La Escuela de Los Annales
La Escuela de Los Annales
La Escuela de Los Annales
La escuela
de los Annales
Ayer, Hoy, Mañana
prohistoria
ediciones
Rosario, 2006
Carlos Antonio Aguirre Rojas
La escuela
de los Annales
Ayer, Hoy, Mañana
prohistoria
ediciones
ISBN-10: 987-1304-08-0
ISBN-13: 978-987-1304-08-0
Rosario, 2006
Aguirre Rojas, Carlos Antonio
La escuela de los Annales : ayer, hoy, mañana - 1a ed. - Rosario : Prohistoria
Ediciones, 2006.
v. 6, 176 p. ; 23x16 cm. (Protextos; 6 dirigida por Darío G. Barriera)
ISBN 987-1304-08-0
ISSN 1669-5372
dirigida por Darío G. Barriera
© prohistoria ediciones
Tucumán 2253, S2002JVA ROSARIO, Argentina
Email: [email protected]
URL: www.prohistoria.com.ar
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sin expresa autorización del editor. Esta edición de 1000 ejemplares se terminó de
imprimir en Talleres Gráficos Cromografica SRL, Ovidio Lagos 148 bis, Rosario,
República Argentina, a los 6 días del mes de septiembre de 2006.
ISBN-10: 987-1304-08-0
ISBN-13: 978-987-1304-08-0
Resituando a los Annales desde esta doble perspectiva de una historia global y
comparatista, tal vez podremos superar algunas de las limitaciones de las que han
adolecido la gran mayoría de los trabajos consagrados anteriormente al estudio de
esta corriente: en su conjunto, y salvo alguna rara excepción, las historias de más
largo aliento dedicadas a reconstruir la curva del itinerario annalista siempre se han
encasillado en perspectivas acotadamente nacionales dándonos, en un caso, una vi-
sión demasiado francesa de este itinerario, y en otro, un punto de vista estrictamente
anglosajón –en una variante inglés y en otra norteamericano– de esta misma proble-
mática.
Por otro lado, intentaremos ir más allá de un punto de vista que también ha
marcado reiteradamente varios artículos o ensayos sobre nuestro tema, que es el de
una parte importante de los protagonistas de esa historia de la corriente; su interpre-
tación sobre la misma, desde una perspectiva a veces testimonial y otras veces más
analítica, termina casi siempre privilegiando a unos Annales sobre los restantes,
reconstruyendo en función de tal o cual proyecto intelectual –y, en consecuencia, de
tal o cual periodo de vida de los Annales– al conjunto de los programas y de las etapas.
Nosotros, en cambio, quisiéramos observar y examinar a los Annales desde los
observatorios cruzados de la historia de Francia, de Europa, de Occidente y del mun-
do, insertando así el despliegue de su curva de vida en el horizonte más global de sus
repercusiones y efectos dentro de estos cuatro ámbitos. Y ello, además, en el marco
de una perspectiva ubicada desde la larga duración histórica que, rebasando la fran-
ja temporal correspondiente a su existencia, los resitúe dentro de ese mapa más vasto
de las líneas de la historiografía de los últimos quince decenios. Con lo cual podre-
mos preguntarnos no sólo acerca del aporte real de Annales a los estudios históricos
contemporáneos, sino también en torno a las posibles encrucijadas y perspectivas
futuras de la corriente.
Un enfoque de larga duración que, al mismo tiempo que ubica a los Annales
como uno de los varios caminos intentados dentro del proyecto moderno de cons-
trucción de una verdadera ciencia de la historia, nos brinda también nuevos elemen-
tos para la comprensión del rol que, durante una cierta coyuntura social e intelec-
tual, han podido jugar esos Annales en tanto que corriente y perspectiva hegemónicas
y dominantes, no sólo dentro del espacio del hexágono sino incluso en la doble
escala del entero continente europeo y de la historiografía del mundo occidental.
Finalmente, y siempre acorde con estas lecciones principales de los mismos
Annales, quisiéramos analizar su trayectoria intelectual desde un punto de vista crí-
tico, es decir, desde un emplazamiento que, desconfiando sistemáticamente de las
opiniones consagradas y de algunos de los lugares comunes construidos y tradicio-
nalmente aceptados en las interpretaciones más usuales de la historia de la corriente,
someta dichas opiniones y explicaciones al examen riguroso de su real veracidad y a
la prueba constante de su verdadera capacidad explicativa. Entonces, desde el conjun-
to señalado de perspectivas globalizantes, comparatistas y de larga duración, funda-
La “Escuela” de los Annales 13
mentar una interpretación nueva y diferente, pero igualmente sólida y bien estableci-
da, del entero arco de vida de los Annales y de sus periodos y encrucijadas más impor-
tantes.
Para ello, habrá que distanciarse tanto de las “leyendas doradas” como de las
diversas “leyendas negras” de tal o cual periodo de Annales, intentando más bien
explicar los giros radicales –que sin duda alguna ha conocido– a partir de los cambios
globales de las coyunturas culturales en que dicha tendencia se ha desplegado. De este
modo, será posible desplazarse desde las explicaciones fáciles, que atribuyen a los
individuos la completa responsabilidad de un viraje intelectual de toda una corriente
historiográfica, hacia nuevas interpretaciones más equilibradas, que consideren la
combinación de los contextos intelectuales y globales con el fruto de las actividades y
de las elecciones concretas de los individuos y de los grupos.
De este modo, y apoyados en la aplicación de las mismas conquistas annalistas,
trataremos de abordar la historia de los Annales desde un enfoque crítico hasta hoy
prácticamente inexplorado, que inmediatamente nos conduce a una nueva interpre-
tación de nuestro tema: a una visión suficientemente distanciada del problema –en
la medida en que se emplaza y se construye desde el observatorio de América Lati-
na– que nos permite entrelazar, constantemente, la historia “interna” con la “exter-
na” de los Annales, trascendiendo los distintos contextos “nacionales” o “regiona-
les” –la mirada puramente francesa, inglesa o norteamericana de la aventura
annalista– y arribando a una perspectiva global, crítica, comparatista y desde la
larga duración histórica que nos lleva todo el tiempo desde los personajes hacia las
obras, de las obras al proyecto colectivo, del proyecto hacia los contextos culturales
y sociales, y de estos hasta el panorama más global de la curva de los estudios histó-
ricos de la etapa contemporánea, para volver luego –en sentido inverso y a lo largo
de toda esta cadena de eslabones explicativos– a la comprensión de la historia con-
creta y específica de la corriente de los Annales durante sus setenta u ochenta años de
vida. Historia cuyas particularidades y singularidades son justificadas y ensambla-
das de manera lógica y coherente desde esos niveles más esenciales de la historia
larga, profunda y estructural.
Así, como fruto de esta visión singular, llegaremos a una serie de problemas
escasamente abordados anteriormente, y será posible detectar más nítidamente va-
rias aparentes paradojas hasta hoy no explicadas, que marcaron en distintos momen-
tos o encrucijadas a la corriente de Annales. A su vez, en esta misma línea, van a
disolverse fácilmente varios de esos lugares comunes o visiones consagradas y acep-
tadas acríticamente que, a partir de su amplio consenso y difusión, constituyen la
imagen más universalmente aceptada de lo que ha sido y es actualmente esa célebre
“Escuela” de los Annales.
