La Marcha de Las Ideas1
La Marcha de Las Ideas1
La Marcha de Las Ideas1
LA MARCHA
DE LAS IDEAS
Historia de los intelectuales, historia intelectual
Titulo original: I.a marche des idees, itstoirc des intellectaels, histoire intellectuellc
ISBN-10 84-370-6612-3
ISBN-13: 978-370-6612-7
Depsito legal: V-4898-2006
Fotocomposicin, maquetacin e impresin: Imprema Llus Palcios, Sueca
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ND IC E
INTRODUCCION.............................................................................................
11
I
HISTORIA DE LOS INTELECTUALES
1. ESTE OSCURO OBJETO DE LA HISTORIA DE LOS INTELEC
TUALES........................................................................................................
Una historia intelectual sin intelectuales..................................................
Qu es un intelectual?...............................................................................
Una tradicin dominada, que no se atreve a decir su nom bre..............
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117
II
LA HISTORIA INTELECTUAL
4. LA ACTIVIDAD INTELECTUAL EN LA 1HSTORIA CULTURAL.
Una historia social de las ideas.................................................................
Variantes del contextualismo......................................................................
Los soportes de las prcticas culturales....................................................
Las prcticas culturales...............................................................................
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Franois Azouvi: Pour une histoire philosophique des ides, L Dbat, n 72. no
viembre-diciembre 1992. p. 20.
Jean Ehrard: Histoire des ides et histoire littraire, en Problmes et mthodes de
l'histoire littraire, coloquio del 18 de noviembre de 1972, Armand Colin. Paris, 1974, pp.
68-80.
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De la misma manera que se habra celebrado en los aos 1970 una cultu
ra popular tanto ms magnificada en cuanto a que estaba a punto de morir,
la fascinacin actual por los intelectuales y su historia vendra a dar testi
monio sobre su desaparicin. Gracias a los historiadores los intelectuales
tendran su canto de cisne. As, se afanan en contarlos, en clasificarlos, en
redactar el repertorio, antes de enterrarlos definitivamente. Objeto enfriado,
se convertiran en objetos de historia a falta de ser un verdadero envite del
presente, pagando un precio duro por sus compromisos en el transcurso del
trgico siglo xx. Pero quizs esto no sea ms que una ilusin proveniente
de una simple proyeccin de la situacin presente con respecto a una fi
gura que ha tomado formas sucesivas en el transcurso del tiempo y cuya
desaparicin no sera ms que 1111 momento de una ya larga historia.
Al lado de esta historia de los intelectuales, se ha desarrollado una his
toria propiamente intelectual, ms vinculada al proyecto de elucidar las
obras de los pensadores en su historicidad. Pero tambin se puede plantear
la cuestin de saber cul es, jx>r tanto, este oscuro objeto que sera esta
historia intelectual. Desde hace ya mucho tiempo, la historia lineal de las
ideas, que 110 ocupa ms que la sola esfera del pensamiento, est puesta
en cuestin. La tradicional historia de las ideas, que practicaba una simple
exposicin cronolgica de los juegos de influencias de un autor a otro, ha
sido remplazada por una emergente historia intelectual. Pero cul es su
grado de autonoma? Conviene tratar de naturalizar un objeto intelectual
identificado como invariable a travs del tiempo, cuantificado y destinado
a residencia? Estas cuestiones an siguen estando ampliamente abiertas;
pero parece, de la manera como Foucault lo analiza10, que lo esencial no
reside tanto en la categora social intelectual, como en sus inscripciones
concretas al interior de las prcticas vinculadas al dominio discursivo.
Esta historia intelectual se ha desarrollado en un punto de encuentro en
tre la historia clsica de las ideas, la historia de la filosofa, la historia de las
mentalidades y la historia cultural. Este espacio de investigacin tambin
tiende a hacerse autnomo. Sin intencin imperial, esta historia intelectual
simplemente tiene como ambicin el hacer que se expresen al mismo tiem
po las obras, sus autores y el contexto que las ha visto nacer, de una ma
nera que rechaza la alternativa empobrecedora entre una lectura interna de
las obras y una aproximacin externa que priorice nicamente las redes de
sociabilidad. La historia intelectual pretende dar cuenta de las obras, de los
recorridos, de los itinerarios, ms all de las fronteras disciplinares.
Daremos con Cari Schorske una definicin muy amplia de lo que pue
de ser la historia intelectual: El historiador busca situar e interpretar la
10 Michel Foucault L'Archohgie du savoir, Gallimard, Pars, 1969
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Para definir lo que puede ser una historia de los intelectuales por lo me
nos hay que entenderse sobre lo que designa la nocin de intelectual. Se
asiste entonces a una oscilacin constante entre una concepcin sustancialista, que tiende a asimilar a los intelectuales con un grupo social particular,
y una forma de nominalismo, que los sita ante todo por su compromiso en
las luchas ideolgicas y polticas. Resultan de ello dos registros que estn
presentes en el uso de la nocin. En primer lugar, el registro social, sustancialista, que se apoya en una definicin funcional, la de la divisin del
trabajo entre manuales por una parte e intelectuales por otra. En segundo
lugar, el registro cultural que est en la base de una definicin que limita
el medio intelectual a las lites creativas y que se interesa esencialmente
por el dominio poltico, asumiendo para s la aparicin de la nocin en el
contexto de la Revolucin Francesa, despus del caso Dreyfus, como de
signacin. en un primer momento peyorativa, de los hombres de letras
atacados en tanto que portadores de ideas desconectadas con lo real, des
pus concebidos segn una acepcin positiva como poseedores de un sa
ber universal.
