La Marcha de Las Ideas1

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Franois Dosse

LA MARCHA
DE LAS IDEAS
Historia de los intelectuales, historia intelectual

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ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperacin de informacin.
en ninguna forma ni por ningn medio, ya sea fotomecnico, fotoqunico,
electrnico, por fotocopia o por cualquier otro. sin el permiso previo de la editorial.

Titulo original: I.a marche des idees, itstoirc des intellectaels, histoire intellectuellc

' hdilions La Deouverie, Pars, 2003


Francois Dosse 2003
0 De la presente edicin: Publicacions de la Iniversilal de Valencia. 206
( 1IX* la traduccin: Rafael F Toms Llopis
> De la imagen de la cubierta: Daro Villalba y vegap, 2006
Publicacions de la Universitt de Valencia
hltp puv.uv.es
[email protected]
Diseo de la maqueta: Inmaculada Mesa
Ilustracin de la cubierta: Redempci Yelocitat. 1980. Daro Villalba
Diseo de la cubierta: Celso Hernndez de la Figuera

ISBN-10 84-370-6612-3
ISBN-13: 978-370-6612-7
Depsito legal: V-4898-2006
Fotocomposicin, maquetacin e impresin: Imprema Llus Palcios, Sueca

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Doy las gracias vivamente por sus consejos a Jacques Guilhaumou y a


Jorgen Hoock, que me han ayudado a desenredar el complejo ovillo de la
historia intelectual tal como es practicada en el mundo anglosajn y en el
mundo germnico. Tambin doy las gracias a los que han aceptado la pesa
da tarea de revisar este manuscrito antes de su publicacin: Daniel Hecquemont, Christian Delacroix, Florence Dosse, Jacques Guilhaumou, Hugues
Jallon y Thierry PaquoL Les doy las gracias por su preciosa ayuda que ha
permitido tener en cuenta numerosas sugerencias y correcciones.

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b o ok.

ND IC E

INTRODUCCION.............................................................................................

11

I
HISTORIA DE LOS INTELECTUALES
1. ESTE OSCURO OBJETO DE LA HISTORIA DE LOS INTELEC
TUALES........................................................................................................
Una historia intelectual sin intelectuales..................................................
Qu es un intelectual?...............................................................................
Una tradicin dominada, que no se atreve a decir su nom bre..............

19
19
28
34

2. EL MODELO DEL CASO DREYFUS EN ACCIN ENTRE LOS


HISTORIADORES FRANCESES.................................. .........................
43
El lanzamiento a ciencias polticas............................................................
43
El conectador generacional.........................................................................
45
La sociabilidad intelectual..........................................................................
51
El modelo del compromiso.........................................................................
60
1 I modelo francs a prueba de la historia intelectual de otros pases .. 80
Del intelectual de la sospecha al intelectual especfico..........................
90
3. LA ELUCIDACIN SOCIOLGICA V SUS LMITES.......................
Una sociografa de los intelectuales..........................................................
El modelo polemolgico................... .........................................................
Una historia social de los intelectuales con base polemolgica............
La cuestin de las transferencias culturales.............................................

99
99
104
113
117

II
LA HISTORIA INTELECTUAL
4. LA ACTIVIDAD INTELECTUAL EN LA 1HSTORIA CULTURAL.
Una historia social de las ideas.................................................................
Variantes del contextualismo......................................................................
Los soportes de las prcticas culturales....................................................
Las prcticas culturales...............................................................................

127
128
148
159
173

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12

FRANOIS DOSSE

a umi crisis generalizada del compromiso y de las pertenencias partidis


tas, ha tenido como efecto poner en crisis la postura de superioridad en la
que se encastillaba hasta ahora al intelectual, considerado como capaz de
dar el punto de vista de lo universal. La poca es ms sensible en cuanto
a que reencuentra los caminos de una unidad desgarrada del pensamiento
y de la existencia, esta doble cuestin que lia quedado durante demasiado
tiempo separada entre lo que es existir y lo que es pensar. La bsqueda de
sentido que resulta de ello prima nuevas figuras, que han tratado de tejer
una unidad entre un pensamiento de la vida y su vida de pensamiento. Se
privilegia entonces el juicio de situacin prudente y de las elecciones ticas
enfrentadas a sus obstculos, as como el querer individual y colectivo. De
esta exigencia resulta, sin duda, una menor ambicin, una mayor atencin
a las singularidades, una postura ms modesta y una mayor inquietud pol
los campos de lo posible.
La historia de las ideas no tiene buena prensa en Francia, mientras que
es practicada a cara descubierta en otras partes. Fuera de Francia, obser
va Franois Azouvi, ser historiador de las ideas 110 implica la indignidad
nacional2. Varias razones contribuyen a esta excepcin nacional: por una
parte, el importante lugar que ocupa la enseanza propiamente filosfica
en la formacin de todo el pblico escolarizado, que ha estabilizado un te
rritorio reservado al filsofo, construido sobre 1111 corpus y su historia. Por
lo dems, el tix) de desarrollo que han conocido en Francia las ciencias
sociales y el xito exclusivo de la historia de las mentalidades en los aos
1970 no han permitido la emergencia de este campo especfico de investi
gacin, que seria una historia de las ideas o una historia intelectual espe
cfica, si no es de una manera marginal en el dominio de la historia litera
ria, sobre todo bajo el impulso de Jean Ehrard3, que ha soado y trabajado
para la creacin de una enseanza de la historia de las ideas.
Hay que decir que en los aos 1960 y 1970 la historia de la larga du
racin y la historia relativa a una serie dominaban exclusivamente. Enton
ces la historia intelectual era considerada como demasiado prxima a lo
individual, a lo biogrfico y a lo poltico, objetos, todos ellos, devaluados
por la historia erudita. Este pequeo mundo estrecho, segn la frmula
utilizada por Sartre al da siguiente de la muerte de Camus, el 7 de enero
de 1960, resultaba inadecuado para los desgloses estadsticos y para las

2
Franois Azouvi: Pour une histoire philosophique des ides, L Dbat, n 72. no
viembre-diciembre 1992. p. 20.
Jean Ehrard: Histoire des ides et histoire littraire, en Problmes et mthodes de
l'histoire littraire, coloquio del 18 de noviembre de 1972, Armand Colin. Paris, 1974, pp.
68-80.

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[VTKODUCCK )N

13

largas series cuantitativas4. Por lo tanto, se encontraba irremediablemente


relegado a un impresionismo incapaz de transformarse en objeto cientfico.
Adems, los lmites del grupo de los intelectuales parecen tan borrosos y
tributarios de los enfoques de anlisis adoptados, que su objeto se convier
te en inalcanzable. A esle descrdito se aada un inters ms grande pol
los fenmenos de masas en detrimento de los grupos de lite, si se sigue
el programa definido por la escuela histrica francesa de los Annales, que
ha seguido la exhortacin del socilogo discpulo de Durkheim, Franois
Simiand en 1903, que requera a la tribu de los historiadores para derribar
sus tres dolos: el dolo biogrfico, el cronolgico y el poltico.
As pues, hay que esperar a los aos 1980 para ver emerger en Fran
cia un inters por esta historia de los intelectuales. La creacin del g r h i
(Grupo de Investigacin sobre la Historia de los Intelectuales) en 1985,
dirigido primeramente por Jean-Franois Sirinclli en el marco del i h t p , di
sea as los contornos de un especfico mbito de estudio. I.e es dada una
visibilidad ms amplia a este campo de prospeccin en 1986, con la pu
blicacin del clsico desde ese momento Les Intellectuels en France, de
l'affaire Dreyfus nos jours, de Pascal Ory y Jean-Franois Sirinelli5. La
publicacin de un Dictionnaire des intellectuels franaisr6 y el xito edi
torial de la obra de Michel Winock, Le Sicle des intellectuels en 199T,
confirman, entre otras muchas publicaciones, el dinamismo de este sector
en la disciplina histrica. Sin duda alguna este dinamismo est vinculado
al cambio de paradigma en curso en las ciencias humanas8. Quizs tam
bin haya que ponerlo en relacin con la belleza del muerto, con la des
aparicin de esta figura del intelectual universal comprometido, tal como
lo haba encamado Zola durante el caso Dreyfus.
Esta mutacin yva haba
y
sido percibida |x>r Foucault, cuando defina la m odernidad del intelectual
especfico, renunciando a su vocacin universal: Ser respetuoso cuan
do una singularidad se subleva, intransigente cuando el poder transgrede
lo universal9.
1
Ver Jean-Franois Sirinelli: Les Intellectuels, en Ren Remond (bajo la direccin de),
Pour une histoire politique, Seuil, Pars, 1988. pp. 199-231
5Seguido por la publicacin de un importante Ira bajo de investigacin universitaria. JeanFranois Sirinelli: Gnration intellectuelte: khagneux et normaliens dans l'entre-deux-gue
rres, Fayard, Paris, 1988.
6 Jacques Julliard, Michel Wmock (bajo la direccin de): Dictionnaire des intellectuels
franais, Seuil, Paris, 1996.
7 Michel Winock:
Sicle des intellectuels, Seuil, Pans, 1997.
HVer Franois Dosse: L'Empire des sens , l humanisation des sciences humaines, La D
couverte. Paris, 1995.
Michel Foucault: -a fonction critique de rintellectuel, Folitique-Hcbdo, 29 de no
viembre de 1976. recogido en Dits et crits, 1976-1979, t o m o Gallimard, Paris. 1994. pp.
109-114.

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TiANCOIS DOSSE

14

De la misma manera que se habra celebrado en los aos 1970 una cultu
ra popular tanto ms magnificada en cuanto a que estaba a punto de morir,
la fascinacin actual por los intelectuales y su historia vendra a dar testi
monio sobre su desaparicin. Gracias a los historiadores los intelectuales
tendran su canto de cisne. As, se afanan en contarlos, en clasificarlos, en
redactar el repertorio, antes de enterrarlos definitivamente. Objeto enfriado,
se convertiran en objetos de historia a falta de ser un verdadero envite del
presente, pagando un precio duro por sus compromisos en el transcurso del
trgico siglo xx. Pero quizs esto no sea ms que una ilusin proveniente
de una simple proyeccin de la situacin presente con respecto a una fi
gura que ha tomado formas sucesivas en el transcurso del tiempo y cuya
desaparicin no sera ms que 1111 momento de una ya larga historia.
Al lado de esta historia de los intelectuales, se ha desarrollado una his
toria propiamente intelectual, ms vinculada al proyecto de elucidar las
obras de los pensadores en su historicidad. Pero tambin se puede plantear
la cuestin de saber cul es, jx>r tanto, este oscuro objeto que sera esta
historia intelectual. Desde hace ya mucho tiempo, la historia lineal de las
ideas, que 110 ocupa ms que la sola esfera del pensamiento, est puesta
en cuestin. La tradicional historia de las ideas, que practicaba una simple
exposicin cronolgica de los juegos de influencias de un autor a otro, ha
sido remplazada por una emergente historia intelectual. Pero cul es su
grado de autonoma? Conviene tratar de naturalizar un objeto intelectual
identificado como invariable a travs del tiempo, cuantificado y destinado
a residencia? Estas cuestiones an siguen estando ampliamente abiertas;
pero parece, de la manera como Foucault lo analiza10, que lo esencial no
reside tanto en la categora social intelectual, como en sus inscripciones
concretas al interior de las prcticas vinculadas al dominio discursivo.
Esta historia intelectual se ha desarrollado en un punto de encuentro en
tre la historia clsica de las ideas, la historia de la filosofa, la historia de las
mentalidades y la historia cultural. Este espacio de investigacin tambin
tiende a hacerse autnomo. Sin intencin imperial, esta historia intelectual
simplemente tiene como ambicin el hacer que se expresen al mismo tiem
po las obras, sus autores y el contexto que las ha visto nacer, de una ma
nera que rechaza la alternativa empobrecedora entre una lectura interna de
las obras y una aproximacin externa que priorice nicamente las redes de
sociabilidad. La historia intelectual pretende dar cuenta de las obras, de los
recorridos, de los itinerarios, ms all de las fronteras disciplinares.
Daremos con Cari Schorske una definicin muy amplia de lo que pue
de ser la historia intelectual: El historiador busca situar e interpretar la
10 Michel Foucault L'Archohgie du savoir, Gallimard, Pars, 1969

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LA HISTORIA DE LOS INTELECTUALES

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1. ESTE OSCURO OBJETO DE LA HISTORIA DE LOS


INTELECTUALES

Para definir lo que puede ser una historia de los intelectuales por lo me
nos hay que entenderse sobre lo que designa la nocin de intelectual. Se
asiste entonces a una oscilacin constante entre una concepcin sustancialista, que tiende a asimilar a los intelectuales con un grupo social particular,
y una forma de nominalismo, que los sita ante todo por su compromiso en
las luchas ideolgicas y polticas. Resultan de ello dos registros que estn
presentes en el uso de la nocin. En primer lugar, el registro social, sustancialista, que se apoya en una definicin funcional, la de la divisin del
trabajo entre manuales por una parte e intelectuales por otra. En segundo
lugar, el registro cultural que est en la base de una definicin que limita
el medio intelectual a las lites creativas y que se interesa esencialmente
por el dominio poltico, asumiendo para s la aparicin de la nocin en el
contexto de la Revolucin Francesa, despus del caso Dreyfus, como de
signacin. en un primer momento peyorativa, de los hombres de letras
atacados en tanto que portadores de ideas desconectadas con lo real, des
pus concebidos segn una acepcin positiva como poseedores de un sa
ber universal.

UNA HISTORIA INTELECTUAL SIN INTELECTUALES


En primer lugar, parece que no se puede reducir la existencia de los
intelectuales solamente al periodo contemporneo, en cuyo transcurso se
identifica un grupo social especfico y denominado como tal. La figura del
intelectual de inscribe en las profundidades de una larga historia, en cuyo
transcurso hubo intelectuales, antes de que el trmino se convirtiera en un
sustantivo: Todas las sociedades han tenido sus escribas, que poblaban
las administraciones pblicas y privadas, sus letrados o artistas, que trans
mitan o enriquecan la herencia de la cultura, sus expertos, juristas que
ponan a la disposicin de los prncipes o de los ricos el conocimiento de
los textos y el arte de la disputa, sabios que descifraban los secretos de la

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ESTE OSCURO OBJETO DE LA III STORIA DE LOS INTELECTUALES

telectuales que emergen en el siglo xu, el medio de los goliardos es muy


significativo de un grupo singular de bohemios parisinos, errantes, muy
frecuentemente pobres, sin prebendas ni domicilio fijo: se van as a la
aventura intelectual, siguiendo al maestro que les ha gustado, acudiendo
hacia aqul de quien se habla, yendo a rebuscar de ciudad en ciudad las
enseanzas que en ellas se dan6. En este desarraigo encuentran una fuen1e de inspiracin para sus escritos muy crticos frente a las instituciones
del poder. Ya se distingue en ellos una postura distanciada y contestataria,
hasta el punto que Le Goff se aventura a un anacronismo: ms que revo
lucionarios, los goliardos son anarquistas7,
Jacques Le Goff ve en el personaje de Abelardo la primera gran fi
gura de intelectual moderno8. Tambin l gol iardo, sobre lodo ha sido
profesor y esta funcin universitaria va a definir enseguida la condicin
de pertenencia a este nuevo medio de intelectuales: Hombre de oficio, el
intelectual tiene conciencia de la profesin que va a asumir. Reconoce el
vnculo necesario entre ciencia y enseanza. Ya no piensa que la ciencia
tenga que ser guardada como un tesoro, sino que est persuadido de que
tiene que ser puesta en circulacin9. F.ste nuevo imperativo de transmi
sin que se apoya en las universidades es la obra del siglo xui, momento
de madurez del intelectual medieval. Desde la segunda mitad del siglo, en
la poca de san Lus, el calificativo intellectualis designa lo que tiene una
relacin con la inteligencia en el sentido del conocimiento o del entendi
miento. Sin embargo, este medio padece una crisis en los siglos xiv y xv.
Da lugar a una nueva figura que tiende a sustituir al universitario medie
val: la del humanista, caracterizado por un fuerte elitismo aristocrtico. El
intelectual humanista va a afirmarse oponindose a los intelectuales, en
nombre de un Renacimiento que da la espalda radicalmente a la escols
tica medieval10.
Los siglos xvi y xvn, con el advenimiento de los hombres de ciencia",
concretan una aceleracin de la secularizacin de la sociedad y la emergencia de un verdadero espacio de circulacin de las ideas, autnomo en
relacin a una Iglesia que se fragmenta y, en consecuencia, pierde su si
tio como zcalo unitario de todo el espacio discursivo. La invencin de

'Ibid.t coleccin Points-Seuil, p. 30.


7 Ibid, p. 36.
s Ibid., p. 40.
v Ibid., p 68.
1,1G. J.ell : The Dissolution o f ihe Medieval Outlook. An Essay ort Jntellectual and Spiri
tual Change in the xiv Century, New York University Press, New York, 1976.
J1 Robert Mandrou: Des humanistes aux hommes de science, xvi etxvii sicles, Seuil, co
leccin Points-Seuil, Paris, 1973

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FRANOIS DOSSE

nes. Cuando Voltaire se convierte en el abogado de Calas en este asunto


(1762-1765), en cuyo transcurso este mercader protestante es injustamente
acusado de haber torturado a su hijo hasta la muerte por haberse converti
do al catolicismo. Jean Calas es entregado a la justicia ante el parlamento
de Toulouse, sometido a la tortura de la rueda, y muere proclamando su
inocencia en 1762. Lo que combate Voltaire, convencido de la inocencia
de Calas, es el error judicial conseguido por el fanatismo, la imposible
defensa del individuo frente a la venganza pblica. Por un lado, lo arbi
trario en su operatividad y su brutalidad, por el otro, la conciencia ultraja
da eleva su protesta en la plaza pblica. Esta escena fundadora, que ve la
salida del filsofo del mundo de las ideas para tomar parte en los grandes
envites de la vida de la ciudad, ilustra la manera como Pascal Ory deline
al intelectual: un hombre de lo cultural puesto en situacin de hombre
de lo poltico21.
As, la entrada del intelectual en poltica es originalmente un acto de
protesta. Sin embargo, esta intervencin puede revestir otra forma e inser
birse en lodo lo que se reiere a los asuntos de la ciudad, implicando todos
los expedientes sociales, sin limitarse solamente a la dimensin poltica.
Jean-Marie Goulemot sita en este siglo xvm el nacimiento del intelectual
de tipo moderno22, productor autnomo de modelos polticos y sociales,
que hacen imperativas sus intervenciones en la ciudad. A la manera de los
goliardos de la Edad Media, los intelectuales modernos del siglo xvm han
surgido de su situacin de marginales, de una bohemia literaria21, a la que
se han encontrado condenados ante la cerrazn progresiva de los grandes
cuerpos de intelectuales de Estado, que representaban las academias.
Toda una literatura bajo cuerda circula a partir de una densa red de so
ciabilidad alrededor del libro, que se esfuerza en esquivar las prohibiciones
y otras censuras del poder del Estado. Este medio es el que constituye el
objeto de los trabajos de Daniel Roche. Pone en evidencia la diversidad y
la receptividad de las gentes de letras, de los poseedores de bibliotecas pri
vadas, ante las nuevas ideas24. Gracias a la multiplicacin de las academias,
en Pars como en provincias, y gracias a la difusin de la lectura, el siglo
xvm ve el nacimiento de una verdadera Repblica literaria. Esta Repblica
se deline como la resultante del encuentro de los hombres de letras v de
21 Pascal Ory (bajo la direccin de); Dernires Questions aux intellectuels, Olivier Orban. Paris. 1990. p. 24.
21Jean-Marie Goulemot: Lintellectuel est-il responsable (et de quoi)?, en Pascal ORY
(bajo la direccin de). Dernires Questions aux intellectuels, op. cit.. p. 61.
w Robert Darnton: Bohme littraire et Rvolution, Gallimard-Seuil, Parts, 1984.
24
Daniel Roche: Ijes Rpublicains des lettres. Gens de culture et Lumires au.xviii sicle.
Fayard, Pans. 1988.

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ESTE OSCURO OBJETO DE LA HISTORIA DE LOS INTELECTUALES

los hombres del mundo25. Entonces, la nocin vaga de gentes de letras


reagrupa igualmente a los escritores, a los sabios, filsofos y autores. Si la
diversidad prevalece y si nadie se reconoce en una funcin intelectual unific adora. no es menos perceptible una autonoma del campo literario en
el transcurso del siglo, en cuyo favor un nuevo criterio decisivo de gran
deza, el del espritu, se aade a las referencias ms antiguas del rango y
de la fortuna. Daniel Roche vuelve a situar el reclutamiento, las redes de
sociabilidad de estos Rousseau del arroyo (Rousseau du ruisseau), como
se les denominaba bajo el reinado de Luis XV, esforzndose as en res
ponder a la cuestin: el trabajo intelectual existe?2' y en medir el peso
especfico en la sociedad, configurando sus espacios y sus temporalidades
propias. Daniel Roche analiza la remuneracin de los manuscritos por los
libreros-editores, que se generaliza en el siglo xvni, como el signo tangible
de una legitimidad finalmente reconocida del trabajo intelectual.
La demanda social de libros se hace ms acuciante, a la medida de una
circulacin acelerada de la informacin: All donde un monje del siglo ix
lea sus dos o tres manuscritos al ao, el letrado escolstico devora decenas
de textos. La demanda de libros aumenta, los talleres de copistas prospe
ran en las ciudades universitarias27. Adems de la lectura, cada vez ms
solitaria y muda, el medio intelectual encuentra sus lugares particulares
de legitimacin, como los salones, lugares de palabra, de intercambios, de
controversias e incluso fuentes de camarillas. Entre stas, una de las ms
clebres es el saln de Ilolbach, muy en el punto de vista y en sintona con
los inicios de la Revolucin Francesa por su capacidad de dar libre curso
a la libertad, la discusin a corazn abierto, la audacia provocadora, el
verdadero dilogo y la broma28. Entre los otros vectores privilegiados de
la difusin de las ideas en esta Repblica de las letras, el intercambio
de correspondencia dispone de un lugar eminente en el momento en que
las distancias son largas de recorrer. Adems de su utilidad en la circula
cin de las informaciones, la eleccin de aquellos con quien uno se cartea
tambin es un medio de autolegitimarse por su participacin en tal o cual
red reputada, que le da un sitio en su cartografa del saber erudito.
Sin embargo, este medio de las gentes de letras no se limita a algunas
figuras reputadas de las altas esferas acadmicas o de los salones. Daniel
Roche exhuma algunos personajes ms modestos entre estos Rousseau
del arroyo, que ocupan un lugar creciente en el espacio pblico que est

25 Ibid.,
56 Ibid..
27 Ibid..
2S Ibid..

p
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219.
220.
238.
2-t8.

