Textos y Resumenes de La Jornada VII Del Decamerón

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Resumen de la Jornada VII del Decamern.

TEXTOS LITERATURA UNIVERSAL,

RESUMEN DE LA JORNADA VII DE EL DECAMERN

Con el relato de Emilia, comienza la jornada presidida por Dioneo y dedicada


a las burlas que las mujeres realizan sobre sus maridos.

1. GIANNI LOTTERINGHI Y EL FANTASMA (Emilia). El regreso inesperado de


un marido arruina la velada que la esposa tena preparada para con su
amante. Cuando ste se presenta y llama a la puerta, la mujer convence al
marido de que los golpes los provoca un fantasma y, para conjurarlo, recita
en voz alta lo que en realidad son las instrucciones para que el astuto galn
vaya al patio y se coma la cena que ella le tena preparada.

2. LA VENTA DEL TONEL (Filstrato). Al ser sorprendida en casa por la


llegada del marido cuando est con su amante, la napolitana Peronella
simula que el mozo es un comprador de una gran tinaja que tienen.
Siguiendo la corriente, el amante dice que la tinaja no est lo
suficientemente limpia y el marido se mete dentro a limpiarla. Y mientras
est frotando, el amante monta a Peronella, que lo celebra al tiempo que da
instrucciones al marido para que siga limpiando.

3. EL CONJURO DE LOS GUSANOS (Elissa) Un fraile enamorado de una


casada ahuyenta los ltimos escrpulos de sta por el hecho de ser padrino
de su hijo, o sea, casi hermano de ella, razonando que si vuestro marido,
que es ms pariente de vuestro hijo que yo, se acuesta con vos, yo que lo
soy menos podr hacer lo mismo o ms.

4. LA PIEDRA DEL POZO (Lauretta). Tras comprobar que viene de casa de su


amante, Tofano impide la entrada en casa de su esposa Ghita. Ella le ruega
y finalmente amenaza con echarse a un pozo si no abre, pero lo que hace es
arrojar una pieza a las aguas para que crea que se ha tirado y luego hace
creer al vecindario que el infiel es l.

5. EL CELOSO CONFESOR (Fiammetta). Un marido toma el lugar del confesor


de la mujer y sta, que se da cuenta de quin es, le dice que todas las
noches recibe la visita de un cura. El marido pasa entonces las noches en la
puerta esperando al ficticio cura mientras ella hace entrar por otro lugar a
su verdadero amante.

6. LOS TRES HOMBRES DE ISABELLA (Pampinea). Cuando Isabella est


acostada con su joven amante, aparece un antiptico pretendiente y, para
que no se ponga agresivo, le hace pasar a la alcoba mientras esconde al
primero. Llega entonces de manera inesperada el marido e Isabella salva la
situacin diciendo al pretendiente que finja que est persiguiendo a alguien.
As lo hace delante del marido. Cuando se va, la mujer saca a su amante y
ste finge que se ha tenido que refugiar all para librarse del furioso ataque
del otro. El marido se lo cree todo.

7. CORNUDO Y APALEADO (Filomena). El joven Ludovico entra en la alcoba


de la dama Beatrice, tal como ambos haban planeado, pero encuentra que
el marido est acostado al lado de ella, dormido. La dama le agarra la mano
para que no escape y dice al marido que Ludovico ha tenido esa tarde la
desfachatez de citarla para esa misma noche en el patio. El marido baja a
comprobarlo y los amantes aprovechan para solazarse. Luego, siguiendo las
instrucciones de Beatrice, Ludovico va al encuentro de su amo y le da una
somanta de palos simulando que cree que se trata de Beatrice y llamndole
mujer infiel e indecente. As, aunque cornudo sin saberlo y adems
apaleado, el hombre se muestra satisfecho de tener un criado y una esposa
tan ejemplares.

8. EL HILO DE SISMONDA (Nefile). El rico pero plebeyo Arriguccio descubre


que su noble mujer Sismonda duerme con un hilo de bramante atado al pie.
Siguiendo el hilo, el descubre que le sirve para comunicarse con su amante
e inicia una pelea con ste en la oscuridad, aunque el joven se escapa y la
mujer se las arregla para que todos le crean borracho.