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25 Ibid.,
56 Ibid..
27 Ibid..
2S Ibid..
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219.
220.
238.
2-t8.
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naciendo. Compara las autobiografas dejadas por dos hombres del pueblo:
la de Jacques-Louis Mntra, vidriero parisino, y la de Louis Simn, salido
del campesinado, cedacero en el Alto Maine, en La-Fontaine-Saint-Martin.
Tanto uno como otro tienen cincuenta aos cuando estalla la Revolucin en
1789: El ciudadano como el campesino se lanzan a la empresa desgarra
dora de memorizacin de un pasado que ha huido con tanta rapidez como
a su alrededor cambia el mundo29. Tanto uno como otro tienen un don de
gentes que deben a su capital cultural. Para Mntra, leer es una prctica
ordinaria, aunque hable poco de ello-0; en cuanto a Louis Simn, excep
cional en el mundo rural, hace un uso corriente de su pluma y se nutre re
gularmente de libros, suministrndoselos de la biblioteca del presbiterio.
Mntra, igual que Simn, se construyen una visin poltica muy personal a
partir de materiales surgidos de diversos orgenes. Sin embargo, uno \ otro
tienen un recorrido idntico, en cuyo transcurso pasan de un monarquismo
a un republicanismo tranquilo31. Comprometidos en el acontecimiento
revolucionario, Mntra con los sans-culottes parisinos, y Simn con los
patriotas del Alto Maine, la lectura de sus respectivas autobiografas reve
la una moderacin bastante similar, que los llevar a los dos a adaptarse a
la transicin al bonapartismo. As pues, la diferencia de su posicin social
no habr estado en el origen de itinerarios polticos opuestos.
Es esta categora de literatos del arroyo la que va a conquistar un poder
espiritual a falta de poder institucional: Cmo esta categora, vagamen
te ridicula, se convierte en una categora tica, despus poltico-religio
sa o poltico-metafsica? lie aqu todo el problema que plantea la marcha
forzada que va de Sbastien Mercier a Vctor Hugo32. Sin embargo, si
el intelectual de tipo moderno aparece en esle siglo, an quedan muchos
obstculos para su emancipacin: Lo que impide al Siglo de las Luces,
ms all del movimiento de las ideas, ser el siglo de los intelectuales, es
en parte la deficiencia de este fermento o de este vnculo que represenla
la enseanza superior33. De hecho, el calificativo ms apropiado en este
siglo parece claro que es el ya utilizado en el siglo x v i i por Descartes de
gentes de letras, cuyo nmero se dobla en el transcurso de la segunda
mitad del siglo xvm34.
29 Ibid.. p. 374.
10Ibid., p. 376.
J1Ibid., p. 382.
} Daniel Lindenberg: L'intellectuel a-t-il une spcificit franaise?, en Pascal ORY
(bajo la direccin de), Dernires Questions aux intellectuels, op. cit.. p. 163.
33 Louis Bodin: Les Intellectuels existent-ils ?, Bayard, Pars, 1997, p. 44.
-MRobert Darnton: Gens de lettres, gens du livre. Odile Jacob, Paris. 1992.
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42Flix Guattari: coloquio sobre Les intellectuels en Europe de 1945 nos jours: les m
tamorphoses de rengagement. Casa de los escritores. Asamblea nacional, diciembre de 1991,
en Lettre d information trimestre le de la Maison des crivains, n" 5, octubre de 1992.
45 Carlo Ginzburg: Le Fromage et les vers. Aubier, Paris, 1980.
44 Louis Bodin: Les Intellectuels existent-ils?, op. cit.. p. 21.
45 Jean-Franois Sirinelli: Les lites culturelles, en Jean-Pierre Rioux y Jean-Franois
Sirinelli (bajo la direccin de): Pour une histoire culturelle, Seuil, Paris, 1997, p. 287.
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EL CONECTADOR GENERACIONAL
La tesis sostenida por Sirinelli muestra en qu la nocin de generacin
puede a veces ser operativa en el interior de una historia intelectual. Des
cribe el itinerario de un grupo, el de unos jvenes nacidos alrededor de
1905, alumnos en los aos 1920 de las clases preparatorias de la Escue
la Normal Superior. Sartre, Aron, Lvi-Strauss, Merleau-Ponty, pero tamEl sumario de este nmero de la Revue franaise de science politique, consagrado al
tema de los intelectuales en la sociedad francesa contempornea, vol IX, diciembre de 1959,
n*4, comprende una presentacin de Louis Bodin y Jean Touchard: Dfinitions, statistiques
et problmes, y artculos de Ren Rmond: Les intellectuels et la politique; Jacqueline
Pincemin y Alain Laugier: Les mdecins; Bernard Voyenne; Les journalistes; Andr
Bianconi: Les instituteurs; Une note sur les avocats et sur les tudiants; Jean Barale:
I
tudiants dAix-en-Provence et la politique en mai 1957; Andr Labarrcre-Paul: La
vie intellectuelle Digne; Jean et Monica Chariot: Un rassemblement dintellectuels: la
Ligue des droits de l'homme; Janine Bourdin: Des intellectuels la recherche d une style
de vie: lcole nationale des cadres dUriage.