Por ejemplo, el hecho singular y sólo a primera vista paradójico de que el mismo
periodo –el de su tercera generación, entre 1968 y 1989– en que Annales alcanzó su
más vasta y enorme difusión planetaria, implantando de manera importante su presen-
14 Carlos Antonio Aguirre Rojas
cia en buena parte de las historiografías de todo el mundo, dentro de Francia empeza-
ba a ser más contestada y criticada que nunca antes, desde múltiples puntos de vista y
tradiciones intelectuales; simultáneamente, comenzaba a declinar claramente la hege-
monía europea como polo dominante de la innovación historiográfica, del descubri-
miento de las nuevas líneas teóricas y metodológicas y de los nuevos campos proble-
máticos de la investigación histórica. Una paradoja sólo aparente, que nos recuerda a
esas estrellas cuyo brillo llega a nosotros más intensamente en el mismo momento en
que comienza a apagarse en su punto de origen, y que intentaremos explicar en el
capítulo correspondiente.
O también la percepción –que desde esta visión globalizante resulta muy clara
pero que es poco abordada en los ensayos anteriores– de que en el proyecto fundacional
de los Annales se encontraba inscrita, de una manera muy consciente, la vocación de
lo que ellos representarían dentro de la larga curva de la historiografía del siglo XX:
el reemplazo de una hegemonía entonces declinante dentro de los estudios históricos
de Europa y del mundo occidental, detentada por el espacio germanoparlante entre
1870 y 1930, por parte de una nueva hegemonía localizada dentro del hexágono
francés; esta tendencia subyació a toda la historia concreta de las primeras etapas de
los Annales.
El estudio del proceso de génesis de una nueva hegemonía historiográfica nos
permitirá introducirnos con renovadas luces a ciertos problemas hoy ya “clásicos”
sobre Annales, como el de la difícil y radical disputa entre Marc Bloch y Lucien
Febvre en la primavera de 1941, controversia que se presentó como el último eslabón
de un conflicto profundo y mucho más largo en el que se confrontaban diferentes
orientaciones, radicalmente distintas y completamente alternativas, acerca del rol
historiográfico y social que debía jugar la revista y del sentido global que debía
animar a esa nueva hegemonía en construcción. O en otro caso, el problema del
considerable “poder institucional” que detentó en cierta época Fernand Braudel, que
en esta línea de explicación fue más la simple expresión y el resultado lógico de la
afirmación y el éxito del proceso de conquista de esa hegemonía en los estudios
históricos, que el fruto de una habilidad o vocación –realmente inexistentes– del
gran autor de El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II.
Asimismo, la pregunta acuciante y fundamental respecto del destino futuro de
estos mismos Annales. Dado que los estudios de más largo aliento sobre la corriente
sólo abarcan hasta los años 1980s., han omitido la evaluación de lo que representan,
en la perspectiva larga de la historia entera de la tendencia annalista, esos posibles
“cuartos Annales” que se esbozan claramente desde 1989 con el célebre texto del
número de noviembre-diciembre de 1989 titulado “Tentons l’experience”. Y se trata
de un problema fundamental, pues del destino específico de estos posibles cuartos
Annales, depende en buena medida el rol que la historiografía francesa pueda jugar
dentro de la renovación historiográfica del siglo XXI en curso. Y aunque Annales es
sólo uno de los protagonistas decisivos de esa historiografía naciente del tercer milenio,
La “Escuela” de los Annales 15
no deja de ser uno de sus actores principales y, sin duda alguna, todavía de primera
línea.
Finalmente, y sólo para cerrar esta rápida ejemplificación –cuyos casos
retomaremos más adelante– también es interesante comprobar que en este juego de
múltiples ejercicios de comparación histórica aparece como fundamental el diálogo
persistentemente retomado, y resuelto siempre de distintas maneras, entre estos múl-
tiples Annales y los igualmente diversos marxismos con los que ha convivido, respec-
to de los cuales se ha definido tanto en relaciones de semifusión o de clara alianza,
como de abierta separación y distancia, pasando también por una receptividad firme
pero matizada o por un escepticismo no obstante atento de sus principales aportes. Un
diálogo fundamental en la historia de los Annales, que sin embargo ha sido permanen-
temente soslayado por los distintos estudiosos de la corriente, apareciendo sólo de
manera tangencial o periférica en sus ensayos, artículos y libros.
Revisando entonces la historia de los Annales desde estas distintas perspecti-
vas cruzadas, este libro intenta resolver los problemas y aparentes paradojas arriba
enumerados. Pero también, y directamente conectados con ellos, otras cuestiones
que han sido abordadas en la literatura consagrada a esta tendencia historiográfica
francesa, como la pregunta acerca de la verdadera originalidad del aporte annalista;
el examen de las implicaciones que para la propia corriente ha tenido su paso desde
un status marginal y claramente herético hasta su inserción como parte del esta-
blishment reconocido y de las instituciones aceptadas y promovidas por la propia
cultura dominante; el balance de lo que se pierde y se abandona con el paso de los
Annales braudelianos a los de la historia de las mentalidades; así como la significa-
ción más profunda que pueda tener, y tendrá en el futuro, el célebre tournant critique
que funda a la etapa en curso, correspondiente a la cuarta generación de historiado-
res annalistas.
Desde el enfoque particular antes esbozado, creemos que también será posible
replantear los “debates habituales” entre los estudiosos de Annales, resolviéndolos
de una manera distinta a las que hasta hoy han sido ensayadas. Y todo ello para
contribuir, activamente, a este urgente proceso de definición de los nuevos Annales
post-1989, frente a las encrucijadas del destino inmediato por venir.
Este breve estudio sobre los Annales y su contribución a la historiografía del
siglo XX no intenta ser sólo un balance pasivo de una historia transcurrida y ya
terminada, sino por el contrario una evaluación crítica y bien definida que, desde la
toma de posición en torno de los problemas aún debatidos sobre la explicación de
este mismo itinerario annalista, pretende intervenir activa y enérgicamente en el
ejercicio prospectivo de la búsqueda y de la discusión acerca de la urgente renova-
ción historiográfica a la que asistimos actualmente. Pues solamente al precio de esta
participación directa en el movimiento que se dibuja dentro de los estudios históri-
cos mundiales, los historiadores –incluidos tanto los Annales como aquellos que nos
ocupamos de estudiar e investigar su historia y su situación actual– podrán coadyuvar
16 Carlos Antonio Aguirre Rojas
a perfilar los rumbos futuros de una Historia que, en estas circunstancias, sólo puede
ser crítica, profunda y radicalmente activa dentro de su propio presente. Es decir,
ampliamente inscrita en las mejores tradiciones y herencias de estos mismos Annales.
Al lector toca aportar, con su juicio crítico sobre esta misma obra y sobre los
problemas más generales que aborda, su correspondiente grano de arena a este proce-
so de transformación de la historiografía actual.
CAPÍTULO 1
Una vez reconocido el equívoco que implica el término “Escuela” de los Annales, y
a partir de la reubicación del complejo mundo de problemas que se encierran detrás
de esta célebre y aparentemente inocente connotación, es posible preguntarnos acerca
de las probables características que, en una visión de conjunto de esos múltiples Annales
que abarca su itinerario de más de medio siglo, pueden ser detectadas como los ele-
mentos comunes que tipifican a esta tendencia historiográfica del siglo XX.