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26

TAKOIS DOSSE

naciendo. Compara las autobiografas dejadas por dos hombres del pueblo:
la de Jacques-Louis Mntra, vidriero parisino, y la de Louis Simn, salido
del campesinado, cedacero en el Alto Maine, en La-Fontaine-Saint-Martin.
Tanto uno como otro tienen cincuenta aos cuando estalla la Revolucin en
1789: El ciudadano como el campesino se lanzan a la empresa desgarra
dora de memorizacin de un pasado que ha huido con tanta rapidez como
a su alrededor cambia el mundo29. Tanto uno como otro tienen un don de
gentes que deben a su capital cultural. Para Mntra, leer es una prctica
ordinaria, aunque hable poco de ello-0; en cuanto a Louis Simn, excep
cional en el mundo rural, hace un uso corriente de su pluma y se nutre re
gularmente de libros, suministrndoselos de la biblioteca del presbiterio.
Mntra, igual que Simn, se construyen una visin poltica muy personal a
partir de materiales surgidos de diversos orgenes. Sin embargo, uno \ otro
tienen un recorrido idntico, en cuyo transcurso pasan de un monarquismo
a un republicanismo tranquilo31. Comprometidos en el acontecimiento
revolucionario, Mntra con los sans-culottes parisinos, y Simn con los
patriotas del Alto Maine, la lectura de sus respectivas autobiografas reve
la una moderacin bastante similar, que los llevar a los dos a adaptarse a
la transicin al bonapartismo. As pues, la diferencia de su posicin social
no habr estado en el origen de itinerarios polticos opuestos.
Es esta categora de literatos del arroyo la que va a conquistar un poder
espiritual a falta de poder institucional: Cmo esta categora, vagamen
te ridicula, se convierte en una categora tica, despus poltico-religio
sa o poltico-metafsica? lie aqu todo el problema que plantea la marcha
forzada que va de Sbastien Mercier a Vctor Hugo32. Sin embargo, si
el intelectual de tipo moderno aparece en esle siglo, an quedan muchos
obstculos para su emancipacin: Lo que impide al Siglo de las Luces,
ms all del movimiento de las ideas, ser el siglo de los intelectuales, es
en parte la deficiencia de este fermento o de este vnculo que represenla
la enseanza superior33. De hecho, el calificativo ms apropiado en este
siglo parece claro que es el ya utilizado en el siglo x v i i por Descartes de
gentes de letras, cuyo nmero se dobla en el transcurso de la segunda
mitad del siglo xvm34.

29 Ibid.. p. 374.
10Ibid., p. 376.
J1Ibid., p. 382.
} Daniel Lindenberg: L'intellectuel a-t-il une spcificit franaise?, en Pascal ORY
(bajo la direccin de), Dernires Questions aux intellectuels, op. cit.. p. 163.
33 Louis Bodin: Les Intellectuels existent-ils ?, Bayard, Pars, 1997, p. 44.
-MRobert Darnton: Gens de lettres, gens du livre. Odile Jacob, Paris. 1992.

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ESTE OSCURO OBJETO DE LA HISTORIA DE LOS INTELECTUALES

de Willard cuenta 45().(X)() en el momento del Frente Popular, o sea, quince


veces ms en un tercio de siglo y sobre una poblacin activa estable. Flix
Guattari, insatisfecho con una definicin funcional del intelectual, le opone
el concepto de intelectualidad que atraviesa todo el universo social con la
modernidad tecnolgica: Qu es un intelectual? Es alguien que ha sido
elegido en el campo social para representar una funcin intelectual. Pre
ferira que se hablara de intelectualidad que afecta a toda la sociedad. Los
maestros son intelectuales, los enfermeros psiquitricos son intelectuales.
No hay dominio de la actividad tecnolgica, social o productiva que no re
mita, y cada vez ms, a funciones intelectuales42. Incluso se podra evocar,
contra las definiciones funcionales, el personaje de Menocchio, ese moli
nero frulano del siglo xvn, cuyo trayecto ha recordado Cario Ginzburg43.
Este trabajador manual es el portador de una cosmogona absolutamente
original, construida a partir de un bricolaje intelectual personal. No es a su
manera un intelectual? A este respecto, se compartir el punto de vista de
Louis Bodin: El intelectual es una construccin, nada ms y nada menos.
En trminos colectivos, esta construccin se inscribe en una historia social
y cultural; en trminos individuales, tambin es tributaria de la mirada que
cada uno dirige sobre s mismo, por l mismo o a travs de la mirada de
los otros. La apreciacin subjetiva cuenta tanto aqu como la determinacin
objetiva en la evaluacin de los criterios de pertenencia44.
Jean-Fran^ois Sirinelli ha planteado el problema de las dificultades para
fijar 1111 umbral a partir del cual se podra hablar de lites culturales. En
globa a los creadores y a los mediadores culturales, pero designa correc
tamente la apora propia a la adopcin de criterios demasiado rgidos. La
notoriedad podra ser un criterio, pero es demasiado fluctuante para ser
vir de medio para medir, y las obras tampoco se juzgan por su peso. En
cuanto a las mediaciones ms eficaces en sus efectos, tambin varan en
funcin de la historia. Extrae la enseanza que conviene delimitar correc
tamente el momento, el cuadro cronolgico del estudio, sin por eso consi
derar la vida intelectual como un simple reflejo de su tiempo: El medio
intelectual no es un simple camalen que toma espontneamente los colo
res ideolgicos de su tiempo45.

42Flix Guattari: coloquio sobre Les intellectuels en Europe de 1945 nos jours: les m
tamorphoses de rengagement. Casa de los escritores. Asamblea nacional, diciembre de 1991,
en Lettre d information trimestre le de la Maison des crivains, n" 5, octubre de 1992.
45 Carlo Ginzburg: Le Fromage et les vers. Aubier, Paris, 1980.
44 Louis Bodin: Les Intellectuels existent-ils?, op. cit.. p. 21.
45 Jean-Franois Sirinelli: Les lites culturelles, en Jean-Pierre Rioux y Jean-Franois
Sirinelli (bajo la direccin de): Pour une histoire culturelle, Seuil, Paris, 1997, p. 287.

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32

TiANCOIS DOSSE

tender unos valores de verdad y de justicia que no son verdaderamente de


este mundo. Fuera de las consideraciones particulares y de las rivalidades
partidistas de intereses, se supone que estn por encima de la refriega, en
una posicin de superioridad, a partir de la cual se aproximan a concep
ciones universalistas. Segn Beoda, estos filsofos-reyes que constituyen
los intelectuales son todos aqullos cuya actividad, por esencia, no per
sigue fines prcticos56. La figura del intelectual, deificada en Benda, no
puede concebirse, por lo tanto, de otra manera que como la del mrtir de
la verdad, que se alza a costa suya contra lo arbitrario, encarnando as la
defensa de principios intangibles: Segn l, los verdaderos intelectuales
se supone que han de asumir el riesgo de ser quemados, sometidos al os
tracismo o crucificados5". Se habr reconocido la figura de C'listo como
la del primer intelectual.
Ciertamente, los tiempos han cambiado y hay caminos ms apacigua
dos por donde llevar la cruz. Pero Edward Sad contina inspirndose en
la concepcin de Julien Benda, que juzga seductora y fuerte58, incluso
si, en este linal del siglo xx, la definicin gramsciana se revela ms prxi
ma a la realidad de la sociedad moderna, que ha permitido la proliferacin
de las funciones intelectuales, multiplicando las tareas vinculadas a la pro
duccin y a la transmisin del saber. Por lo tanto, Edward Sad pretende
conjugar estos dos polos, social segn Gramsci y casi mstico en Benda,
para perpetuar una credibilidad para el intelectual de los tiempos moder
nos. Tambin encuentra en la literatura estas figuras
de intelectuales, cuya
W
V
emergencia tiene que ver con su actitud subversiva, con su rechazo a ple
garse a las normas. As, en el hroe Bazarov de Padres e hijos, de Turgueniev, o en Stephen Dedalus del Retrato del artista adolescente de Joyee. El intelectual rechaza el curso repetitivo de la existencia y se rebela
contra toda forma de domesticacin o de rutina. La expresin del deseo
de Stephen Dedalus es significativa: Voy a decirte lo que quiero hacer y
lo que no quiero hacer. No quiero servir a lo que no creo, llmese mi ho
gar, mi patria o mi Iglesia. Y quiero tratar de expresarme bajo cualquier
forma de existencia o de arte, tan libremente y tan completamente como
sea posible, usando para mi defensa las nicas armas que me autorizo a
emplear: el silencio, el exilio y la astucia59. De ello resulta una forma de
hibridismo entre el artista y el intelectual sabio. Edward Sad tambin se
apoya en otras fuentes, como la del socilogo americano C. Wright Mills:
56 Ibid .. p. 131.
57 Edward W. Sad: Des inteltectuels e td u pouvoir, op. cit., p. 22.
5SIbid.. p. 23.
59
James Joyce: Portrait de Partiste en je m e homme. citado por Edward W. Sad. Des
inteltectuels e td u pouvoir. op. cit.. p. 33.

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ESTE OSCURO OBJETO DU LA HISTORIA DE LOS INTELECTl ALES

33

El artista y el intelectual independiente cuentan entre las raras persona


lidades equipadas para resistir y combatir la expansin del estereotipo y
su efecto la muerte de lo que es autntico y vivo... Si el pensador no
se encuentra personalmente vinculado al precio de la verdad en la lucha
poltica, no puede plantar cara con responsabilidad a la totalidad de la ex
periencia vivida60.
Edward Said magnifica tambin en la posicin del exilado la condicin
misma de posibilidad de una postura intelectual, que no se reduce a una
situacin tangible de expatriado, sino que debe corresponder a una acti
tud, a un modo de ser existencial: La condicin del exilio es ejemplar del
estatuto del intelectual en tanto que outsider. no estar jams plenamente
en su sitio, sentirse siempre exterior al mundo tranquilizador y familiar de
los indgenas... Metafsicamente hablando, el exilio es para el intelectual
un estado de inquietud, 1111 movimiento en el que, constantemente desesta
bilizado, desestabiliza a los otros61. Es cierto que al final del siglo xx la
figura del exilio, de la travesa existencial de la adversidad, es una tem
tica importante que se cristaliza en la referencia constante a una Ilannah
Arendt transformada en verdadera conciencia moral de este periodo. La
recepcin de Benjamn o tic Adorno participa hoy de la misma manera de
esta insistencia sobre la prctica del distanciamienlo en relacin con to
das las tentaciones identitarias de repliegue: Esto forma parte de la mo
ral: 110 sentirse en su casa en la propia casa62. Esi exigencia tica, segn
la cual se prohbe cualquier posicin de parada o de confort en su propia
manera de habitar el mundo, es signo de una verdadera ascesis, de una
tensin constante, y encontramos la consumacin interior que animaba el
fuego personal de Michel de Certeau, para quien era impensable toda idea
de relajacin y que se mantena constantemente en alerta sobre el lx>rde
del acantilado: La necesidad en que se est de endurecerse contra la in
dulgencia hacia uno mismo implica la obligacin tcnica de oponerse a
toda relajacin de la tensin intelectual con la ltima vigilancia... A fin
de cuentas, el autor no tiene derecho a habitar en su escritura63. Edward
Said define la figura del intelectual como intelectual vinculado al exilio:
Un intelectual se parece a un nufrago que en cierta manera aprende a
vivir con el pas y no en el pas. No como Robinson Crusoe, cuyo objeti
vo es colonizar su pequea isla, sino ms bien como Marco Polo, guiado
w C. Wright Mills: Powers, Politics andPeople: The CottectedEssays o/C . Wrigth Mills,
editado por Irving Louis Horowitz: Ballantine, Nueva York, 1963. p. 299.
61 Edward W. Said: Des intellectuels et du pouvoir, op. cit., p. 69
62 Theodor Adorno: Mnima Moralia. Rflexions sur ta vie mutile, traduccin francesa
de liane Kaufholz y Jean-Ren Ladmiral, Pavot, Parts. 1983, p. 35
Ibid.. p. 85.

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FRANCOIS DOSSE

34

por el sentido de lo maravilloso; ni conquistador ni saqueador, sino eterno


viajero y husped provisional64.
Encarnacin del exilio, preocupado por su autonoma frente a los pode
res y por el ejercicio de una mirada crtica, consejero del prncipe o tam
bin sabio, artista o filsofo apartado de las intervenciones pblicas para
consagrarse nicamente en un campo especfico de competencia, el inte
lectual puede definir muy numerosas identidades, que pueden coexistir en
un mismo periodo. Por lo tanto, la historia de los intelectuales no puede
limitarse a una definicin a priori de lo que debera ser el intelectual se
gn una definicin normativa. Por el contrario, tiene que quedar abierta a
la pluralidad de estas figuras que, todas, sealan matizaciones diferentes
de la manera de tocar e! teclado de la expresin intelectual.

UNA TRADICIN DOMINADA, QUE NO SE ATREVE A DECIR SU


NOMBRE
En los confines de la historia de los intelectuales, la historia de las
ideas es un dominio que no ha gozado de reconocimiento en Francia. Se
encuentra reducida a la marginalidad o a practicarse sin enunciarse como
tal. Si miramos de ms cerca, cuenta con eminentes investigadores y con
trabajos fecundos, pero, a diferencia de lo que se practica a cara descu
bierta en el mundo anglosajn, sus representantes se cuidan mucho de re
clamarse de este dominio demasiado borroso, demasiado impresionista.
En 1951, para la articulacin de la historia y de la filosofa, se oponen
dos concepciones de la historia de las ideas con ocasin de una eleccin
en el Colegio de Francia. El primer candidato, Alexandre Koyr, aproxi
ma su forma de hacer a la de la escuela de los Anuales, y se refiere espe
cialmente a Lucien Febvre para construir su proyecto de enseanza, que
vuelve a poner el acento sobre el vnculo entre la historia de las ciencias
y la historia de las mentalidades: En la historia del pensamiento cientico, tal como lo entiendo y me esfuerzo en practicarlo..., es esencial si
tuar las obras estudiadas en su medio intelectual y espiritual, interpretar
las en funcin de los hbitos mentales, de las preferencias y de las aver
siones de sus autores65. Especialista de la historia del pensamiento cien
tfico, Koyr pretende situarlo en su mantillo intelectual y espiritual, as
como en el avance de su actividad creadora. Tambin se propone como
programa el no limitarse solamente a las conquistas de la ciencia que han
w Edward W. Sad; Des inlellectuels etd u pouvoir, op. cil., p 76.
65 Alexandre Koyr: De la mystique la Science, e h h s s Pars, 1986. p. 129,
,

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ESTE OSCURO OBJETO DU LA HISTORIA DE LOS INTELECH ALLS

37

dificultad, se pasa del nivel de anlisis que es el de los enunciados mis


mos a otro, que le es exterior. As, ante un cambio, una contradiccin, una
incoherencia, se recurre a una explicacin por las condiciones sociales, la
mentalidad, la visin del mundo, etc. lie querido, por juego metdico, tra
tar de prescindir de esto y, en consecuencia, me he esforzado en describir
enunciados, grupos enteros de enunciados, haciendo aparecer las relaciones
de implicacin, de oposicin, de exclusin que podan vincularlos74.
As pues, Foueault pretende desmarcarse radicalmente de la historia de las
ideas y sustituirle una andadura estructural de arqueologa del saber. Foueault
define la historia de las ideas en las fronteras mal diseadas y con un objeto
incierto a partir de dos caractersticas principales: Por una parte, cuenta la
historia de los pormenores y de los mrgenes. No la historia de las ciencias,
sino la de sus conocimientos imperfectos, mal fundados, que nunca han po
dido alcanzar a lo largo de una vida obstinada la forma de la cientificidad...
Historia no de la literatura, sino de este rumor lateral, de esta escritura coti
diana y tan rpidamente borrada, que jams adquiere el estatuto de la obra o
se encuentra inmediatamente desposedo... La historia de las ideas se diri
ge a todo este insidioso pensamiento, a todo ese juego de representaciones
que corren annimamente entre los hombres75. Por otra parte, la historia
de las ideas se da como tarea el atravesar las disciplinas existentes, tratarlas
y reinterpretarlas. Entonces constituye, ms que un dominio marginal, un
estilo de anlisis, una puesta en perspectiva, (...) muestra cmo unos pro
blemas, unas nociones, unos temas pueden emigrar del campo filosfico,
en el que han sido formulados, hacia unos discursos cientficos o polticos;
pone en relacin unas obras con unas instituciones, unas costumbres o unos
comportamientos sociales, unas tcnicas, unas necesidades y unas prcticas
mudas... Entonces se convierte en la disciplina de las interferencias, la des
cripcin de los crculos concntricos que rodean las obras, las subrayan, las
vinculan entre ellas y las insertan en todo lo que no son ellas".
Foueault sita perfectamente su proyecto de arqueologa en las antpo
das de esta historia de las ideas transformada en una cosa horrible: La
descripcin arqueolgica es precisamente el abandono de la historia de las
ideas, rechazo sistemtico de sus postulados y de sus procedimientos, in
tento de hacer una historia completamente distinta de lo que los hombres
han dicho77. Sin embargo, cuando se sigue la andadura arqueolgica tal
74 Michel Foucault: Sur les faons dcrire lhistoire, entre vis ta con Raymond Relie
ur. en Les Lettres Franaises, n 1187, 15-21 de junio de 1967, pp. 6-9; recogido en Dits et
crits, ibid., p. 588.
75 Michel Foucault L'Archologie du savoir. Gallimard, Paris, 1969, p. 179
74 Ibid., p. 180.
77 Ibid.. p. 181.

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ESTE OSCURO OBJETO DE LA III STORIA DE LOS INTELECTUALES

cin de Ricoeur induce a renunciar a toda posicin de superioridad, a lin


de hacer valer los diversos momentos de la interpretacin, lo que califica
de hermenutica crtica89, lin primer lugar, conviene considerar la distan
cia como un medio indispensable, la condicin misma del acto interpre
tativo. En segundo lugar, la hermenutica debe renunciar a la dicotoma
ruinosa, heredada de Dillhey, entre explicar y comprender90. Finalmente,
la comprensin ya no debe ser una simple transferencia de una subjetivi
dad en un texto, sino la exposicin de una subjetividad en el texto. Por lo
tanto, implica articular una aproximacin crtica de la conciencia falsa, tal
como la preconiza Ilabermas, con un esfuerzo de concentracin del senti
do en el presente, como invita a hacerlo la hermenutica.
Por su lado, el polo crtico debe recibir del polo hennenutico algo
con lo que enriquecerlo y permitir una articulacin de las dos formas de
acercamiento. La hermenutica recuerda que la crtica no es ni la primera
ni la ltima y que siempre se apoya en la reinterpretacin de las heren
cias culturales. Desvelamiento progresivo del sentido y construccin del
objeto van a la par. Por lo tanto, el proyecto de emancipacin, que desea
encarnar la andadura crtica de Ilabermas, debe comenzar por una rein
terpretacin del pasado, por una recuperacin creativa de las herencias
culturales91. La hermenutica segn Ricoeur es singular en la medida en
que renuncia al viejo sueo romntico de unificacin de las interpretacio
nes en una sola \ nica hermenutica globalizadora. Ricoeur demuestra la
pluralidad irreductible de los conflictos interpretativos. Este conflicto de
las interpretaciones revela la pluralidad de los modos de cuestionamienlo, que inducen unos argumentos que tienen su legitimidad regional espe
cfica. Simplemente, hay varias maneras de leer un texto. As, el mito de
Edipo puede ser objeto de dos lecturas exactamente igual de convincen
tes: a contrapelo, la de Freud, que ve en l la expresin de lo que prece
de a nuestra experiencia, el complejo de Edipo, y la lectura de Sfocles,
para quien el mito ejemplifica la tragedia de la verdad, que supone pasar
por una serie de estados iniciticos. Abierta sobre el futuro, esta segunda
lectura no concede una importancia especial al parricidio ni a la violacin
de la prohibicin del incesto.
Tal aproximacin permite superar el inventario de opiniones doctrinales
desgranadas en el tiempo, que reduce la historia de las ideas a una simple
sucesin lineal de un cierto nmero de ideas. Esta andadura, por el doble
movimiento que implica con, en primer lugar, el momento de crtica para

Paul Ricoeur Hermneutique et critique des idologies", ibid., p. 362.


90 bid.. p. 367.
91 Ibid.. p 375.

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EL MODELO DLL CASO DREYFUS

45

Sin embargo, el coloquio de 1957 le concede la ventaja a la definicin en


trminos de profesin, pero no de manera exclusiva7.
En lo esencial, es la captacin de los intelectuales a partir de su com
promiso poltico lo que ha prevalecido en los historiadores franceses. La
renovacin del inters reciente por la historia intelectual ha seguido, sobre
todo, la va de investigacin impulsada por Jean-Frani;ois Sirinelli. Esta
historia pretende ser a la ve/, arqueologa, geografa y genealoga8. Ar
queologa para la bsqueda de las solidaridades originales y de las estra
tificaciones generacionales; geografa por la iluminacin de los lugares y
de las redes de la produccin intelectual y genealoga por la puesta en evi
dencia de las relaciones de filiacin que la vinculan al pasado. Esta historia
trata de movilizar tres herramientas para evitar el escollo de la historia de
las ideas: el estudio de los itinerarios, la puesta en evidencia de las gene
raciones y la observacin de las estructuras de sociabilidad9. As, JeanFrancois Sirinelli se inscribe en una perspectiva resueltamente histrica,
que sita en el horizonte fijar las ideas en el mantillo de su sociedad por
medio de una andadura antirreduccionista y que le lleva a hacer el elogio
de la complejidad10.