8 Pascal Ory, Jean-Franois Sirinelli: Les Intellectuels en France de l'affaire Dreyfus
nos jours, op. cit.. p. 241.
9 Jean-Franois Sirinelli: Gnration intellectuelle, op. cit.. p 10.
Ifl Jean-Franois Sirinelli: loge de la complexit, en Jean-Pierre Rioux y JeanFranois Sirinelli (bajo la direccin de), Pour une histoire culturelle. Seuil, Paris, 1997, pp.
433-442.
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LA SOCIABILIDAD INTELECTUAL
Adems del marcador generacional, tambin se puede prestar atencin
a la importancia de los que Jean-Fran^ois Sirnelli califica como los des
pertadores , es decir, la levadura de las generaciones siguientes, papel
que ha representado Jean Paulhan en la edicin a la sombra de Gastn Gallimard34, o tambin Bernard Groethuvsen gracias a su influencia sobre los
autores de la n r f o tambin Lucien Herr en el e n s para los jvenes estu
diantes de biblioteconoma en la Normal35. Las revistas, que son uno de los
soportes esenciales del campo intelectual, pueden ser consideradas como
una estructura elemental de sociabilidad, espacios muy valiosos para ana
lizar la evolucin de las ideas en tanto que lugares de fermentacin inte
lectual y
- de relaciones afectivas, como lo ha demostrado Michel Winock
en su historia de la revista Espril36.
El trayecto de la revista Espril que describe Michel Winock se sita
entre dos lmites cronolgicos: el nacimiento de la revista en el inicio de
los aos 1930 hasta la desaparicin de su creador, Emmanuel Mounier, en
1950, y, sobre todo, su intervencin en el campo poltico, porque me ha
parecido lo ms problemtico, es decir, lo ms revelador de la tensin per
manentemente vivida en su intimidad por el intelectual entre la voluntad de
testimonio y la voluntad de eficacia3". Ms all de esta explicacin tpica
del autor en funcin de la especificidad de su objeto, la eleccin explcita
de Michel Winock revela sobre todo el modo de planteamiento de los his
toriadores franceses, que, describiendo la vida intelectual, tienen tenden
cia a privilegiar la dimensin poltica. Al seguir los itinerarios cruzados
de los animadores de Espril, Winock es llevado, a pesar de su postulado
Aiain-Grard Slama: Intervencin oral en cl Coloquiode Jean Touchant, c h v s . c e v i a f .
Sciences Politiques, 19 de octubre de 2001
J2Ibid
Ji Jean-Franois Sirnelli; Biographie et histoire des intellectuels: lecas des veilleurs"
et lexemple dAndr Bellesort, en Problmes et mthodes de la biographie, Actas del
coloquiode la Sorbona, 3-4 de mayo de 1985, Sources, Publications de la Sorbonne, Histoire
au prsent, 1985.
14 Ver Laurence Brisset; La NRF de Paulhan, Gallimard, Paris. 2003.
55Charles Andler Vie de Lucien Herr: 1864-1926, Maspero, Paris, 1977.
34 Michel Winock: Histoire politique de la revue Esprit, 1930-1950, Seuil, Paris. 1975.
* lbid.. p. 7.
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53
1948.
1990.
46 Los seis iniciadores de la revista, Andr Gide. Henri Ghon. Marcel Drouin, Andr
Ruyters, Jean Schlumberger y Jacques Copeau tienen todos entre treinta y cinco y cuarenta
y un aos
1 Pierre Habey (editor, presentacin): L'Esprit NRF: 1908-1940, op. cit., p xiu
lKJacques Rivire, citado por Pierre Habey: .'Esprit NRF: 1908-940, op. cit., p. xiv.
Jv Pierre Assouline: Gaston Gallimard, Seuil, coleccin Points, Paris, 1996.
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Nicole Racine, Michel Trebitsch (bajo la direccin de): Cahiers de l'IHl'P. Sociabilits
intellectuelles", cuaderno n 20, marzo, 1992.
MPara la definicin de Bourdieu de la nocin de cam po'\ ver el captulo 3 de este libro:
FJ modelo polemolgico.
60 Maurice Agulhon: La Rpublique au village, Seuil, Pars, 1979.
61 Maurice Agulhon Histoire vagabonde. Gallimard. 2 volmenes, Pars, 1988. Esta obra
rene una veintena de artculos del perodo 1968 a 1987.
62 Georg Simmel: Sociologie et epistemologie, PUF, Pars, 1981, p. 124
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65
w Ibid., p. 49.
K>]Daniel Lindenberg: Lintellectuel a-t-il une spcificit franaise?, en Pascal Ory (bajo
la direccin de): Dernires Questions aux intellectuels, op. cit.. p. 159 Ver tambin Richard
Hotstadter. Anfi-Intellectualism in American Life 1963.