Rasgos que han estado presentes en todos los proyectos intelectuales que con-
formaron a los diferentes periodos de vida de los Annales, y que por encima de las
divergencias fundamentales singularizan, en algún caso, a la propia corriente fran-
cesa frente a las otras tendencias historiográficas desarrolladas en los últimos ciento
cincuenta años. Por otro lado, nos revelan el despliegue particular de ciertos trazos
compartidos con otras líneas de la historiografía contemporánea en la modalidad
que adquieren al ser reproducidos también por los Annales; en cualquiera de las dos
variantes, se presentan claramente como los perfiles constantes y característicos de
la entera curva de la perspectiva annalista.
En primer lugar, el hecho de que los Annales constituyeran una historiografía
de clara matriz cultural francesa en el momento inicial y de matriz cultural medite-
rránea en una segunda instancia. Es decir que, al desplegarse en las distintas coyun-
turas culturales del siglo XX, los diferentes proyectos de Annales han reproducido –
sistemáticamente y en sucesivos momentos– la sensibilidad cultural mediterránea
de larga duración que es correspondiente al espacio francés, pero que es igualmente
detectable –con sus variantes específicas– en todo el universo de la Europa occiden-
tal mediterránea que abarca a parte de Suiza, a Italia, a España y a Portugal.
Como Fernand Braudel ha explicado reiteradamente, Europa ha sido –a lo largo
de toda su historia y desde su origen– no una sino dos civilizaciones, subsumidas
dentro de un mismo proyecto civilizatorio, pero siempre diferenciadas y coexistentes
en el seno de idéntico territorio. Sus rasgos distintivos se hallan presentes en la
geografía, en la tecnología, en la economía, en la sociedad y también en la cultura,
dándonos a lo largo de la curva de la historia al espacio europeo de la “Germania” de
Tácito frente al del Imperio romano; al de Carlomagno junto al de las conquistas y los
lugares asediados por los musulmanes; a la Europa protestante y productivista de la
Reforma, frente a aquella de la Contrarreforma que se consume en el dispendio lujoso
18 Carlos Antonio Aguirre Rojas
y que permanece fiel a Roma; al continente del barroco débil o inexistente, frente al
del barroco floreciente y cuasiomnipresente; y finalmente al norte que crea, acoge y
promueve al marxismo, frente a la zona meridional más bien proudhonista, bakuninista
y anarquista.
Dos civilizaciones europeas, una mediterránea y otra nórdica, cuyos mapas
contiguos pero bien diferenciados es posible trazar al oponer –por mencionar sólo
algunos ejemplos– la Europa más cálida de clima mediterráneo que se viste de lino y
de seda importada, frente a la más fría y lluviosa del norte que se cubre de lana y de
pieles; la de suelos menos duros y por lo tanto propicios para el uso del arado ligero,
frente a la de suelos arcillosos sólo cultivables con el arado pesado con vertedera y
ruedas; la zona del vino, el aceite de olivo y el trigo abundante junto al ganado
escaso, frente a la de la cerveza, la mantequilla y la leche, del trigo menos abundante
y del centeno más presente y en la que el ganado es, por el contrario, un bien bastante
frecuente. Dos universos que conviven permanentemente, y que desde estas bases
geohistóricas delimitadamente diversas han construido también distintas estrategias
de configuración territorial, tecnológica, económica, social, e incluso cultural, en
una historia más que milenaria y de larga duración.
Europas diferentes en sus estructuras civilizatorias fundamentales que, sin
embargo, han coexistido y se han complementado de modo permanente para dar
vida a la civilización europea como totalidad, consecuentemente conformada por ese
diálogo constante entre sus dos matrices o universos originales constitutivos. Un
diálogo que, en el plano de la cultura, nos ubica frente a la dualidad específica de
sensibilidades culturales de larga duración que cohabitan también en Europa occi-
dental.
Por un lado, una sensibilidad cultural de matriz germánica, carolingia, protes-
tante, poco barroca y nordeuropea, que se singulariza por una aproximación intelec-
tual muy teórica, reflexiva y filosófica hacia los temas y problemas que aborda. Una
visión que, construyendo un tipo de argumentación austero y económico en el uso
del lenguaje, se define como un discurso elaborado de manera más bien individual y
auto-reflexiva, que se apoya en una estructura cultural predominantemente escrita y
difundida de manera más anónima e impersonal. Una cultura y un discurso que,
desde estos elementos, se caracterizan por una estructuración más rigurosa y acota-
da, de carácter más abstracto y filosófico y con un modo de formalización sobrio y
poco literario, más analítico y denso.
Por otro lado, una segunda forma de sensibilidad cultural, distinta y a veces
opuesta a la primera, que deriva de una matriz romana o helénica, merovingia,
contrarreformista, barroca y mediterránea, que se define por un acercamiento inte-
lectual hacia los objetos que estudia de orden empirista y experimental, elaborando
una reflexión que argumenta de manera reiterativa y florida, volviendo una y otra vez
sobre un mismo punto, que construye el discurso siempre de modo más comunitario o
colectivo, a partir de una estructura mucho más oral de comunicación directa. Y con
La “Escuela” de los Annales 19
ello, un tipo de cultura y de discurso que resultan ser mucho más libres e inventivos,
menos rigurosos y siempre más vinculados al ejemplo y al caso concreto, siendo más
literarios y colmados de representaciones plásticas y de imágenes que encarnan la
idea o tesis que intenta demostrarse o ilustrarse.
Dos formas muy distintas de concebir y de crear los productos culturales y las
estructuras discursivas, que nos permiten comprender también este primer trazo ge-
neral y recurrente de la perspectiva historiográfica de los Annales.
Como ya hemos señalado, los distintos Annales que han conformado la historia
de la corriente reproducen este segundo tipo de discurso o de sensibilidad cultural
mediterráneos. Entonces, nos encontramos siempre ante textos, obras y autores más
bien reacios a explicitar los presupuestos filosóficos de sus propias cosmovisiones
históricas, a la vez que reticentes frente a los debates demasiado teóricos o abstractos.
Y aunque, como veremos más adelante, esto no les impidió debatir y reflexionar en
torno a los paradigmas metodológicos y a los modelos teóricos que animaban sus
distintos proyectos intelectuales, implicó el hecho de que, en ocasiones, sus modelos
y conceptos teóricos se hallaran más implícitos que explícitos dentro de sus obras o
que la formulación de estos paradigmas metodológicos o lecciones epistemológicas
derivados de su práctica historiográfica se limitaran a breves desarrollos, a referen-
cias muy puntuales e incluso a una simple enunciación.
Al mismo tiempo, y a tono con ese estilo mediterráneo que ellos han represen-
tado de manera muy acabada, la gran mayoría de los autores de Annales han sido
célebres por su prosa florida y cuidada, por su buen dominio del lenguaje y por sus
habilidades literarias, que han facilitado la más amplia y ágil difusión de sus obras
entre los más diversos públicos de Francia, de Europa y del mundo entero.
Obras, artículos, textos y ensayos que, como es bien sabido, han sido muchas
veces la condensación de un largo trabajo previo en los seminarios y en los cursos del
Collège de France, de la Escuela de Altos Estudios o de las distintas universidades
francesas, igual que el resultado y el reflejo de intensos y permanentes debates aca-
démicos entre los mismos historiadores franceses, y entre estos y sus colegas de las
restantes ciencias sociales o humanas.