9. EL ARBOL ENCANTADO (Pnfilo). Sin saber cmo burlar la vigilancia del


marido, una mujer se pone de acuerdo con su amante para que simule que
al subirse en un peral se ve lo que no ocurre. Y aprovechan el momento en
que el marido se sube en l para solazarse delante de l y decir luego que
es

producto del encantamiento del rbol.

10. LAS COMADRES EN EL PURGATORIO (Dioneo). Tingoccio y Meuccio


tienen el pacto de que el que primero muera regresar a decirle a otro lo
que sucede en el ms all. Tingoccio muere y se aparece al otro dicendo
que est en el purgatorio por otros pecados pero que all no tienen en
cuenta lo de acostarse con comadres. Dioneo entrega a Lauretta la corona y
sta dice que aunque en justa represalia, cree que debera dedicar su
reinado a las burlas que los hombres hacen de las mujeres, prefiere que el
tema sea simplemente las burlas que hacen tanto los unos como los otros.
SELECCIN DE TEXTOS PARA LEER Y COMENTAR DE LA JORNADA VII

INTRODUCCIN DE LA JORNADA VII (fragmento)

Y nunca hasta entonces les haba parecido que los ruiseores cantaban tan
alegremente y los otros pjaros como aquella maana les pareca; por cuyos
cantos acompaados se fueron al Valle de las Damas, donde, recibidos por
muchos ms, les pareci que con su llegada se alegrasen. All, dando una
vuelta por l y volviendo a mirarlo de arriba abajo, tanto ms bello les
pareci que el da pasado cuanto ms conforme era con su belleza la hora
del da.

Y luego de que con el buen vino y los dulces hubieron roto el ayuno para
que por los pjaros no fuesen superados, comenzaron a cantar, y junto con
ellos el valle, siempre entonando las mismas canciones que decan ellos a
las que todos los pjaros, como si no quisiesen ser vencidos, dulces y
nuevas notas aadan. Mas luego que la hora de comer fue venida, puestas
las mesas bajo los frondosos laureles y los otros verdes rboles, junto al
bello lago, como plugo al rey, fueron a sentarse, y mientras coman vean a
los peces nadar por el lago en anchsimos bancos; lo que, tanto como de
mirar daba a veces motivo para conversar.

NOVELA SEGUNDA (fragmento 1)

Con grandsima risa fue la historia de Emilia escuchada y la oracin como


buena y santa elogiada por todos, siendo llegado el fin de la cual mand el
rey a Filostrato que siguiera, el cual comenz:

-Carsimas seoras mas, son tantas las burlas que los hombres os hacen y
especialmente los maridos, que cuando alguna vez sucede que alguna al
marido se la haga, no debais vosotras solamente estar contentas de que
ello hubiera ocurrido, o de enteraros de ello o de orlo decir a alguien, sino
que deberais vosotras mismas irla contando por todas partes, para que los
hombres conozcan que si ellos saben, las mujeres por su parte, saben
tambin; lo que no puede sino seros til porque cuando alguien sabe que
otro sabe, no se pone a querer engaarlo demasiado fcilmente. Quin
duda, pues, que lo que hoy vamos a decir en torno a esta materia, siendo
conocido por los hombres, no sera grandsima ocasin de que se refrenasen
en burlaros, conociendo que vosotras, si queris, sabrais burlarlos a ellos?
Es, pues, mi intencin contaros lo que una jovencita, aunque de baja
condicin fuese, casi en un momento, para salvarse hizo a su marido.

NOVELA SEGUNDA (fragmento 2)

No hace casi nada de tiempo que un pobre hombre, en Npoles, tom por
mujer a una hermosa y atrayente jovencita llamada Peronella; y l con su
oficio, que era de albail, y ella hilando, ganando muy escasamente, su vida
gobernaban como mejor podan. Sucedi que un joven galanteador, viendo
un da a esta Peronella y gustndole mucho, se enamor de ella, y tanto de
una manera y de otra la solicit que lleg a intimar con ella. Y para estar
juntos tomaron el acuerdo de que, como su marido se levantaba temprano
todas las maanas para ir a trabajar o a buscar trabajo, que el joven
estuviera en un lugar de donde lo viese salir; y siendo el barrio donde
estaba, que Avorio se llama, muy solitario, que, salido l, ste a la casa
entrase; y as lo hicieron muchas veces. Pero entre las dems sucedi una
maana que, habiendo el buen hombre salido, y Giannello Scrignario , que
as se llamaba el joven, entrado en su casa y estando con Peronella, luego
de algn rato (cuando en todo el da no sola volver) a casa se volvi, y
encontrando la puerta cerrada por dentro, llam y despus de llamar
comenz a decirse: -Oh, Dios, alabado seas siempre, que, aunque me hayas
hecho pobre, al menos me has consolado con una buena y honesta joven
por mujer. Ve cmo enseguida cerr la puerta por dentro cuando yo me fui
para que nadie pudiese entrar aqu que la molestase.