EL CONECTADOR GENERACIONAL
La tesis sostenida por Sirinelli muestra en qu la nocin de generacin
puede a veces ser operativa en el interior de una historia intelectual. Des
cribe el itinerario de un grupo, el de unos jvenes nacidos alrededor de
1905, alumnos en los aos 1920 de las clases preparatorias de la Escue
la Normal Superior. Sartre, Aron, Lvi-Strauss, Merleau-Ponty, pero tamEl sumario de este nmero de la Revue franaise de science politique, consagrado al
tema de los intelectuales en la sociedad francesa contempornea, vol IX, diciembre de 1959,
n*4, comprende una presentacin de Louis Bodin y Jean Touchard: Dfinitions, statistiques
et problmes, y artculos de Ren Rmond: Les intellectuels et la politique; Jacqueline
Pincemin y Alain Laugier: Les mdecins; Bernard Voyenne; Les journalistes; Andr
Bianconi: Les instituteurs; Une note sur les avocats et sur les tudiants; Jean Barale:
I
tudiants dAix-en-Provence et la politique en mai 1957; Andr Labarrcre-Paul: La
vie intellectuelle Digne; Jean et Monica Chariot: Un rassemblement dintellectuels: la
Ligue des droits de l'homme; Janine Bourdin: Des intellectuels la recherche d une style
de vie: lcole nationale des cadres dUriage.
8 Pascal Ory, Jean-Franois Sirinelli: Les Intellectuels en France de l'affaire Dreyfus
nos jours, op. cit.. p. 241.
9 Jean-Franois Sirinelli: Gnration intellectuelle, op. cit.. p 10.
Ifl Jean-Franois Sirinelli: loge de la complexit, en Jean-Pierre Rioux y JeanFranois Sirinelli (bajo la direccin de), Pour une histoire culturelle. Seuil, Paris, 1997, pp.
433-442.

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EL MODELO DHL CASO DREYFUS

49

arrastra a esta juventud intelectual, ms all de los desacuerdos polticos,


hacia una contestacin general de los valores dominantes. Entonces se es
anticapitalista, anticomunista, antinacionalista, antiamericano y favorable
a la revolucin. I n largo frente de rechazos se disea durante esos aos.
Llega hasta el extremo con la revista Oni re nouveau, que llama al boicot
a las elecciones de 1936: Est prohibido votar, como est prohibido es
cupir por tierra25. Ciertamente, hay que distinguir con Uxlo rigor, como lo
ha hecho Jean Touchard, unas sensibilidades diferentes entre estos intelec
tuales, y hay ms que matices cutre el neotradicionalismo de Combat, el
de Raction, animado por Jean de Fabregues y Robert Buron, Jean-Pierre
Maxence y Thierry Maulnier. el esplritualismo de Ordre nouveau, animado
por Araaud Dandieu, Robert Aron, I>enis de Rougemont, Daniel Rops, el
tecnocratismo de Plans, dirigido por Philippe Lamour y el personalismo de
la revista de Emmanuel Mounier, Esprii. Sin embargo, se puede descubrir
en esta renovacin la bsqueda comn de una tercera va que rechaza
de isual manera el materialismo individualista como el materialismo co
lectivista. Esta joven generacin rebelde es una generacin en desacuerdo
con la Gran Guerra, en la medida en que la ha vivido demasiado joven
para participar en ella y demasiado pronto para sufrir sus funestos efectos,
o sea, entre 1900 y 191026: Por lo tanto, generacin en parte hurfana y
rpidamente propulsada por la muerte prematura de muchos de sus padres,
en el seno de la sociedad intelectual27. De hecho, un choque generacional
estalla en esos aos 1930 por el hecho de la desaparicin de la mayor par
te de los que habran tenido que asegurar el relevo de sus padres: Entre
los hombres formados en el tiempo anterior a la guerra, los que nacieron
hacia 1885 y los que abordaron la vida intelectual despus del armisticio,
la incomprensin aumentaba, escribe Jean-Pierre Maxence28.
Esta entrada en la historia de los intelectuales jx)i la nocin de genera
cin debe mucho a Jean Touchard, que a los treinta y cinco aos ha sido
el secretario general de la Fundacin Nacional de las Ciencias Polticas
( f n s p ) hasta su muerte en 1971. Trnsfuga en el dominio poltico desde un
curso de estudios literarios, es alumno de la Escuela Normal y catedrtico
de letras v ha consagrado su tesis a la gloria de Braneer29. 1labr sacado

35 Dominique Ardouinl et Xavier de Lignac: Ne votez pas, en Ordre nouveau, abril


1936.
'6Georges Izard ha nacido en 1903. asi corno Philippe I-amour y Franois Perroux; 1leniiIrne Marrou en 19(U; limmanuel Mounier en 1909.
2
Pascal ry. Jean-Franois Si lineili Les iute lier rue s en France de l'affaire Dreyfits i
nos jours, op. cit., p. 90.
Jean-Pierre Maxence: Histoire de dix ans, Gallimard, Paris, 1939, p 44.
Jean loue hard: La Gloire de Heranger Armand Colin, Pans, 1968.

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50

TiANCOIS DOSSE

provecho ce la manera de tratar las ideas polticas desde esta formacin


inicial, liberalizando este dominio gracias a su preocupacin por la interdisciplinaridad, enraizndolo en el plan de su historicidad y encarnndolo
en unas corrientes animadas por fuertes personalidades. Touchard restituye
la importancia de los itinerarios, considerando que las ideas slo valen por
lo que se hace con ellas. El seminario que dirige con Raoul irardet en
1968 reviste un aspecto innovador por su intento de interseccin entre la
dimensin literaria, la histrica y la poltica: La asociacin de estos tres
dominios nos ha marcado profundamente30. Apoyndose notablemente
en las tesis del antroplogo Georges Balandier, Jean Touchard define las
ideologas como un conjunto de representaciones y de creencias vinculado
a unos grupos sociales determinados. Pero lo que habra podido revestir
un carcter algo mecnico, en l se encontraba atenuado por el uso de una
aproximacin, que calificaba como piramidal, y gracias a su capacidad para
diferenciar la existencia de doctrinas de los grandes pensadores en el vr
tice, con un estadio intermedio representado por la prctica de estas ideas
polticas y, finalmente, en la base, el nivel de las representaciones colec
tivas. Interroga a las ideologas a partir de algunas temticas importantes,
como la del rbol, masivamente utilizada por la derecha para significar la
importancia de un orden orgnico inmutable, el del arraigo, pero fuente
de inspiracin tambin para la izquierda que, desde 1789, ha multiplicado
la plantacin de los rboles de la libertad. Touchard se dedica tambin a
localizar en los autores, literarios o polticos, la frecuencia de uso de un
cierto nmero de palabras claves, que permiten traducir el espritu del tiem
po. Preocupado por vincular la historia de las ideas y la historia social, se
interesa sobre Uxlo por la recepcin y la apropiacin de las obras y de las
ideas. Lo que le lleva a escoger al personaje de Branger como tema de
su tesis es su gloria, su capacidad para convertirse en tanto que cantante
en el eco de la sensibilidad de una poca, la del Segundo Imperio. Corres
ponde al historiador el captar cmo circulan estas representaciones, a par
tir de qu vectores riegan el cuerpo social. La otra metfora utilizada por
Jean Touchard para definir su andadura es la de los infusorios. Indica el
carcter siempre en movimiento del paisaje ideolgico, que no se perfila
a la manera de los grficos de reparto de escaos de los diversos partidos
polticos la noche de las elecciones, sino segn la imagen de un tarro, en
cuyo interior los elementos ocuparan mayor o menor espacio segn cada
movimiento tic ese tarro. Touchard no solamente indica con esto la capa
cidad de significado de lo que se agita, sino tambin la idea de que los
56
Pen* Nora Intervencin oral en el Coloquio de Jean Touchard, c h v s ,
Politiques, 19 de octubre de 2001.

c e v ip o r

Sciences

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EL MODELO DHL CASO DREYFUS

51

temas slo tienen sentido en el interior de la estructura en la que se si


tan'1, describiendo as constelaciones ideolgicas
singulares
segn
una
c
c
c
andadura que se contonea32

LA SOCIABILIDAD INTELECTUAL
Adems del marcador generacional, tambin se puede prestar atencin
a la importancia de los que Jean-Fran^ois Sirnelli califica como los des
pertadores , es decir, la levadura de las generaciones siguientes, papel
que ha representado Jean Paulhan en la edicin a la sombra de Gastn Gallimard34, o tambin Bernard Groethuvsen gracias a su influencia sobre los
autores de la n r f o tambin Lucien Herr en el e n s para los jvenes estu
diantes de biblioteconoma en la Normal35. Las revistas, que son uno de los
soportes esenciales del campo intelectual, pueden ser consideradas como
una estructura elemental de sociabilidad, espacios muy valiosos para ana
lizar la evolucin de las ideas en tanto que lugares de fermentacin inte
lectual y
- de relaciones afectivas, como lo ha demostrado Michel Winock
en su historia de la revista Espril36.
El trayecto de la revista Espril que describe Michel Winock se sita
entre dos lmites cronolgicos: el nacimiento de la revista en el inicio de
los aos 1930 hasta la desaparicin de su creador, Emmanuel Mounier, en
1950, y, sobre todo, su intervencin en el campo poltico, porque me ha
parecido lo ms problemtico, es decir, lo ms revelador de la tensin per
manentemente vivida en su intimidad por el intelectual entre la voluntad de
testimonio y la voluntad de eficacia3". Ms all de esta explicacin tpica
del autor en funcin de la especificidad de su objeto, la eleccin explcita
de Michel Winock revela sobre todo el modo de planteamiento de los his
toriadores franceses, que, describiendo la vida intelectual, tienen tenden
cia a privilegiar la dimensin poltica. Al seguir los itinerarios cruzados
de los animadores de Espril, Winock es llevado, a pesar de su postulado
Aiain-Grard Slama: Intervencin oral en cl Coloquiode Jean Touchant, c h v s . c e v i a f .
Sciences Politiques, 19 de octubre de 2001

J2Ibid
Ji Jean-Franois Sirnelli; Biographie et histoire des intellectuels: lecas des veilleurs"
et lexemple dAndr Bellesort, en Problmes et mthodes de la biographie, Actas del
coloquiode la Sorbona, 3-4 de mayo de 1985, Sources, Publications de la Sorbonne, Histoire
au prsent, 1985.
14 Ver Laurence Brisset; La NRF de Paulhan, Gallimard, Paris. 2003.
55Charles Andler Vie de Lucien Herr: 1864-1926, Maspero, Paris, 1977.
34 Michel Winock: Histoire politique de la revue Esprit, 1930-1950, Seuil, Paris. 1975.
* lbid.. p. 7.

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EL MODELO DHL CASO DREYFUS

53

ca de las elecciones, amenazas, asesinatos...43 Ciertamente, entonces an


se cree en las posibilidades de una Unin francesa, sobre todo en Arge
lia, pero con la condicin de romper radicalmente con las viejas prcticas
coloniales: El anticolonialismo iba a convertirse en uno de los combates
ms ininterrumpidos de la revista de Mounier44
S las revistas son unos observatorios privilegiados de la vida intelec
tual, sin embargo su estudio no seala solamente a la dimensin poltica.
As ocurre con NRF tal y como es presentada por Pierre Habey45. Esta re
vista, que ve la luz en 1909, viene acompaada por una verdadera edad
de oro de la literatura francesa y as su nacimiento seala tambin a una
comunidad generacional de sus iniciadores, reagrupados en torno a Andr
Gide46. Esta aventura difcilmente puede ser considerada bajo el ngulo
poltico: la ambicin de este jov en equipo, que gana rpidamente una pro
yeccin excepcional, se limita a la defensa de una cierta manera de escri
tura literaria en ruptura con el simbolismo moribundo. Como toda revista,
su historia est tejida de rupturas, de salidas, de llegadas, travesa de con
flictos, pero no por eso deja de subsistir un espritu NRF, que se deline
alrededor de dos convicciones: ningn oficio ms grande que el oficio de
escritor; ningn genio ms grande que el genio francs47. De ello resulta
una caza encarnizada por descubrir los talentos literarios. A este respecto,
la NRF se convierte en una garanta incontestada de calidad, la ms leg
tima, a pesar de su enorme y clebre metedura de pata: haber ignorado a
Marcel Proust. Por lo dems, la NRF lleva hasta el extremo la propensin
de un cierto nmero de intelectuales franceses de considerarse el ombligo
del mundo, y as su director, Jacques Riviere, puede afirmar sin matices
en 1919 que la literatura francesa es hoy la nica que hay en el mun
do... En el mundo slo estamos nosotros, lo repito, que sepamos pensar.
En materia filosfica, literaria y artstica slo existir lo que digamos que
cuenta48. Es solamente con el criterio de la excelencia literaria, como Gas
tn Gallimard49 y Jean Pauihan atraen a unos escritores con posiciones tan
contrastadas como Lon Blum y Lon Daudet, Louis Aragn y Drieu La
45Andr Mandouze Le dilemme algrien: suicide ou salut public, en Esprit octubre.

1948.

44 Michel Winock: Histoire politique de la revue Esprit, op. cit., p. 333.


Pierre Habey (editor, presentacin), L'Esprit NRF: I908-940, Gallimard, Paris,

1990.

46 Los seis iniciadores de la revista, Andr Gide. Henri Ghon. Marcel Drouin, Andr
Ruyters, Jean Schlumberger y Jacques Copeau tienen todos entre treinta y cinco y cuarenta
y un aos
1 Pierre Habey (editor, presentacin): L'Esprit NRF: 1908-1940, op. cit., p xiu
lKJacques Rivire, citado por Pierre Habey: .'Esprit NRF: 1908-940, op. cit., p. xiv.
Jv Pierre Assouline: Gaston Gallimard, Seuil, coleccin Points, Paris, 1996.

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EL MODELO DEL CASO DREYFUS

tfranee para Europex . Compartiremos con Michel Trebitsch su oposicin


i una visin del campo intelectual como un campo de batalla totalmente
estructurado alrededor de estrategias conscientes, a partir de las cuales los
intelectuales slo se reagruparan por razones de reconocimiento, en ga
nancia de legitimidad y de toma de poder. Si se pide una autonoma del
campo intelectual con los ritos y las reglas especficas de una sociabilidad
intelectual, hay que reconocer que estas reglas sealan ms bien un campo
magntico muy compuesto y adems fluctuante en el tiempo, lo que exige
una mirada de historiador.
Ms que a la nocin de campo en Bourdieu59, el uso para un historia
dor de la nocin de sociabilidad intelectual recurre a los trabajos innovado
res de Maurice Agulhon con su concepto clave de sociabilidad60. Definida
por Agulhon como una aptitud para vivir en grupo y para consolidar los
grupos por la constitucin de asociaciones voluntarias, la nocin de socia
bilidad ha pennitido abrir un nuevo y amplio terreno para la investigacin,
como ilustra la reciente aparicin de Histoire vagabonde6'. Insatisfecho por
la historia poltica tradicional, Maurice Agulhon escruta hasta lo ms pro
fundo los fundamentos del civismo y del republicanismo en el curso del
siglo xix. Detrs de las leyes y de la escenografa de la casta poltica, hace
resaltar una circulacin ms subterrnea, la que mantiene una relacin de
adhesin a toda una demostracin de la fe republicana alrededor de una
especfica serie de estatuas, de inscripciones y de fuentes, que permiten la
concentracin y la expresin de un fervor colectivo.
Otra aproximacin de la sociabilidad intelectual, de orden sociolgico,
puede encontrar materia de inspiracin en lo que se refiere a Simmel y su
distincin entre socializacin, que remite al vnculo social en sentido
general, y sociabilidad, que procede a una autonomizacin frente a la
nocin de inters econmico y social. Entonces, la sociabilidad se sepa
ra de su substrato, de su medio para acceder al nivel de lo esttico: Se
comporta, en relacin con su concrecin determinada por los contenidos,
de la misma manera que la obra de arte en relacin con la realidad62. La
sociabilidad seala una forma ldica de existencia, una ligereza del ser li
berado del reino de las necesidades, pero que presupone un espacio pbli

Nicole Racine, Michel Trebitsch (bajo la direccin de): Cahiers de l'IHl'P. Sociabilits
intellectuelles", cuaderno n 20, marzo, 1992.
MPara la definicin de Bourdieu de la nocin de cam po'\ ver el captulo 3 de este libro:
FJ modelo polemolgico.
60 Maurice Agulhon: La Rpublique au village, Seuil, Pars, 1979.
61 Maurice Agulhon Histoire vagabonde. Gallimard. 2 volmenes, Pars, 1988. Esta obra
rene una veintena de artculos del perodo 1968 a 1987.
62 Georg Simmel: Sociologie et epistemologie, PUF, Pars, 1981, p. 124

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EL MODELO DHL CASO DREYFUS


perplejos dudan entre estos dos polos. El director de I.a Re vite des deux
mondes, Ferdinand 13rundiere, denuncia en este nuevo neologismo la ex
presin de una fatuidad: Y esta peticin que se hace circular entre los
Intelectuales, el slo hecho de que se haya creado recientemente esta pa
labra de Intelectuales para designar, como una especie de casta noble, a
las gentes que viven en los laboratorios y las bibliotecas, slo este hecho
denuncia uno de los defectos ms ridculos de nuestra poca, quiero decir
la pretensin de alzar a los escritores, a los sabios, a los profesores, a los
fillogos al rango de superhombres73.
Antes de que la nocin tome un sentido poltico gracias al caso Dreyfus,
un estudio realizado sobre su uso como calificativo durante un decenio, de
1888 a 1898, hace aparecer 1111 sentido colectivo y abstracto que designa,
a la vez, una noble facultad y al mismo tiempo una desviacin, cuando
algunos consideran que el hombre intelectual es un monstruo74. Califi
cando a unos individuos, evoca una hipertrofia del cerebro a expensas de
los valores del corazn. Entonces, el intelectual aparece como incapaz de
sensibilidad, apergaminado y quemado por las fechoras de una perversin
que le mantiene distanciado de la vida afectiva, anestesiado y casi parali
zado ante las emociones del afecto. Remite a la esterilidad \ a las fuerzas
negativas que disuaden de toda vida social consumada. Otra utilizacin
del calificativo sirve para discriminar lo que compete a la actividad ma
nual y lo que compete a la actividad intelectual. Entonces las connotacio
nes de la nocin son ms positivas: A finales del siglo xix, slo un punto
produce la unanimidad: el intelectual se opone al no instruido75. El inte
lectual le debe a la sociedad lo que ha recibido, sus dones, su instruccin
y es portador de una misin positiva de transmisin. As, cuando Ernest
Lavisse se consagra a la renovacin de la universidad, busca suscitar el
sentimiento de la dignidad de la profesin intelectual76, mientras favore
ce a las nuevas asociaciones de estudiantes v la comunidad intelectual
entre los maestros y los discpulos. Parece que la palabra intelectual se
emplea cuando unos individuos de profesiones diversas se sienten con una
misin comn y un espritu de cuerpo, incluso una conciencia de clase 7.

n Ferdinand Brunetire. en Maurice Palologue: Journal de l'affaire Dreyfus , Paris,


1055, pp. 90-91.
*Genevive Idt: \J intellectuel avant raffaire Dreyfus, en Cahiers de lexicologie ,
1969, 2. p 36.
7 5 Ibid., p. 39,
7f Ernest Lavisse ludes et tudiants, 1890. citado por Genevive Idt; Lintellectuel
avant P affaire Dreyfus, en Cahiers de lexicologie, op. cit., p. 40.
^G enevive Idt: *L intellectuel avant r affaire Dreyfus, en Cahiers de lexicologie, op.
cit., p. 40.

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EL MODELO DHL CASO DREYFUS

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donar renegando tic si mismo: el idealismo y la politizacin. Encontramos


sin dificultad detrs de esta doble tendencia la conviccin cristiana de un
plan divino y la tentacin cristiana de un imperio universal confesando
a un slo Dios90.
Daniel Lindenberger comparte este punto de vista, segn el cual la cons
tante a buscar en la definicin del intelectual se encontrara del lado de lo
religioso. Ah seria exactamente donde mejor se podra captar en profun
didad la excepcionalidad francesa, es decir, en la separacin de la Iglesia y
el Estado y en la transferencia de sacralidad que de ello ha resultado y que
no se encuentra en la sociedad americana: El fracaso de los intelectuales
americanos para convertirse en un cuerpo constituido es la historia de una
religin civil conseguida91. Al tomar el poder el lugar y la plaza del poder
religioso, de ello resultara un estado de indistincin de los registros y los
intelectuales, erigidos en ]xxler espiritual, edificaran as su propia religin
civil, hecha de ritos de paso, de una confusin entre el dominio espiritual
y el temporal, y portadora de una cultura escatolgica y redentora. Daniel
Lindenberger incluso distingue un verdadero culto del pecado como modo
de redencin, que caracterizara a la tradicin de los clrigos en Francia:
La redencin por el pecado. Y la historia de las fijaciones en la revolucin,
tan eruptivas como inesperadas en muchos grandes clrigos, podra ser sola
mente un avatar92. De ah, una propensin de los intelectuales a situarse en
los extremos, a juzgar insuficientemente viril el debate democrtico91. Gershom Scholem defina as a los falsos mesas por su propensin a buscar
la salvacin por el pecado, desplegando una prctica sistemtica y paroxstica de la trasgresin. Existe realmente en Francia un terreno propicio
que ha permitido la expansin del tiempo de los profetas con su eclosin
romntica, continuando con la exaltacin de los poetas malditos: Rimbaud,
Haudelaire, Yoltaire en el siglo
xix Wy con los movimientos dadasta v surrea'
lista en el siglo xx: Baudelaire funda una tradicin de rechazo del progreso,
esta doctrina de los Belgas, y de inversin de los valores de las razas de
Occidente en provecho de la barbarie bajo todas sus formas94.
Una de las caractersticas de esta nueva figura
del intelectual 110 solaimente tiene que ver con el hecho de mantenerse en una posicin crtica,

w Ibid., p. 49.
K>]Daniel Lindenberg: Lintellectuel a-t-il une spcificit franaise?, en Pascal Ory (bajo
la direccin de): Dernires Questions aux intellectuels, op. cit.. p. 159 Ver tambin Richard
Hotstadter. Anfi-Intellectualism in American Life 1963.
V2Ibid., p- 180.
95 Rgis Debray: Que vive la Rpublique, Odile Jacob, Paris, 1989.
v Daniel I jndenberg: Lintellectuel a-t-il une spcificit franaise?, en Pascal Ory (bajo
la direccin de): Dernires Questions aux intellectuelles. op. cit., p. 185.

