. Gadamer: Método y verdad, Salamanca, Sigueme, p. 197. 49 en medio del mar, mediante tablas (predicados) unidas (reglas) que logramos armar nadando (pensamiento metédico). Las aportaciones de J. Piaget,°” y los estudios epistemolégi- cos que ha impulsado con su equipo de colaboradores, no son nada despreciables a la hora de una fundamentaci6n de las ciencias humanas. Pero no cerramos aqui nuestro recorrido histérico. Después de este ir y venir de nombres y esfuerzos, que se hacen una maraiia al llegar a nuestros dfas, nos propo- nemos, en el ultimo apartado, indicar por dénde discurren hoy las tendencias fundamentales. G) La situacién actual: de los modelos légicos y normativos a los modelos histéricos y procesuales Las aguas epistemolégicas y metodoldgicas han estado muy agitadas en los afios sesenta y setenta. Han sido décadas de creacién y discusién, donde parecfa que se daban alternativas a la totalidad que iban a cambiar todo el panorama de la filosoffa de la ciencia y, concretamente, de la filosoffa de las ciencias humanas y sociales. De dependientes y subordinadas, parecfa que pasaban, por momentos, a ser el nuevo canon sefiorial. Crecientemente, han entrado més y més en consideracién aquellas condiciones histéricas y sociales que antes no parecfan tener lugar. El resultado ha sido el paso de los modelos légicos y normativos a los hist6ricos y procesuales. Aunque algo hemos indicado en la denominada tercera fase de la polémica, sin em- bargo, queremos detenernos un poco mas en este Ultimo perié- do cercano a nuestros dfas que dibuja el estado de la situaci6én actual. Lo caracterizamos con los trazos més fuertes que perci- bimos desde nuestro montfculo de hoy. El postempiricismo, o la autocritica de la tradicién positivista Una serie de filoséfos de la ciencia que, en sentido amplio, segufan la linea de K. Popper, han introducido una serie de 57, J. Piaget: Epistemologia genética, Barcelona, Redondo, 1970. 50 correcciones en la obra del maestro. Por su resultado, bien se les puede denominar, con Mary Hesse, postempiricistas 8 Des- cuella entre ellos I. Lakatos,*° para quien el proceso de falsifica- ci6n no aparece ni tan simple y légico como da a entender Popper. Lakatos ve el edificio cientifico més complejo y menos transparente, Ante las teorfas e hipétesis cientificas, no se pro- cede buscando su fallo o falsificacién. Al revés, los cientificos defienden sus teorfas con cinturones protectores o de seguri- dad. De tal manera que, como dir4 M. Bunge, hay toda una serie de anillos defensivos antes de poder hacer mella en la hipétesis propiamente dicha. Més atin, la vuelven invulnerable. La falsificacién de hipétesis no es, por tanto, una cuestion facil y sencilla: basta encontrar el fallo refutador. La teorfa o hipé- tesis se nos muestra envuelta en toda una serie de teorfas y visiones que semejan casi una mufieca rusa, 0, como diria H. Putnam, en un marco de referencia que da sentido a los conceptos y aun a las hipétesis. Lakatos llamar4 programas de investigacion cientffica a este conjunto formado por un cen- tro firme, aceptado convencionalmente, y el cintur6én de hipé- tesis auxiliares. De esta manera, dird I. Lakatos, el disefio pop- periano de conjeturas y refutaciones, o de ensayo-de-hipéte- sis seguido de error-mostrado-por-experimento, ha de ser aban- donado. Lakatos seguiré manteniendo criterios racionales para la sustituci6n o eliminacién de los programas de investigacién. Mientras un programa de investigacién siga prediciendo® nue- vos hechos con cierto éxito y explicando més que su rival, no est4 estancado y no ser4 necesario reemplazarlo por otro. 58. M, Hesse: Revolutions and Reconstructions in the Philosophy of Science, Brigh- ton, Haverster, 1980. Esta erevolucién en el marco de la filosofia empirista de la cien- cia» hizo, por ejemplo, que J. Habermas no prosiguiera su proyecto de ajuste de cuen- tas con el positivismo que iniciara en Conocimiento e interés (Madrid, Taurus, 1982). La erftica estaba realizada desde dentro, 59. I. Lakatos: Historia de la ciencia y sus reconstrucciones racionales, Madrid, Tec- nos, 1974, pp. 26 y ss; {dem (y Musgrave, A): Tecra el desoroll del concent, Barcelona, Grijalbo, 1975. 60, H. Putnam: Meaning and the Moral Science, Londres-Boston, Routledge & Ke- gan Paul, 1982; idem: Razén, verdad e historia, Madrid, Tecnos, 1988; {dem: Racionali- dad y metafisica, Valencia, Teorema, 1965; idem: Realism with a Human face, Cambrid- ge, Harvard Univ. Press, 1990. 