Peronella, oyendo al marido, que conoci en la manera de llamar, dijo:

-Ay! Giannelo mo, muerta soy, que aqu est mi marido que Dios confunda,
que ha vuelto, y no s qu quiere decir esto, que nunca ha vuelto a esta
hora; tal vez te vio cuando entraste. Pero por amor de Dios, sea como sea,
mtete en esa tinaja que ves ah y yo ir a abrirle, y veamos qu quiere
decir este volver esta maana tan pronto a casa.

NOVELA TERCERA (fragmento)

Pero qu estoy yo diciendo del fray Rinaldo de que hablamos? Quines


son los que no hacen lo mismo? Ay, vituperio del perdido mundo! No se
avergenzan de aparecer gordos, de aparecer con el rostro encarnado, de
aparecer refinados en los vestidos y en todas sus cosas, y no como palomas
sino como gallos hinchados con la cresta levantada encopetados proceden;
y lo que es peor, dejemos el que tengan sus celdas llenas de tarros
colmados de electuario y de ungentos, de cajas de varios dulces llenas, de
ampollas y de redomitas con aguas destiladas y con aceites, de frascos con
malvasa y con vino griego y con otros desbordantes, hasta el punto de que
no celdas de frailes sino tiendas de especieros o de drogueros parecen
mayormente a los que las ven; no se avergenzan ellos de que los dems
sepan que son golosos, y se creen que los dems no saben y conocen que
los muchos ayunos, las comidas ordinarias y escasas y el vivir sobriamente
haga a los hombres magros y delgados y la mayora de las veces sanos; y si

a pesar de todo los hacen enfermos, al menos no enferman de gota, para la


que se suele dar como medicamento la castidad y todas las dems cosas
apropiadas a la vida de un modesto fraile. Y se creen que los dems no
conocen que adems de la vida austera, las vigilias largas, el orar y el
disciplinarse deben hacer a los hombres plidos y afligidos, y que ni Santo
Domingo ni San Francisco, sin tener cuatro capas cada uno, no de lanilla
teida ni de otros paos seoriles, sino hechos con lana gruesa y de natural
color, para protegerse del fro y no para aparentar se vestan. Que Dios los
ayude como necesitan las almas de los simples que los alimentan!

As pues, vuelto fray Rinaldo a sus primeros apetitos, comenz a visitar con
mucha frecuencia a su comadre; y habiendo crecido su arrogancia, con ms
instancias que antes lo haca comenz a solicitarle lo que deseaba de ella.

NOVELA CUARTA (fragmento 1)

El rey, al sentir que terminaba la novela de Elisa, sin esperar ms,


volvindose hacia Laureta, le mostr que le placa que ella narrase; por lo
que ella, sin tardar, as comenz a decir:

-Oh, Amor, cuntas y cules son tus fuerzas, cuntos los consejos y cuntas
las invenciones! Qu filsofo, qu artista habra alguna vez podido o podra
mostrar esas sagacidades, esas invenciones, esas argumentaciones que
inspiras t sbitamente a quien sigue tus huellas? Por cierto que la doctrina
de cualquiera otro es tarda con relacin a la tuya, como muy bien
comprender se puede en las cosas antes mostradas; a las cuales, amorosas
seoras, yo aadir una, puesta en prctica por una mujercita tan simple
que no s quin sino Amor hubiera podido mostrrsela.