Conjunto de resultados intelectuales annalistas que, por debajo de sus claras
diferencias, comparten sin duda esta pertenencia a la sensibilidad cultural medite-
rránea de larga duración, a la que han materializado o encarnado dentro de los par-
ticulares códigos y variantes franceses, es decir, cartesianos, racionalistas e ilustra-
dos. Lo cual, además, como veremos más adelante, explica en parte la muy desigual
difusión de los Annales dentro de Europa y del mundo occidental. Pues si fueron más
o menos rápidamente conocidos, debatidos, traducidos e incorporados dentro de las
historiografías y las ciencias sociales de Italia, Suiza, España, Portugal y luego Amé-
rica Latina –es decir, en todo ese universo de países y zonas regionales que comparten
y reproducen esta misma sensibilidad mediterránea en el plano cultural–, su difusión
y recepción generalizadas en países como Alemania, Inglaterra, Austria, Holanda, el
20 Carlos Antonio Aguirre Rojas
Canadá inglés o Estados Unidos fue en cambio más accidentada, difícil, tardía y mu-
cho más tamizada por los filtros culturales de este segundo subconjunto cultural que
es, justamente, el de la sensibilidad cultural nordeuropea.
Un segundo perfil característico, también presente en los sucesivos proyectos
annalistas, ha sido el diálogo permanente de la historia que ellos han reivindicado y
construido con las restantes ciencias sociales que se han ocupado de investigar lo
social en el tiempo. Y ello hasta el punto de que el entero periplo de la corriente
historiográfica que aquí analizamos puede ser justamente explicado, en una de sus
dimensiones fundamentales, como el juego de sucesivos acercamientos, vinculacio-
nes, alianzas y hasta intentos de fusión de la Historia con esas diferentes disciplinas
que investigan los diversos aspectos del complejo ser social de las organizaciones
humanas.
Y si bien es cierto que este diálogo entablado con las otras ciencias sociales no
es exclusivo de la historiografía de los Annales, se ha manifestado como una nota
distintiva que ha sido asumida y conscientemente reivindicada en todas las etapas de
vida de la corriente, con una radicalidad, intensidad y permanencia que desembocan
en la idea de una historia siempre abierta y hasta urgida del proceso que la fecunda
con los aportes y desarrollos venidos de otros horizontes disciplinares y, en conse-
cuencia, que apunta siempre –más o menos conscientemente y con más o menos
éxito– hacia la disolución misma del fundamento de la división del estudio de lo
social en diferentes disciplinas, campos o ciencias particulares.
Con lo cual, y en contra de lo que frecuentemente se ha afirmado, no se trata
aquí de una defensa por parte de Annales de una visión “interdisciplinaria”,
“multidisciplinaria”, “transdisciplinaria” o “pluridisciplinaria” –lo cual, en el fon-
do, presupone que se acepta como legítima la división entre las disciplinas y que lo
que se busca es “inter”conectarlas, “multi”combinarlas, “trans”relacionarlas o
“pluri”vincularlas, acercándolas y haciéndolas dialogar de múltiples modos–, sino
de una intención mucho más radical que apunta hacia el cuestionamiento y luego
hacia la deslegitimación y superación total de esa división en disciplinas o ciencias
sociales diversas, autónomas y separadas, como estrategia epistemológica de conoci-
miento y aproximación intelectual hacia la realidad de lo social.
Esto nos explica la constante acusación –por lo demás pertinente– que han
sufrido Bloch, Febvre y Braudel entre otros, de reivindicar y promover una historia
“imperialista”, que intentaría englobar bajo su territorio y como simples auxiliares
al conjunto de las ciencias sociales: en realidad, hacia donde apunta esta pretensión
ecuménica de asimilarse y hasta de “devorar” a los restantes estudios sociales es
justamente hacia la idea de eliminar el fundamento de las divisiones disciplinares,
recuperando para la Historia el vasto y universal campo de la totalidad de lo humano
en el tiempo.
Si éste es otro de los horizontes generales que subyacen a todos los proyectos
annalistas –aunque no siempre asumido con la plena conciencia de sus implicaciones
La “Escuela” de los Annales 21
últimas– eso no elimina el hecho de que cada periodo del itinerario de la tendencia de
Annales haya privilegiado, en su momento, la recuperación y el diálogo con discipli-
nas sociales específicas. Entonces, no podremos entender los Annales de Bloch y
Febvre sin la apertura de la Historia hacia la Economía, la Sociología y la Psicología,
mientras que los Annales braudelianos serían incomprensibles sin considerar la mutua
fecundación entre Geografía e Historia, y luego entre Historia, Demografía y Econo-
mía. También veremos que la tercera generación de Annales puso en el centro de su
proyecto el vínculo con la Antropología, mientras que los Annales post-1989 vuelven
a un esquema mucho más abierto de diálogo y de interpenetración con casi todo el
abanico de las ciencias sociales, e inclusive, lo cual constituye una de sus novedades
específicas, también con la Filosofía.
Forzando sistemáticamente este diálogo y mutua fecundación de la Historia con
las restantes ciencias que se ocupan de lo social, los Annales han podido proyectarse
–progresivamente y a lo largo de su curva de vida– no sólo como una corriente pro-
fundamente innovadora dentro de la historiografía, sino también y cada vez más como
un revolucionario proyecto dentro de las ciencias sociales en general, en cuyo seno
han ido ganando cada vez más espacio y reconocimiento.
Un tercer rasgo característico, igualmente compartido por los representantes
de los diferentes proyectos intelectuales de los Annales, corresponde a la reproduc-
ción de ciertos trazos que identifican, en general, a todas las nuevas historiografías
desarrolladas durante el siglo XX histórico –atributos que las contraponen con casi
todos los modelos desplegados en el siglo XIX–, a la vez que los vincularían con ese
proyecto pionero y excepcional que, en los estudios históricos, ha representado el
proyecto téorico-crítico de Marx.
Pues, más allá de su datación cronológica inmediata, que lo ubicaría falsamente
entre las distintas vertientes decimonónicas de la historiografía, es claro que ha sido el
marxismo original –es decir, el contenido en la obra de Marx y Engels– el que ha
colocado los cimientos fundamentales de lo que en sentido riguroso podemos llamar
la historiografía contemporánea, el moderno proyecto de construcción de una verda-
dera ciencia de la historia, que todavía hoy continúa vigente y en marcha. Empresa
marxista originaria que, habiéndose desarrollado dentro de la segunda mitad del siglo
XIX, anticipó en más de media centuria al conjunto de descubrimientos, conquistas y
elementos que tipificaron a prácticamente toda la historiografía innovadora del siglo
XX, incluso hasta nuestra época. Pues, al edificarse como propuesta crítica y alterna-
tiva a las líneas dominantes entonces en boga en los estudios históricos europeos, y al
constituirse también en la expresión intelectual superadora de la entrada de la curva
de la modernidad burguesa en su fase descendente de larga duración –una etapa que
comenzó aproximadamente con la coyuntura histórica de 1848-1870, para prolongar-
se hasta el día de hoy–, la perspectiva creada por Carlos Marx desarrolló, de manera
inicial y genuinamente anticipatoria de lo que habría de desplegarse en los siguientes
ciento cincuenta años, un nuevo tipo de historia profundamente social, firmemente
22 Carlos Antonio Aguirre Rojas
colectivas y de su vínculo con los mecanismos sociales del funcionamiento del poder
político hasta la historia social de las practicas culturales, en un recorrido cuyas esta-
ciones principales son la historia del utillaje mental de una época, la historia de la
cultura vista desde sus acontecimientos, sus coyunturas y sus estructuras, y los múlti-
ples y muy desiguales modelos de la historia de las mentalidades y del imaginario
social. E igualmente la línea que arranca con el intento de reconstruir y explicar, en su
globalidad, a la estructura social general del mundo feudal, para desembocar en la
reivindicación de la recuperación del análisis específico de las estrategias de compor-
tamiento de los actores sociales y de la construcción progresiva y dinámica de sus
“convenciones”, normas y relaciones sociales, pasando por los intentos de elaborar un
nuevo tipo de biografías sociales y por los estudios sobre las historias de la civiliza-
ción mediterránea, de la capitalista y de las civilizaciones en general.