61. I. Lakatos: Historia de la ciencia y sus reconstrucciones racionales, ob. cit., p. 28. 51 Las estrategias de inmunizacion,® por tanto, a las que son tan sensibles los ojos del racionalismo critico, resulta que se encuentran en su propia casa. Se va dando asi un giro en la atencién de las cuestiones de la filosofia de la ciencia: la misma tradicién empirista comienza a subrayar los aspectos histéricos ysociolégicos. La filosofia y metodologifa de la ciencia empfrica se apresta a conceder mayor atencién al proceso de la ciencia. Ya no se-sostiene tajantemente la divisién entre contexto de descubrimiento y de justificaci6n (Reichenbach). R. Hanson® propondré una légica del descubrimiento, que equivaldra a estudiar los patrones del proceder racional en la elaboracién de las hipétesis cientfficas. Se abrira asf camino la penetracion de las consideraciones histérico-sociales, que van a hacer explosién con la obra de Th. Kuhn La estructura de las revoluciones cientificas (1962). La estructura de las revoluciones cientificas Treinta afios después de publicada esta obra, somos cons- cientes de su aportacién a la filosofia de la ciencia. Supuso la entrada de las consideraciones histérico-sociales en esta disci- plina. La confrontacién de teorfas ya no aparecfa como una pura demarcacién racional o falsacionismo puro. Entraban en liza diversos paradigmas o modos de comprender Ia ciencia, la competici6n entre escuelas 0 comunidades cientificas con su reconocimiento social o no, etc, Solo cuando las anomalias de- tectadas son reconocidas por la mayoria o por los miembros mas influyentes de la comunidad cientifica, estén dadas las condiciones para que ocurra un cambio de paradigma o de ma- triz disciplinar. Th. Kuhn mostraba asf la inoperancia del criterio popperia- no de la falsabilidad. Ensefiaba cémo funciona realmente la 62. H. Albert: Traktat aber Kritische Vernunft, Tubinga, Mohr, 4° ed. 1980, trad. cast, de la 1 ed. de 1968, Tratado sobre la raz6n critica, Buenos Aires, Sur, 1973. 63. Cfr. N.R. Hanson: Patrones de descubrintiento, Observacién y explicacién, Ma- did, Alianza, 1977; fdem: Constelacionees y conjettras, Madrid, Alianza, 1978. 64. Th, Kuhn: La estructura de las revoluciones cientfficas, ob. cit, pp. 25 s., Ma- drid, Taurus, 1978; idem: La tensién esencial, Madrid, FCE, 1983; idem, Segundos pen- samientos sobre paradigmas, Madrid, Tecnos, 1978. 52 ciencia. Cuando y en qué circunstancias cabe esperar una revo- lucién o cambio, y cémo funciona la ciencia «normalmente». Introducfa, ademas, Ja atencién al estudio de la dindémica del proceso mediante el cual se obtiene el conocimiento cientffico. Las discusiones posteriores iban a acentuar una serie de aspec- tos acerca del cardcter no lineal ni acumulativo del desarrollo cientifico, asi como la incomensurabilidad de los paradigmas dependientes de sus contextos histérico-sociales y el pluralismo de los métodos en la ciencia. Estaba preparado el terreno para dar un paso mas all4 de Kuhn y afirmar una especie de «todo vale» metodolégico que, ademas de destruir la pretenciosidad de un método en la ciencia, ofrece unas perspectivas dadaistas o anarquistas de la ciencia. ¢«Todo vale» en la ciencia? Hay que atreverse a pensar a Ja contra si se quiere ser fruc- tifero. Esta serfa una de las mdximas que gufan el quehacer cientifico, como el creativo literario o artfstico, dird insistente- mente P.K. Feyerabend. Los repetidores no logran mds que un eco de lo ya visto y conocido. La busqueda de disenso, contradiccién, ruptura, se acentia tanto en este autor que no solo desembocamos en la brisqueda de lo que pueda falsar nuestras teorfas (Popper), sino en apro- vechar todo aquello que puede sugerir y despertar la originali- dad. Ya no hay método, sino métodos; ya no hay nticleos que salvar, sino dogmas que derribar y nuevas teorias que edificar. La ciencia se asemeja al arte. Al enfant terrible de Ja filosoffa de Ja ciencia le han salido apo- yos postmodernos.® Pero también han surgido numerosos criti- cos que se oponen a una suerte de «todo vale epistemoldgico». En realidad, como interpreta R. Bernstein,‘’ tampoco Feyerabend 65. PK. Feyerabend: Contra el método, Barcelona, Ariel, 1974; {dem: Tratado contra el método, Madrid, Tecnos, 1981. 66. Cir. LE. Lyotard: La condicién postmoderna, Madrid, Cétedra, 1984, cap. 12. 