NOVELA CUARTA (fragmento 2)

Hubo hace tiempo en Arezzo un hombre rico, el cual fue llamado Tofano . A
ste le fue dada por mujer una hermossima mujer cuyo nombre fue doa
Ghita, de la cual l, sin saber por qu, pronto se sinti celoso, de lo que
apercibindose la mujer sinti enojo; y habindole preguntado muchas
veces sobre la causa de sus celos y no habindole sabido sealar l sino las
generales y malas , le vino al nimo a la mujer hacerlo morir del mal que sin
razn tema. Y habindose apercibido de que un joven, segn su juicio muy
de bien, la cortejaba, discretamente comenz a entenderse con l; y
estando ya las cosas tan avanzadas entre l y ella que no faltaba sino poner
en efecto las palabras con obras, pens la seora encontrar
semejantemente un modo para ello.

Y habiendo ya conocido entre las malas costumbres de su marido que se


deleitaba bebiendo, no solamente comenz a alabrselo sino arteramente a
invitarle a ello muy frecuentemente. Y tanto tom aquello por costumbre
que casi todas las veces que le vena en gana lo llevaba a embriagarse
bebiendo; y cuando lo vea bien ebrio, llevndolo a dormir, por primera vez
se reuni con su amante y luego seguramente muchas veces continu
encontrndose con l, y tanto se confi en las embriagueces de ste, que no
solamente haba llegado al atrevimiento de traer a su amante a casa sino
que ella a veces se iba con l a estarse gran parte de la noche en la suya, la
cual no estaba lejos de all.

NOVELA CUARTA (fragmento 3)

La mujer a sus vecinos les deca:

-Ved qu hombre! Qu pensarais si yo estuviera en la calle como est l y


l estuviese en casa como estoy yo? Por Dios que dudo que no creyeseis
que dice la verdad: bien podis ver el seso que tiene. Dice que he hecho lo
que yo creo que ha hecho l. Crey que me asustara arrojando no s qu al
pozo, pero quisiera Dios que se hubiese tirado l de verdad y ahogado, que
el vino que ha bebido de ms se habra aguado muy bien.

Los vecinos, hombres y mujeres, comenzaron todos a reprender a Tofano y a


echarle la culpa a l y a insultarle por lo que deca contra su mujer; y en
breve tanto anduvo el rumor de vecino en vecino que lleg hasta los
parientes de la mujer. Los cuales llegados all, y oyendo la cosa a un vecino
y a otro, cogieron a Tofano y le dieron tantos palos que lo dejaron molido;
luego, entrando en la casa, tomaron las cosas de la mujer y con ella se
volvieron a su casa, amenazando a Tofano con cosas peores. Tofano,
vindose malparado y que sus celos le haban llevado por mal camino, como
quien bien quera a su mujer, recurri a algunos amigos de intermediarios; y
tanto anduvo, que en paz volvi a llevarse la mujer a su casa, a la que
prometi no ser celoso nunca ms; y adems de ello, le dio licencia para
que hiciese cuanto gustase, pero tan prudentemente que l no se
apercibiera. Y as, a modo del tonto villano qued cornudo y apaleado. Y
viva el amor (y muera la avaricia) y viva la compaa.

NOVELA QUINTA (fragmento1)

-Nobilsimas seoras, la precedente historia me lleva a razonar,


semejantemente, sobre un celoso, estimando que lo que sus mujeres les
hacen, y mximamente cuando tienen celos sin motivo est bien hecho. Y si
todas las cosas hubiesen considerado los hacedores de las leyes, juzgo que

en esto deberan a las mujeres no haber adjudicado otro castigo sino el que
adjudicaron a quien ofende a alguien defendindose: porque los celosos son
hostigadores de la vida de las mujeres jvenes y diligentsimos procuradores
de su muerte. Estn ellas toda la semana encerradas y atendiendo a las
necesidades familiares y domsticas. Deseando, como todos hacen, tener
luego los das de fiesta alguna distraccin, algn reposo, y poder disfrutar
algn entretenimiento como lo toman los labradores del campo, los
artesanos de la ciudad y los regidores de los tribunales, como hizo Dios
cuando el da sptimo descans de todos sus trabajos, y como lo quieren las
leyes santas y las civiles, las cuales al honor de Dios y al bien comn de
todos mirando, han distinguido los das de trabajo de los de reposo. A la cual
cosa en nada consienten los celosos, y aquellos das que para todas las
otras son alegres, a ellas, tenindolas ms encerradas y ms recluidas,
hacen sentir ms mseras y dolientes; lo cual, cunto y qu consuncin sea
para las pobrecillas slo quienes lo han probado lo saben. Por lo que,
concluyendo, lo que una mujer hace a un marido celoso sin motivo, por
cierto no debera condenarse sino alabarse.