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EL MODELO DHL CASO DREYFUS

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a esta comunidad, cuando sale de su dominio de competencia erudita para


tomar parte en el debate pblico. El modelo subyacente en la mayor par
te de estos estudios histricos es el que emerge, como ya se ha sealado,
con ocasin del caso Dreyfus, vuelto a analizar muchas veces en una larga
posteridad. Una hermosa reflexin sobre lo que puede ser el compromi
so personal del intelectual nos es ofrecida por quien ha sido el inspirador
del compromiso de la revista Espri al lado del l ente Popular y de los
republicanos espaoles, Paul-Louis Landsberg. Judo alemn, convertido
al cristianismo, filsofo, Landsberg ha huido de la Alemania nazi en 1933
para ensear en Espaa, que tambin ha de abandonar a causa de la Gue
rra Civil. Llegado a Francia, se integra en el equipo de Espril y pone en
guardia contra la creencia en un absoluto que sera de este mundo. Por el
contrario, insiste en el hecho de que no podemos comprometernos ms que
en unos combates discutibles, a favor de causas imperfectas. Sin embar
go, esta imperfeccin no puede convertirse en una coartada para retirarse
del mundo, pues rehusar el compromiso equivaldra a rehusar la condicin
humana: Arrojado en un mundo lleno de contradicciones, cada uno de
nosotros experimenta frecuentemente la necesidad de retirarse del juego...
el deseo de poder constituir por lo menos una vida llena de sentido en su
esfera individual y privada, replegndose sobre si mismo98. Landsberg en
relacin con esta tentacin la tacha de falsa, considerando que toda exis
tencia personal est hasta tal punto imbricada en un destino colectivo, que
slo puede afirmarse en una implicacin voluntaria en sus pertenencias ms
amplias: En la medida en que vivimos con plena conciencia esta partici
pacin, realizamos la presencia histrica, la historicidad esencial para la
humanizacin del hombre99. As pues, Landberg pone en evidencia el im
perativo del compromiso y denuncia la ilusin de un no compromiso, que
equivale a garantizar el orden existente, aunque se afirme la parte trgica,
la parte de riesgo, que implica una toma de posicin a favor de una causa
siempre relativa: Apenas hay una actividad histrica semejante sin una
cierta decisin por una causa imperfecta, puesto que nosotros no tenemos
que elegir entre unos principios y unas ideologas abstractas, sino entre
unas fuerzas y unos movimientos reales que, desde el pasado y desde el
presente, llevan a la regin de las posibilidades del futuro00. Landsberg
habr pagado el alto precio de este compromiso personal durante la guerra.
98Paul-Louis Landsbip: Rflexions sur l engagement personnel, en Esprit, noviembre
de 1937, pp. 179-187; recogido en parle en Vingtime Sicle n 60, oclubre-diciembre de
1998, p. 118.
w Ihid., p. 119.
ioo
pau]-Louis Landsbrg: ihid., citadopor Michel Winock: Histoire politique de la revue
Esprit op. cit.. p 128.

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68

FRANOIS DOSSE

Internado desde 1940, consigue evadirse y unirse al movimiento Combate.


Detenido de nuevo en 1943, es deportado por la Gestapo al campo de de
Oranienburg, de donde ya no regresar.
El historiador intenta poner una mirada distanciada sobre las leyendas
ureas y sobre las leyendas negras y en particular trata de evaluar lo que
fueron el papel y la influencia de estos intelectuales101. Para medir la curva
de frecuencia de sus intervenciones en la ciudad, Sirinelli ha tomado como
objeto de investigacin el estudio de sus peticiones y de sus manifiestos,
concebidos como un sismgrafo102 de sus pasiones. La restitucin de es
tas fluctuaciones en la inversin cvica se encuentra fuertemente vincula
da al estudio de los modos de sociabilidad de los intelectuales: en la base
de la actividad peticionaria no se encuentra tanto una suma de individuos,
cuanto el dar visibilidad a verdaderas redes de solidaridad de orden profe
sional, ideolgico o afectivo. As pues, las intervenciones pblicas, de na
turaleza a la vez endgena y exgena al medio, son consideradas como un
buen observatorio de los momentos de crisis y de agitacin de la sociedad.
Los indicadores puestos en evidencia por Jean-Franois Sirinelli son muy
valiosos para seguir la rtmica de los compromisos de los intelectuales en
todos los grandes momentos traumticos desde el caso Dreyfus.
Sin embargo, no habra que creer que los intelectuales comprometidos
en la ciudad se reducen a los que figuran en estas listas de peticiones. To
mando el caso de los dos intelectuales cuya trayectoria he descrito, Paul
Ricceur y Michel de Certeau, a los que nadie puede negar su calidad de
intelectuales ni su compromiso constante en los grandes envites de la ciu
dad, se constata que estn casi ausentes de las pasiones peticionarias. Mi
chel de Certeau no figura ms que una sola vez, el 24 de diciembre de
1981, para manifestar su apoyo activo a Solidamosc. En cuanto a Paul Ri
cceur, aparece tres veces en la obra de Sirinelli. Firma en octubre de I960
una Llamada a la opinin para una paz negociada en Argelia10' y dos
llamadas en mayo de 1966 para la paz en Vietnam104. Efectivamente, el
modo ele accin peticionaria no es el modo de intervencin ms aprecia
do por Ricaeur. La manera como reacciona al golpe de fuerza sovitico en
Hungra en 1956 es muy reveladora de la manera como concibe su papel.
Este acontecimiento le afecta en lo ms profundo y suscita su reaccin,
pero despus de haber puesto en marcha un grupo de reflexin en Esprit.
101Jean-Fran^ois Sirinelli Inellectuelsetpassionsfran^aises (1990). Gallimard, coleccin
Folio. Pars, 19%, p 16.
102 Ibid., p 16.
108 Ibid., p 359.
,Mibid., p. 402 y 408. Paul Ricoeur ha firmado ms peticiones que las tres menciona

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EL MODELO DLL CASO DREYFUS

69

Publica entonces, en mavo de 1957, un artculo de una actualidad no desmentida sobre La paradoja poltica105, en el que pone en guardia a los
intelectuales contra la tentacin de desesperar de la accin, recordndoles
la naturaleza ambivalente de lo poltico. Esta forma de intervencin, evi
dentemente menos espectacular, sin embargo tendr una influencia ms
fuerte, si se mide el impacto de este texto sobre varias generaciones106. Ln
cuanto a Michel de Certeau, su anlisis aparecido en Eludes desde junio
de 1968 para analizar en caliente el movimiento en curso, por sus efectos
vale tambin mucho ms que numerosas peticiones. Por lo dems, podemos retomar por nuestra cuenta la manera como Jean-Franois Sirinelli
califica el acto de firmar como el producto de una compleja alquimia107
y recuerda hasta qu punto numerosos intelectuales han manifestado sus
reticencias frente a este modo de intervencin. Os el caso, entre otros, de
Albert Camus, para quien el intelectual es alguien que sabe resistir al aire
del tiempo10. Por lo tanto, sera abusivo interpretar determinados silen
cios como una manera de consentimiento. De ah la necesidad imperiosa
de ponderar las indicaciones del sismgrafo109.
La mayor parte de los estudios histricos franceses sobre los intelectua
les privilegian el concepto del compromiso, de su modo de intervencin
en la poltica. Entonces, la historia intelectual aparece como un aditivo,
un suplemento (de alma?) de la historia poltica, que sigue sus escansio
nes temporales110. Ciertamente, este campo de investigacin tiene su espe
cificidad propia, pero contina relacionndose con el campo de la historia
poltica: El estudio poltico de los intelectuales es, por ello, un sector de
la historia poltica que tiene su especificidad, pues el objeto estudiado tie
ne su propio metabolismo111. As, Jean-Franois Sirinelli sugiere una pe105 Paul Ricoeur: La paradoxe politique, en Esprit, mayo de 1957. recogido en Histoire
et Vrit, Seuil, Paris, 1964, pp. 260-285.
106 Ver Franois Dosse: Pau! Ricur, les sens d'une vie, op. cit.
107 Jean-Franois Sirinelli Intellectuels et passions franaises, op. cit., p 530.
,MAlbert Camus, charla tenida con Jean Daniel, citada por Jean-Franois Sirinelli: ibid.,
p. 532.
m Jean-Franois Sirinelli: ibid.. p. 534.
1,0 Pascal Orv, Jean-Franois Sirinelli: Les Intellectuels en France, de l affaire Dreyfus
nos jours. Armand Coln, Pars, 1986; Nicole Racine, Michel Trebitsch (bajo la direcc in
de): Intellectuels engags d une guerre l autre, en Les Cahiers de l IHTP, 26, 1994;
Jean-Pierre Rioux y Jean-Franois Sirinelli (bajo la direccin de): La guerre d'A lgrie
et les intellectuels franais, en Les Cahiers de l IHTP. 10, noviembre de 1988; Michel
Leymarie (bajo la direccin de): La Postrit de l'affaire Dreyfus. Presses Universitaires du
Septentrin, Villeneuve dAscq, 1997; Les engagements du xxe sicle, en Vingtime Sicle,
n60, octubre-diciembre de 1998.
111 Jean-Franois Sirinelli: Les Quatre saisons des clercs, en Vingtime Sicle. n60,
octubre-diciembre de 1998, pp. 44-45 Ver tambin Jean-Franois Sirinelli: Les intellectuels,
en Ren Rmond (bajo la direccin de): Pour une histoire politique. Seuil, Pans, 1988.

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EL MODELO DHL CASO DREYFUS

73

no se le puede asignar la adhesin intelectual al partido comunista nica


mente a su dimensin ideolgica122: As, Jean-Pierre Vcrnant afirma muy
claramente el carcter plural de su pertenencia al comunismo: Yo he sido
un estalinista en el terreno poltico, j>ero no he sido un estalinista en el
terreno ideolgico e intelectual123. Si numerosos intelectuales han parti
cipado en la aventura comunista desde dentro, son numerosos los que se
han quedado al margen del partido, a pesar de identificarse con su poltica
y de apoyar sus tomas de posicin: sos son los famosos compaeros de
viaje124. Dicho esto, a la mayor parte, militantes y compaeros de viaje,
la parte mesinica, escatolgica de su adhesin les hace participar en 1111
sustituto de la religin, que trataban de destruir, lo que explica la entrega
de s, de la que habla Marc Lazar en un compromiso comunista que jue
ga el papel de religin secular, pasando por la aceptacin de la autoridad
de la tradicin, de la organizacin del partido como clave de sentido con
el sacrificio que implica tal concepcin del creer.
Ms recientemente, las intelectuales catlicos han sido objeto de estu
dio por los historiadores sobre su aportacin especfica. Como seala Jacques Julliard, la aparicin del intelectual catlico en cuanto tal es recien
te: cuando toda Francia era considerada como catlica, los intelectuales 110
estaban considerados como un grupo que pudiera ser disociado del cuerpo
social general. La modernidad y la laicidad de la sociedad francesa cambian el dato en el transcurso del siglo xvn, despus la Revolucin Francesa
margina al mundo cclesial, hasta el punto que el catolicismo se instala en
un estatuto de contrasociedad12S. La separacin de la Iglesia y del Estado
y el relevo asegurado por unos intelectuales laicos, que sustituyen a los
clrigos, han transformado a estos ltimos en minora indispuesta, puesto
que 110 era reconocida en su estatuto de intelectual: Hbil para captar los
smbolos y las tendencias, Chateaubriand es el primero que inventa con
El genio del cristianismo la figura del intelectual catlico, que tardar un
siglo en imponerse126. Jacques Julliard distingue tres grandes tendencias

le communisme est-il un phnomne politique?, en Serge Berstein, Pi erre M il/a (bajo la


direccin de), Axes et mthodes de 'histoire politique, PUF, Paris, 1998.
132 Ver Marc Lazar: Le parti et le don de soi, en Vingtime Sicle. n 60, octubrediciembre de 1998, pp. 35-42.
'** Jean-Pierre Vernant: Entre mythe etpoihtique, op. cit., p. 596.
124 David Cante Le Communisme et les intellectuels franais. 1914-1966. Gallimard,
Paris, 1967 Les Compagnons de route. 1917-1968, R. Laffont, Paris, 1979.
! Jacques Julliard Naissance et mort de l'intellectuel catholique, en Les intellectuels
catholiques. Histoire et dbats , en Mil neuf cent, revue d histoire intellectuelle, n 13, 1995.
p. 6.
110 Ibid., p. 7.

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EL MODELO DHL CASO DREYFUS

77

estudio de los modos de compromiso y de los discursos sostenidos por los


intelectuales necesita, por parte del historiador, de una atencin vigilante
del contexto, a las posiciones discursivas, a las fluctuaciones semnticas,
as como a la toma en consideracin de aquello en lo que el presente del
estudio est cortado del pasado, de las discontinuidades que no permiten
la transposicin mecnica de los conocimientos del presente sobre el te
rreno del pasado. Estas prudencias comnmente admitidas en el uso del
oficio de historiador son particularmente imperativas en la aproximacin
al mundo del pensamiento y, si no se les tiene en cuenta, uno se expone a
juicios apresurados, a cortocircuitos capciosos. Este es el caso de 1111 c
lebre historiador, Zevv Sternhell. que ciertamente ha tenido el mrito de
haber jugado el papel de romper el hielo y de haber suscitado un debate
fecundo, pero cuyo tipo de historia intelectual seala un determinado n
mero de escollos a evitar. Mientras que, en general, se considera que el
rgimen de Vichy sancion la victoria temporal, a favor de la ocupacin
alemana, de las fuerzas tradicional istas, que jams han digerido las Luces
y la Revolucin Francesa, segn el anlisis de las derechas plurales lleva
do a cabo por Rene Rmond141, Sternhell defiende, por el contrario, la tesis
segn la cual este rgimen es la quintaesencia del fascismo, del que Fran
cia sera la fuente original, v esto desde los aos 1880. Partiendo de una
definicin muy amplia de fascismo: El fascismo es a la vez el producto
de una crisis de la democracia liberal \ de una crisis del socialismo. Es
una rebelin contra la sociedad burguesa142, el autor puede as interpretar
de una manera generosa y calificar de fascista toda forma de oposicin al
consenso liberal. Distingue los prolegmenos y la matriz terica del fas
cismo no slo en los discursos de la derecha nacionalista, sino tambin
en las revisiones del marxismo intentadas por Paul de Man: Es siempre
la revisin del marxismo lo que constituye la dimensin ideolgica ms
significativa del fascismo143. Esta apreciacin es tanto ms discutible en
cuanto se le puede oponer el hecho de que el socialista Andr Philip ha
sido fuertemente marcado por la influencia de Paul de Man. Segn Ster
nhell. Marcel Dat, por 1111 lado, y Georges Sorel y Paul de Man, por el
otro, han alimentado la ideologa fascista, creando un fascismo a la vez
anodino y espiritualista. Por lo tanto, todos los contestatarios de los aos
1930 son denunciados bajo la misma etiqueta de fascistas, as pues todas
'11 Ren Rmond: La Droite en France de 1815nos jours. Continuit et diversit dune
tradition politique, Aubier, Paris, 1954; iambin Ren Rmond: Les Droites en France,
Aubier, Paris, 1982.
142 Zew Sternhell: Ni droite, ni gauche, .'idologie fasciste en France, Seuil, Paris,
1983. p 16.
1Ibid., p. 34.

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78

TAKOIS DOSSE

las revistas responderan al fenmeno descrito, lo que permite un punto de


vista muy extenso, segn el cual la revista Espril sera una de las compo
nentes del fascismo!: Hay en Mounier, como en la gran mayora de los
contestatarios, una cierta indulgencia, una cierta comprensin en relacin
con el fascismo, incluso a menudo una cierta admiracin144. Esta mezcla
explosiva que se desplaza hacia la eficacia econmica, hacia la idea de una
revolucin y de una regeneracin, as como hacia la idea de imponer un
herosmo de monjes soldados va a proporcionar, segn Stemhell, la con
tribucin francesa al fascismo internacional.
As es como, segn Stemhell, el equipo de la revista Espril se sumara
hasta los ltimos das de 1942 a la obra de la Revolucin nacional145,
mientras que sabemos que desde abril de 1941 los Jvenes d' Espril or
ganizan la primera manifestacin contra el antisemitismo en la zona Sili
con ocasin de la proyeccin de la pelcula El Judio Suss, que a partir del
mes de agosto de 1941 la revista Espril viene prohibida y su director Ernmanuel Mounier detenido el 15 de enero de 1942 y juzgado en octubre de
1942 en concepto de responsable intelectual de la resistencia. La tesis de
Sternhell es objeto de controversia y Michel Winock subraya sus carencias
metodolgicas146. El error mayor de la historia intelectual segn el mtodo
Sternhell, que tambin critica Rene Rmond en su respuesta, es un pecado
estigmatizado por Luden Febvre como el ms imperdonable del historia
dor, el del anacronismo. Sternhell trata de juzgar con la mirada de lo que
est establecido hoy como un determinado nmero de certezas con cuyo
rasero considera el pasado, al precio de forzar los hechos. As, el acto por
el que los parlamentarios han votado los plenos poderes para Ptain el 10
de julio de 1940 hay que enfocarlo con la mirada del pasado glorioso del
vencedor de Yerdun y no como un plebiscito otorgado a la futura entrevis
ta de Montoire con Hitler. La segunda regla de anlisis es no calcular las
intenciones de los actores en funcin de las consecuencias de sus actos.
Finalmente, Rene Rmond recuerda que el lenguaje de la poca hay que
situarlo en un contexto discursivo que no es el nuestro. Por lo dems, los
traba jos de Pierre Laborie sobre la evolucin de la opinin pblica fran
cesa, as como los de Philippe Burrin sobre Francia durante el rgimen de
Yichv \an totalmente en contra de la tesis de Stemhell147.

141 Ilnd., p. 301.


145 Ibid.
146 Michel Winock: Nationalisme, antismitisme et fascism e en France, Seuil, Paris,
1990.
m Pierre Laborie: L'Opinion franaise sous Vichy, Seuil, Paris, 1990, Philippe Burrin:
La France l'heure allemande, Seuil, Paris, 1995.

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79

Otro ejemplo que puede revestir un carcter ejemplar de las rutinas


marcadas por un sesgo tclcolgico es la lectura de los compromisos del
mundo intelectual francs entre 19-14 y 1956 por el britnico Tony Judt148.
Rechazando como concepto principal cualquier forma de explicacin con
textual para explicar la admiracin comunista de los intelectuales franceses
en la posguerra, y no queriendo ver en ello ms que una adhesin general
a una perversin totalitaria, Judt califica de una manera peyorativa como
historicista e insuficiente cualquier aproximacin que pusiera en primer
piano la situacin de la Liberacin para iluminar el comportamiento y las
prcticas de los intelectuales. Por el contrario, va a buscar en este periodo
los grmenes de nuestra situacin presente149 en una teleologa asumida.
Dejando de lado el contexto como simple decoracin reducida a la insigni
ficancia. Judt va a privilegiar el mismo discurso de los intelectuales, pero
a partir de un juicio que parte de lo que se sabe como testificado en 1992
sobre escritos de los aos 1950! As, Judt se acerca a Sternhell a propsito
de los aos de antes de la guerra y designa con el ttulo de fascista cual
quier bsqueda de una tercera va entre el capitalismo y el bolchevismo.
Este eje permite a Judt suponer una continuidad absoluta en la lnea segui
da por Mounier que, hostil al liberalismo en los aos 1930 bajo influencia
fascista, sera igualmente el enemigo del liberalismo en la posguerra, esta
vez a partir de su camaradera con el p c f, y en los dos casos apuntndo
se a perspectivas totalitarias en nombre de la renovacin necesaria y sal
vadora: Ln esta editorial de 1948, en la que saludaba con discrecin el
golpe de fuerza comunista en Praga, Mounier observ una vez ms que se
poda perfectamente estar contrariado por el carcter aparentemente poco
democrtico de la toma del poder. Pero el progreso tena un precio150.
Judt puede decir con razn que no hay que considerar al intelectual como
una figura atemporal a la manera del Pensador de Rodin. Pero, a partir del
momento en que juzga los discursos realizados en los aos 1930 y 1950
con el rasero de los aos 1980, cae en el mismo defecto que Sternhell. La
idea fuerza de su tesis es denunciar la irresponsabilidad de los intelectua
les franceses en estos aos de 1944 a 1956, con la conviccin de que nada
ha cambiado bajo el sol parisino desde el siglo xm: Desde el da en que
los estatutos de la Universidad de Pars, en 1215, obligaron a los doctos a
fundar una teora sistemtica del mundo, la caracterstica dominante del
discurso intelectual francs fue su propensin a organizar y a contener el

14sTony Judt Unpassimparfait. Les inteUectuels en Frunce, 1944-1956, Fayard. Pars.


1992.
x* Ibid., p. 16.
i Ibul,, p. 106.

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TiANCOIS DOSSE

80

conocimiento en el interior de un marco nico151. Ah, la propensin to


talitaria de los intelectuales franceses aparece como talmente natural, que
el injerto liberal slo ha podido venir del exterior. Este injerto slo es un
producto de la aculturacin, hasta el punto que la fragilidad del pensa
miento postotalitario en Francia esta estrechamente vinculada al extrao
uso que se ha hecho del redescubrimiento del liberalismo152.
Estos distintos ejemplos nos recuerdan la importancia de un cierto n
mero de reglas bsicas en el plano de la metodologa del tipo de aproxi
macin al mundo intelectual, que no puede, teniendo en cuenta su com
plejidad y su necesaria indistincin epistemolgica, acompaarse con un
uso salvaje y puramente ideolgico de anacronismos. Por el contrario, se
requieren una atencin y una vigilancia extremas en cuanto a la restitu
cin del contexto preciso de los enunciados para proceder a los cuerpos
textuales del pasado.