Todo un vasto universo de nuevos campos problemáticos y de inéditas líneas de
investigación que también caracterizaron a los múltiples Annales a lo largo de toda
su curva vital y hasta la actualidad.
Cuatro rasgos o trazos presentes en todos los proyectos intelectuales de los
distintos empeños annalistas, que nos permiten tipificar a la tendencia historiográfica
como una realidad singular, en su globalidad y con claros perfiles frente a las otras
corrientes de la historiografía contemporánea de los últimos ciento cincuenta años.
Y que entonces nos brindan este retrato posible, que dibuja a los Annales como una
clara variante francesa de una más universal sensibilidad cultural mediterránea y
latina de larga duración, que por la vía del diálogo recurrente con distintas y cam-
biantes ciencias sociales ha apuntado siempre al cuestionamiento radical y a la supe-
ración del fundamento mismo del actual horizonte disciplinar de estudio de lo so-
cial, elaborando una historia que siendo radicalmente social, científica e interpretativa
ha desplegado esa vocación o apetito insaciable respecto de los nuevos campos pro-
blemáticos y las nuevas zonas antes inexploradas del saber.
Annales definidos por estos perfiles o aristas comunes que, al mismo tiempo, se
disgregan en muy diferentes entidades y en proyectos intelectuales incluso contra-
puestos cuando los observamos desde su interior, y en torno del problema, igualmen-
te crucial, de la necesaria periodización y especificación más rigurosa de sus distin-
tos momentos vitales.
no”, fue también la fecha de la primera elaboración del proyecto de organizar lo que
un decenio después se configuraron como los primeros Annales. Y es muy claro –al
revisar esa correspondencia dirigida por Bloch y por Febvre a Pirenne desde 1921–
que el plan inicial de la revista se constituyó, clara y conscientemente, para llenar el
vacío dejado dentro de los estudios históricos por la interrupción –que luego se reveló
como una suspensión solo transitoria– de la revista alemana Vierteljahrschrift fur Sozial
und Wirtschaftsgeschichte, sustitución o reemplazo que se realizó dentro de una ex-
plícita lógica de contrabalancear –y luego incluso superar– la clara hegemonía que el
mundo germanoparlante había ejercido dentro de la historiografía europea y occiden-
tal desde aproximadamente 1870 hasta la llegada de los sucesivos golpes que implica-
ron la Primera Guerra Mundial, el ascenso del nazismo y la Segunda Guerra.
Constituyendo, entonces, una clara iniciativa –francesa, pero al mismo tiempo
internacional– para reconfigurar la organización general de los estudios históricos
en escala europea, dentro de una orientación y un modo de funcionamiento distintos
a los que se habían desplegado entre 1870 y 1914, el proyecto originario de fundar lo
que más adelante serían los Annales de Historia Económica y Social se conformó
desde su origen como un intento de asumir las lecciones de los resultados de la prime-
ra conflagración mundial, reestructurando el entero paisaje de las líneas de evolución
principales del campo de la historiografía europea y occidental.
Aunque el plan original tardó casi una década en materializarse, modificándose
de manera importante durante este lapso de tiempo, al concretarse se constituyó en
una de las varias expresiones de los profundos cambios que vivía el paisaje cultural de
esa Europa de entreguerras. Resulta imposible entender los rasgos de esos primeros
Annales del periodo 1929-1941 sin considerar que los mismos formaban parte del
más vasto movimiento de transformación que afectaba a toda la cultura europea de los
años 1920s. y 1930s., movimiento que al marchar en el sentido de la deconstrucción
de todos los fundamentos de esa cultura, engendraría la múltiple familia de perspec-
tivas, proyectos, obras, escuelas y aproximaciones culturales de evidente signo crítico
y de claro emplazamiento a contracorriente de las formas antes dominantes de ese
mismo universo.
La fuerza crítica y polémica que caracterizó a esos primeros Annales –que ha
sido señalada por una gran parte de los estudiosos de la corriente– se alimentaba
espontáneamente de la época y del medio en que ellos prosperaron, reproduciendo
dentro de Francia y en el nivel de la historiografía el mismo espíritu y los trazos
generales que sostuvieron al psicoanálisis freudiano en Viena, a la antropología críti-
ca inglesa, al marxismo de Gramsci y del Ordine Nuovo en Italia, a la Escuela de
Frankfurt y al teatro de Bertold Brecht en Alemania, lo mismo que al movimiento
surrealista en Francia o a ciertas variantes del modernismo español, entre otros.
Fue, justamente, esta conexión entre toda esta familia de movimientos y la crisis
global de la civilización y la razón europeas que se desplegó entre las dos guerras
mundiales la que permitió su radicalidad teórica y su profundo impacto dentro de la
28 Carlos Antonio Aguirre Rojas
cultura, lo cual para el caso de esos primeros Annales desembocó en una verdadera
revolución en la teoría de la historia que ellos representaron y encarnaron de una
manera paradigmática y ejemplar.
Desde esta perspectiva, tendríamos un primer momento de vida de los Annales
cuya periodización coincidiría con la de la historia europea en esa coyuntura social
general de 1919-1939; dentro del contexto de crisis de la sociedad y de la cultura de
esa pequeña Europa, se enmarcó y se desplegó correlativamente dicha ruptura teórica
fundacional que dio nacimiento oficial a la corriente francesa en 1929.
Ese primer momento de vida annalista puede subdividirse en dos claras etapas.
La primera, que abarcaría desde 1921 hasta 1928, podría ser calificada de etapa
genético-formativa de los primeros Annales, en la cual se ubicaron como proyecto
intelectual frente al vastísimo y complejo universo de sus diversos antecedentes, tanto
en la cultura y en la historiografía europeas como dentro de las ciencias sociales fran-
cesas y de los estudios históricos del hexágono. Un periodo que podríamos considerar
la “prehistoria” originaria de los Annales, en el cual dibujaron su singularidad a través
de un complicado mapa de rupturas, alianzas, recuperaciones críticas y deslindes que
estudiaremos más adelante.
Ulteriormente –y como fruto directo de esta etapa germinativa de la corriente–
tendremos el periodo de los primeros Annales, los fundadores, que se desplegaron
entre 1929 (no casualmente el mismo año de la gran crisis de la economía occidental)
y 1941, fecha en que la Segunda Guerra Mundial alcanzaba en el corazón a ese pro-
yecto, para cerrarlo trágicamente con la difícil disputa y luego real ruptura intelectual
entre Marc Bloch y Lucien Febvre.
Los primeros Annales se definieron explícitamente por su carácter crítico, com-
bativo y polémico y, a la vez que alumbraban esa revolución teórica dentro de la
Historia, encarnaron el descentramiento de la hegemonía de los estudios históricos
europeos desde el espacio germanoparlante hacia los territorios del hexágono francés
–tal y como lo habían proyectado Bloch y Febvre en 1921.