NOVELA QUINTA (fragmento 2)

La mujer se ech a rer y dijo:

-Me agrada mucho cuando a un hombre sabio lo lleva una mujer simple
como se lleva a un borrego por los cuernos al matadero; aunque t no eres
sabio ni lo fuiste desde aquel momento en que dejaste entrar en el pecho al
maligno espritu de los celos sin saber por qu; y cuanto ms tonto y animal
eres mi gloria es menor. Crees t, marido mo, que soy ciega de los ojos de
la cara como t lo eres de los de la mente? Cierto que no; y mirando supe
quin fue el cura que me confes y s que fuiste t; pero me propuse darte
lo que andabas buscando y te lo di. Pero si hubieses sido sabio como crees,
no habras de aquella manera intentado saber los secretos de tu honrada
mujer, y sin sentir vanas sospechas te habras dado cuenta de que lo que te
confesaba era la verdad sin que en ella hubiera nada de pecado. Te dije que
amaba a un cura; y no eras t, a quien equivocadamente amo, cura? Te
dije que ninguna puerta de mi casa poda estar cerrada cuando quera
acostarse conmigo; y qu puerta te ha resistido alguna vez en tu casa
donde all donde yo estuviera has querido venir? Te dije que el cura se
acostaba conmigo todas las noches; y cundo ha sido que no te acostases
conmigo? Y cuantas veces me mandaste a tu monaguillo, tantas sabes,
cuantas no estuviste conmigo, te mand a decir que el cura no haba
estado. Qu otro desmemoriado sino t, que por los celos te has dejado
cegar, no habra entendido estas cosas? Y te has estado en casa vigilando
la puerta y crees que me has convencido de que te has ido fuera a cenar y a
dormir! Vuelve en ti ya y hazte hombre como solas ser y no hagas hacer
burla de ti a quien conoce tus costumbres como yo, y deja esa severa
guarda que haces, que te juro por Dios que si me vinieran ganas de ponerte

los cuernos, si tuvieras cien ojos en vez de dos, me dara el gusto de hacer
lo que quisiera de guisa, que t no te enteraras!

El desdichado celoso, a quien le pareca haberse enterado muy astutamente


del secreto de la mujer, al or esto se tuvo por burlado; y sin responder nada
tuvo a la mujer por sabia y por buena, y cuando tena que ser celoso se
despoj de los celos, as como se los haba vestido cuando no tena
necesidad de ellos. Por lo que la discreta mujer, casi con licencia para hacer
su gusto, sin hacer venir a su amante por el tejado como los gatos sino por
la puerta, discretamente obrando luego, muchas veces se dio con l buenos
ratos y alegre vida.

NOVELA OCTAVA (fragmento 1)

Debis, pues, saber que en nuestra ciudad hubo un riqusimo mercader


llamado Arriguccio Berfinghieri , el cual neciamente, tal como ahora hacen
cada da los mercaderes, pens ennoblecerse por su mujer y tom a una
joven seora noble (que mal le convena) cuyo nombre fue doa Sismonda.
La cual, porque l tal como hacen los mercaderes andaba mucho de viaje y
poco estaba con ella, se enamor de un joven llamado Roberto que
largamente la haba cortejado; y habiendo llegado a tener intimidad con l,
y tenindola menos discretamente porque sumamente le deleitaba, sucedi
(o porque Arriguccio oyese algo o como quiera que fuese) que se hizo el
hombre ms celoso del mundo y dej de ir de viaje y todos sus dems
negocios, y toda su solicitud la haba puesto en guardar bien a aqulla, y
nunca se hubiera dormido si no la hubiese sentido antes meterse en la
cama; por la cual cosa la mujer sinti grandsimo dolor, porque de ninguna
guisa poda estar con su Roberto. Pero habiendo dedicado muchos
pensamientos a encontrar algn modo de estar con l, y siendo tambin
muy solicitada por l, le vino el pensamiento de hacer de esta manera: que,
como fuese que su alcoba daba a la calle y ella se haba dado cuenta
muchas veces de que a Arriguccio le costaba mucho dormirse, pero que
despus dorma profundsimamente, ide hacer venir a Roberto a la puerta
de su casa a medianoche e ir a abrirle y estarse con l mientras su marido
dorma profundamente.