EL MODELO FRANCS A PRUEBA DE LA IOSTORIA INTELECTUAL


DE OTROS PASES
Sartre, que ha ejemplificado la figura del intelectual comprometido se
gn el modelo desde el caso Dreyfus hasta la Liberacin, precisa veinte
aos ms tarde lo que entiende por intelectual, durante una invitacin a
Japn en septiembre y octubre de 1965. Mientras que todas sus obras ya
han sido traducidas, discutidas y consideradas como importantes en Japn,
es acogido como una figura, hasta el punto que la prensa local lo presenta
anles de su llegada como alguien que se encuentra entre las personalida
des francesas ms conocidas en Japn con el mismo ttulo que Napolen
y el general de Gaulle153. Es celebrado a la vez por su trabajo filosfico,
por su obra de escritor y por sus tomas de posicin.
En Tokio y en Kyoto, expone en tres conferencias la manera como con
cibe el papel del intelectual ante un patio de butacas tan numeroso como
apasionado. La primera conferencia est consagrada a la pregunta: Qu
es un intelectual?. Sartre comienza por enumerar las mltiples crticas de
las que son objeto por el mundo, en las que se les estigmatiza su inefica
cia, su dogmatismo, su sentimiento elitista, el abuso que practican de su
notoriedad. Sita su origen en el siglo xvm, momento en que toman el re
levo de los clrigos para llamarse filsofos, o sea, promotores de un enfo

151 Ibid., p. 365.


!52 Ibid., p. 373.
Annie Cohen-Solal: Sartre. Gallimard, Pars, 1985, p. 525

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81

que racionalizado del mundo, que enmarca las acciones y reivindicaciones


de la burguesa: As pues, los filsofos aparecen como unos intelectuales
orgnicos, en el sentido que Gramsci da a esta palabra: nacidos en la cla
se burguesa, se encargan de expresar el espritu objetivo de esta clase154.
Sartre sita el verdadero nacimiento de la categora de los intelectuales a
finales del siglo xrx despus del caso Dreyfus, momento en que los here
deros de estos filsofos de las Luces se reclutan enlre los tcnicos del sa
ber prctico: Todo tcnico del saber es intelectual en potencia155. No se
define como tal ms que a partir de una alquimia particular, que tiene que
ver a la vez con su posicin social y con su historia singular. Es de la his
toria misma de donde surgen los intelectuales, ms que de las coacciones
sociales o de la simple voluntad personal: Producto de sociedades des
garradas, el intelectual da testimonio de ellas, porque ha interiorizado su
desgarro. Por lo tanto, es un producto histrico. En este sentido ninguna
sociedad puede quejarse de sus intelectuales sin acusarse a si misma, pues
slo tiene a los que ha hecho156.
En su segunda conferencia Sarlrc se interroga sobre la funcin del
intelectual. Vislumbra a este ltimo como a un personaje esencialmen
te solitario, ignorado por la clase dominante y desconectado de las clases
desfavorecidas, el ms desprovisto de los hombres. Su bsqueda es sobre
todo persona] en una dialctica que le remite al mundo, a la exterioridad
al mismo tiempo que a si mismo, a su interioridad. Esta interiorizacin de
sus intervenciones sobre el exterior demuestra, segn Sartre, lo absurdo
de la acusacin que estigmatiza su propensin al universalismo abstracto.
Animado por esta tensin interna, fuente de contradicciones, el intelectual
es llevado hacia el compromiso: La naturaleza de su contradiccin (la
del intelectual) le obliga a comprometerse en todos los conflictos de su
tiempo... Su posicin no es cientfica157. En 1965, Sartre no ha modifi
cado su postura de 1945 sobre el imperativo del compromiso con los ms
desfavorecidos como la nica manera de comprender el mundo, que trata
de pensar y de transformar, contribuyendo as a una toma de conciencia
proletaria158. Sartre le atribuye una funcin precisa, la de alentar la uni
versalizacin de las aspiraciones de las clases desfavorecidas, perspectiva
que se vuelve posible por las mismas tensiones que se encuentran en l
y que se originan en su marginalidad, pues siempre se quedar como 1111
15,1 .lean-Paul Sartre Plaidoyer pour les intellectuels, Gallimard, coleccin xx Idees,
Pars. 1972, pp. 23-24.
155 Ibid., p. 38.
156 Ibid., p. 41.
157 Ibid., p. 58.
1$s Ibid.. p. 70.

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FRANOIS DOSSI

de Auguste Comte en el siglo xix. Aron percibe el comunismo como la


primera religin de intelectuales que haya tenido xito168. En cuanto a los
intelectuales franceses, lo que les distingue y gua sus tomas de posicin
tiene que ver a la vez con la nostalgia de una idea universal y con el or
gullo nacional169. Y Aron, en ese momento de 1955 de fuerte antagonismo
entre los dos bloques, hace una llamada a la llegada de los escpticos, si
tienen que extinguir el fanatismo170. Pero, en estos aos 1950, Sartre es
mucho ms odo que Aron, que slo ver saludada su lucidez mucho ms
tarde. Por lo tanto, el modelo francs se enuncia segn un esquema binario
encarnado i^or Sartre, por un lado, y por Aron por el otro. ste modo de
existencia intelectual seala una excepcin francesa? Este modelo francs
fue hegemnico? Existen otras tradiciones de compromisos?
Si se pone en paralelo el modelo encarnado por Sartre con el que est
en uso en otros pases, aparecen muchas similitudes. Es sobre todo el caso
de Rusia, que habr sido la tierra por excelencia de los intelectuales en el
sentido de compromiso, puesto que el trmino de intelligentsia viene de
los escritores rusos que han combatido el absolutismo zarista. En el siglo
xix la intelligentsia rusa se impone como misin iluminar a su pas, di
fundiendo en l las Luces, y el intelectual se define en trminos similares
a los del modelo francs de la causa de Dreyfus. A partir de la revolucin
rusa de 1917, el estatuto del intelectual viene radicalmente modificado171.
Se convierte en una especie de intelectual orgnico, vinculado al Estado,
haciendo desaparecer su espritu crtico para ponerse al servicio de la po
ltica del Partido. La creciente instrumentalizacin de la que es objeto,
se acenta an ms con ocasin del primer congreso de los escritores de
1934, que instituye para todos la norma del realismo socialista. Entonces,
los intelectuales comprometidos en el sentido francs se ven reducidos a
la expresin subterrnea de los samizdats. Con el inicio del deshielo ga
nan una cierta visibilidad *v son reconocidos en Occidente como disidentes,
ocupando el campo poltico a la manera de una contestacin en nombre
de los derechos del hombre. Alexis Berelowitch, agregado cultural en la
embajada de Francia en San Petersburgo, con ocasin de un coloquio que
tuvo lugar en septiembre de 1995 en esta ciudad, insiste sobre este cambio
reciente del estatuto de los intelectuales en Rusia. Preconiza el no separar
,M Raymond Aron: L Opium ces intellectuels, reedicin. Hachette, coleccin Pluriel,
Pars, 1991. p. 287.
,w bul,, p. 328.
m Ibid., p. 334.
,71 Ccile Vaissi: Y a-t-il des intellectuelles en Russie sovitique?, en Michel Leymarie
y Jean-Franois Srinelli (bajo la direccin de): L'Histoire des intellectuels aujourdhui, PUF,
Parts. 2003, pp. 363-378.

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cl estatuto del intelectual ruso del resto de Europa ni tic confundirlo. Por
un lado, se tiene la tendencia a asimilar a estos intelectuales rusos i mrti
res, vctimas expiatorias de un rgimen totalitario, y, por el otro, se les pre
senta como defensores del antiguo poder burocrtico. Segn Berelovitch,
cada una de estas posiciones ha cruzado por la cabeza de todo intelectual
ruso, de manera evidentemente distinta para cada uno. Por un lado, el po
der tiene necesidad de legitimarse apelando a un saber erudito \ los respon
sables del partido hacan carreras para los diplomas y las academias. Por
otro, los intelectuales aspiran a convertirse en los consejeros del poder, los
portavoces de un pueblo reducido a quedarse mudo. Esta doble demanda
se encuentra en el origen de una real influencia, social y simblica, de los
intelectuales, cuya posicin se presenta, adems, como el nico medio de
un ascenso social. Con el desmoronamiento del sistema so\ itico resulta
que los intelectuales rusos renuncian a su pretensin de encarnar una van
guardia que gue al pueblo. Muchos abandonan su estatuto de intelectuales
para convertirse en polticos o para entrar en el mundo de los negocios. En
cuanto a los que se mantienen en sus posiciones, preocupados por preser
var su autonoma de intelectuales, corren el riesgo de ya no ser odos por
el resto de la sociedad y compensan esta ruptura por la multiplicacin de
los clubes de pensamiento, de las asociaciones, de las revistas, e s decir, de
un campo autnomo pero cada vez ms apartado del resto de la sociedad.
En una configuracin nacional completamente distinta, transatlnti
ca, en Quebec, el historiador Yvan Lamonde, profesor en la Universidad
MacGill de Momea!, inspirado por el modelo francs surgido del caso
Dreyfus, viene a considerar que el intelectual en Quebec no aparece hasta
1900. Transforma el caso francs en modelo exportable, que se convier
te en la base misma de la definicin de la aparicin del intelectual al otro
lado del Atlntico172. El caso Dreyfus se le presenta como el gran referen
te, el momento de cristalizacin que permite metabolizar en cada realidad
nacional los prstamos culturales provenientes de Francia: Aqu se trata
de un revelador cultural, de una matri/. cultural, como otros acontecimien
tos constituyen unos puntos cero113.
El inicio del siglo xx ve emerger en Quebec esta nueva categora so
cial, que resiste a la influencia anglosajona, defendiendo la singularidad
de la lengua
y> la cultura francesas174. Por lo dems, estos intelectuales
cr
r : Yvan Lamonde: >es intellectuels francophones au Qubec au xixe sicle: questions
pralables, en Revue d 'histoire de f Amrique franaise, 4X, otoo de 1994, pp 153-185
m Yvan Lamonde: L'affaire Dreyfus et les conditions d'mergence de lintellectuel vues
des Amriques, en Michel Trebitsch. Marie-Christine Granjon (bajo la direccin de): Pour
une histoire compare des intellectuels, Complexe, Bruselas, 1998, p 114.
11
Catherine Pomeyrols: Les intellectuels qubcois: formation et engagements (IVIV1939), L Harmattan, Paris, 1996.

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FRANOIS DUSSE

buscan las vas de una laicizacin en un universo social muvw enmarcado


por la Iglesia Catlica. En Quebec, este modelo, que parte del postulado
segn el cual la autonoma necesaria para delinir un espacio intelectual
slo data del siglo xx, sin embargo es contestado por algunos investiga
dores, que tambin asumen la historia intelectual como objeto, como Ber
nard Andrs, pero cuyos trabajos muestran la vitalidad desde el siglo xvm
de todo un medio intelectual, que preexiste al nacimiento del sustantivo
en Quebec: Para su contribucin a la sombra de las Luces, si me atrevo
a decirlo: al margen o en el corazn de su siglo. Intelectuales, s, por el
simple hecho de haber pensado en Quebec. por haber pensado Quebec al
inal del si lo xvm175.
Amrica Latina tambin ofrece un buen terreno de transferencia cultural
del modelo inspirado en Dreyfus del intelectual comprometido, a la vez por
su sitio en el proceso de independencia nacional y por sus protestas contra
el establecimiento de dictaduras militares176. Ms frecuentemente, estos in
telectuales han jugado un papel mayor en el fenmeno de hibridacin de la
cultura europea de las Luces, portadora de modernidad, y de las culturas
autctonas. En esta configuracin, el intelectual busca abrirse los caminos
de su singularidad en tanto que lite erigida en portavoz de los medios po
pulares frente a los responsables del Estado. Diana Quattrocchi-Woisson
muestra, |mr ejemplo, el papel de los intelectuales como lite cosmopoli
ta en Argentina, muy al corriente de las novedades, pero confrontada a un
marco poltico refractario, que no duda enjugar la carta del populismo (el
peronismo) y de las temticas anti-intelectuales. Sin embargo, el caso ar
gentino aparece como atpico en el conjunto del mundo latinoamericano y
no puede ser fuente de extrapolaciones abusivas.
Completamente en contraste con estos terrenos, que parecen propicios,
con matices, a la transferencia del esquema francs, el vecino britnico
ofrece una visin muy diferente del intelectual, hasta el punto de que Cla
risse Berthezne afirma que no se puede abordar este tema en el Reino
Unido sin hacer rer177. El estereotipo ms extendido en tierra britnica es
que el pas es demasiado pragmtico para darse el lujo de tener intelec175 Bernard Andrs: Y a-t-il un intellectuel dans le Sicle? Ou Penser au Qubec la fin
du XVIIle sicle, en Manon Brunet. Pierre Lanthier (bajo la direccin de): L'Inscription
sociale de l'intellectuel, LHarmattan, Paris. 2000, p. 60.
176 Daniel Pcaut Entre le Peuple et la Nation. Les intellectuels et la politique au Brsil,
MSH, Paris. 1989; Annick Lemprire Les Clercs de la nation. Intellectuels, tat et socit
au Mexique au xxe sicle', LHarmattan. Paris, 1992; Diana Quattrocchi-W oisson Un
nationalisme de dracins. L Argentine pays malade de sa mmoire. CNRS, Paris, 1992
177Clarisse Berthezne: Intellectuels anglais: un faux paradoxe, en Michel Leymarie y
Jean-Franois Sirinelli (bajo la direccin de) L'Histoire des intellectuels aujourdhui. PUF,
Parts. 2003, pp. 45-61.

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FRANOIS DOSSE

En esta lnea es en la que se inscribe la obra polmica de Paul Johnson,


que invita a juzgar a los intelectuales no por lo que escriben, sino por lo
que hacen, poniendo en duda su derecho a salir del campo en el que son
expertos. Despus de haber pasado revista a los que considera responsables
de las masacres contemporneas y que no son privativos de Francia, aun
que se encuentren en buena posicin Rousseau y Sartre, exclama: ! Atrs
los intelectuales!182. Llega hasta trazar una lnea de filiacin directa entre
Sartre v Pol Pot: Los horrorosos crmenes cometidos en Camboya desde abril de 1975... han sido organizados por grupos de intelectuales fran
cfonos pertenecientes a las clases medias, conocidos bajo el nombre de
Angka Leu (la Alta Organizacin). Sobre ocho jefes, cinco eran maestros,
un profesor de universidad, un funcionario y otro comunista. Todos haban
estudiado en Francia en los aos 1950, donde no solamente han pertene
cido al Partido Comunista, sino tambin se han tragado las doctrinas de
Sartre sobre el activismo filosfico y la violencia necesaria. Estas ma
sacres son su hijo ideolgico181.
Si tales posiciones son caricaturescas, sin embargo el contraste es por
todas paites evidente, en cuanto a la posicin del intelectual a una y otra
parte del Canal de la Mancha. Esto es lo que tambin constata Stefan Collini, cuando evoca la permanencia del clich, segn el cual Inglaterra se
distinguira por la ausencia de intelectuales184. Collini distingue varios sen
tidos de la nocin de intelectual. En primer lugar, se k* puede dar una de
finicin de orden sociolgico, pero tambin se le puede entender como un
trmino de orden cultural, designando una especie de autoridad cultural de
quien puede dirigirse a un pblico ms amplio, lo que en general no le permite su actividad profesional. En una tercera acepcin, Collini se acerca a
la definicin poltica que le dan en Francia Jean Fran^ois Sirinelli y Pascal
Ory, segn la cual el intelectual es el que sale de su campo de competencia
para intervenir o actuar en el campo poltico, pero reconoce que esta signi
ficacin puede parecer como curiosa a unos odos ingleses185. A esto se
aade, segn Collini, un cuarto sentido, que califica como normativo y
que corresponde a lo que se espera de un intelectual real, es decir, la busca
de la validez y de la verdad de las ideas por s mismas. Adems, hay un

1MPaul Johnson: Le Grand Mensonge des intellectuels. Vices privs et vertus publicities
(1988), Lalont. Paris. 1993.
183Ibid., citado por Jeremy Jennings: Lanli-intellectualisme britannique et l'intellectuel
franais, art. cit., p. 120
1!WStephan Collini: Intellectuals in Britain and France in the Twentieth Century.
Contusions, Contrasts and Convergences?, en Jeremy Jennings (editor): "Intellectuals in
Twentieth-Century France. Mandarins andSamourais, St Martins Press. 1993, pp. 199-224.
185Ibid., p. 202.

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uso peyorativo de la nocin, segn la cual el intelectual sera alguien que


se distinguira por una forma particular de pretensin, una autosuficiencia
en nombre de una falsa superioridad.
La definicin que retiene Collini es ms amplia que la adoptada por los
historiadores franceses, que parten del modelo Dreyfus. Segn l, el inte
lectual se deline por su capacidad para salir de su campo de conocimien
to, pero no solamente sobre el terrent) poltico, en un sentido cultural ms
amplio, donde es considerado capaz de hablar con autoridad sobre un tema
del que no es experto. En este ttulo, es larga la lista de los que pueden ser
reconocidos como intelectuales ingleses.186. En su mayor parte, son gran
des especialistas en su campo e intervienen con autoridad en los estrechos
lmites de su competencia reconocida.
Desde 1992, el g r o (Grupo de Investigacin sobre la Historia de los
Intelectuales), animado por Nicole Racine y Michel Trebitsch en el mar
co del i h t p (Instituto de Historia del Tiempo Presente), explora el sitio de
los intelectuales en otros pases distintos de Francia, interrogndose con
eso mismo sobre la excepcionalidad francesa. As. Marie-Christine Granjon opone los estruendosos intelectuales franceses comprometidos al si
lencio tic rigor que reina entre los belgas, los suizos o los daneses, donde
el intelectual apenas es reconocible, simple ciudadano entre otros. En la
raz de este contraste, primeramente se distinguen configuraciones dife
rentes del sistema poltico, que induce el recurso a los intelectuales como
simples expertos especializados en tal campo especfico. Tambin se en
cuentra esta posicin de ser un experto en el mundo anglosajn y en Ale
mania, donde los intelectuales son considerados y estudiados sobre todo
como profesionales, creadores y distribuidores de conocimientos y de bie
nes culturales187.
Los estudios americanos, llevados a trmino desde el fin de los aos
1970 fundamentalmente por Thomas Bender, David Ilollinger y James T.
Kloppenberg, atestiguan un contraste semejante188. Como puede juzgarse por
Stephan Collini cita entre otros a George Bernard Shaw, Beatrice Webb, H.G. Wells.
T E. Hulme, Hlaire Belloc, Bertrand Russell, G.M. Trevelyan. Lonard Woolf, J.M. Keynes,
T.S. Eliot, F.R Leavis. R.H. Tawney, A.D. Lindsay, Harold Laski, A.J Toynbee. Richard
Titmuss. Stephen Spender, George Orwell, Cyril Conolly, Lewis Namier, Karl Popper, Michael
Oakeshott, A.J. Ayer, A.J.F Taylor, Lionel Robbins, Isaiah Berlin, Stuart Hampshire, R.D
Laing, Peter Medawar, Raymond Williams, E.P. Thompson, W.G. Runciman, Harold Pintcr,
George Steiner...
, r M arie-Christine Granjon Une enqute collective sur l'histoire des intellectuels
synthses et perspectives, en Michel Trebitsch et Marie-Christine Granjon (bajo la direccin
de): Pour une histoire compare les intellectuels, op. cit.. p. 30.
188Thomas Bender: Intellect and Public Ufe. Essays on the Social History o f Academic
Intellectuats in the United States. The John Hopkins Universit Press, Baltimore. Londres,
1993.

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cia de una Europa modelo, vanguardista en la marcha de la humanidad,


las ciencias humanas han sustituido una conciencia crtica revocadora del
Sujeto y de la Historia, el retorno de la conciencia sobre s misma o, ms
bien, sobre su cara opuesta, sobre lo inhibido. Esta idea de una igualdad
de los pueblos, que surge en la posguerra para imponerse con la descolo
nizacin. es una idea nueva que modifica todas las referencias para pensar
el espacio geopoltico.
Los intelectuales del momento estructuralista buscan otra va que la del
modelo del compromiso en nombre de lo universal encarnado por Saitre.
As, Roland Barthes rompe con la idea de certezas, en cuyo nombre in
tervendra en la plaza pblica y considera que el papel del intelectual es
el de comprometerse con resolucin en tierras vrgenes, privilegiando un
espritu de vanguardia: El espritu universal le haca sitio al espritu de
vanguardia192. De ello resulta una mayor movilidad intelectual para evi
tar por todos los medios cualquier forma de recuperacin por la sociedad
global, aplicando sobre ella una implacable lgica de desvelo, alimentada
por los instrumentos de la retrica y por el recurso a la trada Marx, Freud,
Nietzsche. Esta crtica ejercida en nombre de los maestros de la sospecha
sobre uxlos los discursos de legitimacin se ha alimentado, a la vez, por
un fondo pesimista, crtico con las ilusiones de la razn, y por una volun
tad reconstructiva de todo lo que se consideraba como coherencia global,
imperativo categrico, orden natural, sometido a la descomposicin de una
crtica radical. La misma nocin de realidad se encuentra puesta en cues
tin. Todo lo que remite a sus categoras no provocando ms que desilu
siones, lo real es rechazado al orden de la insignificancia La filosofa de la
bsqueda de la cara oculta se hace eco de una esttica de la desaparicin,
como la ve en su obra Paul Virilio, en donde el efecto de lo real suplan
ta a la realidad. Un escepticismo generalizado pone en crisis todo metarelato en la sociedad postindustrial o postmoderna. Segn Jean-Fmncois
Lyotard193, este paso a una nueva economa del discurso se produce hacia
finales de 1950 en Europa, o sea, en el momento en que llega a su lin la
Reconstruccin.
Con las tecnologas modernas de la comunicacin, con la infonnatizacin de la sociedad, se produce un balanceo del saber; se convierte en
la cara indisoluble del poder de los que toman decisiones, de los progra
madores, que relegan poco a poco a la antigua clase poltica tradicional a
un papel subalterno. En tal marco, la cuestin de la legitimacin se dcs192 Thomas Pavel, en Claude Bremcmd y Thomas Pavel, De Barthes Balzac. Albin
Michel, Paris, 1998, p. 24.
IWJean-Franois Lyotard: La Condition postmoderne. Minuit, Paris. 1979, p. 11.