El estallido de la Segunda Guerra y sus efectos subsecuentes cerraron tanto la
coyuntura global de entreguerras como ese proyecto revolucionario de la historiografía,
fundador de una nueva hegemonía historiográfica, que fueron los Annales iniciales.
Del mismo modo que a esa primera generación, también a los segundos Annales
o Annales braudelianos la coyuntura social general de la segunda posguerra les sirvió
de marco y acotó su temporalidad específica, entre 1945 y el simbólico y fundamental
año de 1968; una circunstancia marcada por la expansión y la reconstrucción de la
economías europeas, la movilidad social ascendente y el crecimiento de la industria-
lización y de los movimientos obreros en toda Europa occidental, impregnó este mo-
mento vital y a ese segundo proyecto intelectual annalista que se conoce canónicamente
como los “años Braudel” de la historia de la corriente.
“Años Braudel” que también reflejaron esa segunda coyuntura general de la
historia de Europa en el siglo XX, caracterizándose como una consolidación y estabi-
La “Escuela” de los Annales 29
lización del proyecto crítico de los primeros Annales. Afianzamiento que al mismo
tiempo que perdía un poco del tono combativo y polémico de la etapa fundadora,
afirmaba y hasta comenzaba a darle cuerpo y estructura institucionalizada a la co-
rriente, a la vez que realizaba en el plano teórico, metodológico e historiográfico una
verdadera superación dentro de la continuidad del proyecto de los primeros Annales.
Un movimiento de “superación” o de aufhebung en el más hegeliano sentido del
término, que profundizaba y radicalizaba los aportes de esos primeros Annales al
reintegrarlos dentro de un nuevo y diferente proyecto intelectual que, en el interior de
una línea de evidente continuidad con sus antecesores, reconfiguraba esos aportes en
una nueva estructura o perspectiva intelectual completamente original.
Al revisar con cuidado lo que ha significado el proyecto intelectual de los Annales
braudelianos, resulta claro que esta etapa culminaba, completándola y replanteándola
en nuevos términos, la revolución en la teoría de la historia que había sido implementada
por los primeros Annales. Si ésta se hacía presente a través de la defensa de una
historia interpretativa y problemática, de la aplicación sistemática del método compa-
rativo a los temas de historia europea que abordaron Bloch y Febvre, de la defensa de
una historia global en tanto abierta a la recuperación de los aportes de las otras cien-
cias sociales y de una historia nueva y en construcción que comenzaba a descubrir
inéditos objetos de investigación, la historia de los años Braudel de la revista
radicalizaría, profundizándolos hasta el final, estos mismos paradigmas que,
reconfigurados a partir de la nueva y original visión de los procesos desde la larga
duración histórica, se presentarían como una historia de problemas nunca antes explo-
rados, que imponían novedosísimos modelos interpretativos y extendían la compara-
ción a la escala planetaria y en el registro temporal, redefiniendo a la historia global
como superación de la episteme disciplinar y multiplicando los nuevos objetos, méto-
dos, técnicas y paradigmas de esa historia en permanente elaboración.
Al mismo tiempo que superaba de este modo a los primeros Annales, el proyecto
braudeliano asimilaba y reproducía, nuevamente, los elementos de su contexto: los
segundos Annales le dieron carta de ciudadanía a la rama de la historia económica en
Francia –en un momento en que la economía crecía y prosperaba– siendo promovida
y fomentada institucionalmente. Mientras la economía se volvía protagonista en esta
coyuntura, apoyada por el Estado e investigada por los nuevos Institutos de Econo-
mía, Demografía y Estadística, los segundos Annales rescataron y difundieron am-
pliamente la historia cuantitativa, inventando incluso la historia serial y abriendo los
nuevos territorios de investigación de la historia de la vida o civilización material.
Los Annales de la época Braudel confrontaron con la ola múltiple del
estructuralismo, que también se difundió ampliamente en una sociedad en donde –en
el periodo de los “treinta gloriosos”– se afirmaba la solidez y vigencia de las “estruc-
turas” sociales y económicas por encima de sus elementos de cambio y de su historia.
Entonces, tomando como referente polémico esencial al estructuralismo de Claude
Lévi-Strauss desarrollado desde la Antropología –pero oponiéndose también, más en
30 Carlos Antonio Aguirre Rojas
un nuevo programa intelectual que daría vida a los segundos Annales braudelianos de
los años 1956-1968. Como en toda transición, el fin del ciclo que se cerraba coexistió
con los gérmenes del periodo que habría de sucederlo, y así ciertos elementos de los
primeros Annales concluidos en 1941 convivieron con los esbozos de la fase posterior
a 1956. Fue, justamente, dentro de la vigencia de esos Annales de transición que se
iría preparando la sucesión de Lucien Febvre a la cabeza de la revista, a la vez que se
publicaba en 1949 la gran obra de Fernand Braudel El Mediterráneo y el mundo
mediterráneo en la época de Felipe II.
Recién en 1956 –otra vez una fecha importante de la historia europea, ya que la
intervención soviética en Hungría había provocado una crisis importante en las filas
de los partidos comunistas de Europa– se afirmarían esos segundos Annales, dirigidos
por Fernand Braudel y cuyos perfiles generales ya hemos esbozado.
Con el fin de estos Annales braudelianos, provocado una vez más por el cambio
de la coyuntura social general que representó esa enorme revolución cultural de 1968,
concluyeron no sólo el proyecto intelectual de esos años de la revista y ese segundo
momento vital (que incluía también a la larga etapa de los Annales febvrianos de
transición), sino en verdad el ciclo completo abierto en 1929 con el inicio de los
primeros Annales, caracterizado por la puesta en práctica de una auténtica revolución
en la teoría de la historia y por el despliegue de una nueva hegemonía en los estudios
históricos de Europa y de Occidente, que tuvieron como su espacio de ubicación al
hexágono francés entre 1929 y 1968, y que se materializaron en las obras de Bloch,
Febvre y Braudel.
Ciclo 1929-1968 de la historia de los Annales, marcado por el predominio de la
continuidad, que contrastaría con la posición que tendrían los Annales de la tercera
generación respecto de toda su historia previa. Pues, como ya hemos indicado, estos
terceros Annales fueron un fruto directo de la revolución cultural de 1968 y de la
nueva coyuntura global que ella inauguraba. Y dado que dicho proceso representó un
corte radical con todas las formas de la cultura hasta entonces predominantes, así
también los Annales del periodo 1968-1989 significaron una ruptura tajante y eviden-
te con los Annales anteriores.
Si en los primeros y en los segundos Annales la coyuntura social global servía
como marco de los mismos, sin coincidir perfectamente con ellos, a la tercera genera-
ción annalista correspondería exactamente la última fase general del breve siglo XX,
comenzando igual que ella con el emblemático año 1968 y terminando con el no
menos importante año 1989. Igual que los Annales que los precedieron, también éstos
fueron claramente “hijos de su contexto” específico. Porque es bien sabido que estos
Annales 1968-1989 se han concentrado, sobre todo, en la promoción de un cierto tipo
de historia de las mentalidades, lo mismo que en el cultivo de una variante de la
entonces también en boga antropología histórica.