V2Ibid., p- 180.
95 Rgis Debray: Que vive la Rpublique, Odile Jacob, Paris, 1989.
v Daniel I jndenberg: Lintellectuel a-t-il une spcificit franaise?, en Pascal Ory (bajo
la direccin de): Dernires Questions aux intellectuelles. op. cit., p. 185.
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Publica entonces, en mavo de 1957, un artculo de una actualidad no desmentida sobre La paradoja poltica105, en el que pone en guardia a los
intelectuales contra la tentacin de desesperar de la accin, recordndoles
la naturaleza ambivalente de lo poltico. Esta forma de intervencin, evi
dentemente menos espectacular, sin embargo tendr una influencia ms
fuerte, si se mide el impacto de este texto sobre varias generaciones106. Ln
cuanto a Michel de Certeau, su anlisis aparecido en Eludes desde junio
de 1968 para analizar en caliente el movimiento en curso, por sus efectos
vale tambin mucho ms que numerosas peticiones. Por lo dems, podemos retomar por nuestra cuenta la manera como Jean-Franois Sirinelli
califica el acto de firmar como el producto de una compleja alquimia107
y recuerda hasta qu punto numerosos intelectuales han manifestado sus
reticencias frente a este modo de intervencin. Os el caso, entre otros, de
Albert Camus, para quien el intelectual es alguien que sabe resistir al aire
del tiempo10. Por lo tanto, sera abusivo interpretar determinados silen
cios como una manera de consentimiento. De ah la necesidad imperiosa
de ponderar las indicaciones del sismgrafo109.
La mayor parte de los estudios histricos franceses sobre los intelectua
les privilegian el concepto del compromiso, de su modo de intervencin
en la poltica. Entonces, la historia intelectual aparece como un aditivo,
un suplemento (de alma?) de la historia poltica, que sigue sus escansio
nes temporales110. Ciertamente, este campo de investigacin tiene su espe
cificidad propia, pero contina relacionndose con el campo de la historia
poltica: El estudio poltico de los intelectuales es, por ello, un sector de
la historia poltica que tiene su especificidad, pues el objeto estudiado tie
ne su propio metabolismo111. As, Jean-Franois Sirinelli sugiere una pe105 Paul Ricoeur: La paradoxe politique, en Esprit, mayo de 1957. recogido en Histoire
et Vrit, Seuil, Paris, 1964, pp. 260-285.
106 Ver Franois Dosse: Pau! Ricur, les sens d'une vie, op. cit.
107 Jean-Franois Sirinelli Intellectuels et passions franaises, op. cit., p 530.
,MAlbert Camus, charla tenida con Jean Daniel, citada por Jean-Franois Sirinelli: ibid.,
p. 532.
m Jean-Franois Sirinelli: ibid.. p. 534.
1,0 Pascal Orv, Jean-Franois Sirinelli: Les Intellectuels en France, de l affaire Dreyfus
nos jours. Armand Coln, Pars, 1986; Nicole Racine, Michel Trebitsch (bajo la direcc in
de): Intellectuels engags d une guerre l autre, en Les Cahiers de l IHTP, 26, 1994;
Jean-Pierre Rioux y Jean-Franois Sirinelli (bajo la direccin de): La guerre d'A lgrie
et les intellectuels franais, en Les Cahiers de l IHTP. 10, noviembre de 1988; Michel
Leymarie (bajo la direccin de): La Postrit de l'affaire Dreyfus. Presses Universitaires du
Septentrin, Villeneuve dAscq, 1997; Les engagements du xxe sicle, en Vingtime Sicle,
n60, octubre-diciembre de 1998.
111 Jean-Franois Sirinelli: Les Quatre saisons des clercs, en Vingtime Sicle. n60,
octubre-diciembre de 1998, pp. 44-45 Ver tambin Jean-Franois Sirinelli: Les intellectuels,
en Ren Rmond (bajo la direccin de): Pour une histoire politique. Seuil, Pans, 1988.
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cl estatuto del intelectual ruso del resto de Europa ni tic confundirlo. Por
un lado, se tiene la tendencia a asimilar a estos intelectuales rusos i mrti
res, vctimas expiatorias de un rgimen totalitario, y, por el otro, se les pre
senta como defensores del antiguo poder burocrtico. Segn Berelovitch,
cada una de estas posiciones ha cruzado por la cabeza de todo intelectual
ruso, de manera evidentemente distinta para cada uno. Por un lado, el po
der tiene necesidad de legitimarse apelando a un saber erudito \ los respon
sables del partido hacan carreras para los diplomas y las academias. Por
otro, los intelectuales aspiran a convertirse en los consejeros del poder, los
portavoces de un pueblo reducido a quedarse mudo. Esta doble demanda
se encuentra en el origen de una real influencia, social y simblica, de los
intelectuales, cuya posicin se presenta, adems, como el nico medio de
un ascenso social. Con el desmoronamiento del sistema so\ itico resulta
que los intelectuales rusos renuncian a su pretensin de encarnar una van
guardia que gue al pueblo. Muchos abandonan su estatuto de intelectuales
para convertirse en polticos o para entrar en el mundo de los negocios. En
cuanto a los que se mantienen en sus posiciones, preocupados por preser
var su autonoma de intelectuales, corren el riesgo de ya no ser odos por
el resto de la sociedad y compensan esta ruptura por la multiplicacin de
los clubes de pensamiento, de las asociaciones, de las revistas, e s decir, de
un campo autnomo pero cada vez ms apartado del resto de la sociedad.