67. R. Bernstein: Beyond Objetivism and Relativism, Oxford, Blackwell, 1984, pp. 62 85 P. Munz, Our Knowledge of the Growth of Knowledge, Londres | Boston, Routledge & Kegan Paul, 1985. 53 quiere llegar tan lejos, si prescindimos de algunas de sus expre- siones mds provocativas de forma que de contenido. Su obra ha servido para radicalizar la critica al inductivismo, para mostrar las debilidades del falsacionismo y para tener una concepcién més matizada del método cientffico. Pero exagera respecto al pluralismo proliferante de métodos y al paralelismo entre el fun- cionamiento de la polftica y el comportamiento de las comunida- des cientificas, cual «colegios visibles e invisibles» al servicio de la utilizacién polftica de la ciencia. Tampoco se pueden confundir Jas teorfas cientfficas con las concepciones del mundo. Estas es- t4n en el trasfondo de aquellas, pero no al mismo nivel. Las discusiones desatadas por Feyerabend han servido para poner de manifiesto varias ideas que ya parece forman parte de Ja filosoffa de la ciencia actual: que la ciencia no esta tan clara- mente demarcada de otras tareas intelectuales, ni que hay una unidad de método dentro de la ciencia. El método hipotético- deductivo no es el tinico método cientffico. La historia de la metodologia sugiere que los métodos hipotéticos son més fruc- tiferos que los inductivos. La complejidad de la realidad y la ciencia Asistimos en las dos tltimas décadas al énfasis en la com- plejidad. La complejidad seria un rasgo general que recorre toda la realidad, desde lo inanimado a lo viviente, desde lo hu- mano a lo social. Y, como repetird insistentemente N. Luh- mann, el conocimiento, la ciencia, no es mAs que una estrate- gia de reducci6n de complejidad. Dentro de esta sobreabundancia de relaciones y posibilida- des que caracteriza a la realidad, hay que seleccionar, elegir. Para ello se requiere no perder de vista el todo del sistema, ni tampoco lo singular, temporal y local. Hay que conjuntar la visién totalizadora con la contextual. Una metodologfa que, como apuntar4 E. Morin, no puede tener método propio. Pero lo que est4 claro es que estamos lejos del método nomolégico 68. E. Morin: El método. La naturaleza de la naturaleza, Madrid, CAtedra, 1977, pp. 103 s,, 443 s; fdem: Ciencia con conscientcia, Barcelona, Anthropos, 1984, pp. 47 s. 54 hipotético-deductivo. Aqu{ necesariamente predominan las vi- siones generales, los bosquejos explicativos, la ruptura de com- partimentos estancos, la integracién del observador en la obser- vaci6n. El tema de la interdisciplinaridad, de la centralidad del sujeto, de la comprensién y hasta del canon del conocimiento de las ciencias sociales, vuelve a hacerse presente a través de esta epistemologia de la complejidad. La totalidad concreta de la primera generacié6n frankfurtiana hace de nuevo aparici6n en estas nuevas coordenadas. Una versién més objetivista de la complejidad, que propone una teorfa de los sistemas donde el sujeto desaparece, es la de N, Luhmann. Este «socidlogo de los sistemas» presenta una teo- ria de la sociedad sin sujetos. Predomina una visién de un fun- cionalismo radical que hace del sistema el elemento central de su andlisis y de su propuesta teérica. Reaparece el ideal de una au- tocomprensién objetivista del hombre y de su mundo. Una for- ma, dirA Habermas, superior de conciencia tecnocratica. Hacia una vision equilibrada Después de esta serie de avatares que han rodeado la filoso- ffa de la ciencia en las tiltimas décadas, vamos entrando més decididamente en una visién postempiricista. Nos volvemos més modestos a la hora de preconizar el método cienttffico, y nos hacemos cargo de las implicaciones filoséficas, de los pre- supuestos, que supone la aplicacién razonable de cualquier re- gla metodolégica. No caben ya Jas visiones puramente légicas o metodolégicas; la historia y la sociologia de Ja ciencia tienen mucho que decir a la hora de tener una imagen adecuada del quehacer cientffico y de su teorizacién.7? Quedan, sin duda, 69. N. Luhmann: Soziale Sisteme. Grundriss einer allgemeinen Theorie, Frankfurt, Suhrkamp, 1984; {dem: La ilustracion sociolégica y otros ensayos, Buenos Aires, Sur, 1973, Para una introduccién general a este autor, cfr. I. Iauzquiza: Za sociedad sin hombres. N. Luhmarn o la teoria como escandalo, Barcelona, Anthropos, 1991. Una confrontacién critica en J. Habermas: La légica de las ciencias sociales, Madrid, Tecnos, 1988, pp. 307 s. Cercanos a las propuestas epistemoldgicas de N. Luhmann y que han influido sobre él: H. Maturana y F. Varela: El drbol del conocimiento. Las bases biolégi- cas del conocimiento humano, Madrid, Debate, 1990. 