La conexión con la coyuntura post-1968 aparece evidente: fue la revolución de
1968, que transformó de raíz todos los modos de reproducción de la cultura en las
32 Carlos Antonio Aguirre Rojas
De este modo, la historia de los terceros Annales se caracterizó por una serie de
permanentes paradojas que definirían las tensiones específicas de todo su despliegue:
serían los más difundidos en todo el mundo a la vez que los más criticados de la
historia de la corriente, siendo además los Annales de la época en la que la historiografía
francesa perdió su anterior hegemonía dentro de los estudios históricos de Europa y
de Occidente. Al mismo tiempo, fue la generación annalista que popularizó y divulgó,
también en escala planetaria, el célebre género de la “historia de las mentalidades”,
aunque justo en el momento en que todas las historiografías occidentales se ocupaban
de este mismo campo problemático de la cultura, bajo los términos de psicohistoria,
historia cultural, historia intelectual, historia del discurso y de las practicas discursivas,
historia de las ideologías, historia del imaginario, historia de las tradiciones culturales
o historia de las practicas culturales, entre otros.
Igualmente, estos Annales de la tercera generación fueron los que más citaron,
refirieron y aludieron a sus ilustres predecesores, a los fundadores y constructores de
la corriente en su primera y segunda etapas, mientras abandonaban radicalmente el
horizonte de la historia global y renunciaban al ejercicio y aplicación de los principa-
les paradigmas de esos mismos Annales de 1929-1968. Finalmente, esos Annales de
las mentalidades, que se divulgaron en todo el planeta gracias al aura que los ilumina-
ba, rodeaba y sostenía –la herencia crítica de Bloch, Febvre y Braudel– serían justa-
mente los más institucionalizados e integrados a la cultura oficial francesa de todos
los que hasta entonces habían existido, consolidando una red de presencias impresio-
nante, tanto en los puestos de decisión de las editoriales y de la revistas –igualmente
las académicas o aquellas destinadas al gran público–, como en el radio, la prensa y la
televisión.
Sin embargo, es interesante constatar como, de manera paralela al desarrollo de
esos terceros Annales de la historia de las mentalidades y también como fruto intelec-
tual de esa gran revolución cultural de 1968, se desplegó toda una matriz o abanico
complejo y diverso de posiciones que podríamos clasificar, en general, como “mar-
xistas annalistas” y que funcionaron como el contrapeso alternativo de esos Annales
más franceses de la coyuntura 1968-1989. Porque como resultado de la crisis defini-
tiva de la vieja izquierda, que colapsó completamente a raíz de las impugnaciones a
las que fue sometida por parte del movimiento de 1968, y también como consecuencia
de la multiplicación y florecimiento de las nuevas izquierdas post-1968 en todo el
mundo, el marxismo vulgar, simplificado y manualesco hasta entonces dominante se
derrumbó para dejar su sitio a uno nuevo, que se abriría radicalmente al diálogo y a la
confrontación con las ciencias sociales del siglo XX y con los aportes principales de
la corriente de los Annales.
Así, como fruto de este movimiento de acercamiento entre el marxismo y los
Annales –que además se complementó con un análogo giro de ciertos annalistas hacia
posiciones más de izquierda y hasta marxistas–, se crearía todo un conjunto de ten-
dencias y expresiones intelectuales dentro de la historiografía cuyas obras, investiga-
34 Carlos Antonio Aguirre Rojas
Porque es muy claro que estos Annales post-89 han vuelto a transformarse radi-
calmente frente a su pasado inmediato, instaurando frente a la tercera generación una
posición de clara discontinuidad: así, frente a la historia de las mentalidades que co-
sechó una enorme cantidad de justificadas críticas por parte de los historiadores fran-
ceses no annalistas –desde las distintas variantes de la microhistoria italiana, las posi-
ciones de la historia socialista británica, las tradiciones de la nueva historia social
alemana, los historiadores críticos norteamericanos y de ciertos historiadores latinoa-
mericanos formados en el horizonte del marxismo–, los Annales de la cuarta genera-
ción promueven, en cambio, una muy diversa historia social de las practicas cultura-
les, representada en los trabajos de Roger Chartier o de Alain Boureau. Y frente a la
antigua antropología histórica practicada por ciertos annalistas en los años 1970s. y
1980s., estos nuevos Annales fomentan una nueva historia social con fundamentos
antropológicos, que recupera ya no sólo los temas y problemas clásicos de la Antropo-
logía desde la misma Historia, sino sobre todo los procedimientos analíticos, los con-
ceptos, las miradas y los modos de intervención antropológicos, ahora recobrados
como instrumentos de la práctica, de la investigación y de la explicación
historiográficas.
Al mismo tiempo, y rompiendo con el virtual abandono que los terceros Annales
habían hecho de la historia económica y social, los posibles cuartos Annales reivindi-
can una nueva historia demográfica, cuantitativa, urbana, económica y social que,
atenta a los desarrollos recientes de la sociología de la acción y de la economía de las
convenciones, lo mismo que a los progresos de la historia social desarrollada por los
microhistoriadores italianos y a los avances en toda Europa de la historia cuantitativa,
intentan coadyuvar a la apertura de las nuevas vías por las que deberá transitar en el
futuro esta historia social y económica renovada.
También en esta línea de deslinde y discontinuidad frente a los Annales del pe-
riodo 1968-1989, los annalistas actuales retoman activamente el debate metodológico
y la elaboración explícita de nuevos paradigmas epistemológicos, rediscutiendo la
pertinencia y contenido de la historia global y de la larga duración, a la vez que reivin-
dican una “interdisciplinariedad dura”, teorizan sobre las implicaciones en la Historia
del procedimiento del “cambio de escala” o intentan reintroducir el rol de los actores
dentro de la construcción de las convenciones, de las prácticas y de los vínculos socia-
les que investigan.
Con lo cual, y de manera casi espontánea, estos Annales posteriores al año
1989 promueven un cierto “retorno”, mediado y crítico pero muy evidente, hacia los
aportes de las etapas iniciales de la corriente. Pues si el trazo general de su proyecto
intelectual implica, en parte, la efectiva superación de esos terceros Annales –frente a
los cuales se ubican en una clara posición de ruptura y discontinuidad– es lógico que
en ese movimiento de afirmación de su propia identidad estos posibles cuartos Annales
terminen reencontrando los elementos fundamentales de la vieja herencia de Marc
Bloch, Lucien Febvre y Fernand Braudel. Y dado que dicho legado, abandonado por
36 Carlos Antonio Aguirre Rojas
los terceros Annales, se mantuvo vivo y actuante dentro del variado universo de los
representantes de la matriz “annalista marxista”, también es razonable que esos miem-
bros de la cuarta generación de Annales encuentren fácilmente y sin problemas los
espacios de diálogo e intercambio con estos historiadores y científicos sociales.
Entonces, tampoco resulta casual que algunos de los promotores principales de
estos potenciales cuartos Annales rediscutieran seria y sistemáticamente la larga dura-
ción y la historia global, repreguntándose acerca de los posibles usos y la vigencia
actual de la historia cuantitativa, del método comparativo o de la historia interpretativa,
a la vez que retrabajando los paradigmas de la historia económica o interviniendo
activamente en los animados debates respecto de las actuales interpretaciones y cons-
trucciones críticas de la historia de esos primeros y segundos Annales.
