0% encontró este documento útil (0 votos)
95 vistas2 páginas

Cria Cuervos

Este relato describe el descubrimiento del cuerpo mutilado de una mujer en una habitación cubierta de sangre. Un hombre en la escena culpa a un cuervo herido por el crimen. Más tarde, el cuervo es encarcelado pero no puede hablar. En prisión, el cuervo empieza a sacar los ojos de los otros presos y personas de la ciudad. Finalmente, el cuervo deja al amante de su antigua dueña, quien lo había enviado a prisión, con sus ojos para comerse sus testículos como venganza.

Cargado por

Eva Luna
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Descargar como pdf o txt
0% encontró este documento útil (0 votos)
95 vistas2 páginas

Cria Cuervos

Este relato describe el descubrimiento del cuerpo mutilado de una mujer en una habitación cubierta de sangre. Un hombre en la escena culpa a un cuervo herido por el crimen. Más tarde, el cuervo es encarcelado pero no puede hablar. En prisión, el cuervo empieza a sacar los ojos de los otros presos y personas de la ciudad. Finalmente, el cuervo deja al amante de su antigua dueña, quien lo había enviado a prisión, con sus ojos para comerse sus testículos como venganza.

Cargado por

Eva Luna
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1/ 2

CRIA CUERVOS

Regina Jos Galindo


Las paredes a!!,rietadas por la humedad, el suelo apolillado, la ventana con vidrios
rotos, el techo, la puerta yen fin, todo, se encontraba salpicado de sangre.
En medio de la habitacin, slo una cama ysobre sta, el cuerpo desnudo de la mujer,
simulando la forma de un grotesco colador dormido, escupiendo a borbollones, por
cada uno de sus agujeros, grandes cantidades de lquido rojo.
El jefe de polica al ver tal espectculo, exigi a la decena de curiosos que abandonaran inmediatamente el lugar yse acerc lentamente hasta el hombre que permaneca
encogido en la esquina de la habitacin.
-Qu es usted ... qu ha pasado?
El hombre, que temblaba como un perro enfermo, levant la mirada ycomenz a dar
de gritos, sealando furiosamente al pajarraco que yaca desplomado sobre el duelo.
-El cuervo... el cuervo ...
i El cueeervo!

En el suelo, con las alas rotas e igualmente salpicadas de sangre, estaba el cuervo. Mal
herido pero con vida.
Un guardia carg su revlver, pidi a sus acompaantes que hicieran lo mismo, sac
las esposas, apunt directamente a la cabeza del pjaro ycon un tono de voz enrgico
le orden que se rindiera.
ste, que apenas tena aliento para respirar, acat las rdenes y permaneci quietecito

91

mientras el jefe y dos refuerzos ms le esposaban las alas.


Minutos despus, cuando el cuerpo de la mujer estaba ya en la margue, los encargados
de la polica interrogaban al detenido; pero ste, a pesar de todos sus intentos, no logr
decir una palabra ya cada pregunta slo respondi con un inentendible sonido que no
favoreci en lo ms mnimo a su declaracin.
Este mismo interrogatorio se repiti durante las siguientes dos semanas, hasta que
una tarde, ya exasperados por el silencio del acusado, decidieron dar por cerrado el
caso yenviar al pajarraco, de una vez y para siempre, a prisin.
Fue as, como dos das despus, el cuervo despertaba ya de su primera noche tras las
rejas. Su primera visin fueron los ojos de su compaero, grandes, redondos yde un
negro profundo que entusiasm su apetito.
As rpidamente, sin pensarlo, acab con ellos para luego escaparse por las rendijas de
la crcel yentraren una celda yen otra yen todas las dems para vaciar las rbitas de
los presidiarios, de los carceleros de tumo, de los cocineros, de los encargados de las
letrinas, del alcaide e inclusive, de los forajidos que iban ya a mitad del tnel.
An no satisfecho, el pajarraco continu su faena con los abogados, mdicos, sastres,
zapateros, carpinteros, escritores, sacerdotes, maestros, tenderos, arrieros, prostitutas,
caseras, esposas yen fin, con todas las diferentes especies del pueblo, ya fueran nios o
ancianos, ya fueran mujeres, hombres o parecidos.
El nico que no corri con la misma suerte fue Don Simn, el amante de su antigua
duea, a la que haba acuchillado hace tres meses. El mismo que, negando su culpa,
lo haba mandado a prisin.
No, l no mereca perder los ojos, l mereca conservarlos para ver de cerca, muy de
cerca, la escena de su largo pico negro hartndose sus testculos. Cra de cuervos.

92

También podría gustarte