En una configuracin nacional completamente distinta, transatlnti
ca, en Quebec, el historiador Yvan Lamonde, profesor en la Universidad
MacGill de Momea!, inspirado por el modelo francs surgido del caso
Dreyfus, viene a considerar que el intelectual en Quebec no aparece hasta
1900. Transforma el caso francs en modelo exportable, que se convier
te en la base misma de la definicin de la aparicin del intelectual al otro
lado del Atlntico172. El caso Dreyfus se le presenta como el gran referen
te, el momento de cristalizacin que permite metabolizar en cada realidad
nacional los prstamos culturales provenientes de Francia: Aqu se trata
de un revelador cultural, de una matri/. cultural, como otros acontecimien
tos constituyen unos puntos cero113.
El inicio del siglo xx ve emerger en Quebec esta nueva categora so
cial, que resiste a la influencia anglosajona, defendiendo la singularidad
de la lengua
y> la cultura francesas174. Por lo dems, estos intelectuales
cr
r : Yvan Lamonde: >es intellectuels francophones au Qubec au xixe sicle: questions
pralables, en Revue d 'histoire de f Amrique franaise, 4X, otoo de 1994, pp 153-185
m Yvan Lamonde: L'affaire Dreyfus et les conditions d'mergence de lintellectuel vues
des Amriques, en Michel Trebitsch. Marie-Christine Granjon (bajo la direccin de): Pour
une histoire compare des intellectuels, Complexe, Bruselas, 1998, p 114.
11
Catherine Pomeyrols: Les intellectuels qubcois: formation et engagements (IVIV1939), L Harmattan, Paris, 1996.
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1MPaul Johnson: Le Grand Mensonge des intellectuels. Vices privs et vertus publicities
(1988), Lalont. Paris. 1993.
183Ibid., citado por Jeremy Jennings: Lanli-intellectualisme britannique et l'intellectuel
franais, art. cit., p. 120
1!WStephan Collini: Intellectuals in Britain and France in the Twentieth Century.
Contusions, Contrasts and Convergences?, en Jeremy Jennings (editor): "Intellectuals in
Twentieth-Century France. Mandarins andSamourais, St Martins Press. 1993, pp. 199-224.
185Ibid., p. 202.
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104 Michel Foucault, Inutile de se soulever?, en Le Monde. 11-12 de m ayode 1979, pp.
1-2; recogidoen Dits et crits, tomo III. op. cit., p. 794.
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101
4 Ibid, p 219.
5Ibid., p. 406.
6 Ibid, p. 472.
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109
11 Ibid., p 36.
12 Ibid.. p 57
a Ibid.. p 102.
34 Ilnd.. p 136.
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J5 bid.. p. 167.
bul., p. 179.
'7 Sobre el mismo tema de las relaciones de Sartre con Le.s Temps modernes, se leern con
provecho unas obras de una inspiracin completamente distinta, ms histricas y tomando
en consideracin las posturas ideolgicas y polticas Michel-Antoine Burnier, Les Existen
tialistes et la politique. Gallimard. Paris. 1966; A D. Rauwez. Jean-Paul Sartres Les Temps
modernes A literary history 1945-1952, Nueva York, Whinston, 1981; Howard Davies. Sartre arul Les Temps modernes . Cambridge, Cambridge l niveisit) Press, 1987
ASGisle Sapiro: La Guerre des crivains 1940-1953 , Fayard, Paris, 1999.
m
wr
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jjj
iv Ibid., p. 9.
40 Ibid., ver cuadro de la p X7
41 Ibid.. p. 102.
42 Pierre Laborie: L'Opinion publique sous Vichy, Seuil, Pars, 1990.
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nich. Martin du Gard est convencido en 1939 de que no hay otra salida
ms que la guerra, pero, como muchos, en 1940 est hundido en la mayor
confusin: Roto como un corcho, le escribe a Mara Van Rysselberehe
el 22 de julio de 194043. Gisle Sapiro, evocando las mltiples solicitudes
de las que son objeto los escritores desde el otoo de 1940, es llevada a
utilizar un cierto nmero de nociones preconizadas por los historiadores,
como la de acomodacin, empleada por Philippe Burin44. Este ltimo
distingue tres formas de acomodacin: la que debe sufrir la coaccin de
la economa y de los serv icios pblicos, la ms voluntaria de la promo
cin de intereses personales y, finalmente, la busca de un acuerdo con la
Alemania nazi, que es la nica que tiene que ver con una acomodacin
poltica. Teniendo en cuenta la estrecha red de las coacciones polticas, la
autora estudia el abanico de las posibles para unos escritores que recha
zan el compromiso con el ocupante y que tienen la eleccin entre la feroz
defensa del arte por el arte, apartados del mundo poltico, y e! mante
nimiento del espritu francs para poder continuar escribiendo y siendo
publicados. No se sealan ms que algunas excepciones que se abstienen
de toda publicacin legal, como Roger Martin du Gard, Andr Malraux,
Andr Chamson, Jean Guhenno o Ren Char. Dejando a parte esta acti
tud de excepcin, que puede llevar incluso a elegir la resistencia armada,
como ser el caso de Andr Malraux y Ren Char, la parte esencial de los
escritores elegirn publicar en nombre de la continuidad del espritu nacio
nal: La lucha por la reapropiacin del espritu francs ser la bandera
de la Resistencia intelectual45.