Así, los representantes actuales de la corriente –tal vez cuartos Annales o nuevos
Annales de transición– se definen desde una doble tensión que, por un lado, los lleva
a fundar su superación de la tercera generación en un cierto retorno, mediado y com-
plejo, hacia los años braudelianos y los annalistas de la primera época; pero al mismo
tiempo, por otro lado, los encamina en un real esfuerzo por construir un nuevo y
original proyecto intelectual, acorde con las circunstancias vigentes de la historiografía
mundial –caracterizada, en el año 2005, por un policentrismo intenso en la innova-
ción historiográfica y por una ausencia de hegemonías en el panorama global de los
estudios históricos.
Moviéndose, entonces, dentro de este doble parámetro de enlace con la herencia
de los Annales del ciclo 1929-1968 y, simultáneamente, de genuina innovación y cons-
trucción de un proyecto intelectual realmente original, los Annales posteriores al año
de 1989 nos abren, con la pregunta acerca de su posible destino futuro, la interroga-
ción mucho más general sobre las encrucijadas actuales y de los posibles derroteros
inmediatos de todo el complicado universo de los estudios históricos contemporáneos
en el mundo entero.
Annales reciben y reproducen esos cortes de orden histórico general, tienen también
evidentemente su propia dinámica interna, que marcha de acuerdo a la lógica de sus
respectivos proyectos historiográficos, y que se redefine en función de las vicisitudes
de las trayectorias tanto individuales como colectivas de sus principales protagonis-
tas. Por eso, como hemos visto anteriormente, la historia interna annalista –si bien
acoge y se deja impactar ampliamente por esos cortes y transformaciones mayores de
la historia general de la civilización a la que ella pertenece– no se reduce, sin embar-
go, pura y simplemente a esos cambios ritmados por la coyunturas sociales globales
del mundo europeo, sino que se matiza, singulariza y distingue de acuerdo a sus pro-
pias curvas evolutivas, que combinan largas transiciones con proyectos intelectuales
bien definidos, que retardan el nacimiento de una nueva etapa a partir de ir moldeando
cuidadosamente los elementos de su gestación, o que prolongan o anticipan la vigen-
cia de un cierto proyecto historiográfico a partir de la compleja dialéctica de acciones
y reacciones de los protagonistas con sus respectivos y cambiantes contextos intelec-
tuales y sociales.
Con lo cual, resulta claro que la historia de Annales no es ni ha sido nunca lineal,
progresiva, simple y ascendente, sino por el contrario, un recorrido complejo de múl-
tiples rutas, marcado lo mismo por claros retornos historiográficos que por abandonos
radicales de un cierto horizonte, y en el que aparecen tanto giros y rupturas profundas
como transiciones largas y maduradas, superaciones críticas y fundadas y recupera-
ciones creativas y explícitas de la herencia precedente. En consecuencia, una historia
difícil y diversa aunque sin duda también descifrable, comprensible y explicable.
Un derrotero histórico en varios niveles que nos muestra entonces, en un primer
plano, esta serie de transformaciones profundas que hemos intentado resumir, cuyo
resultado son los sucesivos periodos de vida de los Annales. Una historia de la plura-
lidad, donde se dibujan los cuatro proyectos intelectuales fuertes que la corriente ha
conocido, a través de las seis etapas recorridas dentro de las cuatro coyunturas sucesi-
vas que la enmarcan. Un itinerario complejo donde las generaciones de historiadores
annalistas se encabalgan y superponen dentro de esas diferentes épocas, para cons-
truir las diversas génesis, proyectos, transiciones, superaciones, rupturas y retornos
que en su multiplicidad fueron tejiendo el periplo rico y diferenciado de esta tenden-
cia historiográfica.
Por debajo de este primer nivel, y como posible reagrupamiento más general de
estos distintos momentos, aparece un segundo plano en donde son registrables dos
claros ciclos dentro de la trayectoria general de Annales: una primera fase desde 1921
hasta 1968, que estaría marcada por la profunda continuidad de sus sucesivos proyec-
tos, en donde la curva vital de la corriente de los Annales coincide con el ciclo de
gestación, afirmación y clímax de la hegemonía historiográfica ejercida por el hexá-
gono francés dentro de los estudios históricos europeos y occidentales. Primera etapa
que cubrió prácticamente medio siglo y que fue seguida de una segunda, desplegada
entre 1968 y 2005 –aún no concluida– donde la nota dominante ha sido la discontinui-
38 Carlos Antonio Aguirre Rojas
dad progresiva entre los proyectos intelectuales, ruptura que a su vez expresa la rápi-
da decadencia de esa supremacía francoparlante dentro de la historiografía de Europa
y de Occidente, así como la nueva situación post-1968 marcada por el policentrismo
de la innovación historiográfica y por la ausencia de nuevas hegemonías en el panora-
ma mundial de los estudios históricos.
Finalmente, y por debajo de estos dos primeros planos, estarían los trazos que
hemos definido inicialmente y que nos dan la unidad profunda de la corriente de los
Annales, el conjunto de perfiles que, más allá de estos dos primeros estratos, es com-
partido por las sucesivas generaciones, periodos y proyectos del itinerario annalista.
Lo cual puede ser gráficamente resumido del modo en que hemos intentado
esquematizarlo en nuestro cuadro número 1.
Un cuadro o retrato sólo global de los Annales en perspectiva histórica, que es
preciso considerar ahora de una manera más detallada.
ESQUEMA Nº 1
CONTINUIDADES Y DISCONTINUIDADES EN LA HISTORIA DE LA CORRIENTE DE ANNALES
1914 1918 1929 1939 1941 1945 1956 1968 1989 2005
COYUNTURA DE LA
COYUNTURAS HISTÓRICO- 1ª COYUNTURA ENTRE 2º COYUNTURA DE CRISIS ECONÓMICA Y 1ª COYUNTURA
GENERALES DE LA GUERRA LAS DOS GUERRAS GUERRA LOS «TREINTA SOCIAL GLOBAL. DEL SIGLO XXI Y
MUNDIAL MUNDIALES MUNDIAL GLORIOSOS» SITUACION DE DEL III MILENIO
HISTORIA EUROPEA BIFURCACIÓN
ETAPA SO
FORMATI- ALE E
VA O “PREHIS- A NN ES D
TORIA” DE OS AL
2º ANNALES UA
RT ANN ÓN?
I
LOS ANNALES
O MATRIZ DE MÚLTIPLES ¿C EVOS NSIC
ANNALES NU TRA
“MARXISTAS ANNALISTAS”
BRAUDE-
LIANOS
(“ANNALES MARXISTAS”)
ANNALES DE
TRANSICIÓN
PERIODIZACIÓN DE 1º ANNALES o
LA HISTORIA DE LA TÁNDEM MARC
CORRIENTE DE LOS BLOCH-LUCIEN
ANNALES DE
FEBVRE
ANNALES L. FEBVRE
3º ANNALES, DE LA HISTORIA
DE LAS MENTALIDADES Y DE
LA ANTROPOLOGÍA HISTÓRICA
DIVERSOS PROYECTOS HISTORIA QUE REPRODUCE LOS TRAZOS CARACTERÍSTICOS DE TODA HISTORIOGRAFÍA DEL SIGLO XX: HISTORIA SOCIAL,
INTELECTUALES DE LOS CIENTÍFICA E INTERPRETATIVA.
ANNALES HISTORIA MARCADA POR LA CONSTANTE INNOVACIÓN PROBLEMÁTICA, POR LA APERTURA CONTINUA DE NUEVOS CAMPOS
DE INVESTIGACIÓN
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