Carta de Rainer Maria Rilke A Friedrich Westhoff
Carta de Rainer Maria Rilke A Friedrich Westhoff
Carta de Rainer Maria Rilke A Friedrich Westhoff
tratan ahora de modo tirnico e intolerante, y en la necesidad de salir al precio que sea de esa
confusin insoportable, cometen la mayor falta que pueda manchar las relaciones humanas: ceden
a la impaciencia. Se empujan a una conclusin, a una decisin que creen definitiva; intentan fijar
de una vez para siempre su relacin, cuyas sorprendentes alteraciones les han asustado, para que,
en adelante, sea eternamente (como dicen) la misma. Este es slo el ltimo eslabn en esa larga
cadena de errores que se sueldan uno a otro. Pues ni siquiera lo muerto se deja fijar
definitivamente (se corrompe y cambia a su manera). Cunto menos se puede tratar lo vivo
decisivamente, de una vez por todas! Vivir es justamente transformarse, y las relaciones humanas,
que son lo esencial de la vida, son lo ms mudable de todo, lo ms fluctuante, y los verdaderos
amantes son seres en cuya relacin y contacto ningn momento es idntico a otro: seres entre
quienes nunca tiene lugar algo habitual, algo que ya haya existido alguna vez, sino lo puramente
nuevo, lo inesperado, lo inaudito. Existen tales relaciones de las que debe de surgir una dicha
inmensa, casi invivible, pero slo pueden entablarse entre personas de gran riqueza, entre seres ya
ordenados, concentrados. Slo dos mundos singulares, amplios y profundos, pueden unirse.
Salta a la vista que los jvenes no pueden garantizar semejante relacin, pero, si comprenden
adecuadamente su vida, pueden alzarse despacio hasta esa dicha y prepararse para ella. Si aman,
no han de olvidar que son principiantes, aficionados, aprendices del amor; deben aprender el amor,
y para eso, como en todo aprendizaje, hace falta paz, paciencia y concentracin.
Tomar el amor en serio, padecerlo y aprenderlo como un trabajo: esto es, Friedrich, lo que los
jvenes necesitan. La gente tambin ha malentendido, como tantas otra cosas, la posicin del amor
en la vida; lo ha convertido en juego y pasatiempo, porque se crea que el juego y la diversin son
ms felices que el trabajo; pero no hay nada ms dichoso que el trabajo; y el amor, precisamente
por ser la suprema dicha, no puede ser sino trabajo. Quien ama, debe intentar comportarse como si
tuviera ante s un gran trabajo: debe estar muy solo y entrar en s, concentrarse y consolidarse;
debe trabajar, debe convertirse en algo!
En efecto, Friedrich, creme; cuanto ms se es, ms rico es todo lo que se vive. Y quien quiera
tener en su vida un hondo amor, debe ahorrar, y reunir, y producir miel.
No hay que desesperar nunca si se ha perdido algo, una persona, una alegra o una dicha: todo
vuelve de nuevo con mayor esplendidez. Lo que debe desprenderse, cae: lo que nos pertenece,
permanece en nosotros, pues todo obedece a leyes que superan nuestra comprensin y con las que
slo aparentemente estamos en desacuerdo. Hay que vivir en uno mismo y pensar en la totalidad
de la vida, en sus millones de posibilidades, de vastedades y de futuros, ante los cuales no hay
nada pasado ni perdido.
Pensamos mucho en ti, querido Friedrich. Estamos convencidos de que habras encontrado por ti
mismo esta salida personal a cualquier crisis, la nica eficaz, si no estuvieras lastrado con el peso
de tu ao de servicio militar. Recuerdo que, tras la crcel de la Escuela militar, mi sed de libertad y
los altibajos de mi sentimiento acerca de m mismo (que slo poco a poco pudo curarse de las
heridas y de los golpes recibidos entonces) me arrojaron a extravos y a sueos absolutamente
ajenos a mi vida; afortunadamente, tuve suerte en mi trabajo. En l me reencontraba a m mismo
como hago ahora cada da. Ya no me busco en ninguna otra parte. As actuamos y as vivimos tanto
Clara como yo. Seguro que tambin lo logrars. Ten nimos porque todo se encuentra delante de ti
y las pocas en las que pesan las dificultades nunca son tiempo perdido.
Te saludamos, querido Friedrich, con todo nuestro afecto.
Rainer y Clara