Segn Sapiro, en ese periodo el conflicto va a desarrollarse entre los
partidarios ele la autonoma de los valores literarios y los que defienden, en
nombre de los valores morales, la heteronoma de la literatura. Es sobre esta
base, sobre la que las dos bestias negras denunciadas como especialmen
te perjudiciales para el futuro de la literatura y responsables de la derrota
sern Andr Gide en la zona sur, estigmatizado por el polo moralizante, y
Franois Mauriac en la zona norte, considerado como la encamacin del
escritor burgus consagrado, cine, por lo tanto, ha renunciado a la autono
ma de la literatura. Y este esquema sirve de encasillado de lectura de las
posiciones de las grandes instituciones literarias como la Academia fran
cesa, la Academia Goncourt, la n r f , el Comit nacional de los escritores,
haciendo ver que el vuelco en la relacin de fuerzas que se opera a favor
de los defensores de la autonoma se ha hecho ms precoz en la ms he,J Roger Martin du Gard: Journal 1937-1949, tomo 111, Gallimard, Paris, 1993, p. 347
44 Philippe Burrin: La France l'heure allemande. Seuil, Paris, 1995.
45 Gisle Sapiro: La Guerre des crivains 1940-1953. op. cit., p. 67.
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113
p 246.
Ibid..
47Christophe Charte: Naissance des intellectuels (1800-1900), Minuit. Paris. 1990; Ixi
Rpublique des universitaires (1870-1940). Seuil, Paris, 1994; Les Intellectuels en Europe
au xixe sicle. Essai d histoire compare. Seuil, Paris, 1996.
wAsf, Charte situa del lado del elogio a Julian Honda, a Jean-Paul Sartre y a Rgis Debray.
y del lado de la crftica a Paul I fargue, a Edouard Berth, a Paul N i/an y a Raymond Aron.
wChristophe Chai le: Naissance des intellectuels (18001900). op. cit., p. 13.
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j j ~
cin individual57. Pero, en este plano, la sociologa tiene que de jar sitio
i consideraciones de orden psicolgico, sin las cuales la sociologa slo
es, como la risa, mecnica aplicada sobre el ser vivo. Pascal Ory pone en
evidencia esta paradoja en forma de desafo a la sociologa de Bourdieu,
segn el cual el honor de un militar salido de la buena burguesa juda es
defendido con el mayor encarnizamiento por dos intelectuales con un dbil
capital simblico y, sin embargo, con una eficacia clamorosa: un ensayis
ta judo anarquizante y un novelista no judo con un amplio pblico, pero
en busca de respetabilidad.
La definicin que da Christophe Charle del intelectual es a la vez constructivista y polemolgica, situando la emergencia de los intelectuales en
Francia a finales del siglo xix, en cuanto grupo portador de valores uni
versales siendo la resultante de una lucha entre grupos intelectuales que
tenan cada uno una definicin diferente de su papel y de su legitimidad.
No pretende definir a priori el grupo intelectual. Subrayando lo que
constituye el ms jiequeo denominador comn entre ellos, lo define como
una aspiracin a la autonoma y plantea tres cuestiones principales para
realizar con xito un estudio comparativo. Primeramente conviene, segn
Christophe ('liarle, identificar el grado de autonoma del campo intelec
tual en cada pas; despus, analizar la naturaleza de las relaciones entre el
campo intelectual y el del poder. Finalmente, se debe analizar en el inte
rior mismo de las actividades intelectuales las diversas relaciones de do
minacin. Si la perspectiva de Christophe ("liarle queda muy marcada por
las tesis sociolgicas de Bourdieu del estudio de los campos y subeampos
dominantes y dominados, sus trabajos se presentan ricos de fuentes archivsticas \ de un cuidado de dimensin histrica, de definicin de momentos singulares en la evolucin de cada marco nacional.
ibid., p
4X
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j? j
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LA H,'STOr,a ^
electual
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133
pero hay que comprender perfectamente que las relaciones entre culturas
dominantes y culturas dominadas son complejas y no pueden reducirse a
una simple transposicin degradada de una en relacin a la otra. Funda
mentalmente hbridas, estn formadas de prstamos y de intercambios, de
captacin y de desviacin. Si la cultura popular se encuentra ms inclinada
hacia la contestacin, tambin conoce, como lo han demostrado Passeron
y Grignon, unas fases de reposo15. Sobre tixlo se encuentra inclinada a
buscar las formas de hacer con la cultura dominante en la cotidianidad,
segn una expresin de Michel de Certeau. Richard Iloggart ya haba de
mostrado el carcter 110 mecnico de la recepcin de los mensajes de la
cultura dominante por las categoras populares, que practican una atencin
muy selectiva frente a los mensajes que les son dirigidos, atencin que IIoggart califica de oblicua16. En opinin de Hoggart, como en opinin de
Certeau, por lo tanto el consumo debe ser considerado a partir de lo que
con l hacen los consumidores, de su hacer propio.