NOVELA OCTAVA (fragmento 2)

Su madre, oyendo estas palabras, comenz a alborotarse y a decir:

-Por la cruz de Cristo, hija ma, eso no deba hacerse sino que deba matarse
a ese perro fastidioso y desconsiderado, que no es digno de tener una tal
moza como t. Bueno est! Ni aunque te hubiese recogido del fango! Mal

rayo le parta si debes aguantar las podridas palabras de un comerciantucho


en heces de burro que vienen del campo y salen de las pocilgas vestidos de
pardillo con las calzas de campana y con la pluma en el culo y en cuanto
tienen tres sueldos quieren a las hijas de los gentileshombres y de las
buenas damas por mujeres, y usan armas y dicen: Soy de los tales y Los
de mi casa hicieron esto. Bien querra que mis hijos hubiesen seguido mi
consejo, que tan honorablemente te podan colocar en casa de los condes
Guido por un pedazo de pan ; y en cambio quisieron darte esta valiosa joya
que, siendo t la mejor moza de Florencia y la ms honesta, no se ha
avergonzado de decir a medianoche que eres una puta, como si no te
conocisemos; pero a fe que si me hiciesen caso se le hara un escarmiento
que lo pudriese. -Y volvindose a sus hijos, dijo-: Hijos, bien os deca yo que
esto no poda ser. Habis odo cmo vuestro cuado trata a vuestra
hermana, ese comerciantuelo de cuatro al cuarto? Que, si yo fuese vosotros,
habiendo dicho lo que ha dicho de ella y haciendo lo que hace, no estara
contenta ni satisfecha mientras no lo hubiera quitado de en medio; y si yo
fuese hombre en vez de mujer no querra que otro en mi lugar lo hiciese.
Seor, haz que le pese, borracho asqueroso que no tiene vergenza!

NOVELA NOVENA (fragmento)

La camarera consol a la seora y, buscando a Pirro, lo encontr alegre y


bien dispuesto, y as le dijo:

-Pirro, yo te mostr pocos das ha en qu gran fuego tu seora y ma est


por el amor que te tiene, y ahora otra vez te lo repito, que si t en la dureza
que el otro da mostraste sigues, vive seguro de que vivir poco; por lo que
te ruego que te plazca consolarla en su deseo; y si en tu obstinacin
continuases emperrado, cuando yo por sabio te tena, te tendr por un
bobalicn. Qu gloria puede serte mayor que una tal seora, tan hermosa,
tan noble, tan rica, te ame sobre todas las cosas? Adems de esto, cun
obligado debes sentirte a tu fortuna pensando que te ha puesto delante tal
cosa, para los deleites de tu juventud apropiada, y aun semejante refugio
para tus necesidades! Qu semejante tuyo conoces que en cuanto a
deleite est mejor que t estars, si eres sabio? Cul otro encontrars que
en armas, en caballos, en ropas y en dineros pueda estar como t estars, si
quieres concederle tu amor? Abre, pues, el nimo a mis palabras y vuelve
en ti; acurdate de que puede suceder slo una vez que la fortuna salga a
tu encuentro con rostro alegre y con los brazos abiertos; la cual, quien
entonces no sabe recibirla, al hallarse luego pobre y mendigo, de s mismo y
no de ella debe quejarse. Y adems de esto, no se debe la misma lealtad
usar entre los servidores y los seores que se usa entre los amigos y los
parientes; tal deben tratarlos los servidores, en lo que pueden, como son
tratados por ellos. Esperas t, si tuvieses mujer hermosa o madre o hija o
hermana que gustase a Nicostrato, que l iba a tropezar en la lealtad que
quieres t guardarle con su mujer? Necio eres si lo crees; ten por cierto que
si las lisonjas y los ruegos no bastasen, fuera lo que fuese lo que pudiera

parecerte, usara la fuerza. Tratemos, pues, a ellos y a sus cosas como ellos
nos tratan a nosotros y a las nuestras; toma el beneficio de la fortuna, no la
alejes; sal a su encuentro y recbela cuando viene, que por cierto si no lo
haces, dejemos la muerte que sin duda seguir de tu seora, pero t te
arrepentirs tantas veces que querras morirte.

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