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FRANOIS DOSSE

consciente del cambio, en la Segunda Guerra Mundial, con el fsico atmi


co OppenheimcT. portador de un saber a la vez especfico y detentador de
un alcance planetario. Se encontraba en deuda con la sociedad en nombre
de su saber cientfico. Este especialista an se encuentra en la bisagra de
los dos lipos de intelectuales, pero la parte del especialista va a prevale
cer pronto, a partir de vnculos transversales en redes de sociabilidad, que
sacan al intelectual de su aislamiento romntico: As, los magistrados y
los psiquiatras, los mdicos y los trabajadores sociales, los trabajadores
de laboratorio y los socilogos pueden, cada uno en su propio espacio y
por la va de intercambios y de apoyos, participar en una politizacin glo
bal de los intelectuales20*. Considerando que el ideal tipo del intelectual
universal ha nacido en la categora del jurista notable, Foucault ve la nue
va concepcin del intelectual especfico enraizarse en la figura del sabio
experto y especialmente de dos disciplinas, que habran sido los mejores
viveros de esta aparicin: la biologa y la fsica, implicando el paso de la
sacralizacin de la escritura literaria a la del saber erudito. Este movimien
to se habra desarrollado sobre todo desde 1960, al ritmo de la moderni
zacin acelerada. En 1976, Foucault juzga que conviene reelaborar esta
figura del intelectual especfico tal y como ha ocupado un lugar creciente
en la sociedad: Lo importante, creo, es que la verdad no est fuera del
poder ni sin poder... La verdad es de este mundo... cada sociedad tiene
su rgimen de verdad, su poltica general de verdad es decir, los tipos de
discurso que acoge y hace funcionar como verdaderos204. A la tensin de
Althusser entre ideologa y ciencia, Foucault opone una funcin un poco
diferente para los intelectuales especficos, la de ojear la verdad bajo las
lgicas del poder segn unos tpicos especializados, en una andadura de
desvelamiento que sin embargo es similar.
El ltimo coletazo pblico de la tica de conviccin dirigida por la pos
tura de desvelamiento podra estar datado en 1978, cuando Michel Foucault,
enviado por Le Nouvel Observateur a Irn, describe la revolucin iran en
marcha. Impresionado por la contestacin de los valores occidentales mo
dernos, ve en esta revolucin un movimiento cine permite reconciliarse
con una espiritualidad poltica positiva: La situacin en Irn parece estar
suspendida en una gran rivalidad entre dos personajes con blusones tradi
cionales: el rey y el santo, el soberano en armas y el exiliado despojado;
el dspota que tiene enfrente suyo al hombre que se yergue con las ma
nos desnudas, aclamado por un pueblo205. Hoy se sabe hasta qu punto
3Ui Ibid., Dits et crits, p. 155.
201 Ibid., Dits et crits, p 158.
m Michel Foucault; A quoi rvent les Iraniens?, en Le Nouvel Observateur del 16 de
oetubre de 1978.

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esc gobierno islmico que Foueault presentaba como liberador, verdadero


umbral de una novedad, encamacin de la resistencia a la opresin, se ha
transformado en una dictadura brutal. Este tipo de errores, convertidos en
excepcionales e incongruentes despus de 1975, ampliamente comparti
dos. por el contrario, en el periodo precedente, puede ser percibido como
el resultado de los efectos perversos de una posicin hipercrtica frente a
la democracia y sus instituciones.
Si la funcin de los intelectuales reside en el ejercicio de esta crtica,
implica, para evitar un cierto nmero de delirios polticos, considerar que
la democracia no resulta tan evidente que haya que olvidar sus logros,
para mejor exaltar cualquier cosa de las muchas que se dan en otra parte.
El problema no es que se haya producido este gnero de discurso crtico
contra la democracia, sino que no se haya tomado la molestia de ajustarla
con una declaracin de solidaridad. A pesar de estos errores, Foueault no
deja de reivindicar alto y fuerte en 1979 su postura de intelectual espec
fico, fiel a su estrategia encaminada a la sospecha: En estos tiempos los
intelectuales no tienen muy buena prensa: creo poder emplear esta pa
labra en un sentido muy preciso. Por lo tanto, no es el momento de decir
que no se es intelectual. Por lo dems, hara sonrer. Intelectual, lo soy. Se
me preguntara cmo concibo lo que hago, respondera... Ser respetuoso
cuando una singularidad se levanta, intransigente desde el momento en que
el poder viola lo universal. Eleccin simple, obra trabajosa: pues hay que
estar atento a todo a la vez, un poco por debajo de la historia, lo que la
rompe y la agita, y vigilar un poco por detrs de la poltica sobre lo que
debe limitarla incondicional mente206.
El intelectual de la sospecha dejar sitio en los aos 1980 a un intelec
tual reconciliado con los valores democrticos, preocupado, sin embargo,
por su autonoma crtica. No obstante, este ltimo retendr la enseanza
de Foueault de una reduccin de su tipo de intervencin a su dominio es
pecfico de competencia.

104 Michel Foucault, Inutile de se soulever?, en Le Monde. 11-12 de m ayode 1979, pp.
1-2; recogidoen Dits et crits, tomo III. op. cit., p. 794.

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LA ELUCIDACION SOCIOLOOICAY SUS LIMITES

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compaerismos de escuela y, en especial, los ms legtimos de entre ellos,


como los del primer curso que prepara a la oposicin para ingresar en la
Escuela Normal Superior, los que se preparan para la Escuela Normal Su
perior de Letras, los de la e n s , los de la e n a . . . A estos espacios de forma
cin se aaden las solidaridades militantes, en el plano sindical o poltico,
constitutivas de solidaridades generacionales. De esta socialidad resulta la
oposicin entre dos figuras de intelectuales: la de la resistencia irreductible
al poder, a la manera de Antfona frente a Creonte, y la del apoyo activo
de los que toman decisiones, a la manera del experto consultado por sus
competencias en los despachos ministeriales.
En segundo lugar, Rmy Rieffel define los modos de legitimacin de
los intelectuales, cuyo primer instrumento es la revista en tanto que certificado de calificacin y verdaderorpulmn de la vida intelectual4. A
partir de esta constatacin, elabora una cartografa de las diversas revistas
que animan los debates del periodo contemporneo bajo la V Repblica,
entre 1958 y 1990, a partir de los diversos polos de pertenencia: las revistas
liberales ( Preuves, Contrepoint, Commentaire), comunistas (La Nouvelle
Critique, La Pense, Clart), vanguardistas (Tel Quel, Critique), margina
les (Arguments, Socialisme ou Barbarie), reformistas (Le Dbat), progre
sistas (Les Temps modernes. Esprit...).
Finalmente. Rieffel define los diversos modos de consagracin del intelectual. Invita a su lector a examinar los grandes debates pblicos, las
grandes instituciones, la esfera editorial, la prensa escrita, los medios au
diovisuales. interrogndose sobre la eficacia de los procedimientos de
amplificacin y de resonancia puestos en marcha por los intelectuales5.
En este plano restituye las grandes controversias y los debates pblicos or
ganizados en el marco de las Semanas del pensamiento marxista o de las
Semanas de los intelectuales catlicos, las variaciones de legitimidad que
afectan a los grandes centros de la enseanza y de la investigacin entre
el polo de las instituciones acadmicas, como la Sorbona, y los lugares
perifricos que van a ganar en legitimidad como el e h e s s . A esta consa
gracin de orden universitario se aade la que emana de la esfera edito
rial \ Rieffel examina tambin las casas de edicin, el mercado editorial,
diferenciando en el paisaje una cierta v anguardia con Minuit, Maspero,
de los gloriosos
hermanos mayores6,
como Gallimard o Le Seuil,T mvt de
<-
*
^
las casas ms mediticas, como Grasset. Al polo editorial se aade el de
la prensa escrita, que ve cambiar su estatuto en el transcurso de este pe-

4 Ibid, p 219.
5Ibid., p. 406.
6 Ibid, p. 472.

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LA ELUCIDACION SOCIOLOOICAY SI S LIMITES

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cualidades de escritor: Gide, Proust, Valiy..., y a otro por sus cualidades


de profesor: Bergson, Alain...
Ciertamente, el tiempo de antes de la guerra ya haba visto operarse
unas transformaciones decisivas, que han permitido a algunos alumnos
de la Normal conseguir su conversin en calidad de escritores, como fue
el caso de Romain Rolland, Jules Romain, Jean Giraudoux o Paul Nizan.
Pero en la medida en que el modelo utilizado elimina la parte de la ecua
cin personal. Boschetti considera que Sartre no haca ms que responder
a una situacin ya bien instalada: Se porta (Sartre) como si siguiera y
realizara inconscientemente un programa: producir la literatura y la filo
sofa que en ese momento esperan el campo literario y el campo filosfico
francs31. As pues, no es Sartre el que acta, sino el campo quien acta
para l. sin saberlo, en una estrategia tanto ms coherente en cuanto viene
de las fuerzas oscuras e insondables de un campo en accin. Las opciones
filosficas de Sartre no encuentran su coherencia ms que como soportes
de legitimacin. Si se apoya en la fenomenologa es para dar ms rigor a
sus ambiciones literarias. En ese esquema, su concepcin de la filosofa se
convierte en una forma de conversin tico-religiosa32. Entonces, Sartre
es presentado por Anna Boschetti como un espiritualista a su pesar, pudiendo as atribuirse una tradicin francesa prestigiosa en este mbito. La
lectura que se hace de El Ser y la Nada consiste en ver en ese texto una
operacin de exorcismo33 frente al mundo social, que sera para Sartre a
la vez una amenaza para la pureza de la conciencia y una fuente de repul
sin. Sartre opondra a este mundo infra el de la nobleza filosfica. Esta
ltima sera la palanca instrumental izada por Sartre para pretender dominar
el campo intelectual. Justificara en el plano tic la argumentacin filosfica
las prerrogativas de una casta particular, la de los intelectuales, de los que
sera el portavoz privilegiado, asegurando el poder legtimo a una aristo
cracia de la inteligencia libre de ponerse a un lado como de atribuirse una
especie de investidura para iluminar a sus contemporneos34. En cuanto
al profetismo sartriano, oculta ah an, dndose una buena conciencia, una
reafirmacin de un sentimiento de eleccin, un elitismo innato.
El mtodo de Boschetti equi\ ale al establecimiento de la filosofa de la
sospecha en su vertiente de descalificacin y de estigmatizacin del pen
samiento del otro, pretendiendo poner en evidencia algo no pensado en
nombre de un modelo encarnado por Bourdieu y calificando toda desvia-

11 Ibid., p 36.
12 Ibid.. p 57
a Ibid.. p 102.
34 Ilnd.. p 136.

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FRANOIS DOSSE

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cin en relacin con el pensamiento de Bourdieu como marca de desvia


ciones anticientficas. As, la ambivalencia expresada por Sartre en cuanto
a su pertenencia social, sus dudas en cuanto a su identidad, no seran ms
que una manera de negacin de una infancia intelectual tpica, de un h a
b m s conforme, la otra vertiente de la ilusin de creerse totalmente libre.
En el estudio de Boschetti se encuentra el vaciado de una voluntad siste
mtica de descalificar a Satire y su filosofa, a fin de anticipar que slo la
sociologa en la versin de Bourdieu puede escapar al condicionamiento
y. a este ttulo, convertirse en la ciencia social que sustituye a la filosofa.
Esta estrategia, muy consciente, conduce a la estigmatizacin de Sartre en
la medida en que l transmite una concepcin de la filosofa como disci
plina soberana35. Y su revista, dirigida por un triunvirato, compuesto por
l mismo, Maurice Merleau-Ponty y Simone de Beauvoir, es presentada
como el instrumento privilegiado de una conquista de la hegemona.
En esta lgica reducida a su nica dimensin de maximizacin de su
inters, la vida intelectual se encuentra totalmente desvitalizada, expurga
da de todo contenido, simple simulacro ocultando las horribles pasiones de
poder en un juego que escapa a todos: Para comprender esta tendencia al
reagrupamiento y el papel tic operador privilegiado que parece asumir la
fundacin de una revista en la institucionalizacin de un grupo, basta con
pensar la vida cultural como un campo de fuerzas, regulado por la com
petencia, en el que existir y afirmarse es conquistar el reconocimiento del
campo, hacerse un nombre. La lgica del mercado lleva a concentrar y a
acumular. El recurso a una revista como operacin constituyente es confor
me a la lgica de un capital particular, el capital intelectual36. El modelo
reduccionista en uso es realmente el de la transposicin explcita de las
reglas del mercado, del utilitarismo generalizado transpuesto al plano de la
vida cultural, al precio de una deshistorizacin y de una prdida total del
contenido del discurso, de un rodeo de las mismas obras intelectuales37.
Sobre un periodo ms extenso (1940-1953) y tomando como objeto
de estudio todo el campo literario, Gisle Sapiro ha publicado un trabajo
muy erudito, en el que tambin trata de aplicar el esquema de Bourdieu38.

J5 bid.. p. 167.
bul., p. 179.
'7 Sobre el mismo tema de las relaciones de Sartre con Le.s Temps modernes, se leern con
provecho unas obras de una inspiracin completamente distinta, ms histricas y tomando
en consideracin las posturas ideolgicas y polticas Michel-Antoine Burnier, Les Existen
tialistes et la politique. Gallimard. Paris. 1966; A D. Rauwez. Jean-Paul Sartres Les Temps
modernes A literary history 1945-1952, Nueva York, Whinston, 1981; Howard Davies. Sartre arul Les Temps modernes . Cambridge, Cambridge l niveisit) Press, 1987
ASGisle Sapiro: La Guerre des crivains 1940-1953 , Fayard, Paris, 1999.
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LA ELUCIDACION SOCIOLOGICA Y SUS LIMITES

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El corazn tic la demostracin est basado en cl anlisis de la actitud de


los escritores durante la guerra, con la idea de que la poltica no es el ni
co motor de sus comportamientos y de sus tomas de posicin. A este res
pecto, Gisle Sapiro se aleja del modelo en uso entre los historiadores de
la historia de los intelectuales, segn el cual el dato privilegiado es medir
los modos de compromiso de este medio: Muy frecuentemente, el com
promiso de los escritores bajo la Ocupacin ha sido tomado bajo la pers
pectiva de una historia intelectual centrada en lo poltico39. Sin negar la
eticada de lo poltico, la autora define una andadura que se quiere global
y se inscribe en una perspectiva que privilegia el dato sociolgico, en la
lnea revindicada por Pierre Bourdieu, Rmy Ponton, Christophe Charle,
Alain Viala, Anna Boschetti, Anne-Marie Thiesse. Por lo dems, su obra
surge de una tesis sostenida sobre el mismo tema bajo la direccin de Pie
rre Bourdieu, en 1994.
La cuestin central que se plantea Gisle Sapiro es la puesta a prueba,
en un periodo de crisis paroxstica como es la guerra, de la idea de auto
noma del campo intelectual. La dimensin del material recogido, as como
el cruce de acontecimientos de orden histrico, tienen una fuerte tenden
cia a atenuar el esquema tic partida, incluso si la autora dice favorecer una
andadura estructural, que pretende desplegar las lgicas propias de los es
critores dominados en relacin con los escritores dominantes. Reali
za este anlisis a partir de un estudio factorial basado en la trayectoria de
ciento ochenta y cinco escritores. As, distingue cuatro polos en el campo
literario bajo la Ocupacin: el de los escritores que han adquirido una no
toriedad en el orden temporal, el de los escritores que han adquirido una
notoriedad en el orden simblico, un polo de vanguardia y. finalmente, los
que slo estn dbilmente dotados en capital simblico40: El anlisis fac
torial saca a la luz la analoga entre el espacio de las posiciones ocupadas
en el campo literario y el espacio de las posiciones de las posturas polti
cas41. Sin embargo, la amplitud del corpus reunido por la autora tambin
da toda su importancia, junto a estos datos cuantitativos, a las manifesta
ciones cualitativas y a los discursos tenidos por estos escritores en su sin
gularidad. Por ejemplo, la reaccin de Roger Martin du Gard en julio de
1940 es muy significativa del desconcierto de los medios intelectuales, tal
como es analizado por el historiador Pierre Laborie42. Pacifista convencido
y militante hasta el punto de haber sido partidario de los acuerdos de Mu-

iv Ibid., p. 9.
40 Ibid., ver cuadro de la p X7
41 Ibid.. p. 102.
42 Pierre Laborie: L'Opinion publique sous Vichy, Seuil, Pars, 1990.

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FRANOIS DOSSE

nich. Martin du Gard est convencido en 1939 de que no hay otra salida
ms que la guerra, pero, como muchos, en 1940 est hundido en la mayor
confusin: Roto como un corcho, le escribe a Mara Van Rysselberehe
el 22 de julio de 194043. Gisle Sapiro, evocando las mltiples solicitudes
de las que son objeto los escritores desde el otoo de 1940, es llevada a
utilizar un cierto nmero de nociones preconizadas por los historiadores,
como la de acomodacin, empleada por Philippe Burin44. Este ltimo
distingue tres formas de acomodacin: la que debe sufrir la coaccin de
la economa y de los serv icios pblicos, la ms voluntaria de la promo
cin de intereses personales y, finalmente, la busca de un acuerdo con la
Alemania nazi, que es la nica que tiene que ver con una acomodacin
poltica. Teniendo en cuenta la estrecha red de las coacciones polticas, la
autora estudia el abanico de las posibles para unos escritores que recha
zan el compromiso con el ocupante y que tienen la eleccin entre la feroz
defensa del arte por el arte, apartados del mundo poltico, y e! mante
nimiento del espritu francs para poder continuar escribiendo y siendo
publicados. No se sealan ms que algunas excepciones que se abstienen
de toda publicacin legal, como Roger Martin du Gard, Andr Malraux,
Andr Chamson, Jean Guhenno o Ren Char. Dejando a parte esta acti
tud de excepcin, que puede llevar incluso a elegir la resistencia armada,
como ser el caso de Andr Malraux y Ren Char, la parte esencial de los
escritores elegirn publicar en nombre de la continuidad del espritu nacio
nal: La lucha por la reapropiacin del espritu francs ser la bandera
de la Resistencia intelectual45.
Segn Sapiro, en ese periodo el conflicto va a desarrollarse entre los
partidarios ele la autonoma de los valores literarios y los que defienden, en
nombre de los valores morales, la heteronoma de la literatura. Es sobre esta
base, sobre la que las dos bestias negras denunciadas como especialmen
te perjudiciales para el futuro de la literatura y responsables de la derrota
sern Andr Gide en la zona sur, estigmatizado por el polo moralizante, y
Franois Mauriac en la zona norte, considerado como la encamacin del
escritor burgus consagrado, cine, por lo tanto, ha renunciado a la autono
ma de la literatura. Y este esquema sirve de encasillado de lectura de las
posiciones de las grandes instituciones literarias como la Academia fran
cesa, la Academia Goncourt, la n r f , el Comit nacional de los escritores,
haciendo ver que el vuelco en la relacin de fuerzas que se opera a favor
de los defensores de la autonoma se ha hecho ms precoz en la ms he,J Roger Martin du Gard: Journal 1937-1949, tomo 111, Gallimard, Paris, 1993, p. 347
44 Philippe Burrin: La France l'heure allemande. Seuil, Paris, 1995.
45 Gisle Sapiro: La Guerre des crivains 1940-1953. op. cit., p. 67.

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LA ELUCIDACION SOCIOLOOICAY SUS LIMITES

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ternoma de las instituciones, la Academia francesa. Pero tambin ah se


aportan unos matices a una lectura puramente holslica de sus formas de
posicionamiento: Sin embargo, se matizar esta aproximacin institucio
nal que, si tiene el mrito de ilustrar estas cuatro lgicas, oculta su posi
ble coexistencia incluso en un mismo individuo46. La travesa de la crisis
provocada por la Ocupacin da lugar a una nueva institucin como el Co
mit Nacional de los Escritores ( c n e ) , que acumula una doble posicin de
defensa de la autonoma y de defensa del espritu francs. Entonces, el
contexto de la posguerra viene marcado por un descrdito duradero de la
posicin de repliegue sobre el arte por el arte en beneficio de la postura
del intelectual comprometido, como encarnacin de lo universal.

UNA HISTORIA SOCIAL DE LOS INTELECTUALES CON BASE POLEMOLGICA


En la confluencia de la sociologa y de la historia, Christophe Charle
disea una perspectiva sociocultural de enfoque comparativo de la histo
ria intelectual, tomando como terreno de estudio el siglo xix47. Pretende
romper con dos escollos en la manera de transcribir la historia de los inte
lectuales: la consideracin como hroes de los intelectuales desvinculados
de la cultura de su tiempo y la denigracin. No da la razn a ninguno de
estos dos tipos de enfoque en una complicidad circular, ms all de una
diferencia que slo existira en la superficie48. Criticando la idea de que
los intelectuales se resisten a ser considerados como una categora social
especfica, insiste por el contrario en las distinciones internas entre escri
tores y universitarios, jvenes y viejos, verdaderos y falsos, reaccionarios
y revolucionarios, periodistas y poetas...
Lo que prevalece en la lectura de Christophe Charle, que se inscribe en
una reivindicada filiacin de Bourdieu, es el lugar de estos intelectuales
en el seno de la lite y que ocupan una posicin de dominados de fcil
adaptacin: Ms se les honra simblicamente, menos se les escucha en la
prctica. Ms cultivan su especificidad, ms se alejan de las otras lites49.
El nacimiento de este grupo social es el producto de una larga bsqueda de

p 246.

Ibid..
47Christophe Charte: Naissance des intellectuels (1800-1900), Minuit. Paris. 1990; Ixi
Rpublique des universitaires (1870-1940). Seuil, Paris, 1994; Les Intellectuels en Europe
au xixe sicle. Essai d histoire compare. Seuil, Paris, 1996.
wAsf, Charte situa del lado del elogio a Julian Honda, a Jean-Paul Sartre y a Rgis Debray.
y del lado de la crftica a Paul I fargue, a Edouard Berth, a Paul N i/an y a Raymond Aron.
wChristophe Chai le: Naissance des intellectuels (18001900). op. cit., p. 13.