Despus se dedica a estudiar los diversos modos de apropiacin de los
textos a partir de los soportes, de los puntos de ancla je institucionales y del
estudio de las prcticas socialmente diferenciadas. Esta perspectiva pone
en cuestin el desacoplamiento clsico entre dominantes y dominados para
dar lugar a unas prcticas con una perspectiva muy disociada, que frecuen
temente cruzan las estratificaciones sociales. Chartier da una definicin de
la nocin de apropiacin diferente a la vez del enfoque de Foucault, que
subraya los procesos de dominacin, y del enfoque hermenutico, que se
sita en el plano de una recuperacin de sentido: La apropiacin, tal y
como la entendemos, apunta a una historia social de los usos y de las in
terpretaciones, referidas a sus determinaciones fundamentales e inscritas
en las prcticas especficas que las producen17.
Ciertamente la nocin de representacin no es \ erdaderamente nueva
en la prctica histrica y tambin pertenece a la tradicin de Durkheim.
lia sido ampliamente utilizada en los aos 1970 como una nocin afn,
que ayuda a una historia de las mentalidades plenamente triunfante. Sin
embargo, hoy coge un significado nuevo en un momento, en que la disci
plina histrica parece realmente, despus de su hora de gloria, la pariente
pobre del ajuar cognilivo. Algunos la expulsan a su dimensin contingen
te, a su ineptitud para transformarse en verdadera ciencia. Otros pretenden
15 Claude Grignon, Jean-Claude Passeron: Ix Savant et le populaire, Gallimard, Seuil,
Paris, 1989.
Richard Hoggarl: La Culture du pauvre. tude sur le sty le de vie des classes popu
laires en Angleterre (1957), Minuit, Paris, 1970
17 Roger Chartier Le monde comme reprsentation, en Annales, ESC, n 6. noviem
bre-diciembre de 1989, p. 1511.
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FRANOIS DOSSE
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141
* Ibid.. p. 37.
47 Ibid.. p. 59.
,BIbid.. p. 75.
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145
fluven
en lnea recta de las ideas. Incluso es esta misma relacin ambivaW
lente, compleja, contradictoria, la que constituira los orgenes culturales de
la Revolucin Francesa: Si la Revolucin tiene realmente unos orgenes
culturales, residen... en las discordancias existentes, por una parte, entre
los discursos (por lo dems, opuestos) que, representando el mundo social,
proponen su reorganizacin y, por otra parte, las prcticas64. Roger Chartier define una andadura que pretende conjugar una lectura hacia dentro \
hacia fuera, descartando la concepcin estereotipada que partira de la idea
de una significacin unvoca de los textos, dejando de lado los diversos
modos de apropiacin y considerando la difusin de las ideas como una
simple imposicin. Muy al contrario, segn Chartier, no se puede disociar
el proceso de difusin de las ideas del objeto mismo de esta difusin. Son
estos principios los que dirigen su estudio sobre el estado de la opinin
pblica en el siglo xvm y el nacimiento de un espacio pblico autnomo.
Es en este nuevo espacio donde circula lo impreso, a partir de una red de
libreras, que anima el campo literario y lleva a una profesional i/acin de
los autores. Su nmero progresa, hasta el punto de que Voltaire llega a es
tigmatizar a la chusma de la literatura a propsito de todos los que viven
de su pluma y se ven obligados a multiplicar las concesiones en relacin
con los que les financian.
A la pregunta de saber si las ideas o los libros hacen las revoluciones,
Chartier le sustituye el postulado del carcter inseparable de los horizon
tes social, poltico y cultural. Desplaza el proyector hacia el estudio de las
bibliotecas privadas, recordando la decadencia espectacular en el transcur
so del siglo xvui por paite de los libros de religin e insistiendo en la infravaloracin de los libros de filosofa vendidos a escondidas. Sin em
bargo, esta constatacin no presupone una adhesin de los lectores: La
lectura no implica necesariamente la creencia65. Tambin conviene inte
rrogarse sobre la lectura en s misma, sobre la individualizacin del acto
de la lectura, que acompaa a la decadencia de la relacin comunitaria y
religiosa con el libro y que hace crecer una lectura ms libre, ms des
envuelta, ms crtica66.
La acepcin de la cultura que preconiza Chartier apunta a enraizara en
el interior del universo social, situando el estudio del pensamiento en el
mismo corazn de las ciencias sociales. La amplia concepcin de la nocin
de cultura que de ello resulta es compartida por toda una corriente de his
toriadores y de investigadores de ciencias sociales en los Estados Unidos.
C
w bul., p. 30.
65//>/., p 104.
* Ibid.. p. 113.
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149
78 Ibid., p. 18.
w Carl E. Schorske: De Vienne et d'ailleurs. Figures culturelles de lu modernit. Fa
yard, Paris, 2000; publicado en 1998 bajo el ttulo Thinking with history. Explorations in
the Passage to Modernism, Princeton University Press.