70. Cir. LR. Brown (ed.): Scientific Rationality: The Sociological Turn, Dordrecht, 55 muchas de las grandes preocupaciones que movilizaron desde siempre a los grandes espfritus: Ja reflexién profunda sobre nuestro conocimiento, los supuestos con Jos que siempre traba- jamos, la adecuaci6n y rigor en el uso de los conceptos, la nece- sidad de la interpretacién, Ja vinculaci6n entre teorfa y praxis, descripcion y prescripcién, observador y teoria, ciencias de la naturaleza y ciencias del espfritu... Pero va creciendo el consen- so acerca de algunas de estas cuestiones sin acentuar las aristas de la diferencia y sin el tono discriminador tan seguro que pre- dominaba tan solo hace tres décadas.”! A modo de conclusio- nes, recogemos algunas de estas convicciones que crecen al hilo del debate. Son, quiz4, puntos de apoyo para proseguir el cami- no y la polémica. H) Algunas conchisiones 1. En el Ambito de las ciencias humanas y sociales todavia no se ha llegado a obtener un consenso acerca de la fundamen- tacién cientifica. No tenemos una teoria de la ciencia o episte- mologfa. Hay varias en pugna. Simplificando mucho, las diver- sas posturas se reducen a proponer un modelo de explicacién cientifica segtin el canon de las ciencias naturales (positivismo), o un modelo diferente donde se acenttia la peculiaridad del ob- jeto sociohistérico, psicolégico y el modo de aproximacién a él (hermenéutica, fenomenologia, dialéctica, lingtifstica...). 2. Si buscamos el origen de esta disputa nos encontramos, al contemplar el panorama de Ja historia de la concepcién de la ciencia en Occidente, que existen dos grandes tradiciones cientifi- cas: la aristotélica y la galileana. La primera pone el énfasis en D. Reidel, 1984; A. Donovan y otros (eds.): Scrutinizing Science. Empirical Studies of Scientific Change, Dordrecht, Kluwer Academic Publishers, 1988; E. Medina: Conoci- miento y sociologia de la ciencia, Madrid, CIS, 1989. 71. Chr. J. Watkins: Science and Scepticism, Princeton, Princeton Univ. Press, 1984; R. Boyd: Realism: and Scientific Epistemology, Cambridge, Cambridge Univ. Press, 1985; L. Laudan: El progreso y sus problemas, Madrid, Encuentro, 1986; W.H. Newton- Smith: The Rationality of Science, Boston, Routledge & Kegan Paul, 1981; F. Feméndez Buey: La ilusién del método. Ideas para un racionalismo bien temperado, Barcelona, Critica, 1991. 56 procurar que los fenémenos sean inteligibles teleolégicamente; para la segunda, la explicacién cientifica es explicacién causal. 3. El debate ha tenido sus momentos 4lgidos para una y otra tradicién. Desde finales del siglo XIX, se registra una reac- cién de la tradicién aristotélica contra el predominio de Ja con- cepcién positivista de raiz galileana. Tal reaccién encuentra en nuestros dias a cualificados re- presentantes con matices propios: fenomenolégicos, hermenéu- ticos, dialécticos... 4. Incluso entre las alternativas antipositivistas se sostienen posturas no compaginables. Al analizar tales diferencias, nos percatamos de que no son puramente metodolégicas, sino tam- bién de concepcién de la sociedad y de la historia. Tras la teo- ria de la ciencia se lucha por diversos modelos de hombre y sociedad. 5. Actualmente se considera alcanzado el rechazo de los ex- clusivismos. La concepcién de la ciencia se flexibiliza, la expli- cacién cientffica no es solo causalista, ni solo teleolégica o her- menéutica. El postulado de la complementariedad se va abrien- do paso y transitando de un mero deseo a concreciones meto- dolégicas justificadas. 6. Se va considerando aceptada la aportacién de la historia y Ja sociologia de Ja ciencia para la reconstruccién racional de las teorfas cientificas. Asistimos a un cambio de tema, que ha pasado de las recomendaciones normativas a las histérico-so- ciales. 7. El método cientifico se ensancha. Aparece el ideal de las ciencias sociales y humanas de generalizaciones débiles como el modo de unificar las ciencias. Queda claro que no existen fron- teras tan nitidas entre Ja ciencia y otras actividades del pensa- miento humano. Crece, en suma, el convencimiento de la nece- sidad de profundizar la autoconciencia de la ciencia sobre su propio quehacer. La filosoffa de la ciencia se vuelve reflexién sobre los presupuestos y supuestos de la tarea cientffica. 57

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