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LA ELUCIDACION SOCIOLOGICA Y SUS LIMITES

j j ~

cin individual57. Pero, en este plano, la sociologa tiene que de jar sitio
i consideraciones de orden psicolgico, sin las cuales la sociologa slo
es, como la risa, mecnica aplicada sobre el ser vivo. Pascal Ory pone en
evidencia esta paradoja en forma de desafo a la sociologa de Bourdieu,
segn el cual el honor de un militar salido de la buena burguesa juda es
defendido con el mayor encarnizamiento por dos intelectuales con un dbil
capital simblico y, sin embargo, con una eficacia clamorosa: un ensayis
ta judo anarquizante y un novelista no judo con un amplio pblico, pero
en busca de respetabilidad.
La definicin que da Christophe Charle del intelectual es a la vez constructivista y polemolgica, situando la emergencia de los intelectuales en
Francia a finales del siglo xix, en cuanto grupo portador de valores uni
versales siendo la resultante de una lucha entre grupos intelectuales que
tenan cada uno una definicin diferente de su papel y de su legitimidad.
No pretende definir a priori el grupo intelectual. Subrayando lo que
constituye el ms jiequeo denominador comn entre ellos, lo define como
una aspiracin a la autonoma y plantea tres cuestiones principales para
realizar con xito un estudio comparativo. Primeramente conviene, segn
Christophe ('liarle, identificar el grado de autonoma del campo intelec
tual en cada pas; despus, analizar la naturaleza de las relaciones entre el
campo intelectual y el del poder. Finalmente, se debe analizar en el inte
rior mismo de las actividades intelectuales las diversas relaciones de do
minacin. Si la perspectiva de Christophe ("liarle queda muy marcada por
las tesis sociolgicas de Bourdieu del estudio de los campos y subeampos
dominantes y dominados, sus trabajos se presentan ricos de fuentes archivsticas \ de un cuidado de dimensin histrica, de definicin de momentos singulares en la evolucin de cada marco nacional.

LA CUESTION DE LAS TRANSFERENCIAS CULTURALES


Los anlisis de Christophe Charle son en particular muy clarificadores
sobre el entrecruzamiento que se realiza a finales del siglo xix entre Fran
cia y Alemania. En efecto, branda aprende la leccin del fracaso de 1870,
hasta el punto de tomar a Alemania como modelo. Entonces hace dirigir
todo su esfuerzo al campo universitario, hasta entonces abandonado a favor
del campo literario e intelectual. Este tipo de transferencia cultural de una
configuracin nacional a otra es puesto en evidencia con este nacimiento
de una Repblica de los universitarios apropindose de las innovaciones
57

ibid., p

4X

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LA ELUCIDACION SOCIOLOGICA Y SUS LIMITES

j? j

macin en un sentido casi metafsico) un lugar central, mientras que este


concepto podra perfectamente no ser ni siquiera evocado por la pluma de
un investigador francs o ingls69.
En segundo lugar, Michel Espagne critica el sincronismo inherente a
esta andadura comparatista, que infravalora las transformciones diacrnicas y que a menudo relaciona o bien unos conceptos inconmensurables
o bien unos conceptos cuyo lugar ocupado en esa configuracin singular
110 es simtrico a otras configuraciones: De ah el inters cientfico que
habra en escoger unos objetos de investigacin que 110 hicieran aparecer
solamente puntos de contacto semnticos o formales, sino tambin hist
ricos Esta andadura, que pasa por la restitucin de cada contexto y de
cada prctica como prctica contextualizada, podra evitar el escollo de
resultados antihistricos por la toma en consideracin de los procesos de
evolucin en su heterogeneidad, pudiendo entonces captar mejor en qu
pueden producirse puntos de convergencia.
El tercer eje de la crtica, el de la prctica del comparatismo que con
siste en poner cara a cara grupos sociales, cuando lo que conviene captar
110 se sita tanto en el plano de grupos objetivados, cuanto de procesos de
aculturacin, de fenmenos de hibridacin. Adems, esos objetos transver
sales se encuentran especialmente infravalorados, pues el marco compa
rativo subraya lo que representa mejor la identidad de tal marco nacional,
antes de confrontarlo a lo que existe tambin en otro marco nacional. Sobre
todo, es el carcter esttico inherente a esta andadura comparatista el que
es objeto de la crtica de Michel Espagne: Las comparaciones ponen en
primer lugar el acento en las diferencias antes de enfocar puntos de con
vergencia. El mismo proceso de la diferenciacin se encuentra oculto en
el segundo plano de imbricaciones preexistentes71.
La crtica de Michel Espagne se refiere sobre todo a la comparacin
practicada entre Francia y Alemania. Hace notar que nicamente se com
para desde un determinado punto de vista nacional, lo que hace difcil en
contrar conceptos operativos para las dos configuraciones nacionales. Opo
ne a una andadura que loma globalmente en consideracin dos entidades
nacionales para compararlas, la utilizacin del concepto de transferencias
culturales72. Ms que la confrontacin de dos espacios nacionales, pre
fiere la puesta en relacin real, experimental, de puntos de contacto pre
cisos que desplazan los lmites previos, valorando as los fenmenos de
m lbid., p. 113.
70 Ibtd.. p. 114.
71 Ibtd. p. 118.
71Michel Espagne. Michael VVemcr. Transferts. l s relations interculturelles dans l'espace
franco-allemand (xvute-xtxe sicle). Recherches sur les civilisations, Paris, 1988

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LA H,'STOr,a ^

electual

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LA ACTIVIDAD INTELECTUAL EN LA HISTORIA CULTURAL

129

representaciones, que no pueden reducirse a un simple reflejo de las catego


ras socio-profesionales. Esta historia intelectual pretende estar ms atenta
a los recursos del relato, al inundo del texto2. Esta crtica de una cierta
historia de las mentalidades y de su corte binario entre cultura erudita \
cultura popular ha sido iniciada en los aos 1970, sin ser verdaderamente
entendida en su poca, con un artculo sobre la belleza del muerto, es
crito por Michel de Certeau, Jacques Revel y Dominique Julia en Polilique
aujourd'hui. El conflicto social y poltico entre dominantes y dominados
reflua en el terreno cultural, en un mbito en el que la evolucin moderna
y el progresismo slo podan provenir de una cultura erudita que arrastraba
al conjunto social detrs de ella. Esta divergencia en la lectura histrica per
mita, ciertamente, reintroducir una dialctica interna en el funcionamiento
de la duracin, pero slo en beneficio de las lites sociales. El nivel de las
mentalidades permaneca como el simple reflejo de las divisiones sociales
entre los grupos sociales. El mbito cultural, convertido en creador de lo
social, se convierte entonces en el envite de los conflictos, en lugar de las
contradicciones, en ncleo de inteligibilidad de una sociedad. La nueva
dialctica preconizada opone el tiempo y la cultura del pueblo, inmutable,
incapaz de separarse de sus costumbres, tiempo repetitivo, etnogrfico, al
tiempo y a la cultura de las lites, creador, dinmico, por lo tanto fuente
de la innovacin de la historia. La capacidad de cambio ya no se encuen
tra en lo social, sino en lo cultural; ah es donde la historia puede renacer
y superar la descripcin etnogrfica de una repeticin de lo mismo. Segn
Le Roy Ladurie, el cambio se encuentra esencialmente en el mundo cullural. Un buen da, es la cultura la que hace que todo bascule. Por lo tanto,
la divergencia cultura erudita/cultura popular se ha convertido en el lugar
de restitucin de las sociedades del pasado.
As, en Les Paysans du Languedoc, Emmanuel Le Roy I.adune opone
el mundo urbano, en el que la alfabetizacin progresa, en el que se renun
cia a la violencia, en el que la religin deja de estar en primer plano, a las
masas campesinas, a la cultura oral marcada por la violencia primitiva o
por un fanatismo de religin con sntomas neurticos. Por lo tanto, ha
bra una cultura intemporal, prxima a la naturaleza, a la animalidad, y,
a su lado, una cultura erudita. Es lo cultural lo que crea lo social, el mo
vimiento se encuentra del lado de la lite, la inercia del lado popular. El
corte entre estos dos mundos parece infranqueable, a pesar de su proximi-

2 Roger C hartier Le monde comme reprsenlation, en Anuales, ESC n 6, noviem


bre-diciembre de 1989, pp 1505-1520.
3 Emmanuel Le Roy Ladurie: Les Paysans du Languedoc (1966), Flammarion. Pars,
1969, p. 367.

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LA ACTIVIDAD INTELECTUAL EN LA HISTORIA CULTURAL

133

pero hay que comprender perfectamente que las relaciones entre culturas
dominantes y culturas dominadas son complejas y no pueden reducirse a
una simple transposicin degradada de una en relacin a la otra. Funda
mentalmente hbridas, estn formadas de prstamos y de intercambios, de
captacin y de desviacin. Si la cultura popular se encuentra ms inclinada
hacia la contestacin, tambin conoce, como lo han demostrado Passeron
y Grignon, unas fases de reposo15. Sobre tixlo se encuentra inclinada a
buscar las formas de hacer con la cultura dominante en la cotidianidad,
segn una expresin de Michel de Certeau. Richard Iloggart ya haba de
mostrado el carcter 110 mecnico de la recepcin de los mensajes de la
cultura dominante por las categoras populares, que practican una atencin
muy selectiva frente a los mensajes que les son dirigidos, atencin que IIoggart califica de oblicua16. En opinin de Hoggart, como en opinin de
Certeau, por lo tanto el consumo debe ser considerado a partir de lo que
con l hacen los consumidores, de su hacer propio.
Despus se dedica a estudiar los diversos modos de apropiacin de los
textos a partir de los soportes, de los puntos de ancla je institucionales y del
estudio de las prcticas socialmente diferenciadas. Esta perspectiva pone
en cuestin el desacoplamiento clsico entre dominantes y dominados para
dar lugar a unas prcticas con una perspectiva muy disociada, que frecuen
temente cruzan las estratificaciones sociales. Chartier da una definicin de
la nocin de apropiacin diferente a la vez del enfoque de Foucault, que
subraya los procesos de dominacin, y del enfoque hermenutico, que se
sita en el plano de una recuperacin de sentido: La apropiacin, tal y
como la entendemos, apunta a una historia social de los usos y de las in
terpretaciones, referidas a sus determinaciones fundamentales e inscritas
en las prcticas especficas que las producen17.
Ciertamente la nocin de representacin no es \ erdaderamente nueva
en la prctica histrica y tambin pertenece a la tradicin de Durkheim.
lia sido ampliamente utilizada en los aos 1970 como una nocin afn,
que ayuda a una historia de las mentalidades plenamente triunfante. Sin
embargo, hoy coge un significado nuevo en un momento, en que la disci
plina histrica parece realmente, despus de su hora de gloria, la pariente
pobre del ajuar cognilivo. Algunos la expulsan a su dimensin contingen
te, a su ineptitud para transformarse en verdadera ciencia. Otros pretenden
15 Claude Grignon, Jean-Claude Passeron: Ix Savant et le populaire, Gallimard, Seuil,
Paris, 1989.
Richard Hoggarl: La Culture du pauvre. tude sur le sty le de vie des classes popu
laires en Angleterre (1957), Minuit, Paris, 1970
17 Roger Chartier Le monde comme reprsentation, en Annales, ESC, n 6. noviem
bre-diciembre de 1989, p. 1511.

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LA ACTIVIDAD INTELECTUAL EN LA HISTORIA CULTURAL

135

gundo desplazamiento viene de la renuncia a considerar las singularida


des territoriales como la nica divisin posible de las investigaciones y a
sustituirlas por la revalorizacin de las regularidades. En tercer lugar, la
transposicin de los cortes socioprofesionales al plano de las mentalidades
es puesta en tela de juicio por las ltimas investigaciones en esle mbito,
que demuestran que es imposible calificar los motivos, los objetos o las
prcticas culturales en trminos inmediatamente sociolgicos23. Fistos des
plazamientos invitan a prestar ms atencin al proceso de construccin del
sentido verificado como resultante de un punto de encuentro entre mundo
del texto y mundo del lector, nociones que Roger Chartier toma de Paul
Ricoeur, pero en una perspectiva especficamente histrica de restitucin
de las prcticas, de los soportes, de las modalidades concretas del acto de
escribir y de leer. Roger Chartier sita el nuevo espacio de investigacin
en una interseccin entre una historia de las prcticas socialmente diferen
ciadas y una historia de las representaciones, que se plantean como objeto
el dar cuenta de las diversas formas de apropiacin. Esta plural /.acin de
las construcciones culturales cambia de arriba abajo la oposicin funda
mentalmente dualista entre dominantes/dominados, utilizada hasta ahora
como enfoque coherente de descripciones manifestadas en el interior de
la jerarqua socioprofesional. La puesta en tela de juicio de la capacidad
organizadora de esta clave de lectura le da a la cuestin de las formas de
apropiacin una posicin central.
En el corazn del vuelco del paradigma en esta disciplina, tal y como
lo analiza Marcel Gauchet, se impone la necesidad, para el historiador, de
entender cmo acta el simbolismo en la sociedad. Este nuevo campo de
investigacin debe ser descifrado a partir de la divisin realizada entre la
parte explcita y la parte inconsciente de las representaciones. Loque im
plica una nueva mirada para un historiador enfrentado a nuevos problemas.
En ruptura con la historicizacin del periodo de la historia de las menta
lidades, la reactivacin de las preguntas clsicas bajo el nuevo ngulo de
la historia de las representaciones lleva a plantear unas estructuraciones
muy profundas de la experiencia. Considerar que se puede tener acceso al
pasado implica pensar que hay, ms all de las variaciones, de los cam
bios y rupturas entre la cultura de hoy y la de ayer, algo que hace posible
su comunicacin. Presupone una humanidad comn, lo que Joelle Proust
llama el tpico comparativo24, por el que, por ejemplo, se puede encon
trar el sentido de lo bello en Platn o cualquier otro valor cultural de una
11 Ibid., p. 1509.
24
Jolle Proust: Problmes d histoire de la philosophie: lide de topique comparati
ve, en el Bulletin de la socit franaise de philosophie, julio-sepliembre de 1988.

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136

FRANOIS DOSSE

sociedad, que no es la nuestra. Este postulado se encuentra con las orien


taciones de las ciencias cognoscitivas.
En el plano histrico se plantea la cuestin de saber lo que fundamenta
esta humanidad comn. Es a este problema al que se ha confrontado Mar
cel Gauchct con Le Dsenchantemeni du monde2*, analizando las creencias
religiosas. La tesis central de Marcel Gauchet es demostrar que si la socie
dad moderna ha salido de la religin como marco fundador del carcter so
cial, lo que representa realmente una ruptura esencial, sin embargo, detrs
de esta mutacin, revela la continuidad de una modernidad dotada de ele
mentos equivalentes, que han sustituido a la experiencia religiosa de otro
tiempo, respondiendo a las mismas necesidades. Esta historia de las meta
morfosis del lugar de lo religioso tiene como objetivo juntar dos enfoques
presentados frecuentemente como antinmicos: La unidad del devenir y
la existencia en su seno de discontinuidades radicales26.
Esta combinatoria entre continuidades *v discontinuidades da acceso a
una posible comprensin del pasado, en la medida en que una experiencia
humana comn enlaza el pasado y el presente. En la demostracin de Mar
cel Gauchet hay toda una vivencia colectiva inconsciente de una sociedad
moderna, que se inscribe en unas experiencias que tienen relacin con la
vivencia religiosa del pasado. El lugar eminente acordado a la ciencia en
la modernidad, as como a la esttica, son los signos tangibles de este pos
tulado, segn el cual el lugar de la verdad se encuentra en un nivel profun
do, a la vez invisible y presente en las cosas mismas. Gauchet se distancia
de la manera como Roger Chartier utiliza la nocin de representacin,
demasiado equvoca y que tieno como objetivo el conservar las separacio
nes sociales como la base esencial de todo trabajo histrico, teniendo como
consecuencia negativa disminuir la importancia de los hechos culturales.
En su opinin, esta nocin abarca mucho, pese a quedar suficientemente
corta para permitir que permanezca en la rbita de este determinismo so
ciolgico, por otro lado repudiado2'.
Ms tarde, el historiador britnico Geoffrey E.R. Lloyd, sucesor de
Finley en la Universidad de Cambridge, expresa con ms radicalidad este
distancia miento de la historia de las mentalidades con el ttulo de su obra
publicada en 1990 en Inglaterra, Pour en finir avec l'histoire des mentalits28. A travs de una cierta apariencia de estudio de casos, insiste en tres
25 Marcel Gauchet Le Dsenchantement du monde, Gallimard, Pars, 1985.
ib Ibid.. p. xvi
27 Marcel Gauchet: Llargissement de lobjet historique, en Le Dbat. n 103. ene
ro-febrero 1999, p. 134.
28 Geoffrey E R Lloyd: Pour en finir avec l histoire des mentalits (1990), La D
couverte. Paris, 1993.

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LA ACTIVIDAD INTELECTUAL EN LA I USTORIA CULTURAL

137

dificultades propias tic la evaluacin de la validez de esta nocin de men


talidad. La primera, esencial, es el predominio concedido a los fenmenos
estables, dando por supuesto que son estructurales. Invocar las estructuras
subyacentes lleva a ignorar el hecho de que es la manera como esas es
tructuras cambian con el tiempo lo que se vuelve problemtico29. Tal con
cepcin ha forzado a los defensores de la nocin de mentalidad a valorar
los anlisis dicotinicos, generalizando as las formas de oposicin masi
va entre categoras sociales o entre pocas, incluso cuando la pertinencia
haba que buscarla en los procesos de transicin entre grupos y pocas
De la misma manera, calificando a tal o cual sociedad con una mentalidad
comn, se corre el riesgo de generalizaciones abusivas y de minimizar las
mltiples variaciones individuales. Por lo tanto, para Lloyd, la historia de
las mentalidades se encuentra del lado del holismo, mientras que el histo
riador tiene que hacer prevalecer unas lgicas ms individualizadas: Las
comunidades no piensan, slo los individuos piensan30. En segundo lu
gar, segn Lloyd, referirse a una mentalidad singular de hecho viene a ser
simplemente volver a describir los fenmenos que el historiador considera
extraos o los que necesitan explicacin y, la mayora de las veces, deja
de lado la explicacin a emitir sobre la mentalidad en s misma. En tercer
lugar, cuando se establecen analogas u oposiciones entre los sistemas de
creencias en general, es esencial que los trminos de la comparacin per
manezcan idnticos31.
As pues, se ha pasado de una historia de las mentalidades, dominante en
los aos 1970, a una historia intelectual o cultural sobre la base de una crtica
cada vez ms radical del modo de reduccionismo implicado por un determinismo sociolgico. As viene estigmatizada la asimilacin de los contenidos
del pensamiento a unos objetos culturales impersonales, cuando todo uso o
toda apropiacin de un producto o de una idea es un trabajo intelectual, al
que con toda seguridad slo le falta el estudio distributivo32. La pareja su
jeto/objeto se encuentra fundamentalmente transformada por la nueva con
ciencia de que el texto es fabricacin segn unos modelos y troquelados que
evolucionan en el tiempo, siguiendo la singularidad de las situaciones con
textales: As, lo real toma un sentido nuevo: en efecto, lo que es real no es
solamente la realidad enfocada por el texto, sino la manera como la enfoca,
en la historicidad de su produccin y en Ja estrategia de su escritura33.
29 Ibid.. p. 210.
30 G Jahoda Psychologie et anthropologie (1982), Armand Colin, Paris, 1V89, p. 182
31 Geoffrey E.R. Lloyd: op. cit.. p. 19.
}2 Roger Chartier: Histoire intellectuelle et histoire des mentalits (1983), en Ait bord
de la falaise. Albin Michel, Paris, 1998, p. 47
Ibid.. p. 59.

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LA ACTIVIDAD INTELECTUAL EN LA HISTORIA CULTURAL

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las versiones, pone en evidencia algunos temas recurrentes pasando revis


ta a Caperucia Roja, El Gato con botas, Pulgarcito..., y ponindolos en
relacin con las condiciones concretas de existencia, con las dificultades
arrostradas, con las plagas del tiemx'>, con las emociones y los numerosos
miedos del mundo rural del Antiguo Rgimen. Darnton devuelve a estos
cuentos su funcin de puesta en escena de la vida cotidiana, cuando ms
bien se tena tendencia a leerlos como expresiones de evasin del mundo
real en una perspectiva que les da carcter folclrico: lili la mayor parte
de los cuentos, la realizacin de los deseos se transforma en programa de
supervivencia y no en posibilidad de evasin46. Incluso una funcin performativa parece atribuirle a los cuentos el cuidado de recordar al mun
do campesino la crueldad del orden social y les sugiere unos medios para
hacerle frente. Incitacin a la desconfianza, lo que cuentan esas historias
pretende transmitir un cierto nmero de astucias prcticas para evitar que
ocurra lo peor: Estos personajes tienen en comn no slo la astucia, sino
la debilidad, y sus adversarios se distinguen por la fuerza y la estupidez.
La astucia opone siempre el pequeo al grande, el pobre al rico, el opri
mido al poderoso4". Sin embargo, en este primer estudio sobre los cuen
tos, Darnton es muy consciente de los lmites de su enfoque, que tienen
que ver en lo esencial con lo histrico-crtico clsico, buscando solamente
desvelar bajo la pelcula de los textos la parte real.
Con la narracin de la matanza de los gatos de la calle Saint-Sverin,
Darnton pasa del mundo rural al mundo urbano. La escena se remonta a
1730 y se sita en una imprenta parisina. Se trata de la narracin de un
obrero, Nicols Contal, que cuenta su duro aprendizaje del oficio de im
presor: Duermen en un cuartucho srdido, glacial, se levantan antes del
alba, hacen carreras todo el da, vejados |x>r los obreros, insultados por el
patrn y slo comen un caldito inspido48. El rencor se acumula en este
universo cerrado y se cristaliza sobre la pare ja de los dueos. Adems, los
aprendices ni tan siquiera encuentran el reposo del sueo a causa de una
horda de gatos callejeros, instalada cerca del taller, y aullando toda la no
che encima de su desvn. Para vengarse, empiezan a imitar los maullidos
nocturnos de los gatos en la proximidad inmediata de la habitacin de sus
amos durante bastantes noches, para que estos ltimos les ordenen desem
barazarse de estos gatos inoportunos, con la notoria excepcin de la Gris,
la gata del ama, que tiene que ser salvada. Evidentemente, los aprendices
y sus compaeros no se hacen de rogar y comienzan su matanza por la

* Ibid.. p. 37.
47 Ibid.. p. 59.
,BIbid.. p. 75.