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TiANCOIS DOSSE
152
2001
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153
miento, que se perpeta en una larga duracin, tiene que ver con una diversilicacin progresiva de los modos de apropiacin de su obra y constata
la existencia de un rasgo comn en el carcter no acadmico91 de todas
estas utilizaciones de la obra de Heidegger.
Gracias a esta investigacin, Dominque Janicaud consigue superar la vi
sin reductora y dominante hasta ese momento, segn la cual Francia habra
estado sometida al cuerpo filosfico de Heidegger de una manera puramente
pasiva, para felicitarse por ello o para estigmatizarlo. Por el contrario, de
muestra que la variedad, la profusin en unos medios tan diversos de la uti
lizacin de los conceptos de I leidegger se traduce en numerosas adaptacio
nes, transformaciones, desviaciones, que han llegado, como en el caso de la
relacin entre Heidegser
CC v
^ Ren Char,7 hasta un verdadero dilogo
c entre dos
dimensiones, filosfica y potica. Se trata ms de un dilogo o de un injer
to creador que de una simple recepcin de una obra extranjera: De Sartre
a Lvinas, pasando por Lacan y Derrida, el Heidegger afrancesado habr
sido un singular catalizador, un extraordinario incitador: maestro de unos,
contra-maestro de otros92. En efecto, Heidegger habr sido en la escena
intelectual francesa 1111 formidable catalizador de los partidarios entusiastas
y de las resistencias no menos feroces a sus tesis. La importancia del trabajo
de Janicaud estriba en lomar la medida de este poder de cristalizacin, que
ha contribuido intensamente a lo que han sido unas obras tan importantes
como L tre et le Nant de Sartre, Totalit et Infini de Lvinas o tambin
L'Ecriture et la diffrence de Derrida, sin que estas sean slo reducibles a
su sola huella heideggeriana. La interrogacin sobre los diversos modos de
apropiacin desde este momento ha demostrado su fecundidad.
Adems de esta investigacin realizada por Janicaud sobre Heidegger,
se puede recordar el anlisis llevado a cabo xir Gwendoline Jarczyk y Pie
rre-Jean Labai riere sobre ciento cincuenta aos de pensamiento hegeliano
en Francia93. Estos autores, especialistas reconocidos de Ilegel, han segui
do las vas de la penetracin, en un principio lenta, de Ilegel en el paisaje
intelectual francs, despus espectacular con Alexandre Koyr, Jean Wahl
y finalmente Alexandre Kojve, cuya enseanza sobre la Fenomenologa
del espritu en la Escuela de Estudios Superiores entre 1933 y 1939 ha
marcado a toda una generacin de intelectuales franceses: Sigue siendo
a travs del prisma as elaborado como la mayora de nuestros contempo
rneos, filsofos o no, perciben hoy el pensamiento dialctico y el de su
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318
HRANOIS DOS SE
Dort, Bernard, 179, 179n, 297
Dos se, Florence, 7. 297
Dosse, Franois, 13n, 36n,59n,69n,91n,
105n, 107n, 128n, 134n, 175n, 176n,
274n, 276n, 277n, 283n, 296, 297
Dray, William, 190
Dreyfus, caso, 11, I X 19, 27, 28, 43,
46, 48, 60, lL 63, 64, 66, ClL 6SL
70, 72, 8L 8 L 84-87. 89, 90, 114116, 151, 157. 166, 251
Dreyfus, Hubert L., 210n, 297
Dreyfus-Armand, Genevive, 76n, 293
Drieu La Rochelle, Pierre, 45* 5 X 54,
75
Drouin, Marcel, 53n
Droysen, Johann Gustav, 256, 256n,
297
Dubedout, Hubert, 176n
Duchcmin, Noemi, 179n, 313
Duclaux, Emile, 60n, 116
Duclert, Vincent, 43n, 63n
Duhamel, Jacques, 176
Dujardin, Philippe, 58, 58n
Dumzil, Georges, 207
Dumont, Louis, 187, 187n
Dumont, Rene, 176n
Dumoulin, Olivier, 297
Dunn, John, 212, 218, 218n, 221, 297
Dupront, Alphonse, 39, 40n, 297
Dupuy, Jean-Pierre, 283
Duras, Marguerite, 168
Drkheim, Hmile, J L i 106, 188, 133,
155
D ilso, Giuseppe, 265n, 297
Ehrard, Jean, 12, 12n, 297
Hley, Geoff, 189n, 297
Hlias, Norbert, 100, 102, 154, 154n,
155, 155n, 298
Eliot, T.S., 89n
Emmanuel, Pierre, 176, 176n
Engel, Pascal, 283
Epistmon (Didier Anzicu), 297
Lrasmo de Rotterdam, 22
Erikson, Erik, 157
Espagne, Michel, 120 , 120n, 121, 12 ln,
261, 297
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HRANOIS DOSSE
322
306
Manent, Pierre, 244, 306
Manin, Bernard, 244
Mannheim, Karl, 47, 48n, 102, 102n,
306
Mao Ze Dong, 55
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326
HRANOIS DOS SE
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