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LA ACTIVIDAD INTELECTUAL EN LA HISTORIA CULTURAL

145

fluven
en lnea recta de las ideas. Incluso es esta misma relacin ambivaW
lente, compleja, contradictoria, la que constituira los orgenes culturales de
la Revolucin Francesa: Si la Revolucin tiene realmente unos orgenes
culturales, residen... en las discordancias existentes, por una parte, entre
los discursos (por lo dems, opuestos) que, representando el mundo social,
proponen su reorganizacin y, por otra parte, las prcticas64. Roger Chartier define una andadura que pretende conjugar una lectura hacia dentro \
hacia fuera, descartando la concepcin estereotipada que partira de la idea
de una significacin unvoca de los textos, dejando de lado los diversos
modos de apropiacin y considerando la difusin de las ideas como una
simple imposicin. Muy al contrario, segn Chartier, no se puede disociar
el proceso de difusin de las ideas del objeto mismo de esta difusin. Son
estos principios los que dirigen su estudio sobre el estado de la opinin
pblica en el siglo xvm y el nacimiento de un espacio pblico autnomo.
Es en este nuevo espacio donde circula lo impreso, a partir de una red de
libreras, que anima el campo literario y lleva a una profesional i/acin de
los autores. Su nmero progresa, hasta el punto de que Voltaire llega a es
tigmatizar a la chusma de la literatura a propsito de todos los que viven
de su pluma y se ven obligados a multiplicar las concesiones en relacin
con los que les financian.
A la pregunta de saber si las ideas o los libros hacen las revoluciones,
Chartier le sustituye el postulado del carcter inseparable de los horizon
tes social, poltico y cultural. Desplaza el proyector hacia el estudio de las
bibliotecas privadas, recordando la decadencia espectacular en el transcur
so del siglo xvui por paite de los libros de religin e insistiendo en la infravaloracin de los libros de filosofa vendidos a escondidas. Sin em
bargo, esta constatacin no presupone una adhesin de los lectores: La
lectura no implica necesariamente la creencia65. Tambin conviene inte
rrogarse sobre la lectura en s misma, sobre la individualizacin del acto
de la lectura, que acompaa a la decadencia de la relacin comunitaria y
religiosa con el libro y que hace crecer una lectura ms libre, ms des
envuelta, ms crtica66.
La acepcin de la cultura que preconiza Chartier apunta a enraizara en
el interior del universo social, situando el estudio del pensamiento en el
mismo corazn de las ciencias sociales. La amplia concepcin de la nocin
de cultura que de ello resulta es compartida por toda una corriente de his
toriadores y de investigadores de ciencias sociales en los Estados Unidos.
C

w bul., p. 30.
65//>/., p 104.
* Ibid.. p. 113.

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LA ACTIVIDAD INTELECTUAL EN LA HISTORIA CULTURAL

149

vas de descomposicin y, por otro lado, la concentracin de pensadores


y tle creadores, cuyas obras tratan de traducir este sentimiento de prdida
de un mundo. Toda la produccin intelectual que resulta de esta tensin
acompaa a esta crisis para superarla a favor de un gran salto histrico en
curso hacia una modernidad, lo ms distanciada posible de la tradicin.
Schorske se compromete plenamente con este universo vienes de finales
del siglo x jx , que merece la atencin de la Amrica del siglo x x : Sigmund
Freud, Gustav Mahler, Arnold Schoenberg, Gustav Klimt, Egon Schiele,
Oskar Kokoschka, 1lugo von 1lofmannsthal, Arthur Schitzler, etc. 1.a corre
lacin entre estas creaciones y el universo urbano vienes es proclamada por
todos estos movimientos vanguardistas, que pretenden representar escue
las de Yiena. Alrededor del ao 1900, esta reivindicacin est vinculada
a la existencia de una verdadera sociabilidad en la ciudad de Yiena. Los
salones y los cafs haban conservado el papel de instituciones en los que
intelectuales de todos los tipos intercambiaban s ils ideas y se mezclaban
tambin con la lite del mundo de los negocios y de las profesiones libe
rales, muy orgullosos de su cultura general y de sus gustos artsticos79.
Schorske contina su reflexin sobre las tensiones propias suscitadas por
la modernidad en el universo vienes, dedicndose al estudio de un vaivn
decisivo, cuando en el siglo xix la filosofa pierde su estatuto de discipli
na reina a favor del historicismo, antes de dar lugar a un pensamiento que
trata de librarse de la carga de la tradicin histrica a fin de realizar mejor
las rupturas radicales de la modernidad, reivindicadas en todos los mbi
tos culturales80.
En los Estados Unidos, en la posguerra, Schorske empieza a ensear
la historia de las ideas en la Europa moderna con la preocupacin de esta
blecer correlaciones entre los fenmenos de orden cultural *\ las mutaciones sociopolticas. Entonces, es llevado ]x>r el optimismo de una andadu
ra que tiene que testificar la buena marcha de las ideas y de la sociedad,
pudiendo correr parejas en una estimulacin recproca. Este intento de en
contrar para el siglo xx un equivalente de las Luces va a tropezarse ense
guida con callejones sin salida que tienen que ver con la heterogeneidad
de las diversas manifestaciones culturales, hasta el punto de que conside
rar como caduca la idea de subsumir el conjunto de los fenmenos cul
turales alrededor de una categora abstracta y unitaria, de la manera como
Hegel calificaba el espritu del tiempo {Zeitgeist): Qu poda hacer el

78 Ibid., p. 18.
w Carl E. Schorske: De Vienne et d'ailleurs. Figures culturelles de lu modernit. Fa
yard, Paris, 2000; publicado en 1998 bajo el ttulo Thinking with history. Explorations in
the Passage to Modernism, Princeton University Press.

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TiANCOIS DOSSE

152

y 1905, la edad universitaria de la vida intelectual, con la construccin tic


nuevos campus que atraen esta vez a toda una poblacin estudiantil. Nue
va York se convierte finalmente en una capital internacional de la cultura,
rompiendo con el modelo del viejo continente para convertirse, a su vez,
en un centro de iniciativas culturales de todo tipo cuya construccin ms
simblica es el famoso Metropolitan Museum of Modern Alt. Este exi
toso proceso de autonomizacin de la vida intelectual en relacin al po
der, que tiene necesidad de separarse del resto de la sociedad, en opinin
de Hender est hoy confrontado a un riesgo inverso, que sera el de girar
en el vaco apartado de la vida ordinaria. De ah, la imperiosa bsqueda
de nuevas vas de interaccin entre una vida intelectual academizada v la
vida cotidiana de la ciudad En este sentido, la lectura histrica de Thomas
Bender de anclaje de la cultura en la ciudad tambin vale como deseo de
una poltica social y cultural ms armonizada entre los diversos compo
nentes de la sociedad.
Este enfoque, que le concede la mayor atencin a la nocin de sita
cin en la historia de las ideas, produce como electo el valorar el modo
de recepcin y las variadas apropiaciones en funcin de los marcos espaciotemporales. De ah la multiplicacin de los estudios sobre la manera
como tal autor o (al obra han sido acogidas en un contexto nacional y en
un momento particular. Es este tipo de investigacin la que ha realizado
Domi ique Janicaud a propsito de la recepcin de Heidegger en Fran
cia88. Su objetivo no es proponer una nueva exgesis de la obra de Hei
degger, pretendiendo haber encontrado su autenticidad bajo las mltiples
capas interpretativas que se han sucedido: Habr que sentirse ante todo
como historiador, liel al sentido griego de la historia: investigacin que
permite la inteligencia de los acontecimientos89. Esta andadura es ejem
plar de lo que puede ser una forma de historia intelectual, no porque ten
dra como nico objeto a pensadores reconocidos, sino por la naturaleza
del campo de investigacin, ese punto de encuentro entre el mundo de las
ideas y el mundo social. Janicaud se interroga sobre todo sobre el carc
ter espectacular de la difusin de las tesis heideggerianas en Francia a lo
largo de todo el siglo xx, que ha sido tal que algunos americanos han he
cho de l un French Philosopher90. Esta omnipresencia en la mayor parte
de los maestros pensadores del estructuralismo en la Francia de los aos
1950 y 1960 gua la investigacin de Janicaud. Muestra que este enraiza88 Dominique Janicaud: Heidegger en France, 2 volmenes, Albn Michcl, Pars,

2001

89 Ihid. tomo 1, p 10.


w Tom Rockmore: Heidegger and French Philosophy, Routlcdgc. Nueva York, Lon
dres. 1995.

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LA ACTIVIDAD INTELECTUAL EN LA HISTORIA CULTURAL

153

miento, que se perpeta en una larga duracin, tiene que ver con una diversilicacin progresiva de los modos de apropiacin de su obra y constata
la existencia de un rasgo comn en el carcter no acadmico91 de todas
estas utilizaciones de la obra de Heidegger.
Gracias a esta investigacin, Dominque Janicaud consigue superar la vi
sin reductora y dominante hasta ese momento, segn la cual Francia habra
estado sometida al cuerpo filosfico de Heidegger de una manera puramente
pasiva, para felicitarse por ello o para estigmatizarlo. Por el contrario, de
muestra que la variedad, la profusin en unos medios tan diversos de la uti
lizacin de los conceptos de I leidegger se traduce en numerosas adaptacio
nes, transformaciones, desviaciones, que han llegado, como en el caso de la
relacin entre Heidegser
CC v
^ Ren Char,7 hasta un verdadero dilogo
c entre dos
dimensiones, filosfica y potica. Se trata ms de un dilogo o de un injer
to creador que de una simple recepcin de una obra extranjera: De Sartre
a Lvinas, pasando por Lacan y Derrida, el Heidegger afrancesado habr
sido un singular catalizador, un extraordinario incitador: maestro de unos,
contra-maestro de otros92. En efecto, Heidegger habr sido en la escena
intelectual francesa 1111 formidable catalizador de los partidarios entusiastas
y de las resistencias no menos feroces a sus tesis. La importancia del trabajo
de Janicaud estriba en lomar la medida de este poder de cristalizacin, que
ha contribuido intensamente a lo que han sido unas obras tan importantes
como L tre et le Nant de Sartre, Totalit et Infini de Lvinas o tambin
L'Ecriture et la diffrence de Derrida, sin que estas sean slo reducibles a
su sola huella heideggeriana. La interrogacin sobre los diversos modos de
apropiacin desde este momento ha demostrado su fecundidad.
Adems de esta investigacin realizada por Janicaud sobre Heidegger,
se puede recordar el anlisis llevado a cabo xir Gwendoline Jarczyk y Pie
rre-Jean Labai riere sobre ciento cincuenta aos de pensamiento hegeliano
en Francia93. Estos autores, especialistas reconocidos de Ilegel, han segui
do las vas de la penetracin, en un principio lenta, de Ilegel en el paisaje
intelectual francs, despus espectacular con Alexandre Koyr, Jean Wahl
y finalmente Alexandre Kojve, cuya enseanza sobre la Fenomenologa
del espritu en la Escuela de Estudios Superiores entre 1933 y 1939 ha
marcado a toda una generacin de intelectuales franceses: Sigue siendo
a travs del prisma as elaborado como la mayora de nuestros contempo
rneos, filsofos o no, perciben hoy el pensamiento dialctico y el de su

,JI Dominique Janicaud: Heidegger en France, op. cit.. tomo 1, p. 502.


n Ibid.. p 524.
*
Gwendoline Jarczyk, Pierre-Jean Labarrire: De Kojve Hegel. Albin Michel, Pa
ns. 1996.

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Cramoisy, Sbastien, 160


Crane, Brinton, 296
Cuchc, Denys, 174n, 296
Cuesta, Josephina, 290
Curti, L., 122n
Curtis, H., 22, 22n, 296
Curtius, H.R., 252
DAlemenbert, 143
Dandieu, A maud, 49
Daniel, Jean, 6 ln
Danneberg, Lutz, 268n
Danto, Arthur, 188, 190, 191
Damton, Robert, 15, 15n, 24n, 26n,
139, 140, 140n, 1AL 142, 142n,
143, 143n, 161, 162, 162n, 163,
164, 170, 171, 17 in, 186n,292, 296
Danvin, Charles, 158
Daudet, Leon, 53.
Davies, Howard, 11 On, 296
De Gaulle, Charles, 80. 174
Deat, Marcel, 12
Debray, Regis, 64, 64n, 69n, 102n,
113n, 296
Delacroix, C hristian, 2*269n, 2%
Dclagc, Christian, 179n
Delagrave, Charles, 116
Delannoi, Gil, 2%
Deleu/e, Gilles, 91, 212, 212n
Delors Jacques, 175
Delporte, Christian, 168, 168n, 296
Denis, Michel, 116, 308
D errida, Jacques, 55, 90, 146, 153.
188, 188n, 190, 199, 236, 237,
277, 296
Desrochc, Henri, 297
Descartes, Rene, 26^36
Despalin, J. P., 59n
Detieime, Marcel, 297
Di Mascio, Patrick, 157, 157n, 257n,
297
Diderot, Denis, 143
Didi-Huberman, Georges, 297
Dilthcy, W ilhelm, AL 47, 47n, 156,
189, 297
Domenach, Jean-Marie, 95, 176n
Donegani, Jean-Marie, 311

HRANOIS DOS SE
Dort, Bernard, 179, 179n, 297
Dos se, Florence, 7. 297
Dosse, Franois, 13n, 36n,59n,69n,91n,
105n, 107n, 128n, 134n, 175n, 176n,
274n, 276n, 277n, 283n, 296, 297
Dray, William, 190
Dreyfus, caso, 11, I X 19, 27, 28, 43,
46, 48, 60, lL 63, 64, 66, ClL 6SL
70, 72, 8L 8 L 84-87. 89, 90, 114116, 151, 157. 166, 251
Dreyfus, Hubert L., 210n, 297
Dreyfus-Armand, Genevive, 76n, 293
Drieu La Rochelle, Pierre, 45* 5 X 54,
75
Drouin, Marcel, 53n
Droysen, Johann Gustav, 256, 256n,
297
Dubedout, Hubert, 176n
Duchcmin, Noemi, 179n, 313
Duclaux, Emile, 60n, 116
Duclert, Vincent, 43n, 63n
Duhamel, Jacques, 176
Dujardin, Philippe, 58, 58n
Dumzil, Georges, 207
Dumont, Louis, 187, 187n
Dumont, Rene, 176n
Dumoulin, Olivier, 297
Dunn, John, 212, 218, 218n, 221, 297
Dupront, Alphonse, 39, 40n, 297
Dupuy, Jean-Pierre, 283
Duras, Marguerite, 168
Drkheim, Hmile, J L i 106, 188, 133,
155
D ilso, Giuseppe, 265n, 297
Ehrard, Jean, 12, 12n, 297
Hley, Geoff, 189n, 297
Hlias, Norbert, 100, 102, 154, 154n,
155, 155n, 298
Eliot, T.S., 89n
Emmanuel, Pierre, 176, 176n
Engel, Pascal, 283
Epistmon (Didier Anzicu), 297
Lrasmo de Rotterdam, 22
Erikson, Erik, 157
Espagne, Michel, 120 , 120n, 121, 12 ln,
261, 297

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HRANOIS DOSSE

322

Latour, Bruno, 283


Laugier, Alain, 45n
Lautman, 46
Lavau, Georges, 39n
Lavenir, Catherine, I 6811, 290
Lavisse, Ernest, dU 61n, 106, 118
L a/ar, Marc, 72, 72n, Zl* 73n, 296,
303
Lazare, Bernard, 114, 114n
Lazerri, Christian, 234, 234n, 303
Le Goff, Jacques, 20, 2JU 21 11, 304
Le Rider, Jacques, 156, 156n, 304
Le Roy Ladurie, H. .129+ 129n, 130,
239,
239n, 304
Le Senne, 143
Leavis, F.R., 89n
Leenhardt, Jacques, 156, 156n, 304
Lefebvre, Henri, 48n
LefT, G., 214, 304
Le fort, Claude, 218n, 224, 224n, 235,
235n, 244, 304
Lemieux, Emmanuel, 102n
Lemprire, Annick, 86n, 304
Lenne, Francine, 304
Lepetit. Bernard, 106, 107n, 304
Lcpemies, 275
Leplay, Michel, 304
Leroy, Graldi, 29n
Lescent Gilles, Isabelle, 203n
LescouiTet, Marie-Anne, 304
Lessay, Frank, 304
Levi, Primo, 75
Levinas, Emmanuel, 153, 304
Lvi-Strauss, Claude, 45* 90, 92, 146,
188n, 207, 276, 277, 304
Lvy, Bernard-Henri, 94n, 304
Lvy, Marie-Franoise, 76n, 293
Levy, Michel, 166, 273
Lvy-Bruhl, 92
Leymarie, Michel, 30n, 60, 62n, 63n,
69n,
86n, 166n, 178n, 179n,
252n, 253n, 304
Liard, Louis, 118, 304
Lignac, Xavier de, 49n
Lindenberg, Daniel, 26n, x 6 5 n , 71n,
305
Lindon, Jrme, 167, 168

Lindsay, A.D., 89n


Lipset, Seymour Martin, 44, 44n
Llovd Geoffrey, E.R., 136, 136n, 137,
137n, 305
Locke, John. 214, 215, 218-221, 249
Loisy, Alfred, 74, 74n
Louhandcau, Marcel, 54
Loraux, Nicole, 20, 20n, 305
Loth, Wilfried, 252n, 305
Lottman, Herbert R., 70, 70n, 71 11, 305
Loubet Del Bayle, Jean-Louis, 48n,
305
Lous, Pierre, 48n
Lovcjoy, Arthur, 181, 182, 182n, 183,
183n 184-187, 189, 267, 305
Lowith, Karl, 259, 259n, 305
Lwy, Michael, 56, 56n, 305
Loyer, Emmanuelle, 178, 178n, 305
Luis XV, 25
Luis XVI, 148
Lsebrink, Hans-Jrgen, 260, 260n,
261, 261n, 305
Luther, Martin, 227, 238
Lyotard, Jean-Franois, 93n, 94,
(Mn, 279, 279n, 305
Mabillon, 23
Mac Luhiin, M., 168
Mac Pherson, 218
Maeght, Aim, 176n
Mahcu, Jean, 176n
Maldidicr, IX'nise, 246
Malher, Gustav, 149
Malraux, Andr, 54, 112. 174, 175
Man, Paul de, 22
Mann, Thomas, 252
Mandelbaum, Maurice, 183n, 184, 185,
185n, 186,305
Mandeville, 249
Mandouze, Andr, 52, 52n, 53n
Mandrou, Robert, 21n, 23n, 131, 13 ln,

306
Manent, Pierre, 244, 306
Manin, Bernard, 244
Mannheim, Karl, 47, 48n, 102, 102n,
306
Mao Ze Dong, 55

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326

HRANOIS DOS SE

Serres, Michael, 283


Stempel, W.D., 169
Sewell, William, 147
Sternhell, Zew, 77a 77n, 78, 7 9 ,312
Stoler, Ann Laura, 122n
Sfez, Gerald, 234n, 235n, 236n, 310
Shaw, George Bernard, 89n
Strauss, Joseph, 253
Shelley, 119
Strauss, Lo, 231
Sieves, 247
Straycr, Robert W., 122n
Streiff-Fenart, J., 147n, 290
Simiand, Franois, _LL 60n
Simmel, Georg, 5 2 .57n, 58, 156, 310
Syrjmki, Sami, 2 2 ln, 312
Simon, Claude, 168
Simon, Emst, 56
Fackelt, Timothy, 312
Simon, Louis, 26
Tassin, ticnne, 312
Simonin, Anne, 167, 167n, 168,311
Tawney, R.H., 89n
Sirinelli, Jean, 39n
Taylor, A.J.P, 89n
Sirinelli, Jean-Franois, UL 13n, 28,
Taylor, Charles, 199, 200n, 238, 238n,
239 , 312
28n, 2L 29n, 43, 45* 45n, 46, 47n,
49n, 5_L 51 n, 56n, 63, (L 68n, (L Teitgen, Paul, 176n
69n, 70n, 76n, 84n, 86n, SiL 138,
Tellenbach, Gerd, 253
138n, 139, 139n, 166, 178n, 179n,
Temkine, Raymonde, 178n, 312
252n, 253n, 270, 270n, 272n, 304,
lerdiman, Richard, 203, 204, 204n
Thatcher, Margaret, 87, 87n
310,311
Thibaudeau, Jean, 54
Skimier, Quentin, 15, 188n, 194, 197,
197n, 200n, 213, 213n, 216, 217,
Thibaudet, Albert, 47, 62 62n, 66, 118,
219n, 220, 221, 22 ln, 222, 222n,
118n, 312
223, 224n, 225, 226, 226n, 227,
Tliiers, Adolphe, 119
227n, 228, 228n, 229, 229n, 230,
l hiesse, Anne-Marie, 11L
230n, 236, 236n, 237-239, 239n,
Thomas, Albert, 62
240,
240n, 241, 242, 246, 248, 255,Thompson, H P , 89n
264n, 266. 267, 311,312, 314
Tiedemann, Rolf, 312
Slaraa, Alain-Grard, 51n
Tilmans, Karin, 264n
Smith, Nigel, 203, 203n
Fitmuss, Richard, 89n
Sfocles, =LL
locqucvillc, Alexis de, 103, 266
Sollers, Philippe, 54, 55, 59
Todorov, 'l zvetan, 54
Sorel, Georges, 71 , 12
Toevvs, John E., 198, 198n, 199, 312
Soriano, Marc, 131, 13 ln, 132,312
Touchard, Jean, 39, 39n, 43, 44, 44n,
Sorlin, Pierre, 179
45n, 48n,
49n, 5L 51n, 118,
Spencer, Ilerbcrl, 158
292.312
foupin-Guyot, Claire, 74n, 313
Spender, Stephen, 89
Spingborg, Patricia, 264n
Toynbee, A .J., 89n
Spinoza, Baruch, 36
Traverso, Enzo, 48n, 74, 75, 75n, 76n,
Spitz, Jean-Fabien, 214, 215n, 219,
313
219n, 220, 220n,312
Trebitsch, Michel, 52. 57n, 58, 58n,
Spitzer, Lo, 185, 185n, 312
69n, 85n, 89. 89n.251n, 252n, 290,
Stal, Mme de, 47
299, 308, 309
Stalin, Josef, 178
Trcvclyan, G.M., 89n
Starobinski, Jean, 40, 204, 204n
I nlly, James, 222n, 238, 238n, 239n,
Stedman-Jones, Gareth, 192, 192n
312.313
Turgueniev, Ivan, 32
Steiner